Buena parte de las disfuncionalidades de la empresa

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NEWSLETTER FEBRERO 2015
RINCÓN TRANSFORMADOR
¿Es necesario trabajar?
Es probable que el título pueda parecer provocador, pero este artículo pretende
poner de relieve la importancia de que los miembros de las familias empresarias
den respuesta a esta pregunta.
La respuesta es obvia según la asunción dominante en nuestra sociedad:
naturalmente que hay que trabajar; lo contrario es la “molicie” y la degradación del
individuo. El ocio aleja de la virtud.
Buena parte de las disfuncionalidades de la empresa familiar vienen derivadas de
los deseos de los miembros de la familia de trabajar en la empresa familiar,
independientemente de su perfil de competencias. Eso suele llevar a la creación de
equipos directivo mediocres, aunque se fijen protocolos defensivos con deseos de
objetivar.
Propongo al lector entender como trabajo aquella actividad que tiene como objetivo
ganar dinero; así pues, lo contrario es ocio. Por tanto, ocio no es solo ni
principalmente el consumo del tiempo libre en forma de deporte, viajes o
restaurantes, sino toda aquella actividad que no tenga como objetivo la retribución
económica que se espera recibir a cambio.
Buena parte de las
disfuncionalidades de la
empresa familiar vienen
derivadas de los deseos de los
miembros de la familia de
trabajar en la empresa familiar,
independientemente de su perfil
de competencias.
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La empresa familiar puede permitir a miembros
de la familia no trabajar. Pese a ello, la tendencia
suele ser establecer una cierta competición entre
los familiares para ver quién se clasifica para
poder trabajar, ver quién es mejor que el otro o
ver quiénes “valen” y quienes “no valen”, con la
frustración que eso suele conllevar.
Eso ocurre porque lo que solemos llamar trabajo
no solo es fuente de retribución, sino que
también lo es de estimulación intelectual y
relacional, de creación de identidad y autoestima, así como de definición de un
lugar social. De hecho, usamos un término identitario, “soy cartero”, para explicar
una actividad, “hacer de cartero”.
El ocio tal como lo hemos definido no es solo una actividad reparadora entre dos
momentos de trabajo, sino también una actividad que puede ser creativa y nutritiva
para quien la práctica y altamente beneficiosa para el conjunto de la sociedad.
La humanidad ha dado grandes pasos fruto de las aportaciones de personas que no
trabajaron, ya sea por el altísimo valor que le daban a su ocio o porque su
economía personal se lo permitía. Este fenómeno se ha producido en todos los
campos, como la ciencia, el arte, la política, la especulación intelectual o la acción
social.
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Esta idea está basada en el libro Cuánto es suficiente, de Robert Skidelsky y Edward Skidelsky (Crítica 2012).
NEWSLETTER FEBRERO 2015
Afortunadamente, Arquímedes no tuvo que trabajar y pudo descubrir su célebre
principio. Tampoco Copérnico lo tuvo que hacer y pudo así iniciar una revolución
científica. Asimismo, Humboldt tampoco tuvo que hacerlo y pudo inventar la
universidad moderna. Esa situación de ocio es la que promovió el famoso Instituto
de Estudios Avanzados de Princeton con personajes como Einstein, Von Neumann o
Pauli.
El apoyo del Duque de Milán, del príncipe Luis de Baviera o de los marchantes
parisinos permitió a Leonardo da Vinci, a Wagner y a Picasso, respectivamente,
desarrollar su creatividad, aunque eventualmente tuvieran que atender algunos
encargos.
En el campo de la política (debería ponerla en mayúscula), eso también ocurrió. El
ser “de buena cuna” permitió a Pericles dedicarse a desarrollar la democracia en
Atenas, o a los Thomas Jefferson hacer lo propio en Estados Unidos. Tampoco
Gandhi se comprometió con su trabajo como abogado.
Igualmente, tanto Platón, Voltaire como Max Weber disfrutaron de una situación
económica que les permitió dedicarse a la especulación intelectual.
Afortunadamente, tampoco pusieron su foco en el trabajo Henri Dunant, Bernard
Kouchner o Vicente Ferrer, y pudieron así crear la Cruz Roja, Médicos sin Fronteras
o desarrollar a los “intocables” en India, respectivamente.
Obviamente, no estoy proponiendo que lo bueno sea no trabajar, ni que el
entrepreneurship o la empresa, en general, no sean una extraordinaria fuente de
creación de valor social. En ese caso, quizá el Sr. Merck, el Sr. Ford o el Sr.
Matsushita se levantarían de su tumba para tratarme de ingrato e ignorante.
Es importante que la familia
empresaria desarrolle perfiles
emprendedores, pero también
que la no posibilidad de trabajar
en la empresa familiar no sea
fuente de angustia, vacío o
aburrimiento.
El capitalismo se basa en la acumulación de
riqueza para su reinversión en nuevos
desarrollos, y la empresa, sea familiar o no, es
el principal instrumento operativo para la
creación de esa riqueza material. Pero eso no
significa que no exista una extraordinaria
capacidad de creación de valor social fuera del
circuito económico.
Es importante que la familia empresaria desarrolle perfiles emprendedores, pero
también que la no posibilidad de trabajar en la empresa familiar no sea fuente de
angustia, vacío o aburrimiento. Hay que aprender a darle sentido a la vida sin
necesidad de trabajar. Hay muchos mundos: la ciencia, el arte, la política, la
reflexión o la acción social están esperando. Esta mirada hacia el trabajo y el ocio
puede permitir a muchos miembros de la familia ser más felices y crear más valor
para todos.
Alberto Gimeno (Lic&MBA 84 / PhD 99), profesor titular del Departamento de
Política de Empresa de ESADE
Director del International Family Business Lab
alberto.gimeno@esade.ed
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