Secuelas de conducta en ataques perinatales y adversidades tempranas a la edad de 8 años Tomàs J. Identificar los factores relacionados con la mala adaptación del niño ha sido un objetivo principal en la investigación de riesgos del desarrollo. Tradicionalmente se han enfatizado fuertemente los factores de riesgo, ya que el individuo es particularmente vulnerable en las fases tempranas del proceso del desarrollo. Durante los últimos 20 años un gran cuerpo de investigación ha indicado que una amplia valoración de las características del niño temprano y la familia, están asociadas con niveles incrementados de varios problemas mentales y de comportamiento. Los hallazgos de esta literatura emergente son de especial interés clínico, debido a que la intervención temprana ha sido considerada como una estrategia óptima de prevención de problemas de salud mental tardíos. La mayoría de la investigación sobre el riesgo se ha centrado en las características biológicas del individuo como complicaciones obstétricas severas, susceptibilidad genética o características temperamentales adversas (Rutter et al., 1999; Werner y Smith, 1982). De acuerdo con estas líneas, numerosos estudios han sido llevados a cabo en niños con enfermedad médica en la infancia. Desde los informes tempranos de Pasamanick y Knobloch (1961), un creciente cuerpo de investigación ha indicado que las complicaciones perinatales están relacionadas con un amplio espectro de malos ajustes en el niño. La gran mayoría de estudios en niños que sufren ataques perinatales se concentran en los resultados neurológicos y cognitivos; el interés en los problemas psiquiátricos como consecuencias de complicaciones obstétricas ha incrementado recientemente. El patrón de déficits del comportamiento asociados con bajo peso al nacer y prematuridad va de más hiperactividad y falta de atención (Botín et al., 1997; Breslau et al., 1996) a un comportamiento más ensimismado, tímido y depresivo (Sykes et al., 1997; Tessier et al., 1997). Un número de razones teóricas y metodológicas pueden explicar estos hallazgos consistentes. De este modo, la severidad y la especificidad de las secuelas de la prematuridad pueden variar de acuerdo con el grado de complicaciones médicas y la edad del periodo considerado (preescolar versus edad escolar). Los resultados también pueden ser sesgados debido a la fuente de información (padres versus profesor) y el control de factores de confusión (tales como desventajas de la familia y sexo). A pesar del énfasis en las secuelas de los riesgos biológicos, el impacto más potente de los factores del ambiente en la adaptación del niño ha sido un hallazgo recurrente. Así, se ha encontrado que varias características de la adversidad familiar están fuertemente relacionadas con un riesgo incrementando de problemas en la conducta del niño. Esto ha sido demostrado por características paternales como la sicopatología de los padres (Murria y Cooper, 1997), bajo nivel educacional (Sameroff et al., 1993), o padres adolescentes (Osofsky et al., 1993). Los factores de riesgo familiares identificados incluyeron más tarde vivir en pobreza, sobrepoblación y acontecimientos de la vida estresantes (Shaw et al., 1994). Tanto el incremento de problemas de externalización como la hiperactividad, conducta desafiante y problemas de conducta así como el desarrollo de problemas de internalización como humores depresivos y ansiedad han sido informados como secuelas de adversidades familiares en la primera infancia. En la mayoría de estudios, sin embargo, los factores de riesgo familiares parecieron ser mejores predictores de problemas en la infancia de externalización más que de internalización (Shaw et al., 1994). 1 De acuerdo con estudios recientes en procesos que conllevaban efectos de riesgo, la relación entre los factores de riesgo y los resultados es no es a menudo ni específica ni directa. Muchos factores de riesgo ejercen influencias indirectas a través del impacto en variables que están más directamente relacionadas con los resultados del niño. Además, los factores de riesgo individuales no están vinculados de forma uniforme a los resultados individuales pero parecen incrementar los riesgos para una variedad de resultados adversos. El pobre valor predictivo de los factores de riesgo únicos se refleja en una gran heterogeneidad de los resultados del desarrollo en los grupos de riesgo (Cicchetti y Garmezy, 1993). De este modo, varios investigadores han sugerido que el número de factores de riesgo puede ser un mejor predictor de muchos de los resultados que la exposición a cualquier factor de riesgo (Sameroff y Séller, 1990). La evidencia empírica ha demostrado la hipótesis de riesgo acumulativo de que la probabilidad de problemas de conducta en niños aumenta con el número de estresores (Zeanah et al., 1997). Sin embargo, contando meramente los factores de riesgo puede engañar, en tanto que los factores de riesgo están frecuentemente interrelacionados y tienden a concurrir. Por ejemplo, la prematuridad no está solamente asociada con más complicaciones obstétricas, pero es más probable que ocurra en un contexto de desventaja socioeconómica (Kramer, 1987). Combinando las variables de riesgo en medidas únicas puede oscurecer la interpretación de los hallazgos y puede impedir la identificación de los niños de riesgo para las medidas preventivas. Sin embargo, debido a varias limitaciones en investigaciones previas, no ha sido posible estimar la contribución relativa de los múltiples factores de riesgo y sus interacciones. Aún más, varios investigadores han sugerido que la concurrencia de los factores de riesgo puede ser particularmente difícil, debido a que el efecto acumulativo puede exceder los efectos de los factores únicos considerados en aislamiento. De forma consistente con esta suposición, varios estudios han documentado interacciones biológicas con el ambiente en niños nacidos con complicaciones perinatales, mostrando que el impacto de los factores de riesgo biológicos de se intensifica en niños que crecen en ambientes familiares desventajosos (Bendersky y Lewis, 1994; Werner y Smith, 1982). Sin embargo, el acuerdo con la hipótesis de que el ambiente social modifica los resultados no ha sido unánime. En un número de estudios, se encontró que los efectos del estatus biológico del niño y el ambiente familiar son aditivos en lugar de interactivos (Levy-Shiff et al., 1994; Sommerfelt et al., 1996; Sykes et al., 1997). En investigaciones recientes ha habido una conciencia incrementada de la necesidad de monitorización longitudinal de las consecuencias de los factores de riesgo tempranos. Las dificultades de desarrollo pueden no ser aparentes a una edad temprana, pero la vulnerabilidad puede llegar a ser evidente, cuando el niño en riesgo se enfrenta a ciertas tensiones del desarrollo. La edad de ingreso en la escuela parece ser particularmente relevante, ya que a esta edad se espera, típicamente, en los niños, altas demandas de adaptación conductual. Así, los primeros años de escuela pueden exagerar y exacerbar la vulnerabilidad de los niños de alto riesgo. Para estimar la contribución relativa de los múltiples factores de riesgo tempranos y sus interacciones con los resultados a largo plazo en el niño, este estudio investiga el impacto simultáneo de los factores de riesgo biológicos y psicosociales tempranos en el ajuste comportamental a la edad escolar. Los objetivos específicos son (1) contrastar y sopesar las secuelas de comportamiento a largo plazo de los ataques perinatales y la adversidad familiar temprana, (2) examinar la interacción entre estos factores de riesgo, y 2 (3) explorar las diferencias de sexo debidas al resultado de los factores de riesgo tempranos. MÉTODO Sujetos Los datos utilizados para este estudio son de un estudio longitudinal en niños en riesgo de psicopatología posterior y conducidos normalmente en Mannheim, Alemania. Para ser incluidos en el estudio, los padres y los niños tuvieron que cumplir con los criterios establecidos para enriquecer y controlar el estado de riesgo de la muestra. Dependiendo del embarazo y la historia del parto y en los antecedentes familiares, los niños fueron asignados uno de los 9 grupos de un diseño de 2 factores representando el factor I el grado de riesgo biológico (complicaciones perinatales) y el factor II el grado de riesgo psicosocial (adversidad familiar). Cada factor fue clasificado como de no riesgo, moderado o alto riesgo. Las combinaciones de riesgo resultantes de este diseño 3 3 son, por ejemplo, grupos caracterizados por alto riesgo biológico y moderado riesgo psicosocial o por riesgo biológico moderado y alto riesgo psicosocial. Todos los grupos fueron casi del mismo tamaño, con un pequeño sobre-muestreo en las combinaciones de alto riesgo y con el sexo distribuido uniformemente en todos los grupos. Se reclutaron un total de 362 niños nacidos entre el 1 de febrero de 1986 y el 28 de febrero de 1988, de 2 hospitales de obstetricia y 6 hospitales de niños de la región del Rhine-Neckar en Alemania. Los niños fueron incluidos consecutivamente en la muestra de estudio de acuerdo con los criterios descritos a continuación. Para controlar los efectos de confusión del ambiente familiar y el estado médico del niño, sólo se seleccionaron hijos únicos y primogénitos de padres germano hablantes sin discapacidades físicas severas, defectos genéticos obvios o enfermedades metabólicas. El nivel de participación en el momento de reclutamiento fue del 64.5%, con un nivel ligeramente más bajo en padres con antecedentes de desventajas psicosociales. Todas las familias fueron de raza blanca, y la mayoría de estatus socioeconómico bajo. Los detalles adicionales de la muestra se han informado previamente (Laucht et al., 1997). Las evaluaciones del desarrollo se llevaron a cabo a las edades de 3 meses, 2 años, 4½ años y 8 años. A la edad de 8 años, se siguieron un total de 348 niños de la muestra original (grado de retención = 96.1%); de los 14 niños restantes, se perdió la pista de 4, 2 fueron subsecuentemente excluidos del estudio porque no cumplieron con los criterios de inclusión y los padres de 8 se negaron a participar (para más detalles ver la Tabla 11). Evaluaciones Riesgo biológico. El riesgo biológico fue definido por el grado de complicaciones obstétricas. Ciento dieciocho niños que habían nacido a término, tuvieron pesos normales al nacer y ninguna complicación médica fue asignada al grupo de no riesgo. El grupo de riesgo moderado de 119 niños tuvieron un nacimiento pretérmino (tiempo gestacional < 37 semanas), dilatación prematura (tratamiento tocolítico o cerclaje) o gestación con edema proteinuria e hipertensión de la madre (toxemia del embarazo con edema, proteinuria y hipertonía) pero sin complicaciones severas. Los 125 niños del grupo de alto riesgo cumplieron 1 de 3 criterios: (1) peso al nacer muy bajo (< 1.500gr.), (2) caso claro de asfixia con tratamiento especial, (3) complicaciones neonatales, tales como ataques, síndrome del distrés respiratorio o sepsis. Estas variables fueron seleccionadas por su 1 N del T: Tabla 1, página 1231 del artículo original. 3 veracidad, acceso en los registros médicos y relevancia clínica. Fueron extraídos de los registros obstétricos maternales y neonatales del niño. Se obtuvo una puntuación de la adversidad obstétrica contando la presencia de 9 condiciones adversas durante el embarazo, el parto y el periodo posnatal, tal como dilatación prematura, asfixia o ataques. Como se puede ver en la Tabla 22, los grupos se diferenciaron de una forma marcada respecto a la adversidad obstétrica pero no se desviaron significativamente de acuerdo con las variables de riesgo demográficas y de la familia. Riesgo psicosocial. El riesgo psicosocial fue derivado del índice de riesgo familiar, midiendo la presencia de 11 factores familiares adversos cubriendo las características de los padres, la relación con su pareja y el ambiente familiar durante el periodo de 1 año previo al parto. Este índice es un índice de adversidad familiar “enriquecida” tal y como propusieron Rutter y Quinton (1977) incluyendo 5 de sus 6 estresores familiares y añadiendo 6 estresores más específicos a la situación de familias jóvenes (para una definición de los factores de riesgo, ver Tabla 33). La información relativa al estado de riesgo se basó en entrevistas a los padres estandarizadas y llevadas a cabo en la evaluación de los 3 meses. Las familias con puntuaciones de 0 en un índice formado por el grupo de no riesgo (n = 120), con una puntuación de 1 o 2 en el grupo de riesgo moderado (n = 111) y con una puntuación de 3 o más en el grupo de alto riesgo (n = 131). Estos valores se escogieron para definir 3 grupos de carga de riesgo incrementada de acuerdo con el riesgo acumulado de la hipótesis dada la distribución de la puntuación de riesgo. En la Tabla 3, se presenta una descripción de estos grupos de riesgo. Resultados del niño. Fue utilizada la versión alemana de la Child Behavior Checklist (CBCL/4-18) (Achenbach, 1991) para medir los problemas de conducta del niño informados por los padres a la edad de 8 años. El CBCL presenta descripciones de 118 conductas problemáticas que son probables que ocurran in niños entre 4 y 18 años de edad. Se formaron 8 escalas específicas de síndrome de conducta de edad y género. Los análisis de factores de segundo orden llevaron a 2 síndromes amplios de problemas de conducta de externalización e internalización. La CBCL es una lista de puntos de problemas de conducta en los niños, muy utilizada, y que ha sido traducida a más de 40 idiomas y de la cual ha sido publicado un cuerpo considerable de datos veraces y válidos. Las características psicométricas de los instrumentos se confirmaron en la traducción alemana (Döpfner et al., 1994). Los padres de 322 niños (92.5%) en la muestra de 8 años de edad (160 niños, 162 niñas) completó la CBCL (Tabla 1). Los abandonos no se diferenciaron significativamente conforme a la puntuación del riesgo biológico y de sexo. Sin embargo, entre los padres que no completaron la CBCL, los pertenecientes al grupo de alto riesgo psicosocial tendieron a estar sobre-representados. Análisis estadístico Para comparar los datos de la CBCL en grupos con diferentes factores de riesgo, llevamos a cabo un análisis de la varianza multivariante de 3 factores con el riesgo biológico, el riesgo psicosocial y el riesgo de sexo como factores. Cuando fue apropiado, el análisis multivariante se siguió de un análisis univariante y comparaciones individuales para determinar en que grupo se diferenciaban las variables específicas. Todos los 2 3 N del T: Tabla 2, página 1232 del artículo original. N del T: Tabla 3, página 1233 del artículo original. 4 análisis fueron conducidos utilizando el GLM Procedure Statistical Package for the Social Sciences versión 7.5 (SPSS, 1997). RESULTADOS Grupos de riesgo biológico Cuando las puntuaciones de T de los grupos de riesgo biológico se compararon en 8 bandas de síndromes, se obtuvo un efecto multivariante significativo (F 16,594 = 1.98, p< .012) indicando que a través de los 8 síndromes había una diferencia significativa entre los grupos con complicaciones obstétricas variables. El análisis univariante subsiguiente y las comparaciones individuales identificaron las escalas de Problemas Sociales y de Atención como los únicos contribuyentes a este efecto, teniendo los niños del grupo de alto riesgo significativamente más problemas sociales y siendo más poco atentos que los niños del grupo de no riesgo (Tabla 44). No hubo efecto significativo de riesgo biológico en las puntuaciones de bandas de 2 síndromes (multivariante F 4,606 = 0.48, no significativo [NS]) y en la puntuación Total de problemas (F 2,304 = 0.34, NS). Grupo de riesgo psicosocial La comparación de grupos de riesgo psicosocial en las escalas de síndromes del comportamiento de la CBCL resultaron enefecto multivariantes (F16,594 = 2.39, p< .002). El examen a nivel univariante reveló diferencias significativas de las escalas de síndromes de la 5 a la 8 que median una amplia extensión de dominios de conducta, incluyendo la Conducta Agresiva y Delincuente así como los Problemas de Atención y Sociales y la Quejas Somáticas. Ambos, niños de riesgo social moderado y niños de riesgo social alto tuvieron puntuaciones más altas comparados con niños del grupo de no riesgo. En las Quejas Somáticas, sólo la diferencia entre el grupo de alto riesgo y de no riesgo fue significativa. El pobre ajuste comportamental de los niños de 8 años de edad psicosocialmente desventajados fue también reflejado en puntuaciones significativamente elevadas en los síndromes de 2 bandas (multivariante F 4,606 = 5.65 p< .000) y la puntuación Total del Problema (F2,304= 12.20, p< .000), siendo la diferencia del síndrome de Externalización bastante más grande que la del síndrome de Internalización (Tabla 5 5). Mientras que ambos grupos de riesgo psicosocial puntuaron más alto que los niños sin riesgo en la escalas de Problema Total y síndrome de Externalización, sólo el grupo de alto riesgo tuvo puntuaciones más altas en la escala del síndrome de Internalización. Interacción entre los grupos de riesgo y con el sexo No se obtuvieron efectos de interacción entre el riesgo biológico y psicosocial cuando los grupos fueron comparados en la banda estrecha (F32,1097 = 0.91, NS) y los síndromes de banda ancha (F8,606 = 1.48, NS). Sin embargo, hubo una interacción significativa en la puntuación del Total del Problema (F4,304 = 2055, p < .039). Los análisis multivariantes y las comparaciones individuales indicaron que las diferencias entre los grupos de riesgo psicosociales estaban intensificadas en los grupos de riesgo biológico moderado y alto (Fig. 16). 4 N del T: Tabla 4, página 1234 del artículo original. N del T: Tabla 5, página 1234 del artículo original. 6 N del T: Fig. 1, página 1235 del artículo original 5 5 No hubo interacciones del grupo de riesgo con el sexo (ni para el riesgo biológico ni para el riesgo psicosocial) en ninguna de las escalas CBCL, sugiriendo que las diferencias encontradas entre los grupos de riesgo sirvieron tanto para niños como para niños. Resultados Categóricos Cuando los niños clasificados estaban en la clase normal versus borderline/ clínico (puntuaciones de T ≥60 para la banda ancha y la escala de Problemas Total) de las escalas CBCL, se obtuvieron casi resultados idénticos que con las puntuaciones de T. Los niños de grupos de riesgo biológico tuvieron significativamente niveles más altos de puntuación en las clases criticas que el grupo de no riesgo en la escala de Problemas Sociales (alto riesgo, 12.6%; riesgo moderado, 9.8%; no riesgo, 1.8%; p = .011) y en la escala de Problemas de Atención (17.1% versus 4.9% versus 6.3%; p = .004). Más niños con riesgo psicosocial que niños sin riesgo puntuaron más alto en los Problemas Sociales (alto riesgo, 10.1%; riesgo moderado, 12.9%; no riesgo, 1.8%; p = .008), los Problemas de Atención (14.6% versus 10.9% versus 3.6%; p = .017), Conducta Delincuente (10.2% versus 7.0% versus 1.8%; p = .036) y el Comportamiento Progresivo (15.6% versus 8.9% versus 3.6%; p = .009). Se encontraron también niveles elevados en las escalas de banda ancha de la Externalización (36.7% versus 27.8% versus 12.5%; p = .000) y los problemas de Internalización (35.8% versus 25.7% versus 20.5%; p = .036) así como en la escala de Problemas Totales (40.4% versus 25.8% versus 14.3%; p = .000). DISCUSIÓN Los resultados de este estudio sugieren que los niños que crecen con problemas biológicos o psicosociales tempranos (tales como parto pretérmino o psicopatología paternal) tienen mayor riesgo de presentar problemas de conducta a la edad de 8 años. Este hallazgo esta en línea con multitud de investigaciones previas que han examinado las secuelas conductuales a largo plazo de los factores de riesgo temprano. De acuerdo con nuestros resultados, los problemas de conducta de los niños de 8 años con antecedentes familiares de adversidad fueron mucho más penetrantes que los de niños nacidos con complicaciones médicas. Así, en nuestro estudio la adversidad familiar temprana fue asociada con niveles más altos de problemas en un amplio espectro de dominios conductuales (incluyendo los problemas de internalización y externalización) en tanto los individuos de riesgo moderado como en los de alto riesgo. En contraste, las consecuencias negativas de los ataques perinatales fueron confinadas a alteraciones aisladas como los problemas sociales y de atención en los niños de alto riesgo. Mientras que la significación de los factores de riesgo psicosociales tempranos en la adaptación del niño está bien documentada en numerosos estudios, la evidencia que indica que los niños nacidos con complicaciones obstétricas están en riesgo de problemas de conducta, no es concluyente con respecto a la naturaleza y la frecuencia de estas alteraciones (Breslau, 1995). Nuestros hallazgos se corresponden con los de investigadores que han encontrado niveles más altos de problemas de atención (Breslau et al., 1996), especialmente en niños de bajo peso al nacer (Botting et al., 1997; Sykes et al., 1997). También apoyan los resultados de los que identifican las secuelas conductuales de la prematuridad con problemas emocionales como ansiedad social (Sommerferl et al., 1996). Este patrón heterogéneo y sutil de alteraciones puede indicar el hecho de que las secuelas conductuales de complicaciones perinatales no han sido adecuadamente descritas en categorías de diagnóstico común pero pueden reflejar déficits específicos como consecuencia de daño cerebral en el periodo neonatal (Breslau 6 et la., 1996). La interpretación de que puede haber una base diferente de déficits de atención en niños con riesgo perinatal es apoyada por evidencias recientes relacionadas con anormalidades craneales neonatales en los ultrasonidos en niños de bajo peso al nacer con consecuencias psiquiátricas posteriores (Whitaker et al., 1997). En contraste a los factores de riesgo perinatales, se encontró que la adversidad familiar afecta a un número de dominios conductuales con puntuaciones más altas de tanto los problemas de externalización como de internalización. Este hallazgo relacionado con la relación entre los factores de riesgo psicosociales tempranos y el mal ajuste en el niño más tarde, apoya ampliamente investigaciones previas (Rutter, 1988; Werner y Smith, 1982). Como en la mayor parte de los estudios, las consecuencias específicas de los factores de riesgo familiares pueden identificarse con aumentos en problemas de externalización. Así, las diferencias entre los grupos en riesgo psicosocialmente y los de no riesgo, fueron más pronunciadas debido al comportamiento agresivo, que es consistente con la suposición que las interacciones disfuncionales familiares juegan un papel importante en la mediación de los problemas de externalización (Patterson et al., 1992). Nuestros hallazgos indican también que se tiene que considerar los factores de riesgo biológicos y psicosociales tienen principalmente efectos adversos independientes en el desarrollo del niño. En este estudio, la evidencia empírica para la relación interactiva entre los factores familiares y las complicaciones perinatales fue escasa. Sólo en un caso (relacionado con la puntuación de Problemas Totales de la CBCL) emergió una interacción significativa, sugiriendo que el impacto de los ataques perinatales fue intensificado en una familia con antecedentes desventajosos. Este resultado coincide con hallazgos previos que han fracasado en apoyar de forma consistente la hipótesis de que el ambiente social modifica el efecto de las complicaciones perinatales en los resultados conductuales del niño. Mientras que varios estudios parecen corroborar la noción de un efecto multiplicativo en los grupos de múltiple riesgo (Saigal et al., 1991), estudios recientes no han encontrado efectos diferenciales de riesgo biológico a través de los grupos de riesgo ambientales (Levy-Shiff et al., 1994; Sommerfelt et al., 1996; Sykes et al., 1997). Una variedad de limitaciones biológicas puede servir como posibles explicaciones para esta inconsistencia. De este modo, es de todos conocido, que los factores de riesgo biológico y psicosocial están relacionados (Breslau, 1995). Una confusión de estos factores puede resultar en grupos de múltiple riesgo sesgados (con individuos de alto riesgo sobre representados) y como consecuencia de más resultados adversos. No hubo interacciones entre el sexo y los factores de riesgo, indicando esto que la secuelas de los factores de riesgo tempranos parecen ser de una magnitud similar en niños y niñas. Este resultado esta en contraste con varios estudios previos en los que los niños en riesgo han resultado más afectados que las niñas (Breslau et al. 1988). Sin embargo, la hipótesis de que el sexo modifica los resultados conductuales de los factores de riesgo tempranos no ha recibido apoyo consistente (Sommerfelt et al., 1996). Obviamente, se requieren especificaciones más precisas del subgrupo de riesgo en el que un efecto modificador pueda ser observado para dilucidar la relación entre los factores de riesgo y el sexo. 7 Limitaciones Aunque nuestros resultados proporcionan evidencia de que la adversidad familiar tiene un impacto fuertemente negativo en el desarrollo conductual del niño, no nos revelan si este efecto esta, de hecho, mediado por factores ambientales. Al evaluar la significación de los factores familiares, se tiene que tener en cuenta que los factores genéticos no han sido incluidos en este estudio. El papel de las influencias genéticas en la psicopatología del niño ha sido puntualizado en los últimos años. Han sido demostrados componentes heredables relativamente fuertes, para un número de alteraciones de la infancia (Rutter et al., 1999). Los estudios que han utilizado diseños genéticos sensibles han indicado que muchos de los efectos supuestamente ambientales, realmente reflejan, en parte, factores genéticos (Plomin et al., 1994). Varios de nuestros factores de riesgo familiares pueden estar influenciados por la herencia. Por ejemplo, la consecuencias adversas del nivel educacional bajo o la psicopatología de uno de los padres pueden bien, ser mediadas por la variación genética. Sin embargo, la relación entre los factores genéticos y ambientales es compleja. Los factores genéticos pueden ser ambientalmente mediados (correlaciones gen-ambiente) o modificados por factores ambientales (interacciones gen-ambiente). Por ejemplo, existe fuerte evidencia de que la personalidad paternal antisocial está frecuentemente asociada con características adversas de la familia, que es probable que creen ambientes negativos para los niños. Ya que el diseño de nuestro estudio no puede separar los efectos ambientales y genéticos, son necesarios estudios en gemelos y adopciones para evaluar adecuadamente la relación entre la adversidad familiar y la genética. Además, debido a que la aproximación de nuestro estudio, es medir los efectos a largo plazo de los factores de riesgo tempranos, no es posible llegar a conclusiones en otros mediadores individuales o ambientales (como la habilidades cognitivas del niño o cambios en el ambiente familiar) vinculando el riesgo a los resultados. Las investigaciones futuras tendrán que determinar la naturaleza específica de esas variables mediadoras implicadas en las consecuencias de larga duración de los factores de riesgo tempranos en los resultados de la conducta del niño. Otra limitación de este estudio es debida a que los grupos de riesgo biológico están lejos de ser homogéneos. Los niños han sido incluidos por una variedad de razones, que van de bajo peso al nacer a complicaciones perinatales severas. Los efectos potenciales de esta heterogeneidad son desconocidos: pueden ser responsables de la contribución relativamente baja de los factores de riesgo perinatales a los resultados de conducta del niño, así como, de algunas inconsistencias con la literatura, que se ha centrado en el bajo peso al nacer como el mayor indicador de riesgo. Debido a que la valoración en medicina neonatal ha avanzado considerablemente, las investigaciones futuras serán capaces de definir el riesgo perinatal de forma más precisa, utilizando métodos de imagen de resonancia magnética para detectar anormalidades del cerebro en los niños de riesgo. Implicaciones Clínicas Una gran implicación de los resultados presentados aquí es apuntar la significación de los factores de riesgo familiares cuando se estiman las consecuencias de conducta en los niños de riesgo. Las consecuencias de desventaja familiar presentes ya en el parto pesan claramente más que las complicaciones perinatales. Así, los cuidados preventivos 8 de salud durante el embarazo y la infancia deberían concentrarse más en elaborar estrategias para reducir el impacto de los factores adversos (como la depresión materna) y promover los factores protectores (como una interacción positiva padre-niño) en las familias en desventaja. 9