TEMA 19 LA AGRESIVIDAD VIOLENCIA Y CONDUCTA AGRESIVA La agresividad no es un concepto difícil de delimitar. Si definimos la agresión como todo ataque no provocado, además de descartar las conductas defensivas, estamos circunscribiendo el fenómeno agresivo al ámbito de conducta. En el campo psicológico y en el psiquiátrico, la agresión ha sido con frecuencia ligada al ámbito de los impulsos o de las pulsiones. La agresión es una conducta, que se acompaña de una emoción (ira), un deseo (venganza) o una actitud negativa (racismo), en la que existe una intención de provocar un daño a otro ser vivo, que intenta evitar dicho trato negativo. Es agresividad toda conducta dirigida a hacer daño a otro, y este componente intencional es una característica esencial de la agresión. Desde la perspectiva clínica, los componentes internos que constituyen cualquier fenómeno comportamental son al menos tres: Intencionalidad: la intencionalidad de una conducta agresiva conlleva el deseo de dañar, ridiculizar o impedir el acceso a un recurso y convierte a la misma conducta en el punto final de la motivación. Conducta: la conducta agresiva debe de ser una conducta lesiva. La lesión es generalmente física, aunque el ataque puede ser también verbal o mediante expresiones no verbales como la mirada o los gestos. Afecto: la agresión está siempre acompañada de un estado emocional, la ira o rabia. Este componente es probablemente el más cercano al término psicoanalítico de pulsión agresiva. Sin embargo en algunos casos la intención de dañar aparece desprovista, al menos aparentemente, de una emoción negativa, particularmente en el terreno entre lo psicótico y lo psicopático. Además, en ciertos casos, la emoción asociada a la agresión no es claramente de ira, pudiendo existir desde un estado de irritación o disforia hasta incluso un estado de exaltación. Estos tres componentes definen internamente a todas las conductas agresivas. No obstante, toda agresión como toda conducta se despliega hacia un entorno con una funcionalidad. Lorenz distinguió inicialmente entre: Agresión predatoria (interespecífica) Agresión intraespecífica (agresión social). 1 Moyer distingue hasta ocho tipos de conductas agresivas: Agresión predatoria, en respuesta a un ser vivo que sirve de presa. Agresión entre machos, ante la proximidad de un macho extraño. Agresión por miedo, consecutiva a sentirse atrapado y precedida por intentos de huida. Agresión irritativa, en respuesta a circunstancias como el dolor, la frustración, o la deprivación. Puede estar dirigida a seres vivos o a objetos. Defensa territorial, en repuesta a la intromisión de un individuo en el territorio del otro. Agresión maternal, en respuesta a la proximidad de un individuo potencialmente peligroso para las crías. Agresión instrumental, que es una respuesta aprendida para obtener un refuerzo no directamente relacionado con la agresión. Agresión relacionada con el sexo, en el contexto de la competición por la pareja. Posteriormente, Ledesma Jimeno (1982) propone cinco formas de agresividad: Heteroagresividad: violencia contra terceros, cuya forma extrema sería el homicidio. Autoagresividad: violencia dirigida contra el propio individuo, cuya forma extrema sería el suicidio consumado. Agresividad con carga sexual: parafilias sexuales como el sadismo o la paidofilia. Agresividad intraespecífica: violencia entre individuos de la misma especie (guerras humanas). Distinguiendo tres subtipos dentro de este tipo de agresividad: o Territorial: mantiene el territorio frente a intrusos competidores. o Jerárquica: busca lograr una posición de poder o privilegio en el grupo. o Sexual: lucha por la hembra y la reproducción. Agresividad interespecífica: lucha entre individuos de distinta especie (cazador que mata para alimentarse). La literatura destaca la diferencia conceptual existente entre los términos agresividad, agresión, conducta agresiva, hostilidad y violencia. La agresividad es “la producción de un estímulo nocivo de un organismo hacia otro con la intención de provocar daño o con alguna expectativa de que el estímulo llegue a su objetivo y tenga el efecto deseado”. Los términos agresión, respuesta agresiva y conducta agresiva son prácticamente equivalentes y se refieren a los actos hostiles externalizados. 2 La hostilidad constituiría un concepto relacionado con la agresividad, pero no es sinónima de ella. Sería una actitud, una “respuesta (verbal o no verbal) que envuelve sentimientos y evaluaciones negativas de personas y acontecimientos” no implicando la realización de actos y engloba la irritabilidad, la negativa a cooperar, los celos, la actitud suspicaz y otras actitudes oposicionistas. La violencia establece aquel conjunto de conductas con potencial para producir daños a objetos o personas, auto o heterodirigidas, incluidas las verbalizaciones de contenido agresivo o amenazante que no respetan los límites convencionales o que induzcan a reacciones de huida, temor o confrontación, así como las actividades sexuales, inadecuadas o parafílicas. Estas conductas suponen una profunda disfunción social, siendo consideradas como una forma patológica de conducta agresiva. Desde una perspectiva biológica, la conducta agresiva puede ser el reflejo de: Un aumento de los impulsos agresivos. Un aumento de la reactividad emocional a los estímulos ambientales. Un déficit de los mecanismos inhibitorios de la conducta (control de los impulsos). Probablemente, cada uno de estos fenómenos está regulado por sistemas biológicos distintos, posiblemente interrelacionados y da lugar a manifestaciones agresivas particulares. La investigación de los fundamentos biológicos de estos fenómenos se han orientado en dos direcciones: la localización neuroanatómica de los sistemas encargados. Todos los trastornos arriba indicados se pueden relacionar con la agresión debido a la presencia de determinados síntomas presentes en los mismos. Esto sucede de manera diferente para cada cuadro, porque su perfil de síntomas es distinto (y también de manera diferente para cada enfermo particular dentro de cada uno de los trastornos). Sin embargo, también existen aspectos comunes entre los diferentes diagnósticos en relación con la agresión, debido a la existencia compartida de: Síntomas que afectan a la interpretación de la realidad. Síntomas que afectan a la inhibición de los impulsos de la regulación de la agresividad y los procesos neuroquímicos que subyacen a sus manifestaciones. 3 PSICOPATOLOGÍA DE LA AGRESIVIDAD No es fácil definir los límites entre la agresividad normal y la agresividad patológica. Siendo ésta en parte una función vital adaptativa; el carácter de anormalidad viene dada en su falta de adecuación a la situación, debida a tres factores: Conducta agresiva a pesar de la inexistencia de un estímulo suficiente. Intensidad excesiva de la conducta agresiva. Agresividad impulsiva y episódica recurrente. La incapacidad para interpretar la realidad o para controlar la conducta, constituye un hecho central en la relación entre agresión y pacientes psiquiátricos. En esta misma línea se encuentra la agresividad dirigida hacia uno mismo, autoagresividad, frecuente entre los trastornos de la personalidad, particularmente en el límite y el histriónico, en forma de cortes en los antebrazos o contusiones leves. En los trastornos depresivos la autoagresividad cursa generalmente con manifestaciones abiertamente sádicas. En la esquizofrenia pueden producirse las formas autoagresivas más rutilantes como enucleaciones oculares o autocastraciones, generalmente bajo la influencia de las ideas delirantes. También son frecuentes las autoagresiones en los pacientes autistas y en algunos síndromes psicoórganicos que cursan con retraso mental. El más llamativo es el de las automordeduras del síndrome de Lesch-Nyhan. Las conductas heteroagresivas no son patognomónicas de ningún trastorno psiquiátrico. Sin embargo, algunas formas de presentación, tanto por su intensidad como por su contexto, y por su periodicidad, son características de cuadros psiquiátricos determinados. La heteroagresividad con excepción de los pacientes psicoórganicos, tiene dos posibles orígenes: Irritación ante situaciones de frustración. Ideación delirante. La agresión presente en los trastornos de personalidad está relacionada con un estado de irritación mantenida, particularmente en los trastornos antisociales y límite. Las agresiones de los pacientes con trastorno límite de la personalidad son siempre impulsivas mientras que el paciente con trastorno antisocial puede manifestar crueldad hacia sus víctimas y en ocasiones presenta una agresividad carente en apariencia de cualquier estado emocional imitativo. El consumo de tóxicos se acompaña con frecuencia de manifestaciones agresivas derivadas de una irritabilidad emocional y de interpretaciones paranoides del ambiente como consecuencia de la acción tóxica. 4 En los trastornos psicóticos, las agresiones son mucho menos frecuentes y pueden obedecer a la presencia de ideas delirantes que guían la conducta del paciente. Sin embargo, en las fases maníacas del trastorno bipolar, las agresiones no son infrecuentes, siendo generalmente reactivas a los intentos de frustración por parte del entorno de las actitudes expansivas y megalomaníacas del paciente. El único cuadro específicamente agresivo que contempla el DSM-IV es el trastorno explosivo intermitente. Este trastorno aparece clasificado entre los trastornos del control de los impulsos y se caracteriza por la presencia de arrebatos episódicos y recurrentes de ira y agresividad desproporcionada en ausencia de un trastorno generalizado de la personalidad. Por lo general la violencia es consecutiva a un estímulo provocador (insuficiente para la intensidad de la reacción), es de intensidad creciente y de duración breve y con gran activación neurovegetativa. El episodio es seguido por un sentimiento de vergüenza o arrepentimiento y en ocasiones por una amenaza selectiva para el mismo. La alteración en el control del impulso es probablemente una característica común a todos los fenómenos agresivos, aunque en este trastorno se considera el factor patogénico principal. Otros cuadros que cursan frecuentemente con síntomas agresivos incluyen los trastornos mentales orgánicos de etiologías diversas, tanto lesional como tóxica. Trastornos asociados a conductas agresivas TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS Esquizofrenia Episodios maníacos Trastornos de la personalidad: o Antisocial o Límite o Narcisista o Paranoide Trastorno explosivo intermitente Trastornos por uso de sustancias: o Alcohol o Estimulantes o Fenciclidina o Benzodiacepinas o Esteroides Trastornos de la infancia y adolescencia: o Trastornos de conducta o Retraso mental o Trastorno por déficit de atención o Síndrome de Tourette o Autismo 5 Demencias o Enfermedad de Alzheimer o Demencias vasculares o Demencia de Pick o Enfermedad de Huntington o Demencia sida TRASTORNOS NEUROLOGICOS Traumatismo craneal Epilepsia parcial completa Lesiones cerebrales límbicas TRASTORNOS GENÉTICOS Síndrome de Klinefelter Síndrome XYY Síndrome de Lesch-Nyhah Síndrome de Rett. Enfermedad de Wilson Fenilcetonuria TRASTORNOS SISTÉMICOS Estados confusionales Enfermedad de Cushing Intoxicaciones químicas AGRESIÓN SEXUAL Y VIOLENCIA DOMÉSTICA La violación es un término legal que define la falta de consentimiento, el uso de la amenaza o de la fuerza y cualquier contacto no consentido con las mamas, los genitales o el ano, con o sin penetración. En general, los hospitales a los que acuden las víctimas no tienen la obligación de comunicar el hecho y es decisión del paciente el denunciar o no. Sin embargo, cuando la agresión es producida hacia un anciano o un menor, las personas que prestan asistencia están obligadas a denunciar el abuso. Independientemente del grupo étnico, o la población rural o urbana, es cuatro veces más probable que el agresor de una mujer sea un conocido que un extraño. Por el contrario, cuando son los varones las víctimas de las agresiones sexuales no acuden al médico ni denuncian. 6 Perfil del delincuente sexual La violencia doméstica comprende un amplio y diverso patrón de conductas que oscilan desde episodios de golpes recíprocos entre la pareja a las agresiones mortales. Son las mujeres las que resultan en mayor medida lesionadas, violadas o muertas, principalmente por el varón que es o fue su pareja. Además, éstas presentan síntomas físicos, depresión, ansiedad, molestias somáticas y abuso de sustancias. Las mujeres maltratadas constituyen un grupo que abarca todas las edades, estatus socioeconómico, educacional, civil y procedencia étnica. Estas mujeres entran en relación con una pareja maltratadora, caracterizada por ser varones frágiles y necesitados, dependientes y a los que enfurece cualquier signo de autonomía de su compañera. Con frecuencia tienen una pobre autoestima, son muy celosos con respecto a su pareja y tienen necesidad de dominarla o controlarla. Un elevado porcentaje de los varones maltratadores abusa del alcohol u otras drogas, pudiendo achacar su conducta a la desinhibición, sin embargo, también son violentos estando sobrios. Suelen estar muy preocupados por las apariencias, tratando de convencer a los demás de su amabilidad y rectitud, mostrándose más íntegros y creíbles que sus parejas maltratadas. Perfil del delincuente sexual: Edad media comprendida entre 25 y 45 años. Nivel económico y cultural bajos. No suelen estar afectos de Trastornos Mentales, aunque si es frecuente observar Trastornos de Personalidad y una capacidad intelectual media baja. Ausencia de la figura paterna o distorsión de la misma. Muchos han tenido experiencias sexuales anómalas en el medio familiar. En algunos casos, la violencia doméstica no comienza precozmente. Puede surgir tras el matrimonio, durante un embarazo o tras el nacimiento de algún hijo. La pareja suele achacar este episodio a algún factor de estrés externo y creen que no se repetirá, sin embargo, lo más frecuente es que vuelva a suceder e incluso se haga cíclica. La mujer tiene un intenso miedo a dejar la relación o a hablar con otras personas acerca de la violencia que sufre. Y en ocasiones, tras el intenso arrepentimiento que muestra el varón, su pareja puede perdonarle, ya sea porque se encuentra atrapada económicamente; porque se culpa a sí misma de los episodios violentos; porque la considera una conducta normal; o porque se encuentran demasiado asustadas para romper la relación. Sin embargo, debido a los continuos malos tratos verbales y físicos, la mayoría de las mujeres acaban considerándose a sí mismas inútiles, incompetentes y despreciables. 7 SUICIDIO. FORMAS Suicidio: acción de quitarse la vida de forma voluntaria y premeditada. Diferenciamos entre: Suicidio frustrado: acción de suicidio que no ha conseguido su fin, teniendo el paciente auténtica intención de llegar a él. Suicidio consumado: intento que ha tenido éxito bien como expresión de los auténticos deseos suicidas o como una casualidad no deseada dentro del comportamiento suicida. Conductas suicidas: las encaminadas a conseguir ese fin, consciente o inconscientemente. Simulación suicida: acción de suicidio que no llega a su fin, por no existir auténtica intención de llegar a él. Riesgo de suicidio: posibilidad de que un paciente atente deliberadamente contra su vida. Dicho riesgo se incrementa si existe la idea de minusvalía de la vida, deseo de muerte por considerarla un descanso, amenazas y tentativas suicidas previas. El parasuicidio o lesión deliberada sería el conjunto de conductas donde el sujeto de forma voluntaria e intencional se produce daño físico, cuya consecuencia es el dolor, desfiguración o daño de alguna función y/o parte de su cuerpo, sin la intención aparente de matarse. Incluimos en esta definición las autolaceraciones (como cortes en las muñecas), los autoenvenenamientos (o sobredosis medicamentosas) y las autoquemaduras. El suicidio presenta una elevada prevalencia en la población, encontrando que por cada persona que llega a suicidarse existen otras 8 a 10 que lo intentan, con un total de 10 a 20 intentos de suicidio por cada persona que al final lo logra (algunos hacen más de un intento). Rasgos clínicos epidemiológicos de los intentos de suicidio: Inmadurez afectiva. Adolescencia. Sexo femenino. Edad entre 20-24 años y entre 55-64. Carencias y privaciones afectivas tempranas. Consumo de alcohol o sustancias. Intentos de suicidios previos. En la actualidad se diferencian varias categorías dentro de las actitudes suicidas. En todas ellas debe de haber una clara intencionalidad de quitarse la vida para ser considerada como conducta suicida, pero esta intencionalidad queda envuelta en dudas con mucha frecuencia: la idea suicida, la tentativa suicida y el suicidio consumado. 8 En relación con el suicidio existen una serie de cuadros y variantes importantes a diferenciar: Equivalente suicida: conductas deliberadamente arriesgadas, con importante compromiso para la salud o la vida, tanto propia como de los demás (deportes arriesgados, ruleta rusa, toxicomanías) de ahí su importancia médico legal. Suicidios ampliados: ideación delirante de culpa, ruina, impotencia, que lleva al sujeto a realizar conductas heteroagresivas generalmente sobre sus seres más allegados, como forma de liberación de los sufrimientos que el suicida homicida está convencido, delirantemente, les acechan. El homicidio altruista es un fenómeno poco frecuente, pero bien reconocido por el que una persona con depresión (uno de los padres) da muerte a uno o más miembros de la familia (generalmente hijos) para ahorrarles sufrimientos y después se suicida o lo intenta. Asesinatos seguidos de suicidio: los trastornos afectivos no son la única psicopatología posible, identificándose cinco tipos de delitos: o Conyugal: como resultados de celos patológicos. o Conyugal (II): ancianos con mal estado de salud y esposas enfermas (a veces ambos padecen enfermedades) que creen que uno de ellos o los dos no pueden afrontar el deterioro de su salud, las adversidades o la soledad. o Filicidio seguido de suicidio: una madre con depresión da muerte a su hijo y se suicida para salvarlos a todos de un mundo doloroso. o Familicidio seguido de suicidio: un adulto mayor con depresión, paranoia o embriaguez da muerte a la familia y se suicida en un contexto de estrés económico, conyugal o social. o Asesinato extrafamiliar seguido de suicidio: individuos contrariados, con paranoia o narcisismo que consideran que han sido menospreciados o humillados, se vengan en víctimas únicas o múltiples. Estos pueden ser objetivos específicos del delincuente o meros espectadores. Entre los factores de riesgo asociados con el suicidio se encuentran los trastornos psiquiátricos, que se asocian a más del 90% de los de los suicidios consumados y a la gran mayoría de los intentos suicidas. El trastorno depresivo mayor supone alrededor del 50% de los suicidios, seguido de la dependencia al alcohol y drogas (25%), la psicosis (10%), los trastornos de personalidad (5%) y finalmente los trastornos de ansiedad (especialmente el trastorno de pánico). Los cuadros orgánicos también representan un elevado porcentaje de los suicidios (3540%), encontrando que el mayor riesgo en estos pacientes es la presencia de determinados factores demográficos, procesos psiquiátricos comórbidos y medicamentos capaces de inducir síntomas psiquiátricos. 9 Tabla de suicidio Por cada suicidio consumado hay entre 10-20 intentos. Es la segunda causa de muerte entre jóvenes (15-25años). En España la tasa es de 5 por 100.000 habitantes. Hay mas intentos en las mujeres, lo culminan mas los hombres 3/1. Riesgo aumenta: casados, solteros, viudos, divorciados. Tabla de suicidio Riesgo elevado: o El que avisa, intentos anteriores o Depresivos, mayor en ancianos o Alcohólicos o Esquizofrénicos o Toxicómanos o Patologías orgánicas irreversibles o Presencia de dolor Métodos más empleados: o Ahorcamiento o Precipitación o Envenenamiento o Sumersión ASPECTOS LEGALES La diferenciación entre el acto antisocial y el acto causado por la psicopatología del enfermo son, en ocasiones, difíciles de precisar, y, por tanto, de encauzar en el sistema apropiado: el psiquiátrico-sanitario o el judicial. Se puede dar lugar a dos tendencias contrapuestas: la psiquiatrización de la violencia social o la criminalización de algunos enfermos mentales. Así, por ejemplo, las restricciones para el ingreso hospitalario involuntario, debidas a la escasez de recursos, son en ocasiones causa de la desviación de algunos pacientes al sistema penal ante la fuerte presión de la sociedad, que exige ser defendida de estas conductas inadaptadas. Las recomendaciones del Consejo de Europa sobre protección de los enfermos mentales, señala que: Es necesario revisar conceptos fundamentales como el de “peligroso” aplicado a los enfermos mentales. 10 El internamiento es una medida excepcional que sólo puede fundamentarse en dos supuestos: cuando el paciente represente un peligro para sí mismo o para los demás; o bien, cuando la ausencia de internamiento determine un deterioro de su estado o impida que se le preste el tratamiento adecuado. En España, la reforma del CP dio nueva redacción a la regulación respectivamente de la eximente completa e incompleta de enajenación mental, introduciendo la posibilidad de aplicar medidas de seguridad alternativas al internamiento psiquiátrico. Respecto a la eximente completa, se establece la posibilidad de que el Tribunal sustituya la medida de internamiento involuntario, incluso en principio, por cualquiera de las alternativas siguientes: o Sumisión a tratamiento ambulatorio. o Privación del permiso de conducir o de la licencia de armas. o Presentación mensual o quincenal ante el Órgano Jurisdiccional o de la persona que legal o judicialmente tenga atribuida su guarda o custodia. Una justificación para el uso de estos mecanismos legales estriba en el hecho de que existe una clara relación directa entre conductas hostiles y mal cumplimiento terapéutico. También existe una clara relación entre la presencia de síntomas psicóticos activos y los actos violentos, no encontrándose en cambio asociación significativa entre factores demográficos y socioeconómicos y los actos violentos. En el momento de valorar la posible aplicación de estas leyes puede ser de utilidad el estudio de factores favorecedores de violencia. Sería importante diferenciar entre violencia transitoria y violencia persistente, observando una fuerte asociación positiva entre esta última y el deterioro neurológico y, por tanto, parece de dudosa utilidad el tratamiento neuroléptico de estos pacientes. Otro factor indicador de violencia sería la relación afectiva y económicamente dependiente respecto a su familia, así como el aislamiento social, la baja autoestima, y los trastornos de personalidad. También es importante la asociación positiva entre enfermos violentos y antecedentes familiares de violencia. Por otra parte, en torno al 1,7% de los reclusos se encuentran en prisión por delitos contra la libertad sexual, y de ellos la mitad lo están por violación. Salvo que se acredite la existencia de un Trastorno Mental Específico, el delincuente sexual es imputable. Además habrá que evaluar la posibilidad de reincidencia, sobre todo de cara a las medidas de seguridad que se deban adoptar. En este sentido muchos de los delincuentes sexuales son reincidentes. Ni su paso por prisión, ni otro tipo de medidas de seguridad han conseguido modificar su conducta sexual anómala. De este modo, en algunos de estos casos puede ser recomendable la intervención psiquiátrica e incluso ofrecer al interno la posibilidad de someterse a un tratamiento biológico que amortigüe su patología. 11 También hay casos de falsas denuncias de agresión sexual, que aunque no son frecuentes, cuando se producen suelen hacerlo personalidades con acusados rasgos narcisistas, histriónicos y a veces con cuadros más graves como el Trastorno Delirante. En estas situaciones sólo una entrevista prolongada, minuciosa, dividida en varios días permitirá, con mucha prudencia, apuntar esta posibilidad. Los cambios de declaración, el olvido de detalles cruciales, los antecedentes psicopatológicos previos y las exploraciones psicológicas complementarias permitirán efectuar un diagnóstico correcto. 12