NUESTRO MUNDO Antonio Álvarez // // Correo-e: antonioalvarezmesta@hotmail.com Seres extraños Esas bibliotecas jamás cumplen con su función; muestran una incongruencia absoluta con su razón de ser. A nadie le importa. Al fin y al cabo la partida presupuestal está asegurada A lgunas personas reportan haber tenido avistamien- por un momento consideran la posibilidad de tomar un tos de seres extraños. En Escocia muchos highlan- libro y leerlo. ders aseguran la existencia de un monstruo acuático, En México cada vez se lee menos. Eso conviene al especie de dinosaurio, que supuestamente habita en las inicuo sistema pues el espíritu crítico y la informada profundidades del Lago Ness y que de cuando en cuan- participación ciudadana requieren lecturas de calidad. do asoma su rara cabeza y su colosal cuello. En las zonas El analfabetismo funcional facilita la manipulación y la boscosas de la América septentrional abundan los que explotación de la gente. Si cuando José Vasconcelos escreen en un ser descomunal llamado Sasquatch o Pie tuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública se Grande. En la cordillera de los Montes Himalaya, en la imprimieron y obsequiaron millares de libros clásicos a zona tibetana, los lugareños hablan -con miedo y orgullo- la población, hoy el gobierno prefiere dar televisores disobre el Yeti, el abominable hombre de las nieves. Por gitales y tablets. Es claro el motivo: así se mantiene la otra parte, recordemos que desde zonas del mar Caribe, enajenación. hace apenas unas décadas, se extendió a buena parte Bibliotecas y librerías fueron alguna vez santuarios de nuestro continente la creencia en un ente pavoroso del saber. Por desgracia todo indica que esos tiempos al que se denominó con el coloquial nombre de Chupa- -como las golondrinas de Bécquer- ya no volverán. En cabras. Por vil afán de lucro, la televisión y la prensa las librerías ya predominan los materiales más frívolos sensacionalistas se dieron a la tarea de aterrorizar a in- y aberrantes: libros de esoterismo ramplón, de remedios contables niños esparciendo sistemáticamente rumores mágicos y espiritualidad light, de chismes de la farándusobre el presunto monstruo. A muchos nos consta que la, de relatos sicalípticos carentes de valor estético. Por en aquellos días las profesoras de los primeros grados su parte, las bibliotecas, sobre todo las públicas, además de primaria tuvieron que esforzarse al máximo para de evidenciar descuido y negligencia, muestran acervos tranquilizar a sus asustados pupilos. pobres y obsoletos. A su personal, habitualmente entrePor supuesto, podrían añadirse a esta lista de seres tenido con la cháchara o con las redes sociales, poco le pasmosos, muchos tipos más. No obstante, puedo asegu- importa el ruido que desalienta el estudio y la reflexión. rar que ninguno de ellos ni de los ya mencionados resulta- Esas bibliotecas jamás cumplen con su función; muestran ría más asombroso en nuestra época que encontrarse con una incongruencia absoluta con su razón de ser. A nadie un lector que asiduamente visite bibliotecas por el puro le importa. Al fin y al cabo la partida presupuestal está goce de los buenos libros. Eso sí, pululan por doquier los asegurada y con ella la subsistencia de esos erarióvoros. mirones de pantallitas cuya depauperada mente yace Los años pasarán y seguramente seguirán existiendo atrapada en redes sociales como Facebook. Y si digo personas que aseguren haber visto a seres como Nessy, que pululan por doquier, obviamente me refiero también Sasquatch, el Yeti o el Chupacabras. Será mucho más a los recintos bibliotecarios pues en ellos entran cami- difícil reportar la existencia de lectores de buenos libros. nando como zombis en busca de sombra, asiento y aire Sin embargo, por estos lares, todavía será más arduo y acondicionado solo para continuar mirando sus idiotizan- dificultoso encontrar personal de bibliotecas públicas tes pantallas o para recargar la batería de sus alienantes que cumplan con su deber o funcionarios municipales que smartphones (pocos nombres tan inapropiados). Ellos ni exijan su cumplimiento. SIGLO NUE V O • 61