La teología práctica/pastoral y el ‘público’ Iglesia. Una lectura de David Tracy desde la perspectiva de la Iglesia en Brasil Geraldo Luiz De Mori* David Tracy, uno de los principales teólogos católicos de Estados Unidos, es relativamente poco conocido en latino-américa1. Su reflexión fue todavía mui marcada por algunos teólogos latinoamericanos, sobre todo Gustavo Gutierrez, con el cual coincidió en la revista Concilium. Nuestro intento aquí no es tanto presentar su aporte a la teología contemporánea, sino más bien recoger su reflexión sobre la ‘teología pública’. Creemos que su teoría de los ‘públicos’ y de la ‘publicidad’ de la teología es de gran utilidad para el quehacer teológico, pues ofrece una buena clave de lectura sobre las tareas de la teología en las sociedades plurales que emergen en nuestro continente. Nuestro aporte a este coloquio se dará en dos momentos. Empezaremos con una breve presentación de los ‘públicos’ y la ‘publicidad’ de la teología, indicando la especificidad de la teología práctica en el pensamiento del teólogo norteamericano y su relación con el ‘público iglesia’. En el segundo momento traeremos la situación de la teología en el Brasil actual, mostrando los desplazamientos que se operan en el quehacer teológico en el país hoy y la relación que se percibe entre el ‘público iglesia’ y la ‘teología práctica’. 1. La ‘publicidad’ y los ‘públicos’ de la teología según David Tracy En su obra The analogical imagination. Christian theology and the culture of pluralism (1981), Tracy presenta de modo sistemático su manera de entender teología en la actual cultura pluralista. El libro, dividido en dos grandes partes, la primera, tratando de la ‘publicidad’ de la teología, y la segunda, de la interpretación de los clásicos cristianos, fue precedido de estudios importantes sobre el método en teología: The achievement of Bernard Lonergan (1970), que expone el pensamiento del teólogo canadiense, y Blessed Rage for order: the new pluralism in theology (1975), que propone un modelo ‘revisionista’ para la teología fundamental. El revisionismo de Tracy consiste, por un lado, en corregir y superar las limitaciones teológicas de los modelos liberal y modernista, y por otro lado, en recuperar lo importante de los modelos neo-ortodoxos y radicales. Tratase de correlacionar los significados manifestados en nuestra experiencia humana común y los significados propuestos por el evento cristiano2. * Jesuíta, doctor en teología por el Centro Sèvres, Paris, profesor de antropología teológica y escatología cristiana en la Facultad Jesuíta de Filosofía y Teología (FAJE), de Belo Horizonte, Minas Gerais, Brasil. 1 De entre sus obras, solo se encuentra traducida al español Plurality and ambiguity: hermeneutics, religion, hope. Chicago: Chicago University Press, 1987 (Pluralidad y ambiguedad: hermeneutica, religion, esperanza. Madrid: Trotta, 1997). En Brasil fue traducida su principal obra The analogical imagination: christian theology and the culture do pluralism. New York: Crossroad, 1989 (A imaginação analógica: a teologia cristã e a cultura do pluralismo. São Leopoldo: UNISINOS, 2006). Pero es posible el acceso a muchos de sus artículos en español y portugués, sobre todo a través de la revista Concilium. 2 Luis Herrera, en su tesis doctoral hace una buena síntesis del pensamiento de Tracy, retomando sus principales intuiciones. Cf. HERRERA, L. Conversando con Qoyllurit’i. La hermenéutica teológica de David Tracy y el diálogo teológico intercultural con los clásicos religiosos andinos (Belo Horizonte, 2014), p. 83. Lo que nos interesa extraer de la Imaginación analógica es la idea de la ‘publicidad’ de la teología, es decir, su carácter público, y la idea de los ‘públicos’ de la teología, con sus respectivas tareas y disciplinas académicas. Empezamos con la primera. Según Tracy, “toda teología es un discurso público” (TRACY, 1981, 3), pues ‘revela’ y ‘manifiesta’ significados y verdades que pueden transformar a uno de modo reconocible, tanto en nivel personal como en lo de las distintas esferas de la vida social. Un discurso teológico público tiene que manifestar la naturaleza del significado y de la verdad del hecho cristiano, siendo por eso accesible a toda persona inteligente, razonable y responsable, independiente de sus creencias, religiosas o seculares, a través de argumentos, procedimientos y criterios de verificación. Es en la esfera pública que uno resiste a la colonización del mundo de la vida, teje relaciones con otras culturas, participa de la formación de sujetos con memoria, resistencia y solidaridad. “Si la fe en Dios es seria, entonces cualquier discurso sobre esa fe debe ser público” (TRACY, 1981, 6). Como discurso público, la teología muestra, con argumentos y criterios públicos, que la lectura religiosa de la experiencia humana común es significativa y verdadera, que Dios es su referente y que, dentro de ese cuadro de referencia, es significativo y verdadero apelar al evento cristiano por excelencia, que es Jesucristo. Según Tracy, el carácter público de la teología se define a partir de los diversos grupos de referencia del teólogo, que él denomina “los públicos de la teología”. Cada teólogo, subraya él, habla no solamente “a públicos exteriores a sí mismo, sino más bien a públicos interiorizados en sus propias reflexiones sobre la existencia auténtica” (TRACY, 1981, 23). Sus destinatarios son diversos, perteneciendo a tres realidades sociales distintas y relacionadas: la sociedad más amplia, la academia y la iglesia. Uno de esos públicos será probablemente su destinatario principal, aunque no exclusivo. De hecho por más que un teólogo se comprometa con un único público, en general va se esforzar por una publicidad genuina y dirigir-se de modo implícito a los tres públicos. El primero de esos públicos, la sociedad, incluye fundamentalmente tres dominios: 1) el tecno-económico, que se ocupa de la organización e asignación de los bienes y servicios; 2) el político, que dedicase a los significados legítimos de la justicia social y del uso del poder; 3) el de la cultura, que incluye, pero no solamente, el arte y la religión, como también la reflexión que se hace sobre ellos y las varias formas de crítica cultural, filosófica y teológica, intentando explorar y expresar el sentido y los valores de la existencia individual, grupal y común. Es en ese dominio que se encuentran los indicativos del ethos de la vida de una determinada sociedad, como de su cosmovisión. El segundo público, el de la academia, indica el locus social en que el estudio de la teología se da con más frecuencia. Ya en el medievo, recuerda Tracy, los teólogos buscaran articular las pretensiones de sentido y verdad de la teología, en base al modelo aristotélico de ciencia. En la modernidad ellos la pensaran como disciplina académica, con discusiones sobre el método teológico. Tracy recuerda el aporte de Anders Nygren e Wolfhart Pannenberg, en el mundo europeo, y Bernard Lonergan, en el mundo angloamericano. Este último repiensa los distintos campos y especialidades temáticas alrededor de ocho especialidades relacionadas: investigación, interpretación, historia, dialéctica, fundamentos, doctrinas, sistemática, comunicación. Una de las razones del interés por el método, observa Tracy, es la presencia de la teología en universidades seglares y confesionales. En muchas de ellas hay dificultades en reconocer esa disciplina como académica, debido a su carácter confesional y normativo. Donde la preferencia en algunos países por los estudios de religión, que “observan los padrones, los métodos y criterios de todo estudio académico de cualquier fenómeno”, “sin necesidad de recurrir a criterios especiales, como la necesidad de la fe en una religión particular” (TRACY, 1981, 45). Provocados por ese contexto, recuerda Tracy, muchos teólogos se empeñaran en construir propuestas en favor del carácter académico de la teología, indicando sus criterios, evidencia, argumentos, status disciplinar, publicidad. El tercero público de la teología es la iglesia. En términos intra-teológicos, afirma Tracy, “toda teología cristiana es, en algún sentido expresivo, teología de iglesia” (TRACY, 1981, 54). Todavía, continúa él, es necesario entender la iglesia no solo como ‘dadiva” divina, sino también como fenómeno sociológico. En ese sentido, ella funciona para el teólogo como “grupo de referencia”, es decir el ‘público’ al cual es dirigido el discurso teológico. Como tal ella puede ser considerada como “comunidad del discurso moral y religioso” proferido por el teólogo. Tracy utiliza la categoría “asociación voluntaria” para hablar de la participación de los fieles en las iglesias. El ethos y la cosmovisión de las iglesias, según él, afectan indirectamente la sociedad más amplia. Además, en un orden eclesial como el de la tradición católico-romana, una participación responsable del teólogo en la iglesia demandará de él una reflexión sobre las principales cuestiones internas de esa misma iglesia, como son “el magisterio, el ministerio del Papa, el principio de colegialidad, la relación entre el teólogo y las autoridades eclesialmente establecidas, la relación entre los distintos modelos teológicos de iglesia y las presentes realidades eclesiales, la reforma o la conservación de las presentes estructuras, prácticas y enseñanzas de la propia iglesia” (TRACY, 1981, 56). Todos los teólogos deben afrontar con honestidad las pretensiones al sentido y a la verdad de esos tres públicos, llevando en cuenta los paradigmas de la verdad en los modelos de racionalidad de los tres dominios coincidentes de la sociedad, en las exigencias racionales de la academia y en las demandas confesionales de la tradición de la iglesia. Para eso, concluye Tracy, ellos tienen que “explicar las estructuras básicas de plausibilidad de todos los tres públicos” (TRACY, 1981, 71). El término teología será para ellos más bien un “término genérico, no para una única disciplina, sino más bien para tres: teología práctica, teología fundamental y teología sistemática” (Id, 72). El público de referencia precipuo de la primera es la sociedad, el de la segunda, la academia y el de la tercera, la iglesia. Cada una de esas disciplinas tiene un modo propio de argumentación. Las teologías prácticas se preocupan principalmente con la praxis, vista como el criterio apropiado para el sentido y la verdad de la teología, y como práctica transformadora de los ámbitos cultural, político, social y religioso de la realidad. Las teologías fundamentales buscan sobre todo ofrecer argumentos razonables, accesibles a todas las personas, explicados mediante el apelo à la experiencia, à la inteligencia y à la racionalidad, formulados mediante argumentación, fundamentación y refutación. Las teologías sistemáticas se interesan principalmente con la presentación e interpretación del poder revelador y transformador de la tradición religiosa del teólogo. Cada una de esas disciplinas tiene una postura ética y religiosa, y expresan también una pretensión al sentido y à la verdad. La postura ética de las teologías prácticas es el compromiso responsable con la situación de la praxis, que se traduce muchas veces como solidaridad. La ética de las teologías fundamentales se traduce en la postura de honestidad intelectual, crítica, propia al ambiente académico. En las teologías sistemáticas la ética aparece en la lealtad y fidelidad creativa y crítica a la tradición religiosa y eclesial propia al teólogo. Cuanto à las posturas religiosas, los teólogos prácticos y los teólogos sistemáticos están involucrados en una tradición religiosa y eclesial particular, mientras los teólogos fundamentales se dedican más bien al análisis crítico de las alegaciones religiosas y teológicas, insistiendo en articular sus argumentos como abiertamente públicos en el sentido de posiciones argumentadas, razonables, abiertas a todas las personas inteligentes, razonables y responsables (TRACY, 1981, 90). El modo de expresar las pretensiones al sentido y à la verdad también es distinto en cada disciplina. Las teologías prácticas analizan las situaciones de importancia éticoreligiosa de modo filosófico, socio-científico, culturalmente analítico y religiosamente profético. Las teologías fundamentales buscan mostrar la adecuación de las alegaciones de verdad de una tradición religiosa particular, recurriendo à argumentos filosóficos. Las teologías sistemáticas asumen el carácter portador de verdad de una tradición religiosa particular, interpretando su significado para el hoy histórico de esa tradición. El criterio de la verdad de las teologías prácticas es la práctica de la verdad. Eso se muestra en el compromiso real del teólogo en los movimientos de transformación de la realidad, tales como lo expresaran las teologías políticas y de la liberación. En las teologías fundamentales los argumentos son formulados en harmonía con las reglas de la argumentación usualmente articuladas en un abordaje filosófico. En las teologías sistemáticas, el carácter confesional debe estar asociado al desvelamiento del nuevo sentido y verdad de la teología para la situación a la cual la interpretación es aplicada. 2. El ‘público’ Iglesia y la teología práctica/pastoral en Brasil hoy La propuesta de Tracy es esclarecedora para el quehacer teológico, desde el punto de vista metodológico y epistemológico, ofreciendo una buena clave le lectura de los distintos públicos de la teología y de las tareas de cada una de sus disciplinas. Por supuesto no toda teología se hace con esas distinciones, pero las tener en cuenta puede ayudar a no perder de vista las demandas de cada público y lo propio de cada disciplina. La teología hecha en Brasil en los últimos 50 años no sigue esas distinciones, pero puede ser releída a partir de ellas. Es lo que haremos en la segunda parte de ese texto. Nuestra intuición es que en ese período los públicos Iglesia, sociedad y academia han protagonizado cada uno a su vez un período decisivo del quehacer teológico del país, tendiendo por veces a asumir todas las tareas de las tres disciplinas de la teología. Empezaremos con los años que se siguieran al Concilio y que van hasta fines de los años 1980. En ese período la Iglesia es el principal público, actor y objeto de la teología. Entre fines de 1980 hasta fines de 1990, el público, el actor y el objeto de la teología son sobre todo la sociedad, y desde los años 2000 su principal referencia es la academia. De hecho, el público, el actor y el objeto de la teología del período que siguió al Concilio fue la Iglesia. La época anterior no conoció ninguna reflexión teológica autóctona relevante. Según Lima Vaz, tanto la Iglesia como la teología de Brasil hasta entonces eran más bien “reflejo” y no “fuente”, comparadas as las de Europa3. Todavía, la participación de los obispos brasileños en el Concilio los preparó a asumir el papel de protagonistas de la renovación eclesial en el país, recurriendo para eso a la asesoría de teólogos formados en Europa, pero preocupados en elaborar una reflexión que respondiera a la situación del país. Creada en 1952, la conferencia de los obispos había forjado en los obispos en los años anteriores al Concilio la conciencia de la necesidad de una pastoral orgánica, que dio origen, en 1962, al Plan de Emergencia. En 1966, un año después del fin del Concilio, ellos aprobaran el Plan de Pastoral de Conjunto. Su preocupación en tornar conocidos los documentos conciliares los hicieran crear, ya en 1963, el Instituto Superior de Catequesis (ISPAC), y en 1966, los Institutos Superiores de Liturgia (ISPAL) y Vocaciones (ISPAV). Además de la formación de los cuadros eclesiales, esas instancias ayudaran a crear la conciencia de la planificación pastoral. En 1971 ellas fueran reunidas en el Instituto Nacional de Pastoral, INP, órgano ligado à la conferencia de los obispos, que tuve grande importancia en los años siguientes, a través de la organización de cursos de formación para obispos, investigación sobre temas relevantes de la pastoral, como son la religiosidad popular, la familia, las comunidades eclesiales de base, la renovación carismática católica, la conferencia de Puebla, las transformaciones en la sociedad brasileña, el concepto de pastoral, los paros de los años 1979-1980, la catequesis, la ecología, el ateísmo en las ciencias y en las culturas, la violencia en las prisiones, la situación de los afro-brasileños, el islamismo, el sacramento de la penitencia, la muerte y la resurrección de Jesús, las tendencias teológicas y sus incidencias en la vida de la Iglesia y en la sociedad, la lectura bíblica en la actualidad etc. El instituto reunía teólogos y obispos, además de invitar expertos para estudiar temas de interés para la Iglesia. Hasta 1985 el INP fue mui activo, asesorando los regionales de la conferencia de los obispos, algunas diócesis y comisiones nacionales (pastoral obrera, consejos nacionales de laicos, del clero y de diáconos). El Instituto participaba también de la asesoría ordinaria a la Presidencia de la Conferencia, a la Comisión Episcopal de Pastoral (CEP). En 1978 y 1985 su presidente representó el país en las asambleas generales de la CICT (Conferencia de Institutos Teológicos Católicos). El INP ayudó aún en la creación del acervo de servicio de documentación4. La teología académica hecha en Brasil hasta el Concilio era fundamentalmente la de los seminarios e institutos de diócesis y congregaciones religiosas, de tipo neoescolástico, volcado a formar cuadros para las iglesias y la vida religiosa presbiteral. No tenía casi diálogo con la universidad, ya que el gobierno no reconocía la teología como disciplina académica, y tampoco con la sociedad, pues su preocupación era más bien de 3 LIMA VAZ, H. C. Igreja reflexo vs. Igreja-fonte, in Cadernos Brasileiros 46 (1968) p. 17-22. Cf. CONFERÊNCIA NACIONAL DOS BISPOS DO BRASIL. Breve história do Instituto Nacional de Pastoral . In Conselho Permanente nº 1.213/83, Sub. 03. 4 orden dogmático y pastoral. Podemos decir que el período que se siguió al Concilio cambia em parte esa situación. De un lado, como se puede ver en los temas tratados por el INP, los teólogos y obispos empiezan a tratar cuestiones típicas del ‘publico’ ‘sociedad’, como son las transformaciones de la sociedad brasileña, los paros, la violencia, la ecología, la cuestión afro-brasileña etc. De otro lado, ellos siguen privilegiando el ‘publico’ ‘Iglesia’, como lo muestran los temas de su interés: la familia, la catequesis, la religiosidad popular, la planificación pastoral, la evangelización, el sacramento de la penitencia, la muerte y la resurrección de Jesús etc. En esos años también algunas facultades de teología fueran criadas en las universidades católicas, como es el caso, en 1968, de la PUC Rio y la PUC RS. Los seminarios e los institutos de formación teológica reformularan los contenidos de la teología, según la exigencia del Concilio. El enfoque pastoral y la incidencia socio-política de la evangelización se hicieran sentir de manera cada vez más fuerte. La figura profética y carismática de algunos obispos, que promovieran la creación de comunidades eclesiales de base en sus diócesis y pastorales al servicio de los más pobres (pastoral de los indígenas, de la tierra, obrera, de los niños etc.), posibilitó un encuentro fecundo entre teólogos, obispos y pueblo, dando a la teología una cercanía más significativa con la vida de la Iglesia y los retos vividos por el pueble. En el comienzo de los años 1970 este camino llevó al surgimiento de la teología de la liberación, en diálogo sobre todo con los ‘públicos’ ‘iglesia’ y ‘sociedad’, pero también con representantes de las ciencias sociales. Esa figura original de la teología recibió el apoyo de obispos teólogos con visión profética y presencia significativa en la conferencia de los obispos, teniendo grande influencia en el conjunto del cuerpo eclesial, tanto en la jerarquía como en el seno de las comunidades. El ‘público’, el actor y el objeto Iglesia no se identifican con la jerarquía, pues muchos líderes de las pastorales y de las comunidades eclesiales de base, como también sus miembros, participan de la elaboración de la reflexión, a través del contacto estrecho que establecen con los teólogos. Casi todas las diócesis crean centros de pastoral y de reflexión, que se encargan de preparar subsidios para la pastoral y formar los miembros de las comunidades y grupos organizados. La teología deja de ser academicista y se acerca del pueblo. Este, a su vez, se torna sujeto de la propia fe y de su inteligencia, pues muchos teólogos se ponen a la escucha de los pobres, sea participando en el día a día de las comunidades, sea asesorando los grandes encuentros de las comunidades de base y de las pastorales. De esta fecundación mutua surgieran muchas iniciativas. La expresión más bien elaborada de esa teología cercana del pueblo son los círculos bíblicos tales cuales Carlos Mesters los sistematizó. El agente intermediario que hizo el puente entre la teología académica y el pueblo de las pastorales y comunidades de base era constituido sobre todo por religiosas y laicos formados en la antigua acción católica. En ese proceso mucho contribuyó el método ver, juzgar, actuar. Las campañas de la fraternidad, creadas en 1967, con un tema de reflexión y acción concreta para el tiempo de cuaresma, y pensadas a la luz de los principales problemas sociales y pastorales, lograran penetrar en todas las diócesis, creando una conciencia y un sentir común. En 1985 fue creada la Sociedad de Teología y Ciencias de la Religión (SOTER), que pasó entonces a articular grande parte de la reflexión teológica hecha en Brasil. Se empieza a organizar, a nivel latinoamericano, la colección Teología y Liberación, intento editorial que previa la elaboración de todo el contenido de la teología en clave liberacionista. La elección de Juan Pablo II como sucesor de Pedro inauguró una nueva lectura de la hermenéutica conciliar, menos optimista respecto al diálogo con el mundo moderno. El episcopado brasileño comienza a sentir algunos efectos de ese cambio, pero sigue todavía apoyando el camino hecho hasta entonces. Los nombramientos de los obispos hechos por él, como algunas de sus opciones pastorales empezaran poco a poco a cambiar el protagonismo de la Iglesia como actor, ‘público’ y objeto de la teología. De hecho, en los años de la sistematización de la teología de la liberación (19801985), el actor, el ‘publico’ y el objeto de la reflexión ya comienza a ser la sociedad. En parte esto se debe al hecho de que el país comenzaba el proceso de redemocratización. El papel substitutivo y profético de la iglesia institucional es asumido por las diferentes instancias de la sociedad civil: sindicatos, partidos políticos, asociaciones y organizaciones de defensa de los derechos humanos. La teología elaborada en ese período presta su contribución. Muchos líderes de las pastorales pasan a militar en esas instancias. Las comunidades de base y las pastorales se tornan sementeras de militantes para sindicatos, partidos y asociaciones de todo tipo. Los teólogos intentan acompañar esos militantes ofreciéndoles insumo para su reflexión y acción. El pobre sin rostro de la opción por los pobres del período anterior es poco a poco nombrado a partir de las dimensiones de su identidad no reconocidas y oprimidas: los indígenas, los afrobrasileños, las mujeres, los campesinos, los obreros etc. Buena parte de la teología hecha entonces se volcaba al ‘público’ sociedad. El aparato conceptual del ver, juzgar y actuar fue considerado insuficiente. Se estableció un diálogo más estrecho con el marxismo, dando al análisis de la realidad más profundidad y rigor. La dimensión política sobresale en muchos de los subsidios elaborados en ese período para las pastorales y comunidades. Los organismos de Roma no tardaran a manifestarse con el silencio impuesto a Leonardo Boff y las dos Instrucciones sobre la teología de la liberación (1982, 1986). Esta se entiende entonces como praxis liberadora, con incidencia en todos los ámbitos de la sociedad. Pero no se trataba para ella de tutelar la sociedad como un nuevo régimen de cristiandad, sino más bien de un servicio a la acción de cristianos involucrados en procesos de transformación social. La simpatía de teólogos y militantes por algunas experiencias socialistas del continente, como las de Cuba y Nicaragua, alimentaba en muchos el ideal de creación de algo similar en Brasil. La queda del Muro de Berlín, en 1989, y del comunismo de los países del este europeo, representó un golpe importante para muchos militantes de la iglesia que participaban en movimientos sociales y políticos, pero el dominio de la globalización y del capitalismo neoliberal posibilitó la profundización de los nuevos rumos de la economía y sus impactos en la vida de los pobres. De la política la reflexión pasó a interesarse por la economía, que es otro aspecto del ‘público’ sociedad. Para esto estableció contacto con especialistas en economía. Lo mismo se dio con los teólogos que se interesaran por la cuestión indígena, la cuestión afro-brasileña y la cuestión feminista, que dialogaran con otras ciencias sociales. Algo similar se dio en Soter. Pero no se trataba propiamente de una reflexión desde el ‘público’ academia. Algunas facultades de teología y de ciencias de religión lograran todavía criar programas de posgrado en universidades privadas pero con reconocimiento del estado. Eso tornará posible el ingreso de la religión y de la teología en la academia en el período siguiente. En eso mismo período se crea un movimiento de retorno a los asuntos propios del ‘publico’ iglesia, pero sin mucha vinculación con las cuestiones del publico sociedad. Ese movimiento fue protagonizado por los obispos nombrados por Juan Pablo II. La teología es enseñada en los seminarios y sin grande preocupación en establecer su relación con la praxis. El enfoque es más bien litúrgico y catequético. Algunos centros emblemáticos que habían se destacado en el período anterior, como el Instituto Teológico de Recife (ITER), fueran cerrados. En nivel de la conferencia de los obispos, el INP pasa por una crisis que se extiende por muchos años, perdiendo el papel que había tenido anteriormente. La conferencia de los obispos de adapta a las exigencias de Roma y pierde poco a poco su talante profético. Un nuevo clero, más cercano a los movimientos, empieza a entrar en cena, más volcado al espiritual y sin perspectiva crítica y profética. Los movimientos también comienzan a adquirir cierto protagonismo. El ‘publico’, el actor y el objeto sociedad, importante en los años 1985-1995, no perdió su relevancia en el quehacer de la teología en Brasil, pero conoció un desplazamiento significativo en los últimos quince años, con la irrupción del ‘publico’ academia. El hecho que marca esta irrupción es el reconocimiento, en 1999, de los cursos de pregrado en teología. Como hemos subrayado, la teología no era aceptada en la academia y el ministerio de educación nacional la veía como asunto de iglesia, mismo reconociendo su papel importante en la vida social y política nacional en el período de la dictadura y de la redemocratización. Para muchos académicos la teología de la liberación era más bien un tipo de sociología. El reconocimiento de los programas de postgrados en teología, ocurrido en los años anteriores, preparó el terreno para el reconocimiento del pregrado. Varias exigencias pasaran entonces a vigorar en las facultades de teología, todas ellas de carácter académico y formal, que obligan el quehacer teológico a clarificar su estatuto epistemológico, dando las razones de ser de un pensamiento que tiene como punto de partida la fe o la convicción. Los pregrados y postgrados pasan a ser sistemáticamente evaluados por agencias del ministerio de educación, con visitas regulares, exámenes, reuniones, envíos de datos de la producción académica etc. Los periódicos de las facultades tienen que adecuarse a los criterios formales de las agencias que los evalúan y califican. Los teólogos pueden presentar proyectos de subvención para participar de congresos de su área y patrocinar sus investigaciones. El gobierno contempla también la teología con becas de estudios. Una primera consecuencia de esa evolución es el aumento de congresos organizados en el área. SOTER ella misma recibe desde hace algunos años recursos del gobierno para sus congresos, y se sintió obligada a transferir sus congresos para el ambiente universitario. Se crearan dos otras asociaciones, una de programas de postgrados en teología y ciencias de religión (ANPTECRE) y otra de historia de religiones, que organizan congresos con participación de un público importante, presentación de comunicación etc. Esa evolución es reciente y tiene algunas peculiaridades. En el pregrado, por ejemplo, se han reconocido más de 150 cursos en el país, no solamente católicos y de las distintas confesiones protestantes, sino también de tradiciones no cristianas, como la umbandista y la mesiánica, respectivamente de origen afro-brasileña y japonesa. En el postgrado los programas de ciencias de la religión tienen más suceso que los de teología, estando presentes también en las universidades públicas. Los congresos reúnen los dos tipos de públicos y obligan a un diálogo entre teólogos de las diferentes confesiones, como también entre esos y los representantes de las ciencias de la religión. La teología es obligada a producir un discurso que sea comprensible a esos diferentes interlocutores, perdiendo parte del acento propio a la reflexión hecha desde el ‘publico’ iglesia. Su gran reto es profundizar su estatuto epistemológico desde la academia. Lo que dice Tracy de lo específico de la teología fundamental puede, quizá, ayudar en eso. El protagonismo del ‘publico’ academia en los últimos años no significa que los demás, a saber, la Iglesia y la sociedad, sean ignorados en ese mismo periodo. Ellos enfrentan otros retos y adquieren otro perfil. Para la Iglesia, por ejemplo, los cambios culturales y las nuevas búsquedas por espiritualidad, que se manifiestan en movimientos de tipo pentecostal y de búsqueda de bien estar individual y sensible, la desafía a proponer itinerarios que aseguren la transmisión de una fe adulta y parecida a la que fue vivida por Jesús de Nazaret. Es urgente también repensar la fe en claves más personales y existenciales, sin ignorar el énfasis dado hasta entonces al comunitario y al social. Para la sociedad, el gran reto es descubrir nuevas maneras de vivir la praxis transformadora en tiempos de la “globalización de la indiferencia” respecto a los pobres y excluidos. Los dos ‘públicos’ estuvieran mui relacionados en el período postconciliar hasta casi fines de los años 1990. Un retorno del ‘publico’ Iglesia al anuncio y a la celebración de la fe sin compromiso socio-transformador, ha contribuido a la disminución de militantes de la Iglesia en los nuevos combates por justicia y solidaridad en la contemporaneidad. Una interpretación del ‘publico’ sociedad con poca base en la espiritualidad, ha llevado muchos militantes cristianos a romper con su pertenencia eclesial, empobreciendo la comprensión de la fe y la Iglesia ella misma, que pierde sus miembros más críticos. Conclusión La breve presentación del pensamiento de Tracy sobre los ‘públicos’ y la ‘publicidad’ de la teología, las disciplinas implicadas por cada uno y sus tareas, nos ofreció una clave para releer la teología hecha em Brasil en los últimos 50 años. Por cierto la propuesta del teólogo norteamericano no se aplica tal cual al contexto brasileño, pero se presta bien a mostrar el ‘publico’, el actor y el objeto de cada época: la primera, que corresponde a los años 1965-1985, protagonizada por el ‘publico’ Iglesia, que reúne en su reflexión y pastoral algunas tareas del ‘publico’ sociedad; la segunda, que nos remite a los años 1985-2000, protagonizada por el ‘publico’ sociedad, pero teniendo grandes conexiones con los ‘públicos’ Iglesia y academia; la tercera, que empieza en los años 2000 hasta nuestros días, protagonizada por el ‘público’ academia, y abriendo una distinción más importante entre actores, objeto y tareas de cada ‘público’. Quizá esta última época nos acerca más de lo que propone Tracy, que puede sí tornarse un excelente interlocutor para pensar nuestro quehacer teológico en un tiempo plural.