Fuera de Ruta ¿Qué es la calidad de vida?

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Fuera de Ruta
¿Qué es la calidad de vida?
Z. Margarita Bejarano Celaya*
La calidad de vida es el conjunto de valores que hacen que la vida sea digna de ser
vivida (www.eumed.net). Aunque esta definición es aparentemente muy sencilla, se
trata de un concepto lo suficientemente amplio como para que entremos en debate sobre
lo que ese conjunto de valores significa en la cotidianidad. No podemos dejar de lado
las condiciones materiales necesarias para que se dé la vida: alimentación, vestido,
techo, salud, educación, aunque en ello existe, para bien o mal, un entendido general.
Sin embargo, para hablar de calidad en la vida es importante señalar que los
satisfactores a las necesidades deben ser adecuados a las características individuales de
las personas para que les genere bienestar; por ello, quienes se interesan en este asunto,
se preguntan por la pureza del aire que respiramos, por la calidez en la atención que
recibimos cuando padecemos alguna enfermedad, por el tipo de actividad que
realizamos y las condiciones en que lo hacemos, por la seguridad para caminar por
nuestras calles…
Obviamente, hay que aclarar que tanto el concepto de calidad de vida, como las
necesidades humanas y sus satisfactores, modifican sus contenidos de acuerdo con el
contexto histórico y social en que se enmarcan. Por ejemplo: hace apenas unos años el
acceso a Intenet no era un indicador de bienestar, sin embargo actualmente tener la
posibilidad de conectarse a la red global de información abre un amplio abanico de
posibilidades que pueden mejorar la vida de las personas. Las sociedades cambian,
evolucionan.
Pero además, hablar de calidad de vida implica cuestionarse por todas las necesidades
humanas, incluso por aquellas que rebasan el ámbito de lo tangible y que tienen que ver
con el reconocimiento de las capacidades y el florecimiento de las y los seres humanos.
En este sentido, no basta con saber qué porcentaje de la población tiene acceso a salud y
educación, sino cuántas personas viven vidas plenas y significativas y cuántas arrastran
frustración, desesperación y vacío. Hablar de calidad de vida, significa entonces
invariablemente hablar de derechos, hablar de ciudadanía.
La discusión sobre la calidad de vida, cobra un nuevo sentido localmente a raíz de las
últimas modificaciones al artículo primero de la Constitución del Estado de Sonora,
aprobadas por las y los legisladores locales, pues atentan justamente contra uno de los
derechos fundamentales que le dan sentido y plenitud a la existencia humana: el
Derecho a Decidir. Dejando de lado el irregular proceso en el que se dio la modificación
a nuestra máximo ordenamiento estatal, la reforma que tutela la vida humana desde la
fecundación hasta la muerte natural niega a las personas en general la posibilidad de
decidir libremente sobre aquellas situaciones en las que la vida no merece ser llamada
así, o bien no es digna de ser vivida. Pero sobre todo y fundamentalmente desconoce
para las mujeres la posibilidad de decidir sobre el ejercicio de su maternidad, de decidir
sobre su futuro; desconoce el derecho a la vida de las más pobres y les niega la
posibilidad de interrumpir un embarazo en condiciones seguras y salubres. Esto
demuestra que aún para algunas personas los derechos de las mujeres no son prioridad y
olvidan así que ellas -como seres humanas- son justamente el fin en sí mismas y no sólo
un medio para vida.
Si reconsideramos que el conjunto de valores que hacen que la vida sea digna de ser
vivida integra la satisfacción de necesidades materiales, existenciales y axiológicas, se
debe permitir que las personas tengan la posibilidad de pensar y decidir su proyecto de
vida, pero también que tengan las condiciones materiales para realizarlo, implica
instituciones que regulen, leyes justas y equitativas, estado laico y transparente,
sociedad demandante y participativa de manera informada, implica ciudadanía.
Con altas y bajas, las sociedades han ido afirmando que las mujeres, al igual que los
hombres, somos ciudadanas y que tenemos derechos. El avance de la ciencia, los
sucesos económicos y políticos y los movimientos sociales y feministas han ido de una
forma u otra abriendo camino a la participación de las mujeres en todas las áreas de
acción y evidenciando las desigualdades que enfrentan y que generan presiones sobre la
calidad de la vida que viven. En el reconocimiento de los derechos humanos de las
mujeres no hay marcha atrás, pero sólo cuando podamos ejercerlos de manera efectiva,
libre y sin dañar la individualidad de las y los demás, podremos hablar de la posibilidad
de vivir una vida digna, de calidad. Lamentablemente, parece que en Sonora se va a
contracorriente.
*Maestra en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora,
mbejarano@posgrado.colson.edu.mx
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