El problema del conocimiento. S XVII RACIONALISMO • • • • • • • • • • Primacía de la Razón sobre la experiencia sensible Tan solo mediante el razonamiento puro, podemos llegar al conocimiento de la propia naturaleza del mundo. Deducción Nuestro conocimiento es un conocimiento de ideas. Existen las ideas innatas Desconfianza respecto del conocimiento sensible Criterio demostrativo de la verdad. Aspiración a crear una Filosofía/ciencia universal válida para todo ser racional Admiración por la matemática Renovación de la metafísica Corriente continental EMPIRISMO • • • • • • • • • • Primacía del conocimiento sensible frente al racional El origen del conocimiento es la observación. La inducción No hay conocimiento independiente de la experiencia. Todas las ideas remiten a la experiencia No existen las ideas innatas Desconfianza de todo conocimiento que no tenga que ver con la experiencia El criterio de verdad es la evidencia sensible. La experiencia No es posible el conocimiento universal y necesario Admiración por la Física y las CCNN Crítica a toda metafísica Corriente de las islas británicas David Hume 1711 - 1776 Nace en Edimburgo, Escocia. Le apodan “le bon David” por su carácter amable y cordial. • Comerciante aficionado a las letras y a la filosofía. • En 1734 se retira a Francia, donde escribe su primera obra, Tratado acerca de la naturaleza humana. • En 1752 publica sus discursos políticos: crece su fama, y con la fama los problemas; la iglesia anglicana pretende excomulgarle por sus escritos subversivos contra la religión y la moral. La iglesia católica le incluye en el índice de libros prohibidos. • Intenta repetidas veces acceder a la cátedra en la universidad, pero es rechazado por sus ideas heréticas. • En 1769 se retira a Edimburgo a disfrutar de sus bienes hasta el día de su muerte. El empirismo de Hume • El conocimiento se fundamenta en la certeza e inmediatez de los contenidos de mi conciencia, como en Descartes. • Pero Hume afirma que todos los contenidos mentales derivan de la experiencia… • Y que no todo contenido mental es una idea. • Los contenidos mentales son Percepciones y existen de dos tipos: – Impresiones – Ideas Los contenidos mentales son Percepciones: • Impresiones: Todo nuestro conocimiento depende en última instancia de ellas. Son los datos inmediatos de la experiencia. – Se diferencian por su fuerza y vivacidad (intensidad). – SON SENTIDAS. Hume incluye las sensaciones (placer, dolor…), las pasiones y las emociones ( amor, ira, pena, alegría…) • Las Ideas: Son copias o imágenes semejantes atenuadas de las impresiones. Representaciones menos intensas de las impresiones, pero NO de las cosas. – SON PENSADAS. Las ideas son las imágenes débiles de las impresiones cuando las pensamos y las razonamos. El principio empirista • La impresión es la que da a la idea su contenido y su legitimidad. Una idea es legítima en la medida en que deriva de una impresión. • “La única manera de ver si a una idea compleja la corresponde un significado preciso será analizarla hasta hallar sus ideas simples y luego ver si a éstas las corresponden, una por una, impresiones simples” • “Cuando alberguemos, por tanto, la sospecha de que un término filosófico se emplea sin ningún significado, no tenemos más que preguntar: ¿De que impresión se deriva esa supuesta idea?. Y si es imposible asignarle alguna, esto servirá para confirmar nuestra sospecha.” • Probemos este criterio con algunas ideas como la de causalidad y con las ideas metafísicas de substancias: “Dios”, “Alma” y “Mundo”: Crítica a la idea de causalidad • Para los racionalistas la relación causal era una relación lógicamente necesaria; de la noción de un triángulo se deducen sus propiedades, de la noción de una causa se deducen sus efectos. • ¿Cuál es la impresión de la que deriva esta idea? • Hume analiza casos de relación causal, para descubrir las impresiones de las que surge: Pongamos como ejemplo el caso de la bola de billar; el golpe de la primera bola es la causa del movimiento de la segunda. La conexión necesaria • Hume argumenta de la siguiente manera: – La experiencia nos muestra que estos dos fenómenos se dan contiguos en el espacio y en el tiempo, es decir que el fenómeno llamado “causa”, precede temporalmente al fenómeno llamado “efecto”. – Pero; ¿Dónde esta la conexión necesaria? – En la experiencia, lo único que encontramos es una coincidencia constante entre dos fenómenos. • La idea de causalidad surge de la memoria, que asocia y relaciona percepciones según el espacio y el tiempo; la contigüidad espacial y la sucesión temporal. • No hay ninguna conexión necesaria entre ideas. La asociación constante • La conexión parece necesaria porque estamos psicológicamente condicionados en virtud de nuestra tendencia natural a la asociación de ideas. • La coincidencia toma la forma ilusoria de “conexión necesaria” cuando esta es constante, y se repite una y otra vez, de modo que asociamos en la memoria dos eventos contiguos y sucesivos • Sin embargo, no tenemos fundamento racional para traspasar el límite que existe entre la conexión necesaria y la asociación constante. • Nuestra creencia en la inferencia causal no es más que un prejuicio, una creencia incierta basada en la repetición constante y en la fuerza de la costumbre. Esa inferencia no es racional, es el hábito y no la razón la fuente de nuestras inferencias causales. ¿Qué sentido tiene creer en la inferencia causal? • Se trata de un prejuicio útil para la vida. Gracias a esta creencia anticipamos el futuro. Proyectamos lo ocurrido en el pasado para explicar el futuro. • No hay razonamiento lógico capaz de vincular estos dos tiempos, no tengo impresiones del futuro. • Qué no haya cambiado el curso de la naturaleza no significa que no pueda cambiar. • Afirmar que “el sol saldrá mañana” es un prejuicio de la costumbre, un hábito de la mente que le lleva a suponer para el futuro lo que ocurrió en al pasado, no tenemos una certeza absoluta de que ello ocurra, y sin embargo damos plena autoridad a esa inferencia. El problema de la fundamentación de la inducción • La autoridad de estas inferencias constituye lo que Hume entiende como experiencia y depende de un principio de la naturaleza humana (ciencia del hombre) que se acaba imponiendo; el hábito y la costumbre. • La relación de causalidad basada en la experiencia, no nos ofrece ninguna garantía lógicamente necesaria, pero a cambio nos deja una sensación de seguridad que va más allá de la mera probabilidad. • En realidad “El sol saldrá mañana” es algo más que probable… pero no es lógicamente necesario. • Nuestra creencia en la regularidad de la naturaleza carece de fundamentación racional aunque se trata de una operación inevitable de la naturaleza humana. El problema de la substancia • La substancia es un concepto al que no corresponde ninguna impresión. • La palabra substancia sólo designa un conjunto de percepciones que nos hemos acostumbrado a encontrar juntas • El concepto clave de la metafísica carece de valor • ¿Qué existe? Nuestras impresiones • ¿Cuál es el origen de nuestra creencia en la materia, en Dios o en el Yo? • Creemos que la materia, el yo y Dios existen porque estamos acostumbrados a creerlo así, por la tendencia natural a asociar ideas y al hábito. • Lo existente en sí y por sí, el mundo exterior allende mis vivencias, no está dado en lo único que me es dado: las impresiones. Dios • De la idea de Dios no tenemos ninguna impresión y, por tanto, no podemos afirmar su existencia. • No hay nexo causal entre mis impresiones y Dios que está más allá de ellas. • ¿De donde provienen mis impresiones? – No lo puedo saber, no puedo ir más allá de ellas: Escepticismo radical de Hume. – Otros empiristas: • Locke; del mundo exterior • Berkeley; de Dios El alma • El Yo para Descartes se conoce por intuición y no necesita de la inferencia causal para ser reconocido. “Yo pienso, yo soy”, se trata de algo inmediato del que tenemos una certeza intuitiva. • Tal conocimiento intuitivo del Yo es imposible para Hume. Apelando a la experimentación, no acepta nada de lo que no tengamos impresiones. • Tan solo tenemos conocimiento intuitivo de nuestras percepciones; impresiones e ideas, y estas están en constante fluir, no son permanentes. • Tenemos impresiones de cosas que nos pasan, pero no de nuestro “Yo” como substancia. • • • • • • • “Algunos filósofos se imaginan que lo que llamamos yo es algo de lo que en todo momento somos íntimamente conscientes. Que sentimos su existencia y su continuidad en la existencia, y que, más allá de la evidencia de una demostración, sabemos con certeza de su perfecta identidad y simplicidad. La sensación más intensa, la más intensa pasión, en vez de distraemos de esa contemplación -dicen- lo único que hacen es inculcarla con mayor intensidad y llevarnos a advertir la influencia que tienen sobre el yo, sea para dolor o para placer. Querer aducir más pruebas sería debilitar su evidencia, pues no existe prueba derivaba de un hecho de la que podamos ser tan íntimamente conscientes, ni queda nada de lo que podamos estar seguros si dudamos de nuestro propio yo. Desgraciadamente, todas estas afirmaciones son contrarias a la experiencia misma abogada en su favor; no tenemos idea ninguna del yo de la manera que aquí se ha explicado. En efecto, ¿de qué impresión podría derivarse esa idea? Es imposible contestar a esto sin llegar a una contradicción y a un absurdo manifiesto. Y sin embargo, esta es una pregunta que habría necesariamente que contestar si lo que queremos es que la idea del yo sea clara e inteligible. Tiene que haber una impresión que dé origen a cada idea real. Pero el yo o persona no es ninguna impresión, sino aquello a que se supone que nuestras impresiones e ideas hacen referencia. Si hay alguna impresión que origine la idea de yo, esa impresión deberá seguir siendo invariablemente idéntica durante toda nuestra vida, pues se supone que el yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable. Dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden una a otra, y nunca existen todas al mismo tiempo. Luego la idea de yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni tampoco de ninguna otra. Y en consecuencia, no existe tal idea... En lo que a mí respecta, siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo tropiezo en todo momento con una u otra percepción particular, sea de calor o frío, de luz o de sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca puedo atraparme a mí mismo en ningún caso sin una percepción, y nunca puedo observar otra cosa que la percepción... Si tras una reflexión seria, libre de prejuicios, hay alguien que piense que él tiene una noción diferente de sí mismo, tengo que confesar que ya no puedo seguirle en mis razonamientos. Todo lo que puedo concederle es que él puede estar tan en su derecho como yo, y que ambos somos esencialmente diferentes en ese particular. Es posible que él pueda percibir algo simple y continuo a lo que llama su yo, pero yo sé con certeza que en mí no existe tal principio. Pero dejando de lado a algunos metafísicos de esta clase, puedo aventurarme a afirmar que todos los demás seres humanos no son sino un haz o colección de percepciones diferentes, que se suceden entre sí con rapidez inconcebible y están en un perpetuo flujo y movimiento.” • David Hume; Tratado de la naturaleza humana La conciencia de mi propia identidad • Alcanzo la conciencia de mi propia identidad por la memoria. Gracias a la memoria reconozco en mí, las distintas percepciones que se suceden, mi identidad no es más que una sucesión de percepciones almacenadas en la memoria. • Tenemos que contentarnos con considerar nuestro “Yo” como una pura colección de impresiones. Un haz de percepciones. Resultado de la leyes naturales de la imaginación y la memoria El mundo • La imaginación humana, que actúa a partir de cierta constancia, uniformidad y coherencia de nuestras impresiones, produce la idea de algo constante uniforme y coherente. Por ejemplo: la montaña, río, árbol… • Pero esto no justifica inferir la existencia de un mundo externo que cause tal percepción. • Inferir de la realidad exterior la idea de que existe un mundo independiente de mis percepciones, es una inferencia inválida porque va de las impresiones a una pretendida realidad que esta más allá de ellas y de la cual no hay impresión alguna. • La idea de mundo externo es una ficción… de la imaginación LA EXISTENCIA DE REALIDADES DISTINTAS A NUESTRAS PERCEPCIONES • Todas las ideas son reducibles a impresiones… • Y todas las impresiones son subjetivas, es decir, todas pertenecen a un sujeto. • No podemos concebir, por tanto, como son en realidad los objetos si prescindimos de nuestras impresiones. No podemos salir, traspasar el umbral de nuestras percepciones para compararlas con los objetos. Psicologismo • No hay ningún criterio para distinguir lo objetivo de lo subjetivo. Todo conocimiento remite a percepciones subjetivas, a fenómenos, la creencia por tanto en la existencia de una realidad distinta de nuestras impresiones es injustificable… • Es absurdo preguntarse por la existencia de cosas injustificables. La única pregunta válida sobre la realidad exterior, es la que se formula concibiendo la realidad como fenómeno mental: ¿Qué produce tal creencia? (psicologismo) El empirismo de Hume aboca al: • Fenomenismo. Todo conocimiento es conocimiento de fenómenos que se presentan a mi experiencia, pero no sé de donde vienen. No existe la posibilidad del realismo, ni siquiera indirecto. • Escepticismo. Afirma que mi entendimiento esta completamente limitado por las impresiones de forma que el conocimiento no se fundamenta meramente por la razón, sino que más bien son nuestras tendencias y creencias naturales de nuestra mente las que fundamentan nuestro conocimiento. • Pragmatismo. El hombre es un ser de acción, que necesita actuar, vivir y para vivir necesita contar con ciertas regularidades de las cosas, aquellas esperanzas que el hombre concibe y que luego se cumplen son las que adquieren poco a poco el carácter de verdades. La razón es esclava de las pasiones • Hume subordina la razón a las pasiones, la naturaleza humana esta regida por la creencia, la costumbre y el hábito. La finalidad del conocimiento es ayudarnos a buen vivir y no proporcionarnos evidencias absolutas. “La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”