RECIDIVA TRAS TRASPLANTE HEPÁTICO DE ENFERMEDAD NO VIRAL NI TUMORAL 73 Antonio López San Román INTRODUCCIÓN El Trasplante Hepático (TH) es hoy una técnica más en el tratamiento de la insuficiencia hepática grave y la única definitiva. Si bien aspectos tales como la prevención y tratamiento del rechazo, la profilaxis de las complicaciones infecciosas y el refinamiento de la técnica quirúrgica, han sido un preocupación constante, en los últimos años ha crecido el interés por el estudio de la recidiva de la enfermedad de base. Esto es una consecuencia natural del mayor tiempo de actividad de los diferentes equipos, así como de los buenos resultados del procedimiento. Cada vez se amplía la población de pacientes portadores de un trasplante funcionante, y se prolonga más el tiempo de seguimiento. Por otra parte, la difusión de la técnica lleva a que cada vez se evalúen más pacientes para TH, mientras que la disponibilidad de órganos permanece limitada. En este sentido, es revelador el observar cómo en los diferentes ámbitos fallece un porcentaje variable de pacientes en lista de espera. Si la enfermedad que lleva hasta el TH puede recidivar, existe teóricamente la posibilidad (y en la práctica esto se observa) de que el paciente vuelva a entrar en lista pasados unos años. Las consideraciones éticas que confrontan el cuidado hasta el final de los pacientes trasplantados con el derecho de los enfermos hepáticos a optar a este tipo de tratamiento no están dentro del objetivo de esta revisión, pero tampoco deben olvidarse. En la práctica, disminuiremos el impacto de este problema cumpliendo adecuadamente el propó- sito de seleccionar a los pacientes para TH teniendo en mente los resultados que su enfermedad condiciona. La necesidad de hacer óptima la indicación del TH y además de conseguir no sólo el éxito a corto plazo, sino también la restauración personal y social del individuo enfermo, convierte en una obligación el conocer el pronóstico a largo plazo de cada enfermedad que lleva al TH y las posibilidades de manejo que se abren en cada paciente. Aunque sólo este argumento bastaría a la hora de resaltar la importancia del estudio de la recidiva de la enfermedad primaria sobre el injerto, existe otro más importante, esta vez de orden individual. No se puede someter a un paciente, a su entorno y a los medios de financiación, fueren éstos los que fueren, a los riesgos, incomodidades, morbilidad y gastos de un TH si los resultados que se esperan no son buenos. El objetivo del trasplante hepático es prolongar la cantidad y calidad de vida del paciente portador de una hepatopatía. La consecución de este objetivo, se ve penalizada por una serie de factores que aumentan la morbimortalidad del procedimiento1-3. Estos factores se pueden agrupar en varias categorías, teniendo en cuenta que algunos de ellos resultan difíciles de encuadrar. La primera categoría comprende los que podríamos denominar factores achacables al propio procedimiento (en sus vertientes anestesiológica, médica y quirúrgica) y a sus riesgos inherentes. Dentro de este epígrafe, quedan comprendidos la mortalidad perioperatoria, las complicaciones 911 quirúrgicas, el rechazo (agudo y crónico) y los diversos grados de disfunción del injerto, principalmente. La segunda agrupa todas aquellas causas que se relacionan con el estado de inmunosupresión al que el sujeto va a estar sometido. Cabe destacar circunstancias como las infecciones oportunistas, las neoplasias asociadas a inmunosupresión, las metabolopatías secundarias a la misma (hiperlipemia, hipertensión, diabetes) y su repercusión sobre otros parénquimas y funciones (insuficiencia renal, osteopatía). Finalmente, un tercer orden de complicaciones engloba a las derivadas de la recidiva de la enfermedad primaria, la que dió lugar en su momento a la hepatopatía o a la misma indicación de trasplante. Si bien en muchos casos esta recidiva no determina directamente el fallo del órgano ni la muerte precoz del receptor, su incidencia sobre la calidad de vida y el período de supervivencia sí puede ser significativa, comprometiendo el éxito del procedimiento. La identificación de las entidades recidivantes nos permite estar vigilantes y poder en su caso intentar un tratamiento que salve el injerto e incluso al receptor. En algunas ocasiones, una persona con escaso contacto con el TH puede pensar en él como en un procedimiento curativo. Incluso, se apunta subconscientemente a la lista de los éxitos todo paciente al que se da de alta después del primer ingreso. Sin embargo, la realidad es que las cifras de supervivencia continúan una más lenta pero perceptible caída más allá del primer año1-3, y que la calidad de vida, más difícil de cuantificar, puede también sufrir con el paso del tiempo. Intentaremos dar una visión general acerca de la posibilidad y probabilidad de que diferentes entidades que dieron lugar a la indicación primaria de TH recidiven sobre el injerto. Dado que la problemática de la recidiva de las hepatitis B y C y de la enfermedad tumoral presenta aspectos específicos y constituye el núcleo de los respectivos capítulos, dejaremos de lado estas entidades, analizando el resto de las principales indicaciones de TH. Entidades con Tendencia a Recidivar sobre el Injerto En una visión simplista, se puede decir que toda entidad que lleva a indicar un TH puede re912 cidivar sobre el nuevo hígado. La realidad es que esto es así, y que por lo tanto la vigilancia debe incluir a todos los pacientes. Sin embargo, se pueden agrupar estas enfermedades en tres órdenes: a. Las que recidivan en un porcentaje apreciable, mayor del 25% • Enfermedad por VHC • Enfermedad por VHB y VHB+VHD (en ausencia de profilaxis) • Hepatitis autoinmune • Tumores hepáticos distintos al hepatocarcinoma • Hepatocarcinoma (en algunas series) b. Las que lo hacen en un porcentaje inferior • Cirrosis biliar primaria • Colangitis esclerosante primaria • Hepatopatía alcohólica • Hemocromatosis • Hepatocarcinoma (en algunas series) • Síndrome de Budd-Chiari c. Las que prácticamente no recidivan o no lo hacen nunca • Metabolopatías de origen hepático • Enfermedad de Wilson • Trauma hepático • Hepatopatías tóxicas Estas cifras no deben conducir a catalogar inmediatamente estas enfermedades como mejores o peores indicaciones de TH. La trascendencia de la recidiva es distinta en cada caso, y como veremos, oscila entre la mera curiosidad científica y casos fulminantes de pérdida del injerto. Para comprender el peso relativo de cada una de estas entidades, es necesario conocer su peso específico dentro de las indicaciones de TH. Por lo que respecta a España, según los datos disponibles en el Registro Español de Trasplante Hepático4, estas enfermedades se distribuían como se muestra en la tabla 73.1 a diciembre de 1999 (excluyendo retrasplantes): Como vemos, al menos un 80% de los TH realizados, se inscriben dentro de las entidades con tendencia importante o apreciable a la recidiva. b) la enfermedad biliar primaria c) la colangitis esclerosante primaria d)la hepatopatía autoinmune e) una miscelánea que incluye las enfermedades vasculares del hígado, la sarcoidosis, la hepatitis por células gigantes y otras Hepatopatía Etílica La hepatopatía etílica fue inicialmente una indicación poco frecuente de TH. Probablemente en esto influyó la inseguridad acerca del cumplimiento futuro de la abstinencia alcohólica en estos pacientes. Quizás existieran también ciertos tintes moralistas de condena hacia unas personas que, de acuerdo a cierta opinión, eran culpables de su enfermedad. En lo que respecta a nuestra propia experiencia, nuestro grupo ha llevado a cabo a fecha 15 de enero de 2000, 286 TH, de los cuales 245 fueron primeros implantes y 41 retrasplantes, con la distribución mostrada en la tabla 73.2 por etiologías. Está claro que la suma de los trasplantes indicados para el tratamiento de las patologías con mayor tendencia a la recidiva (enfermedades por VHB y VHC), totaliza un nada despreciable 41.1% de la cifra global, lo cual añade aún más a lo dicho acerca de la importancia del tema. Las enfermedades que debemos considerar (excluyendo las hepatopatías virales B y C y los tumores) son, en orden de frecuencia como indicación de TH: a) La hepatopatía etílica Hoy la situación es bien distinta, y la hepatopatía alcohólica es en muchas series la primera o segunda indicación de TH4. Se comprende hoy que la naturaleza del alcoholismo es decididamente compleja, y que el culpar al individuo de su hábito alcohólico es demasiado simplista. Además, los equipos que incluyeron alcohólicos en sus programas han ido demostrando que los resultados en esta indicación son comparables e incluso mejores que los de la serie general4-8. Esto es evidentemente una traducción directa de que incumplimiento de tratamiento y recidiva de ingesta etílica (los problemas que más se temen en el alcohólico y que llevarían a la pérdida del injerto) no son relevantes. Nadie niega sin embargo la necesidad de evaluar adecuadamente por un equipo interesado y experto a cada paciente alcohólico que se considera para TH6.7.9.10. En esta evaluación se ha de 913 prestar atención a los condicionantes personales, médicos, sociales y psicopatológicos. El período de abstinencia que se requiere para entrar en lista de espera no ha sido, a la luz de los resultados de algunos investigadores9 importante a la hora de predecir recidiva del etilismo. No obstante, es práctica común en los equipos de TH el exigir un período que posibilita además observar la evolución de la hepatopatía en ausencia del agente causal. En nuestro grupo, este período es de 6 meses, pero se puede reducir a 3 si el informe de evaluación es excepcionalmente bueno. En el estudio concreto de los factores que más inciden en el pronóstico a largo plazo de los pacientes alcohólicos trasplantados, los condicionantes sociales resultan ser los de mayor importancia, por lo que es aconsejable que estos pacientes sean seguidos desde este punto de vista7,9 Las cifras de recidiva varían mucho, según el equipo de que se trate y también por el medio por el que esta recidiva se diagnostique (entrevista clínica, medición de etanol en orina, otros parámetros bioquímicos)5. Se puede situar entre un 18 y un 32%5,7,9. Hay que tener en cuenta que esta recidiva recoge todo aquel paciente que ha vuelto a ingerir alcohol, sin cuantificarlo ni basarse en la reaparición de lesión en el injerto. De hecho, parece que se trata en general de recidivas muy modestas, asociadas en todo caso a la producción de lesiones leves como esteatosis, que aparecería en menos de la mitad de los pacientes que han vuelto a beber alcoholi:5. El otro aspecto, referente al cumplimiento del tratamiento inmunosupresor, parece también asegurado. En primer lugar, por los datos mencionados que demuestran que el índice de pérdidas del injerto no es mayor en este grupo. Cuando se ha estudiado directamente, también se ha encontrado un buen cumplimiento5,7 En resumen, podemos concluir que la hepatopatía alcohólica es una buena indicación de TH, que las perspectivas tanto de calidad de vida10 como de supervivencia del injerto son iguales o mejores que las de otros pacientes, y que no nos debe preocupar la posibilidad de una lesión histológica significativa como consecuencia de una recidiva de la ingesta. También es adecuado el seguimiento. Todo ello pasa, sin embargo, por una adecuada selección de los pacientes que preste especial atención a factores personales y sociales. 914 Enfermedad Biliar Primaria La posibilidad de la recidiva de la enfermedad biliar primaria (EBP) tras el TH ha preocupado desde siempre11-13. Posiblemente es uno de los campos en que más y mejor se puede estudiar, dado que el TH es la terapia de elección para la EBP terminal y que en muchos grupos las pacientes con EBP reciben una parte importante del total de implantes. ¿Con qué frecuencia ocurre? Los autores que han examinado la incidencia de recidiva histológica en el seguimiento (tomando ésta como patrón de recidiva) han encontrado una prevalencia de entre el 8 y el 16%, tras un seguimiento medio de unos 2 años11-14. Sin embargo, la recidiva no debe examinarse sólo desde este punto de vista. En el caso de la EBP, se han utilizado cuatro formas de detectar la recidiva: la histología, los enzimas hepáticos, el patrón de anticuerpos antimitocondriales (AAM) y la inmunohistoquímica. Es indudable que en una serie de pacientes, aparecen en el postrasplante alteraciones histológicas que recuerdan la EBP. En una serie amplia14, al analizar las biopsias anormales en un grupo de pacientes trasplantados por EBP, se describían alteraciones del tipo de infiltrado portal mononuclear (25%), agregados linfoides portales (25%), granulomas epitelioides portales (25%) y lesión ductular (25%); como consenso, se estimó que se podía diagnosticar recidiva de la EBP si se encuentran en combinación infiltrado mononuclear, agregados linfoides, granulomas epitelioides y daño de dúctulos biliares. Sin embargo, los mismos autores señalan que estas alteraciones pueden estar presentes en otros cuadros postrasplante, de los cuales destaca el rechazo crónico. Es preciso recordar que en el conjunto de los pacientes trasplantados, aproximadamente un 60% de las biopsias de protocolo al 5º año van a ser anormales15,16. Afortunadamente, la inmensa mayoría de los casos de EBP recurrente son de grado I y II11, siendo excepcional la evolución a cirrosis. Sin embargo es posible que un seguimiento más prolongado cambie esta situación. Lo mismo se puede decir de las alteraciones bioquímicas. Sabemos, por el análisis de series amplias, que hasta un 65% de los pacientes con TH por cualquier causa tienen alteradas las pruebas hepáticas a los 5 años del trasplante1. El patrón de colostasis que identificaría a las recidivas de EBP puede aparecer en otras circunstancias como el rechazo crónico, la esteatosis, las complicaciones biliares o la recidiva del VHC. Es curioso además, que hay estudios, según veremos, que demuestran que puede haber recidiva de EBP con histología normal. Mientras que las alteraciones analíticas conservan su papel como indicadores de una posible recidiva, no son lo más adecuado para diagnosticarla. En cuanto a los AAM, se sabe que la recidiva histológica no siempre se asocia a marcadores serológicos. Si se determinan los AAM y específicamente los AAM-M2 rutinariamente17, se ve que los primeros se normalizan al primer año de seguimiento en un 40%, descienden en otro 40% y quedan igual en el 20% restante, sin aumentar más que excepcionalmente. En los años segundo a cuarto, en un 15% se detecta un incremento de estos autoanticuerpos. Sin embargo, si se recurre al Western blot para detectar los AAM-M2, se demuestra que éstos nunca desaparecen del todo en ningún paciente. Afortunadamente, esto no se asocia con ningún patrón histológico o analítico determinado. La inmunohistoquímica aporta algo de especificidad en un panorama en que, como vemos, los criterios clásicos de diagnóstico faltan o son confusos. En un interesante estudio18, se empleó un anticuerpo monoclonal bien caracterizado, denominado C355.1, que reacciona con el autoantígeno inmunodominante de la EBP, el complejo de la dehidrogenasa de pirúvico (PDC-E2). En pacientes con EBP, este anticuerpo produce una intensa tinción apical en el epitelio ductular biliar de pacientes con EBP. Incluso se ha postulado que puede ser el primer marcador de la enfermedad. En este estudio, se analizaron muestras de tejido hepático de 67 pacientes, obtenidas tanto antes como después del trasplante. De estos 67 casos, en 38 la enfermedad primitiva era un EBP, y los otros 29 se utilizaron como controles. Se tiñeron los cortes con el anticuerpo C355, intentando determinar si en las muestras postrasplante reaparecía el patrón de actividad apical de las células ductulares. De los 38 pacientes trasplantados por EBP, 28 (73.68%) mostraron un patrón de tinción con el anticuerpo 355.1 en todo indistinguible al patrón hallado en las muestras pretrasplante. Frente a esto, ninguno de los 29 controles presentó dicho patrón. De estos 28 pacientes con positividad inmunohistoquímica, 8 correspondían his- tológicamente a posibles recidivas de la EBP, 2 a casos de rechazo crónico, otros 2 a rechazo agudo, 9 a cambios inespecíficos y 4 a muestras de tejido hepático normal, mientras que 3 correspondían a otros cambios histológicos. Sólo aquéllos con positividad biliar apical al anticuerpo 355.1 tenían un patrón colostásico de alteración de pruebas hepáticas. Estos datos parecen dejar claro que la recidiva inmunohistoquímica es muy frecuente. No se sabe, sin embargo, en qué cantidad y en qué grado esta positividad se sigue del desarrollo de una auténtica EBP. En resumen, en cuanto a la recidiva de la EBP, se puede concluir que: • la inmunohistoquímica revela que aproximadamente en un 70% de los casos no desaparece la que sería la alteración más precoz de la enfermedad: positividad apical al anticuerpo monoclonal 355.1 • lo mismo nos dice la persistencia de los AAM-M2, aunque si se detectan los AAM por técnicas habituales, puede parecer que desaparecen en un 40% de los casos y que sus títulos descienden en otro 40% • la elevación de enzimas no es en este contexto un buen dato de seguimiento, ya que no tiene suficiente especificidad ni sensibilidad, pero sí puede actuar como llamada de atención • las alteraciones histológicas pueden faltar o existir alteraciones de otro tipo aun con una recidiva demostrada por inmunohistoquímica; si tomamos estas alteraciones como patrón de la recidiva, podemos estimar que ésta ocurre en un 10-15% de los pacientes tras dos años de seguimiento Estos datos no deben alterar el manejo práctico: si en una biopsia de protocolo o indicada por pruebas hepáticas alteradas, aparecen alteraciones sugestivas de EBP recurrente, es preciso como primera prioridad descartar que se trate de otro cuadro más progresivo y tratable, como un rechazo agudo. En caso contrario, probablemente está indicado tranquilizar al paciente acerca de la trascendencia del hallazgo, ya que se conoce que la tendencia de estas lesiones a la progresión, si bien no se puede descartar14 no es esperable. Para disminuir la frecuencia y trascendencia de esta recidiva, caben dos tipos de actuaciones. En primer lugar, hay que considerar la in915 munosupresión de base que estemos aplicando. Algunos datos apuntan a que la recidiva podría ser menos frecuente en regímenes que incluyen prednisona y azatioprina, y quizás ciclosporina 19. Los datos son de momento insuficientes para recomendar uno u otro esquema de tratamiento en estas pacientes. Sin embargo, si parece haber habido más consistencia en aceptar, que la inmunosupresión debe mantenerse un poco más intensa que en el paciente habitual. Ello no es de extrañar si pensamos que la EBP es una enfermedad con participación autoinmune. Podría resultar peligroso en estas pacientes intentar una retirada o disminución importante de la terapia inmunosupresora, ya que ello daría lugar en algunos casos a recidiva de la enfermedad20. En todo caso, ante el diagnóstico de recidiva, se ha de considerar tratamiento con ácido ursodeoxicólico, de eficacia demostrada en la EBP11. Este fármaco se ha empleado además en el TH, de manera inespecífica, pero consiguiendo curiosos resultados en cuanto a la protección frente al rechazo y a las complicaciones infecciosas. Colangitis Esclerosante Primaria La colangitis esclerosante primaria (CEP) presenta tres condicionantes importantes a la hora del TH21. En primer lugar, su asociación a enfermedad inflamatoria intestinal hasta en un 75-80% de los casos, lo que complica el manejo y el seguimiento. En segundo, un 10-30% de incidencia acumulada de colangiocarcinoma asociado, con hasta un 20% de tumores incidentales en el momento del trasplante, que se hacen tanto más frecuentes cuanto más avanzada esté la enfermedad. Finalmente, existe en esta entidad la posibilidad de recidiva sobre el injerto, y de hecho fue una de las que primero se implicaron en este sentido21,22. En cuanto al primer punto, no es posible hablar de recidiva de la enfermedad intestinal asociada, ya que no desaparece e incluso permanece el riesgo de displasia y neoplasia23. Su curso puede volverse un poco más benigno debido a la inmunosupresión. Sin embargo, y por la misma razón, es lógico que la vigilancia de la aparición de adenocarcinoma sobreimplantado deba extremarse24. En lo que respecta al colangiocarcinoma, parece entenderse que los hallados incidentalmente no van asociados a menor supervivencia del in916 jerto, aunque todo depende de cómo definamos estos tumores incidentales. Si se trata de todo tumor no diagnosticado antes del trasplante, su presencia sí afecta a la supervivencia, pero no así si el tumor era menor de 1 cm25. En cuanto a la recidiva en sí, la CEP fue de las primeras entidades causa de trasplante de las que se sospechó esta posibilidad. De nuevo, como en el caso de la EBP, podemos investigar esta recidiva desde varios puntos de vista. Si atendemos a las bases moleculares e inmunológicas de la enfermedad, vemos que antes del trasplante se encuentran autoanticuerpos citoplasmáticos antineutrófilo perinucleares (p-ANCA) en 80-100% de los casos. Tras el TH, se observa que los títulos disminuyen en los primeros 6 meses, pero vuelven a aumentar luego a niveles similares de los del pretrasplante26. Esto no fue diferente en pacientes con o sin EEI asociada. De todas formas, la presencia de estos anticuerpos no influye en el desarrollo de la enfermedad21. En cuanto a las alteraciones bioquímicas, volvemos a encontrarnos con una situación en que no hay datos específicos21,25. La actitud más razonable es probablemente tener en cuenta la posibilidad de recidiva ante cualquier disfunción del injerto. Sin embargo, en cuanto a la clínica, se sugiere que debería investigarse activamente la recidiva en pacientes que desarrollen episodios de colangitis aguda posteriormente al TH. Esto es lógico, a la vista de la posibilidad de producción de estenosis biliares en su curso. Histológicamente, resulta difícil también decidir. La colostasis funcional (simple), la balonización de hepatocitos y la colostasis colangiolar pueden resultar de lesiones de preservación (se demostró que las estenosis aparecen sobre todo en preservaciones mayores de 10 horas), en lesiones inmunes (rechazos agudo y crónico)29 y en lesiones isquémicas (trombosis tardía de la arteria hepática)27. Es raro encontrar la clásica lesión de colangitis obliterativa fibrosa (fibrosis en piel de cebolla), y de hecho lo más frecuente es que los cambios sean, como se ha dicho, inespecíficos21. Finalmente, en esta entidad existe la peculiaridad de la recidiva radiológica. En la evaluación de un paciente trasplantado por CEP y con alteración del injerto, esta técnica resulta casi siempre obligatoria, a menos que se llegue a un diag- nóstico cierto por medios menos invasivos. En cuanto al aspecto macroscópico del árbol biliar, visto por colangiografía, la mayor dificultad estriba en la diferenciación de la recidiva radiológica y otras entidades, frecuentes en el trasplante, que pueden afectar al árbol biliar. Se ha apuntado que la presencia de divertículos y de irregularidades de la pared de la vía biliar orientan más hacia la posibilidad de una recidiva de la enfermedad que a otras causas28. A la vista de esto, se comprende que el diagnóstico de recidiva de la CEP no es fácil y que debe basarse en la integración de todos los datos disponibles25. Por esto mismo, no hay cifras claras acerca del porcentaje de pacientes que se ve afectado, dependiendo por supuesto de la manera en que se busque. Si es una búsqueda activa, se encuentra recidiva al menos en un 10% a los 3 años de seguimiento, pero esta cifra se eleva hasta un 30% si se estima todo pequeño detalle de la colangiografía27,28,30. Probablemente el tiempo de seguimiento aumente el porcentaje de pacientes afectados. En todo caso, parece que por lo menos a medio plazo (5 años) la recidiva no compromete la supervivencia del injerto25,31. Esto se ve avalado porque el índice de retrasplantes comunicado para las series de CEP es del 10-15%, similar al de otras enfermedades de base4,25. En caso de diagnosticarse con fiabilidad, la actitud pasa por la atención a las consecuencias clínicas del desarrollo de estenosis biliares y del síndrome colostásico (suplementos de vitaminas, tratamiento del prurito, dilatación de zonas críticas), pudiendo ofrecerse retrasplante llegado el caso25,31. Hepatopatía Autoinmune La hepatopatía autoinmune (HAI) no es un trastorno frecuente en nuestro medio, y ello se refleja en su escasa representación en la serie nacional de TH4. Sin embargo, su capacidad para evolucionar de manera rápida y agresiva, unida a la existencia de pacientes no respondedores al tratamiento32, hacen que sea una indicación de trasplante hepático no excepcional. Como enfermedad autoinmune que es, se considera que depende de una respuesta sistémica equivocada frente a autoantígenos hepáticos, que determina la lesión progresiva de este órgano32. Si procedemos a un TH, la situación sería entonces análoga a la que aparece en las hepatopatías virales, encontrándose un hígado sano en un ambiente inmunológico que no ha dejado de ser hostil. Por lo tanto, es razonable pensar que la HAI tiende a la recidiva sobre el injerto. Hay dos precisiones que sin embargo modifican esta situación. Por una parte, el hígado implantado no tiene por qué presentar identidad antigénica con el nativo, por lo que la respuesta autoinmune no encontrará el mismo abanico antigénico contra el que dirigirse. Además, el tratamiento inmunosupresor aplicado en el postrasplante presenta analogías importantes con el tratamiento habitual de la HAI32. Por lo tanto, esta tendencia teórica natural a la recidiva se va a ver modulada. La recidiva, sin embargo, existe y está bien documentada, afectando en las primeras series hasta a un 25% de los pacientes21,25,33-35. En el momento actual, en que se comprende y previene mejor esta recidiva, la frecuencia no debe ser tan alta36,37. La descripción del cuadro se hizo en pacientes que desarrollaban un cuadro de disfunción crónica del injerto con alteración de transaminasas, asociada en grado variable a elevación de gammaglobulinas y a positividad de autoanticuerpos 21,22,37,38 . A veces reaparecían angiomas cutáneos y ascitis39. Puede adoptar también la forma de una hepatitis lobulillar aguda40. En todos los pacientes, o bien aparecía la alteración durante la retirada de esteroides, o bien se producía en pacientes bajo monoterapia con ciclosporina. La reanudación de inmunosupresión más intensa (elevación de dosis o adición de azatioprina) parecía eficaz para controlar la enfermedad. Esto suele ocurrir, debido a las pautas adoptadas, hacia el final del primer año tras el TH39. En la biopsia hepática, reaparecen datos histológicos que recuerdan a la enfermedad de base como inflamación portal e incluso necrosis y fibrosis21. Lo antedicho permite entender esta recidiva como debida a la persistencia de las causas de la enfermedad original. Desde que ésto es conocido, los equipos de TH suelen mantener la inmunosupresión en estos pacientes un tanto más intensa que en el resto 37 , planteando incluso muchos la no conveniencia de intentar retirar esteroides41. Los datos disponibles son escasos en cuanto a la tendencia de recidiva de las diferentes clases 917 de HAI y otros factores predictivos. Se ha descrito que los receptores HLA-DR3 positivos con injertos HLA-DR3 negativos están especialmente expuestos21, pero esto no ha sido comprobado36. Quizás la consecuencia más importante debe ser que estos pacientes requieren una disminución más suave de los esteroides, que probablemente no sea prudente intentar retirar35,42,43. En el caso de los niños, la recidiva puede llegar hasta el 80% y adoptar un curso más agresivo que en el adulto, e incluso ser resistente a la intensificación de la inmunosupresión39, por lo que en ellos se debe ser aún más cauto. La intensificación temporal de la inmunosupresión y el evitar en el futuro nuevos estados de inmunosupresión subóptima, forman las bases del tratamiento Miscelánea Esteatohepatitis no Alcohólica Esta entidad, no demasiado bien conocida, se presenta en forma de hepatopatía a veces progresiva. Sus características la hacen asemejarse a la hepatopatía alcohólica. Al no ser demasiado frecuente, no existen muchos datos acerca de su pronóstico tras el TH. Sin embargo, sí se ha descrito que en estos pacientes puede aparecer hasta en el 75% de los casos una esteatosis precoz de grado variable sobre el injerto; en aproximadamente la mitad de ellos es posible observar cambios característicos de la enfermedad de base44,45. En ninguno de los casos observados esta alteración llevó a la pérdida del injerto45. No se ha determinado ninguna actitud preventiva ni terapéutica a tomar. Hepatitis de Células Gigantes Esta hepatopatía de causa desconocida (probablemente viral) se presenta como fallo hepático agudo y subagudo, aunque a veces evoluciona a cirrosis colostásica tras el episodio inicial48. Se ha observado la recidiva tanto tras trasplante en fase aguda como en fase crónica48,49. El diagnóstico se puede establecer mediante la histología, que mostrará las clásicas células sincitiales, y filamentos intracelulares en microscopía electrónica. El tratamiento precoz de las recidivas (y quizás del episodio inicial) con ribavirina, parece tener ciertas perspectivas de éxito49. Hidatidosis La parasitación hepática por Echinococcus puede llevar al trasplante hepático, sea directamente o a través de las consecuencias de intervenciones quirúrgicas que a veces pueden ser muy agresivas. En el caso de Echinococcus alveolaris, la recidiva está documentada hasta en el 25% de los casos, pudiendo ser incluso responsable del fallecimiento del paciente50 Protoporfiria Eritropoyética En este cuadro, la síntesis medular del heme se ve bloqueada, conduciendo a la acumulación de cantidades masivas de protoporfirina. El cuadro es poco frecuente, y puede cursar con daño hepático. En una comunicación de dos pacientes trasplantados por este motivo51, se observó cómo el acúmulo volvía a producirse precozmente, determinando de nuevo hepatopatía. El TH es por tanto un método paliativo, ya que el defecto no es hepático y no se corrige con este procedimiento. Budd-Chiari El síndrome de Budd-Chiari se debe con frecuencia a una alteración de base que condiciona estado de hipercoagulabilidad, como déficits congénitos de factores anticoagulantes, síndromes mielodisplásicos y otros46. En estos casos, la persistencia de la enfermedad de base determina la necesidad de instaurar un tratamiento anticoagulante crónico que evite la recidiva de la trombosis de las venas suprahepáticas46. Otras enfermedades vasculares hepáticas de naturaleza más oscura, como la venopatía fibrosa obliterante, han recidivado también tras TH47. 918 Sarcoidosis En la afectación hepática por sarcoidosis, la recidiva de ésta ha sido descrita, ya en forma de hepatopatía, ya como linfadenopatía difusa52-54. No es una indicación frecuente de trasplante y por lo tanto la importancia de la recidiva no está bien establecida. Otras Entidades Evidentemente, dentro de las indicaciones de TH hay una serie de enfermedades cuya rareza impide un estudio sistematizado de la posibilidad de recidiva. 17. En otros casos, con el TH se corrige una situación en la que el hígado es la víctima y no la causa del trastorno. El paradigma de estos cuadros es la hemocromatosis, en la que persiste el trastorno intestinal que condiciona la hiperavidez por el hierro, por lo que éste se volverá a acumular en el injerto si no se toman las medidas precisas. 18. BIBLIOGRAFÍA 21. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. Slapak GI, Saxena R, Portmann B, gane E, Devlin J, Calne R, et al. Graft and systemic disease in long-term survivors of liver transplantation. Hepatology 1997;25:195-202 Carson KL, Hunt CM. Medical problems occurring after orthotopic liver transplantation. Dig Dis Sci 1997;42:1666-1674 Haagsma EB, Klompmaker IJ, Verwer R, Slooff MJH. Longterm results after liver transplantation in adults. Scand J Gastroenterol 1991; 26 S-188:38-43 Registro Español de trasplante Hepático. http://www.msc.es/ ont/esp/registro/f_registro.htm Fabrega E, Crespo J, Casafont F, De las Heras G, de la Pena J, Pons-Romero F. Alcoholic recidivism after liver transplantation for alcoholic cirrhosis. 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