FAMILIA, CULTURA MATERIAL Y FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Universidad de Valladolid 2 y 3 de julio del 2015 MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR) III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna FAMILIA, CULTURA MATERIAL Y FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA Valladolid 2 y 3 de julio del 2015 MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR) ISBN: 978-84-938044-6-6 © Los autores © De esta edición Fundación Española de Historia Moderna, Madrid, 2016. Editor: Máximo García Fernández. Colaboradores: Francisco Fernández Izquierdo, Mª José López-Cózar Pita, Fundación Española de Historia Moderna. cchs_fehm@cchs.csic.es Fotografía de cubierta: Biblioteca Histórica Santa Cruz, Universidad de Valladolid. Entidades colaboradoras en la convocatoria y celebración del Encuentro: 2 Tregua Doce años, los particulares y los límites de la alta política The limits of high politics and the individuals in twelve years truce Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ Universidad Pablo de Olavide Resumen: Hablar de las negociaciones hispano-neerlandesas que llevaron a la firma de la Tregua de los Doce Años como el fruto de la mera actuación de centros políticos limita la enorme complejidad y el alcance de estos contactos. Una revisión pormenorizada nos mostrará cómo dichas negociaciones no pueden ser concebidas como un asunto restringido solamente al interés y la actuación de los gobiernos de Madrid, Bruselas y La Haya, sino que hubo otros poderes, grupos e individuos que intervinieron en el proceso. Palabras clave: Monarquía Hispánica, Flandes, Países Bajos, Ambrosio Spínola. Abstract: We are probably wrong if we consider the Hispano-Dutch negotiations that would eventually lead to the signing of the Twelve Years Truce only as the result of the actions of main political centers. A closer approach will reveal that we cannot limit these negotiations to the interests and interventions of governments in Madrid, Brussels and The Hague, but there were different powers, groups and individuals which took part in this process. Keywords: Hispanic Monarchy, Flanders, Low Countries, Ambrosio Spínola. “Entre el conflicto y la negociación: 1609 y sus precedentes. Primeramente los dichos Señores Archiduques declaran, así en sus nombres como en el del dicho Señor Rey que tienen por bien de tratar con los referidos Señores Estados Generales de las Provincias Unidas, como con 1 Payses, Provincias y Estados libres (…)” . Con esta declaración, fechada de 9 de abril de 1609, se daba inicio a un extenso y detallado articulado por el cual se establecían las condiciones que habrían de marcar las relaciones hispano-neerlandesas a lo largo de doce años de tregua. Efectivamente, la que se habría de reconocer posteriormente como Tregua de Amberes o Tregua de los Doce Años trajo consigo un paréntesis bélico entre los años de 1609 a 1621 al largo conflicto que arrastraban desde hacía décadas la Monarquía Hispánica y la joven República de las Provincias Unidas. Pese a que los factores que acabaron impulsando a ambas potencias a la búsqueda de un acuerdo diplomático fueron muchos y de muy diversa índole, el arreglo llevaría largos años de negociación y esfuerzo tanto por una como por otra parte2. Los intentos por poner fin al conflicto por la vía de la negociación Universidad Pablo de Olavide: amrodmar@upo.es. El presente trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación financiado por el MINECO con fondos FEDER de la Unión Europea El modelo policéntrico de soberanía compartida (siglos XVI-XVIII). Una vía alternativa en la construcción del Estado Moderno (HAR2013-45357-P). 1 Joseph A. de Abreu y Bertodano, Colección de los Tratados de paz, alianza, neutralidad…hechos por los pueblos, reyes y príncipes de España… Reynado del Señor Rey Don Phelipe III, 1ª parte, Madrid, 1740, p. 462. 2 Para una detallada exposición de las vicisitudes que rodearon las conversaciones hispano-neerlandesas a lo largo de estos años, así como para un análisis del contexto europeo en el que se enmarcan, ver Paul C. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015 855 Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ no constituían ninguna novedad, sino que habían ido sucediéndose desde las últimas décadas del siglo XVI de forma paralela a los enfrentamientos a través de una serie de ofertas y propuestas fallidas emanadas sobre todo desde Bruselas, que a partir de 1598 se renovaron con el establecimiento de la nueva corte de los archiduques en las provincias católicas de los Países Bajos3. No obstante, es a partir de 1607 cuando estos contactos diplomáticos se intensifican y aceleran. Con los primeros pasos hacia el reconocimiento de las Provincias Unidas por parte de los archiduques como una entidad política autónoma en abril de 1607, y ratificándolo posteriormente el monarca hispánico, se interrumpieron las operaciones militares y se abrió la puerta a una nueva fase en el proceso de negociación, en busca de un arreglo definitivo del conflicto. La intransigencia mostrada por La Haya, Bruselas y Madrid a la hora de defender sus respectivos intereses en la mesa de negociación, así como el recelo de algunos grupos y colectivos hacia estas negociaciones, impidió llegar a una paz completa pero no logró evitar la firma de una interrupción temporal de las hostilidades. 1. Una diplomacia de soberanos El texto de la Tregua de los Doce Años da muestras en su preámbulo del largo proceso de negociación que fue necesario para la conclusión del tratado, al mismo tiempo que recoge el nombre de aquéllos individuos que representaron a los poderes involucrados 4. En este sentido, Felipe III, los archiduques y los Estados Generales de las Provincias Unidas figuran como los principales responsables del acuerdo. La aparición y participación de estos poderes en el tratado respondería a su condición de poderes soberanos, como identificación misma de las entidades o potencias que respectivamente encarnan y encabezan. Esto nos podría llevar, evidentemente, a incluir a este tratado entre aquellos que son fruto del elevado juego diplomático que se da entre las potencias europeas, con la participación de unos poderes soberanos responsables de fijar el rumbo de las relaciones que han de darse entre Estados a los que dirigen y representan. La Tregua de los Doce Años podría percibirse, por tanto, bajo la etiqueta de “alta política”, de acuerdo con un texto en el que se subraya el protagonismo de elevados poderes soberanos que aparecen como responsables últimos del acuerdo y como principales garantes de su cumplimiento. En este sentido, la participación de una serie de individuos en las negociaciones y la aparición de sus nombres en el preámbulo y en la firma del tratado sólo se entiende en tanto en cuanto estos particulares han sido previamente Allen, Felipe III y la Pax Hispánica, 1598-1621: el fracaso de la gran estrategia, Madrid, Alianza, 2001 y Bernardo J. García García, La Pax Hispánica: política exterior del Duque de Lerma, Lovaina, Leuven University Press, 1996. 3 Referencias a estos intentos de negociación previos a 1607 en Hugo de Schepper, “Los Países Bajos y la Monarquía Hispánica. Intentos de reconciliación hasta la Tregua de los Doce Años (1574-1609)” en Ana Crespo Solana y Manuel Herrero Sánchez (coords.), España y las 17 provincias de los Países Bajos: una revisión historiográfica (XVI-XVIII), Córdoba, Universidad de Córdoba, 2002, tomo 1, pp. 325-354 y en Alicia Esteban Estríngana, “La Tregua de los Doce Años: fracaso del principio de reunión pactada de los Países Bajos bajo el dominio de los Archiduques”, en Pedralbes, 29 (2009), pp. 95-157. Para un análisis centrado en el papel jugado por la nobleza local en estos acercamientos ver Violet Soen, Vredehandel: Adellijke en Habsburgse verzoeningspogingen tijdens de Nederlandse Opstand, Amsterdam, Amsterdam University Press, 2012. 4 Contamos con una reproducción de dicho texto en J. A. de Abreu y Bertodano, Colección de los Tratados…, pp. 458-483. 856 LA TREGUA DE LOS DOCE AÑOS … autorizados por dichas potencias para que se las represente, portando poderes e instrucciones que, respectivamente, permiten y condicionan su actuación5. Estos planteamientos que podríamos extraer del texto de la Tregua se ajustarían perfectamente a la concepción tradicional que durante bastante tiempo ha acompañado al estudio de la diplomacia y de las relaciones internacionales para los siglos XVI y XVII. De acuerdo con esta concepción, las relaciones entre las distintas potencias europeas estarían fundamentalmente basadas en la negociación y en la actuación de sus poderes soberanos hacia el exterior. El acercamiento o la confrontación entre potencias podría en buena parte medirse y justificarse por la actuación y los intereses de los distintos centros políticos presentes en el continente, quienes parecen involucrar a las distintas entidades mediante una relación vertical en la que el centro político actuaría como principal responsable a la hora de elaborar las líneas maestras de la política exterior, que se proyectan hacia la “periferia” (entendiendo con este término al resto de poderes presentes en la misma entidad). Mientras tanto, la actuación de ésta se limitaría a asimilar con pasividad las directrices políticas centrales y a ofrecer los medios para su realización6. En este sentido, dinastías, cortes y consejos aparecen generalmente como los principales actores del juego diplomático europeo al mismo tiempo que otros sectores y poderes quedan relegados a una posición secundaria, excluidos de unos espacios y unos canales de negociación que en teoría corresponderían únicamente a los poderes soberanos y a sus representantes7. De acuerdo con esta visión, la figura del monarca y vicisitudes de tipo dinástico (matrimonios, herencias, etc.) o factores de tipo biográfico (carácter guerrero o temperamento pacífico del soberano) aparecen como referentes clave en el estudio de las relaciones internacionales, a las que acaba por identificarse en gran medida como relaciones personales entre monarcas que encarnan a las distintas entidades políticas que participan de una negociación. 5 Relación de los poderes dados por los archiduques, Felipe III y los Estados Generales neerlandeses a sus representantes en Ibidem, pp. 476-482. 6 Entre algunos historiadores sigue siendo frecuente hablar de una feliz correspondencia en el terreno de la actuación diplomática entre los intereses del poder soberano y los intereses de aquellas entidades a las que representa. En palabras de Lucien Bély “les amitiés et les querelles des souverains intéressent leurs vassaux et leurs sujets. Derrière les intérêts d’une lignée royale, transparaissent souvent ceux des peuples sur lesquels elle règne”. Citado en Lucien Bély, L’art de la paix en Europe: naissance de la diplomatie moderne (XVI-XVIII siècle), París, Presses Universitaires de France, 2008, p. 8. Otros trabajos prefieren insistir en cómo esta relación entre soberanos y vasallos no estuvo exenta de fricciones, a todos los niveles, que obligaron a la puesta en práctica de un pactismo y de una serie de mecanismos de negociación que facilitasen la correspondencia de intereses y la estabilidad del sistema. Mecanismos que, por otra parte, necesitaban actualizarse continuamente. Para estas cuestiones ver el trabajo de Francisco J. Guillamón Álvarez y José J. Ruiz Ibáñez (eds.), Lo conflictivo y lo consensual en Castilla: sociedad y poder político, 1521-1715: homenaje a Francisco Tomás y Valiente, Murcia, Universidad de Murcia, 2001. Para el caso concreto de los Países Bajos ver M. Herrero Sánchez y José J. Ruiz Ibáñez, “Defender la patria y defender la religión: las milicias urbanas en los Países Bajos españoles (1580-1700)” en José J. Ruiz Ibáñez (coord.) Las milicias del rey de España: sociedad, política e identidad en las monarquías ibéricas, México, Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 268-298. 7 Las actuaciones del monarca y del embajador plenipotenciario que lo representa, éste último normalmente adscrito a círculos cortesanos desde el punto de vista político y socio-cultural, son las que tradicionalmente han acaparado la mayor atención en el estudio de las relaciones internacionales. Historiográficamente, son los príncipes quienes aparecen como principales protagonistas en el teatro europeo, dando pie a una concepción de la diplomacia para la que las negociaciones entre las distintas potencias se desarrollaron con unos lenguajes marcadamente cortesanos y en unos espacios directamente controlados por monarcas y otros poderes soberanos a través de sus representantes. En Lucien Bély, La société des princes (XVI-XVIII siècle), París, Fayard, 1999. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015 857 Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ 2. Más allá de la corte: bases de una diplomacia “informal” Pese al enorme peso que esta explicación clásica sigue teniendo entre ciertos autores, fundamentada en presupuestos dinasticistas y centrada en la figura del príncipe como fuente única e indiscutible de soberanía y como principal responsable de la política exterior, actualmente otros trabajos empiezan a subrayar la presencia de otro tipo de actores en el juego diplomático y el importante papel que estos desempeñaron en los espacios de negociación a partir de su actuación y sus intereses. Las nuevas tendencias de la historia diplomática empiezan a enfocar un modelo de negociación que, si bien no rechaza la importancia que los centros políticos y los monarcas juegan como gestores de la negociación entre las potencias, sí que se aleja de esa visión que limitaba el estudio diplomático a parámetros meramente dinásticos o estatalistas. La figura del monarca y el modelo de representación diplomática unilateral van dejando paso, progresivamente, a un protagonismo creciente de otros actores y otros modelos de negociación. En este sentido, la atención viene a centrarse actualmente en la forma en que toda una pluralidad de poderes y grupos generan sus propias formas de representación y negociación para la defensa de unos intereses particulares y en la manera en que estos recurren a unos canales de comunicación que no tienen por qué coincidir con aquellos vinculados al monarca o a la autoridad soberana correspondiente. Cabe señalar, además, cómo hipótesis de este tipo conectan con un revisionismo que, de forma simultánea, viene aplicándose en los últimos años a la hora de estudiar el funcionamiento de modelos políticos. A partir de aquí vemos que, tal y como parece ocurrir en los casos ejemplares de la Monarquía Hispánica o de las Provincias Unidas, hay que tener en cuenta cómo ciertas entidades de la Europa de los siglos XVI y XVII presentan un carácter políticamente desagregado por el que la autoridad, la soberanía y la responsabilidad en la toma de decisiones no se hallan concentradas en un solo centro, sino que se dispersan en una miríada de grupos, individuos y formas de poder 8 . Revalorizar políticamente el papel de estos poderes “menores” y reservar un lugar de importancia a la actuación de estos elementos a la hora de estudiar la articulación política de una entidad está estrechamente ligado con el estudio de la actuación que éstos desarrollaron desde el punto de vista diplomático y la fuerte presencia que tuvieron en el exterior9. Al mismo tiempo que la nueva historia diplomática insiste en la necesidad de interconectar la articulación política de una determinada entidad con las formas de representación que ésta desarrolla hacia el exterior, estrechando así la 8 Ver Pedro Cardim et alii (eds.), Polycentric Monarchies. How did Early Modern Spain and Portugal Achieve and Maintain a Global Hegemony?, Eastbourne, Sussex Academic Press, 2012. La problemática planteada por la asociación soberanía-Estado en Hent Kalmo y Quentin Skinner (eds.), Sovereignty in Fragments. The Past, Present and Future of a Contested Concept, Cambridge, Cambridge University Press, 2010. 9 “En términos generales, en la Edad Moderna, el poder no se hallaba concentrado en el Estado, sino distribuido en los estamentos, corporaciones, señores, ciudades, órdenes militares e instancias de diversa índole. Cada instancia con poder o autoridad […] articulaba formas de presencia en otras instancias para la salvaguarda de sus intereses”. Citado en Manuel Rivero Rodríguez, Diplomacia y relaciones exteriores en la Edad Moderna: 1453-1794, Madrid, Alianza, 2000, pp. 11-12. Vemos, por tanto, cómo cada uno de estos poderes articulan mecanismos de diálogo y representación hacia otros poderes, tanto en el interior como hacia el exterior, al mismo tiempo que con su actuación rompen con un modelo político que describíamos como monocrático y fundamentado en la figura del monarca como única fuente de autoridad. 858 LA TREGUA DE LOS DOCE AÑOS … relación entre lo político y lo diplomático 10 , parece agrietarse aquella percepción tradicional que contempla las negociaciones diplomáticas en clave de alta política y las ubica en un marco restringido a una société des princes y a intereses exclusivamente dinásticos. Como veremos, el proceso de acercamiento hispano-neerlandés que daría como resultado la firma de la Tregua en 1609 constituye un magnífico terreno a la hora de comprobar la validez de estos nuevos planteamientos. Las últimas aportaciones sobre el fenómeno nos revelan cómo las negociaciones que llevaron a la Tregua no estuvieron ni mucho menos monopolizadas por la actuación de los poderes soberanos directamente implicados, ni fueron únicamente los intereses de Madrid, Bruselas y La Haya los que estuvieron en juego11. Muy al contrario, podemos observar cómo dichas negociaciones se abrieron al interés y a la mediación de otras potencias europeas, manifestando así un carácter “multilateral” 12 que resulta visible en el texto final y que algunos autores parecen señalar, entre otros elementos, a la hora de ver en este tratado un claro precedente del sistema westfaliano y de la Europa de los conciertos y los tratados13. No obstante, además de percibir esta multilateralidad desde el punto de vista de la participación de otras potencias europeas también debemos ver en ella la participación de otros actores y poderes que, pese a que no se ajustan a la imagen de centros políticos soberanos, de alguna u otra manera intervinieron en unas negociaciones en las que incorporaban también sus propios intereses14. Resulta aconsejable, por tanto, abrir las relaciones hispano-neerlandesas, en general, y las negociaciones de la Tregua, en particular, al estudio de nuevos elementos, cuya actuación e intereses condicionaron en gran medida las conversaciones y nos obligan a tomar en cuenta otros factores más allá de aquellas posturas oficiales emanadas de Bruselas, Madrid y La Haya y defendidas por sus principales representantes. Valorar la importancia que individuos, corporaciones y poderes “periféricos” manifiestan en el desarrollo de las negociaciones se convierte en tarea pendiente para futuros estudios sobre el fenómeno, después de años en los que los 10 En este sentido, parece clara la necesidad de “fare una storia politica e diplomatica che tenga insieme l’esterno con l’interno, la diplomazia con le forme di governo degli organismi emittenti”. Citado en Paola Volpini, “Pratiche diplomatiche e reti di relazione. Ambasciatori “minori” alla corte si Spagna (secoli XVI-XVII)” , Dimensioni e problema della ricerca storica, 1 (2014), p. 10. 11 Cuestiones que quedan apuntadas en el monográfico de B. J. García García et alii (eds.), El arte de la prudencia: la Tregua de los Doce Años en la Europa de los Pacificadores, Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2012. 12 El uso de este término en Juan E. Gelabert “El artículo IV de la Tregua de los Doce Años” en ManuelReyes García Hurtado et alii (eds.), El mar en los siglos modernos, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2009, tomo II, pp. 187-208, donde el autor hace referencia a las inquietudes suscitadas entre las potencias europeas por la presencia del ámbito ultramarino en la negociación. 13 Ver Randall Lesaffer, “La Tregua de los Doce Años y la formación del Derecho de Naciones clásico” en B. J. García García (ed.), Tiempo de paces. La Pax Hispánica y la Tregua de los Doce Años (16092009), Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2009, pp. 177-191 y Henri van der Mandere, Het 12-jarige Bestand en de Vrede van Münster, Assen, Born, 1947. Para la consulta de aquellos tratados interpretativos y de garantías que, a instancias de Francia e Inglaterra, se añadieron con posterioridad a la firma de la Tregua implicando directamente a estas potencias ver J. A. de Abreu y Bertodano, Colección de los Tratados…, pp. 484-498. 14 La diversidad de grupos e intereses, muchas veces enfrentados, que están detrás de las negociaciones de la Tregua queda reflejada en Jonathan I. Israel, La República holandesa y el mundo hispánico (16061661), Madrid, Nerea, 1997, pp. 25-56. En esta misma línea, y subrayando la necesidad de incorporar a nuevos protagonistas e intereses en el estudio de la Tregua, Alberto M. Rodríguez Martínez, “Entre la conveniencia y la reputación: una aproximación a las opiniones generadas por la firma de la Tregua de los Doce Años”, Chronica Nova, 39, 2013, pp. 291-320. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015 859 Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ mecanismos de representación formal han sido el elemento dominante 15 . Grupos e individuos se convierten así en principal foco de atención, generando formas de representación diplomática y nuevos canales de comunicación en los que resulta difícil distinguir qué tipo de intereses, ya públicos ya privados, son los que predominan. Como apuntábamos antes, la capacidad de actuación diplomática de estos elementos no puede entenderse sin tener presente una realidad política que, para el caso de los Países Bajos españoles, se fundamenta en una heterogénea variedad de poderes locales (de carácter esencialmente urbano) cuya amplia autonomía nos obliga a matizar la imagen de una autoridad y control político efectivo irradiando desde Bruselas. De este modo, la soberanía de la corte de los archiduques parece ponerse en cuestión ya no solo a partir de las directrices matritenses que llegan desde el exterior, como suele ser habitual señalar, sino también gracias a una realidad interna donde ciudades, corporaciones e instituciones locales desarrollan actuaciones propias en defensa de sus intereses particulares16. 3. Agentes, informantes y mediadores: otros protagonistas de la negociación Consciente de sus limitaciones a la hora de establecer políticas autocráticas y medidas de presión fiscal sobre sus vasallos que facilitasen la continuación del conflicto, el régimen de Bruselas intentó buscar la participación de grupos e individuos en las conversaciones con los neerlandeses fomentando la incorporación de intereses privados y corporativos a la mesa de negociación. La actuación de particulares y el establecimiento de canales de comunicación informales a través de terceros con las provincias septentrionales constituyen medidas que Bruselas normalmente alentó para facilitar el contacto diplomático con las Provincias Unidas. En este sentido, vemos cómo son precisamente individuos representantes de corporaciones e instituciones locales y no de los archiduques los que protagonizan los primeros encuentros a principios del siglo XVII. Ya en 1598 Guillaume Maes, como representante de los Estados Generales de Bruselas aunque a instancias de los archiduques, fue enviado para entrevistarse con sus homólogos de La Haya17. Posteriormente, a mediados de 1600, eran el barón de Bassigny y el pensionario antuerpiense Henri Schotti (o Hendrik de Codt, en alguna documentación) quienes, en representación de los Estados Generales de Bruselas, escribían a La Haya una carta por la que solicitaban pasaportes para presentarse ante los Estados Generales neerlandeses en búsqueda de una solución a “asuntos que en gran medida afectaban al bien general del común de los Países Bajos” 18 . Denegados sus pasaportes en 1600, ambos personajes restablecieron el contacto con La Haya, esta vez comisionados por los Estados provinciales de Brabante, 15 Entre otros trabajos, se desprende esta imagen de P. C. Allen, Felipe III y la Pax Hispánica…, y del clásico estudio de Joseph Lèfevre, “Les ambassadeurs d’Espagne à Bruxelles sous le règne de l’Archiduc Albert (1598-1621)”, en Revue belge de philologie et d’histoire, t. 2, 1923, pp. 61-80. 16 Las bases de este modelo de ciudades, elites y agrupaciones locales como fundamento del poder político y como partícipes de una negociación que proyectan hacia otros grupos y hacia centros políticos internos y externos, queda expuesto en M. Herrero Sánchez, “El modelo republicano en una monarquía de ciudades”, en Alain Hugon y Alexandra Merle (eds.), Soulèvements, révoltes, révolutions dans la monarchie espagnole au temps des Habsbourg : sources, moyens d’expression et légitimation, Madrid, Casa de Velázquez (en prensa). 17 Referencias a la aprobación de su pasaporte por parte de los Estados Generales neerlandeses para viajar a La Haya en Resolutiën Staten-Generaal Oude en Nieuwe Reeks (1576-1625), libro X (1598-1599, GS 71), p. 367. 18 Ibidem, libro XI (1600-1601, GS 85), p. 79. La traducción del original neerlandés es mía. 860 LA TREGUA DE LOS DOCE AÑOS … aunque sin apenas resultados. Podemos citar también la oferta de una suspensión de armas que Bruselas intentó presentar a través de la mediación de Francisco de Mendoza, almirante de Aragón, mientras este se hallaba cautivo en manos neerlandesas 19, o bien los inútiles esfuerzos de Walraven van Wittenhorst a la hora proponer ante los Estados Generales de La Haya, ya en enero de 1607 e impelido por los archiduques, una salida al conflicto. Ante casos así, saltan a la vista las enormes dificultades que los Estados Generales de las Provincias Unidas normalmente pusieron al régimen de los archiduques para concertar una solución negociada. El problema derivaba de la negativa de La Haya a negociar con unos individuos procedentes de un gobierno que era considerado como un mero agregado de la Monarquía Hispánica y que: “continúan todavía en su pretensión mal fundada que tienen derecho en y sobre los dichos países unidos, y que sus dichas señorías [los miembros de los Estados Generales de La Haya] tienen por cosa evidente, irretragable y notoria a todo el mundo que sus Altezas no pueden pretender cosa ninguna con ellos, con algún título, que el de la fuerça y de la guerra […]”20. A partir de aquí, parece lógico que Bruselas optase desde el principio por recurrir a individuos vinculados a instituciones territoriales (Estados Generales de Bruselas o de Brabante) para sondear las inclinaciones hacia la negociación en las Provincias Unidas. Frente una situación en la que la voluntad de los neerlandeses “desde la conferencia de Colonia, […] ha sido de trattar solo con los Estados obedientes después de salidos o para hazer salir los españoles y estrangeros sin intervención de Su Majestad y de Sus Altezas”21 los archiduques se vieron obligados, casi a lo largo de todo el proceso de negociación, a emitir sus propuestas a través de poderes territoriales y a evitar hacerlo desde Bruselas y en su nombre, pese a figurar como soberanos del territorio. Esto es algo que de nuevo veremos repetirse en posteriores contextos de acercamiento hispanoneerlandés 22 . Hemos visto, además, cómo en otras ocasiones fue sobre particulares movidos por Bruselas en quienes recayó la tarea de contactar diplomáticamente con los Estados Generales de La Haya, normalmente a través de canales de comunicación personales que estos individuos mantenían al otro lado de la frontera. Los archiduques no dudaron en aprovechar esta circunstancia y ocasionalmente canalizaron sus ofertas a través de unos espacios de comunicación que se fundamentaban en la existencia de ciertas afinidades personales y lazos familiares entre los individuos que participaban de ellos a uno y otro lado de la frontera. Es el caso de Walrave van Wittenhorst, quien estaba emparentado con la prestigiosa familia neerlandesa de los Brederode23 y a quien 19 Referencias en Archivo General de Simancas [AGS], Estado, leg. 2023, f. 104 (Consulta de oficio del Consejo de Estado, Valladolid, 18 de mayo de 1602). Pese a que de esta comunicación apenas se obtuvieron logros a la hora de facilitar un acercamiento que pusiese fin al conflicto, parece ser que las gestiones del almirante sí que allanaron el camino para un intercambio de prisioneros. Ver en AGS, Estado, leg. 2289, f. 66-68. 20 Citado en AGS, Estado, leg. 2289, f. 117. Este documento, fechado en 27 de enero de 1607, recoge la respuesta que los Estados Generales de La Haya dieron a Wittenhorst y algunos detalles de su misión. 21 Citado en Alicia Esteban Estríngana, “Haciendo rostro a la fortuna: guerra, paz y soberanía en los Países Bajos (1590-1621)” en B. J. García García, Tiempo de paces…, p. 108. 22 Fueron de nuevo los Estados Generales de Bruselas quienes tomaron la iniciativa en el acercamiento que tuvo lugar con las Provincias Unidas en 1632-1633. Ver en Jonathan I. Israel, “The Holland towns and the Dutch-Spanish Conflict”, BMGN, 94 (1979), pp. 55-69. 23 Información biográfica sobre este personaje en Nieuw Nederlandsch Biografisch Woordenboek, libro VII, pp. 1334-1335. Contamos con más información sobre estos medios indirectos de negociación en III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015 861 Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ se encomendó a principios de 1606 el traslado de una oferta de negociación a La Haya aprovechando una visita a sus parientes del norte. Contamos con más ejemplos en esta línea, como el del comerciante Werner Cruwel, quien portando un mensaje secreto de los archiduques se presentó ante su primo político Cornelis van Aerssen, griffier de los Estados Generales neerlandeses, o el caso del franciscano de Amberes Jan van Neyen, a quien el archiduque Alberto encargó desplazarse a La Haya para negociar los términos del armisticio de abril de 1607. El hecho de que Neyen fuese hijo de un antiguo clérigo calvinista que, al cargo de la cámara de cuentas de Amberes “se mantuvo en secreto junto a la reforma de Calvino y en entendimiento con Orange”, explica muy posiblemente la cálida bienvenida que éste personaje recibió a su llegada de manos del estatúder Mauricio de Nassau24. Al hilo de todo esto, vemos cómo los medios privados constituyeron un factor de considerable peso en unas negociaciones en las que los centros políticos soberanos mostraron, al menos en los primeros momentos, su incapacidad a la hora de dirigir y controlar los contactos diplomáticos de forma directa. Si subrayamos la importancia de estos particulares a la hora de protagonizar las conexiones norte-sur, no hemos de olvidar a otras figuras que no solo intervinieron en su puesta en práctica, sino que lo hicieron también en la gestión directa de dichos contactos. Ambrosio Spínola constituye el ejemplo más evidente de esto que venimos diciendo. Su responsabilidad en la toma final de Ostende en 1604, después de tres largos años de asedio, y el interés que los significativos recursos financieros del genovés habían despertado entre los círculos de poder bruselenses fueron factores que reforzaron, de forma extraordinaria, su ascendiente en la corte de los archiduques. En poco tiempo fue elevado, a instancias de Felipe III y con el beneplácito del archiduque Alberto, al cargo de Maestre de campo general del Ejército de Flandes a la vez que se le concedió el control de las provisiones del Tesoro militar en calidad de supertintendente de hacienda25. Junto a la evidente influencia política y militar que mantenía en Bruselas, el genovés se convirtió en un auténtico factótum del archiduque Alberto a la hora de gestionar el asunto de las negociaciones con las Provincias Unidas26. Además de figurar como cabeza visible de la delegación que viajó a La Haya en enero de 1608 (una vez que se abrieron las negociaciones oficiales de forma directa) y de mantener un contacto privado con influyentes figuras dentro del gobierno de la República, al margen de sus reuniones con los delegados de los Estados Generales, vemos también cómo por manos Simon van Groenveld, Het Twaalfjarig Bestand (1609-1621) de jongelingsjaren van de Republiek der Verenigde Nederlanden, Hilversum, Verloren, 2009, pp. 33-41. 24 La cita en Nieuw Nederlandsch..., libro III, pp. 911. La traducción del original neerlandés es mía. Para más información sobre las gestiones del padre Neyen en su estancia en las Provincias Unidas ver las cartas que éste remite a Spínola. En AGS, Estado, leg. 2289, f. 85-87. 25 Una revisión del fortalecimiento de la posición de Spínola y del papel desempeñado por este como máximo responsable militar del Ejército de Flandes en Alicia Esteban Estríngana, Guerra y finanzas en los Países Bajos católicos: de Farnesio a Spínola (1592-1630), Madrid, Ediciones Laberinto, 2002. 26 Diego de Ibarra, enviado desde Madrid en junio de 1607 para reforzar el control de Felipe III sobre unas negociaciones en las que el monarca veía implicados sus intereses pero que estaban siendo conducidas desde Bruselas, da numerosas pistas de la dependencia que Alberto parecía manifestar hacia el genovés en lo tocante al asunto de la Tregua y de la fuerte influencia que Spínola ejercía sobre la opinión del archiduque al respecto. Confiesa cómo “está S. A. de la misma opinión, voluntad y desconfianza que el Marqués, y asi sus respuestas fueron casi unas mismas, aunque yo tuve cuidado de hablar antes de que lo pudiese hacer el Marqués, que como su criado puede a todas horas […]” (en AGS, Estado, leg. 2289, f. 109). 862 LA TREGUA DE LOS DOCE AÑOS … del genovés pasaba toda la información que agentes, informadores y demás correspondientes remitían a Bruselas desde que se dieran los primeros contactos. El hecho de que en Spínola convergiesen las instrucciones de Madrid y de Bruselas y de que actuase como principal canal de comunicación hacia estos centros en lo referido a las negociaciones, gracias en parte a los recursos y redes de información de los que el genovés parecía disponer, dejaba fuera de lugar la figura del embajador oficial. En este sentido, al Consejo de Estado llegaron las quejas el marqués de Guadaleste, embajador de Felipe III en Bruselas, quien advertía cómo “[…] allí se trata esto con tanto recato que para poder escribir algo le ha sido forçoso valerse de un correspondiente que tiene en las Islas. Y habiéndose visto en el consejo, parece que será cosa muy justa y conveniente al servir de V. M. que al marqués se le avise de lo que se escribiere al señor archiduque Alberto y al marqués de Spínola […] y que no tenga necesidad de saber lo que hay por rodeos […]”27. Este caso es ilustrativo para ver cómo frente a la incapacidad del embajador autorizado, considerado tradicionalmente como prolongación de la autoridad regia y protagonista destacado de la actuación diplomática, vemos que aquí es un particular quien está al frente del manejo de los contactos con los neerlandeses, gracias a su adaptación a un modelo de negociación informal en el que la presencia de los centros políticos y sus embajadores parece, al menos en los primeros momentos, bastante limitada. Hemos apuntado cómo, frente a estas circunstancias, centros políticos como Bruselas se ven obligados a delegar en particulares y en instituciones locales la comunicación con el enemigo y a poner sus intereses y ofertas de negociación en manos de estos agentes y de sus canales. Agentes que, como fue el caso de Spínola, no dudaron en defender su privilegiada posición ante los intentos por parte de los poderes centrales de reforzar el control de las negociaciones28. 4. Conclusiones Teniendo en cuenta todo lo anterior parece lógico plantearse hasta qué punto los centros políticos fueron capaces de gestionar una denominada “alta política” que, al menos en este caso, parece manifestar ciertas incapacidades y queda un tanto ausente. Frente a posteriores interpretaciones estatalitas que refuerzan esta categoría decimonónica la realidad de la negociación parece mostrarse mucho más compleja. En ella se ponen en evidencia los límites en la autoridad de los monarcas soberanos, las dificultades que a veces condicionaron su actuación y la forma en que la “alta política” requirió en ciertas ocasiones de instrumentos locales y “de abajo” para ser operativa. Pese a que no podemos olvidar completamente el papel que la corte, el entorno del monarca u otros organismos e instituciones de carácter central juegan en el planteamiento de la política exterior, así como el hecho de que a algunos de estos agentes y mediadores podrían considerarse más como informantes que como negociadores o responsables diplomáticos sensu stricto, sí que hemos de advertir la presencia de estos canales de tipo particular a los que determinados poderes soberanos, como es el caso del régimen 27 En AGS, Estado, leg. 625, f. 36 (El Consejo de Estado, a 11 de septiembre de 1607, sobre una carta del marqués de Guadaleste). 28 Sobre la reacción y las quejas de Spínola ante el monarca a causa de la llegada a Bruselas de Diego de Ibarra en ver Antonio Rodríguez Villa, Ambrosio Spínola, primer marqués de los Balbases, Madrid, 1905, pp. 175-176. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015 863 Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ archiducal, se vieron obligados a recurrir cuando las posibilidades de establecer otras vías más formales de acercamiento y negociación parecían lejanas e inviables. Resulta, por tanto, más que conveniente integrar en el estudio de las relaciones hispanoneerlandesas la actuación y transformación de unos contactos, redes e intereses que, de una forma u otra, contribuyeron a aproximar o distanciar a unas potencias que, paradójicamente y pese a su tradicional enemistad, comparten la importancia y el peso de colectivos, corporaciones y otros poderes de carácter particular dentro del sistema, como así parece reflejarse a partir de un estudio comparado de los modelos políticos de la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas. 864