cómo elegir a la pareja ideal

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CÓMO ELEGIR A LA PAREJA IDEAL
U
n día cualquiera, no importa cual, un varón llegó a un banco. Necesitaba cambiar
algunos cheques. Una cajera muy solícita lo atendió. Mas con gran asombro vio
que aquella dama le miraba de arriba abajo, detenidamente, estudiaba sus meras
apariencias físicas. Volvió una segunda vez y halló la misma situación; y una tercera, la
misma repetición, con una extraña coquetería; pero, ¿qué miraba de él? ¿Acaso
observaba sus estados psicológicos? ¿O la parte anímica o espiritual? ¿O qué? Pues,
nada de eso. Trataba de ver las apariencias de un rostro, de un cuerpo humano
masculino, con el propósito de elegirlo más tarde como posible marido, o por lo menos,
pretendiente.
¿Es ésta la forma de elegir un cónyuge? Claro que no. Todo esto es absurdo en un
ciento por ciento, y no puede menos que sentirse un extraño dolor por aquella dama y
por todas aquellas personas que aspiran a tener un cónyuge y sólo se preocupan por
elegir un rostro, la forma del cuerpo: alto, bajo, gordo, flaco, si es bien parecido; pero
nada, absolutamente nada, les interesa la cuestión psicológica. Todo esto es tan absurdo
como seleccionar un mueble, y ver si éste es bonito o feo, o si sirve para la cocina o
para la sala.
Una pauta eficaz para elegir a un cónyuge es cuidarnos de hacerlo por mera
apariencia, o en el caso de muchas damas, casarse por no "quedarse solteronas", porque
todo esto es un exabrupto. Querer una persona hacer de otra, dijéramos, su ideal, sin
sentirla psicológicamente de verdad, es algo incongruente. Algunas personas se
orientan, para elegir el cónyuge, muy especialmente por el artificio, por la apariencia o
por el esplendor económico de tal o cual persona. Tratan de conversar con la otra
persona en alguna forma, de hacerse simpática ante la misma, de conocer sus diversos
aspectos para acomodarse artificiosamente a su forma de ser o vivir, etc., y todo esto,
tarde o temprano nos lleva al fracaso. Este no es el camino para elegir un cónyuge y
marchar con él por la senda de la felicidad conyugal.
Ostensiblemente, los jóvenes solteros de ambos sexos siempre se preocupan en
hallar un cónyuge, el compañero ideal para toda la vida, encontrar en esa persona un
vínculo perdurable; por lo que elegir una pareja debe ser el paso más serio que debemos
dar en nuestra vida, cuestión que, desafortunadamente muchos toman a la ligera, sin
caer en cuenta que tal decisión ejerce tan grande influencia, que de ella depende que
seamos felices o desdichados.
A fin de encontrar la senda de la felicidad matrimonial es vital que ésta se
encamine por el verdadero amor. En el verdadero amor hay espontaneidad absoluta, no
existe artificio de ninguna especie, reconoce la persona de inmediato al ser que adora.
En el verdadero amor no se necesitan palabras superfluas, ni luchas por acomodarse a la
forma de pensar y sentir de la otra persona. En el verdadero amor sabemos si la
persona que hemos elegido como cónyuge nos pertenece o no, si es nuestra pareja o no.
Cuando una persona aspira a tal o cual otra, cuando la pretende en alguna forma,
obviamente, sabe si concuerda o no con su naturalidad, con la personalidad de la otra,
con su psiquis, con sus procesos psicológicos particulares. Ahora bien, mire esto: Si
usted dice amar a una persona, pero nota en ella que en modo alguno no se acomoda a
su psiquis es porque tal persona no le corresponde y una unión de tal clase, va al
fracaso.
Si usted no tiene en cuenta esta fórmula sencillísima se va a lamentar de no haber
prestado atención a esa ley que hace que dos seres que se aman se encuentren. Si uno no
cumple con esa ley lo más seguro es que nos encontremos más tarde atrapados en una
relación sin amor, con unos hijos a los que nos resulta difícil cuidar y con un cónyuge
completamente diferente a nuestra estructura psíquica.
Es lamentable que todo esto nos ocurra porque no nos hemos fijado en el
problema de elegir un cónyuge; y lo único que viene a resaltar de tal desatino o
proceder, fruto muchas veces de la impaciencia, y generalmente de la pasión (no
confundirse con el amor), no es otra cosa sino el dolor. Si enfocamos el problema
matrimonial de una manera equivocada, el resultado se llama dolor, y cometer ese error
es lamentable.
En el antiguo sistema de educación Náhuatl encontramos un texto donde el padre,
en presencia de la madre daba a conocer a la niña a sus siete años de edad, todo lo
concerniente a su cultura, y ya al final del discurso se refería al tema sexual; y la
verdadera razón por la cual insisten acerca de este punto, es porque nuestros
antepasados Indo-americanos, le atribuían una gran importancia al sexo, sabían bien que
utilizando el sexo a su debido tiempo y a través de la Suprasexualidad, encontrarían en
él, la verdadera felicidad. El texto al final dice en algunos apartes lo siguiente:
"Sólo me queda otra cosa, con la que daré fin a mis palabras... Si por algún tiempo
sigues la vida de este mundo, no entregues en vano tu cuerpo... No te entregues a
cualquiera, porque si nada más así dejas de ser virgen, ... te pierdes, porque ya nunca
irás bajo el amparo de alguien que de verdad te quiera".
"Siempre te convertirás en tu miseria, en tu angustia. Ya no podrás vivir en calma,
ni en paz. Tu marido siempre tendrá sospechas de ti".
"... Si vives aquí en la tierra, que no te conozcan dos hombres. Y esto guárdalo
muy bien, consérvalo todo el tiempo que vivieres".
"...No te atrevas con tu marido. No pases en vano por encima de él, o como se
dice, no le seas adúltera".
"Si eres vista, si se sabe esto, irás a dar por los caminos, serás arrastrada por ellos,
te quebrarán la cabeza con piedras, te la harán papilla. Se dice que probarás piedra, que
serás arrastrada".
"Se tendrá espanto de ti. A nuestros antepasados, a los Señores a quienes debes el
haber nacido, les crearás mala fama, mal renombre... los harás objeto de mofa".
"Ya no serás ejemplo. De ti se dirá, de ti se hará hablilla, serás llamada: "la
hundida en el polvo"; y aunque no te vea nadie, aunque no te vea tu marido, mira, te ve
el Dueño del cerca y del junto".
"Así pues, mi niña, mi muchachita, niñita, pequeñita, vive en calma y en paz sobre
la tierra, el tiempo que aquí habrás de vivir. No infames, no seas baldón de los Señores,
quienes gracias a ellos has venido a esta vida. Y en cuanto a nosotros, que por tu medio
tengamos renombre, que seamos glorificados. Y tú llegues a ser feliz, mi niña, mi
muchachita, pequeñita. Acerca al Señor nuestro, el Dueño del cerca y del junto" (Códice
Florentino).
Como podemos apreciar en este Códice Náhuatl, toda persona, especialmente las
damas, nunca deben precipitarse para elegir la pareja; deben saber siempre aguardar a
que esa energía creadora (llámese Espíritu Santo, Jehová, etc.), que fluye y palpita en
todo lo creado, que es inteligente, sabia, le traiga su varón ¿Acaso no fue el señor
Jehová quien le escogió a Adán su esposa? (Génesis 2: 18-24).
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