suenen las panderetas, ruido y más ruido

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SUENEN LAS PANDERETAS,
RUIDO Y MÁS RUIDO:
LA MÚSICA NAVIDEÑA EN TRES
CONTEXTOS
CULTURALES DIVERSOS
José Luis Vázquez Pérez, sj*
Resumen
La celebración de la Navidad presenta elementos comunes a toda la cristiandad,
pero también acentos peculiares según las diferentes culturas, lenguas y tradiciones. La música navideña refleja naturalmente algunos de esos acentos propios de
cada contexto, que tienen que ver con las particularidades históricas y culturales
de los diversos territorios. En el presente artículo trataremos de poner de relieve
algunos de los rasgos que caracterizan a las tradiciones musicales navideñas de tres
países de antigua cristianización, vinculadas respectivamente a tres de las principales lenguas de la cultura del continente europeo: alemán, inglés y español.
PALABRAS CLAVE: Villancicos, culturas, larga tradición, pueblo
SHAKE THE TAMBOURINES,
AND MAKE NOISE AND EVEN MORE NOISE:
CHRISTMAS MUSIC IN THREE DIFFERENT CULTURAL CONTEXTS
Abstract
The celebration of Christmas presents features common to all Christianity, but
depending on the culture, language and tradition, certain individual traits
*
Profesor y pastoralista. Colegio «San José». Valladolid.
<jl.vazquez@colegiosanjose.org>.
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become apparent. Christmas music naturally reflects some of the individual traits
belonging to each context that are related to the distinctive historic and cultural
features of the different territories. In the following article we will attempt to
highlight some of the features that characterize the Christmas music traditions in
three countries of ancient Christian heritage, linked respectively to three of the
principal languages of European culture: German, English and Spanish.
KEY WORDS: Christmas carols, cultures, long-standing tradition, people.
Probablemente, desde que existen las fiestas de Navidad existen también
cantos específicos para acompañarlas, y esto no solo en el ámbito litúrgico, sino también fuera del templo. La Navidad es, con mucho, el misterio cristiano que más eco ha encontrado en la imaginación popular y
que ha dado origen a un acervo musical más abundante, variado y persistente. Navidad y música parecen estar indisolublemente unidas. Con
la modestia de quien carece de una formación musical profesional y se
considera simplemente un aficionado, el autor de este artículo quisiera
invitar al lector a un breve «paseo musical navideño» por tres ámbitos
culturales diversos, relativamente próximos pero, a la vez, bastante diferentes entre sí: el germánico, el anglosajón y el hispánico.
1. Nun singet und seid froh: la Navidad en Alemania1
Una de las cosas que más llaman la atención a quien observa con ojos
españoles las celebraciones de la Iglesia alemana es la presencia de un repertorio musical que se remonta a veces a cinco o hasta seis siglos atrás. En el
Gotteslob, el libro de cantos litúrgicos de los católicos alemanes, presente
incluso en la parroquia más pequeña del pueblo más apartado, uno puede
1.
Lo dicho en este apartado es probablemente extensible al resto del dominio cultural germánico, es decir, Austria y la parte de Suiza de lengua alemana. En épocas
pasadas, formaron parte también del «ámbito germánico» otras regiones, como
Alsacia, Bohemia (la actual República Checa) o partes de lo que hoy es Polonia.
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encontrar, junto a composiciones musicales de los siglos XIX y XX, otras
muchas del período barroco, del Renacimiento o incluso del final de la
Edad Media, si bien en bastantes casos los textos (y a veces también las
melodías) han sufrido algún tipo de modernización. Y lo sorprendente2 es
que las diversas asambleas siguen cantando con entusiasmo estas venerables piezas a lo largo de los domingos y fiestas del año litúrgico.
Tal conservación de un patrimonio musical vivo (que quizá tenga que
ver, además de con un gran amor por la tradición, con las circunstancias
surgidas de la Reforma luterana y la necesidad de los católicos centroeuropeos de hacer frente a la «competencia» protestante en el uso de la lengua vernácula en la Iglesia) se observa en todas las facetas de la música
religiosa y también, ¿cómo no?, en la música navideña. Así, si damos un
repaso a las piezas que aparecen en las secciones de Adviento y Navidad
del Gotteslob, encontraremos, entre otras cosas, cantos tardomedievales
como Sei uns willkommen, Herre Christ («Sé bienvenido, Señor Cristo»)
o el bellísimo Quem pastores laudavere3; hermosos ejemplos de polifonía
renacentista, como Wachet auf, ruft uns die Stimme («Despertad, nos
llama la voz»), de Ph. Nicolai, o Lobt Gott, ihr Christen alle gleich («Alabad
a Dios, cristianos, todos a una»), de N. Herman; y también joyas barrocas como Ich steh an deiner Krippe hier («Estoy aquí junto a tu pesebre»),
de Paul Gerhardt, o Zu Betlehem geboren («En Belén ha nacido»), del
jesuita Friedrich Spee, por citar tan solo una aportación procedente del
lado protestante y otra del católico. Todo ello, por supuesto, junto a
composiciones navideñas de los siglos XIX y XX.
En la música alemana compuesta para el Adviento y la Navidad destaca,
junto a la belleza de muchas melodías, la fuerte impostación teológica de
bastantes de las letras. Con frecuencia los textos están teñidos de una piedad sentimental muy típica del barroco germánico (como ocurre, por lo
2.
3.
Al menos para quien viene de España, donde prácticamente ninguna de las canciones religiosas en uso puede rastrearse, que yo sepa, más allá del siglo XIX.
En el Quempas, como se le conoce popularmente, suelen alternarse las estrofas en
latín con otras en alemán. Algo parecido sucede en otro de los grandes hits navideños alemanes, In dulci iubilo / nun singet und seid froh; en este caso, la alternancia
lingüística se da en el interior de cada frase de la canción.
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demás, en no pocas cantatas de Johann Sebastian Bach e incluso en su
Oratorio de Navidad), pero en muchas ocasiones dan muestra de una
gran riqueza de referencias simbólicas y de alusiones bíblicas. Comentaré
brevemente dos ejemplos.
El primero es un villancico alsaciano, documentado desde el siglo XV, en
el que, bajo la imagen de un barco que se aproxima a la orilla, se hace una
alegoría de la Encarnación del Verbo. Estas son sus tres primeras estrofas:
Es kommt ein Schiff, geladen
bis an sein‘ höchsten Bord,
trägt Gottes Sohn voll Gnaden,
des Vaters ewigs Wort.
Llega un barco, cargado
hasta lo alto de la borda;
trae al Hijo de Dios lleno de gracia,
la eterna Palabra del Padre.
Das Schiff geht still im Triebe,
es trägt ein teure Last;
das Segel ist die Liebe,
der Heilig Geist der Mast.
El barco avanza pausadamente,
lleva una carga preciosa.
La vela es el amor;
el mástil, el Espíritu Santo.
Der Anker haft’ auf Erden,
da ist das Schiff am Land.
Das Wort will Fleisch uns werden,
der Sohn ist uns gesandt.
El ancla toca el suelo,
el barco llega a tierra.
La Palabra quiere hacérsenos carne,
el Hijo nos es enviado4.
El otro es un villancico bien conocido, sobre todo en la armonización de
M. Praetorius, en el que, partiendo del texto de Is 11,1 («Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago»), se
concentra en unos pocos versos la emoción inconmensurable de la noche
de Navidad (por desgracia, la belleza del poema alemán se pierde irremisiblemente en una traducción literal al español). He aquí la primera estrofa:
Es ist ein Ros entsprungen
aus einer Wurzel zart,
wie uns die Alten sungen,
4.
Ha brotado una rosa
de una tierna raíz;
como nos anunciaron los antiguos,
La traducción, como en todos los demás villancicos extranjeros, es del autor del
artículo.
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von Jesse kam die Art,
und hat ein Blümlein bracht
mitten im kalten Winter,
wohl zu der halben Nacht.
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de Jesé procede el linaje
y ha dado una florecilla
en mitad del frío invierno,
justo a la medianoche.
Mención aparte merece Stille Nacht («Noche de paz»), quizá el villancico más popular del mundo, cantado en todas partes y traducido a todas
las lenguas, a veces en versiones muy triviales. La historia del origen de
esta canción inmortal, que se acerca ya a su segundo centenario, es bien
conocida: Joseph Mohr, coadjutor en el pueblecito de Oberndorf, cerca
de Salzburgo, compuso, recién terminadas las guerras napoleónicas, un
poema navideño en seis estrofas y le pidió a Franz Xaver Gruber, organista y profesor de música, que escribiera una melodía adecuada para él.
Según la leyenda, Gruber compuso la música en pocas horas y escribió
el acompañamiento para guitarra (al parecer, el órgano de la iglesita de
Oberndorf estaba averiado). Y así, casi sin tiempo para ensayarla, en la
Nochebuena de 1818, en una pequeña aldea de Austria, se escuchó por
primera vez esta música que daría la vuelta al mundo.
De las seis estrofas que forman el villancico, normalmente se interpretan
solo tres: las dos primeras y la sexta. Ofrecemos aquí una de las estrofas
«desconocidas» (la tercera), que, a partir de la escena de Belén, contemplada en las dos estrofas anteriores, lleva nuestra atención a la profundidad del misterio de la Encarnación: en el nacimiento de este Niño, Dios
se acerca definitivamente a los hombres, el cielo y la tierra se tocan, y
acontece la salvación para toda la humanidad.
Stille Nacht, heilige Nacht,
die der Welt Heil gebracht;
aus des Himmels goldenen Höh’n
uns der Gnaden Fülle läst seh’n:
Jesum in Menschengestalt! (bis)
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Noche silenciosa, noche santa,
que trajo la salvación al mundo;
desde las doradas alturas del cielo
nos muestra la plenitud de la gracia:
¡Jesús en forma humana! (bis)
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2. Hark, the herald angels sing: la Navidad anglosajona
Cuando miramos al mundo de lengua inglesa, quizá lo más llamativo en
una primera aproximación es que las melodías navideñas más conocidas
(al menos, las más difundidas en España) son, podríamos decir, «villancicos profanos», que poco o nada tienen que ver con el misterio central
de la Navidad y se reducen a exaltar los aspectos más superficiales de la
celebración: regalos, comidas y fiesta familiar. Es el caso de grandes éxitos como Jingle bells, White Christmas5, Deck the halls o We wish you a
merry Christmas. Sin embargo, profundizando un poco más en el repertorio navideño anglosajón, encontramos también preciosas muestras de
exaltación del misterio cristiano de la Navidad.
Por otra parte, el período victoriano, como en tantos otros aspectos de la
cultura británica, marcó decisivamente la forma de percibir y de celebrar
la Navidad en el Reino Unido y, de rebote, también en gran parte del
mundo, hasta tal punto que puede decirse que hay un antes y un después de Dickens en la celebración occidental de la Navidad6. No obstante, es evidente que ni la burguesía victoriana se inventó la Navidad ni
todos los carols cantados hasta hoy en el mundo anglosajón proceden de
ese período.
De la tradición musical británica pre-victoriana podemos rescatar piezas
como There is no rose of such virtue («No hay rosa de tal virtud»), al parecer del siglo XV, o el Coventry Carol, único resto superviviente de un
mystery play del siglo XVI, que refleja el lamento de una madre ante la
matanza de los niños inocentes ordenada por Herodes; I saw three ships
a-sailing in («Vi tres barcos venir navegando»), un villancico de aire
popular datado en 1666; o el solemne y sereno While shepherds watched
5.
6.
Es sabido que esta canción, compuesta por el músico norteamericano de origen
judío Irving Berlin y grabada por primera vez por Bing Crosby en 1942, ostenta el
record del single más vendido (unos 50 millones de copias) en toda la historia de la
música comercial.
Por mencionar un elemento muy característico en la reelaboración victoriana de la
Navidad: nos referimos, claro está, al cuento A Christmas Carol (en España llamado normalmente «Canción de Navidad»), publicado por primera vez en 1843 y que
ha conocido innumerables versiones escénicas, cinematográficas y musicales.
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their flocks by night («Mientras los pastores velaban sus rebaños de
noche»), que sigue muy de cerca el relato lucano del anuncio a los pastores y se ha convertido, desde su composición por Nahum Tate en
torno a 1700, en un clásico de la liturgia anglicana.
Es probable que un músico británico del siglo XVIII, John Francis
Wade, sea el autor de uno de los más bellos y populares villancicos de
todos los tiempos, Adeste fideles (el origen de este canto navideño sigue
siendo muy discutido). En el mismo siglo, Charles Wesley, hermano del
fundador del metodismo, escribió un poema sobre el nacimiento de
Jesús que, ligeramente modificado, recibió más tarde la música procedente de una cantata de Mendelssohn, adaptada por el compositor inglés
Cummings. De esta –podríamos decirlo así– coproducción anglo-germánica nació Hark! The herald angels sing, uno de los himnos navideños
más populares en todo el mundo anglosajón. He aquí una de sus estrofas, en la que se aprecia el denso trasfondo teológico del autor:
Christ, by highest Heav’n adored,
Christ, the Everlasting Lord!
Late in time behold Him come,
offspring of a virgin’s womb.
Veiled in flesh the Godhead see,
hail the incarnate Deity,
pleased as man with man to dwell,
Jesus, our Emmanuel.
Hark, the herald angels sing
«Glory to the newborn King!»
¡Cristo, adorado por el cielo altísimo,
Cristo, el Señor eterno!
Vedle llegar, avanzado el tiempo,
fruto del seno de una virgen.
Ved a la divinidad oculta en la carne,
saludad a la deidad encarnada,
que se complace en vivir como hombre
[con el hombre,
Jesús, nuestro Emmanuel.
Escuchad, los ángeles mensajeros
[cantan:
«¡Gloria al rey recién nacido!»
De entre los muchos Christmas carols compuestos o reelaborados en la
época victoriana, mencionaremos, para terminar, O little town of Bethlehem,
creado por el estadounidense P. Brooks en 1868 después de un viaje a
Tierra Santa. Reproducimos aquí la primera parte de este villancico, en
el que se expresan con un lenguaje voluntariamente arcaico y con poética sencillez los sentimientos despertados ante la contemplación de la ciudad en la que nació Cristo:
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O little town of Bethlehem,
how still we see thee lie!
Above thy deep and dreamless sleep
the silent stars go by.
Yet in thy dark streets shineth
the everlasting light:
the hopes and fears of all the years
are met in thee tonight.
For Christ is born of Mary
and gathered all above;
while mortals sleep, the angels keep
their watch of wondering love.
O morning stars together,
proclaim the holy birth
and praises sing to God the King
and peace to men on earth.
Pequeña ciudad de Belén,
¡qué silenciosa te vemos!
Sobre tu profundo dormir sin sueños
pasan calladas las estrellas.
Y sin embargo, en tus oscuras calles
brilla la luz eterna:
las esperanzas y los miedos de todos
[los tiempos
se encuentran en ti esta noche.
Porque Cristo ha nacido de María
y ha reunido a todos en lo alto;
mientas los mortales duermen,
los ángeles velan con amor
[admirado.
Estrellas de la mañana, todas juntas,
anunciad el santo nacimiento
y cantad alabanzas a Dios, el Rey,
y paz a los hombres en la tierra.
3. A Belén, pastores: la Navidad española7
Cuando uno escucha la música que en nuestro país suele inundar las
calles, colegios, parroquias, hogares, centros comerciales... durante el
período navideño, no puede evitar la sensación de que (prescindiendo de
las frecuentes versiones de villancicos extranjeros, antiguos o modernos)
la gran mayoría de lo que se oye son cantos populares más bien simples,
tanto desde el punto de vista literario como musical. ¿Significa esto que
no tenemos villancicos más sofisticados, comparables a los que hemos
visto en la tradición musical alemana o británica?
7.
Me limito, en esta última parte del artículo, a hacer algunas consideraciones sobre
los cánticos navideños en lengua castellana, aun sabiendo que en las otras lenguas
peninsulares existen también preciosos villancicos, como el vasco Aurtxoa Seaskan,
que es imposible escuchar sin conmoverse, o el poético El desembre congelat, de la
tradición catalana. Tampoco entro en el campo de la música navideña latinoamericana, apartado que es materia del siguiente artículo de este número de Sal Terrae.
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Ciertamente que los tenemos. Lo que ocurre es que tales composiciones,
como las preciosas piezas renacentistas recogidas en el Cancionero de
Upsala (No la debemos dormir, Verbum caro, Dadme albricias...), la inspirada Niño Dios d’amor herido, de F. Guerrero, o las diversas versiones del
Zagalejo de perlas, de Lope de Vega, han quedado desgraciadamente confinadas al ámbito de los coros profesionales y de los aficionados a la
música clásica, habiendo caído en el olvido para la mayoría de los ciudadanos de a pie.
Si el repertorio navideño español (quiero decir, el que la gente realmente conoce y canta) no puede presumir de una gran altura musical o poética, sí que goza, en cambio, de un notable arraigo, lo cual probablemente tiene mucho que ver con su carácter esencialmente popular. En
un país como el nuestro, en el que, en términos generales, hay tan poca
tradición de canto religioso (no hay más que ver los esfuerzos que tienen
que hacer muchas parroquias para conseguir una cierta participación de
la asamblea y un nivel musical mínimamente digno, y los pobres resultados conseguidos en la mayoría de los casos), en Navidad sí se canta, y
se canta mucho, aunque no tanto en la iglesia, sino más bien en el ámbito de la celebración en familia.
Muchos de nuestros villancicos se centran en los pastores que acuden a
Belén (quizá reflejo del peso que ha tenido hasta no hace mucho la vida
pastoril en bastantes regiones de España) y nos invitan a unirnos a ellos
para adorar al Niño y llevarle regalos. Como ejemplo, recojo aquí un
villancico que yo he recibido por tradición oral (se cantaba en la familia
de mi abuela materna) y que procede, según creo, de la región de León:
Por montes y valles
alegres bajar
se ve a los pastores
viniendo al portal.
Alegres pastores,
las chozas dejad;
hermosas zagalas,
venid y cantad.
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Unos llevan leche,
otros queso y pan,
y el Niño sonríe
al verlos llegar.
Alegres pastores...
Temblando de frío
el Niño allí está;
sus padres benditos
adoran su faz.
Alegres pastores...
Pero no faltan tampoco las alusiones a otros aspectos del misterio navideño, tratados normalmente con un estilo popular y cercano, el cual
revela una familiaridad con lo sagrado que es quizá una de las claves que
pueden explicar mejor la persistencia y el profundo arraigo de los villancicos en la religiosidad española. Así, los desposorios de María y José se
presentan en un villancico andaluz con estas palabras: «En el cielo se
alquilan balcones / para un casamiento que se va a hacer: / que se casa la
Virgen María / con el patriarca señor san José». La belleza de la Madre de
Dios es ensalzada con sencilla admiración en otro popularísimo villancico: «La Virgen se está peinando / entre cortina y cortina; / los cabellos son de
oro, / el peine, de plata fina».
No faltan tampoco las intuiciones teológicas de más calado, como las
alusiones al sufrimiento redentor de Cristo, en línea con los «Niños Jesús
de Pasión» tan frecuentes en la pintura y las esculturas barrocas españolas («– Dime, niño, de quién eres / y si te llamas Jesús. / – Soy amor en el
pesebre / y sufrimiento en la cruz»). O el villancico «Madre, en la puerta
hay un niño», en el que el mismo Jesús va explicando el sentido de su
venida a la buena mujer que lo acoge en su casa («Mi Padre es del cielo, /
mi madre también; / yo bajé a la tierra / para padecer»).
Terminamos aludiendo a un villancico del que existen diversas versiones
y que se remonta en su temática a narraciones de los evangelios apócrifos: se trata del romance de la Virgen y el ciego. La Virgen, a su regreso
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de Egipto, pide a un ciego una naranja para calmar la sed del Niño Jesús;
la generosa respuesta del invidente le granjea el milagro de la curación:
... Deme, ciego, una naranja,
que mi niño tiene sed.
Entre usted, señora, y coja
cuantas haya menester.
La Virgen, con ser la Virgen,
no cogía más que tres,
y el Niño, como era niño,
todas las quiso coger.
Cuando la Virgen se aleja,
el ciego comienza a ver.
– ¿Quién ha sido esa señora
que me ha hecho tan gran bien?
– Ha sido la Virgen pura,
que va de Egipto a Belén.
Concluimos así nuestro pequeño periplo por las tradiciones navideñas
de estos tres países europeos. Por fuerza, ha sido una presentación muy
sumaria que se ha limitado a dar algunas pinceladas sobre las peculiaridades de cada uno de estos tres ámbitos culturales en su relación con la
música que expresa y celebra el misterio de la Navidad. Y terminamos
recomendando a aquellos lectores que tengan tiempo y ganas la escucha
de alguno de los villancicos comentados a lo largo del artículo (hoy día,
gracias a Internet, es posible encontrar fácilmente buenas versiones de
casi todos ellos): el valor de estas obras se aprecia mucho mejor si, además de leer el texto, podemos escuchar la música que le da vida.
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La fuerza sanadora
de las parábolas de Jesús
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¿Cómo sanaba Jesús con sus parábolas, dichos y encuentros personales?
Su palabra y su acción nos abren el camino para acceder al fondo de nuestra alma, donde puede producirse la curación. Con sus parábolas rebosantes de vida, sus historias de curación y determinados dichos o discursos transmitidos en los Evangelios, Jesús nos enseña a transformar y asimilar las experiencias difíciles de nuestra vida. Una mirada renovada a tales parábolas, relatos de curación y dichos y discursos cambiaría nuestra
vida, porque nos haría más sanos más y libres, colmaría nuestra esperanza y nos fortalecería como personas.
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