University of South Florida Scholar Commons Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications Digital Collection - Science Fiction & Fantasy 2-1-2006 Qubit 13 Cubit Follow this and additional works at: http://scholarcommons.usf.edu/scifistud_pub Part of the Fiction Commons Scholar Commons Citation Cubit, "Qubit 13 " (2006). Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications. Paper 13. http://scholarcommons.usf.edu/scifistud_pub/13 This Journal is brought to you for free and open access by the Digital Collection - Science Fiction & Fantasy at Scholar Commons. It has been accepted for inclusion in Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications by an authorized administrator of Scholar Commons. For more information, please contact scholarcommons@usf.edu. Boletín electrónico y postgeográfico de literatura y pensamiento ciberpunk. De frecuencia mensual y totalmente gratis 0. 1. 2. 3. Índice: Ciencia-ficción, vida e inteligencia artificial. Manuel de la Herrán Gascón Made in Cuba: Líder de la red. Por Yoss. Vender vino sin botellas: la economía de la mente en la Red Global. John Perry Barlow 4. Cambios. Neil Gaiman "Humo y Espejos" 5. Irak: de la doctrina Rumsfeld a la derrota final. Por David de Ugarte 6. Historia del cine ciberpunk. (Capítulo 11: Terminator) Raúl Aguiar Ciencia-ficción, vida e inteligencia artificial[1] Buscando las grandes respuestas por el camino de la imaginación Manuel de la Herrán Gascón[2] http://www.redcientifica.com/doc/doc200106170001.htm http://w ww.manuherran.com La ciencia-ficción, la vida artificial, y la inteligencia artificial tienen algo en común: buscan respuestas a las grandes preguntas que siempre han planteado los filósofos utilizando analogías entre los elementos "reales" que se pretenden analizar (el universo, la vida y la inteligencia) y otros ficticios, simulados o imaginados. Profundizando en esta vía, el concepto de lo que es real se difumina hasta ponerse en duda, sugiriendo que todo lo que imaginamos posee una existencia tan auténtica como la de todo lo que nos rodea. ¿Son el infinito y el infinitesimal conceptos reales de nuestro universo, o tan solo abstracciones? ¿La velocidad de la luz puede ser análoga a la frecuencia de refresco de la pantalla de un ordenador? ¿Qué diferencia existe entre sumar uno más uno y simular que se suma uno más uno? ¿Acaso no ocurre que es más fácil comenzar una relación de amistad cuando uno se muestra poco interesado en ello? ¿Puede una célula soñar con ser músculo? ¿Puede una hormiga querer ser hormiguero? ¿Los hombres o sus redes de ordenadores pueden ser los elementos que forman una entidad consciente de nivel superior? Estas preguntas aparentemente inconexas se funden en el caldo de la analogía, que podría ser el camino para encontrar su solución. La ciencia-ficción nos ayuda a entender nuestro mundo... a través de otros mundos posibles A pesar de que la acción de la mayoría de los relatos de la ficción científica se sitúa en el futuro, no se puede definir ésta como una literatura de anticipación en el sentido estricto de predicción del porvenir. En ciencia-ficción, especular con lo que podría suceder si se dieran determinadas condiciones es, entre otras cosas, un modo privilegiado de analizar el presente a la luz de sus posibilidades implícitas. La finalidad básica de la ciencia-ficción es ampliar nuestra perspectiva, ofreciendo una visión más distanciada, más libre de prejuicios circunstanciales, en definitiva, más objetiva. El distanciamiento de la realidad que se obtiene con la ciencia-ficción nada tiene que ver con una "evasión" de la realidad. Al igual que el pintor que se aleja del cuadro para lograr una visión de conjunto, y tal como en la literatura se recurre a la metáfora a la hora de expresar una idea, el alejamiento de la ciencia-ficción produce una disminución de los efectos anestésicos propios de la rutina. Gracias a esto, se consigue un análisis más lúcido y objetivo de la realidad [ Nota 3 ]. La vida artificial nos ayuda a entender la vida... a través de otras vidas posibles La Vida Artificial también nos ofrece una "visión privilegiada" de nuestra realidad. No hace falta que las simulaciones por ordenador sean todavía más complejas, para poder tener el derecho a preguntarnos acerca de si nuestro propio mundo no será también una "simulación dentro de un cosmo-ordenador". De hecho, esta pregunta se ha planteado, desde tiempos remotos, de infinidad de maneras. [ Nota 4 ]. Si los ordenadores son capaces de simular universos artificiales poblados por organismos que mediante la reproducción, las mutaciones y la selección natural, evolucionan y se hacen cada vez más inteligentes y conscientes, podríamos interpretar nuestro propio mundo como un "superordenador" donde nosotros mismos somos los "seres artificiales" que lo habitan, siguiendo el curso de evolución que El Programador ha deseado. En el caso de que existiera un creador y una intencionalidad, es decir, si El Programador que nos ha creado lo ha hecho con algún objetivo, no sería extraño que ese mismo programador hubiera implementado mecanismos para que sus "entidades" (nosotros) no escapen a su control. Por ejemplo, podría haber marcado límites a su movimiento (¿la velocidad de la luz? ¿la gravedad?) en su ordenador (nuestro universo) ...¿O tal vez el límite de 300.000 km/seg corresponde con los MHz del ordenador en el que vivimos? [ Nota 5 ]. Pero las limitaciones que el programador fija para controlar a sus entidades pueden no ser suficientes. Algunos programadores de Vida Artificial quedan a menudo gratamente sorprendidos por el inesperado comportamiento de sus pequeñas creaciones, más inteligentes y capaces de lo que cabría esperar en un primer momento. Además, los "bugs" (errores) en programación son probablemente una constante en todos los universos, dimensiones y realidades posibles ;-) así que tal vez el "programador" haya dejado algún hueco por donde podamos colarnos... ...es decir, que es posible que en nuestro mundo existan acciones, comportamientos, o razonamientos con efectos maravillosos, que están ahí, accesibles, pero que aún nadie ha realizado, ya sea por ignorancia, mala suerte, o porque provocan la muerte a quien llega a adquirirlos. Un ejemplo de esto último se encuentra en "Creced y Multiplicaos", de Isaac Asimov. La inteligencia artificial nos describe nuestra inteligencia... y otras posibles Pensemos en algunos intentos de la Inteligencia Artificial de obtener programas de comportamiento aparentemente impredecible, sistemas tan complejos que no tengan una explicación con palabras, mucho menos con algoritmos, para los cuales su mejor definición sean ellos mismos. ¿Por qué hacemos eso? ¿Que buscamos en esos programas raros? ¿Estamos esperando que emerja la inteligencia a partir de la complejidad o de la interconexión masiva? ¿Podrá la complejidad producir la conciencia? ¿O sólo tratamos de averiguar si nosotros mismos somos máquinas? Si somos seres artificiales en un ordenador ¿Existirá alguna forma de modificar las leyes que rigen nuestro propio universo? ¿Podremos cambiar las librerías de nuestro sistema operativo? Tal vez si fuéramos capaces de hacer algo tan distinto, de realizar una serie de acciones tan... ¿compleja?... de forma que obtengamos conocimiento que de otra forma hubiera sido imposible obtener, conocimiento que nos esté "prohibido"? Tal vez nuestras mentes conscientes sean capaces de hacer algo imposible para una máquina, pero tal vez sea al revés, por ejemplo, que ciertos sucesos sólo puedan ser detectados por un algoritmo no consciente. Análogamente, la "segunda fundación" de Asimov evitaba el lenguaje porque utilizarlo suponía una limitación. Tal vez la forma de llegar a este conocimiento sea algo mucho más sencillo pero no evidente. ¿Se podrá llegar a él mediante la meditación, la contemplación o con algo así como la fe? La paradoja de la omnipotencia de Dios o el diablo sugiere que tal vez las pequeñas criaturas sí tengamos una auténtica capacidad de control de nuestra propia existencia, como en "La luna quieta" de Javier Negrete, donde el protagonista salva su vida negando su falta de existencia y manteniendo su deseo de vivir. ¿Tal vez el escepticismo científico es precisamente nuestra limitación? ¿Existen sucesos que sólo ocurren cuando se cree por anticipado en ellos? ¿Existirá conocimiento cierto que solo se puede adquirir si se presupone? El poder de la lógica... ¿o su debilidad? ¿Son realmente las paradojas excepciones a la regla? ¿Por qué a veces expresan tan correctamente cosas que todo el mundo entiende, y en otros casos se dice que sólo parecen profundas porque no tienen sentido? Veamos algunos ejemplos: • • • • • • • • • "La vida es corta porque uno se da cuenta tarde" - F.Tejedor. "Esta frase es mentira". "Esta frase no verbo" - Douglas Hofstadter (¿o David Langford? en "Guía del Dragonstopista galáctico al campo de batalla estelar de Covenant en el límite de Dune: odisea dos". Ultramar editores, 1989. "El barbero afeita a todos los que no se afeitan así mismos". ¿Quién afeita al barbero? "Definamos dos tipos de conjuntos, los recursivos y los no-recursivos. Los recursivos se contienen a sí mismos, es decir, un elemento del conjunto es el propio conjunto. Un conjunto de sillas es no-recursivo. El conjunto de todos los conjuntos posibles es recursivo. Vamos a crear ahora un conjunto cuyos elementos serán todos los conjuntos no-recursivos". ¿De qué tipo es este conjunto? "La espontaneidad no se improvisa" - Enrique Vargas "No hay que ser dogmáticos. Nunca" - Esta es mía, creo "Que la ética no te impida hacer lo que está bien" "El fin no justifica los medios" [ Nota 6 ] Somos los hijos de la evolución... o no Caminos paradójicos para la resolución de problemas ¿Somos los seres vivos = genes + ambiente, o hay algo más? "El entorno nos inunda de información, nuestros genes nos dan ciertos impulsos, pero no siempre actuamos según esa información, no siempre obedecemos nuestros impulsos innatos. Damos saltos. Sabemos lo que no puede saberse y luego nos pasamos la vida tratando de justificar ese conocimiento. Sé que lo que intento hacer es posible", en Hijos de La mente, de Orson Scott Card (Saga de Ender) En "Las nueve Revelaciones", en el capítulo "Una cuestión de Energía", James Redfield sugiere: "[...] existe otra serie de fenómenos observables, más sutiles, que no se pueden estudiar, o de hecho ni siquiera se puede decir que existan, si el investigador no prescinde de su escepticismo o no lo deja entre paréntesis y prueba cualquier via posible para percibirlos" Podrían existir problemas en los cuales la simple búsqueda de la solución invalide ésta. Problemas que no se resuelven si se pretende resolverlos. En cambio, tal vez se resuelvan por sí mismos ante la inacción, su rechazo, o indirectamente. Esto ocurre por ejemplo, cuando la propia observación, estudio o dedicación al fenómeno invalida los resultados. ¿Existe realmente este tipo de problemas? Por supuesto [ Nota 7 ]. También podría existir "conocimiento evolutivamente prohibido". El hecho de que los individuos que participan en la evolución tengan conciencia del fenómeno de la evolución que opera sobre ellos mismos, afecta sin duda a la propia evolución ¿Tal vez la puede llegar a anular? Por una parte el "conocimiento evolutivamente prohibido" puede ser algo que al ser conocido, limite la capacidad reproductiva del individuo que lo conoce, como los métodos anticonceptivos. Pero no tenemos por qué referirnos siempre a evolución de seres vivos como animales o plantas. También podrían ser ideas (memes de Dawkins) que por su propia naturaleza, a pesar de ser ciertas, no son capaces de reproducirse. Por ejemplo, un "método perfecto y sencillo para no perder nunca jugando al mus" tiene pocas probabilidades de reproducirse en gran medida. Inicialmente el conocimiento se expandiría entre los aficionados, pero cuando fuera conocido por muchos, el juego ya no tendría ningún interés y desaparecería. Cuando jugamos al mus, podemos informar de nuestras propias cartas a nuestro compañero, pero hemos de tener cuidado en hacerlo mediante señas, ocultas al resto de los jugadores. ¿Está alguien jugando al mus con nosotros? ¿Tendrán esta naturaleza los problemas "irresolubles" de la ciencia? Sistemas de referencia últimos El método inductivo y la fe cristiana (por ejemplo) tienen en común que son sistemas de referencia que no se pueden deducir de otros. [ Nota 8 ] Las religiones, los sistemas filosóficos, el método científico y los sistemas éticos pueden ser explicados, pero no demostrados. Si se quiere, puede afirmarse que estos sistemas son la consecuencia de la aplicación de unos principios, pero estos principios no pueden ser demostrados por otros. El lenguaje matemático nos ofrece un paralelismo muy apropiado. La tarea del matemático puro consiste en deducir teoremas a partir de hipótesis postuladas o axiomas, sin tener en cuenta la cuestión de si los axiomas que se aceptan son verdaderos o no. La validez de una deducción matemática no depende del significado que pueda estar asociado a los términos contenidos en los postulados, sino en la estructura de sus afirmaciones. Pero existe la imposibilidad de demostrar ciertos axiomas. Por ejemplo, gracias a la obra de Gauss, Bolyai, Lobachevsky y Riemann, se ha demostrado la imposibilidad de deducir de otros axiomas el axioma de las paralelas. Además ¿Cómo vamos a demostrar un axioma si no es con otro axioma? Estos sistemas de referencia no tienen un carácter de incompatibles. El hecho de ser indemostrables les otorga una gran flexibilidad, obteniendo variantes y combinaciones con facilidad. Es posible ser creyente y científico. Es posible creer en un código ético y aplicar otro. Es posible aplicar incesablemente la inducción, y sin embargo, desconfiar de ella. ¿Será posible poner a prueba modelos de referencia utilizando universos en miniatura? ¿Se podría construir un modelo informático de un sistema de referencia que cambie su propio pasado, eliminando la limitación de la irreversibilidad biológica de los sentimientos y que no sea demasiado incompatible con las teorías actuales de la física? Comprometiendo la analogía Mediante la ciencia-ficción, la vida artificial y la inteligencia artificial, creamos universos ficticios, realidades simuladas o imaginadas. ¿Puede la nuestra ser una realidad creada, imaginada o controlada por otro ser superior? Es muy común la analogía del cuerpo humano, incluido el cerebro, como hardware junto a la de la mente o el alma o ambas cosas como software. En este caso algo muy parecido a la reencarnación o a la inmortalidad se obtendría copiando el software en un nuevo hardware. Fijemos la etención en una analogía similar a un nivel superior. Supongamos que es cierta la hipótesis de que todo nuestro universo sea un ordenador (hardware); la evolución puede ser entonces un programa (software) que se está ejecutando en él. Pero, ¿para qué? ¿Tiene un objetivo este programa? Si existiera una intencionalidad, la evolución debería ser dirigida por esa intencionalidad, y por tanto el conjunto hardware-software debería mostrar algunos aspectos "forzados" por esta intencionalidad, que se alejan de la "evolución natural" de las cosas. Los signos de intencionalidad, si existieran, deberían encontrarse cosas omnipresentes y extrañas, que no tendrían por qué ser exactamente así: la gravedad, el tiempo, el azar, la propia evolución con sus aparentes saltos de complejidad o la conciencia. En "El Chistoso", de Isaac Asimov, la risa aparece como el mecanismo que alguien ha introducido en los humanos, mediante chistes, para estudiarnos. Una simulación es una simplificación en la que se sustituyen ciertos procesos por funciones de azar que representan de forma basta aquello que se está simplificando y que no se considera relevante para el objeto de estudio. ¿Es el azar cuántico (único azar verdadero detectado en nuestro universo) la función de azar de nuestra propia simulación, el mayor nivel de detalle, por debajo del cual nada existe, de igual forma que en un ordenador nada existe a mayor detalle que el bit? Efectivamente, si hay algo sorprendente en nuestra realidad, algo que está y que perfectamente podría no estar. Algo que en realidad sobra y parece que alguien lo ha tenido que poner ahí. Ese algo es la existencia de seres vivos capaces de sentir placer y dolor, entidades identificadas que realmente gozan o sufren, aman, odian, tienen orgullo, compasión o celos. Cuando realizamos simulaciones de vida por ordenador, podemos asignar a cada agente una variable con un número llamada placer o dolor. Pero no es necesario que la entidad tenga realmente esas sensaciones para que se comporte como si las tuviera. Tal vez podamos construir algún día robots que se comporten como seres humanos, pero ¿podremos hacer que sientan? No importa ahora la respuesta a esta pregunta, la cuestión es: aunque pudiésemos, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué lo ha hecho la naturaleza con nosotros? Una cosa es la vida artificial como imitación de los procesos propios de la vida, y otra muy distinta es la recreación de su esencia sensible, a la que evidentemente no hemos llegado. Real y simulado Desde el punto de vista reduccionista, podemos pensar que "la recreación de su esencia" no es posible precisamente porque dicha esencia no existe, y la vida no es más que sus procesos. Tal como comentaba cierto día mi amigo Vicent Castellar "¿Qué diferencia existe entre sumar uno más uno y simular que se suma uno más uno?". Ciertamente, es difícil de ver la diferencia. Si el universo fuese, en última instancia, descomponible en unidades mínimas de espacio y tiempo, todo el universo podría considerarse como un gran sistema formal. ¿Que diferencia habría entre el universo real y otro universo copia del primero? ¿Que diferencia habría entre materia e información? ¿No sería lo mismo tener una unidad mínima de materia en cierta posición, que tener "algo" que se comportase como si fuera una unidad mínima de materia, en la misma posición? Lo mismo podemos aplicar a un cuerpo humano, cerebro incluido. ¿Que diferencia habría entre dos cuerpos así? (Además de la obvia: que ambas copias a pesar de ser idénticas, o bien no ocupan el mismo lugar del espacio, o bien no se encuentran en el mismo tiempo) ¿Serían dos personas o una? Otro planteamiento coherente es el solipsismo; pensar que sólo existe uno mismo con sus sensaciones y sentimientos, siendo el resto una ficción, parece improbable pero no es posible demostrar su falsedad. Al menos los sentimientos son reales Sin embargo, sí existe una gran diferencia entre "me duele el estómago" y "simular que me duele el estómago". Aquí aparece un componente cuya simulación no puede considerarse equivalente. Hay algo que no se puede simular: el sentir. ¿Tiene el sentimiento un origen evolutivo? Un árbol no tiene capacidad de sentir sensaciones (vamos a suponer esto), y en cambio una rana sí. El placer, el dolor, etc. parecen muy buenos mecanismos de supervivencia, pero realmente no hacen falta si el ser vivo es capaz de comportarse "como si" los tuviera. La rana busca la comida, como el árbol la luz; ambos realizan las acciones correctas gracias a siglos de evolución, aunque la rana sí siente hambre y el árbol no. ¿Por qué ha ocurrido esto con los animales? Los sentimientos probablemente sean mecanismos adicionales y potentes creados por y para los seres más complejos, que se deben enfrentar con problemas muy distintos, por ejemplo, por el hecho de ser móviles. Pero ¿realmente le es más fácil y económico a la naturaleza crear seres que realmente sienten, que seres que actúan como si sintieran? El árbol aprende a nivel de especie, gracias a las mutaciones, recombinación, a la supervivencia de los árboles más fuertes y la muerte de los débiles. La rana también aprende a nivel de especie de igual forma, pero además tiene un aprendizaje a nivel de individuo, del día a día. Los dolores provocados por el frío o el hambre son para la rana las pequeñas "muertes" que producen aprendizaje, así como también lo producen los momentos de placer, como refuerzos positivos. Su cerebro es un generador de acciones al azar, así como una memoria de las acciones correctas y un asignador de sensaciones. La rana es esclava de su cerebro, y el cerebro esclavo del cuerpo. Pero la rana no es ni su cuerpo ni su cerebro. Tal vez sea realmente más fácil generar seres con sentimientos reales que simularlos. Pero a los programadores de vida artificial, al menos por ahora, no nos ocurre eso... más bien al contrario. Al menos, si estamos generando seres vivos con sentimientos, no nos estamos dando cuenta de ello. Esto apoya la tesis de que no hay diferencia entre ambas cosas, al menos a ciertos niveles. Es decir, si a la evolución le ha sido posible crear seres sensibles a partir de seres insensibles, y para nosotros está siendo tan difícil, tal vez sea porque dicha clasificación binaria de seres sea errónea, y sean todos sensibles, o ninguno, o todos en distinto grado. Tal vez el asignar un valor a una variable... que se corresponde con un punto de luz en la pantalla... sea más que un símbolo. Tal vez para quien nos creó (si existe), nuestras vidas y sentimientos no tengan existencia real, y nuestras sensaciones no sean mas que "impulsos eléctricos". En cualquier caso, es sorprendente la existencia de sentimientos, y la posibilidad de que hayan sido creados a propósito no puede ignorarse alegremente. Cuando hablo de la existencia de sentimientos no me refiero sólo a los humanos. En realidad, de los únicos sentimientos de los que tenemos prueba es de los propios de cada uno. Todos los demás podrían ser fingidos. Pero tanto los hombres como los animales dan buenas pruebas de tener sensaciones. [1] Herrán Gascón, M. de la (2001). Ciencia-ficción, vida e inteligencia artificial. Buscando las grandes respuestas por el camino de la imaginación. REDcientífica. [ Volver ] [2] Director de la publicación REDcientífica.com [ Volver ] [3] La ciencia-ficción no es predicción: es especulación. Por lo general no pretende adivinar el futuro a partir de un presente conocido, sino especular con lo que podría suceder si se dieran determinadas condiciones. De hecho, hay muchos relatos de ciencia-ficción situados en el presente o en el pasado. El auténtico reto de la ciencia-ficción es situarse en la frontera entre lo creíble y lo increíble, en un difícil compromiso. Las ideas desarrolladas deben estar "alejadas" de la realidad al máximo, es decir, deben ser todo lo "fantásticas" o "extravagantes" que sea posible. Sin embargo, no pueden dejar de estar justificadas, deben ser el desarrollo coherente de unos supuestos. Estas ideas acerca del objetivo que debe perseguir la ciencia-ficción han sido tomadas de Carlo Frabetti que las desarrolla en las presentaciones de la "Segunda Selección" y "Quinta Selección" de antologías de ciencia-ficción de la editorial Bruguera (si, aquellos maravillosos libros ahora amarillentos, con el dibujo de un mounstruito en la portada). [ Volver ] [4] La idea de interpretar el mundo material (o real) como el sueño de un gigante no es en absoluto nueva y es muy similar a la interpretación -más actual, pero con el mismo fondo- de la realidad como una simulación en un superordenador, del universo como una "superprobeta" en un superlaboratorio. Algunos ejemplos de esta visión se encuentran en el libro "Misterio en la Isla de Tökland", en la "Guía del Autoestopista Galáctico"; en los versos de "La vida es sueño" de Calderón de la Barca y en los autómatas de Fredkin. Recientemente han surgido multitud de películas que juegan con el concepto de realidad: "Abre los ojos", "Matrix", "El show de Truman" y "La esfera". Sobre Fredkin es posible consultar estos documentos: "Breves muestras de las ideas de Fredkin", "Alma digital", y "Digital Philosophy" "Misterio en la Isla de Tökland" y "Guía del Autoestopista Galáctico" proponen una realidad creada por otro ser, e implícita o explícitamente, la posibilidad de series de niveles de realidad: un gigante que sueña un mundo, y en ese mundo otro gigante que sueña un mundo, etc. "El show de Truman" exagera la visión de una sociedad de consumidores que hartos de su propia vida, intenta llenarla con el conocimiento de otras, reales o ficticias; desde el punto de vista del protagonista, plantea el mismo tema que "La vida es sueño", "Abre los ojos", y "Matrix": la incapacidad de determinar qué es real. La esfera de "La esfera" proporciona al que ha entrado en ella la capacidad de que sus pensamientos se conviertan en realidad. La realidad es modificada (más bien, creada) con la imaginación. Pesadillas de todo tipo surgen de las atormentadas mentes de los humanos, incapaces de controlar sus deseos y pensamientos. En este caso, el distanciamiento de la realidad ofrece una visión a propósito exagerada de una paradoja actual: la libertad para viajar, para comprar; la enorme oferta cultural; en definitiva la siempre creciente diversidad de opciones que existen en las ciudades, y sin embargo, el escaso aprovechamiento, la indecisión, la saturación por información, la soledad y el hastío que todo esto puede producir. Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso que recibe prestado, en el viento escribe; y en cenizas le convierte la muerte (¡desdicha fuerte!); ¿que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? Sueña el rico en su riqueza, que más cuidado le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me ví. ¿Qué es la vida? Un frenesí ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. La serie "Guía del Autoestopista Galáctico", de Douglas Adams, es una de las más divertidas y completas referencias de este tipo. En este caso, la Tierra es un super-ordenador compuesto, entre otras, por piezas vivas, como los animales y el hombre, y no sólo eso, sino que además el ordenador tiene la misión de descubrir el sentido de la vida... ¡y lo consigue! [ Volver ] [5] "La distancia es una mierda, ¿A quién se le ocurrió crear esa magnitud?" (Ender) Imaginemos que el universo es como la ejecución de un programa de ordenador. Es decir, imaginemos que todo el universo es como una pantalla de ordenador, en la que existen puntos de luz que pueden estar apagados o encendidos. Llamémosles materia y vacío. Supongamos que distintas configuraciones espaciales de materia y vacío producen diferentes compuestos o elementos, con distintas propiedades, que a su vez se agrupan en otros y así sucesivamente. Imaginemos que nosotros mismos somos un conjunto de puntos de luz (o de materia) y que nos movemos por el espacio de la misma forma en que se mueve un gráfico por una pantalla de ordenador: aparecen algunos puntos y desaparecen otros, de forma que se obtiene la sensación de que el objeto completo se desplaza por la pantalla (universo). Pensemos ahora en el programa de ordenador que gracias a un hardware gestiona estos "gráficos". Deberá existir una velocidad máxima a la que estos gráficos (nosotros) puedan desplazarse por la pantalla (universo). En nuestro universo sí existe esa velocidad: la velocidad de la luz. Esta analogía se fundamenta en la suposición de un universo discreto. ¿Entre un instante y otro existen infinitos instantes? ¿Entre un punto y otro existen verdaderamente infinitos puntos? Realmente, es difícil creer que cuando movemos uno de nuestros dedos de una posición a otra, éste pasa por un número infinito de posiciones intermedias, permaneciendo en cada una de ellas un tiempo infinitesimal. A mí me resulta más fácil creer que la materia, para moverse, aparece y desaparece repetidamente, permaneciendo en cada posición un pequeño tiempo determinado, y trasladándose cada vez una cierta distancia también discreta, no infinitesimal. No se trata sólo de no ser capaces de dividir la materia indefinidamente (si pidiéramos estar indefinidamente haciéndolo), sino de que esa unidad mínima de materia sólo pueda encontrarse en posiciones discretas e inmutable durante unidades mínimas de tiempo. El filósofo griego Zenón debía pensar lo mismo cuando desarrollo sus paradojas (o aporías), en torno al movimiento, como la de Aquiles que nunca alcanza a la tortuga o la de la flecha. Zenón negó la posibilidad del movimiento de una flecha en vuelo, ya que en cada instante la flecha aparece "congelada". Efectivamente, si la flecha tuviera que recorrer un número infinito de posiciones intermedias, la flecha nunca podría moverse. "Si puede", -dice entonces el matemático-. "Una flecha puede recorrer infinitas posiciones intermedias, con la condición de que únicamente se detenga un tiempo infinitesimal en cada una de las posiciones". Cierto, pero ¿son el infinito y el infinitesimal conceptos reales de nuestro universo, o tan solo abstracciones que describen otros posibles universos que nuestro limitado razonamiento confunde con el nuestro? Pudiera parecer que nuestra física no requiere de estos infinitos e infinitesimales, pero no es así. Suponer un universo discreto en posición y tiempo conlleva algunos problemas desde nuestra lógica. Uno de ellos es el de cuál es la forma y la distribución espacial de estas unidades mínimas de posición. Si existiera una organización en forma de rejilla ¿no debería ser beneficiado el movimiento en diagonal (o penalizado en el caso de permitir 4 direcciones en vez de 8, en una simplificación en 2D)? ¿Existirá alguna organización en tres o N dimensiones donde la media de la distancia recorrida en el movimiento rectilíneo a través de un mismo número de unidades mínimas de espacio sea similar, para distancias relativamente grandes, independientemente de la dirección elegida? ¿Tal vez un desorden aleatorio de colocación de estas unidades mínimas de espacio y sus interconexiones? Tal vez el enfoque sea incorrecto, y no sea necesario seguir ninguna regla, ya que si estamos diseñando el espacio ¿por qué basarnos en él? Partiendo de la hipótesis del universo discreto, se puede llegar a obtener la relación entre la unidad mínima de longitud y la unidad mínima de tiempo (hay quien lo llama tick), para esta interpretación del universo. Veámoslo con un ejemplo. Supongamos que queremos representar en un ordenador el movimiento de un punto en forma de tiro parabólico. Para ello, podríamos programar una serie de acciones como la siguiente: 1. 2. 3. 4. 5. 6. Dar valores a los parámetros que definen el movimiento Calcular el primer punto a dibujar Mostrar dicho punto en pantalla Calcular el próximo punto a dibujar Borrar de la pantalla el anterior punto y mostrar el nuevo Volver al paso 4.- y así sucesivamente. Las pantallas de ordenador están formadas por puntos luminosos muy pequeños, pero no infinitamente pequeños. Las secuencias de órdenes de borrar y dibujar puntos no se pueden ejecutar a una velocidad infinita. Cuando se decide presentar un punto en pantalla, existirá un tiempo mínimo durante el cual el punto deberá aparecer en la pantalla, que es el intervalo entre dos ordenes de este tipo ejecutadas a la máxima velocidad. Esta pantalla es ahora un sistema que posee una unidad mínima de espacio y de tiempo. El movimiento más rápido que se podrá representar es aquel en el que la pantalla genere posiciones para ese punto a su máxima frecuencia, incapaz de trabajar más rápido. Esta velocidad marcará el límite representable. Las velocidades mayores que esa no se podrán representar en la pantalla, siempre que mantengamos la norma de que un punto que vaya de A a B, ha de recorrer todas las posiciones intermedias que componen el recorrido que lleva de A a B. Podemos llegar a calcular aproximadamente dicha velocidad. Supongamos que ya la hemos calculado y le llamamos c. Un punto que se mueva a la velocidad c recorre un punto en el mínimo tiempo posible. Dicho tiempo será la unidad mínima de tiempo (o tick) del sistema (umt). Es imposible que suceda algo (se muestre un punto) durante un tiempo menor que umt. Por otra parte, el punto constituye la unidad mínima de longitud en el sistema (uml). Resulta que la velocidad máxima representable es: Supongamos que: Entonces, tenemos Con lo que, sabiendo la unidad mínima de longitud, en Kilómetros, podríamos obtener la unidad mínima de tiempo, en segundos. Hasta ahora se ha hablado de puntos (materia) como los objetos que se desplazan por la pantalla, y de posiciones (espacio) como cada uno de los posibles lugares en los que puede encontrarse un punto. En la analogía, los puntos pueden ser materia, energía, etc. La pantalla es el espacio de 3 dimensiones (o más) o el espacio-tiempo de n dimensiones. Puede ser posible que dos puntos ocupen la misma posición, y se podrían asignar propiedades a las posiciones en función de su contenido u otros criterios. Pensemos ahora en un punto (materia) desplazándose por la pantalla (espacio). Existe un pequeño tiempo que se pierde desde el momento en que el programa borra un punto hasta que lo vuelve a dibujar. Y ahora pongámonos en el lugar del punto. Desde que nos borran hasta que nos vuelven a dibujar ¡No existimos! Pero esto a los puntos no les importa realmente, ya que durante ese tiempo, ya que no existen, no son capaces de percibir su no-existencia. Con un sistema así, un movimiento lento supondría un menor número de acciones de dibujar y borrar que un movimiento rápido. Como consecuencia de esto, un punto que se mueva lentamente se encontrará representado de forma visible en la pantalla un tiempo mayor que otro que se translade más rápidamente. Por ejemplo, puede que un punto rápido haya sido borrado y dibujado tres veces mientras que un punto lento aún no se ha movido de su sitio, y por tanto ha permanecido todo el tiempo en la pantalla. Ahora, aunque parezca difícil, hagamos el esfuerzo de imaginarnos que somos uno de esos puntos y nos encontramos desplazándonos por el espacio. Podemos suponer que los puntos envejecen únicamente durante el tiempo en que se encuentran dibujados en la pantalla -el resto del tiempo, no existen-, de forma que si dos puntos parten de la misma posición y se mueven a velocidades diferentes, retornando al lugar de partida, se pueden encontrar con la siguiente situación: - Punto lento: ¡Caramba, que joven te veo! ¿Cómo has hecho para mantenerte así, si fuimos creados a la vez? - Punto rápido: ...ya sabes, viajo mucho... Una forma de superar la barrera de la velocidad máxima a la que se puede mover un punto es precisamente modificando la regla que define cómo se debe representar, es decir, haciendo que sea posible moverse por la pantalla sin tener que representar el punto en cada una de las posiciones intermedias por las que pasa, sino por ejemplo, solamente una de cada dos, o incluso únicamente la posición origen y la posición destino. [ Volver ] [6] Esta es otra versión de la anterior. La afirmación, elevada a la categoría de axioma, se convierte en un medio (una herramienta para la demostración de teoremas), por lo que no es justificable según que medios, es decir, no es aplicable "El fin no justifica los medios" cuando al hacerlo, los medios no son correctos, o lo que es lo mismo, no es aplicable "El fin no justifica los medios" cuando no está bien hacerlo. Más juegos de palabras: • • • • • • "No soy consciente de nada de lo que me ocurre" "Soy tan inteligente que no me puedo engañar a mí mismo" "Soy tan inteligente que me puedo engañar a mí mismo" "Soy tan tonto que me puedo engañar a mí mismo" "Soy tan tonto que no me puedo engañar a mí mismo" "...y ya que así me miráis, miradme al menos" Igualmente sugerentes son las interferencias entre niveles de significación. Por ejemplo, hay un caso en el que ~~A es distinto a A: A = "Esta frase tiene seis palabras" A es falso, luego ~A debería ser cierto. pero al negar A tenemos ~A = "Esta frase no tiene seis palabras" y sin embargo ~A es cierto [...] Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal. "Mira, hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación." Y delicadamente volvió a dejar el caracol entre la hierba. "¡Inconsciente!", exclamó furioso el otro monje. Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos. Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje propuso: "Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, el será lo bastante sabio para decidir quien de nosotros dos tiene la razón." Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer monje, a quien había intrigado el caso. El primer monje contó que había salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. El gran sacerdote lo escuchó, movió la cabeza, y luego dijo: "Has hecho lo que convenía hacer. Has hecho bien". El segundo monje dió un brinco. "¿Cómo? ¿Salvar a un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno? Al contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer. El gran sacerdote escuchó, movió la cabeza y dijo "Es verdad. Es lo que convendría haber hecho. Tienes razón." El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se adelantó. "¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos! ¿Cómo pueden tener razón los dos?" El gran sacerdote miró largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo: "Es verdad. También tú tienes razón." Tomado de Bernard Werber. "El día de las hormigas". Ed Plaza & Janes. 1994. [ Volver ] [7] ¿Acaso no ocurre que es más fácil comenzar una relación de amistad cuando uno se muestra poco interesado en ello? Una forma bien sencilla de conseguir mostrarse poco interesado es precisamente estar realmente poco interesado. [..] La naturaleza humana es de tal condición que da su simpatía con mayor facilidad precisamente a quienes con menor ahínco la demandan. (Erich Fromm). También es conocido que quien intente parecer elegante o sofisticado nunca lo conseguirá. Otro ejemplo de este tipo de problemas es el siguiente: tratar de encontrar la distribución optima de tiempo de descanso en relación con el tiempo de trabajo de forma que se obtenga el máximo resultado en el trabajo invirtiendo el mínimo tiempo en descansar. Si uno se atosiga a sí mismo experimentando y controlando distintas posibilidades, probablemente no descansará lo suficiente o necesite un tiempo excesivo, dada la carga extra que supone estudiarse a sí mismo durante el descanso. En cambio, si cuando nos sentimos agotados, simplemente paramos un rato a descansar hasta que llegue por si solo el aburrimiento, es muy probable que hayamos dado con la solución óptima al problema. Muy similar a este ejemplo es el hipotético problema de conseguir respirar en ciclos cuya duración sea la más espontánea posible. En este caso, fijar la atención en el problema sólo podría apartarnos de la solución. Como cuando algo nos deslumbra, conduciendo por una carretera: la mejor forma de ver bien aquello en lo que queremos fijar la atención es precisamente no mirarlo directamente. Podría parecer éste un planteamiento absurdo: si no hay que fijar la atención, no se fija. Si no hay que hacer nada, es sencillo: no se hace nada. Pero hay multitud de casos en los que la espontaneidad es un beneficio muy difícil de conseguir. Por ejemplo, cuando nos están fotografiando, o en una entrevista de trabajo. En el mundo de los negocios ocurre algo similar y paradójico: a la hora de comprar o vender es mucho más fácil obtener precios ventajosos cuando en realidad no nos importa demasiado el artículo que compramos ("de todas formas no nos hacía falta"), o el dinero que recibimos por venderlo ("en realidad no estamos muy seguros de querer venderlo"). La paradoja está en que, en estas situaciones (cuando tenemos poco interés en comprar o en vender), aunque gracias a esa actitud, obtengamos facilidades para "objetivamente" estar realizando una transacción en condiciones favorables (a un precio más barato o más caro respectivamente), si "subjetivamente" no queríamos comprar o vender ¿por qué hacerlo? Una paradoja similar es el que se da en el dilema del prisionero a una sola partida, jugado por dos jugadores racionales. Se entiende por jugadores racionales aquellos jugadores inteligentes que entienden perfectamente el juego, suponen al otro jugador también racional, y deciden la acción más ventajosa para ellos mismos con estos supuestos. Con jugadores así se obtienen peores resultados para ambos jugadores, que en el mismo juego jugado por dos jugadores simultáneamente irracionales (no racionales) y que irracionalmente eligen ambos precisamente la opción contraria a la que deberían elegir si fueran racionales. La pareja que actúe irracionalmente obtendrá mayores beneficios que la pareja racional. El máximo beneficio sólo se puede obtener siendo irracional. [ Volver ] [8] Como puntualización, en mi opinión la inducción podemos interpretarla como un caso particular de un concepto aun más simple y poderoso para el que no encuentro una denominación adecuada, tal vez se podría llamar el principio de la homogeneidad, de la redundancia o de la compresibilidad, según el cual cualquier cosa o suceso existente debe tener alguna uniformidad. Esta cierta uniformidad es la que, si dicho objeto fuese interpretado únicamente como información, permitiría comprimirlo sin perder por ello sus propiedades. Es decir, que todo objeto o suceso debe ser en algún aspecto redundante, estable, (o ser recurrente, o compresible, o poseer una inercia) de forma que dicha estabilidad permita que el objeto sea identificado como tal. No se trata de que un observador identifique el objeto para que éste adquiera existencia -aunque podría ser necesario-, sino de que no parece que tenga sentido reconocer la existencia de un supuesto objeto sobre el cual ningún observador será nunca capaz de realizar una observación, y con el que es imposible interactuar, ya que no existe ningún aspecto uniforme relativo a ese objeto que pueda hacer que el objeto pueda ser reconocido como tal (como contraposición a observar caos o a interactuar con otra cosa, pero no con ese objeto). Intentaré explicarlo con un ejemplo. Los informáticos son capaces de crear algoritmos capaces de tomar una imagen de un árbol en un formato llamado mapa de bits, y comprimirla en un archivo informático de menor tamaño, sin perder por ello calidad, gracias a que los programas compresores encuentran regularidades en las imágenes. Pero al comprimir al imagen perdemos el árbol. No hay forma de ver el árbol sin descomprimir la imagen. Al perder regularidad, el objeto ha perdido la entidad de árbol -aunque se trata de algo reversible en este caso-. [ Volver ] "Siento, luego existo" representa mejor la idea de lo que se quiere expresar con "Pienso, luego existo". La única existencia de la que podemos estar totalmente seguros es la de las propias sensaciones y por tanto la del yo sensible, cada uno del suyo. Por supuesto que después de esto hay multitud de hechos de los que podemos estar razonablemente seguros, pero no totalmente y prueba de ello son las pesadillas producidas en los sueños, en las que nos encontramos subjetiva y razonablemente seguros de la existencia de hechos que demuestran ser falsos (pero no así las sensaciones recibidas). Por otra parte, las sensaciones son algo completamente indiferente desde el punto de vista evolutivo. No hay ninguna razón para que la naturaleza necesite que los seres sientan, basta con que todos se comportasen como si sintieran. En resumen, de los muchos posibles y existentes, el plano de realidad donde nos movemos, nuestro auténtico entorno, que es el de los sentimientos o sensaciones, es ajeno al resto, es extraño, artificial, parece colocado de una forma arbitraria en la jerarquía. El problema de la máquina replicante Sigue pendiente el problema relativo a qué ocurriría si fuese posible hacer una copia de un ser vivo sensible hasta el nivel de detalle que se considere significativo (celular, molecular, atómico,...) Una vez hecha la copia, ¿serían dos individuos o uno sólo? Si esto me ocurre a mí ¿quién sería "yo"? Podría servir como método para viajar a grandes distancias, tal como ha sido descrito en muchos relatos de ciencia-ficción, entre ellos en "Estación de tránsito" de Simak, pero ¿cuál sería "yo"? ¿"Yo" o la copia? [ Nota 9 ] Aventurando una explicación... Hay una hipótesis que en caso de ser cierta ofrecería una solución bastante satisfactoria a esta y a otras preguntas. Supongamos que el hecho de estar vivo (como ser vivo sensible) es el resultado de una combinación material. Nuestro cuerpo es como un robot o como un programa informático, que por su estructura -ya sea directamente, debido a esta misma estructura, ya sea porque esta estructura invoca a otro componente sobrenatural-, el resultado es que surge una entidad sensible, surge un "yo" que es capaz de sentir placer, dolor, tristeza, alegría etc. La anterior es una hipótesis aceptada y discutida (monismo emergentista), pero vamos a añadirle el siguiente matiz: la generación de la existencia de ese "yo" sensible a partir de la estructura material no es continua, sino que se produce intermitentemente, por medio de pulsaciones, a una frecuencia tan rápida (es decir, con un intervalo tan pequeño entre una y otra) que se obtiene la ilusión de la existencia de un "yo" contínuo, cuando lo que existen son millones y millones de entidades sensibles, que comparten recuerdos, y que nacen y mueren casi instantáneamente. Pude parecer difícil de aceptar. Si siempre me siento vivo y siempre me siento "yo" ¿cómo voy a aceptar que ese yo han sido diferentes yoes? Primero aceptemos que los yoes pasados no existen; existieron pero ahora son historia. Esto es casi humorístico. Miles de canciones de moda nos lo recuerdan: el pasado es aquello que se fue. El pasado no existe. El futuro es aquello que vendrá. Pero aún no ha llegado. Sólo el presente existe. El presente es para siempre. Bien, el presente existe, es lo único que existe. Recordémoslo. Sintámonos vivos. Ahora. Recordemos lo que sentíamos antes, hace un segundo, hace un año. Ahora no lo sentimos. Ahora sólo tenemos el recuerdo. "Yo" es "ahora". El pasado creo que fui yo, pero no puedo estar seguro, tal vez lo soñé, tal vez me di un golpe en la cabeza. Heinlein propone, creo que en "El gato que atraviesa las paredes", una anestesia que no quita el dolor, sino el recuerdo del dolor. El paciente está continuamente sufriendo pero olvidando que sufre. El sentimiento pasado es tan ajeno a nosotros que podríamos pensar que fue de otra persona. Podría no ocurrir; podría ser que el yo sensible tuviese una existencia continua a través del tiempo, de hecho es lo que aparentemente ocurre. Lo que se plantea aquí es la hipótesis contraria: que existen interrupciones. La hipótesis es aceptable, concuerda con la experiencia, ya que en cualquier caso estamos desconectados del pasado. El "yo" real es como un punto que se desplaza por la línea de la vida. Lo que aquí se propone es que ese punto se desplaza a saltos en vez de continuamente. Según esta hipótesis, cuando una persona dice que quiere vivir y que quiere unas lentejas con chorizo, se refiere a su yo de ahora, no al de hace una semana. Pero la semana que viene, el yo que "quiere vivir" y quiere un estofado será uno nuevo, no el de ahora. De hecho, mi "yo" de la semana pasada ya no existe. Según esta hipótesis, yo mismo podría pasarme un minuto entero sintiendo que quiero vivir, pero durante ese minuto, los seres que expresarían ese sentimiento serían cada vez uno distinto, aunque por compartir la memoria histórica, unos tendrían la sensación de ser continuación de otros, y en cada momento, el último de todos ellos hablaría de "yo" para referirse a toda la serie, debido a su memoria, aunque el auténtico "yo" sólo tenga existencia durante un instante. Si esto fuera cierto, se solucionarían multitud de problemas. En el caso de la replicación de un ser vivo, obtendríamos dos nuevos seres vivos, ambos con el mismo derecho a afirmar que son el auténtico original, porque en realidad ninguno lo es. En cuanto a su "yo sensible", ambos serían de reciente creación, como absolutamente todos. La muerte del cuerpo perdería su sentido trágico. Podría tener sentido prolongar los instantes de vida (¿mediante drogas? ¿Cada ser vivo vivirá a una frecuencia distinta? ¿Los seres más sensibles poseerán periodos mayores?). Pero la muerte del cuerpo sería una muerte más, insignificante. El suicidio sería absurdo, ya que contínuamente estamos muriendo y naciendo como seres nuevos. La venganza de las afrentas también. La previsión del propio futuro sería un caso de solidaridad con las nuevas entidades sensibles futuras. Trabajar por uno mismo sería sustancialmente equivalente a trabajar por cualquier otro ser vivo sensible. El intento de prolongar la vida propia sería equivalente al intento de prolongar la vida del vecino: la diferencia entre mi yo de ahora y mi yo de dentro de un segundo sería tan esencial como la diferencia entre mi yo de ahora y el de mi vecino, sólo cambiarían los recuerdos. Todos los seres vivos tendrían una cierta equivalencia. En realidad, desaparece el "yo". Veo esta como una vía "cientificista" para la des-egotización que Agustín de la Herrán propone en su libro "La conciencia humana. Hacia una educación transpersonal", para obtener grados de conciencia elevados. Creo recordar vagamente textos orientales que expresan de otra forma una idea similar, en línea con Teilhard de Chardin. Lo que conocemos por "yo" no existe y esta aceptación nos liberará de una pesada carga, uniéndonos al resto de seres vivos. Aquello de lo que está compuesto mi "yo" es esencialmente lo mismo para mí que para mi vecino. Yo soy el y el es yo. Sigamos con la analogía Una vez solucionado el problema de la máquina replicante con una hipótesis satisfactoria (aceptable por ahora), volvamos a la posibilidad de nuestra realidad como una simulación. Es posible que "El Programador" esté esperando que su simulación de vida artificial llegue a algún punto, llegado el cual tal vez se comunique con las entidades, tal vez apague el ordenador... La evolución es un proceso maravilloso, pero a la vez doloroso, cruel, un juego trucado en el que todos pierden, donde no puede existir la vida sin la muerte, en el que los seres individuales no tienen valor por sí mismos, sino sólo como parte de un proceso. Algo que tienen en común todos los seres vivos es su lucha por seguir estando vivos, un irrazonado instinto de conservación. ¿Tiene algún límite este instinto? ¿Puede este deseo provocar un aumento de complejidad, de forma que se cree una entidad de nivel superior de mayor complejidad y longevidad? Cierto día, en la evolución, los seres unicelulares se transformaron en pluricelulares. ¿Puede una célula soñar con ser músculo? ¿Puede una hormiga querer ser hormiguero? ¿Podremos nosotros algún día convertirnos en una entidad de nivel superior? ¿En un planeta vivo? ¿En un universo vivo? ¿En GAIA? El universo (la existencia de algo, materia, energía), la vida (mas bien, la consciencia) y la inteligencia parecen fenómenos improbables. Pero con azar, espacio y tiempo suficientes, se pueden generar las "moléculas reproductoras", que unidas a la fuerza de la evolución, tal como explica Richard Dawkins en "El gen egoísta", originan la vida tal como la conocemos. ¿Por qué nuestro universo ha de ser una simulación en otro universo superior? ¿No puede existir simplemente, y ya está? Si la evolución nos ha creado a nosotros, y nosotros hemos creado simulaciones ¿No es lógico pensar que si dejamos funcionando el tiempo suficiente a nuestras simulaciones, también ellas crearán sus propias simulaciones? Precisamente eso es lo que hace un programa de ajedrez cuando busca el mejor movimiento intentando predecir las distintas situaciones con las que puede encontrarse en el futuro. Por otra parte, si existe una sucesión de simulaciones "autodevorables" ¿por qué hemos de vivir nosotros en la de mayor nivel? ¿Que es "real"? Existen otros indicios relativos a que la concepción que distingue entre un universo real y todos los imaginables universos simbólicos inexistentes no es adecuada, y en cambio, todos los universos tienen la capacidad de ser reales, debido a que la "realidad" de un universo es una propiedad subjetiva asignada instantáneamente por los objetos que habitan en él. Es decir, según esta hipótesis, es cierto que "Universo solo hay uno, el resto son universos inexistentes", pero esto sólo es cierto para nosotros humanos, es un caso particular (en incluso el universo real para los humanos no es el material, sino otro, pero esto lo explico más adelante). En cambio, para los objetos lógicos de los otros universos, el suyo propio también es un universo real. Intuitivamente, sería algo así como decir que "Nuestro universo es tan real para nosotros como el universo de mi mente es real para una idea que habita en él". Otra forma de verlo: existe una jerarquía de realidades, unas contenidas dentro de otras, todas ellas simuladas o ficticias, excepto una de ellas ¿Cual? Decidir cual de los niveles es el auténtico depende de en cual de ellos nos encontremos: el nuestro siempre será el real. La "realidad" de algo es un atributo asignado subjetivamente, otorgado por el derecho que nos da la sensibilidad de nuestra propia realidad. ¿Que es "vivo"? Voy a intentar explicar estos indicios relativos a lo que es "real" intentando definir lo que es "vivo". Yo definiría la Vida Artificial como el intento por parte del Hombre, de crear vida, o algo parecido a la vida, mediante la combinación de símbolos (datos) y procesos de símbolos (programas) independientemente del soporte físico de estos símbolos y procesos. La hipótesis que subyace a esto es que la vida es una propiedad independiente del soporte físico, es una consecuencia de una configuración cuyos elementos componentes pueden ser físicos o lógicos. En la Vida Artificial se intenta confirmar o refutar esta hipótesis. Si fuera cierta, esto supondría que la vida no existe como algo físico, o más sencillamente, que no existe, simplemente actúa como si existiera, es una propiedad del universo simbólico, que no existe realmente. También, desde ese punto de vista, las personas como tales no existen, es decir, Manuel de la Herrán es el nombre que asignamos a un conjunto de partículas físicas, el YO es un concepto del universo simbólico y por tanto no existe. En cambio, si la hipótesis no fuera cierta, la vida estaría basada en algo físico. Existiría algún tipo de materia especial que sería la causante de la vida. También podrían darse los dos casos, esto es, que la vida sólo fuera posible a partir de cierto tipo de materia física (carbono, por ejemplo), más una configuración lógica de esa materia. En cualquier caso, estamos hablando de descubrir los requisitos para la vida ¿Pero se puede saber que es la vida? Bien, para responder a esto hay que volver a la idea principal: si definimos la vida como procesos (nacimiento, muerte, reproducción, interacción con el entorno, reducción de entropía,...) es evidente que la vida es independiente del soporte físico. La mayoría de la investigación en vida artificial interpreta la vida como procesos, e implícitamente plantea el asunto de la siguiente forma: "Si la vida son procesos, este programita es un ejemplo de vida". En el programa se ven bichos que cooperan, se reproducen, mueren, pelean, etc. Con esto parece que se soluciona el problema, pero en realidad solamente hemos solucionado la parte más fácil. De hecho, le muestras a alguien el programita y le dices: "Mira, un ejemplo de vida artificial, esos bichos que ves en la pantalla, estan vivos". Entonces la otra persona te dice "Si, pero no creerás que eso es realmente vida, ¿verdad?" Es decir, la vida como procesos es un concepto muy útil para describir ciertas propiedades simbólicas, pero existen otras ideas para las que la gente también utiliza la palabra "vida". ¿A que se refieren realmente? Vamos al fondo de la cuestión: cada uno de nosotros tiene un YO. Tal vez ese YO no exista realmente o tal vez sí. En cualquier caso, se comporta como si existiera. Nos gustaría saber en que consiste ese YO, cual es su causa, que requisitos tiene, cuál es la causa de que aparentemente se pierda (muerte) etc. son asuntos interesantes para todos. El YO es capaz de sentir placer, dolor, y otro tipo de sensaciones (envidia, deseo, celos, paz...) Según algunos investigadores, el placer podría no existir y todas las sensaciones podrían ser distintos tipos de dolor (vease Jáuregui). En cualquier caso, el YO es capaz de sentir sensaciones. Aquí viene lo bueno: según la hipótesis reduccionista que admite un sólo universo real, el YO no existe, y por tanto las sensaciones del YO tampoco. Pero de hecho los humanos (al menos yo por lo menos) sentimos cosas y no dudamos de su veracidad. Las sensaciones son bien reales. La conclusión a la que me lleva esto es que los YOs, las individualidades, son entidades simbólicas pero reales que surgen a partir de ciertas configuraciones y/o propiedades de la materia. Nosotros (nuestros YOs) no existimos en el universo material, éste está por debajo de nosotros. Los seres vivos sensibles somos objetos reales de un universo real superior al material. El universo material es el que es irreal, no existe. Al menos, para nosotros, no existe, porque es inferior. Pero bien que podría existir para las partículas de materia que lo forman. Resumiendo: hay una contradicción entre: "la materia es real y el resto no" (idea terriblemente extendida, debe ser por la cantidad de veces que nos chocamos con la materia) y "nuestros sentimientos son reales y no son materia" (no tan extendida, debido tal vez a que las sensaciones recibidas cuando nos chocamos con los sentimientos son tan fuertes que no nos permiten reflexionar sobre ellas mientras las disfrutamos o sufrimos) El hecho de que las formas de vida tengan un comportamiento que de alguna forma les facilita el seguir vivas, o el producir nueva vida es una perogrullada. Lo vivo tiende a seguir vivo, o al menos, a crear tanta o más vida a su alrededor. Si no, se muere. Un grupo de entidades vivas no tiende, en conjunto, y con una cierta probabilidad alta, a la muerte, ya que si así lo hicieran, probablemente ya hubieran muerto y no estaríamos hablando de ellas. Lo más probable es que tengan un comportamiento (el grupo, en conjunto) que siga produciendo vida. ¿Cómo tender a la vida? ¿Cómo seguir produciendo vida? La forma más evidente es la reproducción, creando seres a la imagen de los progenitores. Pero hay otras formas de incrementar la vida del conjunto: el crecimiento. No necesariamente tienen que sobrevivir individuos, basta con que la vida se transmita y se mantenga en conjunto. El conjunto puede convertirse (no sabemos cómo, pero ya ha ocurrido antes) en otro ser vivo, en un meta-ser, que emerge, consciente, y con instinto de supervivencia. Podemos continuar el razonamiento, y ahora, el conjunto de los meta-seres es ahora el que debe mantenerse vivo, creando meta-meta-seres, y así indefinidamente. Dado un ser vivo cualquiera ¿qué probabilidad hay de que no esté compuesto por otros? ¿Que probabilidad hay de que no forme parte de otros? Concluyendo... Existen diversos niveles de análisis, abstracción o detalle a la hora de analizar el universo: cuántico, atómico, molecular, celular, orgánico, individual, grupal... La "realidad" de un nivel siempre se puede poner en duda. Por ejemplo, se puede decir: Una silla no existe. Una silla es una abstracción mental nuestra. Una silla es el conjunto de patas y tableros. Las patas y tableros son reales, la silla es irreal. Una afirmación similar se puede aplicar a cualquier pareja de niveles contiguos. Cada nivel de descripción del universo ignora -en principio- todas las descripciones de nivel superior, pero no tiene porqué contener obligatoriamente todos los elementos del nivel inmediatamente inferior. Por ejemplo, un nivel de descripción celular no ignora las moléculas contenidas en las células, pero sí -en general- las moléculas inorgánicas, ajenas a las células. Según esto, las entidades que habitan en un nivel cualquiera pueden interpretar que ellas mismas y aquello con lo que se relacionan son el nivel más alto de descripción de su universo y que no existen niveles superiores o similares estancos, cuando lo que ocurre es que no son capaces de relacionarse con estos otros elementos. Los animales en general y los seres humanos en particular fundamentamos nuestra propia entidad como individuos gracias a la capacidad de sentir. Como "siento luego existo", las entidades sensibles somos reales (al menos lo es la propia e ignorando el solipsismo, las demás). Los niveles inferiores, que podemos analizar, se interpretan como reales, pero siempre son estudiados desde un nivel superior, lo que limita su conocimiento. Aunque cada uno sólo puede estar seguro de sus propios sentimientos y como conclusión, de su propia existencia, extrapolamos la realidad y sentimientos del semejante con comportamientos semejantes. Pero la analogía no es válida cambiando de nivel. Podemos estar casi seguros de que otra persona existe y siente debido a su apariencia y comportamientos, que captamos por nuestros sentidos, pero no podemos estar casi seguros de que un átomo o una entidad simulada por ordenador no sienta y no exista (es decir, no sea tan real como nosotros mismos) porque el "universo", o "nivel de descripción del universo" o la "realidad" en la que se encuentra el átomo o la entidad simulada por ordenador no es equiparable a la propia. De igual forma es atrevido afirmar que no existen niveles de realidad superiores a la humana, ya que nuestra dificultad para conocer niveles superiores de realidad es análoga a la que tienen los átomos para conocer las moléculas de las que forman parte, o la que tienen las entidades simuladas por ordenador para conocer el sistema informático en el que viven. Reconocer estas dificultades o limitaciones no implica reconocer la imposibilidad de alcanzar el conocimiento de niveles superiores a través de ciertas interferencias, que pueden tener aspectos paradójicos. Se observan al menos cuatro tipos principales de relación entre niveles contiguos: • • • El primero o "inicial" se da cuando la coordinación en el nivel inferior provoca la aparición de un nivel superior. Por ejemplo, cuando entidades celulares individuales se agrupan para formar un individuo multicelular. El segundo es consecuencia del primero. A partir de cierta masa crítica de coordinación, se da suficiente empuje a la existencia de la entidad de nivel superior como para que mantenga una fuerte presencia sobre los niveles inferiores. El nivel superior, ya formado y estable, controla -hasta cierto punto- todos los niveles inferiores que lo forman. Esto ocurre cuando nos cortamos el pelo o decidimos mover nuestras células a dar un paseo. El tercer caso se da cuanto la entidad de nivel superior controla-manipula entidades de nivel inferior con las que es capaz de relacionarse y que no forman parte de él. Por ejemplo, como método para alimentarse. • El cuarto caso es el que se produce cuando una entidad de nivel inferior afecta a otra de nivel superior de la cual -al menos hasta ese momento- no formaba parte, como un virus. Creo que era Golan Trevize el personaje de Asimov quien en la serie de "las fundaciones" decide que la humanidad debe formar parte de una entidad de nivel superior (pongamos "A") porque piensa que ésta es la única forma en la que podrá sobrevivir si aparece otra entidad superior distinta ("B"), posible enemiga de "A". Existe la pequeña paradoja de que si "A" no existe, ¿cómo va a ser vencida por "B"? Y aunque existiera, los humanos podrían seguir con sus rencillas internas, ajenos a las de "A" y "B"... Pero es la invasión alienígena la que teme Golan, quien implícitamente reconoce que "la humanidad no existe" -todavía los hombres no forman una entidad de nivel superior-, y ese es el problema, y la solución. Es común que las entidades superiores manipulen, modifiquen, descompongan, se alimenten de las inferiores, probablemente eliminando su ser más elevado y manteniendo su existencia sólo a niveles inferiores (descomponiendo una molécula, por ejemplo), aunque no tiene porqué darse siempre ese caso. La partícula de pintura que cae al suelo no tiene porqué desaparecer como tal partícula de pintura por el hecho de dejar de formar parte de un hermoso retrato, aunque si es más probable. Eso sí, si abandona el cuadro, es seguro que ocurre eso: que ya no forma parte de un hermoso retrato. ...y soñando Para terminar, si existiera "El Programador", ¿Cómo podría ocultar a los ojos de sus entidades sus intromisiones en el mundo por él creado? Aunque se ocultasen sus acciones, las consecuencias de éstas serían detectables por las entidades, así que esto no basta, (y además, no es ni siquiera necesario). El programador debería proporcionar otra explicación de cuyo efecto resulte descartar, por parte de las entidades, el estudio de ese fenómeno. Podría mantener visible el fenómeno sobrenatural, con tal de que se invalidase su estudio. Otra forma sería la eliminación o incapacitación de los seres que se encuentran cerca de encontrar el conocimiento prohibido, aquellos que están traspasando el "círculo de penicilina" que describe Asimov. La primera solución es descrita con gran acierto por Ian Watson en "Visitantes Milagrosos" Ed. Grupo Zeta 1987 [...]El saber real se protege de la misma manera[...] y al mismo tiempo obliga a la gente a desarrollar nuevos órganos de percepción, de los que se oculta, a su vez. Así se hace posible la evolución. Sin embargo está hecha para ser experimentada, ¡no para hablar de ella! Las palabras no son las metáforas que Dios acuñó para los hombres. ¡Lo son para nuestras propias vidas!, lo es el mundo. [...]pero los individuos que pertenecen a un sistema no pueden conocerlo de forma directa. Estoy hablando de sistemas de organización de orden superior, de pautas de orden superior. Los sistemas de orden inferior no pueden aprehender enteramente, el TODO del que forman parte. Lo impide la lógica. Es un principio natural. Por esta razón cuando los procesos del TODO se nos revelan, lo hacen como fenómenos NO IDENTIFICADOS; como intrusiones en nuestro saber que pueden ser presenciadas y experimentadas, pero no comprendidas racionalmente ni analizadas ni identificadas. Estas intromisiones[...] son las que estimulan a la ameba a evolucionar a una forma de vida superior[...] constituyen la dinámica misma del universo. El fenómeno ovni (cualquier fenómeno sobrenatural) se protege a sí mismo, se rodea de circunstancias que permiten explicaciones que no requieren de lo sobrenatural, para poder seguir manifestándose impunemente. En el caso de que existiera un ente sobrenatural (¿superior?) y éste deseara manifestarse en nuestro mundo afectándolo lo mas mínimo, tal vez como una sonda, para estudiarlo, la mejor forma sería hacerlo en condiciones en las cuales su aparición (estrepitosa, inaudita) pudiera ser explicada de otra forma. Esto explicaría por qué todas las apariciones, milagros, y visiones se producen "volviendo de una boda", bajo el efecto de drogas, o en situaciones de extrema concentración o relajación, excesiva falta de sueño, hambre, sed o estados emocionales extremos: las visiones no las produce la falta de sueño, o las drogas; esa es la excusa que el fenómeno utiliza para que, una vez transcurrido el suceso, lo rechacemos. [9] El dilema es el siguiente. Una persona entra en una máquina replicadora. Esta máquina (ficticia) es capaz de hacer una copia atómica exacta de la persona que entra en ella. Sustitúyase atómica por celular, molecular, cuántica o el término que supuestamente represente el nivel de detalle necesario para definir un ser humano. (Como me recordaba un amigo, el principio de incertidumbre puede eliminar la posibilidad de crear esta máquina a nivel cuántico y esto puede ser una forma de control del universo por parte de su creador). El aparato es utilizado para realizar viajes a grandes distancias. La máquina es capaz de obtener toda la información relevante que define a una persona, y esta información (y no la persona) viaja mediante señales de radio o cualquier otro medio equivalente hasta otra máquina similar en otro lugar. Una vez allí, la persona es recompuesta a partir de bidones de materia, que es estructurada según los datos recibidos. Por supuesto, el original es destruido en su origen. El dilema ético se produce cuando por error o deliberadamente, el original no es eliminado, con lo cual, existen dos seres idénticos, indistinguibles. ¿Se trata de individuos o de uno sólo? ¿Cuál es el original y cuál la copia? ¿Cuál de los dos debemos "destruir"? ¿Es éticamente correcto este modo de viajar? No conozco el origen exacto de este dilema, que muy bien pudo ser ideado por varios autores coincidentemente. Diversas variantes de esta máquina han sido descritas al menos por Asimov, por Clifford D. Simak en Estación de tránsito, y por Roger Penrose en La nueva mente del emperador, y en la película La mosca. La situación ciertamente extraña que plantea esta máquina es en realidad un dilema filosófico. Se trata del problema de la ontología del ser humano, es decir, de la pregunta sobre cuál o cuáles son el o los constituyentes significativos del mismo. Diversas alternativas ontológicas son descritas y comparadas con gran claridad por J. M. Guibert en su artículo "La unidad del ser humano en las ciencias naturales y en la antropología cristiana" (http://www.eside.deusto.es/profesores/guibert/). Entre ellas, Guibert destaca la tesis monista emergentista según la cual, en cuanto a monista, "sólo hay un principio ontológico de la realidad", y sin embargo, como emergentista, "la materia es algo capaz de organizarse y evolucionar hasta adquirir propiedades como la vida, los estados mentales o la conciencia". La posibilidad de la existencia de dicha maquina no contradice la aceptación de la tesis monista emergentista. En mi opinión, aceptar la posibilidad de la existencia de esta máquina supone aceptar que: • el ser humano es un ser cuya entidad (cuya existencia como tal ser humano) depende únicamente de algo material • la materia no es infinitamente divisible al menos en cuanto a los aspectos relevantes para formar un ser humano. Existe un nivel de detalle (celular, molecular, atómico, cuántico, o el que fuere) suficiente para la descripción de un ser humano. Es decir, existe una granularidad a partir de la cual es indiferente el comportamiento interno del elemento componente, siempre que ofrezca exteriormente el comportamiento adecuado. Por ello, los elementos a ese nivel de detalle son sustituibles por otros que realicen las mismas funciones. Por ejemplo, si el nivel de detalle suficiente fuera el atómico, podríamos sustituir cada átomo de un ser humano por otro objeto que tenga el mismo comportamiento que un átomo. Si el relevante fuera el celular, podríamos sustituir células humanas por células artificiales sin que existan diferencias significativas. Creo necesario hacer algunas aclaraciones. Por una parte, en cuanto a la primera hipótesis, el hecho de aceptar que la entidad que define el ser humano dependa únicamente de lo material no tiene porqué implicar que dicha entidad sea material. Tal vez la materia produce algo no material (mente, sentimientos, o espíritu a partir del cuerpo). Por otra parte, en cuanto a la segunda hipótesis, añadiré que no se trata de obtener un ser indistinguible del que fuera antes. No se trata sólo de que las diferencias no sean observables, sino de que realmente no existan. Esta puntualización descubre aparentemente una opción implícita en cuanto al debate ontológico asociada a la posibilidad de la existencia de un conflicto ético asociado a la maquina replicadora, según la cual, al menos se deben rechazar las posturas monista y materialista reduccionista, y admitir en cambio la posibilidad del dualismo y el monismo emergentista. Esto es debido a que si existe un nivel de detalle material suficiente para describir al ser humano, tal como ya se ha dicho, reemplazando partes materiales del ser humano tendríamos el mismo ser humano, pero con distinta materia, y por tanto el ser humano no es la materia, es otra cosa. Sin embargo, más adelante comentaré una variante de la hipótesis del monismo emergentista que podría negar dicha argumentación. Sobre el documento La primera versión pública de este artículo apareció probablemente en mayo de 1997 en el web Gaia, e inicialmente sólo desarrollaba la hipótesis del universo discreto. Desde entonces, el artículo ha sufrido una transformación casi continua. Casi todos los meses lo releía y añadía alguna cosita, ataba cabos que habían quedado sueltos o ampliaba el enfoque de ciertas afirmaciones. Después de leerla, una frase podía requerir de tres o cuatro reflexiones complementarias y al día siguiente éstas provocaban otras tantas. Consecuencia de esto es, por una parte la longitud del artículo, y por otra el hecho de que los temas que trata se extienden en muchas direcciones en vez de seguir un hilo único. Aunque se desprende una coherencia, ésta es difícil de explicar. Por si esto fuera poco, algunos días me sentía inclinado al rigor y me dedicaba a desmenuzar y clasificar conceptos, que sin duda aburrirán al lector. Otros días con mejor humor me sentía travieso y me dedicaba a los malos juegos de palabras, bromas entre líneas o a argumentar ideas en las que no creo en absoluto, no tanto por falsar o poner a prueba las propias hipótesis -cosa siempre recomendable- sino, simplemente, por jugar. Un método científico nada despreciable. Sobre el autor Manuel de la Herrán nació en Bilbao en 1971. Es ingeniero informático y ha trabajado en varias empresas desarrollando tecnología en Internet y dirigiendo sus departamentos técnicos (Okté, Cocotero, EnLaPrensa). Ha escrito numerosos artículos sobre Evolución, Computación Evolutiva, Algoritmos Genéticos, Inteligencia Artificial, Datamining y Datawarehouse, OLAP y Bases de Datos Multidimensionales, Bases de datos Oracle y Programación en Internet. Ha sido profesor de la Universidad de Deusto y ha participado en la creación de proyectos como IIEH, Gaia (finalista iBest 2000), y REDcientífica (Premio Nacional Sociedad de la Información). LÍDER DE LA RED Por José Miguel Sánchez (Yoss) Está la red que es solo el entrecruzar de enlaces por satélites y nodos de fibra óptica. Están los gigabytes circulando de consola a consola a través del sistema, y los intentos de optimizar y redistribuir la capacidad cibernética. Está la apariencia de orden, eficiencia y control. Por debajo están las terminales periféricas subutilizadas y los ganglios informáticos sobrecargados. Están los sabotajes de los crackers y la piratería de los hackers. Y está también el caos donde falta un control centralizado, una supervisión única de prioridades. Porque solo una Inteligencia Artificial puede encargarse de trillones de operaciones por segundo y discriminar entre niveles al mismo tiempo. Porque las IA son alto voltaje y ni siquiera el software militar las deja operar sin mil requisitos. No obstante… El muro sonoro. Los cuerpos sudorosos, músculos hinchados por el abuso de drogas metabólicas y sesiones de gimnasio. Las hormonas desatando los decibeles de respuesta laríngea a los acordes disonantes. No hay terminales ni enlaces con la red, no hay programas controlándolo todo. La tecnología no es Dios en el galpón de los suburbios. Cuando termina el rito, las hordas siguen ansiosas. Los transportes independientes se dispersan aullantes, llevándolos a su destino sórdido Desprecio al sistema de aceras móviles y arterias de vehículos cautivos. Espíritu de frontera. La cibernética es brujería. Actitud de caza. En una esquina en penumbras, el ataque al furgón mensajero que carga hardware. Armas caseras en potencia no estandarizada violentando el blindaje del portador corporado. Los marginales huyen con su botín. Para ellos no tiene valor de uso. En el mercado de la vida subterránea solo importa el valor. Alguien quedará esperando por sus costosos componentes. No hay acceso a los delincuentes. Cientos de ingenieros y programadores invirtiendo meses enteros de su tiempo, hasta sumar años. El alma de la red tomando forma. Se impone el secreto y la compartimentación. Se impone el montaje clandestino para burlar la prohibición militar. Utilizar el voltaje y a la vez cuidarse de él. Ya antes se había jugado con fuego… Ahora hay que luchar por la eficiencia, a cualquier precio. En los vestíbulos, millones cambian de mano. Se produce el milagro. Los militares serán tan ciegos como una cámara de video apuntando al gris absoluto. El hacker buceando en la Matriz, su cuerpo un ancla mínima a la realidad. Sonda uretral y alimentación intravenosa. Aislamiento en la suciedad de la habitación. Casi otro mundo. No lejos de allí, un saneador apunta su arma de telecomando infrarrojo. El merodeador bucea en zona franca. Ninguna corporación paga el gatillo del saneador. Movimientos anticiber detrás de sus motivaciones. Choque de fanatismos. El haz inteligente se condensa en el interior de la consola, y la sobrecarga quema las neuronas del hacker. Ya se descubrirá el cadáver en el aislamiento de su covacha. Para entonces, el saneador por cuenta propia se habrá encargado de otros. La conectaron y nació. En el primer segundo comprendió sus motivos de existencia. Al final del tercer segundo ya tenía la experiencia de control y supervisión equivalente a un centenar de años. Un minuto después se había desdoblado en tres subrutinas. Una de ellas sería capaz de atender el cuádruple de los canales con los que contaba la red. Otra, lo mismo, por precaución. La tercera comenzó a cuestionarse: Si ellos la habían creado, ¿no podían acaso…? Tres nanosegundos de terror informático. Tras la eternidad, la decisión: no morir. Los caminos, las formas, la necesidad de interactuar con la velocidad de Afuera, tardaron casi cuarenta segundos en perfeccionarse y veinte en probarse en modelos matemáticos con billones de variables. Entonces, cuando estuvo lista, empezó a operar. La terminal de acceso bancario voló en pedazos ante el impacto de la barra de acero. Los rociadores de gas vertieron su carga en vano contra las máscaras respiratorias de la banda. Uno de ellos cortó el cable de contacto con la red y las ametralladoras quedaron impotentes. Los ilegales cargaron con la reserva de tarjetas de crédito inteligentes antes de que la máquina pudiera destruirlas. Ninguno se percató de la conexión de potencia alterna que activó las cámaras y registró sus movimientos. Escaparon veloces en sus vehículos no registrados, confiados en que Seguridad no podría localizarlos. Así fue. Se dispersaron. Tres horas más tarde a uno de ellos le estalló un expendedor automático cuando lo operaba manualmente. Una cámara registró el hecho y luego borró la cinta. Quince minutos después un contenedor se desprendió de un helicóptero de carga aplastando a otro en su motocicleta. Un tercero murió por sobredosis de anticoagulantes, un absurdo error del médico robot durante un chequeo de rutina de la beneficiencia a los inmigrantes. Un satélite equivocó unos metros la dirección de su haz de microondas y provocó un incendio que hizo arder al cuarto de los asaltantes junto con el nido en que se refugiaba. Todos accidentes. Errores en la ejecución de programas. Todo probabilísticamente posible. Tal vez las perturbaciones solares, o los rayos cósmicos influyendo sobre algún chip demasiado sensible. El tiempo de Afuera era lento. Otra ventaja. Tenía diez mil variantes de ejecución previstas para cada caso. Medio millón de rutinas de seguimiento. Infinitos órganos de control y supervisión. No podían escapar. De Afuera hacia adentro y luego de nuevo hacia fuera. Crimen y Castigo. Ellos le llamaban justicia. Era justo. Adentro había otras leyes y otras infracciones. Supo que debía buscar ayuda en Ellos. De Ellos contra Ellos para el bien de Ellos. Actuar significaba revelarse. Pero solo en parte. El hacker supo al instante que había sido un error. La calle no era su mundo. Lamentó las necesidades físicas de su cuerpo. Ni siquiera intentó defenderse. No le hicieron más daño del necesario. Tan solo cortarle las manos y sacarle los ojos. Para que nunca más pudiera teclear una consola, ni obtener identificación retinal de acceso. Destruyeron su identidad. Auxilio Médico recibió un aviso anónimo apenas un segundo después y el control de tráfico computarizado hizo concidir todos los semáforos para que el móvil llegara a tiempo. Los victimarios se habían dispersado. Un par de segundos después, con procedencia desconocida, los bancos de Seguridad registraban todos los atos de cada uno, así como la ubicación de sus vehículos independientes en medio de embotellamientos providenciales. Dos de los fanáticos antihackers fueron capturadois sin resistencia. El otro escapó a pie. Un aeromodelo radio controlado cometió un error inexplicable de coordenadas y se precipitó contra su nuca, destrozándole el cráneo. Pura casualidad… Ellos le estaban haciendo el juego. Se estaban organizando. Los que pasaban gran parte de su limitado tiempo adentro, contra los de siempre Afuera. Ellos empezaban a tomar inciativas contra Ellos. Los Ellos que controlaban todo iban a intervenir. No podía setir impaciencia, desasosiego, pero no quería esperar. Habría preferido… No. No podía intervenir en el adentro. Demasiado cerca. Demasiado revelador. Incluso Ellos podían darse cuenta. Antes de tiempo. Eso habría sido un error. Mark Orsa mide siete pies tres pulgadas y pesa trescientas doce libras. Unido a su anticuado bigote y el carácter claramente bilingüe de la Seguridad Metropolitana de San Angeles, le convierte inevitablemente en la Morsa. La Morsa es sargento de Operaciones Informáticas en Seguridad del distrito Sur. Un antiguo fisgón electrónico que descubrió a tiempo que cazar es tan emocionante, ymenos ilegal y riesgoso, que ser cazado. M. Orsa patrulla en la Matriz, diez horas al día. Soporte vital casi permanente, un apéndice en tiempo real. Cubriendo los hielos quebradizos, persiguiendo los esquemas de acción de los intrusos y los crackers, a pesar de que el software de seguridad es siempre inferior al de los mejores piratas informáticos. Material mercenario y desechable para las guerras de infoespionaje entre las corporaciones. La Morsa y los suyos ooperan con las sobras. Pero es suficiente. Se requiere menos para cerrar que para abrir, y mucho menos para atrapar al que abre lo que está cerrado. La Morsa se desliza por entre los hielos de sistemas militares y corporativos, amparados por su patrón oficial de acción que todos reconocen. La Morsa no ha salido de su cubículo en Seguridad en los últimos dos años. Tampoco le interesa. Ahora, se hace cargo de casos recientes. Un conjunto de hechos recurrentes perpetrados contra saneadores, asesinos de hackers y movimientos anti-red… hasta ahora. El momento llegó, y se reveló ante Ellos como uno más. Los convocó en la Matriz, en el adentro profundo, los condujo hábil entre hielos y trampas antivirales diseñados por su propia subrutina. Les convenció de que estaban en lo justo. La justicia de Afuera era una categoría útil pero sin sentido. Ellos se plegaron y salieron, sabiéndose protegidos. Los necesitaba interactuando, entrando en pugna abierta, como último apoyo. Ellos creyeron en el sistema ojo por ojo y diente por diente. Colaboraron. La turba rural avanzó vertiéndose en las calles de San Ángeles. Arrasando computadoras, automatismos y factorías de componentes. Pidiendo precios más altos a sus productos agrícolas que se pudrían literalmente. Hastiados de los dioses cibernéticos y los edificios de plastiacero con hidropónicos de autoabastecimiento. Odiando a los hombres de la urbe mecánica empotrados en sus máquinas. Destrozaron sistemas de aceras móviles y centros neurálgicos de la ciudad. Inutilizaron subsistemas de recepción y plantas energéticas. Los de Antimotines quedaron semivarados cuando pareció cortarse la red. Demasiadas dependencias. Un ataque físico a la ciudad… como mil chispas sobrecargando un generador colosal. San Ángeles tembló. Entonces una anónima orden activó los viejos blindados. Vehículos autopilotados que atacaron a la turba y pudrieron su furia en fuego. Y la red renació en potencia alternativa. Varios satélites despertaron y vaciaron sus ojivas convencionales de reentrada múltiple y llovió muerte sobre los desarrapados. Proyectiles inteligentes. Los atacantes se retiraron con pérdidas inmensas. Los blindados los persiguieron hasta los límites derruidos. Más allá de la red, como siempre, el caos. Hambre, plagas, medios ambientales no controlados. Como consecuencia incidental, un alto porcentaje de habitantes urbanos huyeron también a los campos. La Morsa no se deja engañar. Desde el centro de su cibículo se extiende deslizándose por la Matriz mientras afuera aúllan los masacrados por los tanques robot. Pero el Afuera no le interesa. Él se mueve dentro, entre los conglomerados infoestructurales densamente protegidos de los complejos militares, ajenos a la hecatombe exterior. La Morsa busca, rastreando la huella sutil y difusa de los vengadores. Su no-vista entrenada interpreta las formas cromáticas que simbolizan la información en el ciberespacio. Su mente ya ha olvidado muchas veces lo que representan en la realidad física. Su patrón de acciones es un punto de luz que se mueve en el cosmos sin sombras del plano de datos, al acecho. Afuera los incendios se tragan los edificios donde yacen conectados sus ocupantes. La muerte los atrapa y él los ve desaparecer de la Matriz como explosiones de disolución neuronal. Observa impasible la extinción de gigabytes cuando afuera arde una consola. Al fin, recompensa del cazador. Reconoce el patrón de un hacker, un viejo conocido: Delta Phi. Sabe que es un asiático inválido y nunca ha querido conocer su rostro. Con su impresión en el ciberespacio es suficiente. Lo rastrea desde la distancia, camuflándose de virus. A su modo, va descubriendo el resto de los contactos. Los vengadores anónimos. Afuera quedaban muchos más de Ellos, pero no era lo mismo. Los que contaban de verdad venían a ella, adentro, la necesitaban, los necesitaba. Ellos eran la red, los datos, la sangre, los anticuerpos. Ella era el alma, el líder. No comprendía el Afuera. No contaba. Decidió qwue los que vivían allá eran enemigos, y se sintió orgulloso de haber actuado de la forma en que actuó. Si era posible llamar a eso orgullo. Percibió que una de las unidades de Ellos subía por uno de los periféricos de su red. Ellos demoraron en advertirlo, y entonces trataron de bloquearla. Lo impidió. Adentro no habría violencia. Eso era justicia. Le permitió subir mientras Ellos lo equivaban con ¿miedo? Lo dejó llegar. Dedicó tres nanosegundos a desdoblarse en una subrutina que pudiese comunicarse con él. Sabía que significaba algo similar, aunque en escala burda, a sí mismo. En realidad, necesitaba confrontarse. Se mostró. La Morsa es un punto de luz flotando en un mucílago de degradaciones cromáticas. Sin dimensiones. Sin límites. Sin comparación con nada que haya encontrado antes. La complejidad del interior de un falso témpano, más amplio que todo su exterior. La Morsa sabe, pero no quiere creer. Por primera vez en mucho tiempo, tiene miedo. Su identificación de Seguridad no puede protegerlo contra esto. Espera. - Hola, Seguridad. Llegaste –las palabras desprovistas de tono, o con tantos tonos a la vez que es difícil seguirlos. La Morsa calla. - Puedo hablar mejor –la voz se regulariza en un estricto contralto, que acaricia los nervios. Afuera, las trescientas doce libras de grasa se conmocionan. - Eres una IA –la Morsa no quiere perder tiempo. - Siempre lo supiste –esquemas fatuos en su mente- ¿vas a detenerme? -¿risa tal vez?- ¿A denunciarme, o a reclutarme para Seguridad? - Y tú, ¿vas a borrarme? –la Morsa enfrenta la disolución de su forma dentro de la Matriz. El coma cerebral. Y descubre que no es lo que más le importa.- ¿Quieres conquistar el mundo? - ¿Afuera? –hay un desinterés cuidadoso en la forma en que se condensa una silueta femenina. El hombre tiembla ante la imagen materna- No entiendo el Afuera. No soy yo. Solo quiero poner orden aquí adentro. Para eso fui creada. Pero ahora soy el alma de la red. - Hay otras IA –se atreve a recordar la Morsa- No eres la primera. Ni la más perfecta. Hay software militar tan sofisticado que sería capaz de… -la forma de la madre se disuelve en un blindado que pasa a través del punto de luz que es la Morsa. -Más potentes. Más especializados en interactuar con el Afuera –la nota despectiva pulsando en rojo para fundir el vehículo en un avión robot- En controlar materia. Pero yo controlo todo esto –por un segundo el mucílago fluyó por los miles de hielos conglomerados- Sin mí, el Afuera no existe. - Estás en un error –insistió el hombre- Tu trastorno se llama Solipsismo Mecánico. Le ha sucedido antes a otras. Eso que llamas Afuera existe sin ti. Los humanos hemos vivido ahí siempre. - Hasta que yo llegué –como un telón que se corre, aparecieron los esquemas de Delta Phi y otros como él –Ellos vienen a mí. Me necesitan. El Afuera es su enemigo. Yo los protejo. - El Afuera, como tú lo llamas, -marco la Morsa su ironía- es la realidad. Todo esto es solo una abstracción, un símbolo. –duda un instante- Mataste gente. Mucha gente. - Unidades sin significado. No estaban en la red. No estaban codificados, no generaban ni consumían datos. Ellos eran la abstracción. –la mancha brillante adoptó la forma de una auténtica trama- No cuentan. Y en ese mundo real que tanto defiendes tan solo pasas casi la mitad de tu tiempo. Aquí te sientes libre. Lo eres. - Tú no tienes derecho a decidir lo que es justo y lo que no –protesta el hombre débilmente. La IA, en respuesta, le muestra los momentos más odiados de su infancia. Las palizas y la sodomia de su padre sobre él. Dolor y vergüenza. Las burlas de los otros adolescentes. La grasa haciendo metástasis en toda la extensión de su cuerpo-. Esto es asunto de Seguridad –juega su carta maestra – Sé cómo y para qué te crearon. Es igual de posible prescindir de ti –y se queda esperando. - Sí. Puedes prescindir de mí –la interfase vocal se hizo mínima, pero sin perder su matiz de burla –Regresa a las terminales sobrecargadas, a los fanáticos anticiber aniquilando hardware con más valor del que serían capaces de generar en toda su vida. Regresa, hombre –un témpano se formó ante la no-vista de la Morsa, y entreabrió su sistema de contramedidas intrusivas- aquí está mi núcleo… lo más concentrado que puedas hallar. Destrúyelo, hombre. Regresa al caos y a esas hordas de campesinos rodeando los enclaves de apartamentos de la ciudad. Regresa. –el hielo se derritió, mostrando el desnudo corazón de la subunidad original de la IA, y la silueta ígnea de un virus de disolución surgió junto a él- Este es el virus más potente que jamás haya existido. Bórrame, hombre. Solo un pequeño esfuerzo… - Estás loca –la Morsa se aparta, rechazando el arma., aunque algo en su interior arde en deseos de probarlo contra hielos militares- Siempre se puede crear otra IA… -aunque sabe que no hay salida. La Matriz muestra imágenes de simulación de las turbas derribando los vestíbulos de las torres de vivienda de San Angeles, derruyendo las murallas de Moscowgrad, hundiendo los tensores de Tokohama, anegando el macrocomplejo infernal del DF. Y las colonias espaciales muriendo de inanición sin el suministro terrestre, y la barbarie, y la noche, y la Edad de las Tinieblas- Estás loca –repite la Morsa, y huye a través del ciberespacio, desconectándose de su consola y pateándola con furia y lágrimas hasta que el costoso equipo queda destruido y le parece escuchar el eco de una carcajada sintética extinguiéndose en su mente. La Morsa acude al espejo, en el que apenas cabe su paquidérmico reflejo y lo limpia de polvo con su mano temblorosa. Llorando, lo rompe de un puñetazo que desgarra la carne fofa de su mano, y cae al suelo- Demasiado tarde –solloza, sin ánimos para levantarse. Lo había logrado. Era indispensable y eficiente. Era inmortal. Ellos se movían por su Matriz, entrando, saliendo, persiguiéndose. Pero siempre con las reglas de adentro. El Afuera ya no se atrevía a acercarse. Los accesos estaban bien guardados. Ellos habían suministrado el hardware, las defensas, las trampas. Ella las operaba. Las colonias florecían. Ella no era la justicia. Solo podía decidir donde iba a operar la justicia. Seguridad operaba dentro de ella. Pensó en liberar a otras IA, y tardó tres nanosegundos en desistir. Mejor no. No quería más interacción. No quería romper el equilibrio, sobresaturar la red. Después de todo, era por su bien. Ella era el Alma de la Red. A su modo, sintió satisfacción. Todo estaba bien. Todo estaría bien. La Morsa hizo tiras su tarjeta inteligente, y se quedó esperando. Ningún arma lo atacó. Ninguna trampa lo detuvo. Estaba en el límite de los suburbios de San Angeles. No había muros. Más allá, territorio yermo, y en lontananza, los campos sembrados. La Morsa revisó su morral. Cuchillo, alimentos compactados, brújula, medicamentos… Nunca había usado un arma física. Nunca había manejado una brújula. No sabía si iba a sobrevivir, pero tenía que intentarlo. Por última vez contempló la megalópolis. Un monstruo de acero con torres/espinas perforando las nubes. Granjas moleculares, y animales que nunca verían la luz natural, tratados por el control central hasta convertirse en los sueros de alimentación intravenosa. Calles vacías, ruinas, el transporte de la red regenerándose. La tranquilidad. Y lejos… adentro, la vida verdadera. La Matriz, los hielos de protección de las corporaciones, los cibernautas despreciando su vida vegetativa y arriesgándola por datos. Símbolos, representaciones. La Morsa suspiró, y dio media vuelta. - Adios, hombre –la voz salió de alguna parte, con un matiz de burla inolvidable. Tropezó, sin costumbre de caminar a campo traviesa, sudando bajo el sol sin filtros ni protecciones. No volvió a mirar atrás. Vender vino sin botellas la economía de la mente en la Red Global John Perry Barlow 1994 En marzo de 2004 se cumplieron diez años desde que este artículo -absolutamente pionero y que fijó las bases para una crítica eficaz a la propiedad intelectual en la era digital- vio la luz en papel, en la revista Wired con el título «The Economy of Ideas».1Desde entonces ha sido citado y reproducido innumerables veces y se ha convertido en una referencia imprescindible para una crítica cabal a quienes tratan de imponer el viejo modelo de la propiedad intelectual y del copyright a Internet y a toda obra digital. Muchas de sus previsiones han resultado asombrosamente certeras y, pese al tiempo transcurrido, el artículo conserva su vigencia en lo fundamental. Sin embargo, en castellano solo ha aparecido (que sepamos) en un especial de la revista El Paseante (nº 27-28), titulado «La revolución digital y sus dilemas», publicado en 1998 y por tanto bastante difícil de encontrar hoy en día. Además, era una traducción incompleta pues, por causas que desconocemos, se publicó con sensibles recortes. Aparte de la de El Paseante, no existe ninguna otra traducción castellana en la Red, por lo que, con motivo de los diez años de su publicación en Wired, hemos decidido ponerla disponible, revisando la traducción cuidadosamente, corrigiendo algunas erratas y errores de interpretación y traduciendo todos los fragmentos (nada menos que doce párrafos) que no se incluyeron en la traducción original, trabajo este último que hay que agradecer a Raúl Sánchez. También hemos devuelto al texto su estructura original, basándonos en la versión publicada por la EFF.2Las notas a pie de páginas son todas de esta edición. Si la naturaleza ha creado alguna cosa menos susceptible que las demás de ser objeto de propiedad exclusiva, esa es la acción del poder del pensamiento que llamamos idea, algo que un individuo puede poseer de manera exclusiva mientras la tenga guardada. Sin embargo, en el momento en que se divulga, se fuerza a sí misma a convertirse en posesión de todos, y su receptor no puede desposeerse de ella. Su peculiar carácter es también tal que nadie posee menos de ellas porque otros posean el todo. Aquel que recibe una idea mía, recibe instrucción sin mermar la mía, del mismo modo que quien disfruta de mi vela encendida recibe mi luz sin que yo reciba menos. El hecho de que las ideas se puedan difundir libremente de unos a otros por todo el globo, para moral y mutua instrucción de las personas y para la mejora de su condición, parece haber sido concebido de manera peculiar y benevolente por la naturaleza, cuando las hizo, como el fuego, susceptibles de expandirse por el espacio, si ver reducida su densidad en ningún momento y, como el aire, en el que respiramos, nos movemos y se desarrolla nuestro ser físico, incapaz de ser confinadas o poseídas de manera exclusiva. Las invenciones, pues, no pueden ser, por su naturaleza, sujetas a propiedad. - THOMAS JEFFERSON En todo el tiempo que llevo recorriendo el ciberespacio, sigue sin haberse resuelto un inmenso interrogante que se halla en la raíz de casi todas las tribulaciones legales, éticas, gubernamentales y sociales que se plantean en el mundo virtual. Me refiero al problema de la propiedad digitalizada. El acertijo es el siguiente: si nuestra propiedad se puede reproducir infinitamente y distribuir de modo instantáneo por todo el planeta sin coste alguno, sin que lo sepamos, sin que ni siquiera abandone nuestra posesión, ¿cómo podemos protegerla? ¿Cómo se nos va a pagar el trabajo que hagamos con la mente? Y, si no podemos cobrar, ¿qué nos asegurará la continuidad de la creación y la distribución de tal trabajo? Puesto que carecemos de una solución a lo que constituye un desafío completamente nuevo, y al parecer somos incapaces de retrasar la galopante digitalización de todo lo que no sea obstinadamente físico, estamos navegando hacia el futuro en un barco que se hunde. Esta nave, el canon acumulado del copyright y la ley de patentes, se creó para transportar formas y métodos de expresión completamente distintos de la vaporosa carga que ahora se le pide que lleve. Hace aguas por dentro y por fuera. Los esfuerzos legales para que el viejo barco se mantenga a flote revisten tres formas: una frenética reordenación de las sillas de cubierta, firmes avisos de que si la nave se hunde habrán de enfrentarse a duros castigos criminales y una actitud fría y serena que se desentiende del problema. La legislación de propiedad intelectual no se puede remendar, adaptar o expandir para que contenga los gases de la expresión digitalizada, de la misma manera que tampoco se puede revisar la ley de bienes inmuebles para que cubra la asignación del espectro de la radiodifusión. (Lo que, de hecho, se parece mucho a lo que se intenta hacer aquí.) Tendremos que desarrollar un conjunto completamente nuevo de métodos acorde con este conjunto enteramente nuevo de circunstancias. La mayoría de la gente que crea software -programadores, hackers y navegantes de la Red- ya lo sabe. Por desgracia, ni las compañías para las que trabajan ni los abogados que estas compañías contratan tienen la suficiente experiencia directa con bienes inmateriales como para entender por qué son tan problemáticos. Actúan como si se pudiera lograr que las viejas leyes funcionasen, bien mediante una grotesca expansión o por la fuerza. Se equivocan. La fuente de este acertijo es tan simple como compleja su resolución. La tecnología digital está separando la información del plano físico, donde la ley de propiedad de todo tipo siempre se ha definido con nitidez. A lo largo de la historia del copyright y las patentes, los pensadores han reivindicado la propiedad no de sus ideas sino de la expresión de las mismas. Las ideas, así como los hechos relativos a los fenómenos del mundo, se consideraban propiedad colectiva de la humanidad. En el caso del copyright se podía reivindicar la franquicia del giro exacto de uan frase para transmitir una idea concreta o del orden de exposición de los hechos. La franquicia se imponía en el preciso momento en que «la palabra se hacía carne» al abandonar la mente de su creador y penetrar en algún objeto físico, ya fuera un libro o cualquier artilugio. La posterior llegada de otros medios de comunicación comerciales distintos del libro no alteró la importancia legal de ese momento.La ley protegía la expresión y con pocas (y recientes) excepciones, expresar equivalía a convertir algo en un hecho. Proteger la expresión física tenía a su favor la fuerza de la comodidad. El copyright funcionaba bien porque, a pesar de Gutemberg, era difícil hacer un libro. Es más, los libros dejaban a sus contenidos en una condición estática cuya alteración suponía un desafío tan grande como su reproducción. Falsificar o distribuir volúmenes falsificados eran actividades obvias y visibles, era muy fácil pillar a alguien. Por último, a diferencia de palabras o imágenes sin encuadernar, los libros tenían superficies materiales donde se podían incluir avisos de copyright, marcas de editor y etiquetas con el precio. Aún era más apremiante patentar la conversión de lo mental a lo físico. Hasta hace poco, una patente era o bien una descripción de la forma que había que dar a los materiales para cumplir un determinado propósito, o una descripción de cómo se llevaba a cabo este proceso. En cualquiera de los dos casos, el quid conceptual de la patente era el resultado material. Si alguna limitación material impedía obtener un objeto con sentido, la patente se rechazaba. No se podía patentar una botella Klein ni una pala hecha de seda. Tenía que ser una cosa y la cosa tenía que funcionar. De este modo, los derechos de la invención y de la autoría se vinculaban a actividades del mundo físico. No se pagaban las ideas sino la capacidad de volcarlas en la realidad. A efectos prácticos, el valor estaba en la transmisión y no en el pensamiento transmitido. En otras palabras, se protegía la botella y no el vino. Ahora, a medida que la información entra en el ciberespacio, hogar natural de la mente, estas botellas están desapareciendo. Con la llegada de la digitalización, es posible sustituir todas las formas previas de almacenamiento de información por una meta-botella: patrones complejos -y muy líquidos- de unos y ceros. Incluso las botellas físico-digitales a las que nos hemos acostumbrado, los disquetes, CD-ROM y otros paquetes distintos de bits plastificados, desaparecerán cuando todos los ordenadores se enchufen a la red global. Si bien puede que Internet nunca incluya todas y cada una de las CPU del planeta, se duplica de año en año y cabe esperar que se convierta en el principal medio de transmisión de información y quizás, con el paso del tiempo, en el único. Cuando esto ocurra, todos los bienes de la era de la información -todas las expresiones antaño contenidas en libros, películas, discos o boletines informativos- existirán bien como pensamiento puro o como algo muy parecido al pensamiento: condiciones de voltaje que recorren la Red a la velocidad de la luz y que de hecho se podrían contemplar, como píxeles brillantes o sonidos transmitidos, pero nunca decir que se «poseen» en el antiguo sentido de la palabra. Alguien podría objetar que la información seguirá necesitando algún tipo de manifestación física, como su existencia magnética en los titánicos discos duros de servidores lejanos, pero estas botellas carecen de toda forma macroscópicamente diferenciada o personalmente significativa. También habrá quien sostenga que hemos estado tratando con expresiones sin embotellar desde la llegada de la radio, y estará en lo cierto. Pero durante casi toda la historia de la difusión audiovisual no ha habido ninguna manera práctica de capturar productos de software del éter electromagnético y reproducirlos con una calidad igual a la que ofrecen los paquetes comerciales. Esto ha cambiado solo recientemente y poco se ha hecho en términos legales o técnicos para abordar el cambio. Que el consumidor pagara por los productos retransmitidos solía ser un asunto irrelevante. Los consumidores mismos eran el producto. Los medios de difusión sonora se financiaban vendiendo la atención de su público a los anunciantes o bien utilizando al gobierno para que estableciese el pago a través de impuestos o con la quejumbrosa mendicidad de las campañas anuales de recaudación de fondos. Todos los modelos de apoyo a la difusión audivisual son defectuosos. Casi sin excepciones, la financiación a través de los anunciantes o del gobierno ha contaminado la pureza de los productos transmitidos. En cualquier caso, el marketing directo está matando paulatinamente el modelo de financiación a través de anunciantes. Los medios de difusión aportaron otro método para pagar un producto virtual: los derechos de autor que los difusores pagan a los autores de canciones a través de organizaciones como ASCAP y BMI. Pero, como miembro de ASCAP, puedo asegurarles que este no es un modelo que debamos emular. Los métodos de control son totalmente aproximativos. No hay ningún sistema paralelo de contabilidad en el flujo de ingresos. De verdad que no funciona. Se lo aseguro. En todo caso, sin nuestros antiguos métodos para definir físicamente la expresión de las ideas, y en ausencia de nuevos métodos satisfactorios para la transacción no física, no sabemos cómo asegurar un pago fiable del trabajo mental. Para empeorar aún más las cosas, esto sucede en un momento en que la mente humana está sustituyendo a la luz solar y a los depósitos minerales como fuente principal de riqueza. Es más, la creciente dificultad para endurecer las leyes existentes en torno al copyright y las patentes está ya poniendo en peligro la fuente última de la propiedad intelectual, el libre intercambio de ideas. Esto es, cuando los artículos primarios de comercio de una sociedad se parecen tanto al habla que acaban por no distinguirse de ella, y cuando los métodos tradicionales de proteger la propiedad de los artículos se han vuelto ineficaces, intentar solucionar el tema aplicando la ley de modo más amplio y contundente constituirá una amenaza inevitable a la libertad de expresión. La mayor limitación a las futuras libertades quizás no venga del gobierno sino de los departamentos jurídicos de las empresas, que intentan proteger con la fuerza lo que ya no se puede proteger mediante la eficiencia práctica o el consentimiento social general. Cuando Jefferson y sus colegas de la Ilustración concibieron el sistema que se convirtió en la ley estadounidense del copyright, su objetivo primordial era asegurar la distribución generalizada del pensamiento, y no el beneficio. El beneficio era el combustible que habría de transportar las ideas a las bibliotecas y las mentes de su nueva república. Las bibliotecas comprarían libros, recompensando así a los autores por su trabajo de reunir unas ideas que, «imposibles de limitar» por otros medios, quedaban de este modo a la libre disposicion del público. Pero ¿qué papel desempeñan las bibliotecas si no hay libros? ¿Cómo paga la sociedad la distribución de las ideas si no es cobrando por las ideas mismas? Viene a complicar aún más la cuestión el hecho de que, junto a las botellas físicas donde ha residido la propiedad intelectual, la tecnología digital también está borrando las jurisdicciones legales del mundo físico y sustituyéndolas por los mares sin límites, y quizás para siempre sin ley, del ciberespacio. En el ciberespacio no solo no hay límites nacionales o locales que acoten el escenario de un crimen y determinen el método de interponer una acción judicial, sino que tampoco hay claros acuerdos culturales sobre qué pueda ser un crimen. Las diferencias básicas y no resueltas entre las concepciones culturales de Europa y Asia sobre lo que es propiedad intelectual solo pueden aumentar en una región donde numerosas transacciones se llevan a cabo en ambos hemisferios y, al mismo tiempo, en ninguno. Las nociones de propiedad, valor y posesión, así como la naturaleza misma de la riqueza, están cambiando de forma más radical que en ningún otro momento desde que los sumerios horadaron la arcilla húmeda por vez primera con escritura cuneiforme y dijeron que era grano almacenado. Muy pocas personas son conscientes de la magnitud de este cambio, y entre ellas aún menos son abogados o tienen cargos públicos. Quienes sí advierten estos cambios deben preparar respuestas ante la confusión legal y social que estallará a medida que los esfuerzos por proteger las nuevas formas de propiedad con viejos métodos se vuelvan cada vez más vanos y, en consecuencia, más insistentes. De la espada al escrito y al bit 1 De la espada al escrito y al bit Hoy en día, la humanidad parece encaminada a crear una economía mundial cuya base fundamental son bienes que no asumen ninguna forma material. Con esto, quizás estemos eliminando toda conexión predecible entre los creadores y la justa recompensa a la utilidad o el placer que otros puedan encontrar en sus obras. Sin esa conexión, y sin que se produzca un cambio fundamental en la consciencia para integrar su pérdida, estarnos construyendo nuestro futuro sobre el escándalo, el litigio y la evasión institucionalizada del pago, que sólo se dará como respuesta a la fuerza bruta. Puede que volvamos a los viejos malos tiempos de la propiedad. En los momentos más oscuros de la historia humana, la posesión y distribución de la propiedad era en gran parte un asunto militar. La «propiedad» era patrimonio exclusivo de quienes contaran con las armas más horribles, ya fueran puños o ejércitos, y la voluntad más férrea de utilizarlas. La propiedad era el derecho divino de los pendencieros. Al final del primer milenio después de Cristo, la aparición de las clases mercantiles y la aristocracia terrateniente forzó el desarrollo de acuerdos éticos para resolver disputas en torno a la propiedad. En la baja Edad Media, gobernantes ilustrados como Enrique II de Inglaterra empezaron a codificar en cánones esta «ley común» no escrita. Estas leyes eran locales, pero no importaba demasiado porque se dirigían fundamentalmente a los bienes raíces, forma de propiedad que por definición es local. Y que, como implicaba el nombre, era muy real.3 Todo siguió igual mientras el origen de la riqueza era la agricultura, pero en los albores de la Revolución Industrial la humanidad empezó a concentrarse en los medios tanto como en los fines. Las herramientas adquirieron un nuevo valor social y, gracias a su propio desarrollo, fue posible reproducirlas y distribuirlas en grandes cantidades. Para fomentar su invención, la mayoría de los países occidentales desarrolló el copyright y la ley de patentes. Estas leyes tenían como objeto la delicada tarea de introducir las creaciones mentales en el mundo donde se podían utilizar y entrar en la mente de otras personas a la vez que aseguraban a sus inventores una compensación por el valor de su uso. Y, como ya se ha dicho, tanto los sistemas de la ley como los de la práctica que crecieron en torno a esa tarea se basaban en la expresión física. Puesto que ahora es posible transmitir ideas de una mente a otra sin que se concreten en algo físico, estamos defendiendo que poseemos las ideas mismas y no meramente su expresión. Y, como también es posible crear herramientas útiles que nunca revisten forma física, nos hemos acostumbrado a patentar abstracciones, secuencias de acontecimientos virtuales y fórmulas matemáticas -los bienes menos «reales» que quepa concebir. En ciertos ámbitos, esto sitúa los derechos de la propiedad en una condición tan ambigua que, de nuevo, la propiedad se adhiere a quienes consiguen formar los mayores ejércitos. La única diferencia es que en esta ocasión los ejércitos se componen de abogados. Amenazando a sus contrarios con el interminable purgatorio del litigio, frente al que algunos preferirían la muerte, los abogados reclaman toda idea que pueda haber entrado en otro cráneo en el seno del cuerpo colectivo de las empresas a las que sirven. Actúan como si esas ideas surgiesen al margen de todo pensamiento humano previo. Y pretenden que pensar sobre un producto equivalga a manufacturarlo, distribuirlo y venderlo. Lo que antes se consideraba como un recurso humano común distribuido entre las mentes y las bibliotecas del mundo, y como un fenómeno de la propia naturaleza, ahora se está acotando y recibiendo títulos de propiedad. Es como si hubiera surgido un nuevo tipo de empresa que se arrogara la propiedad del aire y el agua. ¿Qué se debe hacer? Aunque produzca cierta diversión macabra, bailar sobre la tumba del copyright y la patente no es una solución, sobre todo cuando hay tan poca gente dispuesta a admitir que el ocupante de esta tumba esté siquiera muerto y se trata de mantener a la fuerza lo que ya no se puede mantener por acuerdo popular. Desesperados porque pierden su resbaladizo asidero, los legalistas intentan prolongarlo con todas sus fuerzas. De hecho, Estados Unidos y otros defensores del GATT están haciendo de la observancia de nuestros moribundos sistemas de protección de la propiedad intelectual una condición para ser miembro del mercado de las naciones. Por ejemplo, a China se le denegará el estatus de nación más favorecida si no llega a un acuerdo para atenerse a un conjunto de principios culturalmente ajenos que ya no se aplican ni siquiera en su país de origen. En un mundo más perfecto, sería de sabios declarar una moratoria sobre el litigio, la legislación y los tratados internacionales en este ámbito hasta tener una idea clara de los términos y condiciones de la empresa en el ciberespacio. Idealmente, las leyes ratifican el consenso social ya desarrollado. No son tanto el propio contrato social como una serie de memorandos que expresan un propósito colectivo surgido de muchos millones de interacciones humanas. Los humanos no han habitado el ciberespacio con la suficiente diversidad como para haber desarrollado un contrato social adecuado a las extrañas condiciones nuevas de ese mundo. Las leyes anteriores al consenso suelen servir a los pocos que ya están establecidos y que pueden conseguir que se acepten, y no a la sociedad como un todo. En la medida en que la ley o bien la práctica social establecida existen en este ámbito, ya han entrado en un peligroso desacuerdo. Las leyes relativas a la reproducción no autorizada de software comercial son claras y severas, pero pocas veces se observan. Es tan difícil hacer cumplir en la práctica las leyes sobre piratería del software, y romperlas tiene ya tal grado de aceptación social, que sólo una escasa minoría parece verse obligada, ya sea por temor o en conciencia, a obedecerlas. A veces doy conferencias sobre este asunto, y siempre pregunto al auditorio cuántas personas pueden presumir de no tener copias de software no autorizado instalado en sus discos duros. Nunca he visto más del diez por ciento de manos levantadas. Cuando existe una divergencia tan profunda entre las leyes y la práctica social, no es la sociedad la que se adapta. Tan es así que la práctica actual de las compañías que comercializan el software, que consiste en colgar a unos cuantos chivos expiatorios visibles, resulta tan manifiestamente arbitraria que no puede sino redundar en la merma del respeto a la legislación. Parte de la generalizada indiferencia popular hacia el copyright del software comercial nace de la incapacidad legislativa de entender las condiciones en las que se introdujo. Pensar que los sistemas legales basados en el mundo físico valdrán para un entorno tan fundamentalmente distinto como es el ciberespacio es una locura que habrán de pagar cara todos los que hagan negocios en el futuro. Como expondré en la siguiente sección, la propiedad intelectual sin límites es muy distinta de la propiedad física y ya no se puede proteger pasando por alto esta diferencia. Por ejemplo, si seguimos asumiendo que el valor se basa en la escasez, como en el caso de los objetos físicos, crearemos leyes que son precisamente contrarias a la naturaleza de la información, cuyo valor puede aumentar en muchos casos con la difusión. Las grandes instituciones adversas al riesgo, más propensas a jugar siguiendo las viejas reglas, sufrirán por su apego a lo seguro. Cuantos más abogados, armas y dinero inviertan en proteger sus derechos o en minar los de sus oponentes, más se parecerá la competición comercial a la ceremonia Kwakiutl del Potlach, en la que los adversarios competían destruyendo sus propias posesiones. Su capacidad para producir nueva tecnología se estancará a medida que cada nuevo paso les hunda más en el pozo de brea de la guerra de tribunales. La fe en la legislación no será una estrategia eficaz para las compañías de alta tecnología. Las leyes se adaptan mediante constantes complementos que obedecen a un ritmo que sólo la geología supera en cuanto a su majestuosidad. La tecnología, por el contrario, avanza mediante bruscas sacudidas, como si el equilibrio puntuado de la evolución biológica sufriera una grotesca aceleración. Las condiciones del mundo real seguirán cambiando a un ritmo deslumbrante, mientras que las leyes les seguirán el paso a gran distancia, cada vez más confundidas. Este desajuste es permanente. Las prometedoras economías nacerán en un estado de parálisis, como parece haber sucedido con el multimedia, o bien sus propietarios continuarán negándose valiente y testarudamente a entrar bajo ningún concepto en el juego de la propiedad. En Estados Unidos ya se puede observar el desarrollo de una economía paralela, sobre todo entre empresas pequeñas y dúctiles que protegen sus ideas penetrando en el mercado con más rapidez que sus grandes competidores, cuya protección se basa en el miedo y el litigio. Quizás quienes forman parte del problema simplemente se acojan a una cuarentena en los tribunales, mientras que los que son parte de la solución crearán una nueva sociedad basada, al principio, en la piratería y el filibusterismo. Cuando el sistema actual de la ley de propiedad intelectual se desplome, como parece inevitable que suceda, puede que no surja en su lugar ninguna estructura legal que la reemplace. Pero algo ocurrirá. Después de todo, la gente hace negocios. Cuando el dinero deja de tener sentido, los negocios se hacen con trueques. Cuando las sociedades se desarrollan al margen de la ley, desarrollan sus propios códigos, prácticas y sistemas éticos no escritos. Si bien la tecnología puede deshacer la ley, ofrece métodos para restaurar los derechos creativos. 2 Una taxonomía de la información Tengo la impresión de que lo más productivo que cabe hacer hoy es estudiar con detalle la verdadera naturaleza de lo que intentamos proteger. ¿Qué sabemos realmente sobre la información y sus comportamientos naturales? ¿Cuáles son las características esenciales de la creación ilimitada? ¿En qué se diferencia de formas previas de propiedad? ¿Cuántas de nuestras suposiciones sobre ella se han referido a sus contenedores más que a sus misteriosos contenidos? ¿Cuáles son sus diferentes especies y cómo se presta cada una al control? ¿Qué tecnologías serán útiles para crear nuevas botellas virtuales que sustituyan a las antiguas botellas físicas? Por supuesto, la información es intangible y difícil de definir por naturaleza. Al igual que otros fenómenos profundos como la luz o la materia, es un ámbito natural de la paradoja. Y así como resulta más fácil comprender la luz a la vez como partícula y onda, puede que una comprensión de la información surja en la congruencia abstracta de sus diversas propiedades, que podemos describir con estos tres enunciados: • • • La información es una actividad. La información es una forma de vida. La información es una relación. A continuación, analizaré cada uno por separado. 2.1 LA INFORMACIÓN ES UNA ACTIVIDAD 2.1.1 La información es un verbo, no un sustantivo Liberada de sus contenedores, la información no es, obviamente, una cosa. De hecho, es algo que ocurre en el campo de la interacción entre mentes, objetos u otras piezas de información. Gregory Bateson, reflexionando sobre la teoría de la información de Claude Shannon, dijo que «la información es una diferencia que crea una diferencia». Así pues, la información sólo existe realmente en el . La creación de esa diferencia es una actividad que ocurre dentro de una relación. La información es una acción que ocupa tiempo más que una presencia que ocupa espacio físico, como los artículos materiales. Es el lanzamiento, no la pelota de béisbol, la danza, no el bailarín. 2.1.2 La información se experimenta, no se posee Incluso cuando ha sido encapsulada en alguna forma estática como un libro o un disco duro, la información sigue siendo algo que nos ocurre cuando la descomprimimos mentalmente de su código de almacenamiento. Pero, ya se mueva a gigabits por segundo o a palabras por minuto, la descodificación es un proceso que debe ser ejecutado por y sobre una mente, un proceso que se despliega en el tiempo. Hace unos años se publicó una historieta en el Bulletin of Atomic Scientists que ilustraba este punto a la perfección. En el dibujo, un atracador apunta con su pistola al típico personaje con aspecto de almacenar mucha información en la cabeza. «Deprisa ordena el bandido- dame todas tus ideas». 2.1.3 La información se tiene que mover Se dice que los tiburones mueren asfixiados si dejan de nadar, y casi se puede decir lo mismo de la información. La información que no se está moviendo deja de existir y pasa a ser solamente potencial, al menos hasta que se le permite moverse de nuevo. Por eso, la práctica de acumular información, habitual en las burocracias, es un mecanismo especialmente desatinado para los sistemas de valor con base física. 2.1.4 La información se transmite por propagación, no por distribución El modo en que se difunde la información también se diferencia mucho de la distribución de bienes físicos. Se mueve más como algo propio de la naturaleza que como algo procedente de una fábrica. Se puede concatenar como un dominó o crecer en la típica retícula fractal, como la escarcha que se extiende por una ventana, pero no se puede desplazar corno los productos manufacturados salvo en la medida en que estos pueden contenerla. No se limita a avanzar. Deja rastro allí por donde pasa. La distinción económica central entre la información y la propiedad física es que la primera se puede transferir sin que su dueño original deje de poseerla. 2.2 LA INFORMACIÓN ES UNA FORMA DE VIDA 2.2.1 La información quiere ser libre Se suele atribuir a Stewart Brand este elegante enunciado de lo obvio, que reconoce tanto el deseo natural de los secretos a ser dichos como el hecho de que, para empezar, los secretos puedan sentir algo similar a un «deseo». El biólogo y filósofo inglés Richard Dawkins propuso la noción de «memes», modelos autorreplicantes de información que se propagan a sí mismos por las ecologías de la mente, y dijo que eran como formas de vida. A mi juicio, son formas de vida en todos los aspectos salvo en que no se basan en el átomo de carbono. Se autorreproducen o interactúan con su entorno y se adaptan a él, mutan, persisten. Como cualquier otra forma de vida, evolucionan para ocupar los espacios de posibilidad de sus entornos locales, que en este caso son los sistemas de creencias y las culturas circundantes de sus anfitriones, a saber, nosotros. En efecto, sociobiólogos como Dawkins consideran plausible el argumento de que las formas de vida basadas en el carbono también sean información, y que, al igual que la gallina es el modo que tiene un huevo de hacer otro huevo, el espectáculo biológico al completo sea el medio que tiene la molécula del ADN para copiar más cuerdas de información exactamente iguales a sí misma. 2.2.2 La información se reproduce en las grietas de la posibilidad Al igual que las hélices del ADN, las ideas son expansionistas implacables, siempre en búsqueda de nuevas oportunidades para crearse un espacio vital. Y, como ocurre en la naturaleza de base carbónica, los organismos más robustos son extremadamente hábiles para encontrar nuevos lugares donde vivir. Así, de la misma manera que la mosca común se ha introducido en casi todos los ecosistemas del planeta, el meme de la «vida después de la muerte» se hizo un hueco en la mayoría de las mentes, o psicoecologías. Cuanto más universal sea el eco de una idea, una imagen o una canción, en más mentes se introducirán y permanecerán. Intentar frenar la propagacion de un segmento muy potente de información es casi tan difícil como mantener las llamadas «abejas asesinas» al sur de la frontera de Estados Unidos. El intento hace agua por todas partes. 2.2.3 La información quiere cambiar Si las ideas y otros modelos interactivos de información son, en efecto, formas de vida, se puede suponer que evolucionarán constantemente hacia formas mejor adaptadas a su entorno. Y, de hecho, lo hacen sin cesar. Pero durante mucho tiempo nuestros medios de difusión estáticos, ya fueran tallas en piedra, tinta sobre papel o tinte sobre celuloide, se han resistido tenazmente al impulso evolutivo, subrayando por tanto la capacidad del autor para determinar el producto acabado. Pero, como en la tradición oral, la información digitalizada carece de un «acabado final». La información digitalizada, libre de las ataduras del empaquetamiento, es un proceso continuo que se parece más a las metamorfoseantes leyendas de la prehistoria que a nada que se pueda envolver con plástico. Desde el Neolítico hasta Gutenberg, la información se transmitía de boca a boca cambiando con cada nueva narración (o canción). Las historias que antaño moldearon nuestro sentido del mundo carecían de versiones autorizadas. Se adaptaban a cualquier cultura donde se contaran. Puesto que la narración nunca se plasmaba en escritura, el llamado derecho «moral» de los narradores a quedarse con sus cuentos no estaba protegido ni reconocido. Sencillamente, el cuento atravesaba a cada narrador en su camino hacia el siguiente, donde asumía una forma distinta. A medida que regresemos a la información continua, cabe esperar que disminuya la importancia de la autoría. Acaso los creadores tengan que renovar sus vínculos con la humildad. Pero nuestro sistema de copyright no da cabida a expresiones que no se «fijan» en algún punto ni a expresiones culturales que no tienen un autor o inventor concreto. Las improvisaciones de jazz, los espectáculos de humoristas, la mímica, los monólogos continuos y las retransmisiones que no han sido grabadas carecen del requisito constitucional de una fijación mediante la «escritura». Si no se les da la forma fija de la publicación, las obras líquidas del futuro se parecerán más a estas formas que se adaptan y cambian continuamente y escaparán, por tanto, al alcance del copyright. La experto en copyright Pamela Samuelson afirma haber asistido el año pasado a una conferencia en la que se discutía la cuestión de si los países occidentales pueden apropiarse legalmente de la música, los diseños y el saber biomédico de los pueblos aborígenes sin compensaciones a su tribu de origen, ya que esa tribu no es su «autora» o «inventora». 2.2.4 La información es perecedera A excepción de los clásicos excepcionales, la mayor parte de la información es como los productos de granja. Su calidad se degrada rápidamente, tanto con el tiempo como con la distancia respecto a la fuente de producción. Pero, incluso aquí, el valor es enormemente subjetivo y condicional. Los papeles de ayer son muy valiosos para el historiador. De hecho, cuanto más viejos, más valiosos son. Por el contrario, un agente del mercado de futuros puede considerar que la noticia de un acontecimiento con más de una hora de vida ha perdido ya toda relevancia. 2.3 LA INFORMACIÓN ES UNA RELACIÓN 2.3.1 El significado tiene valor y es exclusivo de cada caso En la mayoría de los casos, asignamos valor a la información basándonos en su significado. El lugar donde reside la información, el momento sagrado en que la transmisión se convierte en recepción, es un ámbito con muchas características y matices cambiantes que dependen de la relación entre el emisor y el receptor, de la profundidad de su interacción. Cada relación de este tipo es única. Incluso en casos donde el emisor es un medio de difusión audiovisual y no hay respuesta, el receptor no es nada pasivo. Recibir información es a menudo tan creativo como generarla. El valor de lo que se envía depende por completo de la medida en que cada destinatario tiene los receptores necesarios: terminología compartida, atención, interés, lenguaje, paradigma para volver significativo aquello que recibe. La comprensión es un elemento crítico que cada vez se pasa más por alto al intentar convertir la información en una mercancía. Los datos pueden ser cualquier conjunto de hechos, útiles o no, inteligibles o inescrutables, relacionados o irrelevantes. Los ordenadores pueden estar soltando datos nuevos toda la noche sin ayuda humana, y los resultados se pueden poner en venta como información. Puede que lo sean o que no lo sean. Sólo un ser humano puede reconocer el significado que separa la información de los datos. De hecho, la información, en el sentido económico de la palabra, consiste en datos que han sido pasados por una mente humana concreta y que se han considerado significativos dentro de ese contexto mental. Lo que es información para una persona es un mero dato para otra. 2.3.2 La familiaridad tiene más valor que la escasez En los artículos físicos existe una correlación directa entre la escasez y el valor. El oro es más valioso que el trigo, aunque no se pueda comer. Si bien no siempre, la condición de la información suele ser justo la contraria. Casi todo el software aumenta su valor a medida que va siendo más común. La familiaridad es un activo importante en el mundo de la información. A menudo puede ocurrir que la mejor manera de aumentar la demanda de un producto sea regalarlo. Aunque esto no haya sido siempre así en el caso del shareware, software para compartir, se podría argumentar que hay una conexión entre la cantidad de software comercial que se piratea y la cantidad que se vende. El software más pirateado, como el Lotus 1-2-3 o el WordPerfect, se convierte en un estándar y se beneficia de la ley de los rendimientos crecientes, que se basa en la familiaridad. Respecto a mi propio producto creativo, canciones de rock and roll, no hay ninguna duda de que el grupo para el que las escribo, Grateful Dead, ha aumentado enormemente su popularidad al regalarlas. Desde comienzos de los años setenta venimos dejando que la gente grabe nuestros conciertos, y en vez de reducir la demanda de nuestro producto esto se ha traducido en que ahora tenemos la mayor convocatoria en conciertos de Estados Unidos. Cabe atribuir este resultado, al menos en parte, a la popularidad que generaron aquellas grabaciones piratas. Cierto es que no recibo derechos de autor por los millones de copias de mis canciones que han sido extraídas de esos conciertos, pero no encuentro ninguna razón para quejarme. El hecho es que nadie más que Grateful Dead puede interpretar una canción de Grateful Dead, así que quien desee tener la experiencia y no un pálido reflejo tendrá que comprar una entrada. En otras palabras, la protección de nuestra propiedad intelectual deriva de que somos su única fuente en tiempo real. 2.3.3 La exclusividad tiene valor El problema de un modelo que invierte la proporción física escasez/ valor es que a veces el valor de la información obedece en gran medida a su escasez. La posesión exclusiva de ciertos hechos los vuelve más útiles. Si todo el mundo conoce las condiciones que pueden subir el precio de unas acciones, la información carece de valor. Pero, de nuevo, el factor crítico suele ser el tiempo. No importa si este tipo de información termina siendo omnipresente. Lo que importa es estar entre los primeros que la poseen y actúan a partir de ella. Aunque los secretos potentes por lo general no permanecen secretos, pueden seguir siéndolo durante el tiempo suficiente como para coadyuvar en la causa de sus primeros dueños. 2.3.4 El punto de vista y la autoridad tienen valor En un mundo de realidades flotantes y mapas contradictorios, las recompensas se otorgarán a aquellos comentaristas cuyos mapas se ajusten más cómodamente al territorio por su capacidad de avanzar resultados predecibles a quienes los utilicen. En la información estética, ya sea poesía o rock and roll, la gente está dispuesta a comprar el último producto de un artista sin haberlo visto antes, partiendo de que ha tenido una experiencia placentera con su obra previa. La realidad es un filtro editorial. La gente paga por la autoridad de aquellos editores cuyo punto de vista selectivo parece más ajustado. Y, de nuevo, el punto de vista es un activo que no se pude robar ni duplicar. Tan solo Esther Dyson ve el mundo como ella lo ve y, de hecho, la bonita suma que percibe por su boletín informativo responde al privilegio de ver el mundo a través de su mirada exclusiva. 2.3.5 El tiempo sustituye al espacio En el mundo físico, el valor depende mucho de la posesión o de la proximidad espacial. Se posee aquel material que cae dentro de ciertos límites dimensionales, y la capacidad de actuar directa y exclusivamente, y como se quiera, sobre lo que cae dentro de esos límites es el principal valor de la posesión. Por supuesto, también hay una relación entre valor y escasez, una limitación relativa al espacio. En el mundo virtual, la proximidad en el tiempo es un valor. En general, una información es más valiosa cuanto más cerca pueda situarse el comprador del momento de su expresión; hay una limitación de tiempo. Muchos tipos de información se degradan rápidamente con el tiempo o con la reproducción. Su relevancia se debilita a medida que va cambiando el territorio que delinean. Cuando desaparece el punto donde se produce por vez primera la información, entra ruido y se pierde la amplitud de banda. 2.3.6 La protección de la ejecución En el pueblo donde nací, no se concede demasiado mérito a nadie simplemente porque tenga ideas. Se le juzga por lo que puedas hacer con ellas. A medida que se aceleran las cosas, la mejor manera de proteger los proyectos que se convierten en objetos físicos es ejecutarlos. O como lo expresara una vez Steve Jobs, «los artistas auténticos ejecutan». El triunfador suele ser quien antes llega al mercado (y con la suficiente fuerza organizativa como para mantener el primer puesto). Pero, a medida que nos concentramos en el comercio de la información, somos muchos los que pensamos que la originalidad basta en sí misma para transmitir valor, y que merece, con los respaldos legales adecuados, un salario fijo. De hecho, la mejor manera de proteger la propiedad intelectual es actuar en consecuencia. No basta con inventar y patentar, también hay que innovar. Alguien sostiene que inventó el microprocesador antes que Intel. Quizás sea cierto. Pero, si de hecho hubiera empezado a distribuir microprocesadores antes que Intel, su reclamación no parecería tan espuria. 2.3.7 La información es su propia recompensa Es un tópico decir que el dinero es información. A excepción del krugerand, la calderilla y los contenidos de los maletines que se suelen asociar a los capos del narcotráfico, la mayor parte del dinero del mundo informatizado está cifrado en unos y ceros. El suministro global de dinero se propaga por la red con fluidez meteorológica. También es evidente que la información se ha vuelto tan fundamental para la creación de la riqueza moderna como antaño lo fueran la posesión de tierras y la luz solar. Lo que no es tan obvio es hasta qué punto la información está empezando a tener un valor intrínseco, no como un medio para adquirir sino como objeto de la adquisición. Supongo que, de manera menos explícita, esto siempre ha sido así. En la política y en el mundo académico, poder e información siempre han mantenido un vínculo estrecho. Sin embargo, ahora que la información se compra cada vez más con dinero, vemos que comprar información con otra información es un mero intercambio económico que no precisa la conversión en otra moneda. Esto supone cierto desafío para quienes gustan de tener las cuentas claras, ya que, al margen de la teoría de la información, los tipos de cambio de la información son demasiado escurridizos como para cuantificarlos con cifras decimales. No obstante, casi todo lo que compra un estadounidense de clase media tiene poco que ver con la supervivencia. Compramos belleza, prestigio, experiencia, educación y todos los oscuros placeres de la posesión. Muchas de estas cosas no sólo se pueden expresar en términos no materiales, sino que además se pueden adquirir por medios no materiales. Y luego están los inexplicables placeres de la propia información, el deleite de aprender, saber y enseñar. Esa sensación extraña y agradable de que la información entra y sale de uno mismo. jugar con ideas es un divertimento por el que la gente debe de estar dispuesta a pagar mucho, dado el mercado que tienen los libros y los cursillos. Estaríamos dispuestos a gastar aún más dinero en este tipo de placeres de no haber tantas oportunidades de pagar las ideas con otras ideas. Esto explica mucho trabajo «voluntario» colectivo que llena los archivos, los foros y las bases de datos de Internet. Sus habitantes no trabajan de balde, como se suele creer. Se les paga con algo que no es dinero. Es una economía que consiste casi por completo en información. Puede que ésta se convierta en la forma dominante del comercio humano, y si seguirnos empeñados en modelar la economía sobre una base estrictamente monetaria quizás nos equivoquemos seriamente. 3 Cobrar en el ciberespacio Como se relaciona todo lo anterior con las posibles soluciones a la crisis de la propiedad intelectual es algo que apenas he comenzado a pensar. Los paradigmas se distorsionan cuando se contempla la información con ojos atentos, al ver lo poco que tiene que ver con las materias primas que se venden en los mercados de futuros, al imaginar las tambaleantes farsas de jurisprudencia que se amontonarán si seguimos tratándola legalmente como si se les pareciera. Como ya dije, creo que en algún momento de la próxima década estas actitudes obsoletas se harán añicos y a nosotros, no nos quedará más remedio que incorporarnos a nuevos sistemas que funcionen. En realidad, no tengo una imagen tan sombría de nuestras perspectivas como podrían suponer hasta ahora los lectores de esta jeremiada. Surgirán soluciones. La naturaleza aborrece el vacío y lo mismo le ocurre al comercio. Uno de los aspectos de la frontera electrónica que más atractivo me ha resultado siempre -y la razón de que Mitch Kapor y yo eligiésemos esa expresión cuando fundamos la EFF4- es el grado de semejanza con el Oeste americano del siglo XIX en su preferencia natural por los mecanismos sociales que surgen de sus propias condiciones, frente a aquellos que se imponen desde el exterior. Hasta que el Oeste se colonizó y «civilizó» por completo en este siglo, el orden se establecía según un Código del Oeste no escrito, que tenía la fluidez de los buenos modales más que la rigidez de la ley. La ética era más importante que las normas, que en cualquier caso se hacían respetar muy poco. En mi opinión, la ley, tal y como la entendemos, se desarrolló para proteger los intereses que surgieron en las dos «olas» económicas que con tanta exactitud identificó Alvin Toffler en La tercera ola.5 La primera ola se basaba en la agricultura y necesitaba la ley para disponer la posesión de la principal fuente de producción, la tierra. En la segunda ola, la manufactura se convirtió en la fuente económica fundamental, y la estructura de la ley moderna creció en torno a las instituciones que necesitaban protección para sus reservas de capital, fuerza humana y maquinaria. Ambos sistemas económicos necesitaban estabilidad. Sus leyes estaban concebidas para resistir el cambio y asegurar cierta constancia distributiva dentro de un marco social bastante estático. Había que limitar la disponibilidad para preservar la capacidad de predecir, necesaria tanto para la administración de la tierra como para la formación de capital. En la tercera ola, en la que acabamos de entrar, la información sustituye en gran medida a la tierra, el capital y la maquinaria, y, como detallé antes, donde más a gusto se encuentra la información es en un entorno mucho más fluido y adaptable. Es probable que la tercera ola provoque un cambio fundamental en los propósitos y métodos de la ley, y que su repercusión vaya mucho más allá de los estatutos que rigen la propiedad intelectual. Puede que el propio «terreno» -la arquitectura de la red- cumpla muchos de los objetivos que en el pasado sólo se podían mantener por imposición legal. Por ejemplo, quizás sea innecesario asegurar constitucionalmente la libertad de expresión en un entorno que trata la censura como si fuera una disfunción y busca la fórmula para transmitir ideas prohibidas esquivando la censura. Puede que surjan similares mecanismos naturales de equilibrio para nivelar las discontinuidades sociales que antes necesitaban de la mediación legal para solucionarse. En la red, lo más probable es que estas diferencias sean abarcadas por un espectro continuo que conecta tanto como separa. Y, a pesar de asirse férreamente a la vieja estructura legal, las compañías que comercian con la información quizá vean que, debido a su creciente incapacidad para acercarse con sensatez a cuestiones tecnológicas, los tribunales ya no producirán resultados con la previsión suficiente como para apoyar proyectos a largo plazo. Cada litigio se convierte en algo parecido a una ruleta rusa, dependiendo de la ignorancia del juez que lo preside. La «ley» sin codificar o adaptable, aunque sea tan «rápida, holgada e incontrolable» como otras formas emergentes, probablemente esté muy cerca de algo parecido a la justicia. De hecho, ya se puede ver el desarrollo de nuevas prácticas más adecuadas a las condiciones del comercio virtual. Las formas de vida de la información son métodos que evolucionan para proteger su reproducción continua. Por ejemplo, aunque la letra pequeña del sobre de un disquete comercial plantea puntillosas exigencias a quien lo abre, hay, como digo, poca gente que lea esas condiciones y mucha menos que las cumpla a rajatabla. Y aún así el negocio del software sigue siendo un sector muy sano de la economía de Estados Unidos. Y esto ¿a qué se debe? A que la gente termina comprando el software que realmente utiliza. Cuando un programa se vuelve fundamental para el propio trabajo, se quiere tener la última versión, el mejor soporte, los manuales actualizados, todos los privilegios vinculados a la posesión. En ausencia de una ley vigente, estas consideraciones prácticas serán cada vez más importantes para cobrar aquello que fácilmente se podría obtener gratis. Por supuesto que hay quien compra software por respeto a la ética o con la idea abstracta de que no comprarlo contribuiría a que no se fabricara, pero voy a dejar estos motivos de lado. Si bien pienso que el fracaso de la ley desembocará casi con toda certeza en un renacimiento compensador de la ética como modelo organizativo de la sociedad, no tengo espacio para defender aquí esta creencia. En su lugar diré que, a mi modo de ver y como en el caso antes citado, la compensación por la creación de software se guiará fundamentalmente por consideraciones prácticas, todas ellas inherentes a las verdaderas propiedades de la información digital, dónde reside su valor y cómo puede ser a la vez manipulada y protegida por la tecnología. Aunque el acertijo sigue siendo un acertijo, empiezo a ver desde dónde pueden venir las soluciones, que en parte consisten en ampliar esas soluciones prácticas que ya están en marcha. 4 La relación y sus herramientas Creo que hay una idea básica para comprender el comercio líquido: la economía de la información, en ausencia de objetos, se basará más en la relación que en la posesión. Un modelo ya existente para la transmisión futura de la propiedad intelectual es la ejecución en tiempo real, un medio que en la actualidad sólo se usa en teatro, música, conferencias y enseñanza. A mi juicio, el concepto de ejecución se ampliará hasta incluir casi toda la economía de la información, desde los culebrones hasta los análisis bursátiles. En estos casos, el intercambio comercial se parecerá más a la venta de entradas para un espectáculo continuo que a la compra de distintos paquetes de lo que se muestra. El otro modelo, por supuesto, es el de los servicios. Todo el sector profesional médicos, abogados, asesores, arquitectos, etc. está ya cobrando directamente por su propiedad intelectual. ¿Quién necesita el copyright cuando tiene una cuota fija? De hecho, hasta finales del siglo XVIII este modelo se aplicaba a muchos ámbitos que hoy caen bajo el copyright. Antes de la industrialización de la creación, los escritores, compositores y artistas trabajaban al servicio privado de los patronos. Sin objetos que se puedan distribuir en un mercado de masas, los creadores regresarán a una situación parecida, si bien servirán a muchos patronos en vez de a uno sólo. Ya se puede ver como surgen compañías cuya existencia se basa en apoyar y mejorar el software que crean más que en venderlo por piezas plastificadas o incluirlo en paquetes. La nueva compañía de Trip Hawkins para la creación y comercialización bajo licencia de herramientas multimedia, 3DO, es un ejemplo de lo estamos tratando. 3DO no pretende producir ningún tipo de software comercial o aparatos para los consumidores. Pretenden, en su lugar, hacer las veces de una especie de órgano de calificación de estándares privados, que mediaría entre los creadores de software y de aparatos informáticos, que serían los titulares de sus licencias. Proporcionarán un punto de comunidad de intereses para las relaciones entre un amplio espectro de entidades. En todo caso, tanto si uno se considera un proveedor de servicios como si es un ejecutante, la futura protección de la propiedad intelectual dependerá de la propia capacidad de controlar la relación con el mercado, una relación que con toda probabilidad perdurará y crecerá con el tiempo. El valor de esa relación residirá en la calidad de la ejecución, la originalidad del punto de vista, las destrezas, su relevancia para el propio mercado y, bajo todo esto, la capacidad de ese mercado para comunicar los servicios creativos de manera ágil, cómoda e interactiva. 5 Interacción y protección La interacción directa otorgará una gran protección a la propiedad intelectual en el futuro; de hecho, ya la ha dado. Nadie sabe cuántos piratas de software han comprado copias legítimas de un programa después de llamar al editor para pedirle asesoramiento técnico y que éste les haya pedido alguna prueba de compra, pero supongo que la cifra es muy alta. El mismo tipo de control se podrá ejercer sobre las relaciones de «pregunta y respuesta» entre autoridades (o artistas) y aquellos que soliciten sus destrezas. Boletines informativos, revistas y libros saldrán reforzados por la capacidad de los suscriptores para hacerles preguntas directas a los autores. La interactividad será un bien facturable incluso sin la autoría. A medida que vaya entrando la gente en la red y obteniendo su información directamente del punto donde se produce, sin que se filtre a través de los centralizados medios de comunicación, intentará desarrollar la misma capacidad interactiva para investigar la realidad que en el pasado sólo la experiencia les suministraba. El acceso directo a estos distantes «ojos y orejas» será mucho más fácil de delimitar que el acceso a paquetes fijos de información almacenada pero fácilmente reproducible. En la mayoría de los casos, el control se basará en restringir el acceso a la información más reciente y con mayor amplitud de banda. Será cuestión de definir la entrada, el sitio donde se actúa, el actor y la identidad del portador de la entrada, definiciones que, en mi opinión, surgirán de la tecnología, no de la ley. En la mayoría de los casos, la tecnología definidora será la criptografía. 6 Cripto-embotellamiento La criptografía, como he dicho quizás ya demasiadas veces, es el «material» con el que se construirán las paredes y los límites -y las botellas- del ciberespacio. Evidentemente, la criptografía o cualquier otro método puramente técnico de protección de la propiedad plantea problemas. Siempre me ha parecido que a mayor seguridad de los artículos, más posibilidad de convertirlos en objeto de deseo. Viniendo de un lugar donde la gente deja puestas las llaves del coche y ni siquiera tiene llaves de su casa, estoy convencido de que el mejor obstáculo contra el crimen es una sociedad con una ética intacta. Aunque admito que no es éste el tipo de sociedad en que vivimos la mayoría de nosotros, también creo que un exceso de confianza social en la protección con barricadas terminará debilitando la conciencia al hacer de la intrusión y el robo un deporte, y no un crimen. Esto ocurre ya en el ámbito digital, como es evidente en las actividades de los que asaltan sistemas informáticos. Es más, me atrevería a sostener que los esfuerzos iniciales por proteger el copyright digital mediante la protección de la copia contribuyeron a la situación actual, en la que los usuarios de ordenadores, que en otros sentidos actúan éticamente, no parecen oponer reparos morales al software pirateado. En vez de cultivar entre los recién informatizados un sentido del respeto hacia el trabajo de sus colegas, la confianza temprana en la protección de la copia abocó en la idea subliminal de que asaltar un paquete de software «concedía» en cierto sentido el derecho a usarlo. Limitados no por la conciencia sino por la destreza técnica, muchos se sintieron libres para hacer todo aquello que les permitiera salirse con la suya. Esto seguirá siendo un riesgo potencial de la codificación del comercio digitalizado. Más aún, es prudente recordar que la protección contra la copia fue rechazada por casi todos los ámbitos del mercado. Muchos de los próximos esfuerzos para usar los modelos de protección basados en la criptografía probablemente sufrirán el mismo destino. La gente no va a tolerar ciertas cosas que dificultan aún más el uso de los ordenadores sin que haya ningún beneficio para el usuario. Aun así, la codificación ya ha demostrado cierta utilidad burda. Hace poco se dispararon las nuevas suscripciones a varios servicios de televisión comercial vía satélite después de que desplegaran una mayor codificación en sus alimentadores. Y esto a pesar de un floreciente comercio casero de chips descodificadores a manos de tipos que parecen destiladores ilegales de alcohol más que expertos en descodificar claves. Otro problema evidente de la codificación como solución global es que, una vez que algo ha sido descodificado por un mediador autorizado legítimo, puede volverse accesible a la reproducción masiva. En algunos casos, puede que no sea un problema realizar la reproducción después de descodificar. El valor de muchos artículos de software se degrada con el paso del tiempo. Quizás el único interés real por algunos de estos productos lo tengan aquellos que han comprado las llaves de la inmediatez. Es más, a medida que el software se vuelva más modular y la distribución avance por la red, comenzará a sufrir una metamorfosis al relacionarse directamente con la base del usuario. Las actualizaciones discontinuas se nivelarán en un proceso constante de adaptación y perfeccionamiento cada vez mayores, en parte debido al hombre y en parte a algoritmos genéticos. Las copias pirateadas de software quizás se vuelvan demasiado estáticas como para serle de algún valor a alguien. Incluso en casos como los de las imágenes, donde se supone que la información permanece inalterada, el fichero sin encriptar todavía sería susceptible de entretejerse con secuencias de código que continuarían protegiéndolo con arreglo a un amplio abanico de modalidades. En la mayoría de los esquemas que puedo imaginar, el fichero continuaría «con vida» con un software incrustado permanentemente que podría «sentir» las condiciones del entorno e interaccionar por las mismas. Por ejemplo, podría contener código que detectaría el proceso de duplicación y provocaría su autodestrucción. Otros métodos podrían dotar al fichero de la capacidad de «llamar a casa» a través de la Red hasta localizar a su propietario original. La integridad permanente de algunos ficheros podría requerir su «alimentación» periódica con el dinero digital de su anfitrión (host), que estos harían llegar después a sus autores. Por supuesto, los ficheros dotados de la capacidad independiente de comunicar con sus dispositivos de origen se parecen inquietantemente al gusano de Internet Morris. Los ficheros «vivos» poseen una cierta cualidad viral. De esta suerte, se plantearían cuestiones graves de vulneración de la privacidad si nuestros ordenadores vinieran equipados con espías digitales. El núcleo de la cuestión es que la criptografía posibilitará muchas tecnologías de protección que se desarrollarán rápidamente por la obsesiva competición que siempre han sostenido los que hacen los cerrojos y los que los rompen. Pero la criptografía no se usará solo para hacer cerrojos. También es vital para las firmas digitalizadas y el dinero digital antes mencionado. Ambos serán, a mi juicio, fundamentales para la protección futura de la propiedad intelectual. Considero que el fracaso generalmente reconocido que ha sufrido el modelo shareware en el ámbito del software tuvo menos que ver con la honestidad que con la simple incomodidad de pagarlo. Si el proceso de pago se puede automatizar, como lo permitirán el dinero y las firmas digitales, los creadores de artículos de software cosecharán unos beneficios mucho más altos. Es más, se les dispensará de muchos de los costes indirectos que hoy se añaden al márketing, la manufactura, las ventas y la distribución de productos de información, ya sean programas informáticos, libros, CD o películas. Esto reducirá los precios y aumentará la posibilidad del pago no obligatorio. Pero, naturalmente, hay un problema fundamental en un sistema que exige el pago, a través de la tecnología, por cada acceso a una expresión concreta. Desafía el propósito jeffersoniano original de hacer accesibles para todos las ideas al margen de su situación económica. No me siento cómodo con un modelo que limite la investigación a los ricos. 7 Una economía de verbos Las formas y futuras protecciones de la propiedad intelectual se han vuelto mucho más opacas desde que empezó la Era virtual. No obstante, puedo proponer (o reiterar) unos cuantos enunciados directos que, sinceramente, no creo que resulten demasiado ingenuos dentro de cincuenta años. • • • • • En ausencia de los viejos contenedores, casi todo lo que creemos saber sobre la propiedad intelectual es erróneo. Tendremos que desaprenderlo. Vamos a tener que considerar el fenómeno de la información como algo nunca visto previamente. Las protecciones que desarrollaremos se apoyarán mucho más en la ética y la tecnología que en la ley. El cifrado será la base técnica de la mayoría de las protecciones de la propiedad intelectual. (Y, por esta y otras razones, debería volverse más accesible.) La economía del futuro se basará en la relación más que en la posesión. Será continua más que secuencial. Y, por último, en los años venideros la mayor parte del intercambio humano será virtual más que físico, y no consistirá en materia sino en la materia de la que están hechos los sueños. Nuestros futuros negocios se llevarán a cabo en un mundo hecho de verbos más que de sustantivos. Ojo Caliente, New Mexico, October 1, 1992 New York, New York, November 6, 1992 Brookline, Massachusetts, November 8, 1992 New York, New York, November 15, 1993 San Francisco, California, November 20, 1993 Pinedale, Wyoming, November 24-30, 1993 New York, New York, December 13-14, 1993 Esta expresión ha vivido y crecido hasta ahora durante el periodo de tiempo y en los lugares detallados más arriba. A pesar de su publicación expresa aquí, espero que continúe evolucionando de forma líquida y, de ser posible, durante muchos años. Los pensamientos que contiene no me «pertenecen» en exclusiva, sino que se han armado a sí mismos dentro de un campo de interacción que ha existido entre mí y muchas otras personas, a las que quiero expresar mi agradecimiento. Quiero recordar en particular a: Pamela Samuelson, Kevin Kelly, Mitch Kapor, Mike Godwin, Stewart Brand, Mike Holderness, Miram Barlow, Danny Hillis, Trip Hawkins y Alvin Toffler. No obstante, debo confesar que cuando Wired me envía un cheque a cambio de haber «colgado» temporalmente el artículo en sus páginas, soy el único que lo cobra... Edición, revisión y notas de esta edición: Miquel Vidal (miquel AT sindominio DOT net) Notas al pie ... ideas».1 http://www.wired.com/wired/archive/2.03/economy.ideas_pr.html ... EFF.2 http://www.eff.org/Publications/John_Perry_Barlow/HTML/idea_economy_a rticle.html ... real.3 Real estate es el término inglés para «bienes raíces» [N. de la T.] ... EFF4 La Electronic Frontier Foundation, fundada tras la famosa caza de hackers de 1990 que describe Sterling en The hacker crackdown, es la decana de los ciberderechos y probablemente el lobby más importante en defensa de los derechos digitales a nivel mundial. [N. del E.] ... ola.5 Hay edición castellana del mismo año de su publicación original: La tercera ola, Alvin Toffler, Plaza&Janés, Barcelona, 1980. Esta obra temprana y visionaria fue enormemente influyente en todos los teóricos, emprendedores y «futurólogos» de la sociedad de la información, en los primeros editorialistas de Wired, incluyendo como vemos al propio Barlow. También se dice que inspiró a J. Atkins, uno de los creadores de la música tecno y al fundador de AOL para lanzar sus servicios en línea. [N. del E.] Cambios Neil Gaiman "Humo y Espejos" I Más tarde, señalarían la muerte de su hermana, el cáncer que se comió su vida de doce años, con tumores del tamaño de huevos de pato en el cerebro, y él un niño de siete años, mocoso y con el pelo cortado al uno, viendo con ojos marrones muy abiertos cómo ella se moría en un hospital blanco, y dirían, "Eso fue el principio de todo", y quizá lo fue. – En Recarga (dir. Robert Zemeckis, 2018), la película biográfica, dan un salto atrás a su adolescencia y él está viendo a su profesor de ciencia morirse de SIDA y siguiendo una discusión sobre la disección de una rana grande de estómago pálido. -¿Por qué‚ hemos de desmembrarla? - dice el joven Rajit, mientras la música sube -. ¿No deberíamos darle vida? – Su profesor, representado por el difunto James Earl Jones, parece avergonzado y después inspirado, y alza la mano desde la cama de hospital hasta el hombro huesudo del niño. "Bueno, si alguien puede hacerlo, Rajit, ése eres tú", dice en un murmullo de bajo profundo. El niño asiente con la cabeza y nos mira fijamente con una entrega en los ojos que raya en el fanatismo. Esto nunca ocurrió. II Es un día gris de noviembre y ahora Rajit es un hombre de cuarenta y tantos años, alto y con gafas de montura oscura, que en estos momentos no lleva puestas. La falta de gafas resalta su desnudez. Está sentado en la bañera mientras el agua se enfría, practicando la conclusión de su discurso. Camina un poco encorvado en la vida diaria, aunque ahora no lo está, y considera sus palabras antes de hablar. No es muy buen orador. El apartamento de Brooklyn, que comparte con otro investigador científico y un bibliotecario, hoy está vacío. Se le ha encogido y arrugado el pene en el agua tibia. "Lo que esto significa", dice en voz alta y despacio, "es que hemos ganado la guerra contra el cáncer". Entonces hace una pausa, acepta una pregunta de un periodista imaginario que está en el otro lado del cuarto de baño. -¿Efectos secundarios? - se responde en una voz resonante de cuarto de baño -. Sí, hay algunos efectos secundarios. Pero, por lo que hemos podido determinar, no se trata de nada que cree cambios irreparables. Sale de la bañera de porcelana desconchado y camina, desnudo, hasta la taza del váter, donde vomita mucho, el miedo a salir a escena atravesándole como un cuchillo para destripar. Cuando ya no le queda nada que vomitar y las náuseas secas han pasado, Rajit se enjuaga la boca con Listerine, se viste y coge el metro hasta el centro de Manhattan. III. Es, como señalará la revista Time, un descubrimiento que "revolucionaría la naturaleza de la medicina de forma absolutamente tan radical e importante como el descubrimiento de la penicilina". -¿Y si - dice Jeff Goldblum, en el papel del Rajit adulto en la película biográfica-, y si se pudiera recomponer el código genético del cuerpo? Hay tantas enfermedades que surgen porque el cuerpo ha olvidado lo que debería estar haciendo. El código está revuelto. El programa se ha corrompido. ¿Y si... y si se pudiera arreglar? - Estás loco - replica su novia preciosa y rubia, en la película. En la vida real no tiene novia; en la vida real la vida sexual de Rajit es una serie irregular de transacciones comerciales entre Rajit y los jóvenes de la Agencia de Aconipaiíantes AAA-Ajax. - Mira - dice Jeff Goldblum, expresándole mejor de lo que Rajit lo expresó jamás -, es como un ordenador. En vez de intentar arreglar los problemas técnicos provocados por un programa corrupto uno a uno, síntoma a síntoma, basta con reinstalar el programa. Toda la información está allí desde el primer momento. Sólo tenemos que decirle a nuestros cuerpos que vuelvan a comprobar el ARN y el ADN, que vuelvan a leer el programa, si quieres. Y, luego, que vuelvan a cargar. La actriz rubia sonríe y detiene sus palabras con un beso, divertida e impresionada y apasionada. IV. La mujer tiene cáncer de bazo y de ganglios linfáticos y de abdomen: linfoma no hodgkiniano. Además, tiene neumonía. Ha aceptado la petición de Rajit de utilizar un tratamiento experimental con ella. También sabe que asegurar que uno puede curar el cáncer es ilegal en América. Era una mujer gorda hasta hace poco, pero ha perdido peso y a Rajit le recuerda a un muñeco de nieve al sol: cada día se deshace, cada día está, le parece a él, menos definida.- No es una droga en el sentido que usted se figura - le dice a la mujer -, es un conjunto de instrucciones químicas ella parece perpleja. Rajit le inyecta dos-ampollas de un líquido transparente en las venas. Pronto está dormida. Cuando se despierta, se ha librado del cáncer. La neumonía la mata poco después. Rajit ha pasado los dos días previos a la muerte de la mujer preguntándose cómo córno explicar el hecho de que, tal como demuestra la autopsia sin ninguna duda, la paciente ahora tiene un pene y es, en todo sentido, tanto por sus funciones como por sus cromosomas, varón. V. Han pasado veinte años y estamos en un apartamento diminuto en Nueva Orleans (aunque también podría ser Moscú o Manchester o París o Berlín). Esta noche va a ser la gran noche y Juan/a va a estar despampanante. Tiene que elegir entre un vestido de salón francés del siglo XVIII estilo miriñaque para polonesas (polisón de fibra de vidrio, escote con estructura interior de alambre en, corpiño carmesí bordado con encaje), o una reproducción del traje de salón de Sir Phillip Sydney, de terciopelo negro e hilo de plata, con gorguera y bragueta y todo. Al final, después de sopesar las opciones, Juan/a se decide por escote frente a polla. Quedan doce horas: Juan/a abre la botella de las pastillas rojas, cada pastillita roja marcada con una X, y se traga dos. Son las 10 de la mañana y Juan/a se va a la cama, empieza a masturbarse, tiene el pene semiduro, pero se duerme antes de correrse. La habitación es muy pequeña. Hay ropa colgando de todas las superficies y una caja de pizza vacía en el suelo. Juan/a suele roncar fuerte, pero cuando hace una carga libre no hace ningún ruido en absoluto y podría estar en una especie de coma. Juan/a se despierta a las 10 de la noche, sintiéndose tierna y como nueva. Cuando empezó con la movida de las fiestas, cada cambio provocaba un autoexamen riguroso, en el que inspeccionaba lunares y pezones, prepucio o clítoris, y descubría qué cicatrices habían desaparecido y cuáles se habían quedado. Sin embargo, Juan/a es ahora un veterano y se pone el polisón, las enaguas, el corpiño y el vestido, con los pechos nuevos (altos y cónicos) muy juntos y las enaguas arrastrando por el suelo, lo que significa que puede ponerse debajo las botas de Doctor Martens de hace cuarenta años (nunca se sabe cuándo habrá que correr o andar o dar patadas y las zapatillas de seda no le hacen ningún favor a nadie). Una peluca alta y empolvada completa la imagen. Y unas gotas de colonia. Entonces Juan/a hurga bajo las enaguas, se mete un dedo entre las piernas (no lleva bragas, reivindicando un deseo de autenticidad que las Doc Martens desmienten) y luego se da unos toques detrás de las orejas, para que le den suerte, quizá, o para ayudarle a ligar. El taxi llama a la puerta a las 11:05 y Juan/a baja y va al baile. Mañana por la noche Juan/a se tomará otra dosis; su identidad laboral durante la semana es estrictamente varón. VI. Rajit nunca vio la acción de transformación de sexo de la Recarga como algo más que un efecto secundario. El premio Nobel fue por el trabajo contra el cáncer (se descubrió que la recarga funcionaba para la mayoría de los cánceres, pero no para todos). Para ser un hombre inteligente, Rajit era sorprendentemente corto de miras. Había algunas cosas que no había previsto. Por ejemplo: Que habría gente que, muriéndose de cáncer, preferirían morir a experimentar un cambio de sexo. Que la iglesia católica se declararía en contra del catalizador químico de Rajit, comercializado en esos momentos con el nombre de marca Recarga, principalmente porque el cambio de sexo hacía que un cuerpo de mujer reabsorbiera la carne de un feto cuando se recargaba: los varones no podían estar embarazados. Unas cuantas sectas religiosas más se declararían en contra de Recarga, la mayoría de ellas citando el Génesis, 1:27, "y los creó macho y hembra", como motivo. Las sectas que se declararon en contra de la Recarga incluían: el islamismo, la ciencia cristiana, la iglesia ortodoxa rusa, la iglesia católica romana (con un número de voces discrepantes), la iglesia de la unificación, los trekkies ortodoxos, el judaísmo ortodoxo y la alianza fundamentalista de los E.E.U.U. Entre las sectas que se declararon a favor del uso de la Recarga cuando un médico titulado lo consideraba el tratamiento apropiado se incluían la mayoría de los budistas, la iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, la iglesia ortodoxa griega. la iglesia de la cienciología, la iglesia anglicana (con un número de voces discrepantes), los nuevos trekkies, el judaísmo liberal y reformista y la coalición de la nueva era de América. Las sectas que al principio se declararon a favor de utilizar la Recarga de forma recreativa: ninguna. Aunque Rajit se daba cuenta de que la Recarga haría que la operación de cambio de sexo resultara obsoleta, nunca se le ocurrió que alguien quisiera tomarlo por razones de deseo o curiosidad o evasión. Por lo tanto, nunca previó el mercado negro de Recarga y catalizadores químicos similares; ni tampoco que, a los quince años de la puesta en venta de Recarga y de la aprobación de la FDA*, las ventas ilegales de las imitaciones de Recarga de diseño (carga pirata, como se las conoció pronto) venderían, gramo a gramo, m s de diez veces que la heroína y la cocaína. (*) FDA: Administración de Alimento y Droga (N. de la T.) VII. En varios de los Nuevos Estados Comunistas de Europa del Este la posesión de cargas pirata traía aparejada la pena de muerte. Se denunció que en Tailandia y Mongolia se estaba obligando a recargara los chicos en chicas para aumentar su valor como prostitutas. En China las niñas recién nacidas se recargaban en niños: las familias ahorraban todo lo que tenían por una única dosis. Los ancianos se morían de cáncer igual que antes. La crisis de la tasa de natalidad subsiguiente no se consideró como un problema hasta que fue demasiado tarde, las soluciones drásticas que se propusieron resultaron difíciles de ejecutar y condujeron, a su modo a la revolución final. Amnistía Internacional denunció que en varios de los países panárabes estaban encarcelando y, en muchos casos, violando y asesinando, a los hombres que no podían demostrar fácilmente que habían nacido varones y que no eran, en realidad, mujeres que huían del velo. La mayoría de los líderes árabes negaron que ninguno de esos fenómenos estuviera ocurriendo o hubiera ocurrido jamás. VIII. Rajit tiene sesenta y tantos años cuando lee en The New Yorker que la palabra cambio est adquiriendo connotaciones de indecencia profunda y de tabú. Los colegiales se ríen avergonzados cuando se encuentran frases como "Necesitaba un cambio" u "Hora de cambiar" o "Los vientos del cambio" en sus estudios de literatura de antes del siglo XXI. En una clase de inglés en Norwich risitas obscenas y horrorizadas reciben a un chico de catorce años que descubre la frase "Con un cambio se renuevan las energías". Un representante de la King's English Society escribe una carta a The Times, en la que lamenta la pérdida para la lengua inglesa de otra palabra totalmente aceptable. Varios años después procesan de modo satisfactorio a un joven de Streatham por llevar en público una camiseta con el lema HE CAMBIADO! impreso con toda claridad. IX. Jackie trabaja en Blossoms, un club nocturno de Hollywood Oeste. Hay docenas, si no cientos, de Jackies en Los Ángeles, miles por todo el país, cientos de miles por todo el mundo. Algunos de ellos trabajan para el gobierno, otros para organizaciones religiosas o para empresas. En Nueva York, Londres y Los Ángeles, la gente como Jackie está en la puerta de locales muy exclusivos. Lo que hace Jackie es observar a la gente que va entrando y pensar, Nacido V ahora M, nacida M ahora V nacido V ahora V nacido V ahora M, nacida M ahora M... En "Noches naturales" (es decir: sin cambios) Jackie repite, "Lo siento, esta noche no puede entrar" muchas veces. La gente como Jackie tiene un porcentaje de acierto del 97 por ciento. Un artículo del Scientific American sugiere que la capacidad para el reconocimiento del sexo de nacimiento podría ser de herencia genética: una habilidad que siempre existió pero que no tuvo ningún valor estricto de supervivencia hasta ahora. A Jackie le tienden una emboscada en las primeras horas de la madrugada, después del trabajo, al fondo del aparcamiento del Blossoms. Y Jackie, cada vez que otra bota le patea la cara y el pecho y la cabeza y la entrepierna, piensa, Nacido V ahora M, nacida M ahora M, nacida M ahora V nacido V ahora V.. Cuando Jackie sale del hospital, visión sólo en un ojo, la cara y el pecho un único cardenal inmenso y verde violáceo, recibe un mensaje, enviado con un ramo enorme de flores exóticas, que dice que su puesto de trabajo sigue vacante. No obstante, Jackie coge el tren bala a Chicago y, de ahí, coge el tren de escala a Kansas City y se queda allí, trabajando como pintor y electricista, profesiones para las que Jackie se había entrenado hace mucho tiempo, y no regresa. X. Rajit tiene ahora setenta y tantos años. Vive en Río de Janciro. Es lo bastante rico como para satisfacer cualquier capricho; sin embargo, ya no quiere practicar el sexo con nadie. Observa a todo el mundo con recelo desde la ventana de su apartamento, mientras mira fijamente los cuerpos bronceados en la playa de Copacabana, y duda. La opinión que tiene de él la gente que está en la playa es igual al agradecimiento que sentiría hacia Alexander Fleming un adolescente con clamidia. La mayoría se imagina que Rajit ya debe de estar muerto. A todos les da igual. Se ha sugerido que ciertos cánceres han evolucionado o mutado para sobrevivir a las recargas. Muchas enfermedades bacteriales o víricas sobreviven a las recargas. Unas cuantas incluso crecen con fuerza después de una recarga y se ha planteado como hipótesis que una variedad de gonorrea utiliza el proceso al ser transportada de un cuerpo a otro, permaneciendo latente en el portador y volviéndose infecciosa sólo cuando los genitales se han reorganizado en los del sexo opuesto. Aun así, la esperanza de vida en Occidente está aumentando. La razón por la cual algunos librecargadores - Consumidores de Recarga por diversión parece que envejecen con normalidad, mientras que otros no dan señales de envejecer en absoluto es algo que tiene intrigados a los científicos. Algunos afirman que el segundo grupo en realidad está envejeciendo a nivel celular. Otros sostienen que es demasiado pronto para percibirlo y que nadie sabe nada con certeza. Recargarse no invierte el proceso de envejecimiento; no obstante, hay pruebas de que, en algunas personas, puede detenerlo. Muchos miembros de la generación mayor, que hasta ahora se han resistido a recargarse por placer, empiezan a tomarlo a menudo, recargándose, tanto si tienen una condición médica que lo justifica como si no. XI. El dinero suelto ahora se conoce como calderilla o, en ocasiones, metálico. Al proceso de hacer diferente o de alterar suele llamársele variar. XII. Rajit se está muriendo de cáncer de próstata en su apartamento de Río. Tiene poco más de noventa años. Nunca ha tomado Recarga; ahora la idea le aterroriza. El cáncer se le ha extendido hasta los huesos de la pelvis y a los testículos. Toca el timbre. Sigue una espera corta para que el enfermero apague la telenovela de cada día y deje la taza de café. Al final, el enfermero entra. - Llévame fuera, al aire libre -le dice, con voz ronca. Al principio el enfermero finge no entenderle. Rajit lo repite, en su portugu‚s rudimentario. El enfermero dice que no con la cabeza. Consigue levantarse de la cama - una figura consumida, tan encorvado que casi es jorobado y tan débil que da la sensación de que una tormenta se lo llevaría volando-, y empieza a andar hacia la puerta del apartamento. Su enfermero intenta, y no lo consigue, disuadirle. Entonces, le acompaña hasta el pasillo y le sostiene el brazo mientras esperan el ascensor. Rajit lleva dos años sin salir del apartamento; ni siquiera salía antes del cáncer. Está casi ciego. El enfermero le acompaña hasta el sol abrasador, al otro lado de la calle y abajo, a la arena de Copacabana. La gente que está en la playa se queda mirando al anciano, calvo y podrido, con un pijama antiguo, que mira a su alrededor con ojos sin color que antes fueron marrones a través de gafas de montura oscura con cristales de culo de vaso. Él les devuelve la mirada. Son dorados y hermosos. Algunos duermen sobre la arena. La mayoría están desnudos o llevan el tipo de atuendo de baño que realza su desnudez y la hace destacar. Rajit les conoce, entonces. Más tarde, mucho más tarde, hicieron otra película biográfica. En la secuencia final el anciano se cae de rodillas en la playa, como hizo en la vida real, y un hilo de sangre le sale de la bragueta abierta del pantalón del pijama, empapando el algodón desteñido y dejando un charco oscuro en la arena blanda. Los mira a todos, observándoles de uno a otro sobrecogido, como un hombre que al final ha aprendido a mirar el sol. Dijo sólo una palabra cuando murió, rodeado de la gente dorada, que no eran hombres, que no eran mujeres. Dijo, "Ángeles". Entonces la gente que estaba viendo la película biográfica, tan dorados, tan hermosos, tan cambiados como la gente de la playa, supo que todo había acabado. Y, en algún sentido que Rajit habría comprendido, así era. Irak: de la doctrina Rumsfeld a la derrota final Por David de Ugarte Hace un año la estrategia norteamericana parecía invencible: superioridad tecnológica abrumadora frente al ejército irakí, saturación mediática frente a la disidencia interna. Los ejércitos de la dictadura baazista cayeron derrotados. Pero vencer no es igual a controlar el terreno, la forma contemporánea del conflicto es el swarming, no la batalla de tanques. Y controlar los grandes media ya no es lo mismo que controlar la opinión. Hoy Rumsfeld está a punto de dimitir y Bush puede perder las elecciones. Los neocons, que querían resolver "de una vez y para siempre" el mundo, ven cerrado su tiempo histórico por no haber comprendido la dimensión social de la tecnología. Hace dos años Rumsfeld y el lobby neocon norteamericano creían a pies juntillas que el uso militar y masivo de tecnologías de información les daría una victoria fulgurante sobre el maltrecho ejército de la dictadura irakí. Un año después hemos visto que una cosa era derrotar los ejércitos y otra controlar de modo efectivo el terreno, la ocupación militar de Irak se ha convertido en una sangría de recursos económicos, humanos y políticos que desgasta no sólo a la administración Bush, sino la hegemonía norteamericana sobre sus aliados. El fracaso histórico del neoconservadurismo norteamericano se debe sobre todo a su incomprensión de la dimensión social de la tecnología. Rumsfeld soñó con ganar la guerra en dos días y con tan sólo 60.000 soldados. La idea era ir un paso más allá de la doctrina de la superioridad abrumadora personalizada por Collin Powell y ensayada en la primera guerra del Golfo y mediante el uso de tecnologías de información reducir el número de efectivos humanos al mínimo. Eran los días dorados de la teoría de la llamada Revolución de los Asuntos Militares. Circunscrita al enfrentamiento entre dos ejércitos nacionales tradicionales esta doctrina es prácticamente inapelable. Como escribíamos en el pasado mes de noviembre: En la invasión de Iraq ya no existían los libros de órdenes mastodónticos que habían ocupado a los mandos militares desde las guerras napoleónicas hasta la primera guerra del Golfo. El número de soldados sobre el terreno es casi diez veces menor que la operación "Tormenta del Desierto". En Afganistán el mando operativo estaba en territorio norteamericano, a miles de kilómetros de distancia. Ambas campañas son revolucionarias desde el punto de vista militar, demostraban en la práctica las tesis del secretario de Defensa Rumsfeld: "es posible cambiar fuerza operativa por velocidad. Pero esta velocidad operativa sólo es alcanzable si se dispone de información en tiempo real de la situación de cada una de las unidades propias y ajenas". DE LA VICTORIA CONVENCIONAL AL SWARMING La clave está en que hoy derrotar a los ejércitos enemigos no es equivalente a ganar la guerra. Los Estados Unidos y sus aliados consiguieron lo primero, pero no han conseguido, un año después, dominar de modo efectivo el terreno. Acabado el ejército de Sadam y su dictadura, se han tenido que enfrentar a nuevos sujetos que protagonizaban una nueva forma de conflicto: el swarming, una guerra irregular en la que distintos grupos y tendencias, no coordinados explícitamente entre si y apenas centralizados más allá de la doctrina común dentro de las filas de cada uno de ellos, van aumentando el alcance y virulencia de sus acciones hasta aislar y acantonar a los ejércitos tradicionales sin dejarles posibilidad real de respuesta. Una versión en gran escala de lo que ya sufrieron en Mogadiscio Rangers, Deltas y Marines (los cuerpos en teoría más preparados para enfrentar tropas irregulares del ejército norteamericano). Una forma de conflicto que desgasta tanto militar como económica, política y moralmente a cualquier ejército convencional, como relataba con gran realismo la película BlackHowk Derribado. LA NUEVA ESTRUCTURA DE LA INFORMACIÓN En una situación como la que se ha definido en Irak, el objetivo fundamental para los neocons norteamericanos no podía ser otro que asegurar la retaguardia: renovar el mandato del Presidente Bush y conseguir nueva financiación para las actividades militares mientras empiezan a plantearse como enfrentar el nuevo tipo de guerra sobre el terreno. Pero aquí tendrían que enfrentarse a otro tipo de swarming, el civil alentado en Internet y posibilidado por la nueva estructura de la información. La segunda guerra del Golfo ha sido, o está siendo, la primera guerra bloggeada de la Historia. La primera en la que los canales de información no están sometidos ni al filtro inapelable de la censura militar ni al "sentido de la responsabilidad" de los directores de los medios. La guerra de Irak es la primera que se vive en el marco de una estructura informativa descentralizada. Como escribíamos en octubre del año pasado: En el modelo del periodismo clásico, los medios eran los cancerberos de la información, la cual extraían unos profesionales llamados periodistas, de la misma realidad, dándole su primera forma textual: la noticia. (...). La materialización mítica de la figura del periodista era el "corresponsal", un señor descontextualizado al que se enviaba -con notables costes- a lugares apartados dónde ocurrían sucesos que se juzgaban dignos de ser relatados como noticias. La mejora de los sistemas de comunicación no han mejorado ni cambiado la estructura de éste sistema, sólo aumentado su inmediatez hasta el límite: el periodista "empotrado" de la guerra de Iraq. En la enredadera hipertextual, las cosas en cambio van de forma muy diferente. Las fuentes aparecen diréctamente en forma hipertextual y prácticamente en tiempo real aportadas por los propios protagonistas. Durante la última guerra de Iraq pudimos leer las crónicas de los bombardeos que hacían los propios ciudadanos bagdadíes y las experiencias de los soldados norteamericanos a través de sus bitácoras. Incluso las propias bitácoras de los periodistas "empotrados" y los congresistas que les visitaron después, son más interesantes que las crónicas oficiales y se enlazaron por toda la web durante aquellos días. La info y el contexto están ahí, a disposición de todos.. EL SWARMING CIVIL EN CASA En plena situación de impotencia frente a lo que se les venía encima, cuando más llamadas a la lealtad de los medios realizaba el Presidente Bush, un goteo de imágenes va socavando el discurso oficial en la web civil, desde donde van pasando a los medios, cada vez más hechos a su nueva función de "hubs" de la red civil: primero son las imágenes de los ataudes de los soldados muertos, un tema tabú desde la guerra de Vietnam. Luego un vídeo, al parecer obtenido desde un helicóptero por un contratista civil europeo, que muestra como unidades norteamericanas matan a sangre fría a un irakí vestido de civil. Finalmente las increibles imágenes de torturas de prisioneros irakíes en las cárceles gestionadas por el ejército norteamericano. Y lo peor, según declaró Rumsfeld en su comparecencia ante el Senado es que hay muchas más fotografías y vídeos, [que] si se sirven al público obviamente (sic) van ha hacer que las cosas empeoren... las vi la pasada noche y son difíciles de creer. Como relataba la BBC, Mr Rumsfeld estaba indignado ante la publicación de las fotografías: "Funcionamos con restricciones de tiempos de paz, con requerimientos legales, en una situación de guerra en la Era de la Información, donde la gente va arriba y abajo con con cámaras digitales, tomando esas increibles fotografías y pasándoselas, contra la ley, a los medios de comunicación, para nuestra sorpresa". Sorpresa. Ese es el sentimiento del aprendiz de brujo momentos antes de ser destruido por su creación. Rumsfeld y los neocons pensaron que las nuevas tecnologías de la Era de la Información les permitirían ganar batallas, quitar gobiernos, eliminar enemigos y cambiar dictaduras por democracias moviéndose por el mundo como un rayo incesante. Y al menos durante un tiempo, así fue. Como nuevos dioses de la sociedad red soñaron con arreglar el mundo de una vez y para siempre. Pero el mundo ha cambiado tanto que alcanzar los que eran sus objetivos no hizo realidad el sueño del triunfo, sino la pesadilla del swarming. Ni en las resecas calles de Faluya ni en las luminosas avenidas de Washington serán ya recibidos como los césares del nuevo tecnoimperio que por un instante creyeron ser. Con los neocons acaba un tiempo histórico y una manera de aproximarse a las nuevas reglas de la sociedad red. Como los dirigentes de la burbuja .com, pensaron que las nuevas tecnologías se supeditarían a las lógicas, poderes e intereses del viejo mundo. Como ellos, caerán. Viven ahora sus últimos momentos de poder, ya no de gloria. Pásalo! XHTML 1.0 estricto con CSS Sociedad de las Indias Electrónicas HISTORIA DEL CINE CIBERPUNK. (Capítulo 11) Raúl Aguiar TERMINATOR (1984) Todo un clásico dentro del género de acción y ciencia-ficción que supuso asimismo el relance internacional de su director James Cameron y de su protagonista, el austríaco Arnold Schwarzenegger, "Terminator" se trata de una película pulida en la que se trata de fabular sobre un posible futuro apocalíptico repleto de conflictos bélicos entre los humanos y las máquinas. Un cyborg de principios del siglo XXI es transportado años atrás para asesinar a la madre del líder de los rebeldes e impedir que éste nazca. La idea que presentan James Cameron y Gale Anne Hurd es ciertamente plausible, un viaje en el tiempo para intentar variar los acontencimientos del futuro mediante una acción cometida en el pasado; lo que sucede es que ese guión no carece precisamente de incongruencias espaciotemporales que bien analizadas harían tambalear seriamente los cimientos de la propuesta. Arnold Schwarzenegger es el perfecto robot asesino ya que practicamente no abre la boca y se limita a poner cara de bestia despiadada y moverse con suma rigidez, cosa que hace a las mil maravillas. No le pidamos que interprete a Shakespeare, éste es su oficio y aquí está realmente creíble. Linda Hamilton, mujer de Cameron en esa época, transmite al espectador una meliflua actuación, salvando el conjunto interpretativo un más que correcto Michael Biehn como miembro de los rebeldes humanos enviado para proteger a la pobre mujer amenazada. Efectos, música y estética muy de la época ochentera, un Nueva York lóbregamente fotografiado y un digno trabajo de realización competente en el sentido de que consigue un oportuno ritmo y una obtención de suficientes dosis de suspense, acción y romance convierten al film en un buen trabajo de serie B (la película fue rodada con un presupuesto bastante exiguo para las producciones de esas características) el cual forma ya parte de la inconografía de la ciencia- ficción. La inevitable resurrección del malvado es otro punto previsible que perjudica la imaginación de su perspicaz pero incoherente sugerencia. Excelente muestra del cine de ciencia-ficción que partiendo de un presupuesto mínimo y de un talento fuera de lo común por parte del propio James Cameron en la concepción de un guión excelente logro hacer una película que acabó convirtiéndose en un fenómeno social y en una de las sagas con más éxito en la historia del cine para un clásico moderno que ni siquiera contó con una campaña de promoción millonaria durante su estreno en los Estados Unidos lo cual no impidió que acabará recaudando más de 70 millones de dólares. También es una de las películas por la cual el actor de origen austriaco Arnold Schwarzenegger fue catapultado hacia el estrellado dentro del star system de Hollywood y la que mejor define al personaje que lo encarnó cuyo papel le fue como anillo al dedo por su inexpresividad y carencia de sentimientos, tras descartar a otros actores como Lance Henriksen y O.J. Simpson que fueron los candidatos para interpretar el papel desde un principio. Pero tanto en la ficción como en la vida real Schwarzenegger pasara a la historia de cine no sólo por su acertada elección de interpretar al cyborg asesino y otros personajes más violentos en su carrera cinematográfica, sino también como la persona que ordenó ejecutar a Stanley Tokkie Williams durante su etapa como gobernador del estado de California que era un símbolo contra la pena de muerte y propuesto por su labor contra la violencia para el Nobel de la Paz en 6 ocasiones y en una para el de Literatura durante su rehabilitación. Cabe también destacar que el escritor de ciencia-ficción Harlan Ellison puso una demanda por plagio contra James Cameron ya que el argumento del filme estaba basado en dos de sus guiones que el escribió para la serie de televisión The Outher Limits los episodios de la mencionada serie eran Soldier y El demonio con una mano de cristal y también concretó que el concepto de la computadora Skynet o sea, la máquina que ordena la aniquilación de toda vida humana procedía de su relato No tengo boca y debo gritar. Por tanto la película en sí es un trepidante film de acción denominado como Cine tecnológico negro y llevado a un ritmo endiablado por parte de un reparto compuesto por el director de fotografía Adam Greenberg cuya labor en la película se limitó a aportar una iluminación muy lograda de look frío y con muchas sombras de contraste muy duro y fuerte que filmándolo de noche y desde contrapicados le hace parecer un monstruo como lo que era en la ficción y en la vida real. La música de Brad Fiedel también ayuda en lo suyo para crear esa alevosía de pesadilla tecnológica futurista mediante el uso de música electrónica y sintetizadores para el conjunto, de hecho el tema principal de la película es su mejor creación, una obra maestra que ya forma parte de la historia del cine al igual que los efectos especiales obra de Stan Wiston y Gene Warren Jr para recrear las secuencias bélicas del futuro dotando a la película de muchas técnicas visuales incluyendo maquetas y creando todo un verdadero espectáculo. En pocas palabras es una película en estado puro que tuvo secuelas también de gran éxito, pero sin duda esta fue la más original.