Voces: HOSPITALES Y SANATORIOS - SUICIDIO - DAÑOS Y PERJUICIOS RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL - RESPONSABILIDAD DEL ESTADO PROVINCIAL OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD Partes: S. E. G. y ots. c/ Gobierno de Mendoza y Hospital Luis Lagomaggiore | daños y perjuicios Tribunal: Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y Tributaria de Mendoza Fecha: 26-feb-2013 Cita: MJ-JU-M-77355-AR | MJJ77355 Producto: MJ Responsabilidad del hospital demandado a raíz de la muerte de la víctima, que fue internada por presentar una importante hemorragia nasal y saltó al vacío desde un tercer piso del nosocomio. Sumario: 1.-Cabe confirmar la sentencia que hizo lugar a la demanda de daños y perjuicios incoada contra el hospital demandado a raíz de la muerte de la víctima, que fue internada por presentar una importante hemorragia nasal y saltó al vacío desde un tercer piso del nosocomio. 2.-Si el enfermo es internado para ser asistido por una afección no psiquiátrica y no se prevé que podría perder la razón -a extremo de peligrar su salud o su vida-, siendo ello previsible, poco importa que se intente probar que las lesiones o la muerte eran inevitables, pues el sujeto debió ser derivado a un establecimiento especializado de inmediato; y si ello no fuere posible de momento, debió ser tratado y cuidado como un enfermo mental, más allá de cualquier otra afección que pudiera padecer. 3.-La víctima era un alcohólico crónico, que entró en estado de desasociego y que, víctima de una probable crisis de abstinencia, se arrojó por una ventana del nosocomio en el que se hallaba internado, para provocarse la muerte, explicando el perito que la droga que se le colocó al paciente una hora antes de que el suicidio se produjera no es fácil de manejar, menos aun si el enfermo tiene insuficiencia hepática, como ocurría con el actor; esa droga se metaboliza en el hígado y aumenta su potencialidad y acción en forma geométrica, produciendo excitación en lugar de calma, tornando incontrolable la conducta del paciente. 4.-Vinculado con la excitación que manifestaba el paciente al ser internado y con su estado de desequilibrio, fluye de esas constancias que el enfermo, mientras se encontraba internado, se arrancó el suero, y para implementar su sujeción a la cama debieron intervenir el portero, el policía, médicos y enfermeros del servicio, siendo que posteriormente, portando inexplicablemente un cuchillo, emprende el tránsito que lo llevó hasta el sitio desde el que se lanzó al vacío. 5.-Las previsibles reacciones paradojales que produce la medicación psiquiátrica que se le había suministrado se pusieron de manifiesto en el momento en que el paciente comenzó a evidenciar conductas agresivas y demostrativas de la falta de control sobre sus actos; frente a esa evidencia, el personal de la demandada no tomó medidas de seguridad eficaces para contrarrestar el descontrol que el paciente demostraba ni tampoco, y lo que es peor aún, se aventó con idoneidad el grave riesgo que esa realidad previsiblemente comportaba para la integridad personal del sujeto hospitalizado y de otros terceros. 6.-La obligación de seguridad directa implica también responsabilidad en la organización del servicio, en la existencia de salas adecuadas para el control de determinados enfermos, y en la adjudicación de estos servicios de mayor complejidad a los pacientes que así lo requieren, y se complementa con el carácter de garante que tiene el Estado con relación al desempeño de los médicos que prestan servicios en sus centros asistenciales. En Mendoza, a veintiséis días del mes de febrero de dos mil trece, reunidos en la Sala de Acuerdos los doctores Silvina Miquel y Horacio Gianella, trajeron a deliberar para resolver en definitiva los autos Nº180.801 /43.904, caratulados: "S., E. G. y ots. c/ Gobierno de Mendoza y Hospital Luis Lagomaggiore p/ d. y. p.", originarios del Décimo Séptimo Juzgado en lo Civil, Comercial y Minas de Mendoza, venidos a esta instancia en virtud de los recursos de apelación interpuestos por la accionada y Fiscalía de Estado contra la sentencia de fs. 225/33, aclarada a fs.234 y 251. Sustanciado el recurso, la causa quedó en estado de resolver a fs. 286. Practicado el sorteo de ley, se estableció el siguiente orden de estudio: Dres. Miquel y Gianella. En cumplimiento de lo dispuesto por los arts. 160 de la Constitución Provincial y 141 del C.P.C., se plantearon las siguientes cuestiones a resolver: Primera cuestión: ¿Es justa la sentencia apelada? Segunda cuestión: costas. Sobre la primera cuestión propuesta la doctora Silvina Miquel dijo: I. Se alza la accionada contra la sentencia que acogió parcialmente la demanda planteada por los señores E. G. S., Raúl Alberto y Paola Lorena Coquian en contra del Hospital Lagomaggiore, les impuso las costas respectivamente a los vencidos y reguló honorarios. La magistrada que previno fundó su resolución en las reglas que rigen la responsabilidad contractual; con ese sustento, meritó los hechos y la prueba rendida, para concluir en que la accionada debe responder frente a la actora, por haber incumplido el deber de seguridad a su cargo. En el desarrollo de sus fundamentos consideró la sentenciante que no está controvertido en autos que el Sr.Jorge Coquian fue internado en el Hospital Luis Lagomaggiore el 26 de marzo de 2004, por presentar una importante hemorragia nasal; dijo que tampoco lo está que ese sujeto saltó al vacío, desde un tercer piso del nosocomio, aproximadamente a las tres de la mañana del día 29 de marzo de 2004, provocándose la muerte. Luego, tras cotejar las posiciones contrapuestas desarrolladas por las partes, analizó los datos aportados por la Historia Clínica, la informativa y la pericial. Aclaró sobre el particular que, si bien Coquian ingresó al nosocomio a raíz de una hemorragia nasal importante, al labrarse la Historia Clínica - como lo reconoce el propio accionado - ya se detectó la alcoholización del paciente, en grado no menor. Con sustento en la pericial médica adujo asimismo que, la ingesta diaria que denunció ese individuo al ingresar al hospital, trasuntaba su condición de alcohólico crónico, lo que implicaba que debían extremarse los cuidados para brindar seguridad al enfermo que había sido internado luego de tres días de abstinencia. Puntualizó la juzgadora en lo sucesivo que todas esas particularidades relativas al estado en que se encontraba el paciente cuando ingresó al hospital para tratar su epistaxis, fueron advertidas por el personal del establecimiento asistencial. En consecuencia, razonó, resultaba previsible que ocurriera una crisis nerviosa, que podía culminar en cualquier acto que escapara de la esfera de control del sujeto. No en vano, dijo, se sujetó a Coquian a la cama y se lo medicó, no obstante lo cual aquél se desató y salió de la habitación- que obviamente no se encontraba controlada- arrojándose al vacío. Consideró seguidamente la magistrada que, si la demandada no contaba con la infraestructura necesaria para controlar la patología del sujeto internado- como lo sostuvo esa parte para exculparse - eso, más que disminuir o excluir su responsabilidad, la agrava, dado que, si no se trataba de un hospital psiquiátrico y no se disponía de los elementos necesarios para controlar el cuadro de Coquian, debió trasladárselo a otro centro asistencial.En este marco, juzgó que el hecho que se ventila en autos resultaba previsible y también evitable, con el adecuado control. La juez descartó correlativamente cualquier posibilidad de considerar que la culpa de la víctima obrara como eximente en la especie. Párrafo aparte meritó la juez cuestión relativa a la portación de un arma blanca por parte de Coquian, en el instante en que salió corriendo de la habitación a la que había sido trasladado y se arrojó al vacío. Dijo que nadie explicó en autos de qué modo el paciente pudo hacerse de tal elemento en el estado en que se hallaba; consideró también la posibilidad de que mediaran distintas hipótesis sobre el particular (que el cuchillo se encontrara en la habitación del paciente, que él lo hubiese portado o lo hubiera encontrado fuera de la sala de internación) y dijo que, cualquiera de esas alternativas, sólo llevaba a confirmar la infracción del deber de seguridad por parte del establecimiento asistencial. En mérito de esas razones y lo dispuesto por los arts. 1112, 1113, 512, 902, 909 y cc. del C.C., la juzgadora consideró acreditados los presupuestos del deber de reparar, y condenó a la accionada en la medida de los daños que consideró probados. II. Se queja el Hospital Luis Lagomaggiore, a través de su representante, porque considera que el decisorio en crisis adolece de modo absoluto de debida fundamentación, se basa en opiniones dogmáticas, refleja un infundado apartamiento de la prueba- en especial del dictamen pericial- y contiene razonamientos absurdos. Expresa la quejosa que la ausencia de fundamentación, el dogmatismo y los razonamientos absurdos que denuncia, estarían reflejados en diversos apartados de la decisión traída a revisión. Así, en primer lugar, pone de relieve en esa dirección que, para la juez, el error médico radicaría en el caso en el hecho de no haberse dispuesto la internación del paciente en una institución psiquiátrica.Califica como absurdo el razonamiento que, sin sustento médico, lleva a concluir a la juzgadora en que, una persona que no manifiesta problemas psiquiátricos, debe ser inexcusablemente internada en un nosocomio de esa especialidad. Añade en el mismo orden de cosas que, la supuesta previsibilidad del cuadro mental que presentó el paciente, surge como resultado de un razonamiento infundado de la pronunciante, que reflejaría su convicción relativa a que "todo paciente alcohólico debe ser manicomializado" (sic), lo que implicaría, en sí, un mandato de cumplimiento imposible para el Estado. Insiste en quejarse la accionada en torno a la calificación de "previsible" que la juzgadora atribuyó al desenlace fatal ya aludido. Atribuye ilogicidad al fallo y asevera que, si una severísima crisis de abstinencia alcohólica pudiese haber puesto previsiblemente en peligro la vida del Sr. Coquian- como lo dijo la juez- esa circunstancia debió haber sido invocada y probada por la actora, lo que no aconteció en la especie. En este contexto, invoca que su parte no tuvo posibilidad de expresarse ni de producir prueba específica acerca de ese supuesto de hecho. Advierte por último que la juzgadora parecería atribuir a su parte una "posible segunda culpa" (sic) derivada del hecho de no haber trasladado al paciente a una institución psiquiátrica, luego de que el mismo manifestara alteraciones de conducta. Argumenta sobre las razones que hubieran convertido esa decisión en el resultado de una conducta imperita e imprudente. En capítulo aparte funda la apelante las razones por las que considera que la juzgadora se apartó infundadamente del dictamen pericial. Subraya en tal sentido que el auxiliar sólo aludió a la existencia de una probable crisis del paciente por abstinencia alcohólica y que la juez convirtió esa probabilidad en un hecho cierto, del que derivó infundadamente la muerte del paciente. Añade que, por el contrario, el perito, en consonancia con lo que resulta de otras pruebas, atribuyó la muerte del Sr. Coquian a una reacción anormal e imprevisible del mismo a la medicación suministrada.En torno a la apreciación irrazonable de las pruebas y razonamientos ilógicos que también reprocha la accionada a la juez "aquo", precisa esa parte que en la sentencia se dio por sentado que el paciente ingresó al nosocomio alcoholizado, lo que no es verdad, dado que de la Historia Clínica surge que lo hizo en un período de abstinencia y que presentaba alcoholismo, en grado que apenas superaba el umbral definido para diagnosticar la enfermedad. Se queja más adelante del reproche que se formuló en el fallo con respecto al apoderamiento, por el paciente, de un cuchillo; objeta que se diera a ese hecho el carácter de indicio relativo al incumplimiento por el Hospital de su deber de seguridad. Destaca que consta en autos que el personal sanitario advirtió que Coquian se había despertado y liberado deEn Mendoza, a veintiséis días del mes de febrero de dos mil trece, reunidos en la Sala de Acuerdos los doctores Silvina Miquel y Horacio Gianella, trajeron a deliberar para resolver en definitiva los autos Nº180.801 /43.904, caratulados: "S., E. G. y ots. c/ Gobierno de Mendoza y Hospital Luis Lagomaggiore p/ d. y. p.", originarios del Décimo Séptimo Juzgado en lo Civil, Comercial y Minas de Mendoza, venidos a esta instancia en virtud de los recursos de apelación interpuestos por la accionada y Fiscalía de Estado contra la sentencia de fs. 225/33, aclarada a fs.234 y 251. Sustanciado el recurso, la causa quedó en estado de resolver a fs. 286. Practicado el sorteo de ley, se estableció el siguiente orden de estudio: Dres. Miquel y Gianella. En cumplimiento de lo dispuesto por los arts. 160 de la Constitución Provincial y 141 del C.P.C., se plantearon las siguientes cuestiones a resolver: Primera cuestión: ¿Es justa la sentencia apelada? Segunda cuestión: costas. Sobre la primera cuestión propuesta la doctora Silvina Miquel dijo: I. Se alza la accionada contra la sentencia que acogió parcialmente la demanda planteada por los señores E. G.S., Raúl Alberto y Paola Lorena C oquian en contra del Hospital Lagomaggiore, les impuso las costas respectivamente a los vencidos y reguló honorarios. La magistrada que previno fundó su resolución en las reglas que rigen la responsabilidad contractual; con ese sustento, meritó los hechos y la prueba rendida, para concluir en que la accionada debe responder frente a la actora, por haber incumplido el deber de seguridad a su cargo. En el desarrollo de sus fundamentos consideró la sentenciante que no está controvertido en autos que el Sr. Jorge Coquian fue internado en el Hospital Luis Lagomaggiore el 26 de marzo de 2004, por presentar una importante hemorragia nasal; dijo que tampoco lo está que ese sujeto saltó al vacío, desde un tercer piso del nosocomio, aproximadamente a las tres de la mañana del día 29 de marzo de 2004, provocándose la muerte. Luego, tras cotejar las posiciones contrapuestas desarrolladas por las partes, analizó los datos aportados por la Historia Clínica, la informativa y la pericial. Aclaró sobre el particular que, si bien Coquian ingresó al nosocomio a raíz de una hemorragia nasal importante, al labrarse la Historia Clínica - como lo reconoce el propio accionado - ya se detectó la alcoholización del paciente, en grado no menor. Con sustento en la pericial médica adujo asimismo que, la ingesta diaria que denunció ese individuo al ingresar al hospital, trasuntaba su condición de alcohólico crónico, lo que implicaba que debían extremarse los cuidados para brindar seguridad al enfermo que había sido internado luego de tres días de abstinencia. Puntualizó la juzgadora en lo sucesivo que todas esas particularidades relativas al estado en que se encontraba el paciente cuando ingresó al hospital para tratar su epistaxis, fueron advertidas por el personal del establecimiento asistencial. En consecuencia, razonó, resultaba previsible que ocurriera una crisis nerviosa, que podía culminar en cualquier acto que escapara de la esfera de control del sujeto.No en vano, dijo, se sujetó a Coquian a la cama y se lo medicó, no obstante lo cual aquél se desató y salió de la habitación- que obviamente no se encontraba controlada- arrojándose al vacío. Consideró seguidamente la magistrada que, si la demandada no contaba con la infraestructura necesaria para controlar la patología del sujeto internado- como lo sostuvo esa parte para exculparse - eso, más que disminuir o excluir su responsabilidad, la agrava, dado que, si no se trataba de un hospital psiquiátrico y no se disponía de los elementos necesarios para controlar el cuadro de Coquian, debió trasladárselo a otro centro asistencial. En este marco, juzgó que el hecho que se ventila en autos resultaba previsible y también evitable, con el adecuado control. La juez descartó correlativamente cualquier posibilidad de considerar que la culpa de la víctima obrara como eximente en la especie. Párrafo aparte meritó la juez cuestión relativa a la portación de un arma blanca por parte de Coquian, en el instante en que salió corriendo de la habitación a la que había sido trasladado y se arrojó al vacío. Dijo que nadie explicó en autos de qué modo el paciente pudo hacerse de tal elemento en el estado en que se hallaba; consideró también la posibilidad de que mediaran distintas hipótesis sobre el particular (que el cuchillo se encontrara en la habitación del paciente, que él lo hubiese portado o lo hubiera encontrado fuera de la sala de internación) y dijo que, cualquiera de esas alternativas, sólo llevaba a confirmar la infracción del deber de seguridad por parte del establecimiento asistencial. En mérito de esas razones y lo dispuesto por los arts. 1112, 1113, 512, 902, 909 y cc. del C.C., la juzgadora consideró acreditados los presupuestos del deber de reparar, y condenó a la accionada en la medida de los daños que consideró probados. II.Se queja el Hospital Luis Lagomaggiore, a través de su representante, porque considera que el decisorio en crisis adolece de modo absoluto de debida fundamentación, se basa en opiniones dogmáticas, refleja un infundado apartamiento de la prueba- en especial del dictamen pericial- y contiene razonamientos absurdos. Expresa la quejosa que la ausencia de fundamentación, el dogmatismo y los razonamientos absurdos que denuncia, estarían reflejados en diversos apartados de la decisión traída a revisión. Así, en primer lugar, pone de relieve en esa dirección que, para la juez, el error médico radicaría en el caso en el hecho de no haberse dispuesto la internación del paciente en una institución psiquiátrica. Califica como absurdo el razonamiento que, sin sustento médico, lleva a concluir a la juzgadora en que, una persona que no manifiesta problemas psiquiátricos, debe ser inexcusablemente internada en un nosocomio de esa especialidad. Añade en el mismo orden de cosas que, la supuesta previsibilidad del cuadro mental que presentó el paciente, surge como resultado de un razonamiento infundado de la pronunciante, que reflejaría su convicción relativa a que "todo paciente alcohólico debe ser manicomializado" (sic), lo que implicaría, en sí, un mandato de cumplimiento imposible para el Estado. Insiste en quejarse la accionada en torno a la calificación de "previsible" que la juzgadora atribuyó al desenlace fatal ya aludido. Atribuye ilogicidad al fallo y asevera que, si una severísima crisis de abstinencia alcohólica pudiese haber puesto previsiblemente en peligro la vida del Sr. Coquian- como lo dijo la juez- esa circunstancia debió haber sido invocada y probada por la actora, lo que no aconteció en la especie.En este contexto, invoca que su parte no tuvo posibilidad de expresarse ni de producir prueba específica acerca de ese supuesto de hecho. Advierte por último que la juzgadora parecería atribuir a su parte una "posible segunda culpa" (sic) derivada del hecho de no haber trasladado al paciente a una institución psiquiátrica, luego de que el mismo las ataduras, así como que se encontraba deambulando; eso significa, dice, que el cuchillo pudo hallarlo en cualquier lugar o habitación del pabellón que, recuerda a sus efectos, corresponde a un sitio de internación común, en un servicio de clínica médica donde los pacientes y sus visitas se entretienen y alimentan durante todo el día. Considera por último absurdo que se infiera negligencia del mero hecho de encontrarse en el lugar un elemento de ese tipo que, en condiciones normales, no representa peligro para nadie. Pide, por todo ello, que se revoque el fallo apelado, con costas. III. La Fiscalía de Estado, por su parte, cuestiona que en el caso no existen elementos probatorios que revelen la falta de servicio. Se agravia porque la actora no cumplió con la carga que pesaba sobre ella en tal sentido y porque la juez suplió esa negligencia, a través del dictado de una sentencia arbitraria e infundada. En segundo lugar arguye la apelante que la juzgadora incurrió en un apartamiento injustificado de la prueba pericial, en su interpretación conjunta con otras probanzas que indica. Resalta en tal sentido que el perito informó que el hecho no era previsible y que no hubo en el caso mala praxis. Incoa en lo sucesivo que la decisión traída a revisión se apoyó en construcciones dogmáticas, del tipo de la que indica que toda persona que sufre un síndrome de abstinencia es un eventual suicida y debe ser internado en hospitales psiquiátricos. Insiste en la imprevisibilidad e inevitabilidad que la muerte del paciente tuvo en este caso. Pide, por todo ello, la revocación del fallo en crisis y la imposición de las costas correspondientes a la contraria. IV.La apelada, debidamente notificada, responde solicitando el rechazo de los recursos incoados por la contraparte, con costas, por los fundamentos que desarrolla. V. Solución del caso: En el orden nacional prácticamente no se discute acerca de que, por regla, los casos de responsabilidad médica deben subsumirse en la órbita contractual de la responsabilidad civil, cuando el damnificado es el paciente que contrató el servicio. Una corriente mayoritaria también considera que la naturaleza contractual de la relación no se pierde en estos casos por el hecho que la prestación sea cumplida por intermedio de un servicio público. Así, en contraposición con la tesitura de quienes entienden que las actividades médicas llevadas a cabo en el sector público acarrean responsabilidad extracontractual, la postura que tiene mayor predicamento en la doctrina autoral y jurisprudencial nacional sostiene que, "la circunstancia de ser el Estado uno de los integrantes de la relación jurídica, no muta la naturaleza contractual del deber medical, puesto no hay motivos especiales para dar un tratamiento diverso a la intervención de un hospital público o de una clínica privada" (Trigo Represas, F.- López Mesa, M., Tratado de la Responsabilidad Civil, La Ley, Bs. As., 2.004, T. II, pág. 310; Bueres, Alberto, Responsabilidad Civil de los médicos, Hammurabi, Bs. As., 1.992, T. 1, págs. 74 y 75).- Los autores y los precedentes que suscriben ese criterio prevaleciente consideran no obstante que, en casos como el presente, en los cuales el paciente falleció y quienes reclaman son sus familiares, la cuestión debe dirimirse dentro de la órbita extracontractual. Concretamente, el ya aludido desplazamiento hacia la órbita aquiliana se produce en tales hipótesis debido a que el daño afecta a damnificados indirectos, que reclaman por derecho propio y no como continuadores de la persona del difunto.En ese marco, para que la pretensión resulte exitosa, es menester que la víctima demuestre la culpa médica o la de los dependientes de la entidad asistencial o bien la ejecución irregular del servicio público de salud (S.C.J. Mza., 5/12/95, "Caneo Contreras, Mireya Pilar y ots. c/ Mario Chravolowsky y Gobierno de Mendoza", Rev. del Foro de Cuyo Nro.20, págs. 133 y ss., doctrina y jurisprudencia allí citadas).Por mi parte suscribo es a posición que es, debo decir, coincidente con la que abrazó la actora al demandar. Desde esta perspectiva, aclaro, podría ponerse en crisis la vigencia en el caso de la obligación de seguridad, caracterizada por Bueres como el deber de conducta secundario en relación con la obligación principal de prestar el servicio de salud, destinado a evitar que los pacientes sufran daños corporales, ya sea por la producción de accidentes, o bien por cualquier otra circunstancia (Bueres, Alberto, Responsabilidad civil de los médicos, Hammurabi, Bs. As., 1.992, pág. 440). En efecto, una línea de pensamiento que tiene gran predicamento en la doctrina nacional sostiene que la obligación de seguridad reviste siempre naturaleza contractual y da fundamento, exclusivamente, a ese tipo de responsabilidad (Vázquez Ferreyra, Roberto, La obligación de seguridad, Suplemento Especial La Ley- Obligación de Seguridad, setiembre 2.005, pág. 6; véase también: Agoglia, M.- Borágina, J.Meza, J.- Responsabilidad por incumplimiento contractual, Hammurabi, Bs. As., 1993, págs. 162 y ss.). Desde ese punto de vista, explica Vázquez Ferreyra que la naturaleza de la obligación de seguridad no empece a reconocer que su incumplimiento puede dar lugar a un supuesto de responsabilidad extracontractual, lo que ocurre, ejemplifica, en las hipótesis en las que el contratante favorecido por la obligación de seguridad fallece como consecuencia del incumplimiento de la misma.En tal caso- añade la fuente- los damnificados indirectos no pueden alegar el incumplimiento de dicho deber como fuente de su derecho- pues no eran sujetos del negocio que le dio cabida a la obligación de seguridad- aunque sí pueden fundar su pretensión en la violación del principio general de no dañar a los demás, más conocido como "neminem laedere" (cit., pág. 6. Acerca de la inaplicabilidad de la obligación de seguridad en el ámbito aquiliano, véase también, entre otros: Calvo Costa, Carlos A., Incorrecta invocación de la obligación de seguridad en la responsabilidad médica, La Ley 2012-C - 604). En las antípodas se sostiene que la obligación de seguridad "pareciera ser extracontractual porque deriva de un deber jurídico superior, un deber legal que está fuera del contrato" (Wayar, citado por López Herrera, E., Teoría General de la Responsabilidad Civil, Abeledo Perrot, Nro. 7004/004379, punto 3.1.). Otros autores, por su lado, consideran que no cabe en estos supuestos brindar respuestas omnicomprensivas, o bien que, en los casos en que la responsabilidad es de naturaleza extracontractualtal como ocurre en la hipótesis en que la demanda es deducida por los deudos del paciente fallecidoexiste una "prolongación de la obligación de seguridad hacia el ámbito extracontractual que justifica recurrir a un factor de atribución objetivo" (Bueres, A., citado por Lorenzetti, Ricardo L., La empresa médica, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 1.998, pág.329; López Herrera, cit.). Las disquisiciones que he formulado vienen al caso, porque en el fallo en crisis la solución se sustentó, prioritariamente, en los postulados de la obligación de seguridad. Eso indica, por lo pronto, que la juez se enroló en una de las alternativas de solución posibles, más allá de que sea discutible la subsunción de los hechos en la órbita contractual de la responsabilidad civil (en términos concordantes: CNAp.Civ., sala E, 12/2012, expte. Nro. 56.341/593.264, "B.J.A. y ot. c/ F. J. y ots.p/ d y p", elDial AA7C17; CNAp.Civ., sala C, 15/02/2011, J.E.E. c/ Sanatorio Anchorena S.A. y ot. p/ d y p", microjuris, cita:MJ-JU-M-64415-AR/MJJ64415). Sin perjuicio de lo anterior, advierto que también se argumentó en el decisorio traído a revisión acerca de la falta de servicio que derivó en el resultado dañoso. De tal modo, se comparta o no la tesitura en primer término aludida, por cualquier camino es posible concluir en que, en la especie, existe- como lo entendió la juez de grado- una objetivación del deber de resarcir. Esa definición, añado para mayor claridad, tendría en lo concreto sustento en la jurisprudencia que sostiene que, la obligación resarcitoria del Hospital Público, que tiene linaje constitucional y compromete el cumplimiento de las funciones esenciales del Estado, puede válidamente acarrear en este tipo de casos una responsabilidad objetiva y directa del Estado, por falta de servicio (véase el voto de la doctora Mastrascusa en: CC3, 17/03/2010, Expte. Nro. 31.996, "Casal, Luis A. y ots. c/ Hospital Humberto Notti y ots. p/ d y p"). No es ocioso recalcar incluso, a todo evento, los innegables puntos de contacto que existen entre ambas alternativas de análisis. La compatibilidad surge apenas se contempla, como se hizo en el fallo anteriormente citado, que la obligación de seguridad directa "implica también responsabilidad en la organización del servicio, en la existencia de salas adecuadas para el control de determinados enfermos, y en la adjudicación de estos servicios de mayor complejidad a los pacientes que así lo requieren" y se complementa con el carácter de garante que tiene el Estado con relación al desempeño de los médicos que prestan servicios en sus centros asistenciales. Definida la objetivización del deber de responder, llega el turno de considerar si ha operado o no en lo concreto la fractura del nexo causal.Anticipo en tal sentido mi respuesta negativa. A sus efectos y pese a las salvedades que anteriormente formulé- en torno a la aplicación o no al caso de la obligación de seguridad- no veo obstáculo en apelar en este tópico a las enseñanzas de Bueres, quien, tras sentar que el deber de seguridad involucra una obligación de resultado, resalta que, "Ciertamente, si un enfermo se encuentra normalmente lúcido, sin problemas de orden mental (circunstancias que suponen que la internación se llevó a cabo para asistirlo de una patología ajena al campo siquiátrico), la clínica podrá aducir como límite de responsabilidad un casus, siempre y cuando la perturbación mental que lleva al individuo a autolesionarse o al suicidio constituya un hecho imprevisible". A lo que agrega: "Es indudable que si el acontecimiento fuera previsible no existiría entonces caso fortuito, y en un supuesto semejante- y más allá de la culpa que pudieran cometer los médicos o auxiliares- la entidad asistencial ha de responder de manera objetiva si se demuestra simplemente la frustración del resultado (Bueres, Alberto, Responsabilidad civil de los médicos, Hammurabi, Bs. As., 1.992, pág. 441). El mismo doctrinario precisa empero que, si el enfermo es internado en una clínica común "por razones de urgencia y está afectado por un mal psiquiátrico, dicha entidad, hasta tanto pueda derivar al paciente a un establecimiento especializado, asumirá una obligación de medios, pues si las clínicas de salud mental contraen deberes de esta última especie...a fortiori ha de aplicarse idéntica solución a las clínicas comunes o corrientes que deben afrontar una emergencia de la señalada naturaleza" (cit. pág.441). Tras fijar esa regla y como si se estuviera refiriendo concretamente a nuestro caso, en la nota a ese texto transcripto alude Bueres a que, "...si el enfermo es internado para ser asistido por una afección no psiquiátrica y no se prevé que podría perder la razón - a extremo de peligrar su salud o su vida-, siendo ello previsible, poco importa que se intente probar que las lesiones o la muerte eran inevitables, pues el sujeto debió ser derivado a un establecimiento especializado de inmediato; y si ello no fuere posible de momento, debió ser tratado y cuidado como un enfermo mental- más allá de cualquier otra afección que pudiera padecer-. A menos que de existir imposibilidad temporaria de derivar al sujeto a una clínica de salud mental, se pruebe que aunque se hubiera diagnosticado la patología psiquiátrica, las lesiones o la muerte igualmente hubieran sido inevitables, en cuyo caso podría discurrirse sobre si es aplicable o inaplicable la solución del art. 892 a efectos de fracturar total o parcialmente el nexo causal..." (págs. 441/42. La marca me pertenece). Admito llegada esta altura que en nuestro derecho es controversial la cuestión relativa al carácter de obligación de medios o de resultado que reviste en este tipo de casos la obligación de seguridad (véase en doctrina: Trigo Represas- López Mesa, cit. T. II, pág. 476). Sólo a título de ejemplo señalo en torno a ese debate que, de modo reciente, se ha decidido que el deber de seguridad que pesa sobre médicos y sanatorios hacia los pacientes con tendencias suicidas, no implica, en sí, una obligación de resultado (CNACiv, sala L, 02709/2011, "D.G.G. c/ Instituto Dupuytrén de Traumatología y Ortopedia S.A.", La Ley online, cita online:AR/JUR/49916/2011 con nota aprobatoria de Cobas, Manuel, La responsabilidad civil del establecimiento médico por el suicidio de un paciente"). Esa perspectiva, sin embargo, se opone a la que se adoptó, frente a un caso del tipo, en el fallo que citó la magistrada que previno (CNACiv., sala K, 26/02/2010, "G.M.T.C. c/ Sanatorio Quintana S.A. y ots. p/ d y p", microjuris, cita: MJJ55135; en términos concordantes: CNACiv., Sala B, 30/11/04, I.M.E. c/ Ecléctica S.A.", La Ley 25/04/05, 7, cita online: AR/JUR/3720/2004). Sin perjuicio de conocer esas disquisiciones aclaro que, a mi juicio, no es menester en este caso tomar cabal partido por una u otra de las tesituras reseñadas. Recalco por el contrario que, las definiciones que alcanza el destacado autor anteriormente citado, si bien transitan por esos aspectos, dan peso dirimente a la relación causal, tal como en rigor debe ocurrir cuando se analiza la cuestión de las eximentes y, particularmente, cuando debe definirse, como en el caso, si medió o no un caso fortuito que libere a la demandada. Sentadas las bases jurídicas sobre las que apoyaré mi decisión, estoy en condiciones de sostener llegado este punto que, la subsunción de los hechos de la causa en las mismas, funda en mi ánimo la convicción relativa a que, en el caso, la producción del daño antijurídico es plenamente atribuible a la demandada, que no logró probar la ruptura del nexo causal. Para ser más precisa añado que no se dan en autos los presupuestos del caso fortuito, ni tampoco concurre el hecho de la víctima como eximente, hipótesis que, a la luz de la tesis que suscribo, debe también caracterizarse como un hecho imprevisible o, al menos, inevitable, para producir la liberación total del sindicado como responsable (Trigo RepresasLópez Mesa, cit. T. I, pág. 882 y ss.). En efecto, por un lado, la instrumental acompañada por la demandada (fs.33/47) da certera noticia de que el Sr. Jorge Coquian ingresó al Hospital Lagomaggiore el 27 de marzo de 2.004, donde permaneció internado hasta que ocurrió su deceso, el día 29 de marzo siguiente, como consecuencia del suicidio que acometió. Los antecedentes médicos reflejan también que el paciente ingresó al nosocomio con un diagnóstico de "epistaxis" (hemorragia nasal) y que, en el diagnóstico inicial, se precisó que el mismo padecía de alcoholismo. En esos antecedentes se resume que, la caída del sujeto hospitalizado desde la altura, se produjo en el contexto de una probable crisis por abstinencia, derivada de la suspensión de la ingesta de alcohol por un lapso de entre dos o tres días previos a la internación. Se indicó asimismo que el paciente había referido al ingresar al nosocomio que ingería cerveza, en la cantidad que dos litros diarios, desde su juventud; que presentaba agresividad, temblores generalizados, ansiedad, probables alucinaciones, taquicardia y agitación psicomotriz; que el día previo a su ingreso había sufrido una caída, precedida de un mareo; que había sido internado inicialmente en el servicio de traumatología para su seguimiento por ORL y que finalmente había sido derivado al Servicio de Clínica Médica, para "estudio y tratamiento de presunta hepatopatía alcohólica" (fs. 36). La sintética cronología de los hechos previos al suicidio, se completa con otros detalles que ofrece la misma instrumental que vengo merituando. Consta allí que, el 28 de marzo de 2.004, a las 22:45, el paciente se encontraba excitado, desorientado en tiempo y espacio y no colaboraba con el interrogatorio; a las 23: 45 se detectó que Coquian continuaba con agitación psicomotriz y presentaba conducta violenta, ante lo cual se indicó su sujeción a la cama, se lo medicó con haloperidol 5 mg intramuscular y se dispuso asegurar la puerta de salida al balcón. A las 24:00 hs.el enfermo seguía evidenciando una intensa agitación psicomotriz y una conducta agresiva hacia médicos y enfermeras, lo que dio lugar a que se avisara al Servicio de Portería y a la Policía de Guardia y a que se lo intentara cambiar de sala, a lo que el sujeto en crisis se opuso rotunda y agresivamente. En la misma Hoja de Evolución a la que vengo refiriendo se plasmó que, a la hora en último término indicada, el paciente fue llevado a la sala que se dispuso por el personal de seguridad, así como que se le sujetó a la cama y se le indicó Diazepam. Se consignó por último en esa ocasión que el internado carecía de familiares, domicilio conocido o ni DNI (fs.39). El día 29 de marzo de 2.004, a la 1: 00 hs., se evaluó que Coquian dormía y se mantuvieron las indicaciones ya consignadas, lo que también ocurrió con la decisión de mantener sujetado al paciente a la cama. Se indicó en esa oportunidad, como diagnóstico presuntivo, el padecimiento por la persona hospitalizada de un síndrome de abstinencia alcohólica. A las 2:30 hs. se emitió el llamado de enfermería que anotició al personal a cargo de que el paciente se había librado de las sujeciones y se encontraba deambulando por los pasillos, con conducta agresiva y portando un cuchillo. Los antecedentes meritados reflejan asimismo que, en ese contexto, el enfermo abandonó la clínica oeste y se dirigió al balcón de clínica médica este; que al asistir el personal de enfermería medió con él, pero que igualmente se arrojó al vacío, falleciendo a las 4:15 hs., tras ser asistido por el médico de guardia y solicitado su envío al Hospital Central- por falta de cama en la Unidad de Terapia Intensiva del nosocomio demandado-. Sin perjuicio de lo ya referido menciono a mayor abundamiento que, en la Hoja de Enfermería que obra a fs.46, se plasmó algunos otros detalles que resultan altamente descriptivos del cuadro de situación que se presentó al personal del nosocomio demandado, previo a que el paciente se suicidara. Vinculado con la excitación que manifestaba Coquian al ser internado y con su estado de desequilibrio, fluye de esas constancias que el enfermo, mientras se encontraba internado, se arrancó el suero. También emerge de los mismos antecedentes que, para implementar su sujeción a la cama, debieron intervenir el portero, el policía, médicos y enfermeros del servicio (fs. 46). Se consignó en la misma oportunidad que el nombrado, luego de haber sido sujetado a la cama, se arrancó por segunda vez el suero y por ello se le administró nuevamente ese fluido y se le reforzaron las vendas, que finalmente volvió a arrancarse, para, portando inexplicablemente un cuchillo, emprender el tránsito que lo llevó hasta el sitio desde el que se lanzó al vacío. A mi juicio, los antecedentes médicos previamente evaluados son suficientemente reveladores del estado en que se encontraba Coquian al momento de su internación, del curso que tomaron los acontecimientos subsiguientes y de la falta de adopción por el establecimiento hospitalario de las medidas urgentes y adecuadas para la protección de un enfermo que constituía una amenaza para sí y para terceros (Diana, Nicolás, Sobre la vida y la libertad, LL 12/12/2011, 10). Sin perjuicio de lo que ya he anticipado y dado el valor probatorio que la pericial reviste en estos casos, complementaré los reveladores datos anteriormente meritados con aquellos que surgen, de modo concordante, del informe del médico clínico rendido a fs. 133/135. Esa pericia refleja- al igual que la Historia Clínica- que el Sr. Coquian era un alcohólico crónico, que entró en estado de desasociego y que, víctima de una probable crisis de abstinencia, se arrojó por una ventana del nosocomio en el que se hallaba internado, para provocarse la muerte.Paralelamente destaco que también informó el experto que, la droga que se le colocó al paciente una hora antes de que el suicidio se produjera - Haloperidolno es fácil de manejar, menos aun si el enfermo tiene insuficiencia hepática, como ocurría con el actor. Esa droga, explicó el galeno, se metaboliza en el hígado y aumenta su potencialidad y acción en forma geométrica, produciendo excitación en lugar de calma, tornando incontrolable la conducta del paciente. Aseveró asimismo el facultativo que, la conducta del paciente que en tales condiciones se arrojó al vacío, no le resultaba sorprendente, porque el sujeto carecía de control sobre sus actos. Las primeras aclaraciones que brindó el perito a instancias de la demandada fueron compatibles con los datos que él aportó en su informe inicial. Detalles más, detalles menos, noto que, las respuestas brindadas en último término por el auxiliar (fs. 185) arrojan una vez más que, dada la insuficiencia hepática que padecía Coquian, la cantidad de droga que se calculó pudo ver potenciados sus efectos, en medida indeterminable. También reiteró el experto en esta ocasión que, en el caso particular, todos los efectos secundarios que aparecieron fueron consecuentes con el problema hepático que el internado padecía, situación que, volvió a insistir, dificultaba el cálculo de la droga necesaria para producir el efecto deseado. Contradiciendo sin embargo sus afirmaciones iniciales y las aclaraciones que brindó con posterioridad, refirió el galeno en la audiencia a la que aludo que, el efecto "paradojal" de excitación que padeció el enfermo, luego de la aplicación de Haloperidol y Diazepan, no era previsible; afirmó incluso que no constituyó mala praxis la colocación de 5 mg. de Haloperidol (dado que se trata de la mínima dosis recomendada por el laboratorio fabricante), aunque insistió en poner de relieve el rol que asume en estos casos la experiencia de cada médico.Antes de sentar definitivamente la opinión que me merece la pericial estudiada, dejo aclarado que comparto con el apelante que en este tipo de casos debe priorizarse la convicción que ofrece la prueba pericial, según lo tiene decidido de consuno la jurisprudencia. Suscribo a sus efectos la tesis que postula que, por principio, la prueba pericial es indispensable en los juicios en los que, como en el caso, se ventilan aspectos científicos sobre los que el juez no está en condiciones de opinar. Considero asimismo que, ese tipo de aportes, goza en el proceso de una presunción iuris tantum de garantía de corrección. No obstante la convicción que sostengo, también destaco, como lo hace la misma jurisprudencia a la que aludo, que la presunción ya mencionada no quita que el juez pueda apartarse de las conclusiones de los auxiliares, cuando el peritaje se encuentra insuficientemente fundado, carece de lógica, resulta contrario a las máximas de la experiencia o existe prueba de igual o superior idoneidad que lo desvirtúa (S.C.J., 16/3/05, Autos Nro. 77.825, "Cereda Olga E. en j:..." y 22/12/06, autos Nro. 86.481, "Cacciaguerra, Leopoldo en j:...", entre otros. Arts. 192 último párrafo y 207 C.P.C.).Como derivación de lo expuesto, concluyo en que, si bien no encuentro motivos de peso para contrarrestar de plano lo sostenido por el perito en cuanto a que el tratamiento farmacológico aplicado al paciente fue adecuado (véase el informe de la Unidad Docente de Clínica Docente de la Universidad Nacional de Cuyo, suscripto por el Dr. José Carena; fs. 130/131), advierto no obstante que, el informe pericial, no desvirtúa las conclusiones de la juez de grado relativas a que, el personal del nosocomio dem andado, no midió adecuadamente ni se precavió de las consecuencias nocivas que podían ocasionar al paciente, dadas sus particulares circunstancias, las previsibles reacciones paradojales que produce la medicación psiquiátrica que se le había suministrado.Esas reacciones, sin duda, se pusieron de manifiesto en el momento en que el paciente comenzó a evidenciar conductas agresivas y demostrativas de la falta de control sobre sus actos (desprendimiento del suero, de las ataduras, etc.). Frente a esa evidencia, insisto, el personal de la demandada no tomó medidas de seguridad eficaces para contrarrestar el descontrol que el paciente demostraba ni tampoco, y lo que es peor aún, se aventó con idoneidad el grave riesgo que esa realidad previsiblemente comportaba para la integridad personal del sujeto hospitalizado y de otros terceros. A primera vista entonces, el error médico no consistió en el caso en el hecho de no haber internado al paciente en una institución psiquiátrica ( aunque, debo aclarar, tampoco consta que haya existido una imposibilidad en tal sentido, como pretende la apelante). Considero por el contrario que, como dice Bueres- y como sin duda se entendió en el fallo revisado- la infracción radica en lo concreto en no haber tratado y cuidado a Coquian como un enfermo mental, más allá de otro tipo de afecciones que el mismo pudiera haber padecido. Las dos veces que el paciente se desató, la posibilidad que tuvo incluso el mismo de hacerse de un cuchillo en las condiciones en que se hallaba y de concretar su salto al vacío, son circunstancias de por sí reveladoras de que el daño sólo resulta en este caso imputable a la accionada, sin perjuicio de lo que surge de todo lo demás ya señalado (en términos concordantes, véase: CNACiv., sala M, 14/12/07, "B.N.G. y ots. c/ OMAJA S.A. y ot.). Con lo anterior pretendo dejar establecido entonces que, los hechos que desencadenaron el luctuoso resultado ya aludido, no fueron imprevisibles, como no debió serlo el desenlace que, a todas luces, a esta altura tampoco puede considerarse como inevitable, según la quejosa pretende.Sentada ya la convicción que me lleva a propiciar la confirmación del fallo en crisis, sólo sostendré para concluir que, la argumentación de la apelante, relativa a que la decisión de grado conlleva a postular que "todo paciente alcohólico debe ser manicomializado" (sic) y a que eso constituiría una afirmación de inimaginables efectos nocivos para el Estado, resulta, en el marco dado, una construcción consecuencialista insostenible, que merece, sin más ser rechazada. Por todo lo expuesto y si mi opinión es compartida, propugno la desestimación de ambos recursos tratados y la consecuente confirmación del fallo apelado. Así voto. El doctor Horacio Gianella adhiere, por sus fundamentos, al voto que antecede. Sobre la segunda cuestión propuesta la doctora Silvina Miquel dijo: Las costas deben ser soportadas por las vencidas (art. 36 inc. I C.P.C.). Así voto. El doctor Horacio Gianella adhiere, por sus fundamentos, al voto que antecede. Por lo que se dio por terminado el presente acuerdo procediéndose a dictar la parte resolutiva de la sentencia la que se inserta a continuación. SENTENCIA Mendoza, 26 de febrero de 2.013. Y VISTOS: por lo que resulta del acuerdo precedente el Tribunal RESUELVE: I.- Desestimar los recursos de apelación promovidos por la accionada y Fiscalía de Esatdo contra la sentencia fs. 225/33 y sus aclaratorias, la que, en consecuencia, se confirma. II.- Imponer las costas a las apelantes vencidas. III.- Regular los honorarios profesionales de los Dres. Cusimano Carlos Alberto y Agüero Graciela F. en las sumas respectivas de PESOS MIL . ($.) y .ESOS . ($.) sin perjucio de los complementarios que puedieran corresponder. (art. 15 y 31 L.A.). NOTIFÍQUESE. BAJEN. Silvina Miquel. Juez de Cámara. Horacio C. Gianella. Juez de Cámara. Se deja constancia que la presente resolución es firmada por dos Magistrados, atento a encontrarse vacante el tercer lugar al momento del sorteo de la causa.(art. 88 inc. III C.P.C., ley 3.800) Marcelo Olivera. Secretario.