Vigésimo sexto Domingo durante el año “C”

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Vigésimo sexto Domingo durante el año “C”
27-28 de setiembre 2013
Miniatura ilustrativa de la parábola
[De un códice proveniente de Echternach, hacia el 1050]
Introducción
Asumiendo con nueva fuerza (…) [la] opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo
proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación “sin la cual no es
posible un orden justo en la sociedad”. Entendemos, además, que la verdadera promoción humana
no puede reducirse a aspectos particulares: “Debe ser integral, es decir, promover a todos los
hombres y a todo el hombre”, desde la vida nueva en Cristo que transforma a la persona de tal
manera que “la hace sujeto de su propio desarrollo”. Para la Iglesia, el servicio de la caridad, igual
que el anuncio de la Palabra y la celebración de los Sacramentos, “es expresión irrenunciable de la
propia esencia”.
Queremos, por tanto, desde nuestra condición de discípulos y misioneros, impulsar en nuestros
planes pastorales, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, el Evangelio de la vida y la
solidaridad. Además, promover caminos eclesiales más efectivos, con la preparación y compromiso
de los laicos para intervenir en los asuntos sociales. Es esperanzador lo que decía Juan Pablo II:
“Aunque imperfecto y provisional, nada de lo que se pueda realizar mediante el esfuerzo solidario
de todos y la gracia divina en un momento dado de la historia, para hacer más humana la vida de
1
los hombres, se habrá perdido ni habrá sido vano” .
Comentario Bíblico
Primera Lectura: Amós 6,1-7
1
Aparecida Nº 399-400.
1.1.-Las palabras de Amós, aunque tengan dos mil ochocientos años de antigüedad, parecen
sacadas de uno de los últimos informes leídos, en tiempo real, gracias a la web. Describe el
comportamiento de las clases altas del Reino de Israel (el del Norte: la mención de Sión en el v. 1
parece ser una glosa posterior referida al Reino del Sur, el de Judá), presentadas como amantes
del lujo, de los placeres culinarios, del cuidado del cuerpo, y de los excesos en las fiestas.
La situación de estos ‘privilegiados’ viene caracterizada por dos elementos: el primero es el de la
falsa seguridad basada en la riqueza, convertida fácilmente en ídolo ya que da la ilusión de poder
salvaguardar la propia vida. El bienestar produce un falso sentido de omnipotencia que la Escritura
tantas veces estigmatiza.
El segundo elemento de la invectiva del profeta se refiere a la indiferencia y al completo desinterés
que estos “comilones” muestran hacia la ruina del Pueblo (= de José). No se sienten tocados.
Miopes, no alcanzan a divisar nada más allá del propio horizonte egoísta. Esta es otra de las
características de la riqueza; con gran facilidad vuelve ciegos para el sufrimiento que aflige a los
demás.
1.2.-Todo esto terminará con la ruina del Reino del Norte, descrito, en el original hebreo,
irónicamente con un juego de palabras: los notables de la primera de las naciones (v. 1b),
habituados a ungirse con los primeros ungüentos2 (= los mejores perfumes v. 6a), serán los
primeros en ser deportados (= irán al frente; v. 7), con lo que queda demostrada en qué consiste
la primacía de estos ‘primeros que terminaron por ser los últimos’ (ver Mt 19,30; 20,16;…)
1.3.- La situación descrita por Amós parece haberse reproducido a escala global en nuestros días.
Al igual que en aquello lejanos tiempos tantos de los que viven en el bienestar y el bien pasar se
muestran incapaces de salir de la burbuja en la que viven, dándose cuenta de las reales
dimensiones de los problemas que nos afectan, o, cuanto mucho, apenas en la medida en que
irrumpen e interfieren con su propia vida. Pretenden que la sociedad y el estado se hagan cargo de
todo, garantizando el propio estándar de vida, sin la correspondiente preocupación por la justicia.
En nuestras sociedades basadas en la apariencia, la autocomplacencia y la eterna juventud se
multiplican los lamentos por la creciente inseguridad, pero no se está dispuesto a poner en duda
los discutibles fundamentos de una vida egoísta y nada solidaria. De tales premisas sólo pueden
nacer el caos, la inseguridad y el desorden para todos. Amos nos lo recuerda: la búsqueda del
placer, la soberbia de la riqueza, la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, llevan al desastre
y conducen a la ruina
Salmo Responsorial: 145,7-103
2.1.- El salmo 145, (…), es uno de los llamados salmos aleluyáticos, el primero de ellos, con los
que se termina la colección del Salterio. Ya la tradición litúrgica judía usó este himno como canto
de alabanza para la mañana: alcanza su cumbre en la proclamación de la soberanía de Dios sobre
la historia humana. En efecto, al final del salmo se declara: El Señor reina eternamente (v. 10).
De ello se sigue una verdad consoladora: no estamos abandonados a nosotros mismos; las
vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no
representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se
desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que
se proclaman sus atributos de amor y bondad (cf. vv. 6-9).
(…)
2.2.- Ahora bien, ante el hombre se presenta otra posibilidad, la que pondera el salmista con una
bienaventuranza: Bienaventurado aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor
su Dios"(v. 5). Es el camino de la confianza en el Dios eterno y fiel. El amén, que es el verbo
hebreo de la fe, significa precisamente estar fundado en la solidez inquebrantable del Señor, en su
eternidad, en su poder infinito. Pero sobre todo significa compartir sus opciones, que la profesión
2
El texto de nuestro leccionario es: Por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de
los libertinos.
3
Juan Pablo II, Audiencia del 02-07-2003. Acortado y adaptado.
de fe y alabanza, antes descrita, ha puesto de relieve. Es necesario vivir en la adhesión a la
voluntad divina, dar pan a los hambrientos, visitar a los presos, sostener y confortar a los enfermos,
defender y acoger a los extranjeros, dedicarse a los pobres y a los miserables. En la práctica, es el
mismo espíritu de las Bienaventuranzas; es optar por la propuesta de amor que nos salva desde
esta vida y que más tarde será objeto de nuestro examen en el juicio final, con el que se concluirá
la historia. Entonces seremos juzgados sobre la decisión de servir a Cristo en el hambriento, en el
sediento, en el forastero, en el desnudo, en el enfermo y en el preso. Cuanto hicieron a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron (Mt 25, 40): esto es lo que dirá entonces
el Señor.
2.3.- Concluyamos nuestra meditación del salmo 145 con una reflexión que nos ofrece la sucesiva
tradición cristiana. El gran escritor del siglo 3º, Orígenes cuando llega al versículo 7 del salmo, que
dice: "El Señor da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos", descubre en él una referencia
implícita a la Eucaristía: "Tenemos hambre de Cristo, y él mismo nos dará el pan del cielo. "Danos
hoy nuestro pan de cada día". Los que hablan así, tienen hambre. Los que sienten necesidad de
pan, tienen hambre". Y esta hambre queda plenamente saciada por el Sacramento eucarístico, en
4
el que el hombre se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo .
Segunda Lectura: Primera Carta de san Pablo a Timoteo 6,11-16.
3.1.-CONFESION DE FE (1 Tim 6, 13)
Yo te ordeno delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que dio
buen testimonio bajo Poncio Pilato
La primera aTimoteo termina con un solemne conjuro, que comprende dos partes paralelas: la una
se refiere a Dios que da la vida a todas las cosas, es decir, a Dios Padre como creador; la segunda
se refiere a Jesucristo cuando su comparecencia ante Poncio Pilato. Señalemos en primer lugar
una palabra destinada a adquirir un sentido técnico:
homogia, confesión de fe (v. 12). En el Nuevo Testamento, este término es raro, mientras que el
verbo correspondiente se utiliza con insistencia en las cartas de Juan (1 Jn 1, 9; 2, 23; 4, 2.3.15; 2
Jn 7). La originalidad de nuestro pasaje consiste en evocar el
testimonio que dio el mismo Jesús ante el gobernador romano. La fórmula bajo Poncio Pilato
pasará al símbolo de los apóstoles, señalando la preocupación por insertar el drama de la
salvación en la historia concreta de los hombres; estamos en los antípodas del universo mítico de
los falsos doctores. El verbo atestiguar (martyrein) evoca muy
especialmente la respuesta de Jesús a Pilato en el cuarto evangelio: Yo he nacido y venido al
mundo para dar testimonio de la verdad (Jn 18, 37).
3.2.-Las cartas pastorales son un testimonio precioso del desarrollo de la liturgia en las
comunidades del Asia Menor. Ya la carta a los Efes/os nos había citado expresamente un
fragmento de himno bautismal: Despiértate, tú, que duermes, levántate de entre los muertos y
sobre ti brillará Cristo (Ef 5, 14) Los datos litúrgicos que recogemos en nuestras cartas pertenecen
a diversos géneros:
– doxologías desarrolladas (1 Tim 1,17; 6, 15s),
- confesiones de fe (1 Tim 2, 5s, 6, 12s),
- himnos cristológicos (1 Tim 3, 16, 2Tim 2, 8 11-13)
3.2.1.-DOXOLOGIAS
La doxología (del griego doxa = gloria) es esa forma de aclamación que atribuye a Dios honor y
alabanza, en un sentimiento de adoración y de sumisión; la forma más simple se encuentra en 2
Tim 4,18: ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén. De origen Judío (Cf. Sal 41,14;
4
Orígenes-Jerónimo, 74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 526-527.
72,18s), las doxologías aparecen en vanas ocasiones en Pablo Así, la larga reflexión sobre la
elección de Israel (Rom 9-11) termina con la exclamación: Porque todo es de él, y por él, y para él
la gloria eternamente ¡Amén!
La conclusión de la carta a los Filipenses es análoga (Flp 4,20) Salvo la probable excepción de
Rom 9,5b, todas las doxologías se dirigen a Dios Padre.
3.2.2.-En Virtud de su desarrollo poco habitual, presentaremos las dos principales doxologías de
las pastorales, bastante parecidas entre sí, como demuestra el siguiente paralelismo:
1 Tim 1,17
Al rey de los siglos,
Dios inmortal, invisible,
único,
honor y gloria
por los siglos de los siglos
¡Amén!
1 Tim 6, 15·16
[Manifestación que hará aparecer a su debido
tiempo ]
el bienaventurado y único
soberano, el rey de reyes
y Señor de los señores,
el único que posee la inmortalidad,
que habita una luz inaccesible,
al que nadie jamás vio ni puede ver,
a él gloria y poder eterno
¡Amén!
Con un lenguaje muy parecido al de los himnos dispersos por el Apocalipsis, estas doxologías
reflejan la concepción de Dios que se desarrolló en el judaísmo tardío: un soberano inaccesible,
aislado del resto de sus súbditos en una lejana sala del trono. ¿Cómo no evocar el ceremonial de
la corte de Persia, de la que nos habla el libro de Ester? Por otra parte, se advierte el empleo de
numerosos adjetivos formados con el alfa privativa (en castellano esa alfa privativa se transforma
en: “in”): incorruptible, invisible, inaccesible. Este desarrollo de una teología negativa (“De Dios
puede decirse más bien lo que no es que lo que es”: dirá santo Tomás de Aquino) tiene la finalidad
de destacar la necesidad de un mediador (1 Tim 2,5) para que podamos tener acceso a Dios
Padre. Finalmente, la designación de Dios como bienaventurado proviene de la terminología
griega, como se ve constantemente en Homero, más bien que de la fraseología judía5.
Evangelio: san Lucas 16,19-31.
4.1.- Ese hombre eres tú (2 Sam 12,7). Estás palabras del profeta Natán ante un David
escandalizado por el comportamiento de un rico que le saca su única ovejita a un pobre,
deberíamos aplicárnoslas a nosotros, ya que posiblemente Lázaro esté, cubierto de llagas, delante
de la puerta de nuestras casas, y no lo veamos.
Seguimos, como en todos estos domingos subiendo con Jesús hacia Jerusalén, guiados por san
Lucas, y la parábola de hoy es una profundización e ilustración de lo meditado el domingo pasado:
saber, o no, ganarse amigos con el dinero de la injustita para que un día nos reciban en las
moradas eternas (Lc 16,9).
4.2.- Al igual que en la parábola del hijo pródigo nos encontramos ante dos figuras contrastantes, el
rico (anónimo, sin nombre, escondido como es habitual, detrás del muro de su riqueza y el pobre
que se llama Lázaro (Eleazar = Dios ayuda, tal y como lo muestra el salmo responsorial). En esta
ocasión el padre será Abrahán quien se dirige al rico llamándolo hijo mío. Con lo que descubrimos
que también en esta parábola se trata de dos hermanos, el rico y Lázaro, y de un padre, Abrahán,
y de una fiesta,- ¡en realidad de dos fiestas!-, la del rico a la que Lázaro no fue invitado, y la del
5
Adaptado de: E. Cothenet, Las cartas pastorales, (CB 72), Estella (Navarra) 1991, pp. 33-34 y 38
seno de Abrahán a la cual el rico quisiera, ya que él no puede, que por lo menos sus cinco
hermanos fueran invitados6.
4.3.- El telón de fondo cultural, indispensable para entender correctamente la parábola, lo
constituyen los salmos de lamentación en los que los pobres que viven plenamente su fe, exponen
sus desventuras al Señor. Lázaro forma parte de este coro, cuyas voces se escuchan por ejemplo
en el Sal 44(43): Nos has hecho el refrán de los pueblos, nos hacen burla las naciones. Todo esto
nos viene encima, sin haberte olvidado,… Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a
ovejas de matanza. (vv. 15-23).
¿Cómo y dónde adquirir la verdadera sabiduría de vida? Uno de los textos más importantes de esa
búsqueda, que a su vez ilumina nuestra parábola, la constituye el Sal 73(72), en el que como que
Lázaro se lamenta: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados; no pasan
las fatigas humanas ni sufren como los demás. Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un
vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas.
Su boca se atreve con el cielo. Ellos dicen: “¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el
Altísimo?” (vv 3-11).
El justo que ve todo esto corre el peligro de extraviarse en la fe: ¿Será verdad que Dios no ve, ni
se preocupa? : Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis
manos?..., mi corazón se agriaba,… (vv. 13 y 21). El cambio de perspectiva sucede de improviso
cuando el orante entra a la presencia de Dios y a su luz descubre que la aparente inteligencia de
los ricos es una estupidez: era un estúpido y un ignorante, era una bestia (ver v. 22). Todo lo de la
prosperidad y la riqueza, que parecían tan reales y concretos no son más que un mal sueño que se
desvanece cuando uno se despierta: Como un sueño al despertar, Señor, al despertarte
desprecias sus sombras (v. 20). El sueño del rico y su seguridad son apenas una sombra que
pasa. Este es el momento en que el orante reconoce la verdadera felicidad: Pero yo siempre estaré
contigo, tú agarras mi mano derecha, me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra?... Para mí lo bueno es estar
junto a Dios (vv 23.25.28). No se trata sólo de hermosas palabras, para esperar en el más allá, sino
del despertar a la verdadera grandeza del ser humano, de la cual forma parte la vocación a la vida
eterna.
Todo esto no nos ha alejado de la parábola, concluye Benedicto XVI, ya que con esta historia el
Señor quiere introducirnos en ese proceso de “despertarnos-despabilarnos del sueño” que
encontró su expresión en los salmos. No se trata de una condena mezquina de la riqueza ni de
envidiarla, sino de saber encontrar la verdadera riqueza. El Señor quiere conducirnos de una
inteligencia tonta a la verdadera sabiduría, nos quiere enseñar a reconocer el verdadero bien. Y
aunque esto no se encuentra en el texto, podemos afirmar, en base a los salmos, de que el rico
epulón tenía ya en este mundo un corazón vacío y que con sus banquetes pretendía sofocar ese
vacío, de modo que allá sale a la luz lo que ya estaba presente en el más acá… Es evidente que
esta parábola, despertándonos, se convierte en una exhortación a saber amar a nuestros
hermanos pobres y en un llamado a la responsabilidad, también a escala planetaria, respecto a
ellos.
Los Padres de la Iglesia nos iluminan
Atiende al evangelio, y mira y examina los pensamientos de los dos hombres de la parábola: Había
un hombre rico que se vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada día. No te
seduzca la felicidad de aquel que se vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada
día. Era un soberbio, un impío; vanos eran sus pensamientos y vanos sus apetitos. Cuando murió,
en ese mismo día perecieron sus planes.
En cambio, un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal. Calló el nombre del rico, pero
mencionó el nombre del pobre. Dios silenció el nombre que andaba en boca de todos, mientras
que mencionó el que todos silenciaban. No te extrañe, por favor. Dios se limitó a decir lo que
encontró escrito en su libro. De los impíos está efectivamente escrito: No sean inscritos en tu libro.
6
Ver los pensamientos de J. Ratzinger-Benedicto XVI sobre está nuestra parábola en Jesù di Nazaret, Milán 2007, pp. 250256. Muchas de las reflexiones que siguen están inspiradas en dichas páginas.
Paralelamente, a los apóstoles que se felicitaban de que en el nombre del Señor se les sometían
los demonios, para que no cediesen a la vanidad y a la jactancia como suele ocurrir a los hombres,
aun tratándose de un hecho tan relevante y de un 'poder tan insigne, Jesús les dijo: No estén
alegres porque se les someten los espíritus; estén alegres porque sus nombres están inscritos en
el cielo. Pues bien, si Dios, morador del cielo, calló el nombre del rico, es porque no lo halló escrito
en el cielo. Pronunció el nombre del pobre porque lo halló allí escrito, mejor dicho, porque él mandó
inscribirlo allí.
Observen ahora a aquel pobre. Dijimos, hablando de los pensamientos del rico impío, preclaro, que
se vestía de púrpura y lino y que banqueteaba espléndidamente cada día, que, al morir, perecieron
todos sus planes. Al contrario, el mendigo Lázaro estaba echado en el portal del rico, cubierto de
llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y
hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Aquí quiero verte, cristiano: se describe la
muerte de estos dos hombres. Poderoso es ciertamente Dios para dar la salud en esta vida, para
eliminar la pobreza, para dar al cristiano el necesario sustento. Pero supongamos que Dios nada
de esto hiciera: qué elegirías: ¿ser como aquel pobre o como aquel rico? No te ilusiones. Escucha
el final y observa la mala elección. A buen seguro que aquel pobre, piadoso como era, al verse
inmerso en las angustias de la vida presente, pensaba que un día se acabaría aquella vida y
entraría en posesión del eterno descanso. Murieron ambos, pero en ese día no perecieron los
planes de aquel mendigo.
Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. En ese día se
realizaron todos sus deseos. Cuando exhaló su espíritu y la carne volvió a la tierra de donde salió,
no perecerán sus planes, dado que espera en el Señor su Dios. Esto es lo que se aprende en la
escuela de Cristo maestro, esto es lo que espera el alma del fiel oyente, éste es el segurísimo
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premio del Salvador .
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San Agustín de Hipona, Sermones sobre el antiguo Testamento, Sermón 33ª,4: CCL 41, 421-422. Agustín nació el 13 de
noviembre del 354 en Tagaste, Numidia, hijo de un consejero municipal y modesto propietario. Estudió en Tagaste,
Madaura y Cartago. Enseñó gramática en Tagaste (374) y retórica en Cartago (375-383), Roma (384) y Milán (384-386).
Tras leer el Hortensio de Cicerón (373) inició su búsqueda espiritual que le llevaría primero a adoptar posturas racionalistas
y, posteriormente, maniqueas. Decepcionado del maniqueísmo tras su encuentro con el obispo maniqueo Fausto, cayó en
el escepticismo. Llegado a Milán, la predicación de Ambrosio le impresionó, llevándole a la convicción de que la autoridad
de la fe es la Biblia, a la que la Iglesia apoya y lee. La influencia neo-platónica disipó algunos de los obstáculos que
encontraba para aceptar el cristianismo, pero el impulso definitivo le vino de la lectura de la carta del apóstol Pablo a los
romanos en la que descubrió a Cristo no sólo como maestro sino también como salvador. Era agosto del 386. Tras su
conversión renunció a la enseñanza y también a la mujer con la que había vivido durante años y que le había dado un hijo.
Tras un breve retiro en Casiciaco, regresó a Milán donde fue bautizado por Ambrosio junto con su hijo Adeodato y su amigo
Alipio. Tras una estancia breve en Roma — en el puerto de Ostia murió su madre, Mónica — se retiró a Tagaste donde
inició un proyecto de vida monástica. En el 391 fue ordenado — no muy a su placer — sacerdote en Hipona y fundó un
monasterio. En el 395 fue consagrado obispo, siendo desde el 397 titular de la sede. Aparte de la ingente tarea pastoral —
que iba desde la administración económica al enfrentamiento con las autoridades políticas, pasando por las predicaciones
dos veces a la semana, pero en muchos casos dos veces al día y varios días seguidos — desarrolló una fecundísima
actividad teológica que le llevó a enfrentarse con maniqueos, donatistas, pelagianos, arríanos y paganos. Fue el principal
protagonista de la solución del cisma donatista, aunque resulta discutible la legitimación que hizo del uso de la fuerza para
combatir la herejía, así como de la controversia pelagiana. Murió en el 430 durante el asedio de Hipona por los vándalos.
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