Contratos y conductas: Si hago lo que dice el contrato, lo cumplo. ¿O no? La Suprema Corte de Justicia estableció que, aunque dos partes acordaron algo en un contrato, su “verdadera intención” fue otra. Este fallo supuso que un banco, que había concedido una línea de crédito, apenas pueda ejecutar el 15% de la garantía que había acordado con su cliente. La línea de crédito y su garantía La empresa pactó con el banco una línea de crédito por cientos de miles de dólares. Como garantía, cedió a favor del banco la totalidad, el 100%, de los créditos presentes y futuros que la empresa tenía contra una cadena de supermercados. Durante años, la empresa cumplió el contrato razonablemente. Si bien en algún momento sobregiró la cuenta, fue por montos menores que pronto fueron debidamente cubiertos. En general, para cancelar esas ocasionales deudas, el banco solo afectaba una pequeña parte del 100% de los créditos cedidos en garantía. Pasado el tiempo, debido al creciente deterioro de la capacidad de pagos de la empresa, el banco, haciendo uso de facultades expresamente establecidas en el contrato, cortó la línea de crédito y recurrió a la garantía, afectando el 100% de los créditos cedidos por su cliente. Reclamo y argumentos La empresa demandó al banco. Su argumento fue doble: que la institución financiera solo podía afectar 15% de sus créditos, ya que ese fue el porcentaje que histórica- mente había retenido ante los incumplimientos. Y, además, que debió cerrar su negocio ante el corte de su línea de crédito y como consecuencia de la ejecución por parte del banco del 100% de la garantía. Por su parte, el banco se opuso al reclamo argumentando que el contrato firmado y vigente lo autorizaba expresamente a cerrar la línea de crédito y a afectar el 100% de los créditos en caso de incumplimiento. 1301 del Código Civil, que establece que la conducta de las partes, posterior al contrato, sirve para explicar la intención de éstas originalmente cuando celebraron su acuerdo. La SCJ entendió que si durante años de relación, el banco solamente utilizó un 15% de los créditos, su intención original fue afectar solo ese porcentaje menor de la garantía y no el 100%, a pesar de lo escrito y firmado en el contrato. “…dada la larga duración del vínculo y la frecuencia de las prestaciones, la forma en que las partes ejecutan el contrato puede afectar los derechos de cada una…” La sentencia El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia (“SCJ”), luego que el tribunal de primera instancia fallara a favor de la empresa y el de segunda instancia a favor del banco. En la Sentencia Nº 475/2014, con tres votos contra dos, la Corte coincidió con el tribunal de primera instancia. Sostuvo que, si bien el contrato habilitaba al banco a ejecutar el 100% de los créditos presentes y futuros, “es claro que la verdadera intención de las partes era que solo una parte de ese crédito iba a ser utilizado en beneficio” del banco. El fallo se basó en el artículo Las palabras y los actos La doctrina y jurisprudencia han afirmado que un contrato puede ser modificado en forma expresa, haciendo una adenda, por ejemplo. O también, tácitamente, a través del comportamiento habitual de las partes. Ciertas conductas pueden constituir un “acto propio”, lo que significa que si una parte se comportó de determinada manera durante un tiempo prolongado, aceptando, por ejemplo, algo distinto a lo acordado en el contrato y pagando mensualmente por ello, luego no puede cambiar abruptamente esa Sebastián Ramos sramos@ferrere.com ferrere.com/quienes-somos/ abogados/sebastian-ramos conducta y exigir aquello a lo que tiene derecho de acuerdo al texto escrito del contrato. Ese cambio sería contrario a la buena fe y por tanto inadmisible. Este criterio interpretativo toma mucha importancia en los contratos de varios años, como el de la empresa y el banco. Dada la larga duración del vínculo y la frecuencia de las prestaciones, la forma en que las partes ejecutan el contrato puede afectar los derechos de cada una. El peligro de las “verdaderas intenciones” En FERRERE, día a día elaboramos diversas estrategias para evitar que nuestros clientes resulten perjudicados por una modificación inadvertida e indeseada de los contratos. Un seguimiento minucioso de la ejecución del contrato y/o la inclusión de cláusulas que establecen que las modificaciones deben ser expresas y documentarse por escrito, son algunos de los recursos básicos de precaución. El rigor en la redacción de los contratos y el profesionalismo con que se atienden los hechos y su significado son imprescindibles para evitar que algún día un juez pueda afirmar que la “verdadera intención” de las partes no es aquella que acordaron por escrito.