UNIVERSIDAD DE MÁLAGA XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN "LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA: NUEVOS RETOS EDUCATIVOS Y TECNOLÓGICOS". Málaga. Noviembre de 1998 ADDENDA Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual protegidos por las regulaciones nacionales e internacionales. XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 1 “Reflexiones en torno a la relación entre calidad y pertinencia” NÚÑEZ CUBERO, Luis (Universidad de Sevilla) Qué duda cabe que la calidad en la enseñanza superior se ha convertido no sólo en una preocupación, sino también –al menos en las sociedades avanzadas y desarrolladas– en una exigencia. Y que esta exigencia, también es cierto, procede más de los sectores sociales, instituciones de carácter, político, social, económico y cultural, que por su formación y funciones, por su responsabilidad ante el resto de la sociedad, son plenamente conscientes de que el progreso y el desarrollo de los pueblos tiene su base y su origen en la educación y la enseñanza. Y este convencimiento se da tanto en aquellos autores que construyen su discurso desde la axiología educativa, desde la filosofía de la educación, como en aquellos otros que, trabajan en los ámbitos y dominios de la formación del profesorado, o en la construcción, planificación, desarrollo y evaluación de programas educativos en la enseñanza superior. Así, y relacionada con pensadores de ese primer grupo, encontramos afirmaciones clásicas como las de Jaeger W. (1967: 3-4): “Todo pueblo que alcanza un cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a practicar la educación (…) La educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo espiritual” ; y relacionadas con autores en esa segunda línea más arriba señalada, de carácter más operativo, nos encontramos con definiciones de calidad –término en el que existe prácticamente unanimidad en afirmar la extraordinaria dificultad de su definición– entendida, en la enseñanza superior, como una noción pluridimensional. Y así Ekong, D. (1998: 2) nos dice que se debe estudiar a través del concepto de «seguro de calidad». ¿Qué quiere decir Ekong cuando se refiere al concepto de «seguro de calidad»?: quiere decir que si nos referimos a calidad debemos implicar a todas las políticas, sistemas y procesos que van dirigidos a asegurar el mantenimiento y aumento de la calidad de los productos educativos proporcionados por la institución: “un sistema de ‘seguro de calidad’ es un medio empleado por la institución para asegurarse a sí misma y a los demás de que se han cumplido todos los requisitos para que los estudiantes alcance los estándares que la institución se ha fijado (Ekong, D.: 1998: 2)”. Es decir, que el «seguro de calidad» está presente en la institución cuando se producen los ajustes entre las previsiones de la institución y los logros u objetivos que la institución se ha fijado previamente. O lo que es igual que no existe, o no se ha dado, o no se da situación de “calidad” cuando: (a) la institución no ha realizado previsiones o análisis prospectivos consistentes; (b) cuando las previsiones se han hecho sin tener en cuenta las condiciones del entorno, en sentido XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 2 amplio (incluidas las necesidades de una visión geográfica actualmente con tendencia a la internacionalización); (c) cuando, a pesar de haber establecido previamente criterios de calidad, éstos han sido fijados o bien por encima de las posibilidades reales de ser alcanzados, o bien los estándares fijados son obsoletos o repetitivos, o lo que es igual no pasan –en su totalidad– por un análisis de expertos o auditores científicos y sociales (políticos, economistas, sociólogos, pedagogos, etc.), de modo que se atiendan verdaderamente las necesidades que reclama la sociedad donde la institución debe cumplir sus fines y funciones. En efecto, cuando hacemos alusión a todo este conjunto de hechos que deben estar presentes en cualquier sistema que pretenda lograr un «seguro de calidad», estamos enfocando la calidad desde una perspectiva holística, es decir aquella que debe considerar todos los elementos que llegan a formar parte del sistema educativo. Ello quiere decir que cuando planteamos el problema de la calidad de enseñanza en la educación superior, en ningún momento debemos pensar que la institución universitaria, o las instituciones terciarias de educación deban ser consideradas como independientes del resto del sistema. Y este es un problema al que en la muy reciente Conferencia Mundial de la Enseñanza Superior (París, 5-9 de Octubre de 1998) ha prestado una atención muy especial. Hasta tal punto esto ha sido así que en la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: visión y acción1 –que realmente vienen a ser las Conclusiones de dicha Conferencia Mundial como consecuencia de los debates llevados a cabo en las distintas Comisiones– en su Artículo 3. Igualdad de acceso; apartado b) afirma que: “la equidad en el acceso a la educación superior debería empezar por el fortalecimiento y, de ser necesario, una nueva orientación de su vinculación con los demás niveles de enseñanza, y más concretamente con la enseñanza secundaria”. Unas líneas más adelante, en el mismo artículo (Art. 3), se insiste en que: “las instituciones de educación superior deben ser consideradas componentes de un sistema continuo al que deben también contribuir y que deben fomentar, que empieza con la educación para la primera infancia y la enseñanza primaria y prosigue a lo largo de toda la vida”. Es decir, en el fondo de todo ello late un problema de ajuste entre la enseñanza superior y la sociedad tomada en su conjunto. Y ese ajuste –que en muchos países ni siquiera se ha logrado sin salir de su contexto cultural– hoy se hace, sobre todo en el mundo occidental, mucho más complejo, ya que estamos ante una XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 3 situación que hace unas décadas ni siquiera llegaba a ser pensada. Situación que viene dada, entre otras constataciones evidentes, por los siguientes elementos de partida2: • La existencia de un pluralismo étnico y cultural está presente en la mayor parte de las sociedades actuales, lo cual nos sitúa ante una realidad creciente que tiene su impacto en la vida de las jóvenes generaciones y que, consecuentemente, exigirá una respuesta educativa. • La desventaja social, cultural y económica es una realidad para muchos grupos étnicos y culturales. La distribución desigual de la riqueza económica continúa no solo creando, sino agravando situaciones de clara desventaja. • El propio concepto de «fronteras nacionales» está cambiando; por una parte, tendiendo a su desaparición, a su apertura, en tanto que por otra aparecen otras que son fuente de graves conflictos. Es decir, mientras existe un manifiesto deseo por el que se alienta a mirar hacia el exterior más allá de las fronteras nacionales, existen, a la vez, también signos desalentadores, oscuros y siniestros (que se están dando en la realidad y que están teniendo muy graves consecuencias) de querer volver a implantar elitismos culturales. Elitismos que pueden dañar, o que están dañando, el ideal de paz y de comprensión internacional. Pienso que ante estos hechos la educación superior también tiene algo que decir y muy especialmente aquellos dominios de la misma que tengan responsabilidades en la formación de las ciencias sociales. Todo ello debe llevar al reconocimiento de que cuando líneas más arriba se hacía alusión al concepto de ‘seguro de calidad’, éste se debiera concebir –al menos inicialmente– como el ajuste entre los objetivos propuestos por la institución y las demandas sociales en materia de formación tomada esta sin límites, ni exclusivamente dentro de los parámetros o exigencias del credencialismo. En efecto, la universalidad de la educación superior debe suponer al menos la voluntad de explicitar los niveles de calidad y pertinencia más allá de los niveles concretos en determinados contextos, aun cuando como se verá más adelante, esta necesidad de internacionalización (que en muchos casos ya es un hecho, como se puede constatar por la existencia de numerosas redes de intercambio y los numerosos programas europeos existentes que se vienen desarrollando) también se constituye, a su vez, como uno de los elementos antinómicos en la enseñanza superior, ya que –por otra parte– también en determinados supuestos existen necesidades evidentes de contextualización. A este respecto resulta sumamente esclarecedor el apartado 65, correspondiente al 1 UNESCO: Documento de distribución limitada DE-98/CONF. 202/3 Prov. Rev.3, París 9 de Octubre de 1998. UNESCO/CIDREE: Values for the humanistic and international dimension of education. París, 1993, en NÚÑEZ CUBERO, L.; ROMERO PÉREZ, C.; INFANTE REJANO, C. (Eds.) (1998): Educación y cohesión social. Actas del Seminario. Comisión Española de la UNESCO. PreuSpínola, Sevilla. 2 XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 4 principio ix, del Documento de Trabajo: “La Educación Superior en el Siglo XXI. Visión y acción” 3 cuando explícitamente dice que: “la calidad y la pertinencia son desde siempre características de la educación superior pues, dado que es internacional por esencia sin dejar de estar inmersa en un contexto determinado, crea redes con otras instituciones, y esto exige intentar que los currículos y calificaciones sean comparables, lo que no quiere decir que sean uniformes”. Y abundando aún más en el concepto de pertinencia unido al de calidad, éste se debe entender también como el reconocimiento de la institución universitaria en relación con la necesidad y obligación de atender determinadas necesidades, dar satisfacción a conocimientos que inicialmente no suelen ser atendidos en los curricula formales de las diferentes ramas y especialidades del saber y para un determinado y exclusivo clientelismo credencialista. Y es curiosamente en épocas de crisis donde el vacío de pertinencia se manifiesta con mayor claridad y evidencia. Pero ¿cómo debemos entender la pertinencia? Inicialmente resultaría conveniente reconocer que las instituciones de educación superior son instituciones que responden a sistemas complejos y que interactúan con otras instituciones de su entorno, es decir “con los sistemas políticos, económicos, sociales y culturales. E igualmente se debe reconocer que la mayor parte de las instituciones –y tal vez con mayor celeridad que las propias instituciones educativas– están en un proceso profundo de cambio y mutación de sus estructuras. Ello exigiría, de entrada, que la institución universitaria se adecuara pertinentemente a este cambio de estructura con la misma celeridad que el resto de las instituciones, al menos con aquellas que –de uno u otro rango– están dedicadas al desarrollo de nuevas tecnologías, a la investigación en programas de desarrollo industrial y social y, muy especialmente, a aquellas otras que, en su conjunto, podríamos decir que guardan estrecha relación con el ámbito económico, empresarial y laboral. Y aun cuando es cierto que se perciben cambios importantes en la enseñanza superior y su entorno, cada vez más amplio, entre los que cabe destacar el de una mayor movilidad y una mayor colaboración universidad–empresa, así como también una mayor transferencia de conocimientos entre las instituciones universitarias de los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, ocurre que, en ocasiones, estos cambios suceden al margen del propio cambio en las estructuras profundas de las instituciones de enseñanza superior. O lo que es igual, vienen más avalados, impulsados o promovidos por organizaciones del mundo del trabajo, de la cultura, de las instituciones sociales, políticas y económicas y afectan más a personas concretas o programas concretos o a determinados proyectos de desarrollo e investigación que a la propia estructura de la universidad en su conjunto. Y ello es también señal inequívoca de ausencia de pertinencia, amén de una 3 Conferencia Mundial sobre la Educación Superior. París, 5-9 de Octubre de 1998. XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 5 seria barrera para llevar a cabo acciones de calidad convergentes y de renovación profunda de una institución que – cada vez más– exige ponerse a la vanguardia de los procesos de cambio, progreso y satisfacción de necesidades. Nadie pone en duda que vivimos un período de enorme complejidad (complejidad en las organizaciones, complejidad en los sistemas de comunicación, complejidad en los sistemas de información, complejidad en los sistemas de relaciones e interacciones interculturales, etc.) que al mismo tiempo que nos impulsa a pensar en la globalización o, mejor, mundialización de las relaciones, nos hace reconocer profundas fragmentaciones y situaciones de exclusión. Tal vez, entre todos, estemos construyendo el gran mito de la globalización. Hay quien incluso analiza el fenómeno de la globalización desde una dimensión exclusivamente política y, como una estrategia de control y desarrollo de las grandes empresas transnacionales. Ulrich Beck (1998: 181), después de analizar el concepto de la globalización desde múltiples perspectivas nos dice que sólo cabe frente a él una única consecuencia: “abrir finalmente el debate sobre la configuración política de la globalización”, ya que considera que está impregnado de una indudable unidimensionalidad económica y de un pensamiento único lineal. Todo ello –añade– “ha de permitir reconocer que la globalidad y la globalización no son fenómenos estratégicamente planeados en términos de escenificación pública para liberarse de las cadenas de un capitalismo paralizado por el Estado social (…) nunca se repetirá bastante que la época de la globalidad no conlleva el final de la política sino el volver a empezar”. Es decir, estamos ante un cúmulo de nuevos conceptos –aparentemente atractivos, por más– a los que la educación superior también, y fundamentalmente, diría yo, ha de dar respuesta. Entre ellos también nos encontramos con el de pertinencia y calidad. Ahora bien, antes de llegar a reconocer la relación evidente entre pertinencia y calidad, conviene aceptar la existencia –como ya señalé más arriba– de determinadas dicotomías o paradojas de las que debe ser consciente la comunidad científica universitaria, en su conjunto, si de verdad se quiere llegar a propuestas serias y posibilistas en torno a una educación superior de calidad y excelencia y, por añadidura, pertinente. A tratar de realizar los ajustes imprescindibles entre los objetivos y los estándares previstos de calidad; es decir, la existencia de lo que Ekong llamaba ‘seguro de calidad’. O si se quiere, llegar a conseguir una enseñanza superior consistente. O lo que vendría, tal vez, a ser igual: ser conscientes de que la institución universitaria debe guiar y dirigir los procesos de cambio de una sociedad del conocimiento que de sentido a las mutaciones profundas que en cierta medida ya percibimos, ya que si aceptamos que “la sociedad está en plena mutación, forzosamente lo están también los sistemas de educación superior”4. 4 UNESCO (1998): La educación Superior en el Siglo XXI: Visión y acción. Documento de Trabajo. Conferencia Mundial XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 6 Paradojas que se pueden interpretar también como desafíos a la responsabilidad de la comunidad científica. Y entre estas paradojas podemos citar, aun cuando sea resumidamente, aquellas que han sido analizadas en la muy reciente Conferencia Mundial de la Educación, de las que ofrezco el siguiente cuadro (vid. pág. sgte.): sobre la Educación Superior. París, p.9 XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 7 SOCIEDAD Y EDUCACIÓN SUPERIOR: PARADOJAS1 Las paradojas y desafíos de una sociedad en plena Las paradojas de una educación superior en plena mutación mutación 1. Coexistencia mundialización de la economía con proliferación pequeñas y medianas empresas e 2. Una mutación profunda de los fenómenos de migración de las fuerzas de trabajo, consecuencia 3. Demografía: la mayoría de los países en desarrollo ofrecen un desarrollo demográfico galopante, lo cual implica una demanda creciente de educación, pero al mismo tiempo las autoridades públicas no los recursos financieros correspondientes, e incluso lo reducen como consecuencia del endeudamiento público y políticas de ajuste estructural. En los países ricos, los índices demográficos muy bajos coexisten con el envejecimiento de la población, la prolongación de la escolarización y la incorporación tardía a la vida activa. 4. La progresión geométrica de los conocimientos científicos y tecnológicos (NTIC): las nuevas tecnologías ofrecen posibilidades técnicas cada vez mayores para hacer frente a un desarrollo sostenible vs. la dificultad que tienen los países que más la necesitan para estar en condiciones de resolver sus problemas. 5. Asistimos a un fenómenos de internacionalización de la cultura, a la vez que asistimos a un afán, a veces exasperado, de la defensa de la identidad cultural, comunitaria y lingüística. recursos económicos, materiales y humanos que le asignan. 2. Mientras, como consecuencia de la masificación, ésta de las deslocalizaciones de las empresas movilizar asistimos a una masificación progresiva de la educación superior y a una reducción relativa de los incluso de una economía informal pueden 1. Pese a las inseguridades relacionadas con el empleo, debería permitir un acceso más equitativo, asistimos, en muchos casos, a una intensificación de los mecanismos de exclusión. 3. La necesidad existente, por un lado, de elevar el nivel de educación para aumentar el nivel de desarrollo y , por otro, el progresivo aumento de los índices de desempleo de los titulados de la educación superior. 4. Demasiado Estado y demasiado poco Estado. 5. Necesidad de internacionalización, por una parte, pero también necesidad de contextualización por otra 6. La evidencia de que la mayor parte de las NTIC tienen su origen y desarrollo en la investigación científica fundamental realizada en las universidades (o con la colaboración de empresas), pero en la práctica, siguen siendo muy poco utilizadas en la educación, que conserva tradiciones arcaicas de educación transmisora, magistral y frontal con independencia de los tipos de objetivos que persigue la enseñanza. 7. La mayoría de los profesores ostentan también la condición de investigadores, pero existen muchas menos investigaciones efectivas y todavía menos investigaciones ‘contextualizadas’ allí donde son más necesarias. Ante estas posibles dicotomías, tomamos conciencia de que la acción que correspondería a la institución universitaria se desarrollaría en dos frentes bien definidos: XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 8 1. el primero de ellos se correspondería con las dicotomías o paradojas de la sociedad en sí misma (vid. supra). Y en este caso el primer análisis que conviene realizar vendría dado por la reflexión inicial de sus posibilidades, puesto que –aunque la universidad forma parte de la sociedad– no todo cambio social puede realizarse desde la universidad. Anterior al cambio, e inevitablemente unido a él, existe el proceso de toma de decisiones. Y aquí es dónde la comunidad universitaria –y dependiendo del contexto en que ésta inscriba su acción– debe ser consciente de sus limitaciones; limitaciones que en muchos casos vendrán determinadas por sus relaciones con el poder y su capacidad de influencia en el mismo: órganos de decisión económica, instituciones sociales, instituciones políticas, mundo empresarial y con el propio sistema político existente, puesto que todo sistema educativo es subsidiario del sistema general establecido. Es decir en ese primer grupo de paradojas –las relacionadas con la sociedad en mutación, a las que hace referencia el Documento– una primera tarea a emprender por parte de la institución universitaria, es analizar, medir y calcular hasta dónde puede depender en la resolución de problemas partiendo de su propia capacidad en la toma de decisiones. 2. El segundo frente, vendría dado por la propia capacidad de la educación superior, de la institución universitaria en resolver sus propios problemas, es decir, en resolver las dicotomías internas que dimanan de su propia evolución hacia cometidos cada vez más implicativos en relación con su inevitable vinculación y finalidad social. Qué duda cabe que para ello también debe contar con la aprobación y el apoyo del sistema general establecido y, muy especialmente, con los legisladores que son –en última instancia– quienes posibilitan los mecanismos para facilitar los recursos de todo tipo, necesarios no sólo para el impulso de proyectos hacia el progreso de la sociedad, sino también para la creación del clima social imprescindible para que la sociedad, en su conjunto, crea en la universidad como instrumento de cambio. XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 9 Es en este segundo frente o dimensión donde la institución universitaria posee mayores posibilidades para establecer estrategias que lleve a romper o, en su caso, a mantener si así lo considera oportuno, esas paradojas o dicotomías que lleven a un mayor ajuste entre las demandas de la sociedad y la institución universitaria y, de este modo, equilibrar el ajuste entre la calidad y los objetivos señalados; objetivos que deben responder a un cuadro de prioridades que, desde la eficiencia, satisfagan las necesidades humanas. Quizá para ello sea importante impulsar aún más, al menos en determinados países, la propia capacidad que la universidad tiene para transformar sus propias estructuras; o lo que es igual el reforzamiento de su autonomía. Entre estas necesidades destacan, por una parte, la justa redistribución del conocimiento, ya que, como afirma Brovetto, J. (1998: 5) “…una de las mayores desigualdades de la sociedad contemporánea deriva de la distribución fuertemente asimétrica del conocimiento. Será por tanto necesario generar, en los sistemas de educación superior, las condiciones para una redistribución equitativa del conocimiento, para que todos los sectores sociales, sin discriminación de carácter alguno, accedan a él y puedan utilizarlo para la solución de sus problemas. Más aún, la educación superior deberá introducir como objetivo prioritario, la formación de técnicos, profesionales, académicos y científicos capacitados para dotar al conocimiento de su auténtico sentido ético como herramienta para el bienestar colectivo y la transformación social”. Y, por otra parte, parece igualmente que una de las preocupaciones, también señaladas como de carácter prioritario en la ya mencionada Conferencia Mundial sobre la Educación Superior, se orienta hacia el papel que las instituciones de educación superior deben asumir frente al desarrollo humano sostenible, objeto de un debate que cobra cada día mayor importancia. En ese sentido se expresa Ginkel, H. (1998: 9) cuando escribe: “En realidad, cada vez más, las universidades están llamadas a desempeñar una función de liderazgo en el desarrollo de formas de educación interdisciplinarias y transdisciplinarias y éticamente orientadas, a fin de idear soluciones para los problemas vinculados al desarrollo sostenible (…) Entre todas las instituciones de educación superior existe un intenso sentido de responsabilidad con respecto al papel que les incumbe en la preparación de las nuevas generaciones para un futuro sostenible”. XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 10 En efecto, actualmente más de 250 universidades de 42 países están asociadas en convenios y compromisos institucionales, con un elevado apoyo estatal, en relación con funciones, programas e investigaciones relacionadas con el desarrollo humano sostenible. Pero, no nos engañemos, también es cierto que hay fuertes intereses pragmáticos que animaron a estas acciones y compromisos conjuntos, ya que “en ningún momento de la historia ha habido mayor necesidad de contar con una fuerza de trabajo, una comunidad y ciudadanos bien educados, capacitados y motivados. Y ello obedece a dos razones: 1) la índole altamente competitiva de la economía mundial actual, y, lo que es más importante, 2) la comprobación creciente de que el progreso económico, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, ha de basarse en los principios del desarrollo sostenible (Ginkel, H. : 1998: 9)”. Sea como fuere, y en los dominios en que se consideren prioritarios, según las necesidades de los entornos naturales de cada institución superior, el hecho evidente es que la institución universitaria debe elaborar planes de acciones que atiendan a las demandas que requiere la sociedad, si no se quiere hacer de la calidad un concepto más formal y encerrado exclusivamente en su propia satisfacción metodológica y de formación del personal (sin lugar a dudas necesario) para un uso exclusivo institucional. Pienso que debemos abrir el concepto hacia la construcción de espacios de acción. Será de esta manera como calidad y pertinencia se constituyan en un binomio inseparable para la consecución de un «seguro de calidad». Al fin y al cabo lo que está en juego es la competencia en el trabajo universitario, definidas por De Terssac, G. (1996: 234) como “todo lo que está comprometido en la acción organizada y todo lo que permite dar cuenta de la organización de la acción (…) para subrayar que lo que está en primer lugar en el análisis, es la acción y no la respuesta a la tarea, la construcción del espacio de acción y no la gestión del espacio de acción recetado de antemano”. Como estrategias básicas para conseguir la calidad y pertinencia, me atrevo a señalar para llegar a la construcción de espacios de acción eficientes y eficaces: • de una parte, el consenso (elemento deseable, pertinente y posible en un entorno democrático como el que goza la institución universitaria) más amplio posible entre los sujetos directamente implicados en la educación superior • y de otra, una vez logrado dicho consenso, y como consecuencia del mismo, los responsables últimos en la toma de decisiones educativas en la enseñanza superior se deben formular una pregunta que no por simple, resulta intrascendente: ¿por dónde empezar? y ¿cuál es la secuencia más deseable y adecuada para el cambio hacia una enseñanza superior de calidad, qué gestiones se deben emprender para conducir a la universidad hacia acciones pertinentes? XVII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN - Comunicaciones Pág. 11 Resulta obvio que no es posible hacer todo al mismo tiempo ni con la misma intensidad. Pero, con toda seguridad, todos estamos de acuerdo en que se debe empezar a construir una universidad que cumpla con las exigencias de profesionalización, construcción del conocimiento y tecnologías, que sin perder de vista los objetivos de dicha, bienestar y progreso humano satisfaga las justas exigencias de las futuras generaciones; exigencias, por otra parte, que ya reclaman. Y este compromiso pienso que sobrepasa las voluntades y posibilidades individuales, más propias de una estructura tradicional universitaria, y sería muy conveniente que se firmara a partir de una decidida voluntad colectiva. BIBLIOGRAFÍA BECK, U. (1998): ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Paidós, Barcelona. EKONG, D. 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