STC 189/2005, de 7 de julio: Inconstitucionalidad y nulidad por motivos formales del Decreto-ley 7/1996 que sometió las ganancias patrimoniales a largo plazo a una alícuota fija en el Impuesto sobre la renta Pablo Chico de la Cámara Profesor Titular de Derecho Financiero y Tributario Universidad Rey Juan Carlos Pedro M. Herrera Molina Profesor Titular de Derecho Financiero y Tributario (UCM) Vocal Asesor del Instituto de Estudios Fiscales I. DOCTRINA DEL TRIBUNAL Los preceptos relativos a la modificación del régimen de cuantificación de las ganancias de patrimonio en el Impuesto sobre la renta de las personas físicas son inconstitucionales y nulos al incidir en una de las materias vedadas al Decreto-ley por el art. 86.1 CE. II. ANTECEDENTES JURISPRUDENCIALES Sobre la utilización del Decreto-ley en atención al art. 86.1 CE en supuestos amparados por el deber de contribuir del art. 31.1 CE; vid. SSTC 182/1997, de 28 de octubre; 137/2003, de 3 de julio; y 108/2004, de 30 de junio. Sobre la utilización del Decreto-ley en atención al art. 86.1 CE en supuestos amparados por el principio de legalidad, vid. SSTC 41/1983, 18 de mayo; 51/1983, de 14 de junio; 111/1983, de 2 de diciembre; y 60/1986, de 20 de mayo. En relación con el concepto de “extraordinaria y urgente necesidad” como presupuesto habilitante necesario para la utilización de este instrumento legislativo; vid. SSTC 6/1983, de 4 de febrero (en materia de modificaciones tributarias en el ámbito de las Haciendas Locales); 111/1983, de 2 de diciembre (en situaciones de riesgo de desestabilización del orden financiero); 29/1986, de 20 de febrero (para la adopción de planes de reconversión industrial); 60/1986, de 20 de mayo (respecto de medidas de reforma administrativa adoptadas tras la llegada al poder de un nuevo Gobierno); 23/1993, de 21 de enero (respecto a las modificaciones normativas en relación con la concesión de autorizaciones para la instalación o traslado de empresas); 182/1997, de 28 de octubre (de medidas tributarias de saneamiento de déficit público); y por último, 137/2003, de 3 de julio (de necesidad de estimular el mercado del automóvil). En relación con la reserva de ley relativa existente en materia tributaria; vid. SSTC 182/1997, de 28 de octubre; 137/2003, de 3 de julio; y 108/2004, de 30 de junio. III. SUPUESTO DE HECHO A través del Decreto Ley 7/1996, de 7 de junio, se realizaron una serie de modificaciones de cierta importancia en nuestro sistema tributario. En particular, se estableció una reducción del 95 por 100 de la base imponible del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones en los supuestos de adquisiciones mortis causa de la empresa familiar y de la vivienda habitual. Además, a través de esta reforma, se introdujo la posibilidad de actualización de los valores de los elementos patrimoniales del inmovilizado material afectos a actividades económicas mediante la aplicación de un gravamen único del 3 por 100 sobre el saldo acreedor de la cuenta de reserva de revalorización. Finalmente, se modificó el régimen tributario de los incrementos y disminuciones de patrimonio en el Impuesto sobre la renta de las personas físicas, fundamentalmente en relación con las ganancias irregulares generadas en más de dos años, las cuales pasaron a tributar a un tipo de gravamen fijo del 20 por 100. También, se modificó el tratamiento tributario de los incrementos y disminuciones derivados de elementos patrimoniales adquiridos con anterioridad a la entrada en vigor del Real Decreto-ley impugnado, en esencia, mediante la modificación de los porcentajes reductores que les eran de aplicación (que pasaron a ser del 5,26; 7,14 y 11,11 por 100, según la naturaleza de los bienes transmitidos, al 11,11; 14,28 y 25 por 100 respectivamente). Por razones difíciles de comprender, el Decreto-Ley no fue tramitado como proyecto de ley; tan sólo fue convalidado por acuerdo del Congreso de los Diputados mediante Resolución de 20 de junio de 1996 (BOE de 26 de junio de 1996). Hemos de recordar que la mera convalidación no sana la inconstitucionalidad del Decreto-ley si éste carecía de presupuesto habilitante o si reguló una materia que le estaba vedada. IV. TIPO DE PROCEDIMIENTO La citada Sentencia trae causa de un recurso de inconstitucionalidad interpuesto por sesenta y cuatro Diputados del Grupo Parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados contra los artículos 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, disposición adicional segunda y disposición final primera, párrafo tercero, del Real Decreto-Ley 7/1996, de 7 de junio, sobre medidas urgentes de carácter fiscal y de fomento y liberalización de la actividad económica por supuesta vulneración del art. 86.1º y 31.1º y 3º CE. V. FUNDAMENTOS JURÍDICOS La Sentencia comienza precisando que el objeto del recurso no ha desaparecido por el hecho de que la Ley 18/1991, de 6 de junio, del IRPF, objeto de modificación por el citado Decreto-ley 7/1996, fuera derogada por la Ley 44/1998, de 9 de diciembre. A juicio del Tribunal, sigue estando en juego la pureza abstracta del ordenamiento constitucional (FJ 2º). “Para controlar la concurrencia del presupuesto habilitante de la extraordinaria y urgente necesidad es preciso analizar dos elementos: en primer lugar, los motivos que, habiendo sido tenidos en cuenta por el Gobierno en su aprobación, hayan sido explicitados de una forma razonada, y, en segundo lugar, la existencia de una necesaria conexión entre la situación de urgencia definida y la medida concretada adoptada para subvenir a la misma. A la vista de las razones señaladas, [el Tribunal concluye] que se ha cumplido con el mismo en tanto que dicha urgencia viene claramente explicitada, tanto en la exposición de motivos de la norma impugnada como en los debates parlamentarios de convalidación”. Concretamente consistiría en la necesidad de relanzar la economía para cumplir con los requisitos de convergencia con la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria, fundamentalmente a través, de un lado, del fomento del empleo, especialmente, en el sector de las pequeñas y medianas empresas, y, de otro lado, de la movilización del ahorro. Desde esta perspectiva, pues, queda justificado el uso del Decreto-ley para la adopción de las medidas cuestionadas (FJ 5º). Respecto de la interpretación de los límites materiales de la utilización del Decreto-ley, el Tribunal pretende mantener “una posición equilibrada que evite las concepciones extremas”, de modo que “la cláusula restrictiva del art. 86.1 de la Constitución (no podrán afectar) debe ser entendida de modo tal que ni reduzca a la nada el Decreto-ley, que es un instrumento normativo previsto por la Constitución (…) ni permita que por Decreto-ley se regule el régimen general de los derechos, deberes y libertades del título I. Posición que nos ha llevado a concluir que el Decreto-ley “no puede alterar ni el régimen general ni los elementos esenciales del deber de contribuir”, lo que exige precisar “cómo se encuentra definido dicho deber en la Norma Fundamental, concretamente en su art. 31.1; y es que, como señalamos en la STC 111/1983, comprobar cuándo el Decreto-ley “afecta” a un derecho, deber o libertad “exige también que se tenga muy en cuenta la configuración constitucional del derecho –en este caso, deber- afectado en cada caso”. El Tribunal invoca las SSTC 182/1997, 137/2003 y 108/2004, el art. 31.1 CE recordando que “conecta el citado deber de contribuir con el criterio de la capacidad económica, y lo relaciona a su vez, claramente, no con cualquier figura tributaria en particular, sino con el conjunto del sistema tributario. Conforme a la propia literalidad del art. 31.1 CE queda claro, pues, que el Decreto-ley no podrá alterar ni el régimen general ni aquellos elementos esenciales de los tributos que inciden en la determinación de la carga tributaria, afectando así al deber general de los ciudadanos de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su riqueza mediante un sistema tributario justo”. De manera que vulnerará el art. 86 CE “cualquier intervención o innovación normativa que, por su entidad cualitativa o cuantitativa, altere sensiblemente la posición del obligado a contribuir según su capacidad económica en el conjunto del sistema tributario”. Reiterando la STC 182/1997, el Tribunal afirma que el “impuesto sobre la renta es un impuesto de carácter directo, personal y subjetivo que grava la renta global de las personas físicas de manera progresiva”, constituyendo uno de los pilares estructurales de nuestro sistema tributario” de modo que “cualquier alteración en sus elementos esenciales repercute inmediatamente sobre la cuantía o el modo de reparto de la carga tributaria que debe levantar la generalidad de los contribuyentes”. El Tribunal concluye que “los arts. 6-14, la disposición adicional segunda y, por consecuencia, la disposición final primera, párrafo tercero, alteran de forma sustancial, en el Impuesto sobre la renta de las personas físicas, el régimen tributario aplicable a los incrementos y disminuciones patrimoniales, (…) y han afectado a la esencia del deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos que enuncia el art. 31.1 CE, pues al modificar el régimen tributario de los incrementos y disminuciones patrimoniales en un tributo que, como el impuesto sobre la renta de las personas físicas constituye una de las piezas básicas de nuestro sistema tributario, se ha alterado el modo de reparto de la carga tributaria que debe levantar la generalidad de los contribuyentes en unos términos que, conforme a la doctrina de este Tribunal, ya están prohibidas por el art. 86.1 CE “ (FJ 8º). Sorprendentemente, el Tribunal llega a otra conclusión respecto de la reducción del 95 por 100 en la base imponible del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones en los supuestos de adquisición mortis causa de la empresa familiar y de la vivienda habitual, así como de la regularización de balances. “En el primer caso -señala la Sentencia- el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones, constituye un tributo que a diferencia del Impuesto sobre la renta de las personas físicas no se configura como un tributo global sobre la renta o sobre el consumo, sino que se limita a gravar una manifestación concreta de capacidad concreta de capacidad económica, la que se pone de manifiesto con las adquisiciones lucrativas de bienes o derechos, en lo que ahora importa, mortis causa (sucesiones), razón por la cual no puede afirmarse que la modificación parcial de su base imponible para determinados sujetos pasivos repercuta sensiblemente en el criterio de reparto de la carga tributaria entre los contribuyentes, por lo que no puede considerarse que en este caso concreto la utilización del Decreto-ley haya afectado al deber de contribuir en los términos que le están vedados por el art. 86.1 CE, tal como ha sido interpretado por este Tribunal. Y lo mismo puede decirse del art. 5 del Real Decreto ley 7/1996 que, en la medida en que se limita a establecer una actualización de balances a cambio de una compensación del 3 por 100 del saldo acreedor de la cuenta reserva de revalorización, actualización a la que sólo pueden acogerse determinados sujetos pasivos de los impuestos sobre sociedades y sobre la renta de las personas físicas y que tiene un carácter voluntario tampoco puede concluirse que haya alterado de manera relevante la presión fiscal que deben soportar la generalidad de los contribuyentes. Por consiguiente, ni la modificación operada por los arts. 4 y 5 del Real Decreto-ley 7/1996, han provocado un cambio sustancial de la posición de los ciudadanos en el conjunto del sistema tributario, de manera que no han afectado a la esencia del deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos que enuncia el art. 31.1 CE”. El Tribunal concluye que “para precisar el alcance de la presente Sentencia deben declararse no susceptibles de ser revisadas como consecuencia de la nulidad que ahora declaramos no sólo aquellas decididas mediante Sentencia con fuerza de cosa juzgada (art. 40.1 LOTC), sino también por exigencia del principio constitucional de seguridad jurídica (art. 9.3 CE) las establecidas mediante actuaciones administrativas firmes (FJ 9º)”. VI. COMENTARIO CRÍTICO El Tribunal declara inconstitucionales los preceptos relativos a la modificación del régimen de cuantificación de las ganancias de patrimonio en el Impuesto sobre la renta de las personas físicas porque inciden en una de las materias vedadas al Decreto-Ley por el art. 86.1 CE. En cambio, el Tribunal desestima la alegación basada en la ausencia de presupuesto habilitante, pues, a su juicio, el Gobierno la fundamentó suficientemente. Pensamos que el Tribunal utiliza unos baremos excesivamente laxos en esta materia y no realiza un análisis riguroso, tal vez por el temor a emitir valoraciones políticas. El Tribunal también mantiene una postura poco rigurosa sobre las materias excluidas del ámbito del Decreto-Ley. Así, no se entiende que los importantes beneficios fiscales introducidos en el Impuesto sobre Sucesiones y de la tributación empresarial (regularización de balances). Resulta sumamente criticable que el Tribunal no haya tomado postura sobre la posible lesión de los principios de igualdad y de capacidad económica por el tratamiento privilegiado de las plusvalías que se alegaban en el recurso. En efecto, el Decreto-Ley excluyó las ganancias patrimoniales a medio y largo plazo de la tributación progresiva para aplicarles un tipo fijo del 20 por 100 (actualmente un 15 por 100). En efecto, aunque el Alto Tribunal declarase inconstitucional y nulo el Decreto-Ley 7/1996 por motivos formales (utilización de un instrumento normativo inadecuado para la regulación de una pieza clave de nuestro sistema tributario) nada le impedía analizar los argumentos de fondo que utilizaban los recurrentes, máxime cuando la supuesta “derogación” de las normas impugnadas no ha tenido otro efecto que reforzarlas. Es cierto que el Tribunal viene siendo extraordinariamente cauto a la hora de declarar la inconstitucionalidad de otras normas por “conexión o consecuencia”, pero si no quería hacerlo así, podía haberse pronunciado al menos sobre la constitucionalidad material de las normas derogadas ofreciendo así un importante criterio –en uno o en otro sentido- al legislador, tal y como lo ha hecho –aunque de modo muy discutiblesobre el alcance del Decreto-Ley en materia tributaria. Así, se ha perdido la ocasión que se esperaba para conocer si la tributación proporcional de las ganancias patrimoniales y los amplios beneficios fiscales de la imposición patrimonial resultan o no compatibles con los principios constitucionales de igualdad, capacidad económica y progresividad. En particular, resulta inexplicable –así lo ha subrayando FALCÓN Y TELLA (cfr. “De nuevo sobre el Decreto-Ley en materia tributaria: análisis de la STC 189/2005, de 7 de julio, Quincena Fiscal, nº 16, 2005, pág. 4)- que el Alto Tribunal no haya analizado la constitucionalidad material de las bonificaciones introducidas en el Impuesto sobre Sucesiones. Según la Sentencia, la imposición sucesoria presenta un carácter marginal –faltaría decir que sólo se muere una vez- por lo que no afecta al deber de contribuir y puede regularse mediante DecretoLey. Acaso este razonamiento lleve implícito que en este campo los principios de igualdad y capacidad económica pierden también intensidad, por lo que no merece la pena que el Tribunal se pronuncie sobre ellos. En resumen, resulta criticable que el Tribunal Constitucional haya eludido pronunciarse sobre la compatibilidad de ciertos tratamientos fiscales favorables – tributación proporcional de las plusvalías y bonificaciones para la transmisión de la empresa familiar- con los principios de igualdad y de capacidad económica. Y resulta negativa esta doctrina que –en la práctica- parece excluir el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones del ámbito del deber de contribuir, abandonando su regulación al Decreto-Ley en algunos aspectos esenciales y que inciden en gran medida sobre el reparto de la carga tributaria en el seno de este impuesto. VII. RELEVANCIA JURÍDICA La sentencia disipa los temores sobre la inconstitucionalidad del gravamen privilegiado de las plusvalías, aunque eludiendo el problema de fondo. Además, en algunos sectores jurídicos se consideró que, al declarar nulo el Decreto-Ley al que se remitía la normativa vigente, la Sentencia había anulado el “soporte legal” del régimen transitorio de las plusvalías, basado en los coeficientes reductores. Esta opinión fue matizada por GARCÍA NOVOA, para quien la declaración de nulidad de los preceptos aprobados por Decreto-Ley suponía la pérdida de esa eficacia modificativa, por lo cual habrá que entender que ha recobrado vigencia el sistema de cuantificación de plusvalías vigente hasta tal fecha. Pero sólo en tanto la Ley 18/1991 ha estado vigente, esto es, hasta el 31 de diciembre de 1998, pues la Ley 40/1998, de 9 de diciembre, del Impuesto sobre la renta de las personas físicas, y en concreto, su Disposición Derogatoria única, que entró en vigor el 1 de enero de 1999, deroga expresamente la Ley 18/1991 (…). Por tanto, el único efecto de la sentencia 189/2005 sería que entre el 9 de junio de 1996 y el 31 de diciembre de 1998, la normativa aplicable a las alteraciones en la composición del patrimonio de los sujetos pasivos, que hayan provocado incrementos o disminuciones de patrimonio, será la contenida en los artículos de la Ley 18/1991, de 6 de junio, en lugar de la contenida en el Decreto-Ley 7/1996”. Según el autorizado criterio de este autor, si se siguiera esta postura hasta sus últimas consecuencias, la Administración debería revisar las liquidaciones provisionales y las autoliquidaciones no comprobadas –siempre que los asuntos no hayan prescrito- a fin de aplicar la normativa vigente conforme a la Ley 18/1991, que habría revivido como consecuencia de la inconstitucionalidad del Decreto-Ley (de manera análoga a lo que sucedió con la declaración de inconstitucionalidad del Texto Refundido de la Ley del Suelo por la STC de 20 de marzo e 1997). Así las cosas, los efectos de la Sentencia se limitarían a las obligaciones tributarias devengadas con posterioridad a la entrada en vigor del Decreto-Ley 7/1996 pero antes de la entrada en vigor de la Ley 40/1998, siempre que no hubiera prescrito ni hubieran sido determinadas mediante liquidaciones firmes. Aunque desde el punto de vista formal tal argumentación es impecable, entendemos que el principio de seguridad jurídica excluye cualquier actuación administrativa –o judicial- dirigida a imponer un gravamen adicional con efecto retroactivo. En efecto, el principio de buena fe –manifestación de la seguridad jurídica- impide a los poderes públicos invocar sus propios errores en perjuicio de los ciudadanos como sucede en el caso que nos ocupa. A esta conclusión también debe llegarse tras la lectura del Proyecto de Ley del futuro Impuesto sobre la renta de las personas físicas –actualmente en tramitación parlamentaria- que prevé la extinción progresiva del citado régimen transitorio de las plusvalías. Las ganancias derivadas de enajenaciones posteriores a la fecha de publicación del Proyecto de Ley (20 de enero de 2006) se entenderán generadas linealmente en el tiempo, por lo que sólo la parte de la ganancia que por aplicación del criterio lineal se entienda obtenida con anterioridad a dicha fecha gozará de las reducciones ya conocidas. VIII. BIBLIOGRAFÍA CHICO DE LA CÁMARA, P. y HERRERA MOLINA, P.M., “¿Ha desaparecido el régimen transitorio de las plusvalías? (Desencantos y sobresaltos tras la STC 189/2005)”, Quincena Fiscal, nº 1, 2006. FALCÓN Y TELLA, R., “La Ley de Presupuestos para 2005 y su discutible modificación por Decretoley anterior a su aprobación”, Quincena Fiscal, nº 1, 2005. FALCÓN Y TELLA, R., “De nuevo sobre el Decreto-ley en materia tributaria: análisis de la STC 189/2005, de 7 de julio”, Quincena Fiscal, nº 16, 2005. GARCÍA NOVOA, C., “Los efectos de la declaración de inconstitucionalidad por la Sentencia 189/2005, del Tribunal Constitucional, del nuevo régimen de cuantificación de las plusvalías contenido en el Real Decreto-Ley 7/1996”, Revista Técnica Tributaria, nº 71, 2005.