Marta Mata: Pedagogía es política

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Marta Mata:
Pedagogía es política
Raimon Obiols
Ex Secretario General del
Partido Socialista Catalán
En una entrevista publicada en el número 50 de la revista “Barcelona, metròpolis mediterrània”, Marta Mata
dijo algo que impresiona por su tremenda simplicidad:
“yo he visto matar a la escuela y he visto cómo la escuela resucitaba”.
Marta tenía diez años cuando empezó la guerra civil
y por lo tanto, como explica en la entrevista, tuvo aún
tiempo de “conocer una escuela excelente, el ‘Institut
Escola de la Generalitat de Catalunya ”. Si, como dijo
alguien, “la patria es la infancia”, Marta Mata conoció
una patria, antes del 36: una escuela y un hogar impregnados de esperanza, en un período exaltante en el que
todo parecía posible, en el que todas las semillas del
sueño parecían germinar.
Después vió, a lo largo de la guerra civil y en la amargura de una prolongada posguerra, cómo
ese sueño se acababa, cómo “mataban la escuela”. Marta recordaba que “los mayores en
la familia decían: ‘la guerra es dura, pero quizás será peor la posguerra’”. Y, efectivamente,
añadía Marta: “para mi fue peor, en muchos aspectos, que el hambre y la supervivencia”.
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Me parece que no es arriesgado sacar la conclusión de que esta primera experiencia –el
“nacimiento” y la “muerte” de la nueva escuela republicana - constituyó el fundamento básico sobre el que se construyó la vida de Marta Mata: una tensa trayectoria orientada a la
“resurrección” de la escuela catalana.
Este hilo conductor da sentido a una prolongada e intensa acción. Desde los primeros tanteos de una maestra adolescente en la pequeña escuela de Saifores, pasando por la eclosión de su vocación y de su práctica profesional, la fecunda etapa del activismo educador,
la creación de “Rosa Sensat”, el lanzamiento de las “Escoles d’Estiu”, la reanudación de los
movimentos de renovación pedagógica, su acción como diputada y senadora en Madrid,
parlamentaria en Catalunya y concejala en el Ayuntamiento de Barcelona. La suya ha sido
una vida fecunda, ligada a un drama colectivo y a una esperanza tenaz.
No es extraño tampoco, en esta perspectiva, que, en la entrevista que he citado, Marta
Mata diera la vuelta y ofreciera un nuevo sentido complementario a una conocida frase del
socialista Rafael Campalans (“política quiere decir pedagogía”), diciendo “yo, en un momento dado, entendí que debía utilizar la frase al revés: pedagogía es política”.
De la misma manera que la política, en su expresión más auténtica, es pedagogía, también
ésta, si queremos entenderla en su dimensión más fecunda, de emancipación, de equidad y
libertad, debe ser política: no puede quedar al margen del drama colectivo –como la intensa experiencia de la patria infantil le enseñó para siempre a Marta Mata- ni puede abdicar
de unos objetivos de decencia cívica, solidaridad, proyecto y compromiso con los demás.
Me parece que es por esta razón que, en un momento dado, Marta Mata asumió un compromiso político -un compromiso de partido-, que con sus servidumbres no era fácil (era, por usar
unas palabras de Thomas More, “un deber de buen ciudadano, que sacrifica a los intereses
generales unas repugnancias particulares”). Este compromiso político de Marta fue siempre
para el socialismo catalán un motivo de satisfacción y orgullo. Lo seguirá siendo.
En la entrevista que hemos comentado –uno de los pocos textos que conozco en los que la
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discretísima Marta Mata nos habla de sí misma,- la periodista, Núria Escur, le hace una última
pregunta, muy característica de los tiempos que corren: “todavía se siente socialista, o socialista con matices?”.
Marta Mata responde sencillamente: “Socialista”.
Cuando la periodista insiste “¿socialista como el primer día?”, Marta responde, aparentemente con un punto de ironía: “un poco más que el primer día”.
Pero en realidad, si pensamos en las características dominantes de esta primera década del
siglo XXI, quizás este “un poco más” de Marta Mata fue algo más que una respuesta irónica
a una pregunta que evoca involuntariamente los tópicos del “pensamiento único” que ha
dictaminado unilateralmente que el socialismo es cosa del pasado.
Quizás Marta Mata nos dijo que en este mundo de globalización acelerada, capitalismo concurrencial y apoteosis barroca del dinero, de descomposición social e individualismo egoísta,
de relativismo e indiferencia a ultranza, de disgregación de valores, existe un nuevo riesgo de
“muerte de la escuela”, que cobra un perfil tan temible como el de los años ya lejanos de la
posguerra incivil.
Quizás nos dijo que hay que seguir luchando y que hay que hacerlo políticamente. Que deberíamos ser tal vez, nos propone Marta, “un poco más socialistas que el primer día”.
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