LA HOJA VOLANDERA RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA Correo electrónico sergiomontesgarcia@yahoo.com.mx En Internet www.lahojavolandera.com.mx LA PRIMERA EDUCACIÓN Aristóteles Nació en la ciudad de Estagira el año de 384 a. C. Su primera formación debió ser influida por el carácter científico de su padre, Nicómaco, quien fue médico personal del rey de Macedonia. A la edad de 18 años ingresó a la Academia platónica donde permaneció durante cuatro lustros, primero como discípulos y después como profesor al lado de su maestro Platón. A la muerte de éste salió no sólo de la Academia, sino de Atenas también. Al poco tiempo es llamado por Filipo, rey de Macedonia, para que se encargara de la educación de su hijo Alejandro. Tras ocho años, Aristóteles regresó a la ciudad de Atenas donde fundó y dirigió durante 12 años aproximadamente, el Liceo, escuela que era a la vez un centro de investigación y de educación. Falleció en Calcis, en la isla de Eubea, en 322 a. C. víctima de una enfermedad gástrica. Aristóteles cumplió de manera eminente el doble papel de educador y teórico de la educación. Considera que el bien, la virtud y la felicidad constituyen el fin de la educación, por lo que ésta debe ser una y la misma para todos los ciudadanos. Acepta, también, que la música y la gimnasia son partes esenciales de la educación y que el cuidado de ella debe ser asunto del Estado y no de la iniciativa privada. Se dice que Aristóte- les es el iniciador de la corriente psicológica en la pedagogía. En sus obras Ética Nicomaquea y Política se localizan sus principales ideas acerca de la educación. Una vez nacidos los hijos, deberá considerarse de gran importancia para el vigor corporal el género de dieta que se adopte. De la observación de los demás animales, así como de aquellos pueblos cuya preocupación es la de desarrollar una constitución física apta para la guerra, puede verse que la alimentación más adecuada para el cuerpo es la abundante en leche y escasa en vino, con el fin de precaver ciertas enfermedades. Conviene también que se ejerciten en aquellos movimientos que son posibles a esta edad; y con el fin de evitar la distorsión que este ejercicio podría ocasionar en miembros tan tiernos, se acostumbra en algunos pueblos, aún hoy en día, el empleo de ciertos instrumentos mecánicos para mantener los cuerpos derechos. Asimismo conviene acostumbrarlos luego desde pequeños al frío, porque esto es de la mayor utilidad tanto para la salud como para el servicio militar. De aquí que en muchos pueblos bárbaros exista la costumbre de sumergir a los recién nacidos en una corriente de agua fría, y en otros como los celtas, de hacerles llevar vestidos ligeros. Es mejor, en efecto, inculcarles desde el principio todos los hábitos que sean capaces de adquirir, sólo que gradualmente; y la constitución de los niños, a causa de su calor propio, está bien dispuesta naturalmente para soportar el frío. Estos son pues, con otros semejantes, los cuidados que deben tenerse en la primera edad. La edad que se sigue a ésta dura hasta los cinco años, y en ella no es conveniente iniciarlo todavía en ningún aprendizaje ni ejercicios forzados para no estorbar su desarrollo, aunque sí debe permitírsele el movimiento necesario para evitar la inacti- Junio 10 de 2000 vidad corporal; y este ejercicio debe estimularse por varios medios y también por el juego. Los juegos no deben ser ni fatigosos ni afeminados, sino como conviene a hombres libres. En cuanto a la clase de historias y mitos que los niños deben oír a esta edad, tomarán de esto cuenta los magistrados que llamamos intendentes de la educación. Todos estos entretenimientos, en efecto, deben preparar el camino para las actividades que vendrán después; y por esto los juegos deben ser en su mayor parte imitaciones de lo que más tarde habrá de hacerse en serio. Están en un error los que en las leyes pretenden prohibir y reprimir los gritos y llantos de los niños, pues contribuyen a su desarrollo por ser en cierto modo una gimnasia corporal. La fuerza en los trabajos que viene en los adultos de contener el aliento, resulta en los niños de dar libre curso a los pulmones. A los intendentes o tutores corresponde igualmente vigilar el empleo del tiempo en esta edad como en otras también, y en particular procurar que los niños estén lo menos posible con esclavos, ya que debiendo ser criados en casa durante todo este tiempo, y hasta los siete años, es lógico pensar que a tan tierna edad pueda adquirir, de lo que oigan y vean, hábitos indignos de un hombre libre. Si hay algo que el legislador debe desterrar de la ciudad es el lenguaje indecente (pues de la ligereza en hablar indecencias síguese la comisión de tales actos); así que debe alejarse esto de los jóvenes para impedir que digan u oigan nada semejante. Y si alguno fuera sorprendido diciendo o haciendo algo prohibido, y es libre pero aún no ha sido admitido a las comidas comunes, deberá castigársele con vejaciones y azotes; y si es adulto, con vejaciones que degraden a un hombre libre, como corresponde a su conducta servil. Y puesto que desterramos todo lenguaje de esta clase, es claro que lo haremos también con la representación de pinturas y obras obscenas. Procuren los magistrados, por lo tanto, que no haya ninguna escultura o pintura que represente estas cosa, a no ser en los templos de ciertos dioses en cuyo culto la ley autoriza la procacidad y permite además que a estas ceremonias sólo vayan los hombres que han alcanzado la edad conveniente, para honrar a los dioses en su propio nombre y en el de sus mujeres e hijos. Pero la ley no debe permitir a los jóvenes asistir a espectáculos de yambos y comedias sino hasta que lleguen a la edad en que puedan sentarse a comer y beber en las mesas comunes, y cuando la educación los ha hecho además inmunes a los daños que puedan resultar de estas cosas. Por el momento hemos tratado de estos asuntos apenas de pasada, a reserva de detenernos después en ellos para decidir si habrá que prohibir esas cosas de una buena vez o autorizarlas en ciertas condiciones; en la presente ocasión hemos tocado el punto sólo en lo necesario. No lo exponía tan mal Teodoro, el actor trágico, cuando decía que nunca había permitido a otro actor, así fuese un actor mediano, salir a escena antes de él, porque los espectadores se aficionan a lo que primero oyen. Pues esto se aplica también a nuestro trato con la gente y con las cosas, que nos encariñamos más con lo primero. Por esto hay que mantener a los jóvenes ajenos a lo que es malo, a todo aquello sobre todo que implica depravación o sentimientos hostiles. Sólo después de cumplidos cinco años, en el bienio que media hasta los siete, podrán los niños asistir a las enseñanzas que después tendrán que aprender. Dos son las edades en que debe dividirse a la educación: de los siete años hasta la pubertad, y de la pubertad a los veintiún años. Quienes dividen las edades por periodos de siete años tienen razón en general, pero hay que ajustarse a la división de la naturaleza, ya que el propósito del arte y la educación es el de colmar las deficiencias de la naturaleza. Veamos, pues, en primer lugar, si debe haber alguna ordenación con respecto a los niños; enseguida, si será conveniente que de ellos tenga cuidado la comunidad o los particulares, como ocurre aún en la mayoría de las ciudades; y en tercer lugar, cómo deberá ser esta vigilancia. Fuente: Aristóteles, Política, 10ª ed. Intr. De Antonio Gómez Robledo, Porrúa (“Sepan Cuantos…”, 70), México, 1982, pp. 298-306.