Zhivago – poesías y elementos de naturaleza (1945-1955. “El doctor Zhivago” de Borís Pasternak) —Yo nací en la noche del dos al tres de enero del noventa y uno, año sin esperanza, y los siglos me rodean con el fuego. Osip Mandelstam (1938) Vamos a imaginarnos lo inimaginable (aunque hoy día ya no es demasiado difícil). Un lector simple, pero no malintencionado (“el futuro ignorante”) abre el libro sin historia sin saber nada del autor ni de su destino (yo mismo no puedo olvidar el cuarto ejemplar ilegible de copia mecanográfica azul que leía en casa de mis amigos, porque no se permitía sacarlo de casa, y también recuerdo mi asombro: ¿es que esto sigue prohibido desde hace veinte años? “El doctor Zhivago”. Un titulo personal: los libros con frecuencia se titulan por el nombre del protagonista. Un doctor es un personaje constante de la literatura rusa de realismo tardío y de la literatura soviética, desde los héroes de Chéjov – Astrov, Dorn, Dymov y Stártcev – hasta el joven médico autobiográfico de Bulgákov y personajes de Antonina Koptiáeva y Yuri German. El apellido supone otra cadena de asociaciones. Los apellidos antiguos rusos: Mertvago, Veselago. Diccionario de la Gran Lengua Rusa Viva de Vladímir Dal («Толковый словарь живаго великорусского языка» en ruso). “La vida viva” – el libro de Vikenti Veresáev sobre Tolstoy y Dostoevski. Pues, el autor nos ofrece la biografía de cierto doctor que lleva un apellido raro. Un libro de la vida. Una hagiografía en dos libros, diecisiete partes, en prosa y verso. Pasternak no eligió este título, tan simple a primera vista, pero tan complicado semánticamente y multiaspectual, desde el principio. En diez años de trabajo las variantes acentuaban distintos aspectos de la obra. “No habrá muerte” evidentemente subrayaba la idea filosófica y religiosa. “Chicos y chicas” sugería la poesía de A.Blok “Sauces”, a la vez denotando no sólo a los protagonistas, sino también el carácter general y contrastante del tema (compárense “Guerra y paz”, “Crimen y castigo”, “Padres e hijos”). Como variantes figuraban también “Rynva” (que señala el río donde está situada la ciudad de Yuri – Yuriatin). “De papeles inéditos de Yuri Zhivago” (que indica la forma), “Normas de la nueva nobleza”, “Vivos, muertos, resucitando”, “El aire terrestre” (que también en uno u otro grado acentúan el simbolismo de la obra en general), por fin “Una candela ardía”, para que al fin y al cabo apareciera el título más simple y sin pretensión con el que la novela es conocida hoy por todo el mundo. La prosa cardinal de Pasternak empezó aún desde el principio de su vida creadora. A sus diez u once años (en aquel entonces comenzó a componer versos) se refieren también unos borradores donde figura el nombre Pourvite con la misma forma interior que el apellido Zhivago. En uno de los episodios el héroe con el nombre de Reliquimini había de morir en un tranvía. Después motivos, episodios, apuntes para el futuro “El doctor Zhivago” se trazaban y se reunían en “La infancia de Liuvers” (1921, comienzo de la novela inacabada “Tres nombres”), “Novelas cortas” (1929, también forma parte de un concepto grande juntado a “Spectorski”; una de las variantes del título es “Revolución”), en “Notas de Patrick” (1936, las variantes del título son “Cuando los chicos crecieron” y “Las notas de Zhivult”) y, por fin, el drama inacabado “Esta luz” (1942) del cual al epílogo de “Zhivago” casi sin cambios pasa el monólogo de Tania Bezócheredeva (en la pieza figura como Druziákina). El trabajo en el propio libro (invierno de 1945-1946) empezó en el ambiente de esperanzas comunes desvanecidas muy pronto y estancamiento literario. La muerte de su padre, arresto de la mujer querida, la muerte de Stalin, infarto, regreso de los presidiarios soviéticos, noticia sobre la muerte de personas fusiladas hacía mucho tiempo – todo eso cupo en la década del trabajo en la novela. Según múltiples menciones en sus cartas (donde la historia de la creación del libro está reflejada de una manera bien completa), uno de los problemas principales para el poeta famoso y novelista primerizo (ni uno de sus conceptos creativos fue llevado a cabo para aquel momento) llega a ser la búsqueda del género. Con mayor frecuencia Pasternak llama “El doctor Zhivago” “novela en prosa” (como si diera vuelta a la definición de “Eugenio Oneguin” por Pushkin: “la novela en verso” se presenta como “una diferencia diabólica” en comparación con la novela en prosa). A veces aparecen definiciones más vagas e individuales: la gran prosa, gran narración en prosa, prosa sobre toda nuestra vida, carta larga y grande en dos libros; mi epopeya (a Freudenberg O.M., 5 de octubre de 1946). La última definición merece atención especial. En realidad, es un oxímoron estético. La epopeya en su sentido directo no puede ser propiedad individual de alguien. Es objetivamente impersonal expresando el punto de vista común , de una etnia, de una nación. Doce años después, terminada ya la novela, Pasternak confirma el carácter épico de su concepto creativo: “Escribía mi novela, aunque no fuera más que intención, en escala universal” (a Viacheslav Ivánov, 1˚ de julio de 1958). Acentuando su pertenencia individual, el carácter propio del género (mi epopeya), Pasternak lo convierte en algo otro. “Una simple novela” llega a ser gran prosa con una dominante subjetiva, épica lírica (“¡diferencia diabólica!” donde lo común, lo histórico no interviene como objeto, sino como pretexto, y no se ofrece como discripción, sino como apreciación. Por eso en la carta mencionada a Olga Freudenberg el autor explica su recurso a la prosa por la necesidad de expresión personal, en sumo grado sincera, para la cual es más acostumbrada la forma poética (sobre todo para un poeta): “Ya soy viejo, es posible que muera pronto, y es imposible aplazar siempre la expresión libre de mis verdaderos pensamientos”. Así que el concepto del libro remonta a los años 1920. Tiene una analogía estructural inesperada. El 23 de noviembre de 1927, al leer los primeros capítulos de “La vida de Klim Samguín”, Pasternak escribe a Gorki una carta grande, entusiasmada y analítica a la vez, subrayando especialmente “el gigante capítulo 5, centro temático y energético de toda la narración… La característica del Imperio puede provocar casi envidia al nuevo Leóntiev, es decir, con tanta perfección estetica, con tan terrible fuerza representativa, colocada en los tiempos y lugares lejanos de una manera cautivadora, que la imagen definitivamente parece majestuosa y a la vez bella. Pero cuanto más tenga de esta apariencia inevitable, tanto más rápido impieza a convertirse ante tus ojos en espectáculo de horror, de tragedia motivada y perdición irremediable y merecida”. Aquel mundo imperial, pese a su belleza majestuosa, fue condenado. Después Pasternak nota lo paradójico de la posición del autor: “Es extraño comprender que la época que usted describe necesite excavación arqueológica como si fuera una nueva Atlántide. Es extraño no sólo porque muchos de nosotros la recordemos muy bien, sino porque en otro tiempo usted y los escritores de la escuela afín representaban esta época como la realidad cotidiana. Pero es la razón por la que aparece incógnita y virgen en su cualidad nueva y actual, simbolizando la base olvidada y perdida del mundo moderno, o sea, figura como prólogo prerrevolucionario escrito por una pluma posrrevolucionaria. En este sentido la dicha época todavía no está descrita por nadie”. Las personas que sobrevivieron la revolución son primeros históricos y arqueólogos de la Atlántide sumergida. Su tarea es complicadísima, casi única. “Obedeciendo un sentido extraño, no tanto buscaba leer “Samguín”, como verlo y fijarme en él. Porque sabía que el vacío del fondo histórico aún no poblado puede ser llenado caóticamente de pintura móvil, o por lo menos, así su ocupación se percibe por los contemporáneos. Hasta que su espacio desierto no esté poblado de multitud de detalles, no puede tratarse de ninguna fábula directa, porque este hilo no encuentra donde ponerse. Sólo esta escritura, hecha de varios lados a la vez, puede vencer el impertinente punto de vista de la época como un recuerdo común y vasto que todavía anda vagando y persistiendo en todas las cabezas y que todavía no está relacionado con ninguna ficción”. Pasternak señala una característica más del libro de Gorki llamándolo “trasfondo poético de la prosa”. Dos años después en su carta a P.N.Medvédev (6 de noviembre de 1929) Pasternak va a analizar a través del prisma de las mismas categorías (fábula personal, narración histórica, condiciones de la solución de la tarea artística) las causas del fracaso de su “novela en versos” “Spektorski”: “No miraba sólo atrás, sino también adelante. Esperaba algunas transformaciones de la vida cotidiana y común, cuyos resultados podrían restablecer la idea de una novela personal, es decir, de una fábula sobre las personas concretas, representativa y ejemplar, y comprensible a todos en su estrechez personal y no en su amplitud aplicada… Empezaba con cierta esperanza de que la homogeneidad estallada de la vida y su evidencia plástica se restablecieran en pocos años y no décadas, durante nuestra vida y no en adivinación histórica. Y por insignificante que fuera yo, este desarrollo me habría dado fuerza, porque su crecimiento, junto con el crecimiento vivo de las fuerzas morales comunes, es la única fábula del poeta lírico. Porque se puede describir siquiera la muerte de una manera espectacular, a condición de que se vea superada por la sociedad y ésta se encuentre en el estado de crecimiento”. La idea de correlación de la fábula novelesca con los cambios sociales podría ser adoptada por Pasternak de la obra de Mandelstam (“El fin de la novela”), aunque, por otra parte, en su variante vulgar se hizo muy corriente en la crítica literaria marxista de los años 1920. La Guerra Patria llegó a ser nueva etapa de la historia rusa. Ya no sólo los tiempos de antes de la revolución, sino las primeras décadas soviéticas se convierten en una Atlántide, en un recuerdo común y fantasmal, vagante en las cabezas de los contemporáneos, que estaba relacionado con las fábulas falsas. En esta situación, sintiendo “el crecimiento vivo de las fuerzas morales comunes” (“Se aproxima la victoria. Llega el momento de la resurrección de la vida. ¡Es una época histórica, nunca vista en el mundo! ¡Ya es hora!”), que coincidía con la percepción personal de la vida (“Por primera vez en mi vida tengo ganas de escribir algo verdaderamente auténtico… Ahora en mi vida no hay ninguna hernia, ninguna estrangulación. De súbito llegué a ser terriblemente libre. Todo lo que veo alrededor es mío”), Pasternak comienza su novela – “escritura, hecha de varios lados a la vez”, lucha contra “el impertinente (e impuesto) punto de vista” de la época moderna a la época pasada. Merecen atención ciertas coincidencias más en el análisis de Pasternak y la apreciación del libro de Gorki a fines de la década de los años 1920 y su propio concepto un cuarto de siglo más tarde. Comparando “Klim Samguín” con “La causa de los Artamónov” Pasternak aprecia la nueva obra más alto: “La altura y ponderabilidad de la obra consiste en el hecho de que su destino y estructura estén subordinados a las leyes de espíritu más amplias y básicas que las bellas letras en su significado directo”. Y al terminar su novela, el autor previene a Konstantín Paustovski que le ha propuesto en nombre del consejo de la redacción editar “Zhivago” en la antología “Literatúrnaia Moskva” (“Moscú literaria”): “A mi parecer, a ustedes les parecera inadmisible mi novela. Mientras tanto, hay que editar sólo lo inadmisible. Todo lo admisible ya está escrito y editado hace mucho tiempo”. Adivinando “extravío” de la percepción de sus contemporáneos cargados de su propia “memoria partícipe” de la época, Pasternak apela a “los descendientes”,, “generación venidera” que verá en el libro “objetivo propio cerrado, raíz del espacio de la narración”. Un cuarto de siglo más tarde, en una de las sesiones de lectura previa de “Zhivago” la opinión de su hijo de catorce años resultará muy importante para Pasternak. “Así para mí no era lo mismo cómo iba a apreciar mi obra un pionero de hoy y un comsomol futuro educado a principios de otra comprensión de algunas etapas históricas y otra manera de descripción de la naturaleza, realidad y todas las cosas del mundo. Me dio un gran placer que a mi pregunta si le gustaba, el hijo dijera superando su timidez y ruborizándose: “¡Mucho, mucho!” (N.Tabidze, 3 de junio de 1952). Es sabido, que el subtítulo de la novela inacabada “La vida de Klim Samguín” es “cuarenta años”. Esta correlación del título personal y subtítulo de crónica durante mucho tiempo se conservaba en la obra de Pasternak. El subtítulo de “cuadro de la vida cotidiana de medio siglo” desapareció sólo en el año 1955, en la última etapa del trabajo. La idea del carácter cronológico de “mi epopeya” se conservaba durante todo el trabajo. “Quiero escribir una prosa de toda nuestra vida desde Blok hasta esta guerra, en unos 10 o 12 capítulos, no más (a N.Mandelstam, 26 de enero de 1946). “Y desde julio empecé a escribir la novela en prosa “Chicos y chicas”, cuyos diez capítulos deben abarcar los cuarenta años 1902-1946” (a O.Freudenberg, 5 de octubre de 1946). “El tiempo abarcado por la novela son los años 1903-1945” (a Z.F.Ruoff, 16 de marzo de 1947). “Este primer libro será escrito en pro del segundo que abarque el periodo 1917-1945” (a O.Freudenberg, mediados de octubre de 1948). Sin embargo, según los destinatarios y circunstancias iba cambiándose su contexto cultural, el sistema de coordenadas literarias. En uno de los primeros testimonios, su carta a las hermanas (diciembre de 1945), todavía sin hacer mención del trabajo empezado, Pasternak afirma que después de los simbolistas los últimos individuos creadores que se quedaron son “los Rilke y los Proust”. “Quisiera que se me revelara todo que tengo de su raza, que, como si fuera su continuación, llenara el vacío de veinte años formado después de ellos y llevara a cabo lo que ellos dejaron sin expresar y completara omisiones. Y lo principal, yo quisiera contar, como ellos lo habrían hecho, si hubieran sido yo, es decir, de una manera un poco más realista y en nombre de nuestra persona común, de los acontecimientos principales, sobre todo de los nuestros, en prosa mucho más simple y abierta de que lo había hecho antes”. En su carta a Z.F.Ruoff (16 de marzo 1947) el autor presenta su novela como “algo medio entre “Los Karamázov” y “Wilhelm Meister” por su espíritu”. En otra carta al mismo destinatario (10 de diciembre de 1955) vuelve a comentar la novela “en unidades de medición alemanas”: “Es el mundo de Malte Brigge o de prosa de Jacobsen, subordinado, si es posible, a lo riguroso y serio del argumento y a lo habitual fabuloso de Gottfried Keller, y además, a la manera rusa, cercano a la tierra y pobreza, a las situaciones desgraciadas, a la pena. Es una cosa muy triste, muy simple, llena de lirismo, que ha abarcado mucho”. Así que los puntos de referencia combinados voluntariamente en la consciencia de Pasternak resultaron Goethe, Dostoyevski, Proust, Rilke con su novela “Los cuadernos de Malte Laurids Brigge”, el suizo Gottfried Keller (18191890) y el danés Jens Peter Jacobsen (1847-1885). De la manera más detallada Pasternak expone todos los aspectos de su concepto en la carta a O.M.Freudenberg del 13 de octubre de 1946: “Ya te he dicho que he empezado una gran novela en prosa. Realmente, es el primer verdadero trabajo mío. Quiero representar en él la imagen histórica de Rusia en los últimos cuarenta y cinco anos. Al mismo tiempo esta obra – con todos los aspectos de su trama, grave, triste, elaborada detalladamente como (en ideal) en la obra de Dickens o Dostoyevski – sería expresión de mi punto de vista al arte, a los Evangelios, a la vida humana en la Historia y a muchas cosas más. Aquí ajusto las cuentas con el judaísmo, con todas las especies de nacionalismo (incluso en el internacionalismo), con todos los matices de anticristianismo y sus suposiciones de que existan después de la caída del Imperio Romano algunos pueblos y que sea posible construir la cultura a su inmadura base nacional. La atmósfera de la obra es mi cristianismo, que en su amplitud es un poco otro que el de los cuáqueros o el de Tolstoy y que procede de otros aspectos de los Evangelios además de los morales”. La epopeya lírica de “Zhivago” se escribía como un evangelio más del siglo XX – Evangelio de Borís. Terminada la novela, el autor percibía su obra como la última palabra, resumen, testamento, epitafio a la época. “He terminado la novela, he cumplido el deber heredado de Dios”. “Zhivago” es un paso muy importante, es una gran felicidad y gran suerte con que no podia ni soñar. Pero está hecho; y junto con el período que este libro expresa más que todo lo escrito por otros, este libro y su autor se alejan al pasado, mientras que delante de mí, todavía vivo, aparece un espacio libre, cuya limpieza y falta de uso primero hay que comprender, y después llenarlo con lo comprendido”. “Este libro, como se oye con mayor frecuencia, ocupa el segundo lugar después de la Biblia”. La sensación de la inspiración divina de su obra, la independencia de ésta de la voluntad individual nos permite comprender la lógica de la reacción de Pasternak a las notas críticas siquiera de los lectores más prójimos y benévolos. Las aceptaba de buena gana, sin embargo dejando todo como había escrito antes. La imperfección de estructura novelesca, evidente del punto de vista objetiva y exterior, se percibía por el autor como su caracter imprescriptible. Apartándose del habla poética más propia de él (“… es mucho más fácil componerlas [poesías] que la prosa, y solo la prosa me aproxima a la idea de lo absoluto que me apoya e incluye mi vida, y normas de conducta, y muchas cosas más, y crea la organización interior del alma donde pueda caber como uno de los niveles la poesía, vergonzosa y desprovista de sentido en otro caso. Con impaciencia espero librarme de este yugo prosaico para otra esfera que es más accesible para mí y que expresa mejor mi ser”), escribia su novela como si fueran versos, una expresión lírica, persistiendo aún en sus errores. Esta perspectiva doble debe tomarse en cuenta en la interpretacion del libro de Pasternak. En “unidad y esrechez”* (*término introducido por Yuri Tyniánov) de la serie prosaica, “esta escritura, hecha de varios lados a la vez” une los elementos estructurales distintos en principio. Como fue mencionado, el mismo título coloca al héroe en el centro de la estructura novelesca. Naturalmente aparece tentación de ver en él al sosia lírico, el espejo del autor. “Yuri Andréevich Zhivago es el héroe lírico de Pasternak que aún en la prosa sigue siendo lírico… El autor y el héroe son una sola persona, con los mismos pensamientos, con la misma manera de razonar y con la misma relación al mundo. Zhivago expresa al Pasternak arcano” (D.S.Lijachiov). En adelante se trata hasta de la plena identificación: Zhivago-Pasternak. Sin embargo, parece que en la definición “(mi) epopeya lírica” hay que poner acento en las dos palabras. El Pasternak arcano no es simplemente el doctor Zhivago, sino “El doctor Zhivago”. Basándose en el terreno lírico, la imagen del doctor de Pasternak abarca mucho y a muchos. En la carta destinada a M.P.Grómov (6 de abril de 1948) volviendo a hablar del tema, cronología, estructura de la futura novela, Pasternak menciona la cuestión de los prototipos: “Allí se describe la vida de un círculo moscovita (pero también se incluyen los Urales). El primer libro abrazará el período desde el año 1903 hasta el fin de la guerra de 1914. En el segundo libro que espero llevar hasta la Guerra Patria, aproximadamente en el año 1929 ha de morir el protagonista, médico de profesión, pero con un fuerte segundo plano creativo, como el médico Antón Chéjov… Este héroe va a ser algo medio entre yo, Blok, Esenin y Mayakovski, y cuando ahora me pongo a redactar poesías, las suelo apuntar en el cuaderno de este hombre, Yuri Zhivago”. A otro destinatario Pasternak escribía de una manera aún más determinada: “El protagonista es igual como era o podía ser Chéjov”. Así la premisa básica del autor no era el egocentrismo lírico (Zhivago es yo), sino la tentativa de sintetizar en el personaje central varios ideologemas estéticos e históricos. El héroe de Pasternak representa a la vez la imagen del poeta (“algo medio entre…”), y símbolo del intelectual ruso (médico-escritor Chéjov), y continuación de la tradición literaria (héroe ideológico, un hombre supérfluo), y figura de una época histórica determinada, signo de la generación. A.Amfiteatrov en sus tiempos inventó en pos de las definiciones acostumbradas como “sesentistas” u “ochentistas” el término “noventistas” (es el título de su novela del ciclo “zolaísta” interminable “Finales y comienzos”). La historia de la generación, cuyo destino describe Pasternak, empieza en la frontera de los años 1890. Los héroes centrales de “El doctor Zhivago” son “noventistas” de nacimiento. El año de nacimiento de Yuri es 1891 (en la escena del entierro de Anna Ivánovna que se refiere a diciembre de 1911, se menciona el entierro de mamá “de hace diez años”; entonces Yuri, como se dice en la primera página, “tenía diez años”) o 1892 (si vamos a partir de la mención en el cuarto capítulo de la primera parte de que Nika Dudórov en verano de 1903 tenía casi catorce años y “era unos dos años mayor” que Yuri). La primera fecha es preferible: podemos comprender “unos dos años” como suposición, al empezar la cuenta de los mismos catorce. Dudórov, por consiguiente, nació en 1890, Misha Gordón , en 1892 (en 1903 tiene once años – parte 1,cap.7), Lara , en 1889 (en 1905 tiene un poco más de dieciséis – p.2, cap.4). Pasha Antípov que “era un poco menor que Lara” (p.3, cap.7), por consecuencia, es coetáneo de Dudorov o Zhivago. De ahí “chicos y chicas” de Pasternak representan proyección habitual y transformación artística de su generación literaria, coetáneos de Mayakovski, Ajmátova, Tsvetáeva y Mandelstam (sólo el enigmático hermanastro Evgraf es un personaje de bien otro tiempo, en 1911 tiene 10 años (p.3, cap.4) y por lo consiguiente era diez años menor que Yuri y otros personajes centrales…). En 1905 tenían de trece a quince años (“Tengo catorce años… Desde diciembre reinan las lámparas. Porth Arthur ya está entregado, Pero van al océano los cruceros”. “El año mil novecientos cinco”), en 1914 tenían entre 22 y 24, y unos treinta años en la época de la Revolución de Octubre y la Guerra Civil. En el poema “El año mil novecientos cinco” había un capítulo titulado “Los padres”. En la novela Pasternak escribe la historia de la generación de orfandad (a propósito, es el título del primer drama de Chéjov). No tiene padre Lara, en el presidio están los padres de Antípov y Dudórov, se suicida el padre de Yuri. No es la familia, sino el ambiente que educa a los “chicos y chicas”. El conflicto acostumbrado de padres e hijos en la frontera de los siglos se convierte en el conflicto de los hijos y el tiempo. “El agua los enseña, los gasta el tiempo” (O.Mandelstam). Los primeros tres libros, sin embargo, se construyen a la manera de Leo Tolstoy, como las épocas de desarrollo, movimiento de destinos individuales. Un chico huérfano – una chica de otro círculo. El primer encuentro (en el hotel) – el segundo encuentro (en la fiesta de Navidad). Las primeras tragedias: el encuentro con la muerte y con la infamia humana. El despertar del sexo y el instinto de creación. Infancia – adolescencia – juventud. La gran Historia hasta el momento no arremolina a los héroes como un torbellino, destruyendo sus destinos, sino los abraza con el flujo del tibio aire veraniego. “Todos los movimientos de las cosas, considerados en sí mismos, estaban lucidamente calculados. En cambio, en conjunto resultaban como impulsados por la corriente general de la vida. Agitábanse los hombres y se afanaban movidos por el mecanismo de sus respectivas preocupaciones. Pero ningún mecanismo habría funcionado si su regulador principal no hubiera sido un sentimiento de suprema y fundamental indiferencia. Esa indiferencia dada por el sentimiento de la relación que une las existencias humanas, por la certidumbre de su comunicación recíproca, por la sensación de felicidad que nace de la idea de que todo cuanto ocurre no se cumple sólo sobre la tierra donde se sepultan los muertos, sino también en otro lugar, en ése que algunos llaman reino de Dios, otros historia y otros de un modo distinto.” (p.1, cap.7). La colisión de preocupaciones personales y la corriente de la vida, donde la Providencia, Historia o algo más realiza objetivos comunes imperceptibles para la gente, se remonta a Tolstoy (“Guerra y paz”). Pero este estado de harmonía oculta es inestable y preñado de próximos trastornos. Pasando sus épocas de desarrollo el héroe trata de comprender, refrenar, amansar a la muerte. “Diez anos antes, cuando enterraron a su madre, era todavía un niño. Recordaba aún su llanto inconsolable, la angustia y el terror que había sentido… Ahora todo era distinto. Durante los doce anos de estudios secundarios y superiores, se había interesado por la antigüedad y la ley de Dios, por las tradiciones y los poetas, la ciencia del pasado y la de la naturaleza, del mismo modo que se estudiaría una crónica familiar o una genealogía. Ahora no le tenía miedo a nada, ni a la vida ni a la muerte, porque todo, todas las cosas del mundo, formaban parte de su vocabulario. Sentíase al mismo nivel del universo y asistía al oficio fúnebre de Anna Ivanovna de una manera muy distinta de como asistió al de su madre”. Pero no puede nada con la Historia. Existe “aquel mundo de infamia y falsedad, en el que una mujercilla metida en carnes se atrevía a mirar de esa manera a la gente que trabajaba,” – lo odia con todas sus fuerzas Tivierzin. La Lara oprobiada también ve la fuerza principal de Komarovski en su infamia y sintetiza: “Y la mejor parte sobre los fuertes se la llevan el débil y el abyecto”. Hasta Kologrívov (su proyección histórica son las personas de tipo de Savva Morózov) “experimentaba por el viejo régimen moribundo un doble odio: el de la persona inmensamente rica que puede comparar su tesoro con el del zar, y el del hombre que procede del pueblo y ha logrado hacer carrera”. Por eso el año novecientos cinco, los acontecimientos de diciembre en Moscú se perciben como castigo merecido, pero no a Komarovski en persona, sino a todo aquel mundo. «Los chicos disparan, —pensaba Lara. Y no se refería solamente a Nika y a Patulia, sino a toda la ciudad que disparaba. — Buenos y honrados muchachos, —penso.— Son buenos y por eso disparan”. “¡Qué alegremente suenan esos disparos! —pensaba. — Bienaventurados los perseguidos, bienaventurados los humillados. ¡Dios os ayude, disparos! ¡Disparos, disparos, vosotros queréis lo que yo quiero!” Pasternak es exacto. La percepción del mundo de esta generación con muchos años de anticipación fue confirmada por Mandelstam, incluso con la imagen semejante del juego de chicos: “Los chicos del año mil novecientos cinco iban a la revolución con el mismo sentimiento con el cual Nilólenka Rostov se reclutaba a los húsares: era la cuestión de enamoramiento y de honor. Y unos, y otros no podían vivir sin ser calentados por la fama de su siglo; y unos, y otros no podían respirar sin heroísmo” (O.Mandelstam. “El ruido del tiempo”). Ya en las primeras partes de “El doctor Zhivago” la poética de Pasternak infringe las leyes “de una novela bien hecha”, convirtiéndola o en una novela mala, o en novela de otra clase (mi epopeya). Desaparece el poder unipersonal del héroe subrayado por el título. Es destino de Yuri no se destaca ni se pone de relieve en el fondo de las vidas de otros personajes. “200 páginas de la novela son leídas, pero ¿dónde está el doctor Zhivago? Es la novela sobre Larisa,” – no entiende V.Shalámov. Al leer otros 200 páginas podría cambiar de opinión. Desapareciendo en la mitad de la quinta parte, Larisa Fiódorovna no vuelve a aparecer en la narración antes de la mitad del capítulo nueve. En vez de hilos concretos de fábula el narrador ofrece al lector un ovillo enredado de trama, “la escritura hecha de varios lados a la vez”, flujo de vida, donde hasta cierto tiempo no está claro quién va a ser el personaje principal. “Una estrechez tremenda, – describía sus impresiones la hija de M.Tsvetáeva Ariadna Efrón. – ¡En 150 páginas dactilográficas caben tantos destinos, épocas, ciudades, años, acontecimientos, pasiones privados de “cubatura” necesaria, de espacio y aire necesarios!.. Resulta que todas estas personas – Lara, Yuri, Tonia, Pável – viven en un otro planeta, donde el tiempo no obedece nuestras leyes y donde nuestros 365 días equivalen a un día suyo”. La característica de “Zhivago” notada por A.Efrón, cuando los personajes “casi se chocan de frentes en esta estrechez” puede interpretarse como la densidad de trama del texto. Yura reza por su madre y se desmaya precisamente en el momento cuando perece su padre bajo las ruedas del tren. El maestro Judoléev que ha pegado al hijo del portero será su subordinado en el frente.El compañero de viaje de Zhivago en tren para Yuriatin Vasia Brykin volverá a encontrarse con él de regreso a Moscú. Y la coincidencia principal: la candela encendida por Pasha para Larisa la verá Yuri desde la calle; a partir de este momento “empezó en su vida la predestinación”. Después en este mismo cuarto colocarán el ataúd con su cuerpo, al lado del cual – otra vez, por casualidad – estará Larisa que ha venido para ver las ruinas de su pasado. En “Zhivago” aparecen unas decenas de “trombos de trama” comprimiendo la narración y haciendo que el mundo de la novela pareciera a una habitación habitable. Se les encuentra muchas analogías tanto en la literatura de masas (allí los encuentros y reconocimientos por casualidad están en su lugar, condicionados por el género mismo), como en la epopeya de Tolstoy (los antiguos rivales Andrei y Anatol están en las mesas vecinas en el quirófano, Andrés herido se ve en casa de los Rostov). En “Zhivago” estos momentos llegan a ser objeto de reflexión del escritor. Atando en un nudo estrecho cuatro destinos en una sola escena (p.4, cap.10), el narrador concluye: “ El mutilado que acababa de morir era Himazeddin, soldado de la reserva; el oficial que gritaba en el bosque era su hijo, el subteniente Galiullin; la enfermera era Lara, y los testigos Gordon y Zhivago. Allí se habían reunido todos. Unos no se reconocieron, otros no se habían conocido jamás. Algunas sendas del destino permanecieron ocultas para siempre. Otras iban a revelarse, pero debían esperar una nueva ocasión, un nuevo encuentro”. “Cruzamiento de destinos” en “El doctor Zhivago” va determinado por “el azar, dios inventor” (A.Pushkin). Otra característica del mundo, opuesta a su densidad y estrechez, resulta su desconexión. Unos personajes se topan, como las astillas en un torbellino, otros se hunden desapareciendo para siempre sin nungunas motivaciones ni explicaciones. “En general, tienes alguna incoherencia con los niños. ¿Dónde está el niño de Yuri y Tonia? – preguntaba A.Efrón al autor. – Después de la descripción magnífica de parto de Tonia… el niño desaparece en absoluto. Y no hay ningunas huellas de maternidad o paternidad… ¿Adónde metiste a Nilolái Nikoláevich Vedeniápin que pretendía hacer un papel importantísimo y que desapareció después sin dejar rastro? ¿Dónde están la madre y el hermano de Lara, dónde está Olia Démina trazada con tanta simpatía? La madre de Lara y Rodia habían de aparecer de vez en cuando en la vida de Lara, aunque fueran ajenos, aunque fueran molestos, de todos modos, no hay remedio – eran parientes”. La vida es azarosa, la vida es fatal; parece que en la novela funcionan las dos leyes. En la época cuando Pasternak trabajaba en “El doctor Zhivago”, los jóvenes escritores del Instituto de Literatura Máximo Gorki de broma contraponían dos tipos de poesía: “el Stendhal rojo” y “el Detalle rojo” (segun las memorias de Y.Trífonov). “El Detalle rojo”, presentación del personaje en acción, con detalles y pormenores impresionantes, se consideraba preferible, más moderno en general que “el Stendhal rojo” que con su discurso de autor restablece la psicología del protagonista. El narrador de “El doctor Zhivago” es “un Stendhal rojo”. En los puntos clave de la trama la narración predomina la presentación, la característica directa predomina la representación objetiva. “Lara tenía poco mas de dieciséis anos, pero era ya una jovencita bastante desarrollada que aparentaba dieciocho o más. Tenía una lúcida inteligencia y un sereno caracter. Y era muy graciosa. Ella y Rodia comprendían que tendrían que abrirse camino confiando solamente en sus propias fuerzas. Contrariamente a los jóvenes ricos y ociosos, no tenían tiempo de permitirse fantasear y forjarse prematuras ilusiones sobre cosas que todavía no les atañían de cerca, y sólo lo superfluo es impuro. Lara conservaba intacta aún su pureza”. “Temperamentos creadores los dos, vinculados por una misma sangre, habían vuelto a encontrarse a sí mismos. Renació el pasado y revivieron una nueva vida con su torrente de recuerdos comunes o personales. Cuando comenzaron a hablar de lo esencial, de esas cosas familiares a los verdaderos creadores, desaparecieron todos los vínculos que los unían, excepto uno solo: la afinidad existente entre pensamiento y pensamiento, entre dos energías, entre un determinado principio y otro”. “Strielnikov, que, dejada atrás la infancia, aspiraba a todo lo que fuese noble y elevado, consideraba la vida como un inmenso campo cerrado donde los hombres, respetando honradamente las reglas, competían en alcanzar la perfección. Cuando se dio cuenta de que no era así, no pensó que se había equivocado por haber juzgado de un modo un poco demasiadamente esquemático la ordenación del mundo. Encerrando dentro de sí, durante mucho tiempo, lo que consideraba una ofensa, comenzó a acariciar la idea de erigirse en juez un día entre la vida y el oscuro elemento que la deforma, de asumir su defensa y vengarla. La desilusión lo ensombreció. Y la revolución le proporcionó las armas”. V.Shalámov, uno de los primeros lectores de la novela, empezó con altos elogios catalogando a “Zhivago” entre las obras de la gran y la más respetable tradición “profética” de la literatura rusa: “La primera cuestión es sobre la naturaleza de la literatura rusa. La gente aprende a vivir de los escritores. Nos enseñan lo que es bueno y lo que es malo, nos asustan, no dejan que nuestra alma se pierda en los rincones oscuros de la vida. El contenido moral es característica relevante de la literatura rusa… Hace mucho que no leo en la lengua rusa nada ruso equivalente y adecuado a la literatura de Tolstoy, Chéjov y Dostoyevski. “El doctor Zhivago” se refiere, sin duda alguna, a este gran nivel… Dos novelas de esa escala más – y la literatura rusa está salvada” (carta a Pasternak, enero de 1954). Dentro de diez años, cuando se determinaron los criterios de su propia prosa (certeza del protocolo, de la crónica; prosa vivida como un documento), la apreciación se cambió convirtiéndose en su reverso: “«El doctor Zhivago» es la última novela rusa. “El doctor Zhivago” es fracaso de la novela clásica, es fracaso de los mandamientos de Tolstoy. “El doctor Zhivago” se escribía según las recetas de Tolstoy y resultó novelamonólogo, sin “caracteres” y otros atributos de la novela del siglo XIX” (“Sobre la prosa”, 1965). Más tarde el autor de “Los relatos de Kolymá” expresará su opinión despreciativa sobre esta tradición y este género: “El fracaso literario de “El doctor Zhivago” es el fracaso del género. El género está muerto” (“Sobre mi prosa”, 1971). Sin embargo, la definición “novela-monólogo” es exacta y concuerda con el término “mi epopeya” de Pasternak. Puede percibirse sin este sentido despreciativo que le atribuyó Shalámov. En su apreciación original Shalámov recurre a otra analogía inesperada para el libro de Pasternak mencionando una famosa obra soviética universalmente reconocida (a propósito, de ordinario el contexto “soviético” de “El doctor Zhivago” no se toma en cuenta). “En cuanto a los tiempos y acontecimientos abarcados por “D.Zh.”, ya hay una novela similar escrita en ruso. Pero su autor, aunque haya escrito muchos artículos diferentes sobre la patria, no es escritor ruso en absoluto. El carácter problemático, otro rasgo distintivo de la literatura rusa, le es ajeno al autor de “Hiperboloide del ingeniero Garin” o de “Aelita”. En “Peregrinación por los caminos del dolor” podemos admirar la facilidad y perfección del lenguaje, pero las mismas cualidades dan pena cuando de trata del pensamiento. “Peregrinación por los caminos del dolor” es una novela para leerla yendo en tranvía, que es un género bien necesario y respetable. Pero ¿qué tiene que ver con él la literatura rusa?” Sin embargo, la definición despreciativa “novela para la lectura en tranvía” el Pasternak de período posterior podría entender como un elogio. “Vsévolod (escritor Vsévolod Ivánov. – I.S.) reprochó alguna vez a Borís Leonídovich de que éste, después de las obras estilísticamente tan perfectas como “La infancia de Liúvers”, “Salvoconducto” y otras, se permitiera escribir de una manera tan descuidada. A esto Borís Leonídovich objetó que “escribía especialmente casi a lo Chárskaya”, que en este caso no le interesaban las búsquedas estilísticas, sino “la comprensibilidad”; quería que cualquier persona pudiera leer su novela “apasionadamente” (memorias de T.Ivanova). La despreciación de “la estílistica” en la novela adquiere tal escala, que a veces empieza a percibirse como un sofisticado juego literario. “De nuevo la jornada transcurrió en una suave locura”. Los interpretadores reconocerán en esta frase “una cita oculta” de la poesía de A.Blok “El día pasaba, como siempre, en locura débil…” (del ciclo “Vida de un amigo mío”). Sin embargo, por cierta razón queda sin comentario la cita mucho más conocida. En la misma página, en el párrafo siguiente (p.14, cap.9) la descripción del paisaje empieza con la frase: “ Helaba, y el frío aumentaba sensiblemente”. Esta cita forma parte de un fragmento anterior, también la descripción del paisaje: “Después del deshielo, el tiempo volvió a ser seco. Pero heló de nuevo y el frío iba aumentando sensiblemente” (p.13, cap.1). Después de “Iónich”de Chéjov, cuando la frase “el frío aumentaba sensiblemente”, inocente, pero puesta en gran plano, llega a ser signo estilístico de la mediocre novela “ideológica” creada por la esritora diletante (“Vera Iósifovna leía como la joven y bella condesa organizaba en su aldea escuelas, hospitales, bibliotecas y como se enamoró de un pintor ambulante – leía sobre las cosas que nunca ocurren en la vida real…”). En la literatura seria esta frase podría aparecer sólo en el sentido paródico. Pero para los lectores de la obra de Chárskaya (igual que para los de “Peregrinación por los caminos del dolor”) este código cultural no existe. Durante la lectura “apasionada” en tranvía estos detalles quedan fuera de la percepción. Como se ve, Pasternak soñaba con tener lectores así. Igual que Tolstoy en su período posterior trata de combinar el alto carácter problemático de la clásica antigua con accesibilidad y atracción. En su búsqueda parte del mismo Tolstoy con su “dialéctica del alma” dirigiéndose atrás, al psicologismo sumario, a los tipos puros, a Karamzín, y abajo, a la novela de misterios, melodrama, Chárskaya. El autor de “El doctor Zhivago” trata de nivelar lo mejor posible la diferencia entre la alta literatura de élite y literatura de masas (la cultura reconocerá y empezará a resolver este problema muchos años después). A veces sus intentos nos hacen recordar los de Einstein (según el chiste), cuando trataba de simplificar su teoría para el público con ayuda de fórmulas de etiqueta: “Como ven ahora claramente, respetables lectores…” Los respetables lectores seguían sin ver ni comprender nada de esas fórmulas. “El doctor Zhivago” se aproxima a la novela coetánea a Pasternak “sobre la revolución y la Guerra Civil” (la mencionada “Peregrinación por los caminos del dolor”) no sólo gracias a la proximidad del tema, sino también gracias a los métodos de unir la gran Historia y la historia pequeña. El tiempo de calendario, el tiempo de personajes a lo largo de la narración va marcándose en aumento por los acontecimientos grandiosos de escala histórica. Las relaciones de Lara y Komarovski se desarrollan en el fondo de la primera revolución rusa (“Eran los días de Presnia”). La guerra mundial interrumpe las relaciones dolorosas de Antípov y Lara (“…Era un tren militar que cruzaba ante el paso a nivel, dejando en el cielo volutas de humo llameante. Pasaban constantemente, de día y de noche, desde hacía un año. Pável Pávlovich Antípov sonrió, se levantó de la barca y se fue a dormir. Había encontrado la salida”). Para Zhivago coinciden puntualmente los acontecimientos de la vida privada (nacimiento de su hijo, diagnóstico correcto) y el reclutamiento a la guerra (“Sí, Zhivago, se trataba de un equinococo. Nosotros nos equivocamos. Le felicito. Pero ha surgido un inconveniente. Va a hacerse una revisión de su categoría. Esta vez no conseguiremos quedarnos con usted. Hay una espantosa falta de personal médico militar. También le va a tocar a usted oler la pólvora” – p.4, cap.5). La guerra por otra vez, la tercera, hace toparse a Zhivago y Lara. También la segunda revolución, la de febrero, de acuerdo con las leyes de la prosa soviética,se presenta de una manera acentuada, como un acontecimiento decisivo, crucial – con una réplica al final de la cuarta parte. “Golpeando el suelo con sus bastones y sus muletas, los inválidos y enfermos que podían caminar acudieron en tropel, gritando todos al unisono: — ¡Grandes acontecimientos! ¡Se lucha en las calles de San Petersbugo! Las tropas de la guarnición se han pasado a los rebeldes. Es la revolución”. A partir de este punto los caminos del autor de “El doctor Zhivago” e interpretación oficial de la historia soviética se bifurcan. “El febrero” está representado por Pasternak no como un acontecimiento lógicamente histórico, sino como cósmico, como un esperado cataclismo natural, trastorno cultural comparable con los primeros siglos del cristianismo. “Por todas partes todo fermentaba, crecía y ascendía y advertíase el mágico fermento de la existencia. La intensidad de la vida, como un viento silencioso, avanzaba a grandes oleadas, sin saber adonde, sobre la tierra y el pueblo, a través de las paredes y los recintos, a través de la madera de los árboles y los cuerpos de los hombres, abrazando con su estremecimiento todo cuanto encontraba en su camino”, – así ve el mundo el doctor camino al mítin en Meliuzéevo. “Cosas tan extraordinarias solamente ocurren una vez en la eternidad. Es como si un vendaval se hubiese llevado el tejado de toda Rusia, y nosotros junto con todo el pueblo nos hubiéramos encontrado de pronto a la intemperie, bajo el cielo. Y no hay nadie que nos guarde. ¡La libertad! La verdadera libertad no es la de la palabra, la de las reivindicaciones, sino una libertad caída del cielo, inesperadamente. Es una libertad obtenida por casualidad, por error, – confiesa Zhivago a Lara. – Ayer estuve en el mitin nocturno. Un espectáculo extraordinario. La madrecita Rusia se ha movido. Incapaz de quedarse en su sitio, camina de un lado para otro, no se encuentra y habla y habla sin cesar. Y no basta que hablen sólo los hombres. Las estrellas y los árboles se han reunido y charlan, y las flores nocturnas filosofan y las casas celebran mítines. Es algo evangélico, ¿verdad? Como en el tiempo de los apóstoles.¿Se acuerda de Pablo? «Hablad las lenguas y profetizad. Rogad para que se os dé el don de la interpretación»” (p.5, cap.8). Es curioso que los pensamientos sobre la revolución se le ocurran en pleno verano y no en invierno, cuando se celebró. Pasternak desde hace mucho tiene esta visión de Febrero. La idea de la poesía “Revolución rusa” (1918) no publicado hasta 1989 resulta bien similar: Las gotas del deshielo taladran la arena Amanecer de marzo, y grajos, y calor Hablaban sobre ti, que siendo extranjera, Te sientes bienvenida con todo el corazón. Y que de todas las revoluciones grandes Tú eres la mejor y no derramas sangre, Te gusta Kremlin y los habitantes simples. ¡Qué bueno era contemplar tu bella cara! … Y respiraba hondo el socialismo de Cristo. La revolución de Pasternak protegida por el nombre de Jesucristo crece con la levadura mágica de utopía. El molinero Blazheiko, adepto de Tolstoy, proclama la república de Zybúshino, “el nuevo reino milenario de Zybúshino”. Se producen milagros: hasta los mudos empiezan a hablar (historia de Pogorévshij). Junto con los hombres participan en mítines los árboles y las estrellas. La noche parece “un cuento claro y centelleante”. Del futuro mundo el héroe de Pasternak habla con palabras jadeantes, no exactas, parecidas a las que recitaban los personajes de “La madre” de Gorki a principios del siglo. “La revolución se ha producido sin intención, como un suspiro cuando se ha contenido y demasiado tiempo el aliento. Cada hombre se ha transformado y cambiado. Diríase que en cada persona se han producido dos revoluciones: una propia, individual, y la otra general. Tengo para mí que el socialismo es un mar en el cual deben de confluir como ríos todas esas distintas revoluciones individuales, el mar de la vida, el mar de la autenticidad de cada uno. El mar de la vida, digo, de esa vida que se puede ver en los cuadros, de la vida como la intuye el genio, creadoramente enriquecida. Pero hoy los hombres han decidido no experimentarla en los libros, sino en sí mismos; no en la abstracción, sino en la práctica” (p.5, cap.8). El último emperador, representado a la manera de Tolstoy, pero con una simpatía indudable, se ve en este fondo como un niño, un pigmeo. “Daba pena el zar en aquella manana tibia y gris de la montaña, y encogía el corazón pensar que aquella asustada timidez pudiera constituir la esencia de la opresión, que aquella debilidad sirviera para condenar y conceder gracias, para encadenar y ajusticiar, – relata Zhivago a Gordon. —Debió haber dicho algo parecido a «yo, mi espada y mi pueblo», como Guillermo II, o una frase semejante en la que, lo recuerdo bien, figuraba el pueblo. Pero, compréndelo, era natural que fuese así, a la manera rusa, y trágicamente superior a tales vulgaridades. En efecto, en Rusia la teatralidad es imposible” (p.4, cap.12). Un recuerdo terrible de otra cara de la revolución llega a ser sólo la muerte del comisario Guinz. La muchedumbre enfurecida lo mata fácilmente, con risa, acuchillando hasta el cuerpo muerto. El Octubre revolucionario está representado por Pasternak ya de una manera pictórica y emocional evidentemente contrastante. Lo acompaña otro elemento de la naturaleza: ya no es la alegría desencadenada del verano (“Por todas partes se alborotaba la muchedumbre. Por todas partes florecían los tilos”), sino la ventisca en un cruce embrujado, sugiriendo “Los doce” de Blok. La primera reacción del protagonista al “comunicado del Gobierno de Petersburgo sobre la constitución del Consejo de Comisarios del pueblo, la instauración en Rusia del poder soviético y la implantación de la dictadura del proletariado” sigue siendo benévola y hasta apasionada. “—¡Qué magistral operación quirúrgica! Echar mano del bisturí y sajar tan maravillosamente todos los viejos abscesos. Sin equivocos y con toda sencillez se liquida una injusticia secular que estaba acostumbrada a recibir inclinaciones, reverencias y toda clase de homenajes. Y en la forma en que todo esto ha sido llevado hasta el final, sin vacilaciones, hay algo que pertenece a nuestra tradición nacional, algo familiar y de costumbre. Algo de la luz absoluta de Pushkin, el anunciador, y de la impecable fidelidad a la realidad de un Tolstoi… Eso no ha ocurrido nunca, ese prodigio de la historia, esa revelación surge de pronto en la vida diaria que continua, y sin consideraciones con respecto a ella. No ha comenzado desde el principio, sino desde la mitad, sin una fecha elegida de antemano, mientras los tranvías recorren la ciudad (Es una sugerencia a Mayakovski con sus “tram” de octubre en el poema “¡Está bien! – comentario de I.S.). En eso reside su mayor genialidad. Lo sublime sólo puede manifestarse de esta manera: intempestiva y oportunamente al mismo tiempo” (p.6, cap.8). Pero inmediatamente después de esta conversación del protagonista consigo mismo aparece – ya del nombre del narrador – otra caracteristica del tiempo: “Llegó el invierno tal como se esperaba. Fue menos espantoso que los dos inviernos que vinieron después, pero resultó de la misma especie, oscuro, de hambre y frío, quebrantando toda costumbre, rehaciendo todos los fundamentos de la existencia y obligando a los hombres a toda clase de esfuerzos sobrehumanos para sujetarse a una vida que se escapaba” (p.6, cap.9). Es preciso olvidarse de la revolución personal, de los mares de la vida, personalidad y otras cosas hermosas. La siguiente intervención de la gran Historia, “del orden joven” en la vida del doctor y de sus prójimos es unívoca. Zhivago se va, escapa, trata de apartarse, pero “el orden joven” conquista nuevo espacio penetrando en la soledad de taiga, destruyendo familias, persiguiendo, privando de toda posibilidad de la libertad personal, de la elección individual. El primero que siente la lógica de la vida nueva es el suegro de Yuri. “¿Recuerdas la noche de invierno en que nos llevaste un periódico que publicaba los primeros decretos? ¿Recuerdas de qué modo todo era nuevo y absoluto? Todo tenía una seductora coherencia. Pero semejantes cosas viven con su pureza inicial sólo en la mente de quienes las han concebido y sólo el primer día de su proclamación. Al día siguiente, sin ir mas lejos, la oportunidad política les da la vuelta. ¿Qué quieres que te diga? Es un concepto de la vida que me resulta extraño. Este poder está dirigido contra nosotros”. Un poco más tarde Zhivago mismo revisa sus antiguas ideas. “Antes tenía ideas muy revolucionarias. Pero ahora estoy pensando que con la violencia no se podrá conseguir jamás nada. Hay que llegar al bien a través del bien.” (p.8, cap.5). “– Antes no juzgaba con tanta aspereza la revolución. No sentía tanto rencor. —Sí, pero todo tiene una medida, Larisa Fiódorovna. Hace tiempo ya que debían haber logrado algo concreto. Y, en cambio, está claro que para los inspiradores de la revolución el marasmo de los trastornos y transformaciones resulta ser el elemento natural. No se contentan con lo que tienen: desean algo que esté, por lo menos, a escala del globo terráqueo. La construcción de mundos nuevos y los períodos de transición son para ellos fines en sí. No han aprendido otra cosa, no saben hacer nada más. ¿Sabe usted de que se deriva el desasosiego de esta mutación continua? De la falta de capacidad precisa, del talento. El hombre nace para vivir, no para prepararse para vivir, y la vida misma, el fenómeno vida, el don de la vida es algo tremendamente serio. ¿Por que sustituirla con la pueril arlequinada de prematuras innovaciones, con esas escapatorias a la América de colegiales de Chéjov?” (p.9, cap.14). Logrando escapar de los guerrilleros, el doctor se acerca a la pared de información, y otra vez viendo nuevos decretos y rigurosos discursos se recuerda de su antiguo entusiasmo y siente vergüenza. “Una vez en su vida aquel lenguaje incontrovertible y aquella clara línea de pensamiento lo entusiasmaron. ¿Era posible que tuviese que pagar ahora su incauto entusiasmo renunciando a no oír más que aquellos gritos de loco y aquellas exigencias inmutables, que no cambiaban con el curso de los años, sino que, al contrario, con el transcurso del tiempo se hacían cada vez menos vitales, más incomprensibles y abstractas? ¿Era posible que un momento de apasionada generosidad lo hubiera esclavizado para siempre?” (p.13, cap.3). Unos tratan de leer el libro de Pasternak como “novela de misterios”. Aún cuando el autor niega rotundamente el sentido oculto y misterioso de motivos o personajes apelando a la realidad, un severo investigador le sorprende con “pruebas intertextuales”: “Las enunciaciones de escritores semejantes a la de Pasternak representan el medio de defensa destinado a asegurar para largo tiempo la importancia informática del texto y su resistencia a la adivinación. Desvalorizan de antemano toda tentativa a desenmascarar el sentido ocultado por el autor según el principio: “aquí no hay nada que comprender” (I.Smirnov). Los resultados de esta investigación son siguientes: el cazador sordomudo Pogorévshij “en la perspectiva intertextual … es equivalente a toda la Rusia sublevada” (¿y qué se queda para los demás revolucionarios, por ejemplo, para Strélnikov?; además “es imagen colectiva de un futurista”; también es “un personaje negativo” (¿y por qué es negativo, a propósito? – “autoparodia de Pasternak”, “ajuste de cuentas con su pasado anarcofuturista”. En “El doctor Zhivago” el autor no oculta, sino descubre: escribe sobre los misterios de la vida y la muerte, sobre el hombre, la historia, el cristianismo, el arte, el judaísmo, etc., con una sinceridad definitiva, con un texto directo y abierto (aunque este texto representa las bellas letras). Su relación a la revolución tampoco es misterio ni secreto. “Al leer el libro, Kazakévich dijo: «Resulta que, según la novela, la Revolución de Octubre es una equivocación, y hubiera sido mejor no hacerla nunca»” (Diario de Chukovski, 1˚de septiembre 1956). La misma opinión tenía el consejo de redacción (K.Fédin, K.Símonov y otros) de “Novyi Mir” (“El mundo nuevo”) en su famosa carta crítica negando a Pasternak la publicación de su novela en la revista: “El espíritu de su novela es espíritu de negativa de la revolución socialista. La idea principal de su novela es afirmación de que la Revolución de Octubre, la Guerra Civil y los cambios sociales siguientes no han traído al pueblo nada más que sufrimientos, y que han liquidado a los intelectuales o física o moralmente. El sistema de apreciación de nuestro pasado ofrecido en las páginas de la novela… se reduce al hecho de que la Revolución de Octubre fue una equivocación, que la participación en aquélla de parte de los intelectuales que la mantenían fue una pena irremediable, y todo lo que pasó después resultó el mal” (septiembre de 1956). Esta interpretación, por muy profética (cambiando de signos) que pareciera en la época postsoviética, no coincide con la del autor. Muchas escenas en las primeras partes de la novela, el destino de Lara se incriminan al antiguo orden, descubriendo su talón de Aquiles. Strelnikov en su delirio precursor de la muerte vuelve a reproducir esta lógica: “El mío era el mundo de la perifería, el mundo del ferrocarril, de las barriadas obreras. Suciedad, falta de espacio, miseria, el desprecio para los trabajadores, las mujeres ultrajadas. Era la desgarradora y provocativa insolencia de la corrupción, de los hijos de papá, de los estudiantes bien vestidos y también de los comerciantes. Con una burla, con una irritación despreciativa, respondían a las lágrimas y a las lamentaciones de los despojados, de los ofendidos, de las mujeres seducidas”. De una manera muy lógica y bien soviética, marxista, en un período retórico muy largo, deduce la aparición de Octubre y de Lenin “del desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia”. “—Así es que, como verá, todo este siglo diecinueve con sus revoluciones en París, con sus distintas generaciones de emigrados rusos, comenzando desde Herzen, con proyectos de regicidios, algunos no llevados a cabo, otros puestos en ejecución, todo el movimiento obrero del mundo, todo el marxismo en los parlamentos y universidades de Europa, todo el nuevo sistema de ideas, la novedad y la rapidez de las deducciones, la ironía, toda la consiguiente impiedad elaborada en nombre de la piedad, todo esto lo absorbió en sí Lenin y lo expresó por todos. Como la personificación de la venganza se lanzó contra el viejo sistema. Junto a él se levantó el alma inmensa de Rusia, que de pronto, a los ojos de todo el mundo, se encendió como una lámpara votiva (la imagen “personal” clave vuelve a aparecer aquí – I.S.) por toda la miseria y los sufrimientos de la humanidad” (p.14, cap.17). La revolución era inevitable – el autor de “Zhivago” no tiene menor duda de eso. Pero sí que tiene dudas de que los que se hicieron el nuevo poder tengan derecho de hablar en su nombre. Su revolución del autor, a diferencia de su revolución de ellos, se celebra en la plaza festiva de noche, cuando el pueblo en un mitin realiza su sueño y, uniéndose en un ímpetu espiritual quiere transformar la vida a base de los valores cristianos, construyendo “el Socialismo de Jesucristo”. La revolución de Pasternak necesitaba la filosofía de Vedeniapin y las poesías de Zhivago. Más próximos a la revolución de los que lograron el poder resultó el fusilado Strélnikov que se había traicionado a sí mismo y el alboroto de los decretos irrealizables. El segundo libro de la novela se basa en el motivo de la fuga de esta nueva historia y del nuevo poder triunfante. Yuriatin, Varýkino, cronotopo de la perifería se presentan al doctor como salida provisional, refugio de los cataclismos de Moscú. “De pronto sintiéronse conmovidos por la soledad, el silencio y la belleza de la estación. Les parecía imposible que no se agolpara allí la gente ni que se oyesen imprecaciones. La vida provinciana se había quedado atrás con respecto a la historia, rezagada, lejos todavía de la barbarie de las capitales” (p.8, cap.7). Después de un año y medio de cautiverio en el ejército de bosque que han coincidido con “la marcha triunfal del poder soviético”, el doctor vuelve al mundo de la historia nueva – hambre y frio, estufas humeantes, gritos locos, exigencias irrealizables, el dominio de la frase y pérdida de la opinión propia. “Por lo que he podido observar, la instauración de todo poder nuevo pasa por varias etapas. La primera es el triunfo de la razón, el espíritu crítico; la lucha contra los prejuicios. Luego viene el segundo período. La preponderancia de las fuerzas oscuras de «los que se adhieren», los simpatizantes por conveniencia. Y entonces comienzan las denuncias, las sospechas, las intrigas, los odios. Y tienes razón, nos encontramos en el principio de la segunda fase” (p.13, cap.16). La apreciación de la realidad en el discurso del autor es aún más universal y desesperanzada: “Los tiempos daban la razón al viejo adagio: el hombre es un lobo para el hombre. Un caminante, cuando encontraba a otro, daba siempre un rodeo, porque el caminante mataba a quien encontraba para que éste no lo matase a él. Incluso hubo algún caso de canibalismo. Las leyes de la civilización humana se vinieron abajo. Se vivía según la ley de la selva. El hombre tenía los sueños prehistóricos de los trogloditas” (p.13, cap.2). En el segundo libro, “el de provincia” (capítulos 8-14), Pasternak cambia su manera literaria de un modo brusco. La correlación directa del destino del protagonista y la gran Historia se cambia por la correlación generalizada e integrante. La novela histórica se convierte en leyenda, novela de aventuras, cuento pavoroso. “Ahora el primer libro no me parece más que prefacio para el segundo, mucho menos ordinario, – aclaraba el autor en una carta. – Su gran peculiaridad, creo, consiste en que yo coloque la realidad, es decir, el conjunto de lo que pasa, aún más lejos del plan acostumbrado que en el primer libro, casi a bordo de un cuento”. Otras definiciones por el estilo se han quedado en los borradores de la novela. “El año pasado en el cautiverio de los guerrilleros, el destierro de la familia al extranjero para siempre, todo eso a lo mejor se refiere a una novela de aventuras, nada puede ser más inverosímil”. “Parecía que en la persona de Lara era infiel a su esposa con toda la ciudad, con toda la desgraciada vida rusa perdida en el bosque espeso como si fuera un cuento pavoroso”. De este terreno folklórico de cuento proceden muchos personajes del segundo libro: la bruja Kubárija, el salvaje asesino Pályj, el padre y el hijo Mikúlizyn. El camino de Zhivago a Moscú a través de los bosques frondosos y despoblados y de los campos llenos de ratones, con la cosecha no recogida, sugiere un viaje por un fantástico reino embrujado o en el mundo de mas allá. “Le parecía ver los campos como bajo el delirio de la fiebre, durante una grave enfermedad, y los bosques, en cambio, en el estado de lucidez del hombre curado, y le parecía que el bosque lo habitaba Dios, y que en los campos serpenteaba la burlona sonrisa del diablo”. El cuento penetra también en el primer libro haciéndose uno de los puntos de referencia invisibles del género de la epopeya de Pasternak. Unos personajes obtienen funciones puramente de cuento. En el poema de Zhivago Lara se convierte en una princesa destinada a la muerte. Komarovski en su relación a ella figura como “saboteador”. En el momento necesario en su vida aparece “el donante” Kologrívov con su dinero. Evgraf, al contrario, es un constante “fiel ayudante” de Zhivago. Antípov-Strélnikov en ese contexto puede interpretarse como personaje-licántropo. El revés de este principio resulta la despreciación evidente de la gran Historia. En el primer libro los puntos de referencia cronológicos son numerosos y no contradictorios: en verano de 1903 Yura va con su tío en un coche de dos caballos por los campos; todo el mes de noviembre del año once Anna Ivánovna pasó en la cama; en abril del mismo año los Zhivago partieron para los Urales, etc. En el segundo libro la cronología desvanece, hasta el calendario (la vinculación interna de los acontecimientos en la novela), que era exacto en el primer libro, ahora, conforme con las leyes del cuento, se cambia junto con el movimiento y estado psicológico del protagonista. “Cuando el doctor y Vasia llegaron a Moscú, era la primavera del año 1922, en los comienzos de la NEP” (p.15, cap.5). El vínculo cronológico de la trama y la gran Historia debe de ser tan exacta, como en la primera parte. Pero un poco antes (p.15, cap.2) se afirma que los héroes van a Moscú por los campos llenos de ratones y los bellos bosques “a fines de verano, en un otoño seco y caliente… unos dos o tres días de fines de septiembre” – del mismo año, porque en diciembre de 1921 Zhivago se separa de Lara (p.14, cap.2). Resulta que Zhivago y su acompañante se trasladaban por el calendario en dirección opuesta, o sea del otoño a la primavera. En Moscú Zhivago ya no encuentra a su esposa desterrada al extranjero junto con “Melgunov, Kizewétter, Kuskova y unos otros” (p.13, cap.18). Sin embargo, en realidad los “barcos filosóficos” con los intelectuales rusos no salieron de Rusia a Alemania hasta agosto y septiembre de 1922. De haber vuelto a Moscú a dicho tiempo, el doctor habría tenido posibilidad de verse con Tonia y los niños. La cronología de la novela, obedeciendo la voluntad del autor, adelanta la realidad. Durante la lectura va aclarándose poco a poco el principio básico para el concepto de la novela: la gran Historia acompaña el destino del protagonista, pero no lo determina. En el fondo de los cataclismos históricos, en medio del desenfreno “de principios personificados”, “dominio de la frase”, “locura revolucionaria”, “barbarismo de los rojos y de los blancos”, Zhivago trata de vivir su vida, siguiendo su vocación, sintiendo “la presencia de un misterio”, escuchando “la voz del misterio” y no sometiéndose a la mágia común de simplificación. “El misterio de la vida, el misterio de la muerte, la fascinación del descubrimiento, esto, si, esto habíamos llegado a comprenderlo. Y las pequeñas cosas que suceden en el mundo, como la renovación de toda la tierra, no, no, perdona, esto no tenía nada que ver con nosotros”, – cambia de lugares lo grande y lo insignificante Lara sollozando junto al ataúd de Yuri. De este punto de vista la epopeya lírica de Pasternak sobre todo puede ser leída como pura novela, historia de un amor. El marco de composición de esta historia son cinco encuentros “casuales” – citas del protagonista y Lara: en enero de 1906, en la habitación de un hotel moscovita, cuando la madre de Lara trató de suicidarse (p.2, cap.21); en la Navidad de 1911, a la fiesta en casa de los Sventitski, cuando Lara dispara contra Komarovski (p.2, cap.14); en verano revolucionario de 1917, en Meliuzéevo, cuando el doctor entusiasmado habla de los árboles miteneando y casi declara su amor, mientras Lara plancha la ropa tranquilamente (p.5, cap.8) – este encuentro va precedido por el “no encuentro” en el bosque de frente (p.4, cap.10); en primavera de 1919 en Yuriátino, cuando, por fin, pasan la declaración, intimidad y el intento de separación (p.9, cap.11-16); en invierno de 1920, después de un año y medio de vagabundeo del doctor por los bosques con los guerrilleros, en el mismo Yuriátino y Varýkino, donde Yuri y Lara entienden que están creados uno para otro, pero se despiden para siempre (p.13, cap.9-18; p.14, cap.1-13). El epílogo de la fábula personal llega a ser la escena del llanto de Lara junto al ataúd (p.15, cap.15). El amor de los héroes tiene carácter predestinado y místico. Como las almas separadas de Platón, se buscan y por fin logran encontrarse. Parece que para expresar su amor a Zhivago (y al autor) le faltan epítetos, hipérboles, metáforas: “—Volveré a verte, mi indescriptible belleza, mi señora, mi pequeño y querido serbal” (p.12, cap.9). “Volveremos a decirnos uno a otro nuestras palabras secretas de por la noche, grandes y pacíficas como el nombre del océano de Asia. No por nada estás aquí, al final de mi vida, mi escondido amor, mi secreto amor, bajo el cielo de la guerra y las insurrecciones, tú que te me apareciste al principio bajo el plácido cielo de la infancia… Luego, a menudo, he intentado dar un nombre a esa luz de hechizo que dejaste entonces en mi alma, ese rayo que gradualmente se apagaba, esa música que moría, que me acompanaron durante toda la existencia y que se han convertido en la llave de mi conocimiento de todo el resto del mundo, gracias a ti” – y así una página entera acompañada por la acotación de Zhivago “Perdóname una vez más el desorden de mis palabras. ¡Como me gustaría hablar contigo sin este énfasis!” (p.14, cap.3). “Mi gracia inolvidable, mientras te recuerden mis abrazos, mientras te sienta todavía apoyada en mi hombro y en mis labios, estaré contigo. Lloraré mis lágrimas en algo que sea digno de ti, algo que quede, celebrando tu recuerdo en una composición que sea toda ternura, tan triste que oprima el corazón” (p.14, cap.13). Zhivago identifica a su amada con Rusia (a la manera de Blok “¡Oh, mi Rusia, esposa mía!), y hasta – según V.Soloviov – con la naturaleza, Sofía, el alma del mundo en general. “Desde su niñez Yuri Andrieevich amaba los bosques a la hora del crepúsculo, esa hora que deja filtrar la luz del ocaso. Era como si sintiese pasar a través de sí aquellas hojas de luz, como si el don de un vivo espíritu, semejante a un torrente, le penetrase el pecho, atravesara todo su ser y saliese volando. Ese prototipo juvenil que se forma en cada uno para toda la vida y luego asume para siempre los rasgos del rostro interior, de la propia personalidad, se despertaba en él con toda su fuerza inicial y obligaba a la naturaleza, al bosque, al crepúsculo y a toda cosa visible a revestirse con las facciones tan primordiales y universales de una muchacha. «¡Lara!», murmuro cerrando los ojos y dirigiéndose mentalmente a su propia vida, a toda la tierra de Dios, al espacio iluminado por el sol que se extendía ante él” (p.11, cap.7). La heroína no es menos abnegada y elocuente que Yuri. “El don del amor es como cualquier otro don. Puede ser tan grande como quieras, pero nunca se revelará sin iluminación. Es como si nos hubieran enseñado a amarnos en el cielo y luego, todavía niños, nos hubiesen enviado a vivir en la tierra durante algún tiempo para que pusiéramos a prueba, uno para con otro, esta capacidad. Es una identidad total, sin nada superfluo, sin ninguna gradación, ni altibajos, una equivalencia de toda la esencia, todo proporciona alegría, todo se ha hecho alma” (p.14, cap.7). El ideologema del amor celeste, angélico, del paraíso (“somos como los primeros hombres, Adán y Eva”) no sólo triunfa sobre la Historia, sino también “quita” los detalles de la vida cotidiana, los ignora. La seducción de Lara por un amigo de casa, mujeriego experiente (que sugiere con su trama “Respiración ligera” por Bunin), sus relaciones “a lo Dostoyevski” con su primer marido, desgracias sufridas, quehaceres domésticos, maternidad, “traición” de su hija – todo eso encaja muy mal con el sentido simbólico de la imagen. Pero Pasternak vuelve a quebrantar la verosimilitud convencional, bruscamente cambia el código artístico, trata de crear por encima de la novela sicológica e histórica su propio “Cantar de los cantares” pasando a veces de la prosa rítmica a la poesía. “No por nada estás aquí, al final de mi vida, mi escondido amor, mi secreto amor…” – es puro anapesto. Del punto de vista formal las relaciones de Zhivago y Lara se desarrollan en el fondo de un “polígono amoroso”: Tonia – Yuri – Lara – Komarovski – Antípov – Marina. Esta cara “humana, demasiado humana” (“novelesca, demasiado novelesca”) del amor, motivos de celos y de venganza se realizan en unos episodios. Pero lo novelesco, al fin y al cabo, se esfuma en la estructura de la epopeya lírica; lo humano se funde en lo sobrehumano – sea de ángeles, sea de vida, sea de utopía. Los ángulos agudos desaparecen en la atmósfera de abnegación y sacrificio. La Tonia “correcta” opuesta a la Larisa “rebelde” (“Yo vine al mundo para simplificar la vida y buscar el justo camino. Ella, para complicarse la vida y apartarse del camino recto”), al fin y al cabo, deja a su marido a cargo de ésta. Marina, doble y sosia de Tonia en el nivel bajo, popular, le sirve con la misma abnegación y sumisión. Zhivago al oír la confesión de Lara sobre la vida con Antípov, exclama con énfasis: “¡Qué puro y fuerte es tu amor por él! Amalo, ámalo. No estoy celoso de él. No quiero ser un obstáculo entre vosotros” – lo que no impide la continuación de sus relaciones, no platónicas en absoluto. AntípovStrélnikov bien tranquilo, tampoco sin ningunos celos, discute con Zhivago las virtudes de su esposa y de sus labios oye la confesión de Lara (“Le definió a usted como un hombre extraordinario, un hombre sin igual, único por su absoluta honestidad, y dijo que si en el extremo del mundo se le apareciese de nuevo la visión de su casa, se arrastraría hasta el umbral, iría de rodillas, desde cualquier sitio, incluso a los confines de la tierra”), añadiendo después: “Usted la quiere y le es querido. Acaso vuelva a verla un día”. Hasta Komarovski es capaz de superar el egoísmo de la posesión unipersonal de la mujer y trata de salvar no sólo a la joven seducida por él hace mucho tiempo que ahora es la esposa del otro, sino también a su elegido de hoy día, a su nuevo amante del punto de vista formal. Sin embargo, todas estas definiciones – amante, infidelidad, adulterio – no pueden aparecer en la novela más que en el discurso ajeno, en una apreciación malévola. “Para él, mamá es lo que se llama... El es con respecto a mamá eso que se llama... Son palabras feas y no quiero repetirlas”. “Ahora era una mujer —¿se decía así?— perdida. Una mujer de novela francesa”. Zhivago es capaz (como “el idiota” de Dostoyevski con su amor a Nastasia Filíppovna y Aglaia) amar a Larisa y Tonia a la vez y vivir entretanto con Marina (“Estoy contento, Gordon, de que defiendas a Marina, como en otros tiempos defendiste a Tonia. Pero, compréndelo, no hay ninguna disensión entre nosotros, no estoy en pugna con ellas, como no lo estoy con nadie”). Y sus niños de cada una de estas mujeres no aparecen en la cama, sino en los cielos, donde Lara y él aprendieron a besarse. En su fábula novelesca la novela de Pasternak no es erótica, sino espiritual. “…Cruzamiento de brazos y de piernas, / Cruzamiento de destinos. Caían de la mesa al suelo / Un par de borceguíes…” “Sopla el aire en la candela, / Y una fiebre de tentación / Alza, como un ángel, / Dos alas entrecruzadas” – es la cumbre de la sinceridad narrativa, sobre todo en la parte no prosaica, sino poética. “La prosa” resulta más poética y vaga que “la poesía”. La filosofía de la novela es peculiar del punto de vista tanto temático, como estructural. El objeto de reflexión de Vedeniapin, Zhivago, Strélnikov, Komarovski, Gordon, Serafima Tuntsova llegan a ser el cristianismo, la historia, la muerte, el pueblo, Rusia, el judaísmo, la revolución, al arte – casi todos los temas y motivos novelescos. Muchos de estos fragmentos de reflexión se ponen de relieve en el texto constituyendo ya un largo monólogo bien convencional del personaje (“Empezaban una charla parecida a una conferencia que la huéspeda dictaba a la señora”), ya imitación del discurso interior, ya apuntes de diario (Zhivago). Forman un conjunto semántico que no pertenece a los personajes – sujetos del discurso – con su modo de pensar individual, sino al mundo de la novela en general, y al fin de cuentas, al autor. “Añadir a los fragmentos que relatan sobre el año del trabajo pacífico en Varýkino un trozo grande de cinco o seis apuntes del diario o conjunto de pensamientos de Yuri, – proyecta Pasternak. – Componerlos de fragmentos conceptuales del borrador que no formen parte de conversaciones ni de descripciones de la redacción en limpio, es decir, sobre los revolucionarios, sobre Jesucristo y pueblo, sobre la vida, etc.” Este plan fue realizado (p.9, cap.1-9), pero el tema de los apuntes de Zhivago es radicalmente otro. De los revolucionarios y de la revolución habla detalladamente Strélnikov en el segundo libro, de Jesucristo razona Serafima Tuntsova. A lo mejor el autor ha cambiado de idea y les ha destinado los fragmentos correspondientes. Las ideas del filósofo principal de la novela Vedeniapin, según el diario de L.K.Chukóvskaia, fueron autorizadas por Pasternak: “ En aquel entonces no había tendencia así en realidad, y yo simplemente le confié mis ideas”. Lo que tiene importancia para el autor es la idea misma, y no la persona en cuyo nombre sea expresada. Por eso los fragmentos “conceptuales” de la novela encajan con gran facilidad en un sistema no contradictorio. ¿Qué es la historia? Es un trabajo de muchos siglos en la resolución y superación posterior de la muerte (un saludo de Pasternak-Vedeniapin al creador de “filosofía de la causa común” N.Fiódorov). Es el segundo universo edificado por el hombre como respuesta al fenómeno de la muerte con ayuda de fenómenos del tiempo y de la memoria. Durante mucho tiempo no había ninguna historia. Había una tierra, vieja y raramente poblada por el hombre, donde vagabundeaban los mamúts. Después llegó el Mundo Antiguo, Roma con multitud de dioses tomados a préstamo, bestialismo, emperadores ignorantes y costumbre de alimentar los peces con carne de siervos educados. La verdadera historia empezó, cuando a este mundo vino Jesucristo, ligero y vestido de luz, fundamentalmente humano y voluntariamente provincial. A partir de este momento Roma se acabó, los adalides y pueblos se quedaron en el pasado. A su lugar vinieron la personalidad y la prédica de la libertad. La vida concreta de un hombre llego a ser el mensaje de Dios. Empezó el misterio de la personalidad. ¿Qué es la personalidad? Consiste de Dios y del trabajo que van realizando las generaciones consecutivas. Estos trabajos fueron Egipto, Grecia, conocimiento de Dios de los profetas de la Biblia, y por fin, el cristianismo. Las partes principales de una persona cristiana de hoy es la idea de la libertad y la idea del sacrificio. Por eso la personalidad es enemiga a lo típico, por una parte, y al genio, por la otra. Una de las manifestaciones de lo típico es lo nacional, judío en particular. Así en la época cristiana debe desaparecer el concepto del pueblo en general, de aquí y el término “los judíos” también. Para un hombre por separado la historia no avanza, su marcha parece el crecimiento de la hierba, es imposible verla, es imperceptible en sus transformaciones. Las revoluciones son la levadura de la historia. Precisamente en esta época surgen los fanáticos unilaterales, genios de abnegación que en pocas horas destruyen el viejo orden para que la gente después adore el espíritu de medianía durante décadas y siglos. El papel de la mujer en esta vida está bien determinado; la idea del sacrificio es consecuencia de su naturaleza y su destinación. Ella misma da a luz su descendencia, con resignación humillada la alimenta y cría. Para el hombre quedan la ciencia y el arte. ¿Qué es el arte? No es categoría, ni esfera, ni forma; es una parte misteriosa y oculta del contenido, algún pensamiento, alguna constatación sobre la vida. El arte siempre, sin cesar, esta ocupado por dos cosas: insistentemente razona sobre la muerte e insistentemente crea la vida con esto. El gran arte verdadero es lo que se llama las Revelaciones de San Juan y lo que lo continua. El arte siempre está al servicio de la belleza, y la belleza es felicidad de poseer forma. La forma es la clave orgánica de la existencia, todo lo que vive debe tener forma para existir, así que el arte, incluso trágico, es narración sobre la felicidad de la existencia. Sin embargo, la problemática filosófica de “El doctor Zhivago” no determina la estructura de la novela en general, como en las novelas cortas filosóficas de Voltaire o novelas ideológicas de Dostoyevski. Es dudoso que la novela de Pasternak pueda llamarse filosófica. “No me gustan las composiciones dedicadas a la filosofía por entero, – confiesa Lara. – Según mi opinión, la filosofía debe ser condimento exiguo para el arte y la vida. Practicarla excepcionalmente es tan raro como comer rábano picante”. Las ideas en la obra de Pasternak no se prueban, sino se hablan. “Los trozos conceptuales” están incorporados en la epopeya lírica como un nivel pictórico más, importante, pero no dominante. Su función no consiste en convicción lógica, sino en “la irresistible fuerza de la verdad desarmada, el poder de atracción del ejemplo” (palabras que en la novela se refieren a los Evangelios). Los personajes centrales atados en un nudo estrecho (a propósito, estas imagenes metafóricas, casi a lo Solzhenitsyn, la de “la rueda de la historia” y la del “nudo”, se encuentran en los borradores de Pasternak) tienen predestinadas colisiones dramáticas y desenlaces no menos simbólicos. El destierro a la primera esposa al extranjero, la emigración forzada se percibe por ella con razón como separación para siempre, una muerte prematura. “Adios, he de terminar. Han venido a buscar la carta y es hora de prepararse. ¡Oh Yura, amor mío querido, marido mío, padre de mis hijos!, ¿que ha sucedido? No volveremos a vernos nunca, nunca más. Ahora acabo de escribir estas palabras, pero ¿te das cuenta de su significado? ¿Comprendes, comprendes? Me dan prisa y es como si me dijeran que han venido para conducirme al patíbulo. ¡Yura! ¡Yura!” (p.13, cap.18). El suicidio de Strélnikov-Antípov, su “ataque de autodesenmascaramiento” es venganza histórica de “la enfermedad del siglo, la locura revolucionaria de la época”. “Cada uno tenía manchada la conciencia y podía, con razón, considerarse culpable de todo, sentirse un ignorado malhechor, un bandido enmascarado. Con el mínimo pretexto, su imaginación se encarnizaba con ellos mismos y su desencadenamiento no conocía límites. Los hombres fantaseaban, se atribuían culpas, no sólo bajo la presión del terror, sino a causa de un morboso deseo de destruirse a sí mismos, en un estado de trance metafísico y poseídos por esa pasión de condenarse a sí mismos que, una vez perdido el freno, no puede ya contenerse” (p.14, cap.16). En los borradores de la novela se quedo una descripción más concreta y pintoresca de las causas y circunstancias de “la locura” que proyectaba la imagen de Strélnikov a los tiempos futuros, los de Stalin. “El tiempo amenazador, habiéndose apropiado del derecho del último juicio, juzgaba a los vivos y los muertos, pillaba, condenaba a la muerte y ejecutaba. Confesiones, revisión de lo vivido, autoacusaciones eran el fenómeno más frecuente en las celdas de instructores de sumario y en las reuniones de la acusación pública”. La muerte inesperada de Zhivago en un tranvía repleto lleva el mayor cargo simbólico. Un “trombo de trama” más, un encuentro ocasional con una dama vestida de color de lila, olvidada hace mucho y aún no reconocida, mademoiselle Flerí, manifiesta el principio ya muchas veces usado en la novela – “cruzamiento de destinos”. Mirando a la conocida desconocida de Meliuzéevo, donde el doctor había vivido los mejores días de su vida y todavía no se había despedido de sus esperanzas e ilusiones, Yuri Andréevich hace su última observación líricofilosófica: “Pensó en varias existencias que se desarrollan paralelamente, moviéndose con distinta velocidad una junto a otra, hasta que la vida de una alcanza la de la otra o la supera. En el campo de la existencia humana se le dibujaba algo análogo al principio de la relatividad. Pero acabó por confundir las cosas y dejó tambien de hacer estos parangones” (p.15, cap.12). El doctor no sospecha que en unos minutos este principio se realice en su propia vida: “Continuó su camino y por enésima vez dejo atrás el tranvía, sin imaginarse ni remotamente que allí quedaba el doctor Zhivago y que lo había sobrevivido”. Sin embargo, en la muerte del protagonista hay un sentido no sólo metafísico, sino también histórico. “Le mató la falta de aire”, – dijo Blok sobre Pushkin en su famoso discurso “Sobre la destinación del poeta” (1921). Los contemporáneos también van a explicar su repentina muerte en el mismo sentido simbólico: falta de aire, la atmósfera viciada del tiempo. “Blok es la aparición de Navidad en todas las esferas de la vida rusa”, – piensa Zhivago la misma tarde, cuando ve la candela ardiente y compone la primera línea, con la cual empieza su verdadera vocación poética.Zhivago es el heredero de Blok. Su muerte en 1929 significa el comienzo del tiempo, cuando la falta de aire llega a ser insoportable. Sobre Rusia se cierne “el cielo de grandes muertes al por mayor” (O.Mandelstam). La muerte al por mayor (o desaparición) espera a la bella Lara. La encarnación ideal de la mujer, de Rusia, de la vida resulta ser una persona-número en los infinitos campos de GULAG. “Un día Larisa Fiódorovna salió de su casa para no volver más. Acaso fue detenida en la calle. Murió o desapareció quién sabe dónde, un número más en la lista anónima y perdida en uno de los innumerables campos de concentración, femeninos o comunes, del norte”. Destierro, suicidio, muerte repentina, desaparición… La generación de “chicos y chicas” de los años 1890, generación de Pasternak está borrada del escenario de Historia. La sustituye la nueva orfandad (el destino de Tania Bezócheredeva), nuevas pruebas (la Guerra Patria). Haciendo un salto del año 1929 a 1943, contando brevemente en el epílogo sobre la guerra, campamentos, hazañas de los jóvenes, una lágrima del niño, Pasternak termina la narración con la réplica de Gordón comparando aquellos tiempos y éstos. Otra vez Blok llega a ser punto de referencia. “Recordemos lo que dice Blok: «Nosotros, los hijos de los años terribles de Rusia», y enseguida verás lo que separa su época de la nuestra. Cuando Blok decía esto había que entenderlo en sentido metafórico, figurado. Los hijos no eran hijos, sino criaturas, productos, intelectuales, y los terrores no eran terribles, sino providenciales, apocalípticos, lo que es muy distinto. Pero ahora todo lo que era metafórico se ha hecho literal: los hijos son realmente hijos, y los terrores son terribles. Esta es la diferencia”. Sin embargo, el verdadero final prosaico es otro. El último capítulo quinto – epílogo del epílogo – otra vez resulta un paso de la historia hacia el cuento, de la realidad hacia la utopía. Otra vez desvanece aquí el tiempo histórico: pasaron unos cinco o diez años (entonces, se trata o del año 1948, o de 1953). No aparece ninguna sugerencia a las circunstancias concretas, ni un solo detalle de la vida cotidiana. El espacio y el tiempo de los héroes se aproximan en sumo grado al cronotopo del narrador: en una quieta tarde de verano, Gordón y Dúdorov estaban sentados ante una ventana abierta que dominaba desde arriba la inmensa Moscú nocturna: “Moscú abajo y a lo lejos, la ciudad donde Yuri había nacido y vivido la mitad de estos acontecimientos”…Y esta ciudad que “tuvo que sufrir mucho” (presentimiento histórico de Chéjov en la novela corta “Tres años”) llega a ser utopía encarnada, donde, como si estuvieran fuera de tiempo, en la eternidad, se encontraron los dos “Horacios” del difunto Zhivago-Hamlet leyendo el cuaderno de Yuri que milagrosamente, dos párrafos después, se convirtió en “un libro”: “A los dos amigos, envejecidos ya, junto a la ventana, les parecía que había llegado ya aquella libertad del alma, que precisamente aquella noche el futuro se había colocado, tangiblemente, en las calles que se extendían a sus pies, que ellos mismos habían entrado en el futuro y que desde aquel momento se encontraban en él. Una feliz y serena quietud para aquella sagrada ciudad y para toda la tierra, para los personajes de esta historia llegados hasta esa noche y para sus hijos, pareció penetrar en ellos y sujetarlos con una suave música de felicidad que se extendía a lo lejos, por todas partes. En sus manos el pequeño cuaderno parecía saber todo esto y confirmaba y daba certidumbre a sus sentimientos”. En el mismo final de la novela el autor deja en el pasado los años terribles de Rusia y ofrece a su ciudad querida lucidez y liberacion, la imperceptible música de la felicidad. Pero muy pocos llegaron hasta esta tarde… Como memoria del tiempo para el futuro que está detrás de la ventana, se queda el libro-cuaderno de “Versos de Yuri Zhivago”. Como es sabido, Pasternak desde el principio del trabajo en la novela pensaba acabar su epopeya con un libro de versos. La novela consistía un deber para él, mientras que la poesía significaba el regreso anhelado a la forma conocida. Al mismo tiempo la gran prosa durante muchos años le sirvió de objetivo que por fin se ha realizado. En el fondo la apreciaba como algo mucho más importante y considerable que los versos acostumbrados. Pasternak transmitió esta idea a su héroe: “Tenía ideas claras y pluma feliz. Desde sus años de colegio había deseado llegar a ser un escritor, escribir un libro sobre la vida, en el cual, como la explosión de una carga escondida, pudiera expresar todo lo que de más maravilloso había visto y comprendido en el mundo. Pero era demasiado joven para llevar a cabo una obra semejante y mientras tanto escribía versos, como hace un pintor que durante toda su existencia pinta solamente estudios para una gran tela que tiene en la cabeza” (p.3, cap.2). Zhivago no ha escrito tal libro, por lo visto, lo ha escrito el autor de “El doctor Zhivago”. Pero la naturaleza de su vocación jugó una broma extraña con el autor transformando la realidad estética pensada. Precisamente los versos de la novela constituyen la justificación y el verdadero final de la forma prosaica. En el texto prosaico Zhivago se presenta como el autor de varias experiencias literarias. Aún en el año dieciséis o diecisiete Gordón y Dudorov sin su permiso publican su libro en Moscú – por lo visto, se trata de los versos citados (p.4, cap.14). Después se mencionan: “«Juego de los hombres», especie de sombrío diario, o bien apuntes cotidianos, compuesto de prosas y versos y de todo lo que le sugería su idea de que la mitad de la humanidad había dejado de ser ella misma y no se sabía qué papel representaba” que se refiere al septiembre de 1917 (p.6, cap.5); el poema “Desfallecimiento”, “El tema de su poema no era la resurrección o el entierro, sino los días transcurridos entre una y otro” escrito o pensado en el delirio de tifus (p.6, cap.15); por fin, los pequeños libros de una hoja sobre los más diversos temas editados por el doctor en la Moscú de la NEP con ayuda de Vasia Brykin. “Esos folletos contenían el pensamiento de Yuri Andrieevich: la exposición de sus teorías médicas, de su concepto de la salud y la enfermedad, reflexiones sobre el transformismo y la evolución, sobre la individualidad como fundamento biológico del organismo, o bien consideraciones sobre la historia y la religión, semejantes a las de su tío y las de Simushka y también descripciones de los lugares donde Pugachov se había sublevado, cuentos y poesías” (p.15, cap.5). Sin embargo, el lector no conocerá nada de estas obras, excepto sus características generales. El literato Zhivago que en su vida ha escrito bastante está representado en el texto prosaico sólo como autor de los apuntes del diario (p.9, cap.1-9) y de cuatro líneas poéticas. “«Una vela ardía en la mesa. Ardía una vela», susurro Yura para sí. Era el principio de algo confuso, todavía informe. Y él esperaba que lo demás viniera por sus propios pasos, sin esfuerzo. Pero no venía. …”(p.3, cap.10). “Dos versos lo atormentaban: «Contentos de rozarlo» y «Hay que despertarse». Contentos de rozar el infierno y la disgregación y la descomposición y la muerte, y, no obstante, al mismo tiempo, «contenta de rozar» también la primavera, Magdalena y la vida. Y «Hay que despertarse». Hay que despertarse y levantarse, resucitar” (p.6, cap.15). Un poco más se habla de las circunstancias de la creación de versos entrados en el libro-testamento. Además de “Noche invernal” se mencionan con referencia al contexto de vida “La estrella de Navidad”, “Cuento” y “Hamlet”. Como regla, Pasternak prefiere la descripción generalizada del impulso creador y del acto de creación, de “lo que se llama inspiración”, a los detalles técnicos. La creación se representa en la novela con la misma admiración y castidad que el amor. En realidad, el autor una sola vez, nada más, trata de relatar sin reserva “cómo hay que componer versos” describiendo el proceso del trabajo en “Cuento”. La intención de los investigadores de encontrar en la novela el lugar exacto para la mayoría de los textos de Zhivago, mostrar “de qué basura de argumento crecen” es curiosa, pero no obligatoria (sobre todo teniendo en cuenta que muchas notas del autor al respecto quedaron en los borradores). “Los versos de Yuri Zhivago” a lo mejor no penetran en el libro, sino crecen de él transformando radicalmente la biografía del autor nominal y circunstancias de su creación. Tienen que ver con “la materia cruda” de la vida de la novela lo mismo que tiene que ver con el vino “la carne de uvas”* (* “carne de uvas” – cita del verso de O.Mandelstam “Bátiushkov” que metafóricamente simboliza la poesía). El mecanismo de transformación de “la vida” novelesca en “el arte” novelesco se ve muy bien precisamente con el ejemplo de “Cuento”. La soledad invernal en Varýkino, el aullido de los lobos y la angustia nocturna de la próxima separación con Lara producen una transformación inesperada. “Los lobos, en los cuales había pensado todo el día, no eran ya los lobos sobre la nieve, a la luz de la luna: se habían convertido en el tema de los lobos, una representación de la fuerza adversa que se había propuesto perderlos a él y a Lara, o expulsarlos de Varykino. Al desarrollarse, la idea de esta hostilidad llegó a la noche con una fuerza extrema, como si en Shutma apareciesen las huellas de un monstruo antediluviano y en el barranco se hubiese guarecido un dragón fabuloso, de colosal tamaño, sediento de sangre y de deseo de Lara” (p.14, cap.9). Un sentimiento real y observación – tema – su concepto general – idea – salto brusco irracional y y su encarnación en otro material, muy distinto del original – trabajo técnico en el verso. Así Pasternak representa el proceso creativo, cuyo resultado llega a ser una balada sobre el dragón, caballero y doncella bella salvada por él. La uva desaparecio, murió, se dispersó en el sabor de vino. Partiendo de la trama del “Cuento”, nunca lograremos reconstruir la situación original. La noche se convirtió en el día, el invierno – en el verano, la casa – en la cueva, los héroes – en los personajes mifológicos, Rusia – en un “país de leyenda”, el año 1921 – en “los tiempos muy remotos”, la sensación de angustia y miedo como presentimiento de la separación de la mujer querida – en una tristeza clara y esperanza del encuentro para siempre. “Pero el corazón les late, / Y ora ella, ora él / Se esfuerzan por despertar / Mas caen de nuevo en el sueño. / Los párpados cerrados. / Los cielos. Las nubes. /Las aguas. Los vados y los ríos. / Los años y los siglos”. Según Pasternak, el proceso de creación de otros versos después de la separación de Yuri y Lara resulta semejante. “Bebía y escribía cosas dedicadas a ella, pero la mujer de sus versos y de sus apuntes, a medida que los revisaba y corregía, se alejaba cada vez más de su verdadera imagen de un principio, de la verdadera madre de Kátienka, ida con su hijita… Así todo lo que en él era todavía herida viva y quemante mezclábase con la poesía y, en lugar de ese sufrimiento que sangraba y dolía, surgía ahora una tímida serenidad, que resaltaba el caso particular y universal, del que todos pueden participar” (p.14, cap.14). Entonces, ¿qué es lo que se quedó de aquellos años, de “lo vivido personalmente y lo existente en realidad”, en el pequeño cuaderno-folletín de “Versos de Yuri Zhivago”? Allí no hay guerra, ni revolución, ni lo cotidiano, ni bolcheviques, ni guerrilleros, ni filosofía. La palabra “Rusia” no aparece en los versos ni una sola vez. Ni una situación lírica tiene analogías directas con “los casos particulares” del texto prosaico. Hasta “Noche invernal”, que al parecer crece directamente de la trama, describe una cita muy distinta de la que tenían Lara y Antípov a víspera de la Navidad con la luz de una candela ardiente. Los borceguíes cayendo al suelo, la fiebre de tentación y la ventisca de febrero en vez de la helada de diciembre aparecieron según la misma ley de asociaciones inesperadas, según la cual en el “Cuento” aparecen la cueva, el caballero y el dragón. Al nivel del “caso universal, del que todos pueden participar” se levantan sólo tres temas entrelazados: la naturaleza, el amor y las pasiones de Cristo. “La pintura con palabra” constituía un elemento importante aún en la parte prosaica. “Sigue la vida de los personajes, la trama de la novela se desarrolla junto con la naturaleza, y la naturaleza misma forma parte de la trama” (V.Shalámov). En “Versos de Yuri Zhivago” la naturaleza casi llega a ser protagonista. En los once textos vemos la imagen del ciclo anual de la naturaleza: marzo – la Semana Santa – la noche blanca – lodazales de la primavera – el verano en la ciudad – el veranillo de San Martín – el otoño – agosto – noche invernal – el alba (de invierno) – la tierra (de primavera). “Como en una exposición de cuadros” (“El otoño de oro”, 1956), se mueven los paisajes, tienen semejanza los motivos (el verano en el campo y en la ciudad, dos ruiseñores), y muy rara vez aparecen otros temas (la trama de amor en “La noche blanca”, “Otoño” y “Noche invernal”) o nuevos motivos (la muerte en “Agosto”; sobre todo nada más que este “Agosto” no está en su lugar, le toman la delantera los versos de otoño). Estos cuadros pictóricos de las estaciones del año corresponden a la fórmula deducida un poco más tarde en “Días únicos” (1956): “…El día dura más que un siglo…” Los indicios de distintas épocas (hija de una modestísima hacendada, caseta en un jardín, puestos de guerrilleros, etc.) a lo mejor se adivinan en estos versos. En general, el espacio y el tiempo tienden a una vaguedad histórica, pero también al carácter concreto y al mismo tiempo general. La estación del año, un cuadro más se ve como un estado que tiñe todo el universo, que equivale a un siglo y hasta la eternidad. “Que de la encrucijada hasta la esquina / Duerme la plaza para la eternidad, / Y hasta que llegue el alba y la tibieza / Un milenio aún ha de pasar” (“En semana Santa”). “…Petersburgo en su paisaje / Que se extiende allende el Nieva ilimitado” (“La noche blanca”). “Y la soledad habitual / Invade el corazón y el universo” (“El otoño). “Barría toda la tierra la ventisca, / Todos sus confines barría” (“Noche invernal”). El ciclo de amor en el cuaderno de Zhivago incluye nueve versos (añadiendo tres textos mencionados de paisaje de carácter limítrofe). “El conjunto de versos de Yuri debe incluir versos sobre el amor o versos inspirados por el amor en mayor grado que los otros” (a D.N. y V.P.Zhuravliov, 1˚ de octubre de 1953). En los versos de amor no hay más que dos héroes: yo (él) y tú (ella). La mujer nunca aparece en primera persona. Aquí se organiza su propia trama circular: el encuentro, la cita amorosa (“La noche blanca”, “Embriaguez”, “El otoño”, “Noche invernal”, “Una cita”) – “La boda” (ajena) – separación (“El viento”, “Separación”) – un encuentro más, conversación con sugerencia de un círculo nuevo (“Confesión”: “Pero por mucho que de angustia la noche / Con su anillo me encadene, / Más fuerte es el impulso de escaparme / Y más me incita a la ruptura la pasión”). De lo mismo – un encuentro inesperado, amor e intento de encontrarse o despertarse – habla la balada “Cuento”. Los obstáculos que separan a los héroes se denotan en los versos de una manera lírica y abstracta: numerosas barreras, el mundo cruel, el dragón de los cuentos. Entre los motivos separantes no figura guerra, ni cárcel, ni miseria, ni otra mujer. El ciclo evangélico de seis versos aparece para el final del cuaderno. Está vinculado con los versos de amor por el motivo del destino de una mujer (dos versos dedicados a Magdalena), y con el ciclo sobre la naturaleza, por el verso “En Semana Santa”, donde se mencionan los jardines que sepultan a Dios y viene un final aforístico: “La muerte la podrá vencer / Con su esfuerzo la resurrección”. Su centro conceptual es la idea del sacrificio, que lo une con “Hamlet” situado aisladamente en el principio del cuaderno (así que en cada microciclo aparece su propio círculo de composición), y de la resurrección de Cristo, con la cual empieza la historia nueva. Las sentencias filosóficas del texto prosaico se realizan en este ciclo poético. El segundo epílogo – el lírico – llegan a ser las palabras de Jesús, su profecía en el Huerto de Getsemaní: Bajaré y el tercer dia me levantaré, Y lo mismo que descienden por el río las balsas, A que los juzgue, como caravana de barcazas, De las tinieblas los siglos hacia mi emergerán. De este punto de vista del cristianismo no ortodoxal, a lo mejor habitual, Pasternak ajusta las cuentas con su siglo creando su propia versión de la historia de Rusia. A la vez revisa radicalmente la historia de la literatura. En el mundo de “Zhivago” existe el siglo nuevo, pero no existe el Siglo de Plata; hay muchas reflexiones sobre el arte, pero falta el nuevo arte mismo. En vivas discusiones y monólogos aparecen los nombres de Gegel, Benedetto Croce, Pushkin, Tolstói, Dostoevski, Chéjov, Vl.Solovióv, pero de los poetas contemporáneos se mencionan sólo Blok y Mayakovski y hay una sugerencia ocasional de Bálmont. Parece que el héroe ignora los encuentros de los simbolistas “en la Torre”, gremios de poetas acmeístas, escándalos de los futuristas. Su vida de artista pasa en sombra, en soledad, lejos de la vida literaria del siglo. El autor de “El gemelo en las nubes” y “Por encima de las barreras” tampoco existe para el poeta Zhivago. En “El doctor Zhivago” el Pasternak del período tardío sobre todo ajusta las cuentas consigo mismo del período temprano. En una carta suya a V.Shalámov (9 de julio de 1952) afirma que “su elemento natural eran… características de la realidad o de la naturaleza desarrolladas con harmonía de un fenómeno particular, observado por casualidad y determinado exactamente, lo mismo que en la poesía de Innokienti Annienski o en la obra de Tolstoi”, y que estas propiedades innatas fueron quebrantadas “por la colisión con el nihilismo literario de Mayakovski y con el nihilismo social de la revolución”. Aquí mismo se trata también de lo benéfica que era “la represión de los caprichos estéticos de la generación viciosa”. Pasternak estuvo muy entusiasmado con el elogio respecto a los versos de la novela expresado por una lectora: “Sabe, usted como si hubiera quitado el velo de «Mi hermana la vida»”. Al quitar el velo de «Mi hermana la vida» vamos a recibir nada más que los versos de Yuri Zhivago. Zhivago es precisamente el poeta que quería ser (pero no lo era) para el final de su vida el Pasternak temprano, que ha hecho un paso atrás del modernismo al siglo XIX, que ha desplazado “la pintura” de la poesía de Vrúbel hacia Levitán, y “la música” – de Skriabin hacia Chaikovski, “el sentimiento” – de Blok, Mayakovski y Lérmontov como “poeta de sobrehumanidad” (según Merezhkovski) – hacia Fet, Chéjov y Lérmontov de las antalogías escolares: “Las tinieblas otoñales de Chéjov, Chaikovski y Levitán” (“El invierno se acerca”, 1943). Si a los compiladores de la famosa antología de la poesía del siglo XX I.Iezhov y E.Shamurin se les hubiera ocurrido incluir allí los versos de Yuri Zhivago, se situarían en la parte “Poetas no vinculados con grupos concretos” (Borís Pasternak figura allí en compañía de los futuristas). Haciendo el héroe y el juez del tiempo a un poeta, un artista, Pasternak sigue los pasos vivos de otros dos autores de “los libros del siglo XX”, probablemente desconocidos por él, durante el trabajo en “El doctor Zhivago”, – son Mikhaíl Bulgákov con su “Maestro y Margarita” y Vladímir Nabókov con su “Dádiva”. Sin embargo, su versión de “rehén de la eternidad cautivado por el tiempo” diferencia de la de Bulgákov y la de Nabókov. El maestro escribe una novela sobre Yoshuá, que se hizo su calvario, evitando hablar de sí y escapando de la realidad que se le venga de “la inoportunidad” del tema y de su talento. La poesía y la prosa de Godunov-Cherdýntsev procede de su biografía y resulta ser un relato sobre la felicidad de la existencia a pesar de todas las circunstancias desfavorables. El héroe de Pasternak abarca paradójicamente las variantes de Bulgákov y de Nabókov respecto a la correlación de la poesía y la realidad, biografía y creación. Hamlet-Zhivago con su mundo poético imaginado niega el mundo histórico y a fin de cuentas resulta su víctima (como el anónimo personaje de Bulgákov). Sin embargo, su arte se convierte en un poema sobre la felicidad de existencia, agradecimiento a la vida, apología de “creación y milagro” (igual que lo hace Fiódor en la obra de Nabókov). “La vida no es más que un instante, / La elemental disolución / De nosotros en todos los demás, / Como si de una ofrenda se tratase. / Sólo la boda irrumpiendo / Desde abajo en las ventanas, / Sólo sueños y canciones, / Sólo palomas cenicientas” (“La boda”). “Adios, impulso de un ala desplegada, Vuelo libre de la obstinación, Imagen de la tierra, en la palabra Manifiesta, y taumaturgia y creación”. La discusión de los contemporáneos sobre la novela, cuando Pasternak mismo se vio en el papel del maestro acusado de antisovietismo, era inevitable aún basándose en una equivocación. “Las asperezas políticas no sólo ponen el manuscrito bajo la amenaza. Las cuentas de este tipo son insignificantes respecto a las leyes del tiempo. Siquiera no merecen mención política. La novela se les opone con todo su tono y campo de intereses” (nota del borrador). Pasternak no componía una novela soviética o antisoviética, sino la de Dios. O sea, una novela cristiana. Con la misma comprensión del cristianismo, con la cual reflexionaba sobre Tolstói. “Sin embargo, lo más importante e inmenso de Tolstói es lo que es mayor que su prédica de lo bueno y más amplio que su inmortal peculiaridad artística (pero puede que constituya su verdadero ser), una nueva especie de espiritualidad en la percepción del mundo y de la vida, lo nuevo que Tolstói ha traído al mundo y con lo que ha avanzado en la historia del cristianismo, – todo eso se hizo y hasta el momento sigue siendo la base para toda mi existencia, de toda mi manera de vivir y de ver” (carta a N.S.Rodiónov, 27 de marzo de 1950). Para el final de la época, cuando gran parte de la literatura fue derrumbada y destruida, Pasternak ataba los hilos rotos y unía los tiempos, haciendo memoria de la verdadera destinación de la vida, del arte, de la poesía; era tradición nacional personificada. Es el tema de la carta al autor de “El doctor Zhivago” del futuro autor de los “Relatos de Kolymá” – por encima de comentarios sobre los “puntos débiles” del texto y en contra de su futura convicción del fracaso de la novela clásica, psicológica, a lo Tolstói. “Nunca le he escrito sobre lo que siempre pensaba – que precisamente usted es la consciencia moral de nuestra época, lo mismo que fue Tolstói para su tiempo… A pesar de lo bajo y lo cobarde del mundo literario, a pesar del olvido de todo lo que forma el grande y orgulloso nombre del escritor ruso… la vida en su fondo, en su flujo subterráneo sigue y seguirá la misma – con anhelo de la verdad auténtica, con añoranza por la verdad; la vida que a pesar de todo sí que tiene derecho a verdadero arte… Aquí es la solución de la cuestión sobre el honor de Rusia, de la cuestión sobre ¿quién es, a fin de cuentas, el escritor ruso? ¿Es que no tengo razón? ¿Es que no se siente responsable a este nivel? Usted se ha adoptado esta responsabilidad con toda la firmeza e inflexibilidad posible. Y lo demás es un vacío, un asunto baladí. Usted es el honor de nuestro tiempo y es su orgullo. Alguna vez nuestro tiempo va a justificarse ante el futuro con el hecho de que usted ha vivido en él”. El futuro es impredecible. A veces condena tanto a los culpables, como a los inocentes, sin escuchar ningunas justificaciones, o simplemente pasa de largo sin prestar atención. Sin embargo, después también resulta ser el pasado, y sus jueces también serán juzgados. El concepto del papel del escritor ruso en la nueva realidad se ha cambiado considerablemente. Los comentarios semejantes al de Shalámov pueden parecer hoy una retórica enfática. La historia de la creación de la novela de Pasternak y de la lucha por él parecerá parte de un mito biográfico que espere su destrucción. El texto en este caso se presentará como conjunto de fragmentos más o menos acertados, modelo de escritura escolar, tratado conspirológico (hay variantes). Sea lo que sea, el libro así existe en nuestra literatura. Folkner apreciaba el valor de la obra por la grandeza del concepto y por el grado del fracaso del autor: las dos cosas están estrechamente unidas. Puede ser que “El doctor Zhivago” no sea la más grande novela rusa del siglo XX. Sin embargo, Borís Pasternak, en el tiempo más lúgubre, ha respondido con dignidad a la cuestión: ¿quién es el escritor ruso? ¿Están de acuerdo?