Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales

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“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
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“Un paseo
arqueológico
por los yacimientos
medievales de
Villalba de los
Alcores”
Conferencia pronunciada el 8 de agosto de 2012,
Casa de Cultura de Villalba de los Alcores
Iván García Vázquez
1
Arqueólogo e Historiador
Arbotante Patrimonio e Innovación SL
ivangv@arbotante.com
RESUMEN
Villalba de los Alcores es un pueblo
de raíces altomedievales que cuenta con
una gran riqueza arqueológica. De todo
este tesoro destacan sus yacimientos
medievales, que dan buena cuenta de la
Reconquista desde el punto de vista de la
ordenación del territorio, destacandose la
red de aldeas formada por Fuenteungrillo,
Mataplana y Villalba del Alcor.
Palabras clave: Aldeas altomedievales,
cister, Órdenes militares, despoblados,
necrópolis, Edad Media,
ABSTRACT
Villalba de los Alcores is a town
that has an early medieval archaeological
wealth. From all this treasure emphasize its
medieval sites, which give a good account
of the Reconquest from the point of view of
planning, villages standing out network
formed by Fuenteungrillo, Mataplana and
Villalba del Alcor.
Key words: Early Medieval Villages, Cistercian,
Military Orders, deserted villages, necropolis,
middle ages.
1
http://www.linkedin.com/pub/iv%C3%A1ngarc%C3%ADa-v%C3%A1zquez/49/818/221
Iván García Vázquez
Reconquistados dos tercios de la
meseta norte a los musulmanes, la
frontera con los reinos cristianos quedó
establecida en el río Duero. Algo más al
norte, en la zona de Torozos, se había
comenzado a repoblar entre los siglos IX y
X, momento en el que es muy probable que
ya existiesen las aldeas de Fuenteungrillo y
2
Mataplana .
1 Villalba y la Orden Templaria
(S. X-XII)
En muchos lugares de Castilla y de
León, fueron los caballeros templarios los
iniciadores de los núcleos de población,
mediante la fundación de una ermita, en
torno al cual crecerían las villas. Éste
parece ser el caso del caserío de Villalba
del Alcor, que se desarrolló en torno a la
iglesia de Santa María del Templo, cuya
advocación en estas tierras parece ser
exclusivamente templaria (Castán, 1982:
202).
Esta
orden
militar,
llamada
oficialmente Orden de los Pobres
Caballeros de Cristo y del Templo de
Salomón, había sido fundada en 1119 en
Jerusalén, y pudieron arribar al páramo
hacia 1128, cuando el caballero templario
Raimundo Bernardo acompañó a Alfonso
VII y su hermana doña Sancha en la
Comitiva Real que volvía desde Portugal.
Los problemas para entender la
llegada y entidad de los templarios a
Villalba son varios debido a la pérdida de
documentación medieval. Pero el hecho
de que en aquella época ya hubieran
fundado la iglesia de Santa María del
Templo, contrasta con la certeza de que la
primera donación castellana de que se
tiene noticia es Villaseca (Soria), en 1146,
no siendo hasta más de 20 años después,
cuando los templarios reciban la donación
de Ceinos de Campos. Entre uno y otro
hecho, los hospitalarios ya habían tomado
posesión del castillo, como se verá a
continuación. Finalmente no existen
noticias sobre la salida de los templarios de
2
Aunque no existe documentación tan remota,
Reglero afirma que las dataciones radiocarbónicas
remiten al menos al siglo IX en el caso de
Fuenteungrillo, en tanto que los niveles
medievales mas antiguos asociados a Mataplana
datarían de en torno al s. X.
1
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
Villalba, aunque parece ser que se unieron
a otras órdenes para luchar contra los
almorávides.
De su presencia no hay duda, por
la existencia de la iglesia advocada a
Santa María del Templo, que además
posee la sobriedad, austeridad y formas
cistercienses que denotan el influjo de esta
orden, pues la regla templaria estaba
adherida a la del cister (Ibid.: 202). Por otro
lado, el cronista de Alfonso XI recoge
“Porque Don Pedro Fernández de Castro
avía puesto con el Rey que faría a Don
Joan Alfonso, Señor de Alburquerque et de
Medellín… et por asosegar en su servicio,
diole por heredat lo que avia la Orden del
temple en el logar de Villalba del Alcor, que
es en Campos…” lo que indica que a pesar
de la llegada de los hospitalarios, pudieron
mantenerse las propiedades de los
templarios.
De lo que no hay duda es que en
aquellos tiempos, presentes templarios y
hospitalarios, debían estar ya funcionando
las aldeas de Fuenteungrillo y Mataplana
que, unidas a Villalba del Alcor, forman el
escenario arqueológico en el que se va a
centrar esta conferencia.
2 La importancia de la omnipresente
Orden Hospitalaria de San Juan de
Jerusalén (1120-1180)
Los hospitalarios se asentaron en
Torozos tras la donación de propiedades
que hizo Doña Sancha, hermana del rey
Alfonso VII, a la Orden Hospitalaria de San
Juan de Jerusalén que volvía de la primera
Cruzada. Existen pocos ejemplos donde la
orden Hospitalaria haya tenido tanto
protagonismo en el origen y devenir
histórico de un territorio como es el caso de
Villalba del Alcor.
Esta importancia está motivada por
su posición intermedia entre el reino
leonés y el condado de Castilla, lo que le
convierte en lugar de frontera, y por ello en
un interesante punto estratégico.
La
Orden
Hospitalaria
tomó
conciencia de esta posición de privilegio y
se hizo con varios dominios que le
permitieron afianzar su jurisdicción frente a
la Monarquía, y extender una estructura
asistencial a lo largo del Camino de
Santiago. Hasta tal cota alcanzó su poder,
Iván García Vázquez
que al reanudarse las hostilidades entre
León y Castilla en la última década del XII,
el propio Pontífice debe ordenar a los
hospitalarios que se abstengan de tomar
partido por uno u otro bando.
Por aquel entonces, la orden de
San Juan mantenía un papel ambiguo,
pues su potencial militar se encontraba a
caballo de los dos reinos. Por ello era
necesario delimitar su jurisdicción, y
neutralizar esta posición ambivalente.
Firmada la paz con León, Alfonso VIII
recobra su dominio en Matallana en 1181,
a cambio de Alcubiella, en el valle de
Esgueva (Ayala, 1999: 13-14).
El Hospital de Juan Bernaldo
La llegada de los caballeros
sanjuanistas parece coincidir con la
existencia de un hospital en el actual
término de Villalba, sin que pueda probarse
documentalmente que sea de su autoría, si
bien es cierto que en no pocas ocasiones la
fundación de una alberguería era el
desencadenante de la creación de una
villa, como en el caso de Atapuerca (Ayala,
1999:19). Lo cierto es que cuando en 1140
la orden recibe el monasterio de Wamba y
sus pertenencias, incluye el “Hospital del
Monte” que había pertenecido a Juan
Bernaldo (Ayala, 1999: 15).
En
cualquier
caso,
existen
numerosas noticias que remiten de una u
otra manera a la existencia del
establecimiento hospitalario junto a un
camino. El Fuero de Torremormojón (1144)
delimita el alfoz de este núcleo por el
"Hospital de Juan Verdugo" (sic, Bernaldo);
en 1156 se delimita el Monte del Alcor, que
es donado a Valladolid por el "Hospital de
la carrera de Villalba"; en 1158, la infanta
doña Sancha dona a Santervás "la
alberguería que hizo Juan Bernaldo entre
Villalba y Mucientes" y en 1338, al partir los
términos de Valladolid y Mucientes, se
habla del "monte que está hacia San
Mamés y el hospital" (Reglero, 1999: 363).
Sobre el terreno no queda
estructura vertical que permita aventurar
que allí existió, en tiempos, un hospital.
Pero no es menos cierto que, examinando
el entorno, se aprecian trazas de
microrrelieve que dibujan el contorno de
un edificio rectangular, del que asoman
los
arranques
de los muros
de
2
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
Iván García Vázquez
mampostería.
Otras
trazas
de
microrrelieve, situadas en el extremo
occidental del área, indican la presencia de
profundas depresiones excavadas en el
suelo y revestidas de piedra caliza que se
podrían corresponder tanto a pozos como a
silos, como bien indica Mañanes (1983: 3839) y Palol (1974: 214).
Su singularidad radica en que se
adapta al avance de las técnicas bélicas.
A medida que evoluciona la tecnología
militar se hacía necesario cambiar la forma
de los castillos para protegerse de las
nuevas armas de artillería. También el paso
de un uso militar a uno palaciego
modificaron sustancialmente sus formas.
En las inmediaciones se aprecia
una coloración diferencial, en la que se han
recuperado algunas cerámicas a torno y
tejas que pueden estar señalando la
existencia de alguna construcción auxiliar
sin función conocida.
En Castilla es común encontrar
como resultado de estos dos factores los
llamados castillos de la Escuela de
Valladolid, muy bien conservados en su
mayoría, pero casi todos iguales. Se
componen de un recinto cuadrado de
muros y una torre del homenaje el doble de
altura que los muros. Siempre siguen el
mismo modelo, que se basa en el Alcázar
de Segovia y, dependiendo del poder
económico del propietario, tienen mayor o
menor tamaño.
El castillo de Villalba de los Alcores
Aunque su origen es oscuro,
parece que fue fundado en el año 1149
por los caballeros hospitalarios y después
pasó a propiedad de la casa de
Alburquerque por donación del rey Alfonso
XI a don Juan Alonso de Alburquerque.
El investigador Edward Cooper
sostiene que debió ser en el S. XIII, cuando
los caballeros hospitalarios reforzaron el
edificio duplicando el grosor de las paredes
y colocando las torres macizas a modo de
contrafuertes para sostener la nueva
estructura. Además añadieron las dos
torres, la del homenaje y la del rastrillo, que
es por donde se entraba originariamente a
la fortaleza (Cooper, 1991).
Del primitivo edificio templario no
parece quedar nada a simple vista, ya que
las estructuras más antiguas parecen ser
las asociadas a las bóvedas góticas, del
siglo XIII. Más evidentes son los restos de
fortificación de época hospitalaria, como las
torres y la muralla, y más aún las últimas
reformas de los siglos XV y XVI del cantero
Juan de Liérganes, que remodeló el
maltrecho castillo eliminando la panda
norte y reconstruyendo las plantas
superiores con bóveda de cañón.
Sería extremadamente productivo
realizar un estudio arqueológico completo
para
determinar
todas
las
fases
constructivas así como para datar las
primeras fases de utilización, con lo que se
resolverían muchos misterios que encierra
el monumento.
Pero, ¿por qué es tan especial?
El caso de Villalba es especial.
Pocos castillos góticos han llegado hasta
nosotros con tantos elementos intactos.
Este tipo de fortificación, aunque de época
y funciones muy similares al cercano
recinto de Montealegre, tiene muchas
diferencias. Sólo se conocen algunos
paralelos en el Languedoc francés.
Los muros del castillo son más
gruesos y sólidos en la primera planta, lo
que hace que los pilares de las bóvedas de
la segunda planta descansen directamente
sobre el muro. Las bóvedas son de
crucería, recordando más a un monasterio
que a un castillo, muy propio de aquellas
órdenes de monjes-soldados.
La entrada actual al recinto no es la
original, sino que se abrió en el lienzo norte
en algún momento del S. XIV o XV,
seguramente tras la refriega entre Enrique
IV y el Conde de Benavente, Rodrigo
Alonso de Pimentel, en 1469. La entrada
original se encuentra en el lienzo oriental,
bajo la segunda torre hueca en la que se
ubicaba el rastrillo.
Hay múltiples reseñas históricas
sobre las familias a las que perteneció la
fortaleza, pero cabe destacar, por su
antigüedad, a los Téllez de Meneses, cuyo
blasón decora las claves de las bóvedas de
crucería de la planta baja. Entre los siglos
XIII y XV sufrió importantes obras, pasando
por diferentes propietarios a lo largo de los
siglos.
3
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
Iván García Vázquez
El cinturón defensivo de la villa
Cuando el rey Alfonso VIII cede la
villa a Don Alfonso Téllez de Meneses (o
de Albuquerque), en premio por sus
servicios en la conquista de Cuenca, el
noble comenzó a edificar el perímetro
defensivo, si bien hasta fines del siglo XV
no adquiere su fisonomía final. Su
perímetro poligonal alcanza 1200 m de
desarrollo, y en tiempos, estuvo guarnecido
por 36 cubos, de los que hoy quedan en pie
siete, cuatro de ellos rehabilitados, junto a
un amplio foso que circunda el caserío de
la villa. El acceso se realizaba a través de
al menos dos puertas, que aún se
conservan,
pasando
por
diferentes
episodios bélicos.
Las Iglesias de San Salvador y de San
Martín de Matallana
De estas dos iglesias poco se
sabe. Situadas en el paraje de Matallana al
decir de su advocación, aparecen citadas
por primera vez en 1140, cuando la infanta
doña Sancha dona a la orden del Hospital
de San Juan de Jerusalén, el monasterio
de Santa María de Wamba con todas sus
propiedades, entre las que cita las iglesias
de San Martín de Mataplana y San
Salvador de Mataplana (Ayala, 1995: 187190).
Estos
dos
templos
darían
asistencia espiritual a los habitantes de
la aldea de Mataplana, perteneciendo todo
ello a la Orden del Hospital de San Juan de
Jerusalén. Arqueológicamente tan sólo se
ha podido localizar la planta de una de
ellas, si bien no ha sido posible identificar
su advocación, no pudiendo discernir de
cual de las dos se trata, aunque lo cierto es
que la iglesia abacial posee una capilla
bajo la advocación de San Martín, quizá
como reparación por la iglesia homónima
derruida.
Este primitivo templo, habría sido
levantado
por
los
caballeros
hospitalarios en fecha desconocida,
aunque también es probable que hubieran
puesto en uso un edificio ya existente. En
ese sentido, los datos cronológicos más
fiables, aunque imprecisos, sobre su origen
vienen de la mano de las excavaciones,
cuyas conclusiones sitúan la creación de
los cimientos de la iglesia entre los siglos X
y XII, en consonancia con las fechas de
repoblación del lugar.
El templo tiene planta basilical y la
cabecera está precedida por un crucero
que no está señalado en planta. Las
dimensiones de 36 m en su eje este-oeste
y de 18 m en su línea norte-sur, dan buena
cuenta de su importancia. Sus muros son
de mampostería con alma de cascajo, y a
los pies de cada una de las naves laterales
se dibujan dos dependencias que
flanquean el pórtico de entrada, sin una
función conocida (Ara Gil, 2008: 10). En su
cabecera posee tres capillas de las que
sobresale la central, La falta de
contrafuertes en los restos de los muros
hallados, hacen suponer que la iglesia
tuviera cercha de madera y cubierta de
tejas, sin descartar una bóveda central, al
decir de los cimientos centrales (Crespo,
2009: 380-381).
Parece que la sobriedad marca las
líneas generales de la estructura, pues no
se han encontrado restos ornamentales
que pudieran indicar su adscripción
estilística,
si
bien
por
algunas
apreciaciones
como
su
planta
prerrománica, debió de tener un aspecto
muy parecido a la iglesia de Wamba o a las
iglesias asturianas de los siglos IX y X
(Íbidem).
Pasado el tiempo, hacia 1180, y
tras la reconquista de La Rioja, el rey
Alfonso VIII recompensó a Don Tello Téllez
de Meneses con el Infantado de Matallana
por sus méritos en guerra. Junto con su
esposa Doña Gontrodo, atrajeron a una
comunidad de monjes cistercienses del
monasterio de La Crète, en Lyon (Francia),
y fundaron la abadía en 1181, siendo su
primer abad San Roberto de Matallana
(Salcedo, 1985: 109-111).
A la llegada de los monjes
franceses a Mataplana, mantuvieron en uso
esta iglesia, hasta que fue construída la
abacial en 1228 y el monasterio. La
información copiada al Libro Tumbo de la
Hacienda del Monasterio de Matallana,
escrito en 1630 probablemente por el padre
Basilio Duarte, y en los Anales
Cistercienses
redactados
por
Ángel
Manrique a mediados del siglo XVII,
permiten conocer los pormenores de la
fundación del monasterio cisterciense.
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“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
Ermita de Santa Marina y el Teso de la
Horca
En el pago denominado Teso de la
Horca, existió coetáneamente a la aldea de
Mataplana una ermita bajo la advocación de
Santa Marina, que estuvo en uso hasta el
año 1600, cuando los monjes la mandaron
derribar consagrándole a la santa, una de las
capillas de la iglesia abacial. Perdido el
topónimo, su existencia se conoce gracias a
algunos testimonios orales que, recogidos en
Villalba de los Alcores, remiten a la tradición
existente en el pueblo de que en el pasado
allí hubo una horca que tenían “levantada en
un castillo” los monjes de Matallana, y otras
que relacionan el hallazgo de restos
humanos “arando con mulas este teso”, por
lo que cabe la posibilidad de que se trate de
una necrópolis asociada a la ermita.
Las prospecciones arqueológicas
han permitido comprobar la existencia de
restos de materiales pétreos y algunas tejas,
que pudieran indicar la pervivencia de
materiales constructivos procedentes de la
estructura original en este mismo lugar, y
algunas
cerámicas
medievales
muy
imprecisas, pero que al tratarse de
facturaciones a torno y pastas anaranjadas
de aspecto medieval, recuerdan a otras
piezas recuperadas durante la excavación de
estratos precistercienses en el interior del
monasterio (Crespo, Herrán et alii, 2003: 80).
Señalan además, que las noticias referidas
al hallazgo de inhumaciones en el teso son
bastante
acordes
con
las
fuentes
documentales (Crespo, Herrán y Puente,
2003: 79).
La desconocida aldea de Mataplana
La aldea de Mataplana aparece
citada en varios documentos. El primero de
ellos es la lista de bienes donados por la
infanta Doña Sancha a la orden hospitalaria
(Ayala, 1999:309-311). En el segundo
documento se trata un intercambio de
propiedades, por el cual Alfonso VIII
recobra su dominio en Matallana en 1181,
a cambio de Alcubiella, en el valle de
Esgueva (Ayala, s/a: 13-14), de manera
que alejaba a la orden de San Juan de la
frontera del reino de León, acotando el
poder de la orden. Mataplana quedaba, de
este modo, bajo gobierno del rey Alfonso
VIII como señor natural suyo, hasta que en
1181 lo entrega a Tello Téllez de Meneses.
Iván García Vázquez
Su ubicación se estima en la zona
existente entre el convento y el palomar,
arqueológicamente
denominado
“El
Casetón de la Era I”. El poblado se
dispersa en tres zonas funcionales
diferenciadas: un lugar destinado a habitar,
un
espacio
de
transformación
de
materiales, o lugar de trabajo, y una ciudad
mortuoria, relacionada con los lugares de
culto como las iglesias de San Salvador o
San Martín, y la ermita de Santa Marina.
La zona habitacional: “El Casetón de la Era I”
Mataplana es una de las grandes
desconocidas del complejo arqueológico de
Matallana, lo que obliga a contrastar la
información disponible con la procedente
del entorno arqueológico de la época.
Aunque Quirós afirma que es una
perduración de época visigótica (Quirós,
2011:245), lo cierto es que su origen es
poco claro, y debe encuadrarse en las
repoblaciones castellanas del siglo X.
Por ello no se debe considerar el espacio
atribuido al caserío como único referente,
sino ampliarse la visión de manera que se
puedan discernir algunas incógnitas que
acompañan a la investigación sobre su
localización exacta, sus áreas funcionales y
su pervivencia en el tiempo.
El yacimiento arqueológico al que
dio lugar la antigua aldea se conoce
actualmente como “El Casetón de la Era I”,
y se sitúa entre el monasterio y el palomar.
Fue descubierto porque en superficie,
aunque no se aprecian muros o estructuras
medievales -el terreno es llano- se
observan en cambio una gran cantidad de
materiales arqueológicos dispersos (tejas
curvas y cerámicas a torno, algunos
ladrillos macizos y pequeños bloques de
caliza), con mayor concentración en la
zona más elevada, coincidiendo con un
ligero escalón de terreno que atraviesa la
parcela.
Crespo, Herrán y Puente (2003: 84)
señalan que de los restos aparecidos bajo
el monasterio, los más expresivos por su
cercanía a este enclave y por la similitud de
los materiales arqueológicos, son los
documentados en el patio del compás del
monasterio, situado a unos 75 m del
yacimiento, donde se detectaron en torno a
una docena de basureros rellenos con
desechos domésticos entre los que destaca
un conjunto de fragmentos cerámicos de
5
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
época medieval que se interpretaron como
asociados a la aldea de Mataplana.
Realizando un pequeño ejercicio de
imaginación, se puede aventurar la
existencia de un pequeño número de
cabañas, de planta rectangular marcada
por un zócalo de piedra caliza puesta de
mampostería, y un alzado de paredes de
madera y tapial. Estas viviendas estarían
asistidas por pequeñas construcciones
auxiliares destinadas a guardar paja, grano
o animales. Su techumbre estaría
soportada por unas vigas de madera, con
cubierta de tejas curvas. Aunque el número
de cabañas aun es desconocido, debieron
existir al menos más de cuatro o cinco
casas habitadas, pudiendo recibir entonces
el calificativo de aldea.
Existiría una zona de basureros y
muladares al oeste de la aldea, que
carecería por otro lado de un urbanismo
definido, dispersándose aleatoriamente por
el territorio, aunque sin romper la unidad.
A día de hoy, la investigación
arqueológica
ha
proporcionado
una
interesante
información
sobre
el
despoblado, ya que han sido descubiertas
concentraciones de teja curva y cerámica,
dispersas sobre una superficie de planta
más o menos ovalada, de 8,5 has de
extensión. Los materiales cerámicos
recuperados arrojan una datación para el
yacimiento de entre los siglos X y XII, lo
que permite relacionar la aldea con la
iglesia hospitalaria.
Además, en otoño de 2001 se
efectuaron 3 sondeos en el espacio
comprendido entre la necrópolis y el
yacimiento medieval “Casetón de la Era I”
(Crespo y Puente, 2002), obteniendo como
resultado la documentación de una serie de
depósitos de origen antrópico fechados en
época medieval que sobreelevaban la cota
natural del terreno algo más de 2 m. esto
indica que se construyó un terraplén para
evitar las crecidas del arroyo Mijares
(Crespo y Puente, 2002; Crespo, Herrán y
Puente, 2003: 98).
La zona de trabajo: El Casetón de la Era III
Junto a la aldea, aunque separadas
por una distancia prudencial, se ha
localizado un área artesanal. Los estudios
magnetométricos han aportado una posible
concentración de alfares, hornos y
Iván García Vázquez
barreros, verificados mediante excavación
arqueológica. Llama la atención la
abundancia de una concentración tan alta
de estas estructuras de combustión.
Manuel Crespo aporta una más que
interesante interpretación.
Cronológicamente
esta
zona
artesanal estaría vinculada a la aldea o a
los primeros momentos de formación del
monasterio, que precisaría de grandes
cantidades de materiales latericios para su
construcción. Ante la escasez de datos
fiables, mantiene una hipótesis en la que,
basándose en el modelo británico corporate
industries,
y, más en concreto los
destinados
a
la
producción
de
autoconsumo (in-house production) de las
grandes
instituciones
feudales
monasterios, concejos urbanos, centros
señoriales… (Stopford, 1992: 348).
Esta caracterización se basaría en
aspectos como la proximidad a un lugar de
status elevado, como el caso de la abadía,
la dedicación a un único tipo de producto
(solamente se han recuperado tejas con
defectos de cocción), aunque los pueden
coexistir con otro tipo de estructuras como
hornos
ceramistas
o
metalúrgicos.
Finalmente el monopolio en el consumo de
los productos y una construcción muy
similar, de alta calidad, serían el resto de
rasgos
identificativos
que
permiten
clasificar este yacimiento (Crespo, 2010:
177-178). El conjunto excavado en 2009
permite encuadrarlo en los siglos XII y XIII,
en sintonía con la existencia de la aldea y
el inicio de la construcción del monasterio.
La necrópolis, la sagrera y el cellarium de
Prado Guadaña
El cementerio de Prado Guadaña
es un espacio funerario conocido desde
antiguo. En sus primeros momentos, en
torno al siglo VII, es necrópolis visigoda.
Invadida la meseta por las tropas islámicas,
se pierde el rastro de la existencia de los
visigodos en Villalba, ni de su lugar
habitacional. Transcurridos unos 300 años,
este mismo lugar mantiene aún el recuerdo
de ser tierra consagrada, y se reutiliza
como necrópolis de la nueva aldea de
Mataplana.
Durante su excavación fueron
exhumados 44 sepulcros y una veintena de
hoyos. De ese total, y tras su estudio,
nueve sepulturas se encuadran en el
6
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
horizonte altomedieval, diferenciadas de las
visigodas por encontrarse a menos
profundidad. De estas tumbas cristianas
medievales destaca su carácter es seglar,
pues aparecen restos de mujeres y niños.
(Crespo: 2009: 379).
Por otro lado se ha constatado la
existencia de un posible cellarium dentro de
la necrópolis (Crespo: Ibid.). El cellarium,
sacraria o sagreda, es una práctica que se
lleva a cabo en el siglo XI, vinculada a la
llamada Paz de Dios. Se trata de una ley
eclesiástica procedente de Cluny, desde
donde pasó a los reinos pirenaicos y,
desde allí, al resto de la Península.
En lo que afecta a Prado Guadaña,
la Paz de Dios garantizaba el derecho de la
sagrera establecido en la bula papal de
1059: un radio de treinta pasos alrededor
de una iglesia que el obispo delimitaba
solemnemente al consagrar un edificio de
culto (Claramunt, 1985: 205-206). Dentro
de este espacio no se podría producir
ningún acto de violencia bajo pena de
excomunión. Con esta práctica, se
consiguió que los agricultores vieran a la
Iglesia como una garantía contra la
extorsión feudal, reafirmando ésta su poder
frente al de los grandes señores y
magnates (Azcarate, 2009: 134-135).
Pero
esta
práctica
se
institucionalizó,
evolucionando
hacia
formas diferentes. A partir de 1045 se
encontrarían celleros en manos de
particulares ubicados alrededor de los
templos. Éste sería el caso de los primeros
silos de Mataplana hallados en Prado
Guadaña. A partir de 1060, se distinguen
con claridad el sacrarius o cellero-almacén
de carácter sacro y la sacraria o sagrera
como espacio inmune en torno a los
templos, y la sagrera, que se consolidará
como espacio protegido que consigue
centralizar los censos eclesiásticos y una
parte de los excedentes campesinos, que
sería el caso de los últimos silos asociados
al monasterio.
Una atalaya en el yacimiento de Cañada
del señor
Al oeste del monasterio, sobre la
cima de un teso que se levanta sobre la
horquilla formada por los arroyos Negrilla y
Mijares se sitúan unos restos constructivos
cuyos materiales arqueológicos aportan
Iván García Vázquez
cronologías altomedievales que recuerdan
a estos tiempos en los que este valle era
frontera entre el Reino de León y el
Condado de Castilla.
Su emplazamiento en altura, su
difícil acceso, el excelente dominio visual
del entorno y la aparición de materiales
arqueológicos de cronología anterior a la
redacción del Tumbo, parecen anunciar la
posibilidad de que se trate de una pequeña
atalaya fortificada, que una vez caída en
desuso, habría podido ser sacralizada por
los cistercienses como ermita. Queda pues,
desdibujado su origen, quizá templario u
hospitalario.
3 La implantación y esplendor
del Cister (1180-1500)
La reforma cisterciense y su
implantación
La reforma cisterciense surgió en
pleno siglo XI como una vuelta a los
preceptos de sencillez, oración, trabajo y
hospitalidad de San Benito, que se habían
visto relajados en el seno de la orden
cluniacense.
El
primer
monasterio
cisterciense se funda en 1075 en
Molesmes, en Francia, convirtiéndose en la
casa madre del resto de monasterios, o
casas hijas. Los cistercienses son también
llamados bernardos, en recuerdo de San
Bernardo de Claraval, y visten hábito
blanco con escapulario negro, en tanto que
los benedictinos cluniacenses visten hábito
negro.
Resulta
ya
suficientemente
conocida la llegada de la orden del Císter a
Matallana en 1173, cuando don Tello Pérez
de Meneses y su esposa Doña Gontrodo,
ceden los terrenos a los monjes de Cluny
que se hacen cargo de la empresa,
fundando la abadía.
Se produjo entonces una gran
transformación del espacio físico de
Matapalana. La aldea cayó en desuso,
pues el espacio fue ocupado por el
monasterio, la necrópolis se convirtió en
sagreda y la vieja atalaya se consagró
como ermita.
La Iglesia de Santa María de Matallana
El proceso de construcción del
monasterio es sencillo y sigue el patrón
cisterciense: se comienza por la cabecera
7
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
de la Iglesia. En el caso de Matallana se
sabe que comienza en 1228, a instancias
de la reina consorte doña Beatriz de
Suavia, esposa de Fernnado III el Santo,
sobre la supuesta Iglesia de San Martín, y
que en 1254 ya se ha consagrado la capilla
de San Juan.
El templo está advocado a Santa
María de Matallana, recibiendo el topónimo
del lugar donde se encuentra, y capillas
están dedicadas a San Martín, San Juan,
San Bernardo, Santa María y Santa Marina.
Iván García Vázquez
de ultratumba de los patronos del
monasterio. En Matallana, es la familia
Téllez de Meneses, de la que se conservan
varios sarcófagos que se encontraban en
las capillas.
En segundo lugar, los monjes
cistercienses nunca se enterraban en el
interior de la iglesia, ya que se inhumaban
en el cementerio de la comunidad, que se
encontraba por término preferente, en el
exterior de la iglesia, alrededor de la
cabecera.
Existen seis sepulcros de la familia
Téllez de Meneses, fechados entre los
siglos XIII y XIV, que aparecieron entre los
escombros de la iglesia en los años 50, de
los que cuatro se encuentran en la
actualidad en el Museo de Barcelona, y dos
han perdido los relieves debido al maltrato
de la restauración.
Finalmente, son los abades,
personajes relevantes de la comunidad, los
únicos que se encuentran en disposición de
enterrarse en el interior del claustro, o
como ocurre en otros lugares, en la sala
capitular u otros lugares destacados.
Las dependencias monásticas medievales
El monasterio de santa María de
Matallana dispone de un amplio catálogo
de elementos arquitectónicos e ingenios de
los que no vamos a ocuparnos por ser de
época moderna o contemporánea, pero
procedentes de la Edad Media, se dispone
de información sobre varias instalaciones
auxiliares,
destinadas
a
labores
económicas o transformación de materias
primas.
Una vez edificada la iglesia, se
construía el claustro reglar, que articulaba
la vida de los monjes: desde allí se accedía
a los dormitorios, las cocinas, el refectorio,
que es donde comían, la sala capitular,
donde se reunía el Capítulo de la
comunidad y el calefactorio. De este
primitivo claustro tan sólo ha quedado la
basa de sus columnas, y una colección de
sepulcros de los propios monjes del
monasterio, que se enterraban en dicho
jardín. Por desgracia se desconoce su
aspecto original, pues desde el siglo XV se
sometió a continuas reformas.
Los
monasterios
cistercienses
fueron muy importantes por su carácter
asistencial en el Camino de Santiago. Por
ello cuentan de un área muy grande
destinado a hospedería, para alojamiento
de peregrinos. La alberguería se organiza
en torno al claustro de la hospedería, en
torno al que se articulan los servicios que
se ofrecen a los peregrinos: alojamiento,
enfermería,
botica,
cocinas
de
peregrinos…En este caso, al ser edificado
en 1590 y terminado en 1771, no vamos a
detenernos en él.
Las necrópolis monásticas
Normalmente existen tres lugares
funerarios estrictamente relacionados con
el monasterio. Por un lado, el interior de la
iglesia, que estaba destinado a ser morada
De tejares, molinos, y otras construcciones
El Prado de las Arcas: la traída de aguas
del monasterio
El sistema de traída de aguas
aparece por primera vez en el Libro Tumbo
en el siglo XV. El agua se captaba en el
páramo, desde donde se aprovechaba la
fuerza de su caída para irrigar los campos y
las cañerías del cenobio.
De esa primera acometida de aguas
del monasterio medieval se han conservado
algunos elementos, que han pervivido en la
toponimia con el nombre de “Prado de las
Arcas”, al sur del recinto monástico. Está
compuesta por cinco arcas, cuatro en el
prado y una ya dentro del recinto del
cenobio. Están distribuidas a intervalos
regulares a lo largo de un trayecto de unos
180 m. Están construidas con sillarejo de
caliza aparejado a soga, en hiladas regulares
trabadas con mortero de cal y arena,
formando un macizo de planta cuadrada de
unos 2 m de altura, rematado con un
elemento piramidal decorativo, aunque
posiblemente las arcas sean ya del siglo XVI,
8
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
reemplazando a una estructura medieval
anterior.
El Tejar
El yacimiento conocido como “El
tejar II”, se ubica en el extremo meridional
de la finca Matallana, entre la margen
izquierda del arroyo Mijares y la linde
occidental del Camino Bajo de Villalba. Se
trata de los restos del antiguo tejar del
monasterio de Matallana, que se localizaba
en la parte baja de la ladera, incrustada en
el interfluvio de los arroyos de La Moraleja
y Mijares (Crespo, Herrán y Puente, 2003:
68-71).
La zona donde se encuentra se
halla cubierta de tupida vegetación
herbácea pero en superficie “es posible
reconocer una buena cantidad de tejas
curvas, muchas de ellas quemadas, que se
extienden por la superficie y la ladera
occidental de un pequeño rellano formado
por la cuesta de páramo. Este rellano
posee un perfil caracterizado por presentar
una pequeña plataforma llana y una corta
ladera que cae sobre la inmediata margen
derecha del Mijares” (Crespo, Herrán y
Puente, 2003: 69).
El tejar se situaba inmediatamente
al sur de las tierras conocidas como Prado
de las Arcas y tierra del Palomar, las cuales
si bien hoy han perdido el topónimo, siguen
conservando aún las estructuras que en su
día dieron nombre a las parcelas, y al oeste
del camino de Villalba. Por último, indican
que el tejar siguió funcionando hasta el
primer cuarto del siglo XX, ya que vecinos
ancianos de Villalba lo recuerdan, e incluso
aparece cartografiado en la edición de
1932 del Mapa Topográfico Nacional.
Hitos del coto monástico
Existen tres mojones cilíndricos de
piedra, que no tienen ninguna inscripción,
repartidos por varios puntos de las
estribaciones de la finca Matallana. Se trata
de los antiguos amojonamientos del coto, de
los que no se sabe su número original, pero
de los que quedan en pie tres, desafiando el
paso del tiempo, y a los que se ha puesto
nombre:
- Mojón 1. Orejas de Liebre
- Mojón 2. Cantones
- Mojón 3. Cañada del Señor
Iván García Vázquez
La Casería:
Se trata de un edificio medieval, del
que se desconoce tanto su origen, aunque
hay constancia documental desde el siglo
XVI. Tampoco se conocen sus restos, si bien
su ubicación se halla bajo la granja de
corderos construida en 1985, lugar donde lo
sitúa un plano del siglo XIX. Las noticias se
remontan al siglo XVI.
Pozo de Nieve
Al igual que la casería, del pozo de
nieve o nevero sólo se conoce su noticia
escrita. Ubicado entre el palomar, al norte, el
Prado de las Arcas, al oeste, el Camino Bajo
de Villalba, al este y el Tejar, al sur. Quizá se
corresponda con algunas manchas que se
aprecian en fotografía aérea, de grandes
dimensiones, que actualmente se hallan en
estudio.
La ermita de San Cristóbal
Según el Libro Tumbo del
monasterio, que data de 1630, al oeste del
monasterio se encontraría la ermita de San
Cristóbal. Este templo debió erigirse sobre
las ruinas de la antigua atalaya de
vigilancia, en la Cañada del señor. Esta
hipótesis que se refuerza con la presencia,
en el extremo norte de la plataforma, de un
hito anepigráfico de piedra de forma
cilíndrica y aproximadamente 1 m de altura,
que quizás podría corresponder a un
amojonamiento del antiguo Coto Redondo
de Matallana ya que este cerro aparece
citado como hito del Coto Redondo con
Montealegre desde el siglo XIII (Hito de
San Cristóbal) hasta el siglo XVIII.
Un gran núcleo rural: los despoblados
de Fuenteungrillo, Santa Coloma y San
Pedro
Al oeste de la localidad de Villalba
se encuentra el tercer gran foco de
población del actual municipio. Se trata del
conjunto
urbano
formado
por
Fuenteungrillo, Santa Colomba y San
Pedro.
Fuenteungrillo
La noticia escrita más antigua de
Fuenteungrillo data de 1201, a pesar de
que existen dataciones radiocarbónicas del
siglo VIII, en un contexto secundario. Lo
que parece seguro es que su origen y el de
9
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
Mataplana vayan paralelos allá por el siglo
X, aunque Fuenteungrillo entra en
decadencia a inicios del siglo XV.
Contaba con dos iglesias con
necrópolis: la de Santa María y la de San
Miguel,
situadas
intramuros,
y
mencionadas en la documentación del siglo
XIV, aunque un siglo antes hay constancia
de la presencia de clérigos en la villa. La
iglesia de Santa María se identificaría con
la moderna de la Virgen de las Fuentes,
citada por Madoz (1984: 65), por lo que
cabría buscar el cementerio de San Miguel.
Las estructuras documentadas
consisten en parte del trazado viario, que
era articulado por tres calles principales,
una serie de viviendas, alguna de ellas
compuestas por varias habitaciones, una
cerca que delimita el poblado y en la que
se abren dos puertas, una al oeste y otra al
sur.
Iván García Vázquez
En cualquier caso, el barrio se
mencionaba hacia 1201 como poblado, y
vacío ya a mediados del siglo XIV, si bien
en su excavación se recuperó una moneda
de Alfonso X que puede llevarlo a inicios
del XIV.
En cuanto a su estructura urbana,
se ha documentado una cerca, de la que
sólo se aprecian restos en el lado oriental,
vestigios de viviendas construidas con
muros de doble paramento de piedra, cuyo
interior se ha rellenado con piedras
pequeñas y barro y, la necrópolis,
correspondiente a la iglesia de Santa
Catalina, situada al sur del despoblado.
Posee además un descansadero
de ganado situado al norte del arroyo de
las
Fuentes,
por
la
cañada
de
Fuenteungrillo a Palencia.
El barrio de San Pedro
El castillo hospitalario se compone
de dos recintos con varias divisiones
internas destinadas a diferentes usos.
Parece que la razón de ser de la
fortificación es el establecimiento de la
frontera castellano-leonesa en 1158 y
1230. Aquel año, la frontera desaparece y
la población pierde su valor estratégico, y
con el su importancia, iniciando un
paulatino proceso de deterioro.
De este pequeño barrio casi nada
se sabe. Aparece documentalmente en
papeles de época moderna, cuando ya
todo el despoblado ha sido abandonado, en
la “Memoria para el solicitador de la orden
de Chancillería…” donde mencionan “un
mojón junto al camino de Carra Mucientes,
encima de la hermita que fue de San
Pedro, se quite y se pase abajo en la
lindera junto al Valle” (Reglero, 2001: 116).
La propiedad del señorío en el siglo
XIII se repartía entre la abadía de
Matallana, los frailes hospitalarios, que
venden sus propiedades al monasterio, y
los Meneses y algunas señoras familiares
de escuderos. Esta división de poder radica
en la abundancia de recursos de
Fuenteungrillo, pues sus campos estaban
ocupados por viñas, huertos, molinos,
montes y pastos, por lo que habría ganado
ovino, volatería y pelaje. Había linares de
los que se obtenía lino con los que fabricar
paños (Reglero, 2001: 120-122)
El actual palomar está edificado
sobre los restos de tal ermita, y en torno a
unos 35 m de radio se extiende la
necrópolis asociada al templo. Debió ser
anterior a Fuenteungrillo, o de sus primeros
tiempos, puesto que la puerta occidental de
acceso al poblado que mira hacia este
barrio recibió el topónimo, del que hay
constancia desde 1226.
4 El devenir histórico de las
poblaciones de Villalba
Santa Colomba
La Iglesia de Santiago de Villalba
El núcleo de Santa Coloma es
arqueológicamente menos conocido que el
de Fuenteungrillo. Barrio mucho menos
poblado, se abandonó antes que el
anterior. Las referencias a este vecindario
son muy escasas, y conocidas a través de
las pesquisas llevadas a cabo en varios
litigios.
La Iglesia data del siglo XII, aunque
no ha sido muy estudiada. De su factura
original tan solo queda el ábside, pues
sufrió importantes reformas en los siglos
XV, XVII y XVIII. En cualquier caso, la
advocación al apóstol es indicativa del gran
auge que tomó el Camino jacobeo como
símbolo de cristianización.
10
“Un paseo arqueológico por los yacimientos medievales de Villalba de los Alcores”
Iván García Vázquez
En cualquier caso, es clara la
proliferación de advocaciones al santo en
los reinos de Castilla y León, así como en
aquellos territorios donde pasa el camino o
sus ramales principales. Bien por la crisis
del milenarismo, bien por el contexto de
reconquista o la presencia de las órdenes
militares, lo cierto es que su advocación
tuvo una gran profusión, a la que dio color
el grito de ¡Santiago y Cierra España!.
La crisis de la baja Edad Media
En tiempos del reinado de Enrique I
la villa peleó en contra de don Álvaro de
Lara y a favor de la regente doña
Berenguela, durante el señorío de don
Alonso Téllez de Meneses.
Reinando Alfonso XI, el matrimonio
de doña Isabel de Meneses con don Juan
Alonso de Alburquerque unió esta villa a las
posesiones de este último, además de
recibir en 1334 las antiguas posesiones
que habían tenido los templarios. Durante
la guerra civil de Castilla, fue tomada por
Pedro I el Cruel en 1354.
Tras pasar por varias manos, y ser
sometida a continuos ataques, la llegada
de los Reyes Católicos supuso un periodo
de paz para Villalba.
Por su parte Fuenteungrillo fue
perdiendo importancia, y ya a inicio del
siglo XV se encontraba desaparecido. El
monasterio de Matallana mantendría su
autonomía a lo largo de la Edad Moderna,
hasta que el pueblo español se alza en
armas contra la ocupación francesa. Es
entonces cuando el cenobio se destina a
Hospital de guerra, y sufre desmanes de
los liberales franceses. Terminada la
guerra, y en el contexto de las
desamortizaciones, el monasterio es
vendido y descuartizado, empleándose
como cantera para las obras del ramal de
campos del Canal de Castilla.
Villalba de los alcores continuó
empleando su muralla como cantera para
construir el caserío y las bodegas, en un
proceso reconstructivo que alcanza el siglo
XX. A finales de esta centuria existe una
concienciación del patrimonio, que ha
permitido la restauración de parte del
despoblado de Fuenteungrillo, de l
monasterio de Matallana y de los cubos de
Villalba.
11
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