COMENTARIOS AL PROGRAMA por Claudia Guzmán En 1935 llegó a manos del compositor alemán Carl Orff (18951982) la edición de un manuscrito poético-musical de la Edad Media que inmediatamente lo cautivó. Se trataba de una copia del Codex Carmina Burana, una de las mayores colecciones de obras profanas medievales que han llegado hasta nuestros días. El manuscrito, que reúne cerca de doscientas obras, data del siglo XIII y fue hallado en el siglo XIX en el monasterio benedictino de Beuern (de allí su nombre, Baviera latinizado: y remitido Burana), luego a en El bosque. Codex Buranus (Carmina Burana) c. 1230 Clm 4660. Biblioteca del Estado de Baviera, Munich. la biblioteca pública de dicho estado del sur de Alemania. Las obras del manuscrito original fueron en su mayor parte canciones de goliardos, esto es de grupos de clérigos y estudiantes errantes que, habiendo abandonado los monasterios, vagaban de un lugar a otro llevando una vida generalmente licenciosa. Las diversas obras que se encuentran en el codex provienen de muy diversos lugares de Europa occidental, convirtiéndose entonces este documento en un valioso testimonio de su tiempo. La mayor parte de las obras está escrita en latín hallándose también algunos ejemplos en lengua vernácula: tanto alemán como francés. La mayor parte de los poemas exaltaban los placeres terrenales con una clara intención de crítica hacia la institución eclesiástica. Otros tenían fines moralizantes mientras que algunos eran definitivamente religiosos pero imperando por sobre todo los de temática amorosa o satírica. Desde hacía tiempo y en consonancia con las diversas búsquedas de las vanguardias artísticas que surgieron durante las tres primeras décadas del siglo XX, de la mano de una realidad europea convulsionada e inestable, Orff buscaba retornar lo que él llamaba “la música elemental” o primitiva: una vuelta a las raíces esenciales del ser humano y su arte. A tal fin se había despertado en él un gran interés por el arte medieval y la cultura griega antigua. Cabe destacar además que el compositor estaba inmerso en un contexto en el cual se producía un vertiginoso ascenso económico-militar de su país de la mano de la recuperación y construcción de un pasado glorioso e ideal del pueblo alemán que buceaba para ello en sus raíces germanas medievales. Carl Orff Es por dichas razones que los Carmina Burana se constituyeron en un material fundamental que proporcionó la inspiración al músico para escribir la obra que se convertiría en su legado más famoso y en una composición ineludible dentro del repertorio sinfónico-coral. Orff comenzó entonces a componer una cantata escénica, como él mismo la denominó, eligiendo para ello veinticuatro poemas del manuscrito original. La selección cubre temas seculares como la efímera naturaleza de la vida, los avatares de la fortuna y los placeres mundanos La imagen de la rueda de la diosa Fortuna que aparece en la primera página del Codex Burana tiene a su alrededor la inscripción: "Regno, Regnavi, Sum sine regno, Regnabo" (reino, reiné y sin tener reino seguiré reinando), y alrededor de dicha frase estructuró Orff la cantata. Girando alrededor de los caprichos de esta diosa profana, que es “cambiante como la luna” y termina trayendo al hombre fatalidad, la obra se inicia y concluye con el gran coro cantando a esta “Fortuna Imperatrix Mundi” en los números 1, 2 y 25. “La diosa Fortuna y su rueda”. Codex Buranus (Carmina Burana) c. 1230 Clm 4660. Biblioteca del Estado de Baviera, Munich. fol. 1r Esta forma de enmarcar la obra equivale al destino que la Fortuna depara al hombre, actúa así como rueda en constante movimiento que gobierna la vida de todos los seres humanos y a la cual ninguno puede eludir. Los restantes números de la obra se dividen en tres partes agrupadas por su temática. La primera de ellas, “Primo Vere”, (números 3 al 10) está constituida por cantos bucólicos que refieren al despertar de la primavera y, por consiguiente, del amor. Estas obras se inspiran en los primitivos cantos profanos de trovadores y troveros dedicados al mes de mayo y la fertilidad a la cual dicho mes simboliza. Estos números describen el reverdecer de prados y bosques junto al amor que se enciende en los corazones juveniles. La segunda parte, “In Taberna”, que corresponde a los números 11 al 14, discurre sobre la vida entorno de la taberna y los placeres mundanos, utilizando en forma constante la ironía y el sarcasmo. Claro ejemplo de este tratamiento es el número 12 de la obra, “Olim lacus colueram” el cual pretende ser un aria bromista que termina transformándose en siniestra cuando un cisne (el tenor solista cantando en falsete), relata cómo pasó de vivir en los lagos a encontrarse asado y a punto de ser engullido en la mesa. Ludus duodecim scriptorum. Codex Buranus (Carmina Burana) c. 1230 Clm 4660. Biblioteca del Estado de Baviera, Munich. fol. 83 La tercera parte del Carmina Burana, titulada “Cours d´amours”, (números 15 al 24), versa sobre el amor y sus avatares, llegando a rozar el erotismo. La última obra de esta sección refiere y establece como “el ideal” a dos figuras femeninas legendarias: Blanziflor, personaje femenino de la leyenda medieval Floris y Blanziflor, y Helena, la célebre joven troyana de la Ilíada de Homero. Ambas son comparadas con la diosa Venus. La construcción de la obra, según el compositor manifestara, se basa en el uso del ostinato (estructura musical muy corta que se repite obstinadamente) y del bordón (acompañamiento generado por el sostén de notas graves). El empleo constante de dichos elementos es consecuencia de la ya mencionada búsqueda de lo elemental, de lo primitivo en la música. Orff caracterizó a cada poema con un motivo musical propio, el cual se mantiene invariable en el transcurso del mismo. En propias palabras del compositor: "encontrada la formulación musical, y su acompañamiento instrumental -que fue establecido al mismo tiempo en cada casola misma permanece igual en todas las repeticiones". (Carl Orff, 1979) Logró entonces frases musicales simples, de carácter reiterativo, realizando a la par, para cada uno de los veinticuatro textos, una elección de alturas, timbres y citas de diversos estilos musicales para lograr un carácter más descriptivo de los mismos. El coro cumple un rol fundamental, tanto cuando protagoniza el canto como cuando interviene en los estribillos, rememorando a los coros de la tragedia griega. Orff eligió para su escritura un estilo silábico y homófono que permite que se destaque el texto y el ritmo propio del lenguaje, remitiendo al mismo tiempo a la música profana medieval de los siglos IX al XII, en la cual el contrapunto aún no había hecho su entrada y la forma musical estaba supeditada a la del texto. Esta versión que se escucha hoy es un arreglo de la versión orquestal original realizado por el mismo Orff. La obra fue estrenada en la ciudad de Franckfurt en junio de 1937 en versión escénica. A partir de ese entonces la obra pasó a formar parte fundamental del repertorio musical del siglo XX. Sin lugar a dudas en la escritura de esta obra Orff se vio definitivamente beneficiado por la caprichosa diosa Fortuna.