PONENCIA 5 Tratamiento inicial de la enfermedad de Parkinson M. Rosario Luquin Introducción La enfermedad de Parkinson (EP) se caracteriza por la degeneración de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra pars compacta, lo que condiciona una grave disminución de dopamina estriatal, responsable del desarrollo de los síntomas motores de la enfermedad. Por ello, el tratamiento convencional de esta entidad se ha orientado a restituir los niveles cerebrales de dopamina mediante la administración de fármacos con actividad dopaminérgica. La levodopa continúa siendo el fármaco más potente de que disponemos para revertir los síntomas de la enfermedad. Sin embargo, aproximadamente un 70-80% de los pacientes desarrollan complicaciones motoras en forma de fluctuaciones o discinesias al cabo de 3-5 años de haber iniciado el tratamiento con levodopa. Estas complicaciones motoras parecen relacionarse con una pérdida progresiva de terminales dopaminérgicas nigroestriadas, que sucede al avanzar la enfermedad, aunque algunos estudios indican que el tratamiento inicial de ésta puede influir en su desarrollo. A pesar de los numerosos avances realizados en el conocimiento y tratamiento de la EP, existen todavía dos preguntas clave para las cuales no hemos encontrado una respuesta: cuándo y con qué fármaco o fármacos debemos iniciar el tratamiento de la EP. conducta y, entre ellas, la de mayor peso deriva de los resultados de ensayos clínicos con un diseño de inicio retrasado (delayed treatment). En estos ensayos existen dos brazos de tratamiento: uno de ellos recibe el producto activo, y el otro, placebo. Al cabo de seis meses, los pacientes que recibieron placebo inician el tratamiento con el fármaco activo. Estos estudios demuestran claramente que los sujetos que inician el tratamiento con un fármaco activo mantienen escalas de discapacidad –medidas por la Unified Parkinson’s Disease Rating Scale (UPDRS)– menores que los que comienzan el tratamiento seis meses más tarde o, lo que es lo mismo, los pacientes que inician el tratamiento con seis meses ‘de retraso’ nunca consiguen la misma mejoría sintomática que aquellos que iniciaron el tratamiento de forma temprana. Aunque al principio este patrón se observó en sujetos en tratamiento con rasagilina [1], se ha demostrado que ocurre también en estudios con agonistas dopaminérgicos y levodopa [2], lo que excluye que el efecto beneficioso observado se deba a una acción neuroprotectora de los fármacos, como inicialmente se postuló. Sin embargo, estos resultados claramente indican que el retraso en el inicio del tratamiento sintomático conlleva un menor beneficio motor a largo plazo, es decir, apoyan la hipótesis de que el tratamiento debe iniciarse en cuanto se realiza el diagnóstico de la enfermedad [3]. Cuándo debe iniciarse el tratamiento Con qué fármaco o fármacos debe iniciarse el tratamiento El momento en el que debe iniciarse el tratamiento de la EP ha sido objeto de debate durante los últimos 20 años con opiniones contradictorias. En la última década, la mayoría de los autores proponían iniciar el tratamiento cuando los síntomas limitaran de alguna manera las actividades de la vida diaria, en un intento de retrasar en lo posible la aparición de las complicaciones motoras. Sin embargo, algunas evidencias científicas obligan a replantear esa El mejor conocimiento de los mecanismos moleculares implicados en la degeneración de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra ha llevado al desarrollo de fármacos que bloqueen alguna de las cascadas implicadas en la muerte celular dopaminérgica. Sin embargo, ninguno de los fármacos ensayados (antioxidantes, coenzima Q10, agentes anti­ apoptóticos, etc.) ha modificado el curso progresivo de la enfermedad [4,5]. www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 1): S35-S36 Departamento de Neurología y Neurocirugía. Clínica Universitaria de Navarra. Pamplona, Navarra, España. Correspondencia: M. Rosario Luquin Piudo. Departamento de Neurología y Neurocirugía. Clínica Universitaria de Navarra. Avda. Pío XII, 36. E-31008 Pamplona (Navarra). E-mail: rluquin@unav.es Aceptado: 30.11.09. Cómo citar este artículo: Luquin MR. Tratamiento inicial de la enfermedad de Parkinson. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 1): S35-6. © 2010 Revista de Neurología S35 M.R. Luquin Los estudios clínicos diseñados para comparar la incidencia de fluctuaciones motoras en pacientes que inician el tratamiento con levodopa o con agonistas dopaminérgicos han demostrado que el inicio terapéutico con un agonista dopaminérgico conlleva una menor incidencia de discinesias a los cinco años de tratamiento en comparación con los pacientes que inician el tratamiento con levodopa. Esta menor incidencia de discinesias en los sujetos que reciben agonistas dopaminérgicos, junto a una menor reducción de la captación estriatal de fluorodopa o DaT-Scan, se interpretó inicialmente como un efecto neuroprotector de los agonistas dopaminérgicos frente a la levodopa. Sin embargo, actualmente se conoce que tanto la actividad dopadecarboxilasa (medida mediante tomografía por emisión de positrones con fluorodopa) como la captación de DaT en la tomografía cerebral por emisión de fotón único pueden ser modificadas por el tratamiento farmacológico con levodopa o agonistas dopaminérgicos [6]. Un hallazgo a la hora de analizar estos resultados o decidir el tratamiento inicial de los pacientes es el hecho de que, aunque los pacientes tratados con agonistas desarrollan menos discinesias que los que reciben levodopa, estos últimos presentan escalas de discapacidad motora (puntuación de la UPDRS) mayores que los tratados con levodopa, si bien las escalas de discapacidad para las actividades de la vida diaria resultan similares. Aunque los agonistas dopaminérgicos son una buena opción de tratamiento inicial para los sujetos jóvenes, el beneficio clínico de los agonistas es limitado y sólo un 20% de los pacientes permanece en monoterapia con agonistas a los cinco años. Recientemente se han publicado los resultados del estudio Sydney en el que se ha seguido de forma prospectiva, durante 20 años, una cohorte de pacientes que iniciaron el tratamiento con levodopa o bromocrip- S36 tina en dosis bajas. El estudio ha demostrado claramente que el efecto beneficioso de los agonistas sobre el desarrollo de discinesias desaparece al cabo de cinco años, y a los 15 años de seguimiento de los pacientes, dominan en ambos grupos de pacientes síntomas motores y no motores que no responden a la terapia dopaminérgica, reflejo de la evolución de la enfermedad. Un hallazgo interesante es que los pacientes que iniciaron el tratamiento con levodopa mantienen a lo largo del estudio escalas de discapacidad funcional más bajas que los que iniciaron el tratamiento con bromocriptina [7,8]. Estos resultados indican que no existe justificación alguna para retrasar la introducción de la levodopa en el tratamiento de los pacientes con EP cuando los síntomas de la enfermedad lo requieran. Bibliografía 1. Olanow CW, Rascol O, Hauser R, Feigin PD, Jankovic J, Lang A, et al. A double-blind, delayed-start trial of rasagiline in Parkinson’s disease. N Engl J Med 2009; 361: 1268-78. 2. Fahn S, Oakes D, Shoulson I, Kieburtz K, Rudolph A, Lang A, et al. Levodopa and the progression of Parkinson’s disease. N Engl J Med 2004; 351: 2498-508. 3. Linazasoro G. Inicio de la terapia dopaminérgica en la enfermedad de Parkinson: seis buenas razones para no retrasarlo. Neurología 2008; 23: 299-305. 4. Linazasoro G. 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