La oportunidad de escuchar

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La oportunidad de escuchar
CENTRO DE ESPIRITUALIDAD TOLUCA
El pasado 4 de
Julio de 2011 se
llevó a cabo la
bendición del
vitral dedicado a
la Santísima
Trinidad en la
futura casa de
retiro.
Esta obra fue
creada por Fray
Gerardo López
Bonilla OCD.
boletin@elcarmentoluca.com
Entre las variadas formas que
tenemos de construir nuestra dignidad de
persona,
hay
una
que
casi
no
consideramos y, por tanto, no explotamos
ni le sacamos jugo. Nos hacemos más
dignos cuando, en situaciones de crisis, de
confusión, de desorientación, nos damos la
oportunidad de ESCUCHAR la palabra y el
sentir de quienes nos aman y buscan
nuestro bien.
Encontrarnos en ese tipo de
situaciones de crisis a lo largo de la vida, es
común a todos. Y no sólo común, sino
necesario e inevitable, pues son ocasiones
de reflexión profunda, de preguntas sobre
nosotros mismos, de reorientación del
propio caminar, entre las dudas que
surgen, las decisiones que hemos de tomar,
la confianza que necesitamos poner en
Dios, en nosotros mismos y en los que nos
rodean.
Confiar, en múltiples ocasiones,
supone escuchar. Reflexionar sobre lo
recibido y darnos la gracia de integrar eso
en nuestros criterios que se enriquecen
después de cernir la palabra acogida.
El Carmen Toluca
Santos Degollado #100 Pte
Col. Centro
Toluca, Edo. Méx.
C.P. 50050
Teléfono
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Correo electrónico
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No escuchar, significa muchas
veces, estar cerrados, aferrados a los
propios gustos, pensamientos, criterios,
decisiones. Y, permanecer así, tarde que
temprano, nos será “reprochado” por la
conciencia. Porque sabremos que tuvimos
la ocasión de escuchar y la rechazamos. Y
ello nos hará sentirnos indignos, sabiendo
que nos hemos “apocado” y, en el fondo,
minimizado a las otras personas. No
escuchar a los demás, implícitamente lleva
el mensaje: tú no eres digno para mí, no
vales como yo. Sin embargo, eso nos lo
estamos diciendo y haciendo a nosotros
mismos.
1 de Agosto de 2011
Volumen 1, número 1
No escuchar el consejo del que nos
quiere,
de quien sabe, es cortarnos la
oportunidad bellísima de engrandecernos, al
permitirnos abajarnos con la humildad de quien
sabe que no todo lo sabe, de quien sabe que
necesita de la compañía de otras personas.
Con el agradecimiento de quien es tomado en
consideración y de quien se abre para recibir.
Nos dignificamos dándonos, mas
también lo hacemos recibiéndonos. Y no sólo lo
realizamos con un abrazo, con una puerta
abierta, con un perdón…lo llevamos a cabo
con la sencilla acción de escuchar. Cuando el
otro entra en mí a través del oído, llega directo
al corazón y le damos un sitio que, con ese sólo
hecho, se siente digno. Como nos vivimos
cuando así obramos.
Es tan sencilla la dignidad y es tan
sencillo el acto que la embellece, que no
tenemos necesidad de recorrer el mundo para
hallarla. Nuestro mayor obstáculo para nosotros
mismos, para nuestra dignidad, somos nosotros.
Y es tan sencilla porque viene desde
dentro, no es algo que desde fuera nos toque y
nos embellezca. Es un acto tras otro que se
torna actitud y que brota por los ojos, los gestos,
los movimientos. Todo nuestro ser que, envuelto
desde el interior, en eso indescriptible, pero
perfectamente perceptible, que llamamos
dignidad.
Todo el ser, todo, comienza a hablar el
lenguaje de la dignidad: “¡soy como tú, tú eres
hijo de Dios, tú eres persona, tú eres mi
hermano!”.
Por: Fray Emilio Hadad
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