El Salvador: la segunda patria

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NACIONAL 13
Domingo 6 de junio de 2004
El Diario de Hoy
“La prueba y error,
enseñan, como cuando
compré maquinaria
rusa sin tener
repuestos...”
Salvador Vairo
Presidente de I.P.S.A.
tunidades en una situación
bastante complicada por la
guerra mundial, Salvador
hizo un viaje exploratorio a
Choluteca en el sur oriente
hondureño. En esos momentos estaban construyendo la carretera que va
desde esa ciudad hasta San
Marcos de Colón. La compañía constructora era de
origen estadounidense.
Quien sabe cómo la empresa había conseguido que varios presidiarios de diversas
cárceles de Estados Unidos
vinieran a trabajar en la
construcción de la carretera.
Salvador Vairo observó
que los convictos fumaban
como condenados a muerte.
Encendían prácticamente
un cigarro con la brasa del
anterior. Pero los fósforos
no les daban abasto a aquellas chimeneas humanas,
porque con el sudor empapaban las cajetillas y dejaban los cerillos inutilizados.
Salvador Vairo, con un agudo sentido de la observación
y los negocios, no dejó escapar este detalle.
Averiguó que un empresario local tenía la exclusiva
de los cerillos. Nadie más los
vendía. Era una especie de
zar de los fósforos en Choluteca. Salvador Vairo regresó a Tegucigalpa y visitó
a un comerciante de origen
árabe que vendía literalmente de todo: telas importadas, candiles, ganchos de
pelo, botones, huacales, peinetas, espejitos de colores
con fotos de artistas en el reverso, papel de china, menjurjes, pomadas maravillosas y…. encendedores de
metal por centenares.
“Me llevo estos encendedores”, le dijo Vairo al dueño de tan abigarrado negocio. El hombre se los vendió
un tanto perplejo. Salvador
regresó a Choluteca y en una
alegre cantina, lugar favorito de los humosos presidarios estadounidenses, colocó los encendedores. Aquel
maravilloso aparatito se
vendió como pan caliente.
El zar de los fósforos se quedó perplejo cuando se percató del escaso movimiento
de su inventario.
Cuando supo lo que pasaba, no lo pensó dos veces. Acudió de inmediato
a la gendarmería. Acusó a
Salvador Vairo de estar en
la lista negra de italianos
que debían abandonar el
país. El negocio de los encendedores terminó. Finalizada la guerra y luego de
muchos intentos fallidos
por permanecer en Honduras, en 1944 los Vairo vinieron a El Salvador. Salvador tenía entonces 25
años, una rica experiencia
de trabajo y sobre todo una
singular visión empresarial. Para ese momento ya
compartía los proyectos
con su hermano Pascual.
La gran familia Don Salvador y su esposa, doña Julia, rodeados por sus hijos y numerosos nietos.
El Salvador: la segunda patria
on sus ahorros y créditos
que lograba debido a la
C
solidez de sus proyectos y su
habilidad de persuasión, le
compró a un polaco una pequeña fábrica de ropa de
punto. El polaco, feliz con el
negocio hecho, se marchó
de inmediato a Europa y los
Vairo, ya con Don Salvador
a la cabeza, comenzaron su
actividad empresarial en El
Salvador. Nuevamente la
empresa fue un éxito hasta
que la maquina principal de
la fábrica colapsó.
El polaco ya no estaba,
para pedirle consejos sobre
la máquina arruinada y los
repuestos, y si es que existían, estaban en la lejana Rusia, asolada por la recién pasada guerra. De nuevo tuvieron que cerrar la fábrica.
“Esta vez fue por pura inexperiencia que compramos
una maquinaria rusa”, dice
el empresario mientras
suelta una carcajada recordando el episodio.
El hilo de los Simán
Los Vairo Rafael, don Luis (el pater familiae) y Salvador.
Los incansables hermanos
Vairo adquirieron otra
máquina en Estados Unidos y fundaron una nueva
empresa de producción de
camisetas, ropa interior y
otros productos de tela.
Jorge Simán, propietario
de uno de los almacenes
más fuertes, le propuso
comprarles a los empren-
Sentido del humor El empresario hace gala de cordialidad
y buen ánimo en el trato con amigos y empleados.
dedores hermanos toda la
producción. Durante una
escasez de hilo, él proporcionó el material, que tenía
en abundancia en sus bodegas. De esta forma el negocio continuó.
“Aquel hilo de los Simán
era precioso… una maravilla”, recuerda Salvador. Pero un día Jorge Simán se
reunió urgente con el empresario textil. “Mire esto”
le dijo, y le mostró unas camisetitas y calzoncitos como para vestir a muñecas
pequeñas. “¿Usted está
comprando ropa para muñecas?” preguntó Salvador.
“Es la ropa que usted me
vendió… quien sabe cómo
se encogió”, dijo el dueño
del almacén. “Si, pero la
hicimos con el hilo que usted nos vendió”. No hubo
reclamo. Nuevamente la risa de Salvador Vairo inunda la oficina.
Las bolsas con hoyos
Con el tiempo, Salvador
Vairo consolidó su fábrica,
pero siempre inquieto viajaba a Europa y Estados
Unidos, asistía a exposiciones industriales, observaba,
tomaba nota y regresaba a
El Salvador a fundar una
nueva empresa, una nueva
industria. En 1955, fundó
Industrias Plásticas S.A.
de C.V. (IPSA), la que se
convirtió en la primera industria del plástico en el país y en Centroamérica.
Como en los primeros
años de una industria todo
está por aprenderse, ocurren siempre hechos insólitos. En una recepción de la
Cámara de Comercio e Industria, de la cual Salvador
Vairo era director, un prominente cafetalero le dijo al
naciente industrial del plástico: “Mire don Salvador,
necesito que me fabrique un
lote de bolsas de plástico
que midan 9 y medio por 14
centímetros”. Salvador respondió que con todo gusto
y que en tal fecha estarían
listas. Ambos hombres incluso se pusieron de acuerdo en el costo del pedido.
Pero antes de terminar la
conversación, el cafetalero dijo “… Ah, se me olvidaba… todas las bolsas las quiero con
hoyos abajo”. Don Salvador se
quedó perplejo por unos momentos. Pensó que quizá
aquel hombre estaba loco. Sin
embargo, el cliente siempre
tiene la razón. “Esta bien, le
contestó, pero en ese caso págueme por adelantado… no
vaya a ser…”. Posteriormente Salvador Vairo se dio cuenta de que las famosas bolsas
con hoyos sirvieron para los
primeros almácigos en plástico en las fincas del país.
.NACIONAL 14
Domingo 6 de junio de 2004
El legado de
un visionario
El trabajo visionario y
constante ha sido la vida
de Don Salvador Vairo.
Desde que en 1946 fundó
la Compañía Industrial
Vairo Hnos., dedicada a la
manufactura de tejidos de
género de punto, este empresario no se ha dado
tregua. En 1955, dirigió
el Comité Industrial de la
Primera Exposición Industrial Agropecuaria en
el país.
Ese mismo año, fundó
Industrias Plásticas, S.A.
IPSA, dedicada a la fabricación de productos
plásticos y materiales de
construcción. IPSA fue
pionera en este ramo, no
sólo en El Salvador, sino
también en América Central. Cuatro años después, en 1959, mientras se
desempeñaba como presidente de la empresa Distribuidora de Fábricas
S.A. fundó y fue director
de la Asociación Salvadoreña de Industriales
(ASI), una gremial con
mucho peso en la vida nacional, hasta nuestros días.
Mientras participaba
en Panamá en un curso
de Alta Gerencia patrocinado por la Universidad
de Harvard, en 1965, concibió la idea de fundar un
centro al más alto nivel
para preparar líderes empresariales. Así nació el
más prestigioso centro de
estudios superiores para
administradores de empresas, el INCAE.
Ese mismo año conformó un comité ejecutivo
para montar la primera
Feria Internacional de El
Salvador, un evento que
colocó al país en una vitrina mundial. Para la segunda edición del evento,
en 1966, Don Salvador
Vairo fue nombrado presidente del comité ejecutivo.
En los años setenta el
panorama político y social
del país se llenó de negros
nubarrones. Desordenes
callejeros, secuestros de
empresarios y ocupaciones de templos y embajadas anunciaban la guerra
que estaba por venir.
Pero el país, pese a todo, registraba un sostenido crecimiento económico. En esa época y en ese
ambiente, Don Salvador
Vairo fue presidente del
Comité de Industria de la
Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, y
viajó a Ginebra como delegado salvadoreño a la
Conferencia Internacional
del Trabajo (OIT).
A su regreso, fundó la
empresa Hilos Sintéticos,
S.A. cuya especialidad es
la elaboración de nylon
texturizado, con la patente internacional de Ban
Lon. Para cualquier persona, lo realizado hasta
ese momento por Don
Salvador Vairo era como
para pasar a la historia como un incansable fundador de empresas generadoras de empleos y progreso. Pero para este
aguerrido napolitano no
era suficiente.
A finales de los setenta
fundó la Compañía Financiera Promociones e Inversiones (PRISA), luego
vinieron Industrial de Tuberías S.A., dedicada a la
fabricación de tubería rígida de PVC; Polímeros
de El Salvador, que fabrica polietileno expandido,
y PIVASA, dedicada a la
fabricación de accesorios
para tuberías.
Pareciera que hemos
hablado de varios hombres emprendedores. Solo
es uno. Ha pasado mucha
agua bajo el puente. A
sus 84 años, Don Salvador
Vairo, el incansable fundador de empresas, sigue
soñando y trabajando,
imaginando… Su legado
al desarrollo del país es
enorme. Miles de salvadoreños, directa o indirectamente se han beneficiado,
por la generación de empleos producto de la capacidad de trabajo, la constancia y la tremenda capacidad de imaginar de este
caballero que llegó de Italia, para meterse para
siempre a este paisito
nuestro, muy dentro del
corazón.
El Diario de Hoy
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