Juicios Internacionales por Amianto España - USA Andrea Peiró. Abogada. http://www.lawyerseekeurope.com/ http:///www.opamianto.com Muchas son las noticias que desgraciadamente nos llegan sobre el índice de siniestralidad en los trabajos relacionados con el amianto. Noticias que no hablan de un descubrimiento del Siglo XXI sino de la revelación de lo que era un secreto a voces o incluso crónica de una muerte anunciada. Debe tener en cuenta el lector que en España ya en los años 30 –como en la mayoría de casos a la cola de otras potencias internacionales- las principales revistas médicas publicaban artículos que hacían mención al mortal matrimonio amianto-cáncer. Primogénitas publicaciones nacionales que en el caso de EEUU se remontan a 1897 y que, muy a pesar de los trabajadores afectados, no supusieron freno alguno en la utilización de lo que podíamos considerar un material “bueno, bonito y barato”. Más bien al contrario. Es en la Segunda Guerra Mundial donde encontramos el punto álgido de la utilización de este material que, sorprendentemente, cuanto más se utilizaba, más publicaciones había en cuanto a su perjudicialidad. Una perjudicialidad que hace que todo aquel que haya estado en contacto con el amianto, sea de la manera en que sea esta exposición (laboral o ambiental), esté en peligro de padecer asbestosis o mesotelioma, dos enfermedades que en el mejor de los casos no tienen tratamiento eficaz y en el peor permitirá únicamente al paciente vivir durante una media de siete meses. Obvio era esperar que poco a poco la inmunidad en el uso de este mortal material, se fuera agotando a nivel nacional e internacional. Sin embargo, y por lo que respecta a España tuvimos que esperar hasta el año 2002 para que entrara en vigor la normativa (Orden Ministerial 7-122001) que prohibía el uso y comercialización de todo tipo de amianto y de los productos que lo contengan. Prohibición que muchos pensamos que ha llegado tarde y mal, pues con ella no se ha evitado que haya habido millones de muertes relacionadas con la exposición al amianto, y que la expectativa en cuanto a la mortalidad se refiere, sea devastadora. Y es que no sólo se espera que a partir del 2015 los casos de cáncer de pulmón aumenten hasta el medio millar, sino que existen estadísticas científicas que determinan que entre los años 2007 y 2016 los fallecimientos por mesotelioma superaran a los 1300 casos. Pero es que además todas las instalaciones, edificios, maquinaria, etc… que está afectada de amianto sigue en funcionamiento sin que haya regulado adecuadamente su desamiantación, afectando con ello a los trabajadores que conviven con este material en los momentos actuales. ¿Y que les queda a las víctimas del amianto? Sufrir y, por supuesto, luchar contra el que fabricó; luchar contra el que trajo el amianto; luchar contra el que usó el amianto; luchar contra el que permitió que se usara el amianto; luchar contra el que sabía que el amianto era peligroso y nada hizo ; en definitiva: luchar, luchar y luchar. Como decimos, se puede luchar frente a todo aquél que haya permitido que el afectado haya estado expuesto a un material insalubre como es el amianto, lo que le permitirá reclamar tanto a empresas nacionales como internacionales. Empezando por éstas últimas debe conocer el perjudicado la ventaja que supone poder acceder al sistema de compensación de Estados Unidos, donde se indemniza al perjudicado por el daño causado (daño compensatorio)y se condena al infractor a que abone una cantidad en concepto de daño punitivo, lo que en definitiva supone añadir a la indemnización una sanción pecuniaria de cuantía extraordinaria por haber incurrido en un comportamiento de mala fe o en una conducta maliciosa, con la finalidad de que sirva de ejemplo. Ahora bien esta oportunidad solo es viable si es producto se fabricó en EEUU. Este sistema dual de resarcimiento del daño es sinónimo de la posibilidad que tiene el afectado de obtener copiosas indemnizaciones, como son las obtenidas en los casos de “Baccus contra Crane Co” en Filadelfia y de “David Fortier contra Allis-Chambers” en Connecticut, donde se concedieron indemnizaciones por importe de 17.098.412 Euros y 1.763.771Euros respectivamente. A la posibilidad material de obtener indemnizaciones, sin duda muy superiores a las concedidas en nuestro país, se une la larga tradición que respecto a las reclamaciones por amianto hay en el continente americano, hasta el punto de que casi cincuenta mil personas presentan al año una denuncia a causa de enfermedades provocadas por el amianto. Tradición en este tipo de reclamaciones que se traduce una eminente experiencia práctica, no sólo en la tramitación de las demandas –existen formularios tipo para estas reclamaciones- sino una facilidad en cuanto a la información relacionada con la exposición se refiere. La accesibilidad en la información viene motivada igualmente por la fase judicial conocida como el Discovery, en donde, como si de la práctica anticipada de una prueba se tratara, las partes con carácter previo al juicio pueden solicitar la práctica de cuantas pruebas precisen. Se permite así a las partes saber antes de que empiece el juicio que pruebas pueden presentar, evitando con ello que una de las partes no se entere de la evidencia o de los testigos hasta el momento del juicio, donde no hay tiempo para obtener otras pruebas que lo contrarresten. Posibilidad que ofrece de un sistema americano a las que puede acceder cualquier persona que haya estado expuesto a un tipo de amianto cuya procedencia directa (el amianto en sí) o indirecta (los productos que contienen amianto), se relacione con un fabricante o exportador estadounidense por las que bien merece la pena luchar. Máxime cuando el sistema estadounidense es plenamente compatible con las reclamaciones a interponer en España Por lo que respecta a las reclamaciones en nuestro país, debe saber el perjudicado que más allá de solicitar una mejora en las prestaciones sociales, (pensiones por incapacidad, jubilación o viudedad, reconocimiento de accidente de trabajo/ enfermedad profesional…) tiene a su alcance otras vías resarcitorias. Así, aquél que sufre el daño puede exigir una indemnización a todo aquél que contribuyó a la creación de ese daño que no tiene obligación de soportar. Permite por ello nuestro sistema jurídico demandar a fabricante, exportador, importador y empleador del amianto, si bien huelga decir que aquí las exigencias en cuanto a la prueba que tiene que aportar el afectado son mayores y que las indemnizaciones son sustancialmente inferiores a las obtenidas en Estados Unidos. Capítulo aparte será el afectado que haya trabajado para el Estado, como pudiera ser el caso de los militares que trabajaron en la industria naviera, pues la reclamación resarcitoria exigirá demandar a la propia Administración como responsable última de la exposición al amianto permitida. En definitiva, son muchos los trabajadores que nos cuentan que “se comían el bocata con las manos manchadas de amianto porque no había tiempo para parar”, que “cuando iban a ver sus padres jugaban con el amianto como si fueran bolas de nieve” o que “después de trabajar les hacían beber un vaso de leche para purgar”. Por todos ellos merece la pena luchar.