Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. EDITORIAL Cirugía colorrectal: monodosis antibiótica preoperatoria o prolongación del tratamiento después de la cirugía 191.944 Benjamín Oller Salesa,b y Nivardo Rodríguez Condea,b,c a Departamento de Cirugía. Universitat Autònoma de Barcelona. Barcelona. Unidad Docente del Institut Català de la Salut (ICS). cServicio de Cirugía General y Digestiva. Hospital Universitari Germans Trias i Pujol. Badalona. Barcelona. España. b La finalidad de la administración de antibióticos en cirugía colorrectal electiva, en la que no existe infección en el momento de la intervención y que termina con una anastomosis colónica, es la prevención de la llamada «infección nosocomial del sitio quirúrgico» (ISQ) o zona manipulada durante la intervención, definida así en 1992 por la Surgical Wound Infection Task Force1 y con una amplia aceptación posterior. La Surgical Wound Infection Task Force diferencia topográficamente la localización de la infección en: a) incisional superficial, en el tejido celular subcutáneo, desde la piel hasta la aponeurosis; b) incisional profunda, localizada en el plano muscular, y c) las llamadas «órgano-cavitarias», que se desarrollan en la cavidad peritoneal, tanto libre como bloqueada, y en órganos abdominales. La gravedad de dichos procesos se relaciona claramente con la profundidad, y será ésta la que marque el pronóstico, si coexisten diferentes planos. Así, las primeras se consideran leves, únicamente provocan alteraciones estéticas, de retraso de la cicatrización superficial o profunda, y contribuyen al desarrollo de eventraciones, con incremento de la estancia hospitalaria, mientras que las últimas presentan la mayor morbimortalidad y obligan a efectuar maniobras diagnósticas y terapéuticas complejas. En contraposición a otras infecciones desarrolladas en el período postoperatorio «a distancia» del sitio quirúrgico (pulmonar, urinaria, relacionadas con el uso de catéteres intravenosos, bacteriemias), en las que la patogenia guarda relación con otros factores específicos de diversa índole, en el caso de la ISQ intervienen muy directamente las maniobras efectuadas por el cirujano en el acto quirúrgico. La contaminación del campo se produce por el contacto con la flora residente en el aparato digestivo tras su apertura. En la estratificación del riesgo para el desarrollo de la ISQ se consideran, al menos teóricamente: a) el grado de contaminación de la intervención realizada, que puede diferir de la categorización preoperatoria en función de las peculiaridades técnicas y de los posibles accidentes acaecidos en cada caso concreto, por lo que sólo el cirujano puede establecerlo definitivamente una vez concluido el acto quirúrgico; b) la duración de la intervención, concretamente en cirugía colorrectal, superior a 3 h, y c) el estado de salud previo del paciente, en el que debe tenerse en cuenta la naturaleza del proceso morboso que indica la intervención y la comorbilidad2. En la actualidad se están reevaluando estos factores de riesgo en relación con la introducción de técnicas quirúrgicas menos invasivas, como la laparoscopia, ya que se ha observado una repercusión más importante sobre la respuesta inmunitaria local y sistémica en la herida ope- Correspondencia: Dr. B. Oller Sales. Facultat de Medicina. Universitat Autònoma de Barcelona. Unitat Docent de l’Institut Català de la Salut. Hospital Universitari Germans Trias i Pujol. Ctra. del Canyet, s/n. 08916 Badalona. Barcelona. España. Correo electrónico: 10651bos@comb. es Recibido el 8-2-2007; aceptado para su publicación el 27-2-2007. ratoria en el caso de la cirugía abierta que en la laparoscópica, de modo que el peso de la duración de la cirugía podría reconsiderarse3. Una vez finalizada la intervención, a diferencia de lo que ocurre en otros tipos de cirugía en que la posible fuente de contaminación del sitio quirúrgico ha concluido con la sutura cutánea y la infección sólo se desarrollará si el inóculo inicial durante el acto operatorio tiene capacidad suficiente para vencer las defensas del paciente, en el caso de la cirugía colorrectal puede producirse una segunda contaminación no evidenciable clínicamente en el período inicial, debida a la pérdida de la estanqueidad de la anastomosis confeccionada y a un vertido del contenido intestinal que provocará una ISQ secundaria y necesariamente profunda en el espacio peritoneal. El primer objetivo de prevención de la ISQ relacionada con el acto quirúrgico propiamente dicho se logra, en primer lugar, minimizando al máximo la contaminación del campo operatorio mediante las medidas de asepsia, antisepsia y de técnica quirúrgica, y en segundo lugar, administrando una profilaxis antibiótica, justificada por tratarse de cirugía limpia-contaminada en el caso de intervención programada o electiva, por vía intravenosa en los 30 min previos al inicio de la intervención, habitualmente en la inducción de la anestesia, dirigida al tipo de cirugía, teniendo en cuenta que es preciso suplementar con dosis adicionales cuando la duración de la intervención supera en 2 veces la vida media del fármaco administrado o si las pérdidas hemáticas superan3 los 1.500 ml. Con esta pauta se logra disminuir la incidencia de ISQ de un 40 a un 10%; se demuestra, por tanto, una efectividad evidente4, lo que ha quedado ratificado en el estudio de Ventura Cerdá et al5. Si se tiene en cuenta que la flora bacteriana contaminante en este tipo de cirugía incluye fundamentalmente gérmenes entéricos, en especial gramnegativos y anaerobios, no es necesario cubrir todas las especies bacterianas, objetivo imposible de alcanzar debido al elevado número de especies saprofitas, ya que los gérmenes patógenos aislados en las muestras obtenidas de las infecciones son relativamente muy inferiores. A este respecto es conveniente conocer los mapas bacteriológicos de los aislamientos con las respectivas sensibilidades, para elaborar guías de profilaxis antibiótica adaptadas a cada centro6. Se aceptan diversas posibilidades en la elección del antibiótico a utilizar (ampicilina-gentamicina-metronidazol, ampicilina, cefalosporina de segunda o tercera generación, piperacilina o aminoglucósido-metronidazol, piperacilina-tazobactam, gentamicina-clindamicina, amoxicilina-ácido clavulánico, ampicilina-sulbactam, imipenem-cilastatina)3,7, aunque la tendencia actual es hacia la utilización de monoterapias, limitar el uso de fármacos con posible toxicidad, de cefalosporinas, por la selección de enterobacterias con betalactamasas de espectro extendido, y de antibióticos de uso restringido para gérmenes multirresistentes, así como la administración opcional preoperatoria de antibioterapia tópica no absorbible por vía enteral (neomicina-eritromicina o metronidazol, canaMed Clin (Barc). 2007;129(4):137-9 137 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. OLLER SALES B ET AL. CIRUGÍA COLORRECTAL: MONODOSIS ANTIBIÓTICA PREOPERATORIA O PROLONGACIÓN DEL TRATAMIENTO DESPUÉS DE LA CIRUGÍA micina-eritromicina o metronidazol) de forma simultánea o exclusiva, sin que se haya demostrado una superioridad clara en las diferentes pautas3,8. Otras medidas que claramente se dirigen al mismo objetivo dependen de la preparación del paciente, tratamiento de la comorbilidad, vigilancia y corrección de las alteraciones de los parámetros fisiológicos en el preoperatorio, durante el acto quirúrgico y tras éste (oxigenación, situación hemodinámica, nutricional y metabólica). Si se cumplen escrupulosamente todos los puntos enumerados, se puede conseguir disminuir al máximo el riesgo de ISQ (probablemente no eliminarlo por completo, puesto que la variabilidad de los procedimientos técnicos, enfermedades y estado de los pacientes lo impide). Como segundo objetivo terapéutico, el caballo de batalla fundamental de la práctica quirúrgica es el manejo de la complicación más temible de la cirugía colorrectal: la dehiscencia de anastomosis. Ésta, que ocurre en el período postoperatorio con un tiempo de latencia variable, habitualmente durante la primera semana, puede ser debida a numerosos factores, tanto técnicos como debidos a la situación local o sistémica del individuo, pero, independientemente de la causa, provocará un proceso infeccioso que se manifestará con una presentación clínica muchas veces atípica, que retrasará en numerosos casos el diagnóstico9, y una intensidad que oscila entre casos paucisintomáticos (febrícula, débito purulento o intestinal escaso por un drenaje) a causa de una dehiscencia mínima clínicamente bien tolerada, que mediante un manejo conservador con antibioterapia y reposo intestinal se autolimitan, con adecuada recuperación del funcionalismo digestivo, y otros casos en los que se desarrolla una peritonitis fecaloidea difusa, que puede originar un cuadro séptico grave con fracaso multiorgánico llegando incluso al fallecimiento, a pesar de efectuar reintervenciones quirúrgicas y tratamiento intensivo. La cuantificación de esta complicación oscila en diferentes series entre el 3 y el 23%10, y puede llegar al 25% en las resecciones bajas11. Seguramente la gran disparidad de resultados en la literatura médica obedece a diferentes criterios de inclusión de pacientes y de tipificación de las ISQ. Sería aconsejable la uniformidad en la consideración de dichos criterios de selección para así poder definir cifras fiables y específicas para cada proceso (etiología, topografía y técnica quirúrgica efectuada), huyendo de la excesivamente frecuente denominación en la literatura médica de «cirugía colorrectal», que incluye un grupo muy heterogéneo de procedimientos5, a menudo no comparables entre sí por diferir tanto en su etiología (neoplasias, enfermedad inflamatoria, diverticular, isquémica), indicación (electiva o urgente) e infección en curso preoperatoria como en complejidad técnica (hemicolectomía derecha, hemicolectomía izquierda, colectomía segmentaria, colectomía subtotal, resección anterior, amputación abdominoperineal, coloproctectomía total, con inclusión en algunas series de la cirugía apendicular, la proctológica, resecciones de intestino delgado e incluso laparotomías exploradoras con liberación de adherencias peritoneales, sin apertura de la luz intestinal). Por el temor a las consecuencias de esta temible complicación, en la práctica clínica muchos cirujanos optan por mantener la administración de la antibioterapia iniciada durante la inducción anestésica en pauta terapéutica, a la espera de la evolución clínica del paciente. En el caso de que no haya sospecha de dehiscencia, la antibioterapia se retira cuando el paciente ha superado la situación clínica de riesgo. Si se presenta clínicamente (fiebre, íleo prolongado, drenaje purulento o intestinal de bajo débito), ya se está efectuando precozmente el tratamiento antimicrobiano de forma temprana y, si el estado del paciente es aceptable, se pro- 138 Med Clin (Barc). 2007;129(4):137-9 longa el reposo digestivo y se añade soporte nutricional para posteriormente limitar las medidas terapéuticas conforme el cuadro clínico remite cuando la evolución es favorable. La actitud terapéutica agresiva (reintervención, enterostomía de descarga, ingreso en una unidad de críticos) se reserva únicamente para los casos con mala evolución clínica o un diagnóstico evidente (neumoperitoneo, peritonitis difusa, absceso intraabdominal)8. Con ello se persigue disminuir al máximo el número de reintervenciones por fracaso de la anastomosis y tratar de modo conservador las infecciones subclínicas (íleo prolongado) o evidentes con buena tolerancia clínica (dehiscencia mínima de la anastomosis), que no requieren una actitud terapéutica agresiva y cuyo tratamiento temprano evita la evolución hacia una dehiscencia mayor, desarrollo de absceso o peritonitis. Las críticas a esta conducta se centran fundamentalmente en el coste económico12, la aparición de efectos secundarios asociados a la medicación hasta en el 17% de los casos13, la posible selección de patógenos resistentes14 y el enmascaramiento de cuadros clínicos que de otra forma serían más evidentes (este último sería, por otra parte, su objetivo). Para consolidar este segundo objetivo, se podría diseñar una estrategia razonable a fin de intentar disminuir la elevada morbimortalidad de las dehiscencias anastomóticas en la cirugía colorrectal. No hay estudios clínicos que demuestren la efectividad de mantener la administración de antibióticos hasta pasado el cuarto o quinto día postoperatorio frente a la monodosis preoperatoria, probablemente por la gran dificultad que entraña su ejecución (demostrar efectivamente la existencia o ausencia de dehiscencia cuando el paciente presenta un estado clínico controlado, sólo con la pauta antibiótica terapéutica o con un tratamiento conservador más completo en los casos de íleo paralítico, para demostrar que son eficaces en la prevención del cuadro séptico, puede comportar un riesgo inaceptable para el paciente la indicación de maniobras diagnósticas que empeoren su situación o de intervenciones quirúrgicas innecesarias que provoquen secuelas). Lamentablemente, las escalas pronósticas que se han descrito son aplicables a los pacientes que ya presentan un cuadro infeccioso intraabdominal instaurado (APACHE –Acute Phisiology and Chronic Health Evaluation– II y III, SAPS –Simplified Acute Physiology Score–, índice de peritonitis de Mannheim o de Altona)15, y la valoración del riesgo postoperatorio sólo indica una mayor o menor probabilidad de desarrollar complicaciones y no aportan datos para el diagnóstico precoz. Idealmente, si fuera posible la identificación a priori de los pacientes con mayor riesgo de presentar dehiscencia, se podría restringir el número de pacientes con antibioterapia postoperatoria prolongada si se acepta este potencial beneficio de los antibióticos. A este respecto se ha demostrado una relación entre la puntuación NNIS (National Nosocomial Infections Surveillance) y el riesgo de infección de la herida quirúrgica, en el que se valora el estado de salud previo mediante la puntuación ASA (American Society of Anesthesiologists) superior a III, el grado de contaminación de la intervención (contaminada o sucia) y la duración de la intervención superior a 3 h en cirugía colorrectal; la tasa oscila entre un 1,5% para la ausencia de factores de riesgo y un 13% cuando se detectan 3 factores3. De forma similar, sería preciso definir el riesgo de dehiscencia de anastomosis estableciendo qué valor de corte indicaría la necesidad de prolongar la antibioterapia con la finalidad expuesta. Es importante aclarar que el objetivo de la administración de antibióticos no es evitar la dehiscencia de la sutura cuando la causa se debe a una isquemia tardía, como ocurre en las necrosis de estoma que sí son clínicamente visi- Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. OLLER SALES B ET AL. CIRUGÍA COLORRECTAL: MONODOSIS ANTIBIÓTICA PREOPERATORIA O PROLONGACIÓN DEL TRATAMIENTO DESPUÉS DE LA CIRUGÍA bles y tienen comprobados factores de riesgo16. Pero si se ha demostrado que la precocidad en el inicio del tratamiento antibiótico reduce significativamente la morbimortalidad de todas las infecciones bacterianas graves (meningitis, endocarditis, neumonía), parece lógica la aplicación de esta conducta cuando se trata de pacientes en que se puede «avanzar» a la presentación clínica evidente, dado que están siendo controlados antes y durante el inicio del cuadro, aunque sea a expensas de prolongar tratamientos antibióticos innecesarios en los pacientes en los que esta dehiscencia tardía e imprevisible no se produce y de un potencial incremento de resistencias. Evidentemente, esta situación representa un dilema de difícil solución por la valoración de la relación riesgo/beneficio y, a falta de escalas pronósticas objetivas, la decisión final sólo puede recaer en el cirujano responsable del tratamiento de la enfermedad del paciente, quien también debe valorar la posible necesidad y el momento de reintervenir al paciente. 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