Ronald Gibson

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Perspectivas
Una publicación del
Estudio Adolfo Ruiz & Asociados
Microeconómicas
Informe sobre economía, management y negocios - N° 128 – Febrero de 2010
Juncal 1966, 4° Of. C [1124] Buenos Aires, Argentina
Te/Fx: [054-1] 4811-2377 - e-mail: perspectivasmicroeconomicas@fibertel.com.ar
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El choque de 3 generaciones
El cambio generacional generalmente
afecta a las relaciones laborales y en el
presente, parece estimular la alta rotación
de personal y su consecuente pérdida de
productividad. En tal sentido, Ernesto
Firmenich Bianchi1 –miembro del Consejo
de Redacción de nuestra publicación-,
ha preparado un informe que, pensamos,
será del interés de nuestros lectores.
Un tema de antigua data
La posmodernidad2 ha modificado los tradicionales valores de la sociedad occidental y
los responsables de este cambio de valores son, entre otros, la educación familiar, los
modelos mediáticos, y los avances de las ciencias, las tecnologías y las comunicaciones
que han dado lugar a lo que llamamos la sociedad de la información. Se dice a veces
que nos enfrentamos a una sociedad sin valores, pero el hecho real es que no es una
sociedad sin valores, sino una sociedad con otros valores distintos a los que conocimos
cuando nos educaron a mediados del siglo XX.
Veamos estas cuatro menciones con las que el médico inglés Ronald Gibson, comenzó
una conferencia sobre conflictos generacionales:
1. “Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y
no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos
verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra.
Responden a sus padres y son simplemente malos”.
2. “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy
toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente
horrible”.
3. “Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El
fin del mundo no puede estar muy lejos”.
1
2
Licenciado en Comercialización; Director ejecutivo de CONDUCES, Grupo consultor (UCES)
Término aplicado a las tendencias de la cultura occidental de las últimas décadas, muy críticas del historicismo y el racionalismo.
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4. “Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son
malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de
hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”.
Después de estas cuatro citas, el orador quedó muy satisfecho con la aprobación que, los
asistentes a la conferencia, daban a cada una de las frases dichas. Recién entonces
reveló el origen de las frases mencionadas: La primera es de Sócrates (470- 399 a.C.);
la segunda es de Hesíodo (720 a. C.); la tercera es de un sacerdote del año 2.000 a. C.
y la cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia
(Actual Bagdad), con más de 4.000 años de existencia. Como vemos esta
disconformidad con la educación de nuestros descendientes lleva al menos, 4.000 años
y parece que continuará.
Una sociedad con valores distintos a los considerados superiores
Algunos de los valores en los que hemos sido educados han sido reemplazados por otros
distintos; mejores o peores, según quien los juzgue. Quienes fuimos educados en una
civilización occidental judeo-cristiana de mediados del siglo XX, recibimos una cultura
que hoy parece anticuada. Por ejemplo: la familia patriarcal, el respeto hacia los
mayores y las mujeres, la cultura del trabajo y el esfuerzo personal, la meritocracia, etc.
Las sociedades han variado sus comportamientos en aras de una búsqueda de mayor
libertad y así, las preguntas que nos hacemos son: ¿Hacia donde se dirigen los valores?
¿Cómo queremos jerarquizarlos? ¿Cómo se influyen unos sobre otros? ¿Qué cambios
producen en la sociedad?
Cuando hablamos de la necesidad de preservar determinados valores humanos y éticos y
sobre todo, de transmitirlos con convicción y con firmeza a las nuevas generaciones,
experimentamos a veces la incómoda sensación de estar proponiendo el abordaje de
cuestiones abstractas, desconectadas del vértigo de la vida cotidiana.
De ahí la dificultad con que tropiezan a menudo los padres de familia, los maestros y los
comunicadores de diferentes ámbitos cuando intentan defender y exaltar determinadas
conductas o determinados valores ante interlocutores juveniles. ¿Cómo lograr que lo
abstracto pase a ser atractivo y convincente en un mundo que no se cansa de privilegiar
lo concreto, lo urgente, el “aquí y ahora”, lo que está cerca y se puede tocar, lo material?
El pluralismo y la diversidad entre valores desaparecen cuando asoman aquellos valores
que estimamos superiores y que son los únicos que creemos compatibles con el respeto
a la vida y a la dignidad de las personas. La tradición cultural del humanismo no tendría
valor alguno si no nos hubiera dejado esa enseñanza básica. Alguien podría suponer que
una lección tan alta está reservada a niveles supremos de abstracción y no es así. Esas
enseñanzas básicas necesitan ser transmitidas y reafirmadas día tras día -en el aula, en el
hogar, en los múltiples foros de la comunicación social- con fuerza redoblada e
indeclinable pasión.
Estos son algunos de los interrogantes que tratamos de responder. En primer término
definir a que valores nos estamos refiriendo. Y esto nos remite a recordar que nuestro
análisis lo hacemos desde nuestra cultura occidental, la que muchas veces ignora a otras
culturas y que educa a sus ciudadanos como si la nuestra fuera la única cultura existente.
En occidente, sabemos de la existencia de dos grandes religiones: la judía y la católica,
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como desprendimiento de la primera, y sus variantes protestantes y ortodoxas, pero
apenas tenemos una vaga idea de otras religiones como la Mahometana, Budista
(aunque no es estrictamente una religión), etc. Occidente lleva más de cinco siglos
queriendo imponer su cultura al resto del mundo a través de sucesivas colonizaciones,
comenzadas principalmente por portugueses, españoles, franceses e ingleses; algunos de
los cuales hubieron de sufrir previamente, siglos de dominación musulmana. Esto nos
lleva a inquirir sobre las profundas causas de los interrogantes planteados.
Es una constante histórica que los imperios al colonizar imponen su cultura a los
pueblos colonizados, y lo hacen de distintas formas. Se podrá decir también, que los
pueblos con menor grado de desarrollo tratan de imitar las costumbres y la cultura de
los dominantes más desarrollados, a quienes en cierta forma admiran. El hecho cierto
que hoy podemos observar es que, desde los países llamados centrales, se trata de
imponer la cultura dominante y muchas veces a cualquier costo. Y esto genera
reacciones incontrolables cuyos resultados pueden verse muchas décadas después.
¿Hasta cuando vamos a tratar de Europeizar al mundo? se preguntaba Gianni Vattimo,
filósofo de Turín y diputado en el Parlamento Europeo. “Los siglos XIX y XX han sido
de descolonización política, pero en cambio continuó una colonización económica que
los pueblos colonizados tratan de resistir de distintas formas”5.
La confusión entre las 3 edades y la incidencia de la ciencia y de la técnica
La ciencia y la técnica ayudan al hombre a resistir al envejecimiento. En el mundo
occidental que analizamos, han cambiado los estilos de vida, sobre todo durante la
segunda mitad del siglo XX. Los cambios continúan y se producen en forma cada vez
más acelerada. En este período los adelantos técnicos han logrado mejorar la calidad de
vida. Se combaten mejor las enfermedades, se eliminan algunas epidemias, se prolonga
la expectativa de vida y hasta se logra morir con menor sufrimiento físico. Estos
avances que se mencionan producen una gran confusión. Los jóvenes lo consideran
normal ya que no han vivido un período distinto con una neta diferenciación entre las
tres edades de la vida. Antes se pasaba de la niñez en que se aprendía, a la edad en que
se trabajaba y se ejercían responsabilidades, para luego entrar en la vejez, que en cierto
modo era la sabiduría.
Hoy esto está muy confundido y también coincide con lo que veremos enseguida: el
aprendizaje permanente, durante toda la vida. Los mayores usufructúan de estos
avances, pero no terminan de aceptar los cambios de comportamiento que ellos
producen en los jóvenes. Sucede que se prolonga la adolescencia, los mayores aparentan
ser más jóvenes y esto produce una “juvenilización” en una sociedad más inmadura.
Pero además se produce un trato igualitario entre distintas generaciones y lo que antes
fue mencionado como el respeto por las personas mayores, se va perdiendo.
En el último cuarto de siglo los avances tecnológicos transformaron al mundo, y nos
hemos ido acostumbrando a disponer cada día de mayor velocidad en la comunicación y
el procesamiento de datos y a una mayor capacidad de almacenamiento en cada vez
menor espacio. Esta verdadera revolución social, la única desde la revolución industrial
que comenzó a mediados del Siglo XVIII, produce varios efectos en la sociedad; por un
5
¿Hacia donde se dirigen los valores?, por Gianni Vattimo, Fondo de Cultura Económica, año 2006, pg. 42.
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lado los efectos “zapping” y “Harry Potter”, y por otro, el efecto de un saber que jaquea
a la experiencia, como veremos más adelante.
La educación continua y la confusión de roles entre educadores y educandos
Finalmente hemos llegado a una inevitable conclusión: con el vertiginoso e incesante
avance de la ciencia y de la tecnología se hace necesario capacitarse continuamente para
no quedar desactualizado en un muy breve período de tiempo. Por lo tanto
permanentemente estudian y se enseñan, recíprocamente, jóvenes y adultos. Los adultos
que tienen el conocimiento se deben enfrentar a veces con jóvenes que también lo
tienen. Conocimientos nuevos, que están en la red. Vemos entonces que el saber de la
experiencia está jaqueado por el saber de la Red. Muchas veces, los jóvenes menores
de 30 años –la llamada generación Y- poseen información que los mayores no tienen.
Es notable la diferencia entre esa generación Y –nacidos entre 1975 y 1990-, con la
denominada generación X –nacida entre 1965 y 1982- y con la de la posguerra –nacidos
entre 1946 a 1964-, los mentados “baby boomers”.
Esto aumenta la confusión ya que menores y mayores somos estudiantes y aún los
profesores continúan estudiando, lo que hace desdibujar el rol del educador, pues
desaparece la autoridad en la forma que la conocimos y nacen “caricaturas” de
autoridad. Al convertirnos en un alumno casi a perpetuidad, se produce una profunda
transformación de la relación entre el maestro y el discípulo. Esta juvenilización de la
sociedad y la educación continua contribuyen a que ya no se diferencien netamente las
edades cronológicas y los roles de cada edad: jóvenes y mayores, maestros y alumnos se
ubican en un plano de igualdad.
La igualdad de género y el cambio en la educación de los hijos
Es en este último medio siglo en que la mujer se incorpora definitivamente en forma
masiva a las actividades fuera del hogar, y pasa a compartir tareas que antes fueron
realizadas exclusivamente por los hombres. La mujer estudia y trabaja a la par del
hombre y hasta realiza algunos deportes que antes eran impensados para el sexo débil,
tales como box, lucha, pesas, fútbol, turf, etc. Estos cambios en su momento fueron
revolucionarios y formaron parte de la denominada “liberación femenina”. Es a partir de
ellos que se descubre que se pueden duplicar los ingresos hogareños y con ello sufragar
los mayores costos que implican los avances tecnológicos y el mayor bienestar del
grupo familiar.
A su vez, el avance de la mujer en las profesiones y el trabajo masculino produce
también un cambio de los roles tradicionales en las tareas hogareñas. El hombre
colabora mas activamente en las tareas del hogar y en el cuidado de los niños y, muchas
veces, es la mujer quien aporta mayores ingresos para el sostén del hogar.
También se acentúa el control de la natalidad, a partir del descubrimiento de
anticonceptivos femeninos y en general las mujeres optan por demorar la gestación del
primer hijo. La mayoría de las mujeres trabaja, algunas eligen terminar sus carreras y
afianzarse laboralmente antes de buscar la maternidad. Por ejemplo,según un artíclo del
diario La Nación (Argentina), en la actualidad, en Buenos Aires más de la mitad de las
mujeres que dan a luz son mayores de 30 años.
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La mujer amplía sus horizontes culturales, laborales, sociales, pero al costo de
permanecer menos tiempo en el hogar y de disponerlo en menor medida para el cuidado
y la educación de los hijos. Es cierto que no se reemplaza el amor por los hijos, pero
una consecuencia inesperada del nuevo rol es el cambio en la educación y en las
costumbres familiares. Se confía en que los hijos serán educados por instituciones
educativas –privadas o estatales- y en ellas descansa esa responsabilidad tan
fundamental.
Ahora para suplir estas ausencias, se educa a los hijos en una conducta más facilista y
orientada a la satisfacción inmediata de sus deseos. Resulta más difícil decirles que no.
De esa manera, los progenitores salvan su culpa, sus ausencias y su escaso tiempo
compartido con los hijos. Quieren hacer hijos felices, sin carencias (carencias también
de sus padres y sus abuelos, los que están estudiando o trabajando para alcanzar objetos
materiales que simbolizan felicidad: confort, bienestar, vacaciones, etc.)
Conclusión: los niños no soportan demasiado los imprescindibles “NO” y los padres se
tornan más tolerantes. Los niños esperan que sus deseos se satisfagan en forma casi
instantánea y simple, como con una varita mágica. Y si algo aburre (el maestro, por
ejemplo) se puede hacer zapping y cambiar por algo más entretenido. Vale mencionar,
de paso, que el entretenimiento fácil se difunde muy velozmente y así se cambia
rápidamente de la lectura a la “play station”. Los padres modernos están enseñando a
los niños a privilegiar el hedonismo por sobre el esfuerzo.
En apretadas líneas, muy generales, sintetizamos las causas de la diferencia de
educación y comportamiento de las nuevas generaciones respecto de sus predecesores, y
que desemboca en una suerte de facilismo. El colmo es que, al pretender que solamente
la escuela eduque a sus hijos, es común ver que muchos padres concurren a
establecimientos educativos para reprochar a los educadores sus exigencias de mayor
aplicación y contracción al estudio, solidarizándose con malas prácticas de los
educandos.
El dilema entre calidad y nivel de vida
En la sociedad de consumo el marketing descubre los deseos latentes e impulsa a su
satisfacción. El resto se organiza para dar cumplimiento a esos objetivos y ganar dinero.
Ganar dinero se convierte en obsesión y el valor “dinero” pasa a ser el más importante,
desplazando a otros valores en la escala jerárquica. En casos extremos es el “único”
valor a tener en cuenta, lo que muestra un peligroso cambio de conducta y un desvío en
la jerarquización de los valores.
La calidad de vida está muy relacionada con la búsqueda de sentido, el cual depende de
los valores, de la pertenencia a una comunidad, de la dedicación a una causa y de la
claridad de las metas. No se trata de tener más cosas materiales, más dinero, o más
oportunidades, sino de saber para qué tenerlos. Cuando pensemos que estamos
aumentando nuestra calidad de vida, detengámonos un instante y preguntémonos:
¿Calidad de vida o nivel de vida?6
Comprender la diferencia entre "calidad" y "nivel" de vida es hoy más importante que
nunca. Todos buscamos un nuevo paradigma que nos ayude a definir quiénes somos y
6
La calidad de vida está relacionada con la búsqueda de sentido y el nivel de vida con los bienes materiales.
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hacia dónde dirigimos nuestras vidas. Al hacerlo, descubrimos que no es suficiente una
visión que se enfoque sólo en el progreso económico: es necesaria una más coherente y
global, que exprese un mejor equilibrio entre el bienestar material y la felicidad interior.
El futuro de los jóvenes: entre el facilismo y el hedonismo
A los mayores nos preocupa ver estos cambios, que a los jóvenes les producirá
frustración cuando lleguen a su inevitable adultez y descubran que no todo era tan fácil
y que no todo estaba en Internet. Pareciera ser imperativo imponerse la tarea de ayudar a
desterrar el facilismo y a disfrutar del hedonismo moderadamente. Enseñar que nada es
mágico. Que no es malo actualizar las fantasías de las alfombras voladoras y genios
encerrados en lámparas a kerosene, por escobas voladoras y varitas mágicas, pero se
debe recalcar que la escuela de magos es solamente una fantasía muy bien contada.
Es necesario hacer comprender a los jóvenes que estudiar requiere un esfuerzo, que no
es fácil, que hay que poner empeño y concentrarse, que se debe recuperar la cultura del
trabajo, que siempre hay que profundizar los conocimientos, que la vida real no será
sencilla. Y a las autoridades políticas, hacerles comprender que la escuela además de
brindarles contención, es el lugar donde los niños deben estudiar para aprender.
Al respecto es muy ilustrativa la conferencia -que duró menos de 5 minutos y recibió
aplausos continuados por más de 10- dictada por Bill Gates, Presidente de Microsoft, y
dueño de la mayor fortuna personal del mundo, sobre las 11 cosas que los estudiantes
no aprenden en la escuela. Se refirió a como “la política educativa de vida fácil para los
niños, ha originado una generación sin concepto de la realidad” y acerca de cómo esta
política ha llevado a las personas a fallar en sus vidas después de la escuela. Solamente
dijo:
1. La vida no es fácil; acostúmbrate a ella.
2. El mundo no está preocupado por tu autoestima. El mundo espera que hagas
algo útil por él, antes de sentirte bien contigo mismo.
3. No ganarás u$s 20.000 al mes, nada más que por salir del Colegio. No serás
vicepresidente de una empresa, con coche y teléfono a tu disposición, hasta que
con tú esfuerzo hayas conseguido comprar tu propio coche y tu teléfono.
4. Si crees que tu profesor es duro, espera a tener un jefe. Ese si que no tendrá
vocación de enseñarte ni la paciencia requerida.
5. Vender diarios viejos o trabajar los feriados, no es ser lo último en la escala
social. Tus abuelos tenían una palabra diferente para eso: lo llamaban
oportunidad.
6. Si te equivocas, no le eches la culpa a tus padres o a la mala suerte. Por lo tanto
no llorisquees por tus errores, aprende de ellos.
7. Antes de nacer tú, tus padres no eran tan críticos como ahora. Ellos se volvieron
así por pagar tus cuentas, lavar tus ropas, y oírte decir que son “ridículos”. Por lo
tanto, antes de salvar el planeta para la próxima generación, queriendo remediar
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los errores de la generación de tus padres, comienza limpiando las cosas de tu
propia vida, empezando por tu habitación.
8. La escuela puede haber eliminado la distinción entre excelentes, buenos y
regulares, pero la vida no es así. En muchas escuelas hoy no repites el curso,
hacen que tus tareas sean cada vez más fáciles y tienes las oportunidades que
necesites hasta aprobar. Esto no se parece en nada a la vida real. Si fallas estás
despedido. Así que acierta a la primera.
9. La vida no está dividida en bimestres. Tú no tendrás largas vacaciones de verano
y no encontrarás quien te ayude a cumplir con tus tareas, ni jefes que se
interesen en ayudarte para que te encuentres a ti mismo. Todo esto y mucho
más, tendrás que hacerlo en tu tiempo libre.
10. La televisión no es la vida real. En la vida real las personas tienen que dejar los
juegos, el bar, los bailes o los amigos, para irse a trabajar.
11. Sé amable con los estudiosos. (aquellos estudiantes que tu y muchos otros
juzgan que son sonsos). Existen muchas probabilidades de que termines
trabajando para uno de ellos.
Intentemos evitar, la tal vez. la peligrosa tendencia hacia el facilismo y el
hedonismo
Podemos ahora volver al comienzo del análisis donde se mencionaba la conferencia del
médico inglés Ronald Gibson sobre conflictos generacionales y donde se veía que es
una discusión que lleva al menos 4.000 años. Podríamos decir que nuestro análisis
abarca las tres generaciones que conviven en estos momentos: abuelos (baby boomers),
padres (generación X) e hijos (generación Y); unos más asombrados que otros por haber
vivido mas plenamente estos cambios realmente revolucionarios de la segunda mitad
del Siglo XX.
Comenzando por los abuelos (baby boomers, o casi baby boomers), fuimos educados en
el esfuerzo y el trabajo, descuidando quizás el placer de compartir plenamente los
descansos con la familia; una generación casi “workoholic”’. Nuestros hijos, (actuales
padres -generación X-) que logran un mayor equilibrio entre trabajo y familia, pero que
sin quererlo, están fomentando en sus hijos (actuales nietos -generación Y-) una
peligrosa tendencia al facilismo y al hedonismo. Nos interesa destacar especialmente las
consecuencias de estos cambios de valores en los niños actuales, porque dilapidarán un
capital acumulado por las anteriores generaciones. Parece una señal de alerta, que marca
la hora de actuar e informar a nuestros hijos y a nuestros nietos que la vida no es justa,
pero es un precioso regalo que debemos cultivar. Con esfuerzo, obviamente  .
Ernesto Firmenich Bianchi
Febrero, 2010
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