Una cruda verdad

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Una cruda verdad
Hamer Salazar, Biólogo. ticodendron@gmail.com
“La verdad no peca pero incomoda”, reza el refrán, y la Biblia dice “La
verdad os hará libres” (Juan 8:32). Dicen que no hay que pedir perdón por decir
la verdad, pero les pido perdón si usted amigo lector, amiga lectora, se siente
ofendido u ofendida por alguna de las afirmaciones que aquí hago. Este
comentario no trata sobre religión, política o fútbol, pero si sobre la gente, tanto
la que dirige como la que se cree dirigida.
Una cruda verdad, empiezo conmigo mismo, es que yo soy un perfecto
animal, mamífero, como el conejo, el jaguar, la danta, el elefante o la ballena, y
usted también, y no lo digo peyorativamente, lo digo literalmente. Si usted no
fue concebido por la unión de un óvulo y un espermatozoide, no fue parido con
dolores de parto en un torrente de fluidos sanguinolentos (incluye las
cesáreas), o amamantado del pecho de su madre, puede que yo me equivoque
y que usted no sea un animal igual que yo. Pero si tiene pelo, y quienes no
aparentan tenerlo lo encontrarán en los rincones más profundos de su
humanidad; si tiene huesos, carne, sangre, tripas, sesos; si come y “descome”,
al igual que el conejo, el jaguar o la danta, pero en proporciones diferentes,
entonces no hay duda, usted es un animal mamífero. Y ni su sexo, ni su
condición social, ni su religión, ni su credo político, ni su vestimenta, ni por ser
cura, pastor, diputado, ministro, magistrado, periodista, catedrático
universitario, futbolista, conserje, carpintero, etc., podrá cambiar esta condición.
Esa es la cruda verdad…
¡Pero soy un ser humano! Protestará usted y con sobrada razón. Si. El
jaguar es un animal mamífero, pero jaguar; y usted y yo somos animales
mamíferos, pero humanos. Está claro, los humanos somos diferentes al resto
de los animales, pero el jaguar, por ejemplo, es también diferente al resto de
los animales.
¡Pero aun así, estoy hecho a imagen y semejanza de Dios! Continuarás
protestando. Sí. Pero el problema es que hemos hecho a Dios a nuestra
imagen y semejanza. Lo hemos antropomorfizado, le hemos dado forma y
pensamientos humanos. Pero eso no quita que seamos animales y tampoco,
por esta condición Dios nos va a desechar, si nos “hizo” en el sexto día junto
con una gran cantidad de animales, incluidas las serpientes (Genésis 1:24-31)
Y es que desde el descubrimiento del árbol de la sabiduría, del bien del
mal, desde que el ser humano fue consciente de su propia naturaleza, es decir,
más que animal y menos que Dios, protestó por su condición animal, protestó
por su animalidad y corrió a vestirse, a cubrir su cuerpo para no ver al animal
que hay detrás de la ropa. Se puede aceptar que el vestido sirvió para mitigar
los elementos de la intemperie, y esto puede ser parcialmente cierto, pero
igual, hoy en día existen tribus indígenas en las selvas amazónicas que viven
exactamente como “Dios mandó a Adán y a Eva al mundo”, y eso con las
intensas lluvias, fríos nocturnos, mosquitos, plantas con espinas, serpientes,
etc. y así han sobrevivido por siglos.
Es así como vemos hoy que quienes más protestan por su animalidad
llevan demasiada ropa encima, tanta que solo dejan ver sus manos y su
cabeza o parte de ella, pero aún así, las cejas y pestañas continúan
recordándonos nuestra naturaleza como mamíferos. Lo paradójico, es que el
ser humano entre menos ropa tiene, más feliz se siente, sobre todo en la playa,
con la sensación de libertad que dan esos espacios…
Como animales, también en lo social, somos gregarios, siempre
necesitamos de la compañía de nuestros congéneres, vivimos en grupos,
desde los grupos familiares, hasta las manadas pequeñas y grandes. Como
animales gregarios, las familias requieren de un jefe o una jefa de familia (ya
me dirán los científicos sociales que esa es una responsabilidad compartida o
que no somos ni gregarios ni solitarios), y los grupos sociales requieren de
líderes, de guías que orienten a la manada. Jesús mismo utilizaba parábolas
del rebaño y los pastores. Y es que todos somos parte del rebaño o pastores.
Pero la realidad de la humanidad actual, y lo vemos de manera
contundente en la Costa Rica de hoy, la manada, que es muy numerosa, se
comporta como si fuera una manada de ovejas, no como seres humanos de
manada. Estas manadas creen que están siendo protegidas y guiadas en todas
las esferas de su vida, en lo político, lo espiritual, lo deportivo, etc. por
pastores, y hasta los pastores se creen serlo; sin embargo, en la mayoría de
los casos la manada está siendo guiada por perros pastores. Estos también
son animales que pueden conducir la manada, pero no saben a dónde llevarla,
no tienen rumbo…
En el rebaño encontramos ovejas que se levantan para decirle a las
demás que confíen, que no teman, que van por el camino correcto, pero en
realidad no son ovejas, son lobos vestidos de ovejas; canes de la misma
estirpe de los perros pastores. Mientras tanto, las ovejas que saben que no
van por el rumbo correcto balan y balan pero no son escuchadas, los pocos
verdaderos pastores no se dejan ver ni escuchar, por la confusión que existe
en la manada que va sin rumbo y los ladridos y aullidos de los perros pastores
y lobos vestidos de ovejas.
Protestas por aquí y por allá, berreos contra “los pastores del fútbol”, los
“pastores de la Asamblea Legislativa”, los “pastores y pastoras de Casa
Presidencial”, los “pastores de los medios de comunicación”, “los pastores
religiosos”, los “pastores de la Caja”, los “pastores de la policía”… pero parecen
que están sordos. Tienen ojos y no ven, oídos y no escuchan… Parecen que
hablan un lenguaje diferente al de la manada.
Y usted, en quien el rebaño depositó su confianza para liderarlo, ¿cree
que es un verdadero pastor… o es un perro pastor?. Usted que se levanta para
apaciguar a las ovejas, a sus congéneres, eres un oveja de verdad, o un lobo
con piel de oveja? Y usted oveja… deja de serlo ya… es hora que sepas que
eres un ser humano, con dignidad, con derechos… “y los derechos no se
piden, se arrancan, no se mendigan” José Martí.
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