Observatorios Urbanos ¿Aquí nos tocó vivir? Cristina I. Martínez Rascón* Hoy en la mañana escuché en la radio al Director de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Hermosillo responder los cuestionamientos de vecinos de una colonia que se oponen a la decisión de ampliar los usos de sus calles para beneficiar a la mayoría de ciudadanos que pasan por allí en detrimento de la calidad de vida de los primeros. Aparentemente, los argumentos eran convincentes aunque difíciles de aceptar, pero lo que no me gustó nada fue el colofón de la intervención con la frase trillada de que “éste es el precio que tenemos que pagar por modernizar a Hermosillo”. Allí sí que no estoy de acuerdo, sobre todo con la autoridad responsable de planear la ciudad, porque precisamente para eso está allí. Me refiero literalmente a ejercer el mandato libre y soberano de planificar la ciudad para que no se presenten estos problemas que podrían considerarse domésticos aunque no lo son, pero todavía más, para construir una ciudad con espacio territorial humano y amigable. Es cierto que existen diversos paradigmas de la planeación urbana que van desde la tradición racional-comprehensiva hasta los que plantean la extinción del ordenamiento territorial debido al carácter neoliberal de la globalización. Pero no es mi intención polemizar cuál es el mejor; me interesa enfatizar aquélla noción que rescata la dimensión regional de la planificación donde la localidad hace la diferencia para conseguir equidad territorial, y referirme también a la gestión urbana con participación y cooperación de todos. En este sentido, Hermosillo sería la ciudad preminente que llega a su límite y que permite el crecimiento del resto de las localidades del estado. Mientras tanto, el gobierno municipal contaría con un equipo de especialistas y también de ciudadanos que elaboran y discuten la estrategia y el desarrollo territorial del municipio. Y miren que no estoy hablando barbaridades. Ejemplos como Bogotá, Curitiba, ó Barcelona nos marcan la pauta sobre todo en materia de gobernabilidad. Se trata de ciudades que han transitado a metrópolis en el marco de ordenamientos territoriales cuestionados por su componente de marketing pero que también reportan incremento en la calidad de vida debido al concepto de ciudad incluyente. Con esto me refiero a un gobierno que recupera espacios públicos y se los entrega a la ciudadanía, construye edificios públicos y centros educativos, respeta la diversidad y constituye redes de actores que participan en el redimensionamiento de la urbe. Es cierto que el detonante de Barcelona fue la organización de los juegos olímpicos en 1992 y que en el mismo sentido Bogotá y Curitiba requerían cumplir estándares de ciudades globales donde la democratización estaba incluida. ¿Qué nos hace falta en Hermosillo? Luego de sus más de cien años de existencia, y los últimos treinta con proyectos que la han rebasado en materia de ordenamiento territorial, es necesario desarrollar la nueva cultura de la gestión del territorio donde los ciudadanos son pieza fundamental. Esto supone no solamente la voluntad política del gobierno local para permitirlo sino también la determinación de crear mecanismos eficaces para que los actores decidan sobre la ciudad. Por supuesto que no es una tarea fácil porque además se requieren recursos etiquetados para formar una cultura de la participación. Créanme, nunca va a ser redundante insistir en esta idea si tenemos en cuenta que los conflictos están a la vuelta de la esquina; el segundo de la semana es el descontento generado por la posible instalación de una empresa recicladora de baterías de carro denominada Johnson Control Power Solutions, la cual supone el desecho de basura tóxica. En este caso el Alcalde simpatiza con el proyecto más no los regidores y ciertos sectores de la ciudadanía que lo han denunciado. ¿Se valdría entonces decidir afirmativamente con el argumento de que solamente así pagamos el precio de vivir en el Hermosillo moderno? *Profesora-investigadora del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de Sonora, cmartin@colson.edu.mx