Junio Programa 7 1 2 3 YOAV TALMI (1943) Dachau reflections .............................. JOHANNES BRAHMS (1833-1897) Obertura trágica, Op. 81 .............................. WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791) Misa en do menor, K. 427, Gran Misa Kyrie Gloria: Gloria Laudamus te Gratias Domine Qui tollis Junio Programa 7 Quoniam Jesu Christe Cum Sancto Spiritu Credo: Credo Et incarnatus est Sanctus Benedictus .............................. 1 YOAV TALMI (1943) Dachau reflections La pintoresca ciudad está situada en una colina. En la cima, un castillo y una iglesia. Desde allá arriba, la vista es tan bella, que a lo largo del tiempo ha atraído a numerosos pintores, sobre todo paisajistas. Los honrados ciudadanos se dedican a la producción de cartón, papel, cerámica, textiles, equipo eléctrico y algunos otros bienes de consumo. La ciudad, que al parecer data del siglo IX, fue fundada en las márgenes del río Amper, a unos cuantos kilómetros al norte de Munich, la capital del estado alemán de Baviera. Hasta bien entrado el siglo XX, esta pequeña localidad no fue sino una ciudad comercial de importancia muy menor. Hoy día, Dachau, que así se llama la ciudad, no sería más que un mínimo punto en el mapa de un atlas, si no fuera por el hecho de que en el año de 1933, en lo que había sido una antigua fábrica de municiones en los límites urbanos, los nazis de Adolfo Hitler establecieron su primer campo de concentración en Alemania. El resto, como se dice tradicionalmente, es historia. Y es una historia particularmente abominable. Las cifras negras de Dachau son de terror. Un cuarto de millón de prisioneros pasaron por Dachau y los campos subsidiarios cercanos. Más de 30,000 murieron ahí en condiciones pavorosas, y muchos miles más fueron enviados desde Dachau a ser exterminados en otros campos de la muerte. Inicialmente reservado para prisioneros políticos (socialdemócratas, comunistas), Dachau amplió más tarde el espectro de su población, recibiendo tras de sus rejas a gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová y judíos. Dachau se hizo especialmente famoso entre los campos de la muerte de los nazis por dos razones: 1.- Su forma de estructura organizacional llegó a ser tan eficiente, que fue tomada como modelo para muchos otros campos de concentración. 2.- En su interior se instalaron varios “laboratorios” en los que los inquisitivos y curiosos científicos alemanes realizaron numerosos y atroces experimentos médicos utilizando a los prisioneros como conejillos de indias. Yoav Talmi, quien además de ser un reconocido director ha compilado un interesante catálogo de composiciones, escribió su obra Dachau reflections („Reflexiones de Dachau‟, ó „Reflejos de Dachau‟) como consecuencia de dos visitas que hizo, en 1980 y 1985, al infame campo de concentración. Durante la segunda visita, el director-compositor estuvo acompañado por miembros de la Orquesta de Cámara de Israel, a los que había llevado a una gira que incluyó la ciudad de Munich. Durante la visita, uno de los violoncellistas de la orquesta, conmovido, sacó su instrumento y tocó, en memoria de los caídos en Dachau, la Sarabanda de la Suite No. 5 para violoncello de Johann Sebastian Bach (1685-1750). En recuerdo de ese intenso momento musical y humano, Talmi cita esta Sarabanda en su obra Dachau reflections, designada por el compositor como una elegía para cuerdas, timbales y acordeón. Además de este fragmento de Bach, Talmi cita trozos de las Kindertotenlieder („Canciones por los niños muertos‟) de Gustav Mahler (1860-1911), y una vieja canción yiddish, Bajo el cielo estrellado. Con la inclusión del acordeón en esta obra, Talmi evoca la imagen (y el sonido) de un solitario músico judío tocando su acordeón en el interior de Dachau. De la combinación de estos y otros elementos surge lo que el propio Talmi describe como “una pieza profundamente sentida, que es como un collage de ideas siendo cocinadas todas juntas”. Yoav Talmi dedicó Dachau reflections a sus abuelos polacos, a los que nunca conoció, y quienes estuvieron entre las víctimas del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. El propio Talmi se encargó de dirigir el estreno de la obra en 1997, al frente de la Orquesta Filarmónica de Bergen. Al año siguiente, la obra fue presentada como ballet, con una coreografía de Paul Koverman interpretada por el Ballet de California. Dato curioso: entre las composiciones de Yoav Talmi se encuentra una Obertura sobre temas mexicanos. Coda histórica. El campo de concentración de Dachau fue liberado el 29 de abril de 1945, en una acción militar que dio lugar a una masacre de soldados y guardias nazis, a manos de las tropas estadunidenses. Típico de la insondable estupidez humana, coronar una masacre con otra. En esas seguimos, y no tenemos para cuándo aprender ni para cuándo acabar. Entre los paliativos que tenemos en contra de ello está el preservar la memoria a través de la música. Dachau reflections es parte de esa memoria. 2 JOHANNES BRAHMS (1833-1897) Obertura trágica, Op. 81 La Cuarta sinfonía de Franz Schubert (1797-1828) y la Sexta sinfonía de Havergal Brian (18761972) comparten el sobrenombre de trágica con esta obertura de Brahms. Como siempre, puede discutirse hasta el cansancio si lo trágico está, en efecto, en la música, o si todo es una mera alucinación sonora o emocional del compositor. ¿Cómo expresar lo trágico en la música? Y, más importante: ¿qué es lo trágico? La enorme y prolija Enciclopedia Británica ofrece parte de la respuesta en un extenso artículo sobre el tema. Ahí es posible leer que las palabras tragedia y trágico se aplican con la misma frecuencia a la vida y a la literatura. ¿Ejemplos de tragedias o situaciones trágicas? Veamos: la muerte temprana, los desastres que causan sufrimiento y muerte, la ruptura de las relaciones humanas, una vida desperdiciada, etc. Indica la citada enciclopedia que el aplicar el término trágico a cualquiera de estas situaciones u otras análogas equivale a transferir a la vida real el significado de un adjetivo que originalmente fue utilizado para una forma literaria. Como género literario la tragedia tiene su origen en la antigua civilización griega; las tragedias más antiguas que se conservan son las de Sófocles, Eurípides y Esquilo. De ahí, la tragedia pasa a ser importante en el imperio romano y con el paso del tiempo resulta que la tragedia se vuelve un género importante en Inglaterra y Francia durante los siglos XVI y XVII. En Italia, algunos textos de Bocaccio y Petrarca fueron usados como cimientos para narraciones trágicas. La definición misma de la tragedia es un asunto harto complicado; baste mencionar aquí que entre los elementos principales de este género están el final infeliz y la presencia indispensable del llamado héroe trágico. Algunos héroes trágicos importantes de distintas épocas: Medea, Hamlet, el rey Lear, Willy Loman. En cuanto a las reglas para escribir una tragedia, se dice que el primero en sistematizarlas fue Aristóteles en su Poética, que data del siglo III a.C. Después de este brevísimo viaje a través de la tragedia sería fácil suponer que para la creación de música de corte trágico es necesario tener como fundamento una tragedia o un hecho trágico, o un final infeliz, o un héroe con las características adecuadas al género. Sin embargo, en el caso de la Obertura trágica de Brahms, ninguna de estas condiciones fue cumplida. La historia de la Obertura trágica tiene mucho que ver con la de otra obertura de Brahms, la llamada Festival académico. En 1879 la Universidad de Breslau confirió a Brahms un doctorado honoris causa y en agradecimiento el compositor escribió la obertura Festival académico. Por razones un tanto incomprensibles, a Brahms le surgió la necesidad de componer al mismo tiempo otra obertura, de cualidades contrastantes con aquélla. Mientras la Festival académico era alegre y optimista, la vena melancólica de Brahms requería de otra salida, tal y como el compositor lo decía en una carta a su amigo, el editor Fritz Simrock. En otra carta, dirigida a Carl Reinecke, Brahms decía de sus dos oberturas: “Una de ellas llora, la otra ríe.” Así, para dar rienda suelta a su íntimo llanto espiritual, Brahms compuso la Obertura trágica en el mismo año de 1880, en el balneario de Bad Ischl. Al parecer, Brahms nunca tuvo en mente utilizar esta música para acompañar alguna representación escénica. Sin embargo, es un hecho que una buena parte del inicio de la obertura ya existía, en forma de bosquejo, desde la década de los 1860s; hasta la fecha no se tiene noticia de la intención original de Brahms al escribir aquel bosquejo que más tarde se convertiría en la Obertura trágica. De hecho, antes de poner título a esta obra el compositor consultó con algunos de sus amigos, ninguno de los cuales pudo sugerirle un título mejor, de modo que lo trágico fue lo que marcó, en la mente de Brahms, a esta obra suya. La historia señala que la Obertura trágica fue estrenada simultáneamente con la obertura Festival académico el 4 de enero de 1881 en la ciudad de Breslau, con el propio Brahms como director de la orquesta. Este hecho no deja de ser notable porque, en un sólo día, se estrenaba la quinta parte de las obras orquestales de Brahms. En efecto, la producción puramente orquestal de Brahms fue relativamente escasa: sus cuatro sinfonías, las dos oberturas, dos serenatas, las Variaciones sobre un tema de Haydn y su propia orquestación de las Danzas húngaras. No hay que olvidar, sin embargo, que Brahms tuvo otras oportunidades de dar rienda suelta a su pensamiento orquestal a través de sus dos conciertos para piano, el Concierto para violín y el Concierto para violín y violoncello. En el verano de 1881, de nuevo en Bad Ischl, Brahms realizó algunos cambios a la partitura de la Obertura trágica hasta dejarla en la forma definitiva con la que hoy se le conoce. Nota final: así como algunas fuentes hablan del estreno simultáneo de las dos oberturas de Brahms, otras indican que la Obertura trágica fue estrenada primero, el 26 de diciembre de 1880, por la Filarmónica de Viena dirigida por Hans Richter. 3 WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791) Misa en do menor, K. 427, Gran Misa Kyrie Gloria: Gloria Laudamus te Gratias Domine Qui tollis Quoniam Jesu Christe Cum Sancto Spiritu Credo: Credo Et incarnatus est Sanctus Benedictus Junto con el oscuro Réquiem y la luminosa Misa de la coronación, la Gran Misa en do menor forma la trilogía de obras litúrgicas más importantes en el catálogo de Wolfgang Amadeus Mozart. Desde el punto de vista cronológico, la Gran Misa (1782) es la penúltima de las misas de Mozart, fue precedida por otras 16 misas, y antecede solamente al Réquiem, igualmente inconcluso, de 1791. ¿Igualmente inconcluso? En efecto, la Gran Misa es una de las obras más importantes de Mozart en quedar inacabadas, y la historia de su génesis sigue rodeada, hasta nuestros días, de cierto misterio. Para esclarecer al menos parcialmente ese misterio, cabe acercarse a los estudios realizados por Alfred Beaujean sobre las misas de Mozart. De los escritos de Beaujean sobre la Gran Misa en do menor es posible rescatar el hecho de que Mozart escribió una carta a su padre en enero de 1783, mencionando “media misa” que tenía pendiente por terminar. El mismo Beaujean ofrece una hipótesis doble para la creación de esta obra maestra de la música sacra: 1.- Al parecer, Mozart había realizado un voto (una manda, diríamos nosotros) en el año de 1782 para componer una misa en agradecimiento por la curación de su prometida Constanza Weber, quien ese año había caído enferma de cierta gravedad. Si este fue el caso, las dimensiones y la profundidad de esta música permiten suponer que el agradecimiento de Mozart por la recuperación de Constanza fue de gran alcance. Sobre este particular, otras fuentes mencionan que en realidad Mozart había prometido componer una gran misa si su novia Constanza accedía a ir con él a Salzburgo ya como su esposa. 2.- Alfred Beaujean menciona también el hecho de que en 1782, Mozart había conocido de cerca la obra de Juan Sebastián Bach (1685-1750) gracias a la influencia de su amigo y protector, el barón Gottfried van Swieten. De modo específico, el musicólogo afirma que el conocer de cerca la gran música de Bach le había causado a Mozart una crisis creativa, y que la creación de la Gran Misa en do menor fue, al menos en parte, un intento de reconciliar esta crisis a través de una composición litúrgica que, en buena medida, le debe mucho a la música de Bach. El caso es que, como es bien sabido, Mozart se casó con Constanza en Viena el 4 de agosto de 1783 en contra de la voluntad de su padre. Meses después, los nuevos esposos realizaron el prometido viaje a Salzburgo con la intención de que Leopold Mozart conociera (aun a regañadientes) a su nueva nuera. Al parecer, y con el ánimo de cumplir su voto, Mozart llevó consigo a Salzburgo la partitura de la misa que había iniciado tiempo atrás. Y aquí es donde la musicología relativa a la Gran Misa se complica. La partitura que Mozart llevó a Salzburgo no estaba completa; el compositor había terminado solamente el Kyrie, el Gloria, el Sanctus, el Benedictus y parte del Credo. Sin embargo, el compositor tenía toda la intención de ofrecer una misa completa y, según especulan los musicólogos, tomó las partes que faltaban de otras misas suyas, y así pudo presentar la misa prometida. Durante un tiempo, se dio como la fecha de la ejecución de la Gran Misa como el 25 de agosto de 1783; investigaciones más recientes apuntan hacia otra fecha, el 26 (o 23, en otras fuentes) de octubre de ese año, en la iglesia de San Pedro en Salzburgo. Tal como lo menciona Beaujean, secundado por otros musicólogos, Mozart parecía estar explorando, y quizá homenajeando, a Bach y otros grandes compositores barrocos, ya que la Gran Misa es rica en contrapunto imitativo y, de manera particular, en escritura fugada. Es evidente que Mozart tenía un gran respeto por esa tradición, que en su tiempo ya se había perdido y había sido sustituida por una nueva manera de componer; como testimonio de ello quedan estas palabras suyas al respecto: “La verdadera música de iglesia está olvidada en los áticos, casi comida por los gusanos”. Esta visión barroca de la música sacra se hace evidente en la magnitud de las proporciones de la Gran Misa, concebida para cuatro solistas, coro mixto (en ocasiones dividido hasta en ocho partes) y una orquesta de buen tamaño que incluye trombones, aunque no clarinetes. Y si Mozart había vuelto el corazón hacia sus amados Bach y Händel mientras escribía la Gran Misa en do menor, no olvidó el modo de expresión de su propio tiempo; así, alguna de las partes de la misa, en particular los solos, se acercan más al estilo operístico clásico que a la música sacra del barroco. ¿Qué ocurrió entonces con esta misa inconclusa? Ya en nuestro tiempo, diversos músicos y musicólogos han interpolado las secciones y fragmentos faltantes con el objeto de proveer una misa completa. Entre ellos hay que mencionar a H.C. Robbins Landon, Franz Beyer, Alois Schmitt y al gran director inglés John Eliot Gardiner. Si bien gracias a estos caballeros hoy se puede interpretar completa la Gran Misa K. 427 de Mozart, los puristas prefieren ejecuciones en las que se presentan solamente las partes terminadas por Mozart. Otra posible solución, que suele aplicarse con frecuencia, es la de cantar las secuencias apropiadas de canto gregoriano para sustituir las partes de la misa que Mozart no escribió. En cualquier caso, lo que existe de esta misa es testimonio más que suficiente de los alcances de Mozart como compositor de música litúrgica. El musicólogo Karl Geiringer se refirió a esta monumental obra con estas palabras: “La Misa en do menor marca una cima de logros artísticos que Mozart habría de exceder sólo en su última obra, el Réquiem”. Es una lástima, por cierto, que ambas misas hayan quedado inconclusas por razones diversas, privándonos de visiones completas del magnífico pensamiento musical de Mozart.