GRAMÁTICA DE ALTURAS DE MACCHU PICCHU Marina González Becker Universidad de Playa Ancha Resumen El artículo destaca el carácter épico lírico del poema “Alturas de Macchu Picchu” analizando las estructuras sintácticas nominales más destacables, en todas las cuales está presente la adjetivación. También se analizan los tiempos verbales y el imperativo. Palabras claves: adjetivación - frase nominal - oración subordinada adjetiva símil - presente gnómico - exhortación. Abstract The article highlights the lyric and epic nature of “Alturas de Macchu Picchu” poem. It analyses its more outstanding nominal syntactic structures in all of wich adjetivation is present. Verbal times and imperative are also analysed. Key words: adjetivation - noun phrase - adjectival subordinate sentence simile - gnomic present - exhortation. Adentrarse en la profunda y oscura intersección de las vivencias y el lenguaje de un poeta de la talla de Neruda y explicar por qué tales maneras de sentir el mundo y la vida debían engendrar tales formas de expresión, explicar la “propiedad” poética del bardo, es lo que hizo magníficamente ese maestro indiscutido de la crítica literaria que fue Amado Alonso y es a lo que se debe tender – a nuestro juicio – todo trabajo de análisis literario por difícil y complejo que sea. En este modesto ensayo intentaremos asomarnos a través de algunas estructuras a la arquitectura lingüística de “Alturas de Macchu Picchu”, pieza poética que evidencia los rasgos de poeticidad más “idiáticos” de Neruda, cuya poesía, al decir del maestro Alonso, es “escapada tumultuosamente de su corazón, romántica por la exacerbación del sentimiento, expresionista por el modo eruptivo de salir, personalísima por la carrera desbocada de la fantasía y por la visión de apocalipsis perpetuo que la informa”. Poesía ancha y procelosa como el mar, épica, torrencial, romántica, política, comprometida con el dolor y la lucha, tierna y violenta, erótica, contestataria, descriptiva, solemne y doméstica... una verdadera fuerza de la naturaleza en consonancia con la multiplicidad de la personalidad de Neruda, habitante de variados e incontables mundos que plasmó en más de siete mil páginas de poemas, “sueños que salen de mi corazón a borbotones, / polvorientos sueños que corren como jinetes negros, / sueños llenos de velocidades y desgracias”. Neruda, poeta vital, confiesa en carta al poeta Héctor Ignacio Eandi de 24 de abril de 1929, su total discrepancia con Borges en cuanto a la poesía en boga en aquel entonces: “Me parece más preocupado de problemas de la cultura y la sociedad, que no me seducen, que no son humanos. A mí me gustan los grandes vinos, el amor, los sufrimientos y los libros como consuelo a la inevitable soledad. Tengo hasta cierto desprecio por la cultura; como interpretación de las cosas me parece mejor un conocimiento sin antecedentes, una absorción física del mundo, a pesar y en contra de nosotros. La historia, los problemas del “conocimiento”, como los llaman, me parecen despojados de vida y en contra de nosotros.(...) ¿Cuántos de ellos llenarían el vacío? Cada vez veo menos ideas en torno mío, y más cuerpo, sol y sudor. Estoy fatigado”. Hace una defensa de la poesía “no pura” en los cuatro prólogos que escribió para sendos números de la revista “Caballo verde para la poesía”. Dice en 1935, ocho meses antes de que estallara la guerra civil española: “Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y azucena, salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley. Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actividades vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilias, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones (...)”. Se nos viene a la memoria el vitalismo de tan fuerte arraigo en la tradición hispánica: de lejos nos sonríe el Arcipreste de Hita y hasta el cándido Berceo. Tres ejes temáticos conforman la obra del vate: el amor, la naturaleza y lo social; este último, especialmente en sus componentes político e histórico. Manifiesta el verso nerudiano una “absorción física del mundo”, un deslumbramiento ante la majestad y misterio de las cosas, su condición de residente en la tierra. Gabriela Mistral lo definió como “un místico de la materia” trasuntado lingüísticamente en el predominio de lo sustantivo con sus accidentes (nombres y adjetivos) sobre lo verbal. Nuestro poeta, en conformidad con sus intereses profundamente sociales, es testigo de América, no sólo coetánea, sino pretérita, la América precolombina evocada en Alturas. Es voz de los sin voz, vocero de la Humanidad: “Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta”, “Hablad por mis palabras y mi sangre” ¿Cómo se gestó Alturas de Macchu Picchu? En 1943 Neruda visitó las ruinas incaicas y quedó hondamente impresionado, lo que evidencia su comentario citado por Enrico Mario Santi en Pablo Neruda: The Poetics of Prophecy (Cornell University Press, 1982): “Ya no pude segregarme de aquellas construcciones. Comprendí que si pisábamos la misma tierra hereditaria, teníamos algo que ver con aquellos altos esfuerzos de comunidad americana, que no podíamos ignorarlos, que nuestro desconocimiento o silencio era no sólo un crimen, sino la continuación de una derrota. El cosmopolitismo aristocrático nos había llevado a reverenciar el pasado de los pueblos más lejanos y nos había puesto una venda en los ojos para no descubrir nuestros propios tesoros. Pensé muchas cosas a partir de mi visita al Cuzco. Pensé en el antiguo hombre americano. Vi sus antiguas luchas enlazadas con las luchas actuales. Altos esfuerzos de la comunidad americana. Pensé en el antiguo hombre americano, no en el antiguo indio, no en su “etnia”, sino en el hombre, en su espíritu, en sus luchas”. Y nosotros recordamos aquellos estremecedores versos 305, 306 y 307 (serie X): “Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo? / “Aire en el aire, el hombre dónde estuvo? / Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?” Alturas es un poema síntesis de experiencias vividas en España, México, Chile y Cuzco. Es un poema de condensación épico lírica. Las claves de su composición han de encontrarse en una visión retrospectiva: “El comienzo es una serie de recuerdos autobiográficos. También quise tocar allí por última vez el tema de la muerte. En la soledad de las ruinas la muerte no puede apartarse de los pensamientos. Escribí Macchu Picchu en la Isla Negra, frente al mar”. (“Algo sobre Mi Poesía y Mi Vida”, conferencia en revista Aurora, 1ª época, Santiago núm. 1, Julio 1954). El tema de la muerte es una de las claves fundamentales de AMP: “La poderosa muerte me invitó muchas veces (...)” (serie IV) Tema ineludible de la poesía de todos los grandes, que no podía estar ausente en Neruda, quien en sus obras anteriores a 1935, y especialmente Residencia en la Tierra, dan cuenta de la atracción que la muerte ejercía sobre el poeta. El “ave de plumas férreas”, “la sal invisible en las olas”, compañera permanente del hombre, diseminada en la realidad, omnipresente, socavadora, temible, insoslayable, la muerte es la protagonista de la serie IV. La serie V articula las dos grandes zonas del poema: la travesía de búsqueda de la primera parte y su llegada al monumento incaico (serie VI): “Entonces en la escala de la tierra he subido / entre la atroz maraña de las selvas perdidas / hasta ti, Macchu Picchu”. El encuentro vital del poeta con las ruinas pétreas enclavadas en la solidez inmarcesible del macizo andino le conmocionó profundamente y le mostró de modo tangible lo perecedero de la vida humana cuyas obras cristalizan en elocuentes testimonios del paso efímero y frágil del hombre por este mundo. AMP pertenece a una poesía historicista de preocupación política e identidad cultural de largo aliento (doce cantos o series que hacen un total de 424 versos), comparable, según muchos críticos con los Cuartetos de T.S. Eliot, con los Cantos de Ezra Pound y con Anabasis de Saint-John Perse, “por la dimensión épica, arcaica y fundacional que los inspira” (J.M. Ibáñez Langlois), pero con la diferencia de que Alturas es una inmersión profunda en la América Ancestral, es arraigo telúrico que se expresa en una magia verbal sobrecogedora donde la frialdad lógica de alusiones eruditas está totalmente ausente. El poema se estructura en doce cantos ordenados en una secuencia que puede dividirse, temáticamente, en dos partes. En los cinco primeros cantos, el poeta repasa su aventura vital desde las angustias de Residencia en la Tierra hasta el descubrimiento de Macchu Picchu, la ciudad de piedra. En la segunda parte, (cantos VI a XII), el poeta indaga y descubre el secreto de las ruinas y el suyo propio de viajero en permanente búsqueda. Solidariza con los habitantes desaparecidos de esa cultura y siente el arraigo profundo con la tierra y las razas aborígenes. Podríamos preguntarnos qué relación hay entre la primera parte, de entonación esencialmente filosófica, y la segunda, épico-lírica. Nos atrevemos a esbozar una respuesta tentativa: AMP es el poema de la búsqueda, tema poético eterno que se concretiza en el viaje físico y/o espiritual al encuentro del lugar – santuario, ruinas, cuna... – que tiene la respuesta sobre los orígenes o el destino, la vida o la verdad: “Entonces en la escala de la tierra he subido / entre la atroz maraña de las selvas perdidas / hasta ti, Macchu Picchu”. (inicio de la segunda parte, canto VI, vv. 125 – 127); “Esta fue la morada, este es el sitio:” (v. 137). Después de un vagar sin rumbo ni destino “iba yo entre las calles y la atmósfera” (v. 2), a veces disfrutando momentos de gran intensidad vital: “días de fulgor vivo...” (v.7), seguidos de hastío y cansancio de lo fútil: “Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa hundida / como una barajada cantidad, queda el alma.” (vv. 30-31), el hombre envenena su alma con crueldad suicida manifestada en la rutina asfixiante o la hostilidad hacia su prójimo: “... pero aún / mátala y agonízala con papel y con odio, / sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala/ entre las vestiduras hostiles del alambre.” (vv. 33-36). Admirable es aquí el uso de la enclisis –incluido el intransitivo agonizar- que da un ritmo trepidante y sonoro como de trombones agoreros: mátala, agonízala, sumérgela, desgárrala. Tratando de encontrar en el hombre la plenitud vital semejante a la que se da en la naturaleza: “lo que en el cereal como una historia amarilla” (v. 51), sólo halló máscaras: “no pude asir sino un racimo de rostros o de máscaras” (v. 57). Pero aún persiste la pregunta acuciante: “¿qué era el hombre (...) en cuál de sus movimientos metálicos / vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?” (vv. 65-67). Discontinuidad, miseria vital, hechos perdidos e intrascendentes, desintegración, pequeñas muertes cotidianas: “El ser como el maíz se desgranaba en el inacabable / granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos / miserables, del uno al siete, al ocho.” (vv. 68-70), “cada día una muerte pequeña” (v. 72). La búsqueda incesante e inútil le hace percibir el atractivo guiño de la muerte: “La poderosa muerte me invitó muchas veces” (v. 81). Termina el canto IV con la autoimagen desolada de su propia muerte, del fracaso en la búsqueda de la raíz eterna de la vida, de la resurrección en cada primavera como el árbol, que jamás es derrotado por el otoño, que es sólo una muerte aparente: “No puede amar en cada ser un árbol / con su pequeño otoño a cuestas (la muerte de mil hojas) (...) / rodé muriendo de mi propia muerte.” (vv. 97-111). La búsqueda culmina con el encuentro deslumbrador de Macchu Picchu, “alta ciudad de piedras escalares” (v. 128), portentosa construcción enclavada en una no menos portentosa naturaleza, los majestuosos Andes, “águila sideral, viña de bruma” (canto IX, vv. 262-304), que el poeta describe con 72 frases nominales metáforas epitéticas en tono de letanía isomórfico con la macicez ciclópea de la roca. Los 43 versos se distribuyen en series geminadas: “bastión perdido, cimitarra ciega” (v. 263), “lámpara de granito, pan de piedra” (v. 267), y no geminadas: “campana patriarcal de los dormidos” (v.282), “arquitectura de águilas perdidas” (v. 292). La aparente monotonía nos evoca la solemnidad de un rito, un acto sagrado, quizás el de la contemplación del misterio del cosmos y de la conjunción de ese misterio con el del hombre de épocas pretéritas que habitó ese mundo y que – indudablemente- también se sintió sobrecogido por su inmensidad: “Pero una permanencia de piedra y de palabra: / la Ciudad como un vaso se levantó en las manos / de todos, vivos, muertos, callados...”(vv.184 – 186). La “absorción física del mundo” de que hablábamos más arriba se manifiesta en un lenguaje sustantivo, de denominaciones de referentes numerosos y variados; es el hombre deslumbrado por el mundo que se despliega ante sus ojos, que le fecunda la imaginación y le hace encontrar símiles: Neruda es el poeta del “como”. A lo largo de AMP encontramos 41 “comos”, aproximaciones del mundo, coincidencias captadas por la visión del poeta entre realidades presentidas como equivalentes o semejantes: “El ser como el maíz se desgranaba en el inacabable / granero de los hechos perdidos (...)” (vv. 68 – 69); “ La poderosa muerte me invitó muchas veces: / era como sal invisible en las olas.” (vv. 81 – 82). El mundo concreto, real, el punto de llegada de su búsqueda se le aparece en toda la riqueza de sus cualidades permanentes, así, entonces, casi todos los sustantivos van acompañados de adjetivos calificativos, complementos del nombre u oraciones subordinadas adjetivas: “si la flor a la flor entrega el alto germen / y la roca mantiene su flor diseminada / en su golpeado traje de diamante y arena.” (vv. 24 – 26); “(...), el rocío / desde mil años deja su carta transparente” (vv. 41 – 42); “Y el aire entró con dedos / de azahar sobre todos los dormidos: / mil años de aire, meses, semanas de aire, / de viento azul, de cordillera férrea, / que fueron como suaves huracanes de pasos / lustrando el solitario recinto de la piedra.” (vv. 157 – 162). La adjetivación es rica, exuberante, como corresponde a un poeta prendado de la sensualidad del mundo: 329 adjetivos y sus equivalentes sintácticos, el complemento del nombre (180) y la oración subordinada adjetiva (33), que dan cuenta de colores, texturas, olores, formas, tamaños, distribución, estructura, apariencia, efectos emocionales ... Sentidos e intelecto son estimulados al unísono. Las secuencias sintácticas nominales más recurrentes son: a) adjetivo – nombre – adjetivo: “gastada primavera humana” (v. 23); “determinados manantiales marinos” (v. 28); “la eterna veta insondable” (v.49); b) nombre – adjetivo – sintagma nominal en aposición: “muerte grave, ave de plumas férreas” (v.112); c) adjetivo – nombre – complemento del nombre: “el pobre heredero de las habitaciones” (v. 113) d) determinante – nombre – frase adjetiva: “una espada envuelta en meteoros” (v. 17); e) determinante – nombre – adjetivo – adjetivo: “la mano turbulenta y dulce” (v. 18). Nótese, además, el bello oxímoron. f) Determinante – nombre – complemento del nombre: “el jazmín de la gastada primavera humana” (vv. 22 – 23). La eternidad de la naturaleza se refleja en el empleo del presente gnómico: “y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío / desde mil años deja su carta transparente / sobre la misma rama que lo espera (...)” (vv.41 – 43): “Lo que en el cereal como una historia amarilla / de pequeños pechos preñados van repitiendo un número / que sin cesar es ternura en las capas germinales.” (vv.51 – 53). Los pretéritos indefinido e imperfecto cumplen su función narrativa: “iba yo entre las calles y la atmosfera (...) (v.2); “me quise detener a buscar la eterna veta insondable / que antes toqué en la piedra o en el relámpago que el beso desprendía.” (vv. 49 – 50) El imperativo se modula entre la invitación: “Amor, amor, no toques la frontera, / ni adores la cabeza sumergida: / deja que el tiempo cumpla su estatura / en su salón de manantiales rotos” (vv. 242 – 245) al habitante desaparecido de esas regiones a incorporarse al poeta que lo develará: “ven a mi propio ser (...)” (vv. 257), y la exhortación épica: “Sube a nacer conmigo, hermano.” (v. 380). Todo el canto XII es una apelación, una invocación lírica y guerrera a ese pueblo desaparecido como tantos otros, pero cuyo rastro se fundió con la eternidad cósmica de la roca andina y por ello se hizo digno de la voz del poeta que lo resucita con su palabra. Marina González Becker Dr a. e n Lingüística Hispánica por la Unive rsidad de Chile . Fono-Fax: (32) 66 25 67 Bibliografía Alonso, Amado, Poesía y Estilo de Pablo Neruda, Buenos Aires, Sudamericana (2ª ed.) ,1951. Concha, Jaime, “ Interpretación de Residencia en la Tierra de Pablo Neruda”, en Rev. Mapocho, Santiago, n.2, julio, 1963, pp.5 – 39. Neruda, Pablo, “Algo sobre mi poesía y mi vida”, conferencia en Rev. Aurora, 1ª época, Santiago n.1, julio, 1954. ______________ Sus mejores poemas . Selección y prólogo de José Miguel Ibáñez Langlois, El Mercurio – Aguilar, Santiago 2004. Rodríguez F. , Mario, “ El tema de la muerte en Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda” , separata de la Rev. Anales de la U. de Chile, Santiago, n. 131, julio – septiembre 1964. Rodríguez Monegal, Emir, “ Pablo Neruda : el sistema del poeta”, en Rev. Iberoamericana 39, n. 82 - 83, enero – junio 1973, p. 41 –71 Santi, Enrico Mario, Pablo Neruda : The Poetics of Prophecy, Cornell University Press, 1982.