David Hume2015-16

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El problema del conocimiento. S XVII
RACIONALISMO
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Primacía de la Razón sobre la
experiencia sensible
Tan solo mediante el razonamiento
puro, podemos llegar al conocimiento
de la propia naturaleza del mundo.
Deducción
Nuestro conocimiento es un
conocimiento de ideas.
Existen las ideas innatas
Desconfianza respecto del
conocimiento sensible
Criterio demostrativo de la verdad.
Aspiración a crear una
Filosofía/ciencia universal válida para
todo ser racional
Admiración por la matemática
Renovación de la metafísica
Corriente continental
EMPIRISMO
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Primacía del conocimiento sensible
frente al racional
El origen del conocimiento es la
observación. La inducción
No hay conocimiento independiente de
la experiencia. Todas las ideas remiten a
la experiencia
No existen las ideas innatas
Desconfianza de todo conocimiento que
no tenga que ver con la experiencia
El criterio de verdad es la evidencia
sensible. La experiencia
No es posible el conocimiento universal
y necesario
Admiración por la Física y las CCNN
Crítica a toda metafísica
Corriente de las islas británicas
David Hume 1711 - 1776
Nace en Edimburgo,
Escocia. Le apodan
“le bon David” por
su carácter amable y
cordial.
• Comerciante aficionado a las letras y a la
filosofía.
• En 1734 se retira a Francia, donde escribe
su primera obra, Tratado acerca de la
naturaleza humana.
• En 1752 publica sus discursos políticos:
crece su fama, y con la fama los
problemas; la iglesia anglicana pretende
excomulgarle por sus escritos subversivos
contra la religión y la moral. La iglesia
católica le incluye en el índice de libros
prohibidos.
• Intenta repetidas veces acceder a la
cátedra en la universidad, pero es
rechazado por sus ideas heréticas.
• En 1769 se retira a Edimburgo a disfrutar
de sus bienes hasta el día de su muerte.
El empirismo de Hume
• El conocimiento se fundamenta en la certeza e
inmediatez de los contenidos de mi conciencia, como
en Descartes.
• Pero Hume afirma que todos los contenidos mentales
derivan de la experiencia…
• Y que no todo contenido mental es una idea.
• Los contenidos mentales son Percepciones
y existen de dos tipos:
– Impresiones
– Ideas
Los contenidos mentales son Percepciones:
• Impresiones: Todo nuestro conocimiento depende en
última instancia de ellas. Son los datos inmediatos de
la experiencia.
– Se diferencian por su fuerza y vivacidad
(intensidad).
– SON SENTIDAS. Hume incluye las sensaciones
(placer, dolor…), las pasiones y las emociones (
amor, ira, pena, alegría…)
• Las Ideas: Son copias o imágenes semejantes
atenuadas de las impresiones. Representaciones menos
intensas de las impresiones, pero NO de las cosas.
– SON PENSADAS. Las ideas son las imágenes
débiles de las impresiones cuando las pensamos y
las razonamos.
El principio empirista
• La impresión es la que da a la idea su contenido y su
legitimidad. Una idea es legítima en la medida en que deriva
de una impresión.
• “La única manera de ver si a una idea compleja la
corresponde un significado preciso será analizarla hasta
hallar sus ideas simples y luego ver si a éstas las
corresponden, una por una, impresiones simples”
• “Cuando alberguemos, por tanto, la sospecha de que un
término filosófico se emplea sin ningún significado, no
tenemos más que preguntar: ¿De que impresión se deriva esa
supuesta idea?. Y si es imposible asignarle alguna, esto
servirá para confirmar nuestra sospecha.”
• Probemos este criterio con algunas ideas como la de
causalidad y con las ideas metafísicas de substancias: “Dios”,
“Alma” y “Mundo”:
Crítica a la idea de causalidad
• Para los racionalistas la relación causal era una
relación lógicamente necesaria; de la noción de un
triángulo se deducen sus propiedades, de la noción de
una causa se deducen sus efectos.
• ¿Cuál es la impresión de la que deriva esta idea?
• Hume analiza casos de relación causal, para descubrir
las impresiones de las que surge: Pongamos como
ejemplo el caso de la bola de billar; el golpe de la
primera bola es la causa del movimiento de la
segunda.
La conexión necesaria
• Hume argumenta de la siguiente manera:
– La experiencia nos muestra que estos dos fenómenos se
dan contiguos en el espacio y en el tiempo, es decir que el
fenómeno llamado “causa”, precede temporalmente al
fenómeno llamado “efecto”.
– Pero; ¿Dónde esta la conexión necesaria?
– En la experiencia, lo único que encontramos es una
coincidencia constante entre dos fenómenos.
• La idea de causalidad surge de la memoria, que
asocia y relaciona percepciones según el espacio y el
tiempo; la contigüidad espacial y la sucesión
temporal.
• No hay ninguna conexión necesaria entre ideas.
La asociación constante
• La conexión parece necesaria porque estamos psicológicamente
condicionados en virtud de nuestra tendencia natural a la
asociación de ideas.
• La coincidencia toma la forma ilusoria de “conexión necesaria”
cuando esta es constante, y se repite una y otra vez, de modo que
asociamos en la memoria dos eventos contiguos y sucesivos
• Sin embargo, no tenemos fundamento racional para traspasar el
límite que existe entre la conexión necesaria y la asociación
constante.
• Nuestra creencia en la inferencia causal no es más que un
prejuicio, una creencia incierta basada en la repetición constante
y en la fuerza de la costumbre. Esa inferencia no es racional, es el
hábito y no la razón la fuente de nuestras inferencias causales.
¿Qué sentido tiene creer en la inferencia causal?
• Se trata de un prejuicio útil para la vida. Gracias a
esta creencia anticipamos el futuro. Proyectamos
lo ocurrido en el pasado para explicar el futuro.
• No hay razonamiento lógico capaz de vincular
estos dos tiempos, no tengo impresiones del
futuro.
• Qué no haya cambiado el curso de la naturaleza
no significa que no pueda cambiar.
• Afirmar que “el sol saldrá mañana” es un
prejuicio de la costumbre, un hábito de la mente
que le lleva a suponer para el futuro lo que
ocurrió en al pasado, no tenemos una certeza
absoluta de que ello ocurra, y sin embargo damos
plena autoridad a esa inferencia.
El problema de la fundamentación de la inducción
• La autoridad de estas inferencias constituye lo que
Hume entiende como experiencia y depende de un
principio de la naturaleza humana (ciencia del
hombre) que se acaba imponiendo; el hábito y la
costumbre.
• La relación de causalidad basada en la experiencia, no
nos ofrece ninguna garantía lógicamente necesaria,
pero a cambio nos deja una sensación de seguridad
que va más allá de la mera probabilidad.
• En realidad “El sol saldrá mañana” es algo más que
probable… pero no es lógicamente necesario.
• Nuestra creencia en la regularidad de la naturaleza
carece de fundamentación racional aunque se trata de
una operación inevitable de la naturaleza humana.
El problema de la substancia
• La substancia es un
concepto al que no
corresponde ninguna
impresión.
• La palabra substancia
sólo designa un
conjunto de
percepciones que nos
hemos acostumbrado a
encontrar juntas
• El concepto clave de la
metafísica carece de
valor
• ¿Qué existe? Nuestras
impresiones
• ¿Cuál es el origen de nuestra
creencia en la materia, en Dios
o en el Yo?
• Creemos que la materia, el yo y
Dios existen porque estamos
acostumbrados a creerlo así, por
la tendencia natural a asociar
ideas y al hábito.
• Lo existente en sí y por sí, el
mundo exterior allende mis
vivencias, no está dado en lo
único que me es dado: las
impresiones.
Dios
• De la idea de Dios no tenemos ninguna
impresión y, por tanto, no podemos
afirmar su existencia.
• No hay nexo causal entre mis
impresiones y Dios que está más allá de
ellas.
• ¿De donde provienen mis impresiones?
– No lo puedo saber, no puedo ir más allá de
ellas: Escepticismo radical de Hume.
– Otros empiristas:
• Locke; del mundo exterior
• Berkeley; de Dios
El alma
• El Yo para Descartes se conoce por intuición y no
necesita de la inferencia causal para ser reconocido.
“Yo pienso, yo soy”, se trata de algo inmediato del
que tenemos una certeza intuitiva.
• Tal conocimiento intuitivo del Yo es imposible para
Hume. Apelando a la experimentación, no acepta
nada de lo que no tengamos impresiones.
• Tan solo tenemos conocimiento intuitivo de nuestras
percepciones; impresiones e ideas, y estas están en
constante fluir, no son permanentes.
• Tenemos impresiones de cosas que nos pasan, pero
no de nuestro “Yo” como substancia.
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“Algunos filósofos se imaginan que lo que llamamos yo es algo de lo que en todo momento somos íntimamente conscientes.
Que sentimos su existencia y su continuidad en la existencia, y que, más allá de la evidencia de una demostración, sabemos
con certeza de su perfecta identidad y simplicidad. La sensación más intensa, la más intensa pasión, en vez de distraemos de
esa contemplación -dicen- lo único que hacen es inculcarla con mayor intensidad y llevarnos a advertir la influencia que
tienen sobre el yo, sea para dolor o para placer.
Querer aducir más pruebas sería debilitar su evidencia, pues no existe prueba derivaba de un hecho de la que podamos ser
tan íntimamente conscientes, ni queda nada de lo que podamos estar seguros si dudamos de nuestro propio yo.
Desgraciadamente, todas estas afirmaciones son contrarias a la experiencia misma abogada en su favor; no tenemos idea
ninguna del yo de la manera que aquí se ha explicado. En efecto, ¿de qué impresión podría derivarse esa idea? Es
imposible contestar a esto sin llegar a una contradicción y a un absurdo manifiesto.
Y sin embargo, esta es una pregunta que habría necesariamente que contestar si lo que queremos es que la idea del yo sea
clara e inteligible. Tiene que haber una impresión que dé origen a cada idea real. Pero el yo o persona no es ninguna
impresión, sino aquello a que se supone que nuestras impresiones e ideas hacen referencia. Si hay alguna impresión que
origine la idea de yo, esa impresión deberá seguir siendo invariablemente idéntica durante toda nuestra vida, pues se supone
que el yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable. Dolor y placer, tristeza y
alegría, pasiones y sensaciones se suceden una a otra, y nunca existen todas al mismo tiempo.
Luego la idea de yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni tampoco de ninguna otra. Y en consecuencia, no
existe tal idea...
En lo que a mí respecta, siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo tropiezo en todo momento con una
u otra percepción particular, sea de calor o frío, de luz o de sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca puedo
atraparme a mí mismo en ningún caso sin una percepción, y nunca puedo observar otra cosa que la percepción... Si tras una
reflexión seria, libre de prejuicios, hay alguien que piense que él tiene una noción diferente de sí mismo, tengo que confesar
que ya no puedo seguirle en mis razonamientos. Todo lo que puedo concederle es que él puede estar tan en su derecho como
yo, y que ambos somos esencialmente diferentes en ese particular. Es posible que él pueda percibir algo simple y continuo a
lo que llama su yo, pero yo sé con certeza que en mí no existe tal principio.
Pero dejando de lado a algunos metafísicos de esta clase, puedo aventurarme a afirmar que todos los demás seres humanos
no son sino un haz o colección de percepciones diferentes, que se suceden entre sí con rapidez inconcebible y están en un
perpetuo flujo y movimiento.”
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David Hume; Tratado de la naturaleza humana
La conciencia de mi propia identidad
• Alcanzo la conciencia de mi propia
identidad por la memoria. Gracias
a la memoria reconozco en mí, las
distintas percepciones que se
suceden, mi identidad no es más
que una sucesión de percepciones
almacenadas en la memoria.
• Tenemos que contentarnos con considerar nuestro
“Yo” como una pura colección de impresiones. Un
haz de percepciones. Resultado de la leyes naturales
de la imaginación y la memoria
El mundo
• La imaginación humana, que actúa a partir de
cierta constancia, uniformidad y coherencia de
nuestras impresiones, produce la idea de algo
constante uniforme y coherente. Por ejemplo: la
montaña, río, árbol…
• Pero esto no justifica inferir la existencia de un
mundo externo que cause tal percepción.
• Inferir de la realidad exterior la idea de que existe
un mundo independiente de mis percepciones, es
una inferencia inválida porque va de las
impresiones a una pretendida realidad que esta
más allá de ellas y de la cual no hay impresión
alguna.
• La idea de mundo externo es una ficción… de la
imaginación
LA EXISTENCIA DE REALIDADES
DISTINTAS A NUESTRAS
PERCEPCIONES
• Todas las ideas son reducibles a impresiones…
• Y todas las impresiones son subjetivas, es decir, todas
pertenecen a un sujeto.
• No podemos concebir, por tanto, como son en
realidad los objetos si prescindimos de nuestras
impresiones. No podemos salir, traspasar el umbral
de nuestras percepciones para compararlas con los
objetos.
Psicologismo
• No hay ningún criterio para distinguir lo
objetivo de lo subjetivo. Todo
conocimiento remite a percepciones
subjetivas, a fenómenos, la creencia por
tanto en la existencia de una realidad
distinta de nuestras impresiones es
injustificable…
• Es absurdo preguntarse por la existencia
de cosas injustificables. La única
pregunta válida sobre la realidad
exterior, es la que se formula
concibiendo la realidad como fenómeno
mental: ¿Qué produce tal creencia?
(psicologismo)
El empirismo de Hume aboca al:
• Fenomenismo. Todo conocimiento es conocimiento de
fenómenos que se presentan a mi experiencia, pero no
sé de donde vienen. No existe la posibilidad del
realismo, ni siquiera indirecto.
• Escepticismo. Afirma que mi entendimiento esta
completamente limitado por las impresiones de forma
que el conocimiento no se fundamenta meramente por
la razón, sino que más bien son nuestras tendencias y
creencias naturales de nuestra mente las que
fundamentan nuestro conocimiento.
• Pragmatismo. El hombre es un ser de acción, que
necesita actuar, vivir y para vivir necesita contar con
ciertas regularidades de las cosas, aquellas esperanzas
que el hombre concibe y que luego se cumplen son las
que adquieren poco a poco el carácter de verdades.
La razón es esclava de las pasiones
• Hume subordina la razón a las pasiones, la naturaleza
humana esta regida por la creencia, la costumbre y el
hábito. La finalidad del conocimiento es ayudarnos a
buen vivir y no proporcionarnos evidencias absolutas.
“La razón es, y sólo debe ser, esclava de las
pasiones, y no puede pretender otro oficio que el
de servirlas y obedecerlas”
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