Informaciones Psiquiátricas Monográfico IV Jornadas de Psicopatología Málaga, marzo de 2014 Nº. 1r Trimestre 2015 219 3 Informaciones Psiquiátricas N.º 219 PUBLICACIÓN CIENTÍFICA DE LOS CENTROS DE LA CONGREGACIÓN DE HERMANAS HOSPITALARIAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Fundada en 1955 por el Dr. D. Parellada DIRECTOR Dr. Josep Treserra Torres DIRECTORA ADMINISTRATIVA Sor Teresa López Beorlegui CONSEJO DE DIRECCIÓN Dr. J. A. Larraz Romeo Dr. Carlos Linares Del Río Dr. M. Martín Carrasco Dr. J. I. Quemada Ubis Dr. F. del Olmo Romero-Nieva JEFE DE REDACCIÓN Dr. J. M. Cebamanos Martín CONSEJO DE REDACCIÓN Sr. J. M. García Fernández Prof. C. Gómez-Restrepo Dr. J. Orrit Clotet Dr. P. Padilla Mendivil Dr. P. Roy Millán ASESORES CIENTÍFICOS Prof. Dr. E. Álvarez Martínez Prof. Dr. Arango López Prof. Dr. J. L. Ayuso Mateo Prof. Dr. A. Bulbena Vilarrasa Prof. Dr. J. L. Carrasco Parera Prof. Dr. M. Casas Brugue Profª. Dra. Mª Paz García Portilla Prof. Dr. J. L. González Rivera Prof. Dr. J. Guimón Ugartechea Dr. M. Gutiérrez Fraile Prof. Dr. P. McKenna Dr. I. Madariaga Zamalloa Dr. M. Martínez Rodríguez Prof. Dr. L. Ortega Monasterio Prof. Dr. J. Sáiz Ruiz Prof. Dr. L. Salvador Carulla Dr. J. Tizón García Prof. Dr. M. Valdés Miyar Dr. E. Vieta Pascual BENITO MENNI, COMPLEJO ASISTENCIAL EN SALUD MENTAL Dr. Pujadas, 38 08830 Sant Boi de Llobregat (Barcelona) Tel.: 93 652 99 99 / Fax: 93 640 02 68 e-mail: inf-psiquiatricas@hospitalbenitomenni.org www.informacionespsiquiatricas.org www.hospitalarias.org Las referencias de esta revista se publican periódicamente en: IME/Índice Médico Español; PSICODOC/Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid; CINDOC (ISOC) (CSIC) (IBECS)/ Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Psiquiatria.com. Depósito Legal. B. 675-58 / ISSN 0210-7279 / EGS - Rosario, 2 - Barcelona Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 4 Informaciones Psiquiátricas 1r Trimestre Núm. 219 Normas para la presentación y publicación de trabajos Las siguientes normas de publicación se adaptan a los requisitos de uniformidad para manuscritos presentados a revistas biomédicas, establecidos por el estilo Vancouver: http://www.ICMJE.org Informaciones Psiquiátricas aceptará para su publicación, previo informe favorable del Consejo de Redacción, aquellos trabajos que versen sobre temas de Salud Mental, Psiquiatría, Psicología o Medicina Psicosomática, y que se ajusten a las siguientes normas: 1. Los tipos de trabajos que podrán ser aceptados en la Revista son los siguientes: Originales, Revisiones, Comunicaciones Breves y Notas Clínicas. A juicio del Comité de Redacción podrán aceptarse aportaciones sobre temas de actualidad, cartas al director, crítica de libros… 2. 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En la segunda página figurará, nuevamente, el título del trabajo, un resumen del mismo y se deberán añadir de 3 a 6 palabras clave para la elaboración del índice de la revista, todo ello en español e inglés. 7. La estructura del texto se acomodará a la sección donde deberá figurar el trabajo en caso de su publicación. El texto de los artículos originales de investigación deberá estar dividido en los siguientes apartados y por el orden que se citan: Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 - Introducción. - Métodos. - Resultados. - Discusión. 8. Los trabajos deberán ir acompañados de la correspondiente bibliografía, que se presentará en hoja u hojas aparte. 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Arch Gen Psychiatriy. 1989;46(10):922-8. c) Las citas de libros comprenderán por el siguiente orden: - Apellidos e inicial de los nombres de los autores en mayúsculas. - En: Título original del libro. - Apellidos e inicial de los (ed). - Ciudad, Editorial, Año: página inicial-página final. Thomas P, Vallejo J. Trastornos afectivos y bulimia nerviosa. En: Trastornos de la alimentación: anorexia nerviosa, bulimia y obesidad. Turón J (ed). Barcelona, Masson; 1997: 164-177. 9. La iconografía que acompañe al texto (tablas, dibujos, gráficos…) deberá tener la suficiente calidad para su reproducción, estar enumerado correlativamente y se adjuntará al final del mismo. 10.La Redacción de INFORMACIONES PSIQUIÁTRICAS comunicará la recepción de los trabajos y, en su caso, la aceptación de los mismos y fecha de su publicación. El Consejo de Redacción podrá rechazar los trabajos cuya publicación no estime oportuna, comunicándolo, en este caso, al autor principal. Los trabajos publicados quedarán en propiedad de la Revista. 7 Índice 1r Trimestre N.º 219 9 DEMENCIA: PREVALENCIA, FACTORES DE RIESGO, IMPACTO Y PREVENCIÓN - EL ESTUDIO 10/66 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez 21 EJECUCIÓN DE MEDIDAS PENALES ALTERNATIVAS A LA PRISIÓN Ilmo Sr. D. Herminio Maillo Pedraz 31 MALA PRAXIS EN PSIQUIATRÍA Carles Martin-Fumadó / Esperanza L. Gómez-Durán / Josep Arimany-Manso 41 LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO José Mª Planchat Teruel 60 FIDMAG informa Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 9 DEMENCIA: PREVALENCIA, FACTORES DE RIESGO, IMPACTO Y PREVENCIÓN - EL ESTUDIO 10/66 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez Profesor e Investigador Titular, MD, MPH, PhD. Centro de Estudios Alzheimer de La Habana, Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. mguerra@infomed.sld.cu Resumen La demencia es la primera causa de discapacidad en adultos mayores y la mayor contribuyente de dependencia, sobrecarga económica y estrés psicológico en el cuidador. Se estiman en 44 millones las personas con demencia en el mundo, con una proyección de incremento a 76 millones en el 2030 y 135 millones en el 2050, dos tercios de los cuales, vivirán en los países en desarrollo. El protocolo 10/66 es un estudio puerta a puerta en una sola fase, en una cohorte de 17 000 adultos mayores de 65 años y más, residentes en países de bajos y medianos ingresos, basado en test cognitivos, una entrevista clínica, una entrevista sociodemográfica y de factores de riesgo, un examen físico y neurológico exhaustivo, y exámenes complementarios. El objetivo del trabajo es abordar los estudios del Grupo de Investigación en Demencias 10/66 acerca de la prevalencia, la incidencia y los factores de riesgo de demencia y cómo la prevención, en particular el amplio acceso a la educación, mejores condiciones socioeconómicas, estilos de vida saludables y control de los factores de riesgo cardiovasculares, con una perspectiva del curso de la vida y un enfoque multifactorial, pudieran potencialmente conducir a una reducción del número de enfermos Palabras clave: Demencia/enfermedad de Alzheimer/ epidemiología/factores de riesgo/ APOE/prevención. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 10 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez Epidemiología e impacto global de las demencias En 1906, en el 37 Encuentro de los Psiquiatras de la Alemania Suroccidental, Alois Alzheimer, un eminente neuropsiquiatra alemán, presentó su comunicación titulada: “Acerca de una enfermedad peculiar de la corteza cerebral (1), pero probablemente no imaginó el impacto creciente que en el orden de la salud pública, social, económico y fundamentalmente humano tendría esta enfermedad con el envejecimiento progresivo de la población que acontece en todo el mundo. La enfermedad de Alzheimer (EA), la causa más frecuente de demencia, es una entidad clínico-patológica de naturaleza degenerativa y evolución progresiva, que se caracteriza por deterioro cognitivo y demencia y neuropatológicamente por la presencia de ovillos neurofibrilares y placas neuróticas. En más del 90 % de los casos, se desarrolla después de los 65 años, con una prevalencia que se duplica cada década sucesiva de la vida, desde un 10 % entre los 60 - 70 años a un 40 % en grupos de 80 o más años. Para la presente revisión se analizaron los datos aportados por el estudio 10/66 en países en vías de desarrollo y una revisión sistemática que incluyó las bases de datos Cochrane y PubMed (2007–2013) para identificar las revisiones sistemáticas y meta análisis acerca de la prevalencia, incidencia y factores de riesgo de demencia y EA. Se revisaron los artículos con los términos “Alzheimer” o “demencia”, y en PubMed (desde Septiembre 1, 2008, a Diciembre 31, 2013) para artículos en Ingles con los términos “diabetes mellitus”, “hipertensión”, “obesidad”, “fumar “depresión”, (“reserva cognitiva” o “educación”), o (“actividad física”) en combinación con (“Alzheimer” o “demenInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 cia”). Se incluyó el Reporte Mundial de la Asociación Internacional de Alzheimer, para revisar la información científica disponible acerca de la prevalencia, la incidencia, el impacto y la prevención de la demencia (2). En el año 2013 se estimó 44 millones de personas sufren de demencia a nivel mundial (basándose en revisiones sistemáticas de datos de prevalencia), con 7.6 millones de nuevos casos anualmente (2). El número de personas con demencia se duplicará cada 20 años para alcanzar los 76 millones en el año 2030 y los 135 millones en el 2050 en todo el mundo, incremento que será más marcado en las regiones en vías de desarrollo que en las regiones desarrolladas (3). Ello quiere decir, que aproximadamente 0.5% de la población mundial vive con demencia y este número se incrementará exponencialmente. En América Latina y el Caribe, el crecimiento estimado en el número de personas con demencia entre el año 2001 y el 2040 será de un 393 %, por lo que sobrepasará al de cualquier otra región del mundo (4). De 3.4 millones de personas con demencia en América Latina y el Caribe en la actualidad la cifra se incrementará a 4.1 millones para el 2020 y 9.1 millones en el 2040, es decir será similar al de Norteamérica. Europa Occidental y Norteamérica, presentan las mayores prevalencias de demencia en la población de 60 años o más (7,2 % y 6,9 % respectivamente), seguidas por el Caribe Insular (6,5%) y América Latina (6,0 %). La prevalencia de demencia por cada 100 adultos mayores de 60 años, el número estimado de personas con demencia y casos nuevos por año, así como la proporción de incremento en las próximas cuatro décadas y los costos totales que ocasionan las demencias, se presentan en la Tabla 1. DEMENCIA: PREVALENCIA, FACTORES DE RIESGO, IMPACTO Y PREVENCIÓN - EL ESTUDIO 10/66 Tabla nº1. Prevalencia, número estimado de personas con demencia, casos incidentes por año (2010), proporción de incremento (2010 – 2050) y costos totales acorde a la división por regiones geográficas de la carga global de enfermedades (GBD) Consenso Prevalencia de demencia ≥ 60 años (%) Personas con demencia ≥ 60 años en el 2010 (millones) Casos nuevos estimados de demencia por año Incremento en la proporción de personas con demencia entre el 2010 y el 2050 (%) Costos totales (billones) USD Europa 6.2 9.95 2 344 507 87 238.64 Asia 3.9 15.94 3 557 595 282 123.67 Africa 2.6 1.86 525 818 370 5.84 Las Américas 6.5 7.81 1 253 746 246 235.84 Norte América 6.9 4.38 842 808 151 213.04 América Latina 6.0 3.1 371 387 393 19.82 Caribe Insular 6.5 0.33 39 551 215 2.98 4.7 35.56 7 681 665 225 603.99 Área geográfica Mundo Datos tomados de: World Health Organization. Dementia: A public health priority (2) La demencia, el ictus y la depresión , enfermedades que afectan el cerebro y la salud mental, son, conjuntamente, con la artritis, el principal contribuyente de discapacidad y dependencia entre los adultos mayores, (3,5) sin embargo, estas condiciones reciben una menor prioridad que las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, que tienen un mayor impacto en la mortalidad (6). Los costos del cuidado de las demencias en el 2010 se estimaron en 604 billones de dólares anuales a escala mundial (2). Estos enormes costos que producen las demencias y el reto que representa el incremento del número de adultos mayores producirán un cambio dramático en los sistemas de cuidado en todo el mundo. Sin embargo, el mayor costo de las demencias es su costo humano cuyas dimensiones son inestimables. Las familias y los cuidadores sufren las mayores consecuencias psicológicas, físicas, sociales y financieras adversas de las demencias, que incluyen elevados niveles de ansiedad y depresión, afectación de su salud física, y de Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 11 12 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez sus finanzas, directa (por ejemplo, costos de los medicamentos) e indirecta (por ejemplo, pago de servicios, entre estos a otras personas por el cuidado) (3). El estudio 10/66 El Grupo de Investigación en Demencias 10/66 (http://www.alz.co.uk/1066) se refiere a que el 66% de las personas con demencia viven en los países en vías de desarrollo en el que sólo se realizan el 10% de las investigaciones sobre demencias. El protocolo 10/66 en un estudio puerta a puerta en una sola fase, basado en una combinación de pruebas cognitivas, una entrevista clínica, una entrevista sociodemográfica y de factores de riesgo, un examen físico y neurológico exhaustivo, corroborado por un informante confiable. Se realizaron exámenes de sangre que incluyeron hemograma, glicemia, colesterol, triglicéridos, y el marcador de susceptibilidad ApoEε4, entre otros. El diagnóstico de demencia se basó en los criterios y el algoritmo diagnóstico 10/66 validado trans-culturalmente en 26 países. (7) El mismo consta de: una entrevista clínica estructurada) el Estado Mental Geriátrico y su algoritmo computarizado (AGECAT);(8) b) la batería de pruebas cognitivas del instrumento de pesquisaje de demencia en la comunidad (CSI’D’) COGSCORE; (9) c) la tarea de fluencia verbal y repetición de 10 palabras con recuerdo diferido, del Consorcio Europeo para Estudio de las Demencias (CERAD);(10) d) una entrevista a un informante confiable, CSI’D’ RELSCORE (9) para evidenciar declinación cognitiva y funcional; e) la información adicional sobre el inicio y curso de la demencia que aporta el Programa para diagnóstico de la demencia y subtipos, historia y etiología.(10,11) Se utilizaron además los criterios Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 del DSM-IV de la Sociedad Psiquiátrica Americana. (12). En los estudios de prevalencia se evaluaron 2.000 adultos mayores en cada centro (3.000 en Cuba), en total 17.000 adultos mayores, en 14 áreas geográficas de 10 países (Brasil, Cuba, Perú, México, República Dominicana, Venezuela, Argentina, China, India y Nigeria). El diagnóstico final de demencia se realizó de acuerdo con los criterios 10/66 y los criterios DSM IV. La prevalencia de demencia 10/66 en los diferentes centros varió entre 5.6% y 11.7%; el doble de la prevalencia de demencia estimada según los criterios del DSM IV; ello permite plantear que el algoritmo 10/66 identifica estadios y casos más leves en comparación con los criterios del DSM IV (4). Los criterios del DSM IV son criterios más restrictivos e identifican las formas moderadas a severas de síndrome demencial. Estos criterios establecen en sus acápites la necesidad de que los trastornos de memoria y de las funciones nerviosas superiores deben interferir de forma relevante con las actividades profesionales y sociales de la persona y como es conocido en muchas ocasiones y particularmente en nuestras culturas estos trastornos de memoria pueden no ser aparentes, ser atribuidos al envejecimiento, o no ser reconocidos por los familiares cercanos hasta estadios más avanzados. Entre el 2007 y el 2011, se desarrolló la fase del estudio de incidencia con un periodo de seguimiento de 4.1 años a los participantes en el estudio base en siete países: Cuba, República Dominicana, Venezuela, México, Perú, India y China. El enfoque de este estudio de incidencia estuvo dirigido a estudiar los factores de riesgos genéticos y ambientales de demencia, enfermedad cerebro vascular y los patrones de mortalidad (13). Se re DEMENCIA: PREVALENCIA, FACTORES DE RIESGO, IMPACTO Y PREVENCIÓN - EL ESTUDIO 10/66 evaluaron 8,137 (69.4%) vivos de los 11,718 participantes sin demencia en el estudio base contribuyendo a 34,718 personas años de seguimiento. La incidencia cruda anual para demencia según los criterios 10/66 varió entre 6.7-12.2 cada 1000 personas años y para demencia DSM-IV entre 18.2-30.4 cada 1 000 personas años (13). La incidencia de demencia 10/66 se asoció de forma independiente con el incremento de la edad, el sexo femenino, y el bajo nivel educacional, pero no con la ocupación. El nivel educacional y una mejor respuesta en las pruebas de fluencia verbal se comportaron como factores protectores (13). En Cuba la prevalencia de demencia se incrementa con la edad y supera siguiendo los criterios del 10/66 a la encontrada en los estudios EURODEM (14), un metanálisis de 14 estudios europeos algo similar a lo encontrado en el resto de los países de América Latina y el Caribe estudiados, es decir una alta prevalencia de demencia (4,15), en países que se encuentra en la tercera fase de la transición epidemiológica, es decir, a pesar de la alta esperanza de vida al nacer, las dietas ricas en grasas y carbohidratos, estilos de vida poco saludables, obesidad y sedentarismo, factores de riesgo vasculares como el hábito de fumar, y diversas enfermedades crónicas, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y la enfermedad cerebrovascular alcanzan una elevada frecuencia, en comparación con los países de Europa Occidental donde mejores estilos de vida y control de los factores de riesgo comienzan a disminuir la prevalencia e incidencia de demencia. La versión más reciente del Manual Estadístico de las enfermedades mentales, contenida en el DSM V (16) permite un diagnóstico más inclusivo de demencia pues incluye dos categorías: trastorno neurocognitivo mayor y menor. Este último se define como: A. Un síndrome caracterizado por déficit adquirido en más de un dominio cognitivo (atención, función ejecutiva, aprendizaje, memoria lenguaje, o cognición social): 1. Confirmado por el individuo o un familiar confiable 2. Deterioro leve del rendimiento cognitivo documentado por pruebas neuropsicológicas B. El déficit cognitivo no interfiere en la independencia para las actividades de la vida diaria (e.j actividades instrumentadas complejas, pero con un mayor esfuerzo o estrategias de compensación) C. Los déficit cognitivos no ocurren exclusivamente en el curso de un delirium. D. Los déficits no se explican por otro trastorno mental (e.j., trastorno depresivo mayor, esquizofrenia). En el estudio 10/66 realizado en la población cubana, los pacientes diagnosticados con síndrome demencial fueron clasificados por dos investigadores clínicos de forma independiente, utilizando los criterios internacionalmente establecidos para los diferentes tipos de demencia (17 - 20). El 52 por ciento fue clasificado como enfermedad de Alzheimer de acuerdo con los criterios del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos, de la Comunicación y de Accidentes Vasculares Cerebrales (NINCDS), y por la Asociación para la Enfermedad de Alzheimer y Trastornos Conexos (NINCDS- ADRDA), 14 por ciento como demencia vascular según los criterios del Instituto Nacional de los Trastornos Neurológicos e Ictus y de la Asociación Internacional para la investigación en Neurociencias (NINDS-AIREN), 3.8 por ciento como una demencia relacionada con Enfermedad de Parkinson, 11 por ciento de demencias mixtas, 3 por ciento relacionada con enfermedad de cuerpos de Lewy y 3 por ciento de demencias Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 13 14 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez fronto-temporales. No fue posible clasificar desde el punto de vista etiológico el 14% de los pacientes con síndrome demencial. En Cuba, y otros centros de Latinoamérica con altos grados de mestizaje de ancestros africanos y caucásicos, se evaluó la hipótesis de que el mestizaje de ancestros africanos es un factor protector de demencia y que la asociación entre el genotipo de la Apolipoproteina Eε4 y demencia es más débil en las personas con mayor origen africano (21). La apolipoproteína E (APOE), una glicoproteína constituida por 299 aminoácidos, se relaciona con el transporte de colesterol, y la reparación del tejido nervioso particularmente las lesiones de nervios y se expresa en diversos órganos, particularmente en el hígado y en el cerebro. La APOE es polimórfica y existen tres isoformas conocidas como apolipoproteína E2, E3 y E4. Existen 3 alelos (e2, e3 y e4) en un locus en un gen localizado en el cromosoma 19 (22). En los últimos 20 años, el alelo e4 del gen de la apolipoproteína E constituye el factor de riesgo genético más consistente replicado (23). La presencia del alelo APOE e4 se asocia a un aumento del riesgo de EA entre 2.2 y 3.4 veces en personas heterocigóticas y entre 4 y 6 en personas homocigóticas, pero no todas las personas portadoras desarrollan la enfermedad aún cuando se alcanza la edad de 80 años. El papel de la APOE e 4 en la patogénesis de la EA se relaciona con la agregación de la proteína β Amiloide (βA) y su aclaramiento, con la neurotoxicidad, la fosforilación de la proteina tau, la plasticidad sináptica y la neuroinflamación, finalmente con el metabolismo de los lípidos y como mediador de los efectos de los factores cardiovasculares (22). La asociación entre APOE e 4 y demencia varía en relación con el origen étnico, la edad, el sexo, la historia médica y la localización geográfica. La mayoría de los estudios reporInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 tan una asociación mayor en edades inferiores a los 80 años, en mujeres que en hombres y que difiere según el origen étnico. En el estudio cubano la prevalencia de demencia resultó dos y media veces mayor en los portadores de uno o dos alelos de la APOE Eε4 con una tendencia dosis-dependiente, es decir, el riesgo se incrementa con el número de alelos APOE ε4. En relación con el origen étnico, la asociación con demencia fue menor en personas con mayor proporción de ancestros africanos que en personas con mayor proporción de ancestros caucásicos; estimado por estudios de polimorfismos de simple cadena (SNP), a pesar de que la frecuencia del genotipo APOE ε4.fue más alta (21). Factores de riesgo y prevención de la demencia Es ampliamente aceptado que la demencia y la enfermedad de Alzheimer se asocian con factores genéticos y ambientales. Existe un interés creciente en la investigación científica en profundizar en aquellos factores que son modificables. Un ambiente de elevado riesgo contribuye a la expresión clínica o comienzo más temprano de la enfermedad, por tanto la prevención en demencias, debe estar dirigida a disminuir factores ambientales y con ello demorar la aparición de los síntomas. Evidencias epidemiológicas, biológicas y sociales apoyan la hipótesis de que los factores de riesgo operan durante toda la vida (gestación, infancia, adolescencia, la vida adulta temprana y tardía) actuando de forma independiente, acumulativa e interactiva para causar la enfermedad (24). Esta teoría relacionada con el enfoque epidemiológico del curso de la vida, enfatiza en el orden temporal de la exposición y en la interacción entre gen-ambiente y ambiente-ambiente. DEMENCIA: PREVALENCIA, FACTORES DE RIESGO, IMPACTO Y PREVENCIÓN - EL ESTUDIO 10/66 Factores de riesgo de demencia en la edad temprana El riesgo de demencia y enfermedad de Alzheimer, comienza desde la vida intrauterina. La malnutrición fetal, el bajo peso al nacer y la no lactancia materna incrementan la susceptibilidad a diversas enfermedades crónicas en la edad media de la vida, que constituyen a su vez, factores de riesgo de demencia, particularmente la enfermedad cardio vascular y sus factores de riesgo ( hiperinsulinemia, diabetes, aterosclerosis, hipertensión, trastornos lipídicos) (25,26). Las malas condiciones socioeconómicas están asociadas a otras desventajas (malnutrición, pobre estimulación ambiental, menor acceso a la educación, deficiencias en el crecimiento y neurodesarrollo), y por tanto en el desempeño cognitivo. En la mayoría de los estudios publicados, el bajo nivel educacional se asocia de forma consistente con incremento del riesgo de deterioro cognitivo y demencia (25-28). Existen múltiples explicaciones acerca de la asociación entre el bajo nivel intelectual y la demencia:1) la educación produce un sesgo de selección, pues las personas con mayor educación pueden mostrar mejores rendimientos en las pruebas cognitivas; 2) la educación se relaciona con otros factores en la infancia y adolescencia como el nivel socioeconómico, nutrición, coeficiente de inteligencia y también de la vida adulta como ocupación, salud y mejores estilos de vida, y 3) la educación incrementa la reserva cognitiva ofreciendo una potenciación a largo plazo e induciendo neuroprotección (25). El concepto de reserva cerebral o cognitiva, se refiere a la capacidad para manejar o interactuar con los cambios relacionados con la edad y la patología cerebral y la enferme- dad sin desarrollar síntomas o signos propios de la misma. La llamada reserva cognitiva explica la relación entre educación, complejidad de la ocupación, capacidad para leer, coeficiente de inteligencia y demencia (28). La baja educación es la contribuyente potencial a la mayor proporción de personas con EA en todo el mundo. La educación y la estimulación cognitiva durante toda la vida disminuyen el riesgo de EA ayudando a desarrollar una reserva cognitiva que permita a las personas continuar funcionando a un nivel normal a pesar de estar experimentando los cambios neurodegenerativos. Esta teoría se basa en múltiples estudios neuropatológicos que muestran en adultos mayores fallecidos que cumplen criterios anatomo patológicos de EA en autopsia y presentaban en vida una función cognitiva normal (25,28). Factores de riesgo en la edad media y tardía Diversa investigaciones sugieren que los factores de riesgo de enfermedades vasculares, entre estos hábito de fumar, diabetes mellitus, hipertensión arterial en la edad media de la vida, hipercolesterolemia, enfermedad cardiaca isquémica, síndrome metabólico predisponen tanto a la enfermedad de Alzheimer como a las demencias vasculares (25-28). Las investigaciones epidemiológicas sugieren además que hasta un 50% de las demencias pudieran prevenirse (25, 29). Como la edad es el factor de riesgo no modificable más relacionado con las demencias, una intervención efectiva seria aquella capaz de retardar en el tiempo el comienzo de la demencia. La obesidad, la hipertensión arterial en la edad media de la vida, y la diabetes poInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 15 16 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez tencialmente contribuyen a una proporción significativa de los casos de demencia y EA, por medio del daño vascular, o la producción de sustancias que son importantes en el metabolismo (adipocinas) y la inflamación (citoquinas) por el tejido adiposo y/o por la insulina resistencia y la hiperinsulinemia (25,26). El 7.4% de los pacientes que sufren un primer ictus desarrollan una demencia post ictus (27). Como el ictus se asocia con factores de riesgo cardiovasculares y los estilos de vida, múltiples mecanismos pueden explicar su asociación con demencia. Primero, el ictus lesiona directamente las regiones cerebrales relacionadas con la función cognitiva, entre estas, el tálamo y las proyecciones tálamo-corticales. Por otra parte, el ictus, incrementa el depósito de la proteína Beta Amiloide (β A), que conduce al deterioro cognitivo. Finalmente, el ictus en su fase aguda, induce una respuesta inflamatoria. La depresión es un síntoma inicial o coexistente en el 40–50% de los pacientes con EA, sin embargo, su efecto como factor de riesgo de demencia es más discutido. Un meta-análisis, que incluyó 20 estudios casos controles y de cohorte, con la participación de 102 172 personas de 8 países, reportó que la depresión duplicaba el riesgo de demencia. (30). Asumiendo una prevalencia de depresión de 10%, una reducción de un 25% en la prevalencia de depresión produciría una disminución potencial de 827 000 casos de EA en todo el mundo (29). La prevención primaria basada en la prevención y tratamiento adecuado de factores de riesgo en los individuos no enfermos, requiere un enfoque durante toda la vida: en la edad temprana, mejor acceso a la educación, patrones de nutrición, de crecimiento y neurodesarrollo; en la edad media de la Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 vida, prevención y tratamiento adecuado de la enfermedad cardiovascular y sus factores de riesgo (fumar, obesidad, diabetes mellitus, hipertensión arterial, colesterol elevado, etc), actividad física y mental, tratamiento adecuado de la depresión y en la edad tardía, evitar la desnutrición (deficiencia de micronutrientes y anemia), mantener la actividad física y las actividades lectivas, las redes sociales, disminuir el estrés, dieta saludable y el control de los factores de riesgo vasculares. Una reducción conjunta de un 10–25% en siete factores de riesgo en la población (diabetes mellitus, hipertensión arterial y obesidad en la edad media de la vida, depresión, fumar, inactividad física y mental) pudieran prevenir potencialmente 1.1–3.0 millones de casos EA en el mundo (29). Se han descrito mutaciones puntuales en las formas de comienzo temprano en la proteína precursora del amiloide (APP, cromosoma 21), en la presenilina 1 (PS1; cromosoma 14), y en la presenilina 2 (PS2, cromosoma 1), genes que causan una transmisión autosómica dominante de la enfermedad (16). En el Alzheimer, no familiar o esporádico, que constituye el 95% de los casos, el gen de la apolipoprotein E ε4 (APOE) localizado en el cromosoma19, es el factor genético de riesgo más replicado desde 1993 en los diversos estudios (22,28). La prevención secundaria de la EA, basada en el diagnóstico temprano de la enfermedad en las fases de manifestaciones preclinicas o en personas con riesgo de enfermar como el estadio del deterioro cognitivo leve, es cada vez más posible. El diagnóstico definitivo en vivo de la enfermedad de Alzheimer (EA), con un 90% de certeza en centros especializados, utilizando pruebas neuropsicológicas con alta especificidad y biomarcadores es un campo en constante DEMENCIA: PREVALENCIA, FACTORES DE RIESGO, IMPACTO Y PREVENCIÓN - EL ESTUDIO 10/66 investigación. Los estudios de liquido cefalorraquídeo, que combinan disminución de los niveles de la proteína beta amiloide e incremento de la proteina tau y la tau fosforilada, la atrofia medial del lóbulo temporal en la Resonancia magnética nuclear y los estudios mediante Tomografia de emisión de positrones (PET), utilizando el compuesto B de Pittsburgh B (PiB) para cuantificar la carga de amiloide incrementan la exactitud en el diagnóstico de EA , y permiten una mejor identificación de las personas con deterioro cognitivo leve (MCI) que evolucionaran a EA, identificando individuos en estadios pre-sintomáticos (31). Si bien, los tratamientos sintomáticos actuales para EA, como los inhibidores de la colinesterasa, donepezil, rivastigmina, y galantamina, y los antagonistas de los receptores N-Metil D-Aspartato, como memantine, tienen efectos beneficiosos sobre cognición, funcionabilidad y conducta, cabe señalar que estos efectos son modestos y limitados a largo plazo, sin afectar la progresión subyacente del proceso (32,33). En espera de que nuevos fármacos para la EA proporcionen un beneficio clínico amplio y medible a través de los múltiples dominios: cognición, funcionamiento global y conducta, o incluso se alcance la cura de la enfermedad, la estrategia más lógica, económica y sostenible es la prevención primaria. Existen más de 300 moléculas en diversas fases de investigación. En Fase III, se encuentran los anticuerpos monoclonales anti-amiloide, como el crenezumab, bapineuzumab, solanezumab y el uso de gammaglobulinas EV, que abren perspectivas alentadoras en la terapéutica de la enfermos y en grupos de riesgo, como las formas familiares (33) . Una alianza entre el médico de asistencia y el cuidador es esencial en el tratamiento de los pacientes con enfermedad de Alzheimer. Los cuidadores supervisan a los pacientes en sus actividades diarias, son responsables de la administración de los medicamentos, de implementar el tratamiento no farmacológico incluido el entrenamiento cognitivo, la salud general y la calidad de vida en general. Los cuidadores deben tomar decisiones en aspectos jurídicos, manejo de finanzas, seguridad de la casa, entre otros por lo que la educación y la orientación a la familia es vital. Conclusiones El objetivo principal del Grupo de Investigación 10/66 es asegurar la efectividad de nuestras investigaciones e incrementar los conocimientos y la conciencia pública acerca del problema creciente de las demencias tanto en sus aspectos sociales como los relacionados con la salud pública en los tiempos que vivimos. La demencia es la primera causa de discapacidad en adultos mayores, y es la mayor contribuyente de dependencia, necesidades de cuidado, sobrecarga económica y estrés psicológico en el cuidador. La prevención primaria con un enfoque multifactorial y durante el curso de la vida incluyendo amplio acceso a la educación y mejores condiciones socioeconómicas, estilos de vida saludables y control de los factores de riesgo cardiovasculares, puede conducir a una disminución del número de personas con demencias en todo el mundo. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 17 18 Dr. Juan de J. Llibre Rodríguez Bibliografía 1. Alzheimer A. 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Exige Foucault, en su ensayo «Vigilar y Castigar», “que las penas sean moderadas y proporcionadas a los delitos, que la muerte no se pronuncie ya sino contra los culpables de asesinato, y que los suplicios que indignan a la humanidad sean abolidos”. En realidad, Foucault, en el desarrollo de una crítica a los sistemas punitivos que existían en la segunda mitad del siglo XVIII, ataca ciertos modos o formas de castigo que frente al delito eran impuestas como simple manifestación de la tiranía del poder, la desesperación o la cólera de las víctimas, o incluso su búsqueda de la venganza. Es por ello que el mismo autor más adelante, continua señalando que “el suplicio se ha hecho intolerable. Irritante, si se mira del lado del poder, del cual descubre la tiranía, el exceso, la sed de desquite y el “cruel placer de castigar”. Vergonzoso, cuando se mira del lado de la víctima, a la que se reduce a la desesperación y de la cual se quisiera que todavía bendijera “al cielo y a sus jueces de los que parece abandonada”. Peligroso de todos modos, por el apoyo que en él encuentran una contra otra, la violencia del rey y la del pueblo”. (Foucault, M. Vigilar y castigar). Hoy en día, el establecimiento de un sistema punitivo que indudablemente castiga la comisión de un hecho delictivo, sin embargo a la par que reprende la conducta del autor del delito, persigue otros fines que, en principio, giran en torno a dos grandes objetivos, la prevención y la reinserción. En definitiva, que el condenado no vuelva a reincidir en la comisión de otro hecho delictivo, incluso que con su ejemplo la sociedad no imite semejante comportamiento, y que una vez cumplida la pena impuesta, el penado logre reinsertarInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 22 Ilmo Sr. D. Herminio Maillo Pedraz se, reintroducirse dentro de un contexto social normalizado. Ahora bien, tales objetivos deberán necesariamente conciliarse, entre otros principios, con los de la humanidad, la dignidad y, por supuesto la abolición de las torturas o cualquier otro trato degradante. Por ello, decía Cesare Beccaria en su «Tratado de los delitos y las penas», que “el fin de la pena no es otro que impedir al reo causar nuevos daños a los ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales, luego deberán ser escogidas aquellas penas y aquel método de imponerlas que, guardada la proporción, hagan una impresión más durable sobre los ánimos de los hombres, y la menos dolorosa sobre el cuerpo del reo”. Todos nosotros, a pesar de reconocer la existencia de diferentes tipos de penas, te- 1 nemos la natural tendencia a vincular el castigo de un delito con el ingreso de su autor en prisión, en un centro penitenciario. Sin embargo, hoy en día, existe un importante movimiento que desarrolla un proceso crítico del sistema de penas privativas de libertad, defendiendo la necesidad de revisión del mismo, así como de los postulados sobre los que se asienta. Critican que la actual masificación de nuestro sistema penitenciario impide la ejecución de la pena de forma conveniente, no permitiendo la futura reinserción del reo, máxime cuando el mismo sufre el ambiente corruptor de las prisiones, que en los supuestos de penas de larga duración, en contra del pretendido fin genera una evidente desocialización del condenado.1 Frente a dicho movimiento, no dejan de existir también fundadas y razonadas defensas de la pena privativa de libertad. Así por ejemplo, Cid Moliné (“El sistema de penas desde una perspectiva reduccionista: alternativas a la pena de prisión”. Política Criminal: Cuadernos de Derecho Judicial IV 1999. Consejo General del Poder Judicial, pág. 124 y ss), señala que cuatro principios (ventajas) que garantiza la pena privativa de libertad: La IGUALDAD de las penas es un principio muy importante para el liberalismo pues de lo que se trata es de que la amenaza de una pena pueda servir como contraestimulo para la realización de las conductas punibles frente a cualquier persona con independencia de sus condiciones personales y sociales. La pena de prisión permite satisfacer este principio porque priva de un bien (la libertad ambulatoria) que todos los ciudadanos tienen interés en conservar y porque el mal que produce no depende, al menos básicamente, de sus mayores o menores posibilidades económicas. La HUMANIDAD de las penas, campo de batalla de los autores ilustrados frente al derecho penal del antiguo régimen, acusado de prever penas que causaban un sufrimiento innecesario. Frente a la pena de muerte o a las penas corporales, la pena de prisión puede ser vista como una sanción humana, pues supone una privación temporal de un bien que, a diferencia de otras penas, deja indemne a la persona. La EFECTIVIDAD consiste en que las penas previstas por un sistema penológico deben tener capacidad de conseguir fundamentalmente dos funciones: la prevención general, esto es, la capacidad de operar como desestímulo a la realización de delitos, y la prevención especial, esto es, su capacidad de conseguir que el delincuente no vuelva a comportamientos delictivos. Mediante el cumplimiento, en determinada medida, de tales funciones se lograría un determinado grado de protección de los derechos y bienes de las personas. La PROPORCIONALIDAD consiste en que exista una correspondencia entre la gravedad de los delitos y de las penas. A través de las penas proporcionales se puede lograr una revención general diferenciada, esto es conseguir canalizar la conducta de las personas no solo a no realizar delitos sino también, en caso de que la persona no se haya sentido en general desestimulada, a que realice las conductas de menor gravedad. La pena de prisión permite satisfacer este principio por cuanto resulta ser una pena perfectamente graduable. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 EJECUCIÓN DE MEDIDAS PENALES ALTERNATIVAS A LA PRISIÓN Evitando profundizar en la crítica de un sistema basado en la imposición de penas privativas de libertad que, por otro lado, todos nosotros consideramos necesario, sí podemos señalar que la existencia de medidas alternativas a la prisión indudablemente aporta importantes ventajas. Así según García Valdés, son tres principalmente las ventajas de las medidas alternativas a la prisión: • Mayor facilidad para individualizar la sanción atendiendo a las circunstancias personales del delincuente. • Su menor coste en comparación al encarcelamiento. • Su finalidad resocializadora frente a los efectos desocializadores de las penas de prisión. Expuesto lo anterior, resulta evidente, que las anteriores ventajas, fundamentalmente la primera y la tercera, se convierten en autenticas exigencias cuando el sujeto de las mismas, el autor del delito, se encuentra aquejado de una enfermedad o trastorno mental. Ello ha llevado al legislador, a incluir adyacente al conjunto de penas, tanto privativas de libertad como no privativas, un sistema de medidas de seguridad que tiende a aproximarlas a las penas y con una introducción de nuevas respuestas o consecuencias jurídicas al delito, aunque en todo caso, vinculando su adopción a los mismos fines constitucionales. Así el artículo 25 de nuestra Constitución establece que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”. Se introducen, por lo tanto las medidas de seguridad, denominadas postdelictivas o postdelictuales, y ello, con la finalidad de anudar una consecuencia al delito en aquellos supuestos en los que no procede la imposición de una pena, o bien, la misma resulta objetivamente insuficiente para lograr los indicados fines. El Código Penal de 1995, aprobado por la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre de 1995, declara, en su artículo 20, “exentos de responsabilidad criminal: 1.- El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. 2.- El que al tiempo de cometer la infracción penal se halle en estado de intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos, siempre que no haya sido buscado con el propósito de cometerla o no se hubiese previsto o debido prever su comisión, o se halle bajo la influencia de un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia de tales sustancias, que le impida comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. 3.- El que, por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia, tenga alterada gravemente la conciencia de la realidad”. En tales supuestos, al declarar la exención de responsabilidad penal, y por lo tanto impedir el castigo de la conducta, sin embargo el Código Penal, prevé la posibilidad de imponer las medidas de seguridad que en su caso procedan. Puede ocurrir en los tres supuestos señalados que, las indicadas circunstancias, a pesar de concurrir en el momento de la comisión de un hecho delictivo no tengan la entidad que permita la exención de responsabilidad penal. Es por ello, que el artículo siguiente, artículo 21 del Código Penal, admite la posibilidad de Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 23 24 Ilmo Sr. D. Herminio Maillo Pedraz que las mismas sean valoradas como circunstancias atenuantes, conllevando una reducción de la pena a imponer y, a su vez, como luego veremos la posibilidad de imponer una medida de seguridad postdelictiva.2 Nuestro Código Penal, actualmente vigente, regula las medidas de seguridad dentro del Título IV, del Libro I, (artículos 95 a 108). De acuerdo con la indicada regulación, exponiendo de forma resumida el sistema de imposición y aplicación de las referidas medidas de seguridad, debemos comenzar señalando que únicamente se podrán imponer las mismas por el Juez o Tribunal sentenciador, cuando concurran estas circunstancias: • Que el sujeto haya cometido un hecho previsto como delito. • Que del hecho y de las circunstancias personales del sujeto pueda deducirse un pronóstico de comportamiento futuro que revele la probabilidad de comisión de nuevos delitos. • Cuando la pena que hubiere podido imponerse por el delito cometido no fuere privativa de libertad, el Juez o Tribunal sentenciador sólo podrá acordar alguna o algunas de las medidas previstas en el art. 96.3, que son aquellas que no conllevan una privación de libertad.3 Y es que, efectivamente, el Código Penal diferencia entre medidas de seguridad privativas de libertad y no privativas de libertad4, incluyendo entre las primeras: • El internamiento en centro psiquiátrico. • El internamiento en centro de deshabituación. • El internamiento en centro educativo especial. 2 Artículo 21 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995: Son circunstancias atenuantes: 1ª) Las causas expresadas en el Capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos. 2ª) La de actuar el culpable a causa de su grave adicción a las sustancias mencionadas en el número 2º del artículo anterior. 3ª) La de obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante. 4ª) La de haber procedido el culpable, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra él, a confesar la infracción a las autoridades. 5ª) La de haber procedido el culpable a reparar el daño ocasionado a la víctima, o disminuir sus efectos, en cualquier momento del procedimiento y con anterioridad a la celebración del acto del juicio oral. 6ª) La dilación extra ordinaria e indebida en la tramitación del procedimiento, siempre que no sea atribuible al propio inculpado y que no guarde proporción con la complejidad de la causa. 7ª) Cualquier otra circunstancia de análoga significación que las anteriores. 3 Artículo 95 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 EJECUCIÓN DE MEDIDAS PENALES ALTERNATIVAS A LA PRISIÓN El internamiento en centro psiquiátrico. El internamiento en centro de deshabituación. Procederá en los supuestos en los que el autor del delito sea declarado exento de responsabilidad criminal conforme al número 1º del art. 20, es decir, cuando la persona al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. Deberá llevarse a cabo en un establecimiento adecuado al tipo de anomalía o alteración psíquica que se aprecie. El internamiento no podrá exceder del tiempo que habría durado la pena privativa de libertad, si hubiera sido declarado responsable el sujeto, y a tal efecto el Juez o Tribunal fijará en la sentencia ese límite máximo. El sometido a esta medida no podrá abandonar el establecimiento sin autorización del Juez o Tribunal sentenciador, de conformidad con lo previsto en el art. 97 de este Código.5 Se impondrá la referida medida a los exentos de responsabilidad penal conforme al número 2º del art. 20, concretamente a aquellos que al tiempo de cometer la infracción penal se hallen en estado de intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos, siempre que no haya sido buscado con el propósito de cometerla o no se hubiese previsto o debido prever su comisión, o se halle bajo la influencia de un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia de tales sustancias, que le impida comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. La medida de internamiento tendrá lugar en un centro de deshabituación público o privado pero en todo caso debidamente acreditado u homologado. Al igual que en el caso anterior la medida no podrá exceder del tiempo que habría durado la pena privativa de libertad, si el sujeto hubiere sido declarado responsable. 4 Artículo 96 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. Serían medidas de seguridad no privativas de libertad: 1ª) La inhabilitación profesional. 2ª) La expulsión del territorio nacional de extranjeros no residentes legalmente en España. 3ª) La libertad vigilada 4ª) La custodia familiar. El sometido a esta medida quedará sujeto al cuidado y vigilancia del familiar que se designe y que acepte la custodia, quien la ejercerá en relación con el Juez de Vigilancia Penitenciaria y sin menoscabo de las actividades escolares o laborales del custodiado. 5ª) La privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores. 6ª) La privación del derecho a la tenencia y porte de armas. 5 Artículo 101 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 25 26 Ilmo Sr. D. Herminio Maillo Pedraz El internamiento en centro educativo especial. Por último a los que fueren declarados exentos de responsabilidad conforme al número 3º del art. 20, es decir a aquellas personas que por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia, tenga alterada gravemente la conciencia de la realidad, se les podrá aplicar, si fuere necesaria, la medida de internamiento en un centro educativo especial. Igualmente el internamiento no podrá exceder del tiempo que habría durado la pena privativa de libertad, si el sujeto hubiera sido declarado responsable y, a tal efecto, el Juez o Tribunal fijará en la sentencia ese límite máximo. Tampoco el sometido a esta medida podrá abandonar el establecimiento sin autorización del Juez o Tribunal sentenciador.7 Como vemos las anteriores medidas, en todo caso, están limitadas temporalmente, de acuerdo con un criterio comparativo que las relaciona con la pena privativa de libertad que se habría podido imponer si el sujeto hubiere sido declarado responsable. Sin embargo, a diferencia de las penas, en el supuesto de las medidas de seguridad, el Código Penal las somete a un específico programa de revisión, de tal forma que durante el cumplimiento de la medida el Juez o Tribunal sentenciador podrá: • Mantener la medida de seguridad impuesta, con el límite temporal señalado. • Decretar su cese en cuanto desaparezca la peligrosidad criminal del sujeto. • Sustituir una medida de seguridad por otra que estime más adecuada. • Dejar en suspenso la ejecución de la medida en atención al resultado ya obtenido con su aplicación, por un plazo no superior al que reste hasta el máximo señalado en la sentencia que la impuso. La suspensión quedará condicionada a que el sujeto no delinca durante el plazo fijado, y podrá dejarse sin efecto si nuevamente resultara acreditada cualquiera de las circunstancias previstas en el art. 95 de este Código.8 A los efectos de adoptar cualquiera de las decisiones anteriores, el Juez de Vigilancia Penitenciaria estará obligado a elevar al menos anualmente, una propuesta de mantenimiento, cese, sustitución o suspensión de la misma. Para formular dicha propuesta el Juez de Vigilancia Penitenciaria deberá valorar los informes emitidos por los facultativos y profesionales que asistan al sometido a medida de seguridad o por las Administraciones Públicas competentes y, en su caso, el resultado de las demás actuaciones que a este fin ordene. Como ya indicábamos más arriba es posible que a pesar de concurrir en el momento de la comisión de un hecho delictivo, alguna de las tres circunstancias analizadas, las mismas no tengan la entidad que permita la exención de responsabilidad penal. Es por ello, que el artículo 21 del Código Penal, admite la posibilidad de que las mismas se han valoradas como circunstancias atenuantes, conllevando una reducción de la pena a imponer y, a su vez, la posibilidad de establecer una medida 7 Artículo 103 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. 8 Artículo 97 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 EJECUCIÓN DE MEDIDAS PENALES ALTERNATIVAS A LA PRISIÓN de seguridad. Concretamente el artículo 104 del Código Penal, prevé que en estos supuestos el Juez o Tribunal podrá adoptar, además de la pena correspondiente, las medidas previstas en los arts. 101, 102 y 103, que ya hemos examinado. En este caso, al concurrir penas y medidas de seguridad privativas de libertad, el Juez o Tribunal ordenará el cumplimiento de la medida, que se abonará para el de la pena. Una vez alzada la medida de seguridad, el Juez o Tribunal podrá, si con la ejecución de la pena se pusieran en peligro los efectos conseguidos a través de aquélla, suspender el cumplimiento del resto de la pena por un plazo no superior a la duración de la misma.9 Por último, sí hemos de detenernos aunque sea brevemente en una medida seguridad no privativa de libertad, que indudablemente tiene trascendencia a los efectos que nos ocupan. El Código Penal, recoge en su artículo 105, una relación de medidas de seguridad que a diferencia de las anteriores no conllevan una pérdida de la libertad de la persona. Entre ellas, expresamente admite la libertad vigilada que consiste en el sometimiento del condenado a control judicial a través del cumplimiento por su parte de alguna medida u obligación y, entre ellas, la de seguir tratamiento médico externo, o de someterse a un control médico periódico que, a diferencia del internamiento, deberá desarrollarse de forma ambulatoria. La referida 9 medida igualmente, es susceptible durante su ejecución de ser modificada, reducida o dejada sin efecto, cuando las circunstancias concurrentes así lo aconsejen.10 Conclusión. Crítica al sistema de medidas de seguridad Como vemos nuestro sistema penal, establece dos clases distintas de reacciones o consecuencias jurídicas frente al delito: la punitiva, cuyo fundamento y límite sería la culpabilidad del sujeto, y la imposición de medidas de seguridad, cuyo presupuesto es únicamente su peligrosidad. De ahí la denominación con la que se suele designar a esta propuesta, la de «doble vía»11. En todo caso, la característica medular de nuestro sistema de imposición de medidas de seguridad, la esencia que a su vez permite diferenciar las mismas de las penas, es que su fundamento o justificación se asienta, junto con la comisión de un hecho tipificado como delito, en la peligrosidad criminal del sujeto.12 Es por ello, profundamente criticable la innegable vinculación que se efectúa por nuestro Código Penal, que nos permite triangular, en el caso de las personas que padecen una enfermedad mental, la comisión de un delito con la futura peligrosidad social de su autor, siendo justamente el nexo que permite Artículo 99 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. 10 Artículo 106 del Código Penal, L.O. 10/1995, de 23 de noviembre de 1995. 11 Se denomina sistema «vicarial», al compatibilizar ambas vías computando, como veíamos el tiempo de cumplimiento de la medida de seguridad como parte de tiempo de la pena. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 27 28 Ilmo Sr. D. Herminio Maillo Pedraz afirmar tal presunción, la sola existencia de un trastorno mental, la adicción a sustancias tóxicas o la mera alteración de la percepción de la realidad. Se antepone así, los intereses de una sociedad, que prima su tranquilidad y seguridad, frente a la adecuada atención de las personas que padecen una enfermedad. No cuestiono la necesidad de la adopción de la medida de seguridad, ni siquiera su benevolencia, o la objetiva ventaja de sustituir la misma por una medida, en principio, menos gravosa que el ingreso en un centro penitenciario, lo que cuestionó es que ello se asiente sobre lo que no deja de ser mas que un simple pronóstico, una peligrosa presunción de peligrosidad, que indudablemente como señalaba nuestro Tribunal Constitucional en su Sentencia de fecha 14 de febrero de 1986, tiene que se probada, aunque a nadie se le puede escapar la dificultad probatoria que conlleva lo que en definitiva no puede ser mas que un mero juicio futuro, un simple presentimiento. Debemos por ello, defender la existencia de las medidas, como una indudable alternativa al ingreso en prisión, pero no asentar las mismas en la mera peligrosidad social del sujeto, sino en una individualización de sus circunstancias personales, en la necesidad de someter al mismo a un tratamiento médico o corrector de sus adicciones, que al margen de juicios hipotéticos, se dirija a lograr una 12 estabilización médica del sujeto o la superación de su adicción o la obtención de los recursos necesarios que permitan que el mismo, tenga en un futuro una vida normalizada, en un contexto social alejado del delito, pero a su vez garante de los derechos que le corresponden como a todo ciudadano. Por otro lado, el actual sistema, en realidad no ha servido para una adecuada individualización e identificación del autor del delito cuando el mismo padece un trastorno mental. Desgraciadamente nuestros Centros Penitenciarios se encuentran con una elevada tasa de reclusos que presentan algún tipo de patología mental. En muchas ocasiones, la existencia del trastorno mental no habrá impedido que se reconozca al mismo su imputabilidad, y por lo tanto al no estar exento de responsabilidad penal, la necesaria consecuencia de su privación de libertad, sin embargo, mucho me temo que en muchas ocasiones las personas que padecen enfermedades mentales atraviesan todo el procedimiento judicial sin que se lleve acabo una correcta valoración de su salud mental, ni de su capacidad volitiva o intelectiva, lo que conduce a la celebración de un juicio, sin plenas garantías de defensa, y tristemente el inevitable ingreso en prisión. Por último, las previsiones legislativas que han permitido la adopción de medidas de seguridad, como no es extraño en nuestro país, Según JORGE BARREIRO, «La reforma de 1978 a la LPRS», en Comentarios a la legislación penal, vol. II, El derecho penal del Estado democrático, Madrid, 1983, p 488, las medidas de seguridad son «medios penales preventivos de lucha contra el delito, que implican privación de bienes jurídicos, y que se caracterizan por ser aplicadas por los órganos jurisdiccionales en función de la peligrosidad criminal del sujeto –demostrada con ocasión de haber cometido un hecho previsto en la ley como delito– y por estar orientadas a la prevención especial del delito (finalidades de corrección, tratamiento y aseguramiento)». Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 EJECUCIÓN DE MEDIDAS PENALES ALTERNATIVAS A LA PRISIÓN no se han acompañado de los necesarios recursos materiales, siendo evidente la escasez de centros adecuados para el cumplimiento de las medidas de seguridad, especialmente en los supuestos de tratamiento de trastornos mentales graves, lo que al postre ha conducido a que la mayor parte de las medidas de seguridad postdelictiva previstas en el artículo1 01 del Código Penal se terminen cumpliendo en los dos psiquiátricos penitenciarios que existen en nuestro país, los cuales, a la postre, tienen un carácter más penitenciario que terapéutico. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 29 30 Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 31 MALA PRAXIS EN PSIQUIATRÍA - MALPRACTICE IN PSYCHIATRY Carles Martin-Fumadó Institut de Medicina Legal de Catalunya. Barcelona, España. carles.martin@xij.gencat.cat Esperanza L. Gómez-Durán Servicio de Responsabilidad Profesional. Área de Praxis. Colegio de Médicos de Barcelona. Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña. Barcelona, España. Unidad de Psiquiatría. Fundació Sociosanitària de Barcelona. Barcelona, España. Departamento de Medicina. Facultad de Medicina. Universitat Internacional de Catalunya. Barcelona, España. Josep Arimany-Manso Servicio de Responsabilidad Profesional. Área de Praxis. Colegio de Médicos de Barcelona. Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña. Barcelona, España. Unidad de Medicina Legal y Forense. Departamento de Salud Pública. Facultad de Medicina. Universidad de Barcelona. Barcelona, España. Resumen La responsabilidad profesional médica (RPM) es la obligación de reparar las consecuencias de los actos profesionales y las omisiones que hayan causado un daño o perjuicio, ya sea por no haber puesto los medios necesarios o el cuidado adecuado en la asistencia a un paciente, ya sea por negligencia en su conducta o por incumplimiento de la lex artis. Actualmente, la lex artis ad hoc constituye el criterio para valorar la corrección de un acto médico concreto ejecutado por el médico. El interés y preocupación por la RPM son a la vez una problemática antigua y actual y en respuesta a dicha preocupación, desde hace años se dedican grandes esfuerzos a la denominada Seguridad Clínica. La Psiquiatría posee una serie de características específicas que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar dicha RPM. La Psiquiatría tiene un riesgo muy bajo de reclamación y el porcentaje de casos en los que se considera probada la existencia de responsabilidad resulta igualmente bajo, pero existen ciertas actuaciones específicas que deben abordarse para la mejora de la seguridad clínica. Palabras clave: Responsabilidad profesional médica; malpraxis; Psiquiatría; seguridad clínica. Abstract Medical professional liability (MPL) is the duty to repair the consequences of professional acts and omissions that caused injury or prejudice either for failing means necessary or proper care in assisting a patient, whether they performed a negligent conduct or breached the lex artis. Currently, the lex artis ad hoc is the criterion for assessing the correctness of a particular medical procedure performed by the physician. The interest and concerns for the MPL are both ancient and current problems and in responInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 32 Carles Martin-Fumadó / Esperanza L. Gómez-Durán / Josep Arimany-Manso se to this concern, great efforts have been made regarding Clinical Safety. Psychiatry has a number of specific characteristics that must be taken into account when assessing this MPL. Psychiatry has a very low risk of claim and the percentage of cases in which responsibility is considered proven is equally low, but there are some specific actions to be taken to improve clinical safety in Psychiatry. Palabras clave: Medical professional liability; malpractice; psychiatry; clinical safety. Introducción. Aspectos medicolegales. El interés y preocupación entre los profesionales de la psiquiatría por aspectos de responsabilidad profesional médica (RPM) es creciente. El presente artículo tiene como objetivo dar a conocer los puntos clave para la valoración de dicha RPM en la especialidad de psiquiatría, basándose en la experiencia del Área de Praxis del Servei de Responsabilitat Professional (AP-SRP) del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC). De forma gráfica, la medicina legal y forense puede definirse como la pieza del puzzle que une la medicina y el derecho. Así pues, para abordar una problemática tan médica como la responsabilidad profesional es necesario el conocimiento previo de aspectos puramente jurídicos como son la propia definición de responsabilidad profesional médica, sus tipos o el concepto de mala praxis médica. Existen infinitas posibles definiciones para el concepto de responsabilidad profesional médica. El CCMC, a través de los Quaderns de Bona Praxis (1), la define como “la obligaInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 ción del médico de reparar las consecuencias de sus actos profesionales y las omisiones que hayan causado un daño o perjuicio, ya sea por no haber puesto los medios necesarios o el cuidado adecuado en la asistencia a un paciente, ya sea por negligencia en su conducta o por incumplimiento de la lex artis”. A su vez, es necesario recordar que los actos derivados del ejercicio profesional del médico pueden dar lugar a distintos tipos de responsabilidad en función del ámbito de actuación en el que tienen lugar. Así, puede distinguirse una responsabilidad penal, civil, contenciosa-administrativa y, finalmente, una ético-deontológica y colegial. También es necesario recordar en este momento que la obligación contractual o extracontractual del médico y, más en general, del profesional sanitario, según la doctrina clásica del Tribunal Supremo, no es la de obtener en todo caso la curación del enfermo (con la excepción, hoy también discutida, de la denominada medicina satisfactiva o de resultados). Es decir, no es la suya una obligación de resultados sino una obligación de medios. Por otro lado, el término lex artis (standard of care en el mundo anglosajón), es usado como sinónimo de técnica correcta o, de manera más precisa, como la asistencia médica que proporcionaría un médico razonable en las mismas o similares circunstancias. La lex artis ad hoc constituye el criterio para valorar la corrección de un acto médico concreto ejecutado por el médico. Habitualmente, en el ámbito judicial, la valoración médica de una praxis asistencial es encargada a los integrantes del Cuerpo Nacional de Médicos Forenses. Para ello, los elementos a considerar en dicha valoración son los denominados criterios de normopraxis asistencial de Rodríguez Pazos (2); diligencia, prudencia, pericia y atención, para MALA PRAXIS EN PSIQUIATRÍA - MALPRACTICE IN PSYCHIATRY cada uno de los procesos que integran el acto médico; estudio clínico, diagnóstico, elección de alternativas terapéuticas, información, procedimiento terapéutico, seguimiento evolutivo y cumplimiento de las normas medicolegales. A nivel europeo (3) y español (4) existen guías para la realización de dicha pericial medicolegal de valoración de praxis, generalmente de gran dificultad, que no tiene que enfocarse únicamente en la búsqueda de la responsabilidad profesional, sino que debería intentar esclarecer todos los factores que pueden haber incidido en el desarrollo de un evento adverso o en la falta de seguridad clínica (4). Contextualización de la responsabilidad profesional médica en España. El interés y preocupación por la responsabilidad profesional médica son a la vez una problemática antigua y actual. Se ha descrito a nivel internacional y español una tendencia alcista significativa en el número de reclamaciones debido a múltiples causas. Fundamentalmente, el cambio en la relación médico-paciente, de una actitud paternalista a la de la autonomía del paciente, unido a la existencia de una mayor actividad médica, una mayor tecnificación y complejidad de la medicina, la participación del paciente en la toma de decisiones, las mayores expectativas en pacientes y familiares, las mayores exigencias lógicas de información así como las ansias mercantilistas entre otras, han contribuido a este aumento. En respuesta a dicha preocupación, desde hace años se dedican grandes esfuerzos a la denominada Seguridad Clínica, especialmente tras la publicación en 1999 del informe To err is human. Building a safer health sys- tem (5), en el que se reconocía, en su prefacio, la gran cantidad de eventos adversos de tipo iatrogénico que se producían y que la mayoría de dichos errores podían ser prevenidos. Casi dos décadas después de dicho informe, numerosos estudios constatan que los errores médicos se han reducido considerablemente si bien, paradójicamente, a nivel internacional existe un incremento en el número de reclamaciones por presunta mala praxis médica, lo que hace hoy necesario aún, un esfuerzo suplementario en la mejora de la seguridad clínica (6). En este sentido, se ha subrayado la necesidad de un mayor conocimiento de la situación, a través de la potenciación y aprovechamiento de las bases de datos existentes sobre responsabilidad profesional médica. El análisis de las reclamaciones por presunta responsabilidad profesional médica se ha señalado como una potencial fuente de aprendizaje del error para los facultativos, considerando siempre que no todos los eventos adversos en medicina se siguen de una reclamación y que no todas las reclamaciones corresponden a auténticos eventos adversos o a eventos adversos de los considerados prevenibles (7-8). Por otro lado, es conocido que existe una diferente incidencia de reclamación según las distintas especialidades médicas. En concreto, parece que la especialidad de Psiquiatría posee un riesgo bajo de reclamación, tanto a nivel español (9) como internacional (10). Sin embargo, las repercusiones de las reclamaciones por presunta mala praxis sobre la praxis y sobre el propio facultativo implicado han sido ampliamente descritas, por lo que la importancia de esta materia también en Psiquiatría resulta innegable. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 33 34 Carles Martin-Fumadó / Esperanza L. Gómez-Durán / Josep Arimany-Manso Características específicas de la Psiquiatría en relación con la responsabilidad profesional médica La medicina no es una ciencia exacta y dentro de ella, la Psiquiatría es, si cabe, una de las especialidades más “inexactas” y más humana a la vez. La investigación y tratamiento de las conductas y de las facultades anímicas la hace moverse en un campo donde las mediciones son difíciles, lo que puede generar riesgos, incluidos los de posibles reclamaciones por mala praxis (11). Es palpable la dificultad que surge en la práctica a la hora de hacer evidente una prueba para demostrar la falta o la existencia de relación de causalidad en un supuesto caso de mala praxis. Es muy difícil y a veces imposible conocer la intimidad de cada persona, sus motivaciones y fuerzas anímicas, así como los intrincados mecanismos que la llevan a expresar una conducta. E igualmente lo es determinar si en los mismos hubo algo determinado por la actuación del terapeuta y que interviniera como un elemento de la responsabilidad del mismo (11). Además, la existencia de diversas escuelas y paradigmas en el ejercicio de la Psiquiatría, constituye una dificultad añadida a la hora de enjuiciar acerca de la praxis y la lex artis ad hoc en Psiquiatría (12). Asimismo, también reúne una enorme dificultad la apreciación del grado de responsabilidad en los fallos asistenciales más globales, sobre todo, los referidos a la vigilancia y seguridad del enfermo ingresado. Como es lógico, no es posible durante 24 horas controlar plenamente a un enfermo, salvo con medidas muy excepcionales de aislamiento y sujeción y que contradicen el espíritu y actitud de autonomía que inspira hoy la praxis psiquiátrica (11). Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 Además es infrecuente la existencia de una trascendencia física o ésta es poco duradera derivada del acto médico reclamado, siendo lo más frecuente que las lesiones no suelan ser ni muy graves ni permanentes, por lo que el perjuicio ocasionado no puede ser fácilmente evaluado. Por otro lado, las reclamaciones por daños emocionales suelen tener poco éxito, debido entre otros factores a esa difícil valoración (11). Así, al ser la Psiquiatría una ciencia empírica y utilizar el subjetivismo en casi todos sus juicios y actuaciones, el psiquiatra puede tener, en algunos casos, una difícil defensa frente a reclamaciones donde es preciso demostrar con datos objetivos el método seguido en sus actos profesionales. Este actuar con subjetividad del psiquiatra constituye un factor de mayor vulnerabilidad, si bien tampoco hay que olvidar que constituye, al mismo tiempo, un factor que también puede resultar relevante para su defensa (11). En lo que se refiere a las actuaciones, quizás sea la problemática de la actuación del psiquiatra frente al suicidio la que plasma el quehacer psiquiátrico de forma más evidente. Así, ante la prevención del suicidio, el psiquiatra debe hacer una valoración que se traduce, en definitiva, en un juicio subjetivo aunque haya contado con elementos objetivos y derivado de ese juicio toma una serie de decisiones ajustadas a la evaluación realizada. Por lo aquí expuesto, constituye uno de los aspectos que más reclamaciones genera, pero ocurre lo mismo ante la prevención de cualquier otra conducta anómala, violenta o antisocial, la denominada “valoración del riesgo”. A efectos numéricos, las reclamaciones motivadas por una disconformidad con la valoración del riesgo autolítico suponen casi el 25 % de todas las reclamaciones interpuestas en la especialidad de psiquiatría (11). Estas conductas resultan impredecibles MALA PRAXIS EN PSIQUIATRÍA - MALPRACTICE IN PSYCHIATRY de una manera absoluta y, normalmente, la responsabilidad se puede plantear solamente cuando existen conductas previsibles y evitables y no se toman las medidas adecuadas al respecto (11). Por otro lado, en lo que se refiere a los motivos generales de reclamación en Psiquiatría, las disconformidades en todo lo que tiene relación con el diagnóstico y el tratamiento aglutinan aproximadamente el 75 % de las reclamaciones, contrariamente a la opinión generalizada de muchos profesionales de la Psiquiatría, basada en su propia experiencia, que creen que los problemas derivados de la vigilancia y atención de los pacientes, las situaciones derivadas de contenciones mecánicas, las fugas del centro o asuntos relacionados con internamientos psiquiátricos involuntarios representarían un porcentaje elevado de las reclamaciones interpuestas por RPM contra los facultativos en la especialidad de Psiquiatría. Las situaciones descritas en el párrafo anterior tienen, con carácter general, peor pronóstico de resultado que las reclamaciones motivadas por aspectos relacionados con el diagnóstico y el tratamiento, pero este tipo de reclamaciones con frecuencia no se dirigen hacia los facultativos de forma directa. Es decir, las reclamaciones por fuga y demás consecuencias derivadas de una posible negligencia in vigilando, suelen dirigirse contra las instituciones ocupadas de la asistencia, por entenderse como una actuación conjunta no específica del profesional. Estudios del AP-SRP del CCMC El AP-SRP del CCMC, en su objetivo de mejora de la Seguridad Clínica, ha realizado múltiples estudios de responsabilidad profesional médica en diversas especialidades médicas (13-16), incluyendo una tesis doctoral que aborda el análisis de la responsabilidad profesional médica derivada del ejercicio de la Psiquiatría y de la Medicina Legal (11). El CCMC dispone de una base de datos con la información integrada de todos los expedientes de reclamación de responsabilidad profesional que recaiga sobre profesionales médicos colegiados en alguno de los cuatro colegios de médicos a los que representa y asegurados en la póliza de responsabilidad civil. Contiene la información de más de 25 años y 8.266 expedientes en la actualidad. La información contenida, muy heterogénea, abarca más allá del ámbito judicial y en consecuencia el análisis que puede derivarse es muy amplio, incluyendo variables del acto médico, del perjudicado y del profesional médico implicado. Este tipo de análisis realizados desde una perspectiva médico-legal, como el efectuado para la especialidad de Psiquiatría, cobran mayor interés ante la ausencia de estudios exhaustivos desde el ámbito judicial que aborden los fundamentos que justifican una sentencia condenatoria o absolutoria. En el análisis de la especialidad de Psiquiatría llevada a cabo en el AP-SRP, si bien existen ciertas limitaciones comunes a otros trabajos de referencia en la materia como son las derivadas de la propia base de datos utilizada (fundamentalmente la denominada single insurance) y las derivadas del análisis estadístico por el relativo pequeño tamaño muestral (10,17), puede deducirse que: 1- De acuerdo con todos los trabajos existentes, tanto a nivel español como internacional (9-11) (17), la especialidad de Psiquiatría es una especialidad con un riesgo muy bajo de reclamación. Entre los posibles motivos de esta baja incidencia de reclamación puede apuntarse, entre otras, que los procedimientos psiquiátricos raramente ocasionan secuelas más Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 35 36 Carles Martin-Fumadó / Esperanza L. Gómez-Durán / Josep Arimany-Manso allá del daño emocional, por lo que en muchas ocasiones, no se denuncian o por las consecuencias de la propia patología psiquiátrica que afecta a quienes interponen la reclamación. 2- Que el número de casos en los que se considera probada la existencia de responsabilidad resulta extremadamente bajo (9). 3- Que existen una serie de actuaciones específicas dentro del ejercicio de la Psiquiatría que destacan como diana de los esfuerzos en seguridad clínica por su frecuencia y consecuencias (18), entre las que destaca la valoración del riesgo autolítico (11). Recomendaciones generales derivadas de los tres puntos anteriores: Puede afirmarse que el suicidio es un fenómeno difícil de prever y de evitar. Además existen datos en nuestro entorno que apuntan a que en más de la mitad de los casos, el sujeto no tiene contacto con la red de salud mental (19). En este contexto, la evaluación del riesgo autolítico es una de las tareas más importantes, complejas y difíciles a las que debe enfrentarse cualquier clínico y que da lugar a que sean frecuentes las demandas de responsabilidad profesional en relación con la misma, cuando el desenlace final es el suicidio del paciente (20) por lo que, entre otras cosas, hay autores que subrayan la importancia de que la evaluación del riesgo de suicidio sea una de las competencias básicas en la formación de los psiquiatras (21). Si bien existen diversas guías para dicha valoración, algunos autores señalan que los informes clínicos sobre la evaluación de las personas que han intentado suicidarse en nuestro entorno no están comInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 pletos (22) siendo éste un aspecto en el que se recomienda mejorar. El hecho de emplear protocolos y escalas clínicas (o instrumentos de evaluación semiestructurados (22)), puede tener valor legal y puede ser muy útil para mejorar la forma en que se documenta la información, así como para aumentar la exhaustividad de la evaluación clínica. Con independencia de los instrumentos utilizados para la evaluación, siempre debe dejarse constancia en la historia clínica de los resultados de dicha evaluación en cumplimiento de los preceptos médico-legales básicos (especial atención a la adecuada documentación de la actuación, recomendaciones y planificación realizada) (20), ya que la historia clínica es el documento medicolegal esencial para la valoración de la praxis médica (4). 4- Que, en el contexto actual de la especialidad de medicina legal y forense, abocada a la desaparición (23), debe reivindicarse la necesidad de una intensa formación en Medicina Legal y Forense por parte de los profesionales que ejercen la especialidad de Psiquiatría, siendo ésta hoy en día escasa. Si bien es constatable igualmente, que tras varios años en los cuales las cuestiones legales y forenses de la Psiquiatría, aparentemente al menos, no despertaban apenas interés salvo de forma muy ocasional, actualmente resulta evidente la creciente demanda de formación en los temas de Psiquiatría con el mundo del Derecho, tanto por parte de médicos/psiquiatras en formación, MIR, como de especialistas en Psiquiatría (2325). Asimismo debe reivindicarse el papel de los médicos forenses (y de la proyección social y sanitaria de la medicina le- MALA PRAXIS EN PSIQUIATRÍA - MALPRACTICE IN PSYCHIATRY gal (26)), clave en la evaluación médica de las reclamaciones por supuesta mala praxis médica (4,8) así como en otras pericias, incluyendo las de carácter psiquiátrico, en las que hoy día en España, dadas las especificidades propias del ámbito en el que se requieren, no existe ningún otro colectivo más capacitado para llevarlas a cabo. Limitaciones El presente trabajo se basa en la revisión bibliográfica de la literatura científica sobre defectos de praxis y responsabilidad profesional médica en Psiquiatría, así como en el análisis de datos propios del SRP del CCMC. No existiendo registros oficiales de eventos adversos en Psiquiatría y tratándose de la póliza con el mayor porcentaje de asegurados del territorio, los datos analizados deben considerarse como la fuente actualmente disponible más representativa, si bien no incluyen las reclamaciones interpuestas por responsabilidad profesional médica directamente ante las instituciones sanitarias. Los restantes estudios publicados en nuestro entorno presentan importantes sesgos en la muestra por tratarse fundamentalmente de análisis de sentencias judiciales con muestras de conveniencia, no existiendo un registro oficial de sentencias sobre responsabilidad profesional médica. Bibliografía 1. Quaderns de Bona Praxi. Praxi mèdica i reclamacions judicials. Maig 2011. 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En el campo del Derecho, esas equivalencias semánticas surgen a abordar la noción de responsabilidad que, en una primera aproximación, puede entenderse como la obligación o el deber jurídico impuesto a una persona de pechar o soportar las consecuencias legalmente derivadas de su conducta. Esa obligación o deber jurídico, que aquí se toman como sinónimos cuando existen matices que los hacen diferentes, pueden tener distintos orígenes (lo que en términos jurídicos se conoce como fuentes de las obligaciones) y, entre ellos, dado que se debe destacar que este trabajo versa sobre el ámbito médico-sanitario, destaca en primer lugar el vínculo contractual (el Código Civil alude que tiene “fuerza de ley” entre las partes), en segundo las conductas que constituyen infracciones penales y por último los actos no constitutivos de delito o falta pero sí negligentes. Lo anteriormente expuesto hace necesario abundar en cada uno de esos orígenes y fuentes y, a la vez, ofrecer otros conceptos que son de forzosa referencia. Sin entrar en disquisiciones y controversias que no vienen al caso, se entiende por contrato el acuerdo entre varias voluntades personales, libremente emitidas, que va destinado a producir o extinguir un vínculo jurídico entre ellas. La jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo afirma reiteradamente, desde hace muchas décadas, que la relación entre médico y paciente es indudablemente de carácter contractual (asimilable, aunque con Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 42 José Mª Planchat Teruel características específicas, al contrato de arrendamiento de servicios), lo que tal vez sea matizable en algunos supuestos, en los que no es el propio paciente quien emite su consentimiento para ser tratado, cuando, por ejemplo, es un familiar o allegado suyo el que interesa los servicios asistenciales por imposibilidad o inconsciencia de aquel. Pero que generalmente el vínculo sea contractual, puesto que la inmensa mayoría de actuaciones médicas son debidamente programadas, no supone que indefectiblemente lo sea siempre. Esto hace aflorar lo que en términos jurídicos se denomina responsabilidad extracontractual, que es aquella que puede derivar cuando no existe concierto de voluntades previo al concreto acto médico que se lleva a cabo, como sucede en los casos en los que el profesional atiende a una persona por razón de urgencia por ejemplo tras haberse producido un accidente que ha presenciado o por una afección repentina en el medio de transporte público que ambos comparten en aquel momento. Restan por abordar dos de las señaladas como fuentes de las obligaciones, que son, por un lado, las conductas que constituyen infracciones penales y, por otro, los actos no constitutivos de delito o falta (es decir, que no constituyen infracciones penales) pero sí son negligentes. Como se verá, ambas comparten la noción de imprudencia o culpa. Centrando la atención en las primeras, la infracción penal requiere que el resultado del acto médico que afecta general, aunque no exclusivamente, a la vida o a la integridad física del paciente sea llevado a cabo por mediar dolo o por mediar imprudencia. El dolo es, esencialmente, intención deliberada de causar el resultado maliciosamente perseguido de lesión o de muerte del Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 paciente, como sería el médico que pauta deliberadamente un medicamento del que sabe que su principio activo es absolutamente incompatible con la salud del paciente, el cirujano que con vano pretexto aprovecha una nimia intervención quirúrgica para amputar una extremidad o parte de ella que nada tiene que ver con la operación, o el enfermero que inyecta al paciente a sabiendas una sustancia venenosa en lugar de un calmante con el fin de acabar con su vida. Ciertamente se trata de supuestos extremos, por fortuna, prácticamente inexistentes y estadísticamente mínimos. La imprudencia o culpa requiere de una actuación descuidada, no diligente, donde el resultado (lesivo o letal) no es querido ni perseguido pero sí es previsible, en mayor o menor grado (gravedad o levedad, sobre las que más adelante se volverá), por quien lleva a cabo la conducta. Como se advierte de todo ello, tanto en el dolo como en la imprudencia (en ambas formas de culpabilidad, se acostumbra a decir en términos jurídicos) el resultado (muerte o lesión del paciente por lo general) puede ser el mismo, pero no su reproche legal (traducido en una sanción: la pena), puesto que es indudablemente más reprobable la causación intencionada (por voluntad) que la causación negligente (por descuido). Existe, por último y como se ha enunciado, la responsabilidad civil sanitaria que deriva de los actos que, siendo negligentes no son, en cambio, constitutivos de delito o falta. Comparten con estas infracciones penales una de sus formas de imputación (la imprudencia) y el linde entre aquel acto médico sanitario culposo que no genera responsabilidad penal (es decir, no es constitutivo siquiera de falta), pero sí civil, es una de las cuestiones más difusas y donde se pueden encontrar menos consenso en la materia que LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO se viene tratando. La casuística es aquí la dominante y el interrogante siempre permanece abierto. El hecho que un determinado acto médico-sanitario negligente (pero no gravemente negligente que daría pie a un delito) entre en la órbita penal (en todo caso como falta, lo que equivale a levemente negligente) o quede en el ámbito estricto de la responsabilidad civil, contractual o extracontractual, es una de las materias que presenta los perfiles más difusos. II. La normativa general El derecho a la protección de la salud tiene alcance constitucional en el art. 43 de la Constitución dentro de los “principios rectores de la política social y económica”. Desarrollo relevante de esa premisa constitucional es la Ley 14/1986 General de Sanidad, de 25 de abril de 1986, que proclama que son titulares de este derecho, así como a la atención sanitaria, lo son todos los españoles y ciudadanos extranjeros que tengan establecida su residencia en territorio nacional (art. 1.2), y establece la finalidad fundamental de la actuación sanitaria expresando que “los medios y actuaciones del sistema sanitario estarán orientados prioritariamente a la promoción de la salud y a la prevención de las enfermedades” (art. 3.1). De acuerdo con sus principios inspiradores, los actos del médico, y del personal sanitario en general, han de ir encaminados tanto a la prevención de la salud como a la curación de las enfermedades, incluyendo en esto último obviamente la intervención quirúrgica. Al margen de la legislación sectorial autonómica, pueden resaltarse otras normas de alcance general vigentes, en concreto: a) Ley de 30/1979 de 27 de octubre sobre trasplante y extracción de órganos, cuando establece que para extracciones de órganos de personas vivas se exige el consentimiento, judicialmente por escrito y previa información exhaustiva del médico sobre las consecuencias, siendo revocable hasta el momento de la extracción. b) Ley 41/2002 de 14 de noviembre, reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, de capital importancia en la medida que regula los parámetros del conocido como consentimiento informado, que se analizará más adelante. c) Ley 29/2006 de 26 julio de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios (modificada por la posterior Ley 30/2009). d) Ley de 14/2007 de 3 de julio de investigación biomédica. III. Las vías jurisdiccionales de reclamación No es ningún secreto que la litigiosidad relativa a la atención médico-sanitaria ha ido en aumento progresivo durante las últimas décadas, tal vez la comprobación de las cifras no resulte de una mera y simple búsqueda estadística sino escudriñando y ahondando en los anales de jurisprudencia, fuente que tampoco es fiable al cien por cien y que puede ofrecer resultados no acordes a una realidad que, casi cotidianamente, demuestra que son múltiples las ocasiones en que el pleito no llega a su finalización, que podría tenerse como natural (sentencia), por alcanzarse un acuerdo económico previo. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 43 44 José Mª Planchat Teruel Lo primero que asalta al análisis es la opción entre la reclamación en vía penal y la reclamación en vía civil, pero, aún siendo las más frecuentes, no son las únicas. Existe una proliferación, también acaso creciente, en la reclamación contenciosoadministrativa cuando el nervio vertebrador de la pretensión es el funcionamiento del sistema de salud (normal o anormal funcionamiento, objetivado desde hace décadas y que automatiza la responsabilidad dado que prescinde de culpa por parte de los agentes sanitarios, lo que ha comportado ríos jurídicos de tinta), siempre en este caso público, conforme a la llamada responsabilidad patrimonial de la Administración (material o estructuras deficientes, incorrectas distribuciones de las funciones, listas de espera excesivas, etc.). Los perjudicados o afectados, o sus familiares directos, pueden dirigir su acción para poner en marcha el proceso judicial correspondiente de forma individualizada (frente al concreto profesional médico o sanitario), o de forma no individualizada (frente al Centro sanitario donde se llevó a cabo el acto médico o quirúrgico y también frente a la entidad aseguradora que ampara al concreto profesional o al Centro médico). En este trabajo se centrará la atención en aquel primero. La opción entre las señaladas vías penal y civil, que son las que centran este trabajo, deriva en consecuencias distintas. No puede ocultarse que la opción por la denuncia o querella (ambas formas de iniciar un proceso penal) es, en ocasiones, una opción no inocente pues es incuestionable su mayor potencialidad intimidatoria cuando, más allá de la depuración de una hipotética responsabilidad criminal (o acaso quedando ésta en un segundo plano), lo que se persigue es una pronta y satisfactoria indemnización Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 pecuniaria (finalidad realmente perseguida). Son harto frecuentes las causas en las que, estando o no en trámite incipiente, se alcanza un acuerdo económico (generalmente con la aseguradora del profesional médico o sanitario) que se traduce automáticamente en el apartamiento del perjudicado del proceso. La opción, como queda dicho, no responde siempre a la viabilidad o prosperidad jurídica (hipotética) de la reclamación, aunque hay que reconocer que, como se ha apuntado, el linde entre la imprudencia leve que da lugar a una infracción penal también leve (constitutiva de falta) y la culpa civil no siempre es nítido, sino todo lo contrario. La situación del perjudicado en una u otra vía es también sustancialmente distinta. La vía penal no resulta tan onerosa como la civil para un particular. Haciendo abstracción de la polémica suscitada con el establecimiento por Ley 10/2012 de las tasas judiciales, que entró en vigor el día 22/11/2012 y que sí afecta a la vía civil, el proceso penal puede incoarse por medio de simple denuncia, donde el particular no tiene que estar asistido de defensa y representación jurídicas (abogado y procurador) para que el proceso se inicie (sí, en cambio, si lo hace mediante querella, que además le supone la adquisición de la condición de parte procesal). Al tratarse los delitos imputados a los profesionales médico sanitario de los llamados delitos públicos, la puesta en marcha del proceso mediante denuncia comporta la actuación del Ministerio Fiscal, obligado constitucional y legalmente al impulso procesal siempre que se trate, obviamente, de acción sostenible. Pero si la situación del paciente que se siente perjudicado es distinta, la del profesional médico o sanitario también lo es. Solamente el inicio de un proceso penal contra LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO él posee una trascendencia que puede llegar a ser más o menos intensa, tanto personal como profesionalmente, que la vía civil no tiene, y, por supuesto, mucho más si concluye con condena. El riesgo que se asume, de verse condenado en una u otra vía, es diametralmente opuesto. En el proceso civil, aún contando que carezca de un contrato de seguro concertado (supuesto estadísticamente reducido), su patrimonio es lo único que se verá afectado. En el proceso penal la condena (siempre que lo sea por delito, no por falta) puede comportar una pena privativa de libertad, probablemente susceptible de suspensión (los otrora beneficios de condena condicional, que permite que las penas inferiores a dos años de prisión queden en suspenso durante determinado plazo si no se comete nuevo delito) pero no de inexistencia ante los ojos de los demás (como “si no hubiera pasado nada”) y hasta en su propia trayectoria profesional (contará con un antecedente penal), y además la inhabilitación especial para el ejercicio profesional, pena accesoria que acompaña a aquella primera cuando la conducta penada posee relación con la actividad profesional en sí. No son esas las únicas consecuencias negativas, acaso sí desde el prisma individual pero no desde el colectivo. La proliferación de la litigiosidad ha comportado un fenómeno en expansión que no se oculta en ninguna publicación, convención o reunión científica: el aumento de la conocida como medicina defensiva. En efecto, se acentúa una tendencia generalizada hacia actos médicos conservadores que, aunque intrínsecamente no puedan tacharse de inadecuados, sí pueden llegar a ser ineficaces para el objetivo de recuperación de los estándares de salud del enfermo. Se trata, en suma, de actuaciones médico sanitarias que inciden en los prolegómenos del tratamiento idóneo, o se recrean en la periferia de la enfermedad, sin atacar directamente a la causa real y conocida del quebranto de salud. Buen exponente de ello es la repetición de pruebas diagnósticas o indicativas, abuso de los controles preliminares, pautar medicación menos incisiva o de otras actuaciones que, no siendo contraindicadas por sí mismas, sí resultan ineficaces para actuaciones que precisan de actos médicos de más elevada contundencia o, si se quiere, agresividad. IV. Las características principales de la relación con el paciente desde el prisma jurídico No se trata ahora de insistir en el carácter contractual de la relación, a excepción de los supuestos extracontractuales (fuera de contrato), antes mencionados, sino reparar en aquellas características más sobresalientes en la relación entre médico y paciente que han puesto de relieve los estudios más autorizados en esta materia. Hay que iniciar esta recensión desde un punto de partida obligado: el paciente es profano e ignora el alcance de su enfermedad y, lo que no es menos importante, desconoce su remedio científico (o si éste realmente existe). Esta situación entraña una característica definitoria de la relación, sustancial como la que más, que es la confianza. Confianza ésta que bascula tanto en el normal grado de desconocimiento de un paciente como en la tranquilidad y seguridad que le proporciona que aquella persona a quien encomienda su cuidado o su tratamiento posee aptitud, reconocida oficialmente, para llevarlo a cabo. Pero el parámetro del reconocimiento oficial, mediante la correspondiente titulación, no es Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 45 46 José Mª Planchat Teruel elemento único de la competencia profesional que mueve a la confianza del paciente, pues ésta se extiende a la creencia de que el profesional sabe de los avances científicos de su rama o especialización y, en fin, “está al día” de la actualización científica. El carácter asistencial de la relación no es menos importante. La relación médicopaciente se enmarca, tal vez como otra manifestación de la confianza esencial, en que el profesional no se desentenderá de la concreta atención (por compleja que sea la enfermedad o por dificultoso que sea su tratamiento –debido a los más variados factores como antecedentes del propio paciente, dolencias arrastradas, etc.-), estando obligado a la utilización de sus conocimientos y los medios a su alcance para obtener la curación o, cuando menos, la paliación de la enfermedad, mediante el debido diagnóstico, la administración de medicamentos, el tratamiento, el seguimiento, etc. La confidencialidad de la relación es un sobresaliente rasgo definidor. La legislación procura el blindaje de que trascienda a terceros ajenos cuanto el médico ha conocido mediante el ejercicio de su profesión. La salud es un dato de los denominados especialmente protegidos en la Ley Orgánica 15/1999 de 13 de diciembre, de Protección de datos de carácter personal. El rigor del llamado secreto médico no se reduce a una mera declaración enunciativa en la Ley General de Sanidad (art. 10.3), sino que es objeto de tutela en la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo (sobre protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen) y, de forma mucho más contundente, como corresponde al máximo nivel de sanción, es bien jurídico protegido en el delito de descubrimiento y revelación de secretos del art. 199 del Código penal (que para el profesional comporta, Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 acumulativamente, penas de prisión, multa e inhabilitación de profesión). Mención específica es la que merece la información, no tanto considerada como apéndice del mencionado carácter asistencial de la relación (esto es, la transmisión que hace el profesional de la conveniencia de determinadas pautas de conducta o sobre el alcance de determinados riesgos a los que el paciente puede ser proclive o del balance general de su salud) sino en aquello que viene denominándose como consentimiento informado y no solamente así en los estudios de especialistas o tratadistas que lo abordan, o incluso ya incrustado en el lenguaje común, sino que esa es su rotulación legal en la antes citada la Ley 41/2002 de 14 de noviembre, reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica (art. 8). Si se repara en los concretos artículos de esta Ley que lo regulan pueden extraerse algunas exigencias básicas de cómo debe serlo y, en concreto, que la información suministrada sea comprensible y completa. Mal puede entenderse que consienta quien no goza de la información suficiente y no puede olvidarse que la actuación médica que el paciente acepta sobre su propio cuerpo es manifestación de su derecho inalienable a la integridad física, sobre la cual realiza un acto de disposición en ese momento pero también, a la par, es legitimador de la actuación médicoquirúrgica sobre su persona pues garantiza al profesional lo justificado de su actuación. Ahora bien, la Ley contempla la posibilidad de renuncia a la información (que deberá manifestarse por escrito), sin que ello suponga que se prescinda de su consentimiento, pues debe prestarlo antes de la intervención. Esta posibilidad da pistas, o permite abundar, sobre la diferencia entre el consentimiento como elemento necesario LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO e imprescindible en toda relación contractual y el consentimiento informado como algo distinto de aquel, cuestión que jurídicamente es sumamente atractiva pero que desborda los objetivos de este trabajo. Sin ánimo exhaustivo, del articulado de la repetida Ley pueden extraerse los extremos más sobresalientes acerca del consentimiento informado: a) oralidad como norma general (“el consentimiento será verbal por regla general”); b) necesidad de que lo sea por escrito en los casos siguientes: intervención quirúrgica, procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, aplicación de procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa sobre la salud del paciente; c) revocabilidad permanente (“el paciente puede revocar libremente por escrito su consentimiento en cualquier momento”); d) es prescindible en supuestos excepcionales, en concreto “cuando existe riesgo para la salud pública a causa de razones sanitarias” y “cuando existe riesgo inmediato grave para la integridad física o psíquica del enfermo y no es posible conseguir su autorización, consultando, cuando las circunstancias lo permitan, a sus familiares o a las personas vinculadas de hecho a él”; e) puede otorgarse por terceras personas (“por representación” en el texto legal) en los supuestos de incapacidad del paciente para la toma de decisiones o cuando su estado físico o psíquico no le permita hacerse cargo de su situación, o cuando esté incapacitado legalmente y, por último, cuando sea menor de edad (siempre que “no sea capaz intelectual ni emocionalmente de comprender el alcance de la intervención”). V. La responsabilidad penal médico-sanitaria Como antes queda expuesto, la inmensa mayoría de las acciones en el orden jurisdiccional penal emprendidas por particulares contra profesionales del ámbito medicosanitario se apoyan en la imprudencia o negligencia. Desde el prisma jurídico, la imprudencia viene caracterizada por las siguientes notas: a) una conducta positiva (acción, o sea, hacer algo) o negativa (omisión, es decir, dejar de hacer algo), en todo caso voluntaria (lo que podría entenderse coloquialmente por “libre”), que produce un resultado lesivo, o letal, pero no buscado intencionadamente (a propósito); b) que aquella conducta se deba a una falta de previsión relevante en grado de gravedad o de levedad; c) una infracción del deber objetivo de cuidado (es decir, una actuación descuidada); d) la producción de un daño que debería haber advertido el profesional, pero que no lo hizo; e) una relación de causalidad entre el proceder descuidado y el resultado producido que permita la imputación objetiva del segundo al primero (cuestión jurídica que excede también de los parámetros de este trabajo); f) la relevancia jurídico penal de la relación causal, no bastando la mera relación causal natural, sino que el resultado hubiese podido evitarse con una conducta diligente (o, cuando menos, no se hubiera incrementado el riesgo antecedente). Pero existen distintas categorías o clases de imprudencia. Nuestro Código Penal distingue la imprudencia grave y la impruInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 47 48 José Mª Planchat Teruel dencia leve (que en Textos penales anteriores se denominaban imprudencia temeraria e imprudencia simple), la primera será en todo caso productora de responsabilidad por delito y la segunda por falta. La distinción no radica en el resultado producido (una muerte puede ser causada por una negligencia grave o por una leve) sino a la cantidad y calidad de la ausencia de diligencia (los deberes de cuidado desatendidos). Será grave la imprudencia que haga tabla rasa de los deberes más elementales de prudencia (cuando se deja de hacer aquello que toda persona, incluso la más descuidada, en una situación idéntica, habría hecho), mientras que la leve comportará la falta de la atención normal, representando la infracción de un deber de cuidado de menor alcance. Junto a ellas, siempre cuando la negligencia sea grave (es decir, constituya delito) es obligado, cuando se aborda la responsabilidad penal médico-sanitaria, la mención a la denominada imprudencia profesional. En el Código Penal determinadas figuras delictivas contra la vida o la integridad humana (independiente o dependiente) cometidas por culpa contemplan esa imprudencia profesional. El Tribunal Supremo venía sentando antes de 1995 (antes del Código penal actual) que la profesión en sí misma no constituye, en materia de imprudencia, un elemento agravatorio ni cualificativo (la expresión era muy descriptiva: “no quita ni pone imprudencia”), y con posterioridad ha procedido a aclarar debidamente su alcance, expresando que la imprudencia profesional sólo supone un plus de antijuricidad consecutivo a la infracción de la lex artis y de las precauciones y cautelas más elementales, imperdonables e indisculpables a personas que, perteneciendo a una actividad profesional, deben tener unos conocimientos propios de una actividad profesional, esto es, que la Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 imprudencia profesional (siempre grave) no debe sugerir una diferencia cualitativa sino sólo cuantitativa. A tenor de dichas notas características, la cuestión esencial que asalta es precisamente cual es el canon de evaluación de la conducta activa o pasiva, pero en todo caso descuidada, que desemboca en el resultado. La respuesta a ese baremo, a esa forma de computar, viene de la mano de la conocida como lex artis (lo que en numerosos informes médico forenses aparece también, a modo de sinonimia, como normo praxis). La conducta negligente o imprudente se afirma a partir de de la comparación entre aquello que ha sido la conducta médico sanitaria realizada y la que debería de haberse realizado con observancia de las reglas que esa normal actuación impone (técnica normal o normo praxis). Este es el esencial criterio valorativo que, como es obvio, no puede dejar de tomar como referente la cualificación profesional del autor, la complejidad intrínseca del acto médico-sanitario, la situación de normalidad, o no, en que se realiza o las específicas condiciones del paciente. Un rápido repaso a las decisiones judiciales al respecto puede ofrecer un elenco de elementos que indefectiblemente han sido factores de ponderación. El primero tal vez posea un cierto regusto a perogrullada, a algo manifiesto e indiscutible, pero que no por ello debe perderse de vista como elemental punto de partida de la evaluación: la Medicina no es ciencia exacta y no puede pretender ser cierta sino solamente verificable, hallándose siempre en continua revisión en consonancia con los avances del progreso científico. Inmediatamente a lo dicho, otro ligado íntimamente: no es posible en el ámbito médico-sanitario hacer una formulación de generalizaciones aplicables a todos los su- LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO puestos, sino que es indispensable, acaso con mayor razón que en otros sectores, la individualización de cada supuesto concreto que se trate. Otro lo sería que el simple error científico o diagnóstico equivocado no supone responsabilidad penal, salvo cuando por su propia categoría o entidad, cualitativa o cuantitativa resulten de extrema gravedad. La pericia que ha de poseer el profesional no debe asociarse a la de un extraordinario o cualificado especialista, sino la correspondiente a la normalidad en la clase médica, o. en otras palabras, su aptitud profesional debe valorarse en comparación a la media, es decir, la diligencia exigible a un médico normal, por sus conocimientos y preparación. La correcta configuración de la diligencia exigible no puede hacer abstracción de las concretas circunstancias del acto médicosanitario. Esto es, resultaría un completo despropósito evaluar con iguales cánones el acto médico debidamente programado en el tiempo y que cuenta con todos los antecedentes de información fiables (anamnesis, análisis, visitas, etc.) con aquel que se desarrolla en condiciones de máxima urgencia o en condiciones accidentalmente precarias. El Tribunal Supremo tiene dicho reiteradamente que la Medicina no es Ciencia de resultados, sino de medios. Conviene detenerse un momento en esta apreciación. Toda actividad médico-sanitaria implica un grado más o menos elevado de incertidumbre, que es insoslayable por la propia naturaleza de la Medicina como Ciencia inexacta por mucho que progrese y afloren los más sofisticados o acabados medios, impensables hace unas décadas. Si a tan variables factores se suma la misma complejidad del organismo humano (auspiciada por innumerables circunstancias endógenas y exógenas) la problemática se acentúa nota- blemente. La obligación primaria es de utilización racional de los medios adecuados a la finalidad curativa. El fracaso del tratamiento nunca podrá considerarse por sí mismo, aislado de toda otra consideración, como fuente de responsabilidad del profesional. Resta el específico perfil del profesional. No solamente la competencia es valorable (y hasta presumible si se otorga plena confianza a la obtención del correspondiente título académico), sino sus capacidades emocionales y su necesaria actualización o puesta al día de sus conocimientos. Íntimamente ligado con esto último, una postrera consideración relativa al llamado trabajo en equipo. El ejercicio de la Medicina no suele ser una actividad unipersonal, sino que intervienen diversos estamentos profesionales. Tal división del trabajo puede serlo en lo que podría denominarse un plano horizontal (la relación entre el cirujano y el anestesista sería paradigmática aquí) donde la función entre los diferentes especialistas es independiente, pero puede también serlo vertical (ejemplo válido es la relación entre el médico o el cirujano y el personal de enfermería) donde sí que existe una subordinación, o sometimiento a las directrices, y se abre lo que se ha venido llamando deberes de diligencia secundarios, esto es, los que competen al jefe de equipo respecto a la supervisión, vigilancia y hasta selección de sus colaboradores. La división del trabajo a los efectos de responsabilidad profesional implica, como no puede ser de otra forma, un principio de confianza (el jefe del equipo se fía que aquello que encomienda al resto del personal es ejecutado correctamente), pero también la asunción de deberes de cuidado cuando deja de impartir las instrucciones necesarias o permite una indebida organización o asigna a aquellos funciones indebidamente. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 49 50 José Mª Planchat Teruel VI. La responsabilidad civil médico-sanitaria Desde la perspectiva de la responsabilidad civil estricta, esto es, la que no desborda los parámetros del orden jurisdiccional correspondiente (es decir, el civil y no el penal), durante las últimas décadas se ha producido un fenómeno que no puede pasar inadvertido a cualquier aproximación a la cuestión y que, hoy por hoy, es piedra de toque de la más alta jurisprudencia. Nuestro decimonónico Código Civil construye la responsabilidad civil desde una perspectiva marcadamente culpabilista y la tendencia en estos años ha sido precisamente la objetivización, de modo y manera que bien puede decirse que el eje de la responsabilidad no gira tanto alrededor de la evaluación de la conducta del responsable sino del objeto mismo de la responsabilidad, que no es otro sino el resarcimiento del daño. La regla general se ha invertido: ya no es lo decisivo la conducta que causa el daño sino la reparación de éste, que ha pasado a ser su nervio central. La Sala I (Civil) de nuestro Tribunal Supremo se ha ido impregnando de esa tendencia, generalizada en los países de nuestro entorno, auspiciada por abundante normativa sectorial que apuesta claramente por la responsabilidad objetiva (desde el riesgo de empresa hasta la energía nuclear, pasando por la navegación aérea o las competiciones deportivas, entre tantas y tantas otras actividades). En otras palabras: lo importante es el hecho dañoso en sí y su reparación y no la causa (muchas veces humana) de ese hecho. Si se efectúa un repaso de la jurisprudencia civil, llaman poderosamente la atención las siguientes notas: a) el sujeto es el llamado a probar que actuó con las cautelas y los cuidados debidos; Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 b) esa diligencia no es solamente una diligencia normal, sino un plus de diligencia por encima de lo que podría denominarse diligencia estándar; c) consecuencia de lo anterior es lo que se conoce como inversión de la carga de la prueba, esto es, se presume (con presunción que puede ser desmontada en el litigio) que aquel que produce un daño ha obrado culposamente y, por tanto, es él quien debe demostrar ante los Tribunales que no ha sido así. Pero, ante tal cuadro expansivo, forzoso es reconocer que en el ámbito médico-sanitario (al igual que en otros concretos ámbitos profesionales), el Tribunal Supremo no puede dejar de tener presente que, ante todo, el acto del profesional médico o sanitario es un acto humano y, como tal, sometido al canon universal de la falibilidad. Debido a todo ello que ha matizado enormemente su doctrina general, acentuando dos parámetros decisivos: descartando rotundamente la responsabilidad objetiva en la responsabilidad médica (o, lo que es lo mismo, no es suficiente el riesgo creado sino algo más) y haciendo pechar al perjudicado con la carga de la prueba, es decir, que le corresponderá demostrar en el pleito que el profesional que le atendió ha actuado con el descuido o falta de previsión imputable. VII. Casos sentenciados por la Sala Penal del Tribunal Supremo La presente recensión no tiene vocación exhaustiva sino se pretende que sea ilustrativa de aquella cantidad y calidad de negligencia que el Tribunal Supremo ha entendido que satisface la noción de temeridad LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO o de gravedad (según sea hasta el Código Penal actual de 1995 o con posterioridad) y por ello que es constitutiva bien de delito de lesiones imprudentes o bien de homicidio imprudente. Debe dejarse constancia, igualmente, que la penalidad de tales de delitos determina que su enjuiciamiento en primera instancia corresponda actualmente a los Juzgados de lo penal y el recurso se ventile ante la Audiencia Provincial correspondiente sin ulterior recurso, de ahí que los supuestos en que se haya llegado a pronunciar el Tribunal Supremo sean muy escasos desde el año mencionado a esta parte, pues no acceden a su conocimiento a salvo que acompañen a un delito de mucha mayor gravedad (por ejemplo la Sentencia del Tribunal Supremo de 6 de julio de 2006 confirmaba la condena por falta de lesiones imprudentes al médico que atendió a la víctima de un intento de asesinato), razón por la que los hechos a que se refieren las resoluciones que seguidamente se citan son anteriores a 1995. Ello no obstante, el criterio jurisprudencial sentado tiene una validez permanente en el quehacer diario de todos los órganos judiciales, de ahí que las Audiencias Provinciales, configuradas hoy día como casi indefectible última instancia en la materia, hagan uso del mismo en sus resoluciones mucho más recientes. Entrando en un somero repaso, una de las más antiguas y pioneras en esta materia, la constituye la Sentencia del Tribunal Supremo, de 15 de diciembre de 1953. Se refiere a un cirujano que tras practicar una operación olvida en la cavidad abdominal del paciente unas pinzas hemostáticas cromadas, sin apercibirse de ello, al no prestar atención ni cuidado alguno, hasta el punto que ni siquiera procedió al recuento de los materiales empleados. Pasado poco más de un año, el enfermo, aquejado de fuertes dolores en el vientre, acudió a un médico, quien le diagnosticó oclusión intestinal, recomendándole nueva intervención quirúrgica. Practicada que le fue ésta por otro nuevo médico, aparecieron las pinzas, en uno de cuyos anillos había penetrado una de las últimas porciones de intestino delgado que se hallaba en vía de necrosis por estrangulación interna, producida por la permanencia de las pinzas en el abdomen, que además originaron una peritonitis difusa, fallándole a la enferma el sistema vascular periférico, sobreviniéndole un colapso circulatorio, degenerando en síncope cardíaco, y falleciendo a consecuencia de ello. Sentencia del Tribunal Supremo, de 11 de junio de 1982. En ella vino a establecer que el hecho de efectuar una transfusión sanguínea erróneamente, debido a que en lugar de aplicarle el grupo O Rh negativo, se le aplicó el A Rh negativo, constituye este delito, estimando como partícipes del mismo, la matrona que confundió el grupo sanguíneo en la lectura de la ficha, y el anestesista reanimador, al no comprobar personalmente el grupo sanguíneo que correspondía a la enferma, quien a consecuencia de tal confusión, falleció. Sentencia de 18 de junio de 1982, muerte de una niña, siendo la causa inmediata una parada cardio-respiratoria debida a la aspiración de sangre por vías aéreas tras hemorragia faríngea. La muerte podría haberse evitado por el procesado, médico otorrinolaringólogo de guardia, quien fue avisado durante la noche por las enfermeras en varias ocasiones, no acudiendo a visitar a la niña para poner los medios adecuados a fin de conseguir la detención de la hemorragia, permaneciendo en su domicilio, y limitándose a prescribir por teléfono, y sólo acudió tiempo después, cuando al tener la operada Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 51 52 José Mª Planchat Teruel un coágulo de sangre, fue nuevamente requerido por las enfermeras y médico pediatra que estimaba necesaria su presencia. Sentencia de 24 de noviembre de 1984, se refiere a una intervención quirúrgica practicada a un enfermo que padecía pionefrosis de riñón izquierdo que aconsejaba su extirpación, y apareciendo en las radiografías, erróneamente la marca que debía indicar el lado derecho, en el izquierdo, el doctor operador no se preocupó de examinar con la debida atención el historial clínico y las radiografías, por lo que, en vez de extirpar el riñón izquierdo, extrajo el derecho que estaba sano; y habiéndole advertido el médico anestesista el error, lo reimplantó, y terminada la intervención trasladó al enfermo a la U.C.I., falleciendo por tromboembolismo pulmonar a consecuencia de la formación rápida de coágulos por la extirpación y consiguiente implantación renal. Sentencia de 17 de noviembre de 1987. El Tribunal Supremo, condenó a un médico que concluida la intervención quirúrgica, efectúa un recuento mental del material empleado, sin percatarse de que había abandonado en el campo operatorio una compresa de las que había usado con anterioridad y, posteriormente, al presentársele a la paciente síntomas de un ilego intestinal y ordenar la realización de dos radiografías a la parturienta, en las que se apreció la existencia de material quirúrgico, y pese a la advertencia que le hizo el radiólogo en presencia de aquél, no hizo caso de la misma, y sólo después de una ecografía, se decidió a intervenir de nuevo, lo que no efectuó, por trasladarse la paciente a Madrid y realizarla otro facultativo, toda vez que aquélla notaba transcurridos unos días, bastantes dolores; que al haber transcurrido más de setenta y dos horas, el médico operador provocó con ello la aparición de secuelas en la enferma, que se habrían evitado Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 de actuar correctamente dicho doctor; que al ser operada nuevamente por otro médico, se le practicó una laparectomía que dio lugar a la resección de quince o veinte centímetros del íleon terminal, trompa de falopio y ovario izquierdo. El 29 de marzo de 1988 el Tribunal Supremo dictó sentencia condenatoria contra un ginecólogo, encargado de la vigilancia, control y proceso de una enferma. Durante el período de gestación, aquélla desarrolló un cuadro de toxemia, gestosis o preclompía, que pasó inadvertido al médico procesado, por no llevar a cabo la vigilancia adecuada de análisis, pruebas, etc. Posteriormente, la paciente fue internada por resultar rota la bolsa amniótica y vista por el ginecólogo, éste pese a percatarse de tal extremo, abandonó el parto a la comadrona, produciéndose el fallecimiento de la enferma. Sentencia de 15 de enero de 1990, el Tribunal Supremo condenaba a un médico ginecólogo por imprudencia temeraria con resultado de muerte. El acusado cuidó de la asistencia y vigilancia del embarazo de la que más tarde devino en víctima, no habiendo diagnosticado, a pesar de los síntomas, un cuadro de eclamsia; como consecuencia de lo anterior, no tomó las medidas procedentes, para instaurar un tratamiento adecuado como medio de evitar una evolución desfavorable del cuadro que presentaba bastante días antes del ingreso en el Centro sanitario de la enferma, quien falleció por paro respiratorio toxemia gravídica, que es derivación lógica de una eclamsia no diagnosticada en su fase previa por el doctor condenado La Sentencia de 26 de abril de 1994 conoce del recurso frente a una de la Audiencia Provincial de Barcelona que absolvió al acusado, declara haber lugar al recurso y dicta segunda sentencia en la que le con- LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO dena como autor de un delito de lesiones por imprudencia temeraria. Los hechos eran los siguientes: concluido el acto quirúrgico procedió a administrarle fármacos para su reanimación, siendo trasladada a un distribuidor -sala de despertar- existente junto a la puerta de quirófanos, y sin que hubiera recuperado la paciente la consciencia, intervino el acusado como anestesista en otra operación. La enferma permaneció durante más de una hora en el distribuidor del quirófano sin recuperar la consciencia y que durante el tiempo que duró la siguiente operación -aproximadamente media hora- no estuvo permanentemente vigilada ni controlada por el acusado ni por ningún otro facultativo. El resultado fue estado de vida meramente vegetativa, presentando una encefalogía difusa severa producida por hipoxia de origen anestésico o postanestésico con motivo de la intervención quirúrgica antes referida, que le mantiene en un estado neurológico de desanimación sin recuperación de la consciencia, de carácter irreversible. Sentencia de 29 de febrero de 1996, que desestima el recurso de casación contra la de de la Audiencia Provincial de Málaga que absolvió al imputado del delito de imprudencia temeraria del que era acusado y de la falta de imprudencia. Los hechos eran: extraordinaria dificultad en el diagnóstico, en el que la sintomatología de la enferma fue variando en los sucesivos ingresos hospitalarios, y en el que, en último término, lo que no está acreditado, en forma alguna, es que el resultado final (las secuelas que hoy padece la recurrente) fueran consecuencia de lo que se definió como “comprensible error de diagnóstico inicial”. La Sentencia de 5 de abril de 1995 frente a la dictada por la Audiencia Provincial de Palencia, que absolvió a las acusadas O. P. R. y MJ. P. B. del delito y falta de impru- dencia que se le imputaban. El TS declara haber lugar al recurso y dicta segunda sentencia en la que condena a la acusada O. P. R. como autora de un delito de imprudencia temeraria con resultado de lesiones graves. Los hechos eran: la matrona procedió a interrogar a la paciente sobre los datos precisos para su ingreso, conociendo que había roto aguas y éstas eran sucias, y recibiendo la cartilla sanitaria de la embarazada donde se hacía constar un curso de gestación no exento de anomalías; seguidamente fue ingresada en la sala de dilatación y monitorizada para observar los tonos cardíacos del feto, visitándola por dos veces para repetir las observaciones. El tococardiógrafo indicaba un Dip-2 o descenso de la frecuencia cardíaca fetal con desfase respecto de las contracciones lo que constituía un signo evidentemente patológico; si a ello se añade el historial clínico del embarazo con metrorragias en el primer trimestre, crecimiento retardado del feto (CIR-2) y rotura de aguas cuatro horas antes del ingreso con color oscuro por expulsión de meconio, era elemental intuir, para un profesional medianamente avezado en la clínica ginecológica, que existía un sufrimiento fetal intenso o agudo, o, en todo caso, unos signos de alarma que aconsejaban la inmediata intervención del médico especialista, el cual descansaba en una habitación próxima al paritorio provisto de aparato localizador (un “busca”) y en espera de cualquier llamada. No consta que la matrona actuara por delegación expresa, o que estuviera el facultativo pendiente de otra urgencia o hubiera dado órdenes de no ser avisado en caso alguno; sí consta que la comadrona, sin pasar aviso al médico de guardia, ni dar explicación alguna del estado de la parturienta a sus compañeras, abandonó el hospital al finalizar su turno de trabajo. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 53 54 José Mª Planchat Teruel La Sentencia de 21 de julio de 1995 declara no haber lugar al recurso de casación y confirma la de la Audiencia Provincial de Ciudad Real que absolvió a M. A.P. P. y F. T. H. del delito de imprudencia temeraria de que venían siendo acusados. Los hechos se contraían a una reacción alérgica imprevisible cuando al paciente se le recetan medicamentos compatibles con las sustancias a las que se conoce es alérgico. La Sentencia de 26 de febrero de 2001 decidió el recurso frente a la de la Audiencia de Vizcaya que absolvió a J.J. G. G. y S. V. M. del delito de lesiones por imprudencia temeraria, declara haber lugar al recurso y dicta segunda Sentencia en la que condena a ambos. Los hechos eran: B. T. P. padecía problemas en la rodilla derecha consistentes en bloqueos, fallos articulares y dolor en la interlínea articular por lo que médicos ajenos a esta causa realizaron una RNM y varias exploraciones de la rodilla, estableciéndose como diagnóstico que padecía una lesión del cuerno anterior del menisco externo y probable pequeño quiste meniscal en cuerno posterior del mismo en la rodilla derecha y aconsejándole la necesidad de que se sometiera a una intervención quirúrgica consistente en artroscopia de la rodilla derecha lesionada. El acusado JJ G. G., mayor de edad y sin antecedentes penales señaló el día 21 de junio de 1994 para practicar la artroscopia en la rodilla derecha. El citado día, antes de entrar en el quirófano, el también acusado S. V. M., mayor de edad, sin antecedentes penales, de profesión instrumentista ayudante de quirófano preparó a la paciente para la operación de artroscopia la rodilla izquierda mediante la colocación de un torniquete. B. T. P. fue operada por el doctor J J G. G. del menisco de la rodilla izquierda. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 Sentencia de 19 de julio de 2002 resuelve el recurso frente a la de la Audiencia Provincial de Barcelona que condenó a la acusada anestesista M. G. C., en concepto de autora de un delito de homicidio por imprudencia profesional grave, y absuelve al cirujano. Los hechos sometidos a enjuiciamiento eran: la fallecida Antonia contrató con una entidad no determinada la realización de una intervención consistente en una liposucción de flancos y lipectomía abdominal. A la paciente se le realizaron estudios preoperatorios sin que se apreciara patología alguna que impidiera la intervención con anestesia general. La intervención se realizó en fecha 26/11/1994 en una Clínica de Barcelona, actuando como cirujano el acusado D. V. F. mayor de edad y sin antecedentes penales, médico especialista en cirugía estética y como anestesista la acusada M. G. C., también mayor de edad y sin antecedentes penales, médico de medicina general. La intervención se desarrolló sin complicaciones quedando la paciente una vez suturada y vendada y debidamente monitorizada, bajo la vigilancia de la anestesista, permaneciendo en el quirófano el ayudante del cirujano y el personal de enfermería, retirándose el acusado a una sala contigua para cumplimentar los informes de la operación. Cuando la acusada anestesista comprobó que la paciente comenzaba a despertar de la anestesia y estando ésta todavía entubada, procedió a cerrar el suministro de oxígeno y de protóxido de nitrógeno, hasta el momento suministrados en mezcla al 50%, abriendo a continuación el grifo correspondiente a este último gas y dejando cerrado el correspondiente al suministro de oxígeno, cuando lo correcto hubiera sido hacer exactamente lo contrario, es decir, suministrar exclusivamente oxígeno a la paciente. Como consecuencia de la falta de suministro de oxígeno LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO la paciente comenzó a hacer una braquicardia bajando su ritmo cardiaco por debajo de 20-30 pulsaciones, circunstancia de la que se apercibió inmediatamente la acusada M. G. C. que sin embargo no se percató que la causa de la misma era la falta de oxígeno. La acusada reclamó la presencia de otros facultativos, acudiendo de inmediato al quirófano el cirujano que quedó a la disposición de la anestesista mientras ésta realizaba las maniobras de reanimación cardiopulmonar, maniobras correctas técnicamente pero que no consiguieron restablecer el ritmo cardiaco en tanto que faltaba el adecuado suministro de oxígeno. A los pocos instantes acudió al quirófano el anestesista G. S. que rápidamente comprobó que el monitor no reflejaba el nivel de saturación de oxígeno de la paciente, por lo que, también de forma inmediata, comprobó que el suministro de oxígeno estaba cerrado, y abrió el grifo del oxígeno cerrando el del protóxido de nitrógeno, dando las oportunas instrucciones para la reanimación. Restablecido el suministro de oxígeno, las maniobras de reanimación dieron el resultado esperado y la paciente remontó la situación de braquicardia, pero sin recobrar la consciencia, siendo trasladada a la UCI. Como consecuencia del déficit de oxigenación cerebral, efecto directo del paro cardíaco sufrido, se produjo a la paciente una lesión cerebral irreversible que a su vez derivó en una encefalopatía postanóxica y coma neurológico que motivó su fallecimiento ocurrido en fecha 9 de diciembre de 1994. El control de la fase de recuperación de la anestesia, así como del suministro de gases anestésicos, de la monitorización del paciente y de su eventual reanimación, es responsabilidad del médico anestesista. M. G. C carecía al tiempo de los hechos de la condición de médico especialista en anestosiología, habiendo realizado en ocasiones sedaciones de pacientes. VIII. Casos sentenciados por la Sala Civil del Tribunal Supremo Valga la pena traer a colación cuanto se ha dicho anteriormente acerca del substrato humano del acto médico (falibilidad) y la carga de la prueba (quien es llamado y a quien le corresponde demostrar la negligencia), para remarcar dos resoluciones muy recientes de la Sala I (Civil) del Tribunal Supremo, evitando en lo posible el detalle pormenorizado de los hechos que puede consultarse en cualquier repertorio de jurisprudencia, enfatizando las líneas maestras de la doctrina del Alto Tribunal. La Sentencia de 19 de julio de 2013, sobre los siguientes hechos: la demandante reclamó a la entidad H. C. los daños sufridos como consecuencia de una reconstrucción mamaria izquierda mal realizada. La imputación venia referida: a) a no habérsela informado de forma suficiente y adecuada, puesto que se autorizó a facultativo distinto del que le operó, faltaba especificación de la cirugía autorizada y se enunciaban los riesgos genéricos para una mujer sana, cuando había sido sometida a tratamiento de radioterapia, era fumadora y presentaba otros problemas derivados de su configuración, y b) los servicios practicados fueron inadecuados, habida cuenta sus antecedentes. El Tribunal Supremo establece que “la responsabilidad del profesional médico es de medios y como tal no puede garantizar un resultado concreto. Obligación suya es poner a disposición del paciente los medios adecuados comprometiéndose no solo a cumplimentar las técnicas previstas para la patología en cuestión, con arreglo a la ciencia médica adecuada a una buena praxis, sino a aplicar estas técnicas con el cuidado y precisión exigible de acuerdo con las cirInformaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 55 56 José Mª Planchat Teruel cunstancias y los riesgos inherentes a cada intervención, y, en particular, a proporcionar al paciente la información necesaria que le permita consentir o rechazar una determinada intervención. Los médicos actúan sobre personas, con o sin alteraciones de la salud, y la intervención médica está sujeta, como todas, al componente aleatorio propio de la misma, por lo que los riesgos o complicaciones que se pueden derivar de las distintas técnicas de cirugía utilizadas son similares en todos los casos y el fracaso de la intervención puede no estar tanto en una mala praxis cuanto en las simples alteraciones biológicas. Lo contrario supondría prescindir de la idea subjetiva de culpa, propia de nuestro sistema, para poner a su cargo una responsabilidad de naturaleza objetiva derivada del simple resultado alcanzado en la realización del acto médico , al margen de cualquier otra valoración sobre culpabilidad y relación de causalidad y de la prueba de una actuación médica ajustada a la lex artis, cuando está reconocido científicamente que la seguridad de un resultado no es posible pues no todos los individuos reaccionan de igual manera ante los tratamientos de que dispone la medicina actual”. La Sentencia de 18 de junio de 2013 conoció de demanda contra un ginecólogo, en la que los padres solicitaron su condena por actuación médica negligente durante el parto de su hija, en la demanda se reprocha la conducta del demandado en el control y asistencia en el parto, que se afirma era el de una gestante de alto riesgo obstétrico, que desembocó en una asfixia intraparto del feto y una encefalopatía hipoxico-isquemica causante de una parálisis cerebral severa, lesiones que determinaron que en el año 2004 se le otorgara una discapacidad del 33% y en el año 2006 del 69%, siendo sus consecuencias: atragantamientos, predisposición Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 a neumonías de repetición, evolución a un retraso mental, microcefalia, alteraciones visuales y auditivas, deterioro psicomotor, no conseguido el sostén, precisa ayuda para cualquier manipulación, no sedestación, no gateo no deambulación ni bidipestación, no respuesta a su nombre, postración en silla de ruedas adoptando posturas distónicas y necesidad de ayuda de terceras personas para todas las necesidades durante toda su vida. La Sentencia del Juzgado de Primera desestimó la demanda y la Audiencia Provincial dictó Sentencia que revocó la del Juzgado y condenó al demandado. El Tribunal Supremo desestima el recurso, y dice: “es doctrina reiterada de esta Sala (sentencias de 1 de junio de 2011y de 18 de mayo de 2012), que en el ámbito de la responsabilidad del profesional médico, debe descartarse la responsabilidad objetiva y una aplicación sistemática de la técnica de la inversión de la carga de la prueba, desaparecida en la actualidad de la LEC, salvo para supuestos debidamente tasados (artículo 217.5 LEC). El criterio de imputación del artículo 1902 CC se funda en la culpabilidad y exige del paciente la demostración de la relación o nexo de causalidad y la de la culpa en el sentido de que ha quedar plenamente acreditado en el proceso que el acto médico o quirúrgico enjuiciado fue realizado con infracción o no-sujeción a las técnicas médicas o científicas exigibles para el mismo (SSTS 24 de noviembre de 2005; 10 de junio 2008; 20 noviembre 2009). La prueba del nexo causal resulta imprescindible, tanto si se opera en el campo de la responsabilidad subjetiva como en el de la objetiva (SSTS 11 de febrero de 1998; 30 de junio de 2000; 20 de febrero de 2003) y ha de resultar de una certeza probatoria y no de meras conjeturas, deducciones o proba- LA RESPONSABILIDAD PENAL Y CIVIL EN EL AMBITO MEDICO SANITARIO bilidades (SSTS 6 de febrero y 31 de julio de 1999, 8 de febrero de 2000), aunque no siempre se requiere la absoluta certeza, por ser suficiente un juicio de probabilidad cualificada, que corresponde sentar al juzgador de instancia, cuya apreciación solo puede ser atacada en casación si es arbitraria o contraria a la lógica o al buen sentido ( SSTS 30 de noviembre de 2001, 7 de junio y 23 de diciembre de 2002, 29 de septiembre y 21 de diciembre de 2005; 19 de junio, 12 de septiembre, 19y 24 de octubre 2007, 13 de julio 2010).” IX. 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Pomarol-Clotet E, Alonso-Lana S, Moro N, Sarró S, Bonnin MC, Goikolea JM, Fernández-Corcuera P, Amann BL, Romaguera A, Vieta E, Blanch J,McKenna PJ, Salvador R. Brain functional changes across the different phases of bipolar disorder. The British Journal of Psychiatry [IF=7.343]. Aceptado el 11/12/2014. Los estudios de neuroimagen funcional en pacientes con trastorno bipolar se caracterizan por encontrar una hiperactividad en las estructuras subcorticales y una hipoactividad en la corteza prefrontal y otras regiones corticales, tanto en estudios en reposo como en estudios que utilizan tareas de activación. No obstante no hay suficiente evidencia sobre las posibles diferencias entre las distintas fases de la enfermedad (manía o depresión) y hasta qué punto estos cambios persistirían en la eutimia. Se encuentran pocos estudios llevados a cabo exclusivamente en paciente en fase maníaca o depresiva y sus hallazgos (hipoactivación en el giro inferior frontal en manía y sin cambios en depresión) no son muy sólidos. Solamente hallamos un estudio previo que compare pacientes a través de las distintas fases (Townsend y cols. 2010), pero emplea una muestra relativamente pequeña, con 13 pacientes en manía, 14 en depresión y 15 en eutimia, comparándolos con 14 controles sanos, durante una tarea de memoria de trabajo ‘n-back’. Los autores examinan solamente dos regiones de interés (ROI), la corteza dorsolateral prefrontal y la corteza parietal, hallando hipoactivación en ambas regiones en manía, depresión y eutimia, sin diferencias significativas entre las distintas fases. También resultan de interés los estudios en trastorno bipolar publicados acerca del fallo en desactivación de la red neuronal por defecto. Se ha revelado un fallo en la Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 FIDMAG informa desactivación de la corteza frontal ventromedial durante la realización de la tarea ‘n-back’ en pacientes maníacos (Pomarol-Clotet y cols. 2012) así como un fallo similar en pacientes bipolares depresivos (Fernández-Corcuera y cols. 2013). No obstante, Strakowski y cols. 2008 encontraron una mayor desactivación en la corteza cingulada posterior cuando comparaban sujetos con un primer episodio maníaco con controles. En eutimia, Allin y cols. 2011 encontraron un fallo en desactivación en la corteza retrosplenial y en precuneus. Investigadores de FIDMAG Hermanas Hospitalarias, de diversos dispositivos de Benito Menni CASM y del Hospital Clínic de Barcelona han completado recientemente un ambicioso y pionero estudio para estudiar el perfil de diferencias en los patrones de activación cerebral y de fallo en desactivación de la red neuronal por defecto de un grupo de pacientes con diagnóstico de trastorno bipolar en las distintas fases de la enfermedad (manía, depresión y eutimia), comparándolos con los de un grupo de controles sanos sin antecedentes psiquiátricos. Los cuatro grupos fueron apareados en función de edad, sexo y nivel intelectual. Los pacientes en manía requerían una puntuación en la Escala Young superior a 17 puntos y los pacientes en depresión una puntuación en la Escala Hamilton mayor a 14. Los pacientes en eutimia requerían un periodo de estabilidad de al menos tres meses y un puntaje inferior a 9 en ambas escalas. Los participantes firmaron el consentimiento informado y el estudio fue aprobado por el comité ético. La muestra final estuvo conformada por 114 pacientes diagnosticados de trastorno bipolar (38 en fase maníaca, 38 en fase depresiva y 38 en eutimia) y 38 controles sanos. Todos ellos realizaron un protocolo que incluyó la adquisición de una secuencia de neuroimagen funcional durante la realización de una tarea de memoria de trabajo ‘n-back’. Se realizó una comparación entre cada grupo de los pacientes bipolares y los controles sanos que mostró que en las fases de manía y depresión, pero no en la eutimia, hay una reducción de la activación en la corteza prefrontal dorsolateral, corteza parietal y otras áreas respecto a los controles (Figura 1). Además, en las tres fases del trastorno bipolar se objetivó un fracaso de la desactivación en la corteza ventromedial frontal. Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 61 62 FIDMAG informa Figura 1. Regiones cerebrales que muestran diferencias significativas durante la realización de una tarea de memoria de trabajo 2-back en los subgrupos (a) manía, (b) depresión y (c) eutimia cuando se comparan con el grupo control. El color amarillo indica una asociación positiva (activación) con la tarea. El color azul indica las zonas donde la tarea condujo a una disminución en la respuesta de la oxigenación de la sangre nivel-dependiente (BOLD) (desactivación). Una comparación entre los subgrupos de pacientes bipolares en fase de manía y depresión respecto la fase de eutimia, mostró que los subgrupos manía y depresión presentaban una mayor hipoactivación en la corteza parietal que en la fase de eutimia (Figura 2). Figura 2. Regiones cerebrales que muestran diferencias significativas durante la realización de una tarea de memoria de trabajo 2-back en los subgrupos (a) manía y (b) depresión se comparan con el subgrupo eutimia. El color amarillo indica una asociación positiva (activación) con la tarea. El color azul indica las zonas donde la tarea condujo a una disminución en la respuesta de la oxigenación de la sangre niveldependiente (BOLD) (desactivación). Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 FIDMAG informa Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 63 64 FIDMAG informa Finalmente se realizó una comparación que incluía los tres subgrupos de trastorno bipolar y el grupo control con un análisis ANOVA. Este análisis reveló que los cuatro grupos se diferenciaban significativamente en cuatro regiones cerebrales: dos regiones se localizaron de forma simétrica en la corteza parietal derecha e izquierda, una tercera región se localizó en la corteza frontal dorsolateral izquierda y una última región se localizó en la corteza ventromedial frontal y orbitofrontal. Estas áreas se emplearon como regiones de interés (ROI), pudiendo extraer diagramas de caja que mostraran los niveles de activación o desactivación de cada grupo. Se objetivó que la corteza parietal derecha e izquierda mostró una menor activación en depresión y manía, en comparación a eutimia y grupo control. En la corteza frontal dorsolateral izquierda se objetivó una menor activación en las tres fases de la enfermedad en comparación al grupo control. También se objetivó que el subgrupo de pacientes en fase de manía presentó una reducción significativa de la activación de esta área respecto a la eutimia. En la corteza ventromedial y orbitofrontal se objetivó que los tres grupos de la enfermedad presentaban una menor desactivación respecto el grupo control (Figura 3). Figura 3. Regiones cerebrales que muestran diferencias significativas comparando los tres subgrupos bipolares y el grupo control. Las tres primeras regiones, parietal izquierda (a), parietal derecha (b) y frontal dorsolateral izquierda (c), fueron las regiones de activación en el grupo control; la cuarta región en la corteza ventromedial y orbitofrontal (d) fue una región donde el grupo de control mostró desactivación. Los diagramas de caja se basan en los valores medios de activación de las regiones de interés (ROIs) extraídas de los cuatro grupos significativos. BOLD: Dependiente del nivel de oxígeno en la sangre; Con: grupo control; Euth: subgrupo eutimia; Manía: subgrupo manía; Depr: subgrupo depresión. ***significativo en P<0.001 , **significativo en P<0.01 , *todos los resultados significativos en P<0.05 basados en la prueba HSD de Tukey post hoc. El lado derecho de la imagen es el lado derecho del cerebro Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 FIDMAG informa Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 65 66 FIDMAG informa En conclusión, los resultados obtenidos muestran por primera vez que en el trastorno bipolar hay alteraciones en las pruebas de neuroimagen funcional tanto dependientes como independientes del estado del ánimo. Las áreas dependientes del estado de ánimo se encuentran por un lado en la corteza parietal bilateral, donde se detecta una hipoactividad que remite en la eutimia, y, por otro lado, en la corteza dorsolateral prefrontal izquierdo, que presenta un resultado más ambiguo, evidenciándose una hipoactivación tanto en manía como en depresión, que remiten parcialmente en la eutimia. Finalmente, el área independiente del estado de ánimo se localiza en la corteza frontal medial, donde se objetiva un fracaso de desactivación en las tres fases de la enfermedad en comparación al grupo control, pudiendo constituir una característica de rasgo. www.fidmag.com Informaciones Psiquiátricas 2015 - n.º 219 www.informacionespsiquiatricas.org www.hospitalarias.org