LAS LETRAS Daniel Defoe: el escritor inglés del XVIII P En clave de humor como el Twistan Shandy de Sterne, MolI Flanders era una novela picaresca escrita bajo el influjo del Lazarillo de Tormes, como el propio Defoe reconoce. E incluso es posible que conociera e influyera en él la tradición que desde La picara Justina - 1605- , La hija de Celestina -1612- hasta la garduña de Sevilla -1624- ,las arpias de Ma-, drid -1631- o la niña de los embustes -1632- se sucediera e'n España. MolI Flanders tiene como principal aliciente, pues, la figura central femenina. Respecto al personaje de la pícara hay que decir que aun cuando la primera de ellas, la lozana andaluza de Delicado, data de 1528, es decir, casi veinte años antes de la aparición del lazarillo, y por tanto de lo que se considera como hito a la hora de hablar de novela picaresca propiamente dicha, en general, la figura femenina de la pícara se incorpora masivamente coincidiendo con la decadencia del género. En MolI Flanders, a diferencia de la picaresca hispana, no son los estamentos sociales ni tan siquiera la clase c1ericallo que se fustiga (y el problema de la salvación se resuelve gracias al auxilio de la providencia). Es contra los excesos de la moral contra lo que clama Defoe, representante de una sociedad purítana 26 en donde en 1680 las condiciones sociales no hacen de la clase mendicante esa legión trágica e irremediable que representa el pequeño laiarillo de Tormes. MolI Flanders no es tampoco la novela regocijante y un poco subida de tono que podría esperar el lector moderno. La heroína y sus múltiples matrimonios no puede escandalizar más que cualqlJlier vulgar representante del star system actual. Los hurtos de su etapa de ladrona habilísima y los sucesivos matrimonios por interés son casi las únicas transgresiones' que se permíte un Daniel Defoe siempre temeroso de caer en lo inconveniente. Un poco dilatada es la narración de sus aventuras y desventuras, aunque en ningún momento llega a decaer ostensiblemente el ritmo narrativo. Resulta, eso sí, un tanto inverosímil la manía de Daniel Defoe de mantener a sus protagonistas en una activa y militante longevidad. Tanto Moll Flanders como su Robinson serán sexagenarios en absoluto privados de sus cualidades juveniles: el lector adivina, todo lo más, cierto encanecimiento o la existencia de débiles arrugas sobre sus rostros incansables. Las aventuras de Moll Flanders son una relación de las andanzas de una heroína con más de avispada dama venida a menos que de pobre caída, producto de la miseria. Andanzas que el autor resumirá en los prolegómenos de la siguiente forma: "Fortuna y adversidades de la famosa MolI Flanders que nació en Newgate y que a lo largo de los sesenta años, sin contar los de su niñez, de una vida de continuo azares, fue ramera doce años, cinco veces casada (de ellas, una con su propio hermano) doce años ladrona, ocho deportada en Virgi- nia y finalmente se hizo ríca y vívió honradamente y murió arrepentida. Según sus propias memorias". La ilusión de que es el propio protagonista el que escribe o cuenta no podía, como es"evidente, faltar en una no~ vela más o menos adscrita al género picaresco, así como tampoco esa corriente de simpatía que despierta la heroína aun en sus más reprobables hazañas. Hay, sin embargo, un recurso que si bien podía hallarse en la picaresca y en otros géneros coetáneos - en la no· vela bizantina y pastoril- fue el folletín decimonónico quien le prestó mayor popularidad: nos referimos a la anagnoresis o reconocimiento que provocaba generalmente el desenlace, Moll se casa con su propio hermano sin saberlo y se traslada a vivir a Virginia junto a la madre de éste que resulta ser su propia madre. El reconocimiento se produce cuando en charlas insustanciales la madre le revela parte de su historia. MolI ha tenido ya varios hijos con su hermano, pero lo que en otro contexto podría resolverse en clave de tragedia se soluciona con la partida de Moll a Londres, que después de todo es el escenario obligado de sus trapacerías. Indudablemente Defoe narra con soltura pero su fama de escritor descuidado se asienta en la más palpable realidad. Como ejemplos curiosos podemos citar la forma en que olvida los hijos tenidos por MolI Flanders. En descuidos de esta índole caía con frecuencia en Robinson Crusoe, una narración escrita en 1719. La acción com ienza en 1659 y sus primeras adversidades fueron desafortunados encuentros con los turcos, a consecuencia de © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 ese a que nunca fue un novelista acabado y nato, Daniel Defoe es el autor inglés del' XVIII más universal, más que Richardson o Fielding, más entendido y aclamado que Swift. Nació en 1660 en Londres y llevó hasta casi su muerte una vida azarosa. Tuvo infinidad de oficios y se destacó como activista político y libelista. Como novelista sostuvo siempre ese inevitable prejuicio racionalista de la Ilustración, según el cual la narración imaginaria era un producto naturalmente deleznable. Su producción es variadisima, e innumerables fueron también los pseudónimos que empleó, por lo que la autoría de algunos textos le ha sido muy recientemente imputada. Así, hasta 1932 no se le atribuyó Historias de piratas que data de 1724 y que enlaza con uno de sus temas favoritos: el viaje y la navegación.Junto a estas Historias compuso obras de distinto signo como Tratado sobre el uso y abuso del lecho conyugal, Himno a la picota, Coronel Jack, Memorias de un caballero, Roxana o sus obras capitales como MolI Flanders, Robinson Crusoe, o El año de la peste. MolI Flanders apareció en 1722, aunque había sido escrita unos años antes, en 1673. Las intenciones del libro quedaban claras desde las primeras páginas "y como incluso de las peores de las historias puede hacerse el mejor de los usos, es de esperar que su ejemplaridad atraiga al lector grave, aun cuando su tema pueda inclinarle a desechar el libro". Si Daniel Defoe en Robinson CFUsoe tomó como base la auténtica aventura acaecida a un tal Alexander Serkik, en Un diario del año de la peste recoge informaciones variadas presuntamente debidas en su mayor parte a un tío del autor, Henry De Foe. Daniel Defoe tenía cinco años en 1665, en el año de la peste; a diferencia de Samuel Pepys, quien hace en su Diario una crónica de los hechos, Defoe no fue testigo de los sucesos que cuenta, por lo que su labor fue aún más ardua. Es un extenso reportaje, minucioso y con prurito de rigor histórico lo que Defoe emprende en Un diario del año de la peste. Su obra no posee, desde luego, un estricto plan interior; el autor insiste continuamente sobre datos u opiniones ya aportados, no sigue en la relación de los hechos ningún criterio cronológico, no se plantea ninguna estructura, sistema alguno, pero sí se impone cierta objetividad que no llega a conseguir plenamente. En su análisis de las causas de la peste, se debate entre una necesidad de cientifismo racionalista y su habitual creencia en la providencia divina "y no puedo por menos de maravillarme de tropezar con cierta gente que, ahora que la calamidad ha pasado, hablan de ella como si hubiese sido un rayo enviado directamente desde el Cielo, sin ninguna otra causa natural, destinado a fulminar a talo cual persona en particular, y no a otras, lo cual yo no puedo por menos de considerar con desprecio, como muestra de ignorancia y fanatismo", dirá en un momento dado, lo que no obsta para que en otras ocasiones considere que la muerte por contagio de la peste -y cuenta el caso de unos malhechores- fuera el resultado de la justicia y la ira divina: "fue fulminado por el Cielo con el castigo de la peste y murió de una manera lastimosa". Yen otro lugar llega a sostener que: "sin duda alguna una epidemia es un castigo que el Cielo envía sobre la ciudad, la comarca o el país donde se produce, un anuncio de su venganza, y una llamada a aquel país, comarca o ciudad para que se humille y se arFepienta...". Por supuesto que, en lo que a la rem isión de la enfermedad se refiere, apoya tam bién la tesis de que se debió a la mano oculta e invisible de Dios. En su relación de los hechos aporta continuamente datos, cifras, opiniones. Algunas de las opiniones de las que se hace eco (naturalmente mostrándose imparcial frente a ellas) chocan-allector moderno por lo ingenuo. Así, hablando delvirusydel modo en quesetransmite la enfermedad dirá: "He oído decir que según la opinión de otros, tales enfermos podían reconocerse haciendo que echaran el aliento sobre un trozo de vidrio, en donde el aliento se condensaba, y con la ayuda de los microscopios podrían verse seres vivos, de formas singulares, horribles y monstruosos, tales como dragones, serpientes, y diablos horribles de ver". Ya renglón seguido manifestaba cierto escepticismo "pero es algo de lo que yo tengo muchas dudas y en aquellos tiempos, si no Fecuerdo mal, no teníamos microscopios para hacer tal experiencia". Pero al margen de algunas formulaciones ingenuas, el Diario del año de la peste supone un estremecedor y dramático documento. Auténtico antecedente del gran reportaje periodístico y deI-libro testimonio. Un diario del año de la peste posee además unas características estilísticas que son la impronta del autor y que no llega a rebajar su valor a saber, sintaxis reiterativa cargada de Fecursos convencionales tales como "decía que" o el abuso de continuos nexos copulativos y su tendencia a adelantar acontecimientos y recurrir a la fórmula de "pero ya diré algo más de este asunto a su debido tiempo" que puede a la larga resultar enojoso para el lector. Pero la reconstrucción viva y palpitante del año de la peste, 57 años después, le confiere un significado y un valor liteFario e histórico incalculable, aunque no sean exactas todas sus afirmaciones,. ni acabado su estilo. "En Londres hubo una terrible peste -en el sesenta y cinco murieron en ella más de cien mil hombres- pero yo aún estoy vivo". Dirá Daniel Defoe en unos versos colocados como colofón del Diario, un libro mitad crónica, mitad novela. Una obra que junto a Robinson Crusoe y Mol! Flanders lo ha salvado del purgatorio del olvido como de su talante de escritor desigual podria esperarse. Más recuperado en los últimos años que Fielding, Richardson o Sterne. y mucho más leído que Jonathan Swift, Daniel Defoe, alias, H.F. Andrew MOFeton o Capitán George Roberts, es desde luego un hombre capital en las letras inglesas del XVIII. DOLORES CAMP08-HERRERO Ediciones canarias recientes DOS POETAS CANARIOS DE VANGUARDIA l Departamento de Literatura Española de la Universidad de La Laguna publica ahora, a través de su Seminario de Literatura Canaria, un volumen de poemas inéditos del escritor surrealista tinerfeño Domingo López Torres, nacido en 1909 y fallecido en 1937. López Torres, animador de las revistas Ca rtones (1930) y Gaceta de Arte (1932-1936), piezas fundamentales en la historia de la vanguardia insular, era conocido hasta hoy, sobre todo, por sus excelentes ensayos sobre arte publicados en la segunda de las revistas citadas. La publicación de estos poemas inéditos, bajo el título de Lo impFevisto, representa, pues, ampliar nues· .tro conocimiento de un escritor inserto en un serrealismo radical, como viene a demostrarlo este breve conjunto de textos poéticos, bellamente editado con dibujos de Luis Ortiz Rosales, compañero de generación de López Torres y, como él, fallecido en la guerra civil. Dato de especial relevancia es, por otra parte, el hecho de que Lo im previsto es un libro íntegramente redactado en la prisión tinerfeña de Fyffes (en la que el poeta estuvo encarcelado, y de donde sólo saldría para morir) en los primeros meses de la guerra civil. Lo im previsto aporta a la historia del surrealismo en Canarias una peculiar dimensión de radicalidad imaginística, en la que los rasgos vivenciales, cotidianos, de la vida en prisión, aparecen metamorfoseados en un lirismo visionario. Títulos como "Los retretes (tres de la mañana)" o "La patata" son buena prueba de ello. Lo imprevisto es, en suma, una fundamental aportación al surrealismo hispánico, que tiene en Canarias una de sus versiones más puras, como ha sido señalado en distintas ocasiones por los estudiosos del tema. La edición interesa igualmente a los historiadores canarios de arte, que encontrarán en los dibujos de Ortiz Rosales una radicalidad artística no inferior a la de los textos. E '-----------.-j. 27 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 los cuales el héroe sufre cautiverio y esclavitud como en 1575 lo sufriera el m ism ísimo Cervantes cuya obra, especialmente, Los tratos de Argel, es posible que conociera Defoe. Sin grandes descripciones ni un conocimiento directo del medio pasó Robinson por la experiencia de la esclavitud. Pero el gran acontecim iento, la partida real de la acción comienza exactamente el 30 de Septiem bre de 1659, cuando naufraga el protagonista en una isla desconocida. La aventura de Crusoe es una epopeya a la superioridad del hombre civilizado, especialmente del hombre inglés. El optimismo en las fuerzas human~s participa en su caso de un fuerte providencialismo. Providencialismo que junto a los valores más característicos de su época, aparece en toda la obra y el pensamiento de Daniel Defoe. Así, Robinson representa el auge del burgués liberal, pragmatista y religioso. Su actitud frente a la naturaleza así como frente a los indígenas con que se topa revela un indiscutible antropocentrismo etnocentrista; el individualismo, el fanatismo religioso así como la certeza de que la lucha es algo connatural al hombre son algunos de los principios que sostiene una obra mucho más doctrinaria que de aventuras. Dos poetas cananos 28 Personas vistas por Padrón Noble GONZALEZ SEVILLA unque la pintura fundamental y creativa en las Islas Canarias !a han hecho siempre los artistas isleños, han sido varios los pintores foráneos que, atraidos por la luz y el paisaje de nuestra tierra, se afincaron en el archipiélago transitoria o definitivamente. Tales son los casos de E. Murray, Meifrén, López Ruiz o Korbanka. Uno de estos artistas fue Juan González Sevilla, que se estableció hace años en Gran Canaria, en donde pasaria gran parte de su vida. Excelente paisajista, González Sevilla captó en sus lienzos infinidad de paisajes y rincones de la isla, muchos de los cuales fueron expuestos en aquella Galería V\ iot de la calle Triana la única sala de arte privada que durante mucho tiempo existió en Las Palmas de Gran Canaria, hasta su desaparición hace diez años. A © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 Editado también por el Departamento de Literatura Española de la Universidad de La Laguna, en colaboración ahora con el Instituto de Estudios Canarios, aparece en librerías Poemas a Mme. Josephine, del gran narrador y ensayista Agustín Espinosa. Conocido, sobre todo, como narrador (Crimen) y ensayista (Sobre el signo de Viera o Media hora jugando a los dados), el autor del incalificable Lancelot era apenas conocido como poeta, pese a distintos textos díspersos y al indudable carácter poético de una buena cantidad de fragmentos de Crimen y del mismo Lancelot. Espinosa, sin embargo, es -recordémoslo- autor del poema Oda a María Ana. Recientemente, el Cabildo Insular de Tenerife publicaba Textos (1927-19361. recopilacíón de artículos, ensayos y poemas dispersos. Un amplio estudio de Sebastián de la Nuez da cuenta minuciosa de la vertiente poética de nuestro escritor, a la que viene a sumarse este conjunto de textos, en su mayor parte breves, considerados por De la Nuez como una contribución singular al ultraísmo. Los Poemas a Mme. Josephine -ordenados en 1932, pero comenzados en 1929, como lo prueba el hecho de que algunos fueran publicados en esta última fecha-- constituyen una "ofrenda lírico-amorosa" en la que un peculiar sentido de lo insular da paso a una suerte de simbolismo, con el que Espinosa quiere combatir la caducada estética decimonónica. Los breves textos combinan, de este modo, reconocibles ímágenes de época y símbolos como el de la "guzla", con los que Espinosa dibuja un breve mapa intelectual. Poemas a Mme. Josephine completa así el perfil de un escritor singularísimo desde el ángulo de la poesía. La edición, aparte del estudio de Sebastián de la Nuez, viene acompañada de la reproducción de la portada original del cuaderno. Un escritor central en las vanguardias insulares que con este libro, se incorpora a la'brill~nie nómina de poetas de una de las épocas más signíficativas y originales de la historia literaria insular, la que, iniciada con La Rosa de los Vientos (1927-1928), cierra su ciclo con Gaceta de Arte, y de la que Agustín Espinosa es, sin duda, el representante más genuíno. Acercarse a estos Poemas a Mme. Josephine es tener una prueba más de su admirable trayectoria de escritor.