Universidad Arturo Michelena Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Escuela de Psicología Cátedra: Psicología de la Adicción y Dependencia – 3M ENFOQUE PSICODINÁMICO EN LA ADICCIÓN Bachilleres: Profesor: Ceballos, Ángel Aular L., De Jesús; C.I: 26.436.631 Rojas, Elisa; C.I: 27.725.861 Navarro, María; C.I: 27.925.500 B, Francis; C.I: San Diego, octubre de 2019 Modelo Psicodinámico aplicado a las Adicciones A diferencia de otros enfoques sobre el origen de la adicción a drogas, que ponen su énfasis en determinantes de tipo biológico o en la influencia de factores socioeconómicos y culturales, la perspectiva psicodinámica estudia los procesos mentales que regulan la motivación personal, entendiendo la conducta humana como la expresión externa final de la interacción de estos procesos internos (Rivera, 1991). Uno de los primeros logros importantes de la investigación psicodinámica general fue el descubrimiento de estructuras mentales relativamente persistentes, con funciones características propias, que Freud (1923) designó con los términos de «ello», «yo» y «superyo» y las aportaciones de los demás autores: Radó, Fenichel, Knight, Ferenczi y los Neo-Kleinianos. Las primeras generaciones de psicoanalistas también se interesaron por la problemática de las adicciones y los mecanismos psíquicos en juego, existiendo una gran cantidad de escritos al respecto. Por este motivo se abordará solo aquellas perspectivas que impulsaron mayor debate y prevalencia de sus concepciones en el quehacer clínico, dejando afuera a aquellas perspectivas que consideraban la adicción de lado la perversión al constituir una hipótesis rechazada en la actualidad por la mayoría de los psicoanalistas. El enfoque psicodinámico se guía por el principio fundamental de que la mente inconsciente alberga sentimientos y recuerdos de raíces profundas que pueden afectar a nuestro comportamiento. Los terapeutas psicodinámicos funcionan de acuerdo con esto, en distintas formas específicas de contexto, que varían sus técnicas y estilo de terapia para el individuo. Mantienen una relación de igualdad con su cliente, adoptando la actitud de aceptación incondicional y con el objetivo de desarrollar una relación de confianza. Esto anima al cliente a abrir y explorar cuestiones sin resolver y los conflictos ocultos en su inconsciente que están afectando a su estado de ánimo y el comportamiento. Perspectiva dinámica clásica Freud Desde la teoría psicoanalítica, Freud ha establecido la división del psiquismo en dos principios: placer y realidad. Al placer le corresponde la búsqueda inmediata de satisfacción; en la realidad el funcionamiento mental es balancear el goce, que a la vez limitarlo lo perpetúa por otros medios. El plan de la creación no incluye que el hombre sea feliz, no hay felicidad, sino satisfacción y que en el sentido de la vida encuentra su consistencia en la evitación del sufrimiento, más que en la búsqueda del placer. La función de la droga se entiende como un “quita penas”. La vida resulta gravosa: nos trae dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla no podemos prescindir de calmantes, los hay, quizá de 3 clases: poderosas distracciones, satisfacciones sustitutivas y sustancias embriagadoras que nos vuelven insensible a ella (Freud, 1930, p. 75). Para lidiar con el “dolor de existir” o la insatisfacción del deseo, el elemento más poderoso y quizás también el más perjudicial es el objeto o sustancia química. Este dolor de existir es una “pasión por evitar el dolor” que caracteriza al consumo de drogas. Por ello se produce la dependencia de la sustancia, que inevitablemente conlleva a más dolor. Los hombres, en la búsqueda incesante de la felicidad, tienen dos fines posibles: el negativo que consiste en evitar el dolor y el positivo cuyo fin son las sensaciones placenteras (Freud, 1930). La droga toma un valor simbólico y significación como forma de gratificación oral o de un “sustituto del pezón” por la leche inconscientemente deseada representada en el objeto causa de la adicción. La droga, imaginariamente, representa para el adicto la conquista de la madre fusional. Cualquier estado de letargo o somnolencia producido por las drogas es similar al estado que produce la tetada de la madre a su niño de pecho. Más allá de las primeras ideas sobre el afecto de las sustancias tóxicas, la primera explicación real que ofrece Freud respecto a las adicciones surge en el campo de la sexualidad infantil. Este considera la masturbación como la adicción primordial. Así, el acto masturbatorio, cuando deviene compulsivo, conserva una llamativa afinidad con el acto adictivo cualquiera que sea. Por lo tanto, el deseo vehemente y sobre todo repetitivo de intoxicación compulsiva constituye para Freud (1897) la sustitución del acto masturbatorio. El adicto es aquel que elige un goce pulsional autoerótico y repetitivo que le causa un daño antes que enfrentarse a la imposibilidad de la satisfacción completa con el otro, lo que llamamos la castración, que se relaciona con el deseo (se desea lo que no puede tenerse y, sin embargo, se encuentra una satisfacción, limitada, en su búsqueda). Además, este es el máximo exponente de esa lógica de rechazo de la castración en la medida en que es el que logra desamarrarse de los avatares del deseo y la castración, aquel objeto de satisfacción puede convertirse en aquello que rompe la relación con la castración. En esas condiciones, el consumo invierte su dialéctica y lo que resulta consumido es el sujeto mismo. En La sexualidad y la etiología de las neurosis (Freud, 1898) este explica que el tóxico compensa la falta de un goce sexual, en los casos en los que no es posible restablecer una vida sexual normal, una recaída es certera. Esto lo lleva a formular una hipótesis que jamás abandonará: “el aparato psíquico solo responde a la ley de la ventaja, sería incapaz de la renuncia a una satisfacción sino se le ofreciera a cambio una “compensación”, es decir, un “plus de goce” a cambio de aquel goce directo al que se renuncia. Teniendo estas premisas freudianas efectos muy concretos en la orientación que deberían tener los tratamientos clínicos para una adicción, pues no basta con privar al sujeto del objeto al cual se fijó, sino que esto debe ir acompañado de un aumento de sus satisfacciones. En 1905, Freud identifica elementos similares entre la neurosis y las adicciones o toxicomanías y establece una relación entre ambas: la abstinencia de una satisfacción sexual. Posteriormente, ubica una “nueva adicción” que surge también de la masturbación: la adicción al juego. Freud ubica dos partes en la masturbación: la evocación de la fantasía la cual lleva a una satisfacción sexual autoerótica; y luego esta acción de fusiona con una representación optativa “perteneciente al círculo de la elección del objeto que sirve para dar realidad a la situación en que tal fantasía culminaba” (Freud, 1908), p. 955). Se aclara así, la creencia del adicto en lo que causa su adicción es la búsqueda de la felicidad. Por otro lado, ubica al alcoholismo como una respuesta ante la imposibilidad de recorrer los caminos dispuestos por el lenguaje: “El servicio que el alcohol rinde al hombre es el de transformar su estado de ánimo. El buen humor surgido endógenamente o tóxicamente provocado, debilita las fuerzas coercitivas y hace accesibles fuentes del placer. Bajo la influencia del alcohol el adulto se convierte en niño, al que proporciona placer la libre disposición del curso de sus pensamientos sin observación de la coerción lógica” (Freud, 1905, p. 122). Es decir, el repudio de las exigencias de la realidad y la imposición del principio del placer aproxima el humor a los procesos regresivos. Al rechazar la posibilidad del sufrimiento, el humor ocupa una plaza en la serie de los métodos que el aparato psíquico humano ha desarrollado para rehuir la opresión del sufrimiento. Radó Radó (en Coderch, 1991), señala que en la adicción a las drogas es revivido el "orgasmo alimentario" que experimentó el niño durante la lactancia, y que la excitación sexual perteneciente a las fases edípicas es descargada a través de dicho orgasmo alimentario en lugar de serlo mediante la masturbación. La función de la droga es también proporcionar a estos individuos un estado placentero que varía grandemente en calidad e intensidad y puede considerarse de naturaleza erótica, de manera tal que en la adicción a las drogas la intoxicación se ha convertido en una meta de tipo sexual; a esta orientación que busca la gratificación del "orgasmo alimentario" en las drogas se le denomina farmacotimia. Esto da lugar a que la totalidad del aparato sexual periférico quede marginado, desarrollándose un estado de “metaerotismo”, lo cual coincide con la observación de que la mayoría de los drogadictos van desinteresándose progresivamente del ejercicio de las funciones sexuales. También subraya Radó la importancia de la disposición narcisista en los drogadictos. Los individuos que han permanecido fundamentalmente narcisistas reaccionan a la frustración con tensa y dolorosa depresión, asociada a su básica intolerancia al sufrimiento, lo cual sensibiliza al sujeto al efecto analgésico y productor de placer de la droga, a consecuencia de lo cual se origina la farmacotimia. La droga, por tanto, ejerce su función disminuyendo el sufrimiento moral y produciendo euforia, por lo que podemos decir que se halla al servicio del principio del placer. Durante la elación farmacógena, el yo recupera su original estado narcisista, en el cual existe una mágica satisfacción de todas las necesidades y un sentimiento de omnipotencia. Pero la elación es transitoria, la depresión sobreviene a continuación y, consecuentemente, se hace necesaria una nueva euforización farmacológica, originándose un proceso cíclico. La farmacotimia es, pues, un trastorno narcisístico en el cual se produce una ruptura, por medios artificiales, de la organización del yo. La droga ocasiona una inflación del narcisismo e impide la toma de conciencia de la progresiva autodestrucción, a causa de que la elación farmacológica ha reactivado los sentimientos narcisistas de inmortalidad e invulnerabilidad. Es debido a este hecho que, en muchas ocasiones, los adictos ingieren drogas sobradamente letales sin pensar que pueden fallecer a consecuencia de ellas, explicando después que realizaron la ingesta únicamente para asegurarse un buen sueño. Ferenczi Una de las primeras referencias es la señalada por Ferenczi (1911) en medio de una discusión con Bleuler, quien acusa a Ferenczi de perjudicar a la liga antialcohólica al descentralizar el núcleo del problema en los efectos químicos perjudiciales que el alcohol ocasionaría en el organismo. De esta manera, el apartarse de aquellas visiones que concebían el alcoholismo como una enfermedad primaria, generó gran resistencia por parte de los médicos de aquella época. Al respecto Ferenczi (1911) señala: “He concluido que la responsabilidad de los síntomas de ebriedad no incumbe solo al alcohol. La bebida actúa como factor desencadenante, destruyendo las sublimaciones, impidiendo el rechazo, pero la causa fundamental de lo síntomas debe buscarse al nivel de los deseos ocultos que exigen una satisfacción. Mientras que para algunos sujetos ‘que no toleran el alcohol’ la bebida es una tentativa inconsciente de autocuración mediante el veneno, otros neuróticos, arriesgándose a caer en el alcoholismo crónico, emplean este producto como medicamento, conscientemente y con éxito” (Ferenczi, 1911, p. 197). El autor concebía el alcoholismo como consecuencia de la neurosis de cada sujeto, que por lo tanto se manifestaría según sus propios conflictos. A partir de la idea de Gross de que en la manía los sujetos consiguen disminuir ‘sus complejos de ideas dolorosas’ sin necesidad de sustancias químicas, Ferenczi (1911) señala que los sujetos que consumen alcohol intentan compensar la capacidad endógena de producir euforia. De esta manera señala que “la ebriedad con todos sus síntomas y el malestar consiguiente evoca la locura circular, en la que la melancolía sucede a la manía” (p. 198), hechos clínicos que lo conducen a confirmar su tesis de que el alcohol amenaza en forma particular a aquellos individuos que por causas psíquicas recurren con mayor frecuencia a los placeres externos. Fenichel Puede decirse que según sus postulados enfatizo la función instrumental de la droga diciendo que la inyección hipodérmica no es usada tanto con el propósito de encontrar placer, cuanto como un intento inadecuado de protección contra una tensión insoportable, que tiene relación con el hambre y el sentimiento de culpa, Fenichel examinó tanto la adicción a las drogas cuanto la adicción sin drogas. Define como adictos a quienes tienen disposición a reaccionar ante los efectos del alcohol, la morfina y otra droga, de tal manera que tratan de usar estos efectos para satisfacer simultáneamente un anhelo arcaico de naturaleza sexual, un deseo de seguridad y un deseo de mantener la autoestima. Dice que los drogadictos se hallan fijados a un objetivo narcisista pasivo y que sólo están interesados en obtener satisfacción, nunca en satisfacer a sus parejas. En otras palabras, los objetos para ellos no son nada más que abastecedores de provisiones. Estos pacientes son intolerantes a la tensión, y tras sentir elación, el dolor y la frustración se tornan aún más insoportables, induciendo al uso excesivo de la droga. Bajo su influencia, las satisfacciones erótica y narcisista coinciden de nuevo visiblemente, incrementándose la autoestima en forma extraordinaria. En determinadas adicciones, en particular la adicción al alcohol, Fenichel destaca la desaparición del superyó por medio del alcohol. Coincide con otros autores en que la periodicidad de ciertos trastornos de la bebida se vincula con la periodicidad de los estados maníaco-depresivos. Examina la adicción sin drogas, y sugiere que "en los adictos a la comida, ningún desplazamiento ha transformado al objeto original (alimento)". "Estadios ulteriores del desarrollo pueden haber agregado otros significados inconscientes al alimento patológicamente deseado", pero "en los caos severos el área de la comida constituye el único interés que conecta a la persona con la realidad". Destaca que existe una relación característica entre la avidez por la comida, las fobias a la comida y ciertos tipos de anorexia. Al examinar la terapia de la adicción. Fenichel sugiere que el mejor momento de iniciar un análisis es durante o inmediatamente después de la privación, pero no se pretenderá que el paciente permanezca abstemio durante el análisis. Es probable que si tiene la oportunidad vuelva a emplear la droga cada vez que predomine la resistencia al análisis. Esta es la razón por la que los adictos deberán ser analizados de preferencia en una institución y no como pacientes ambulatorios. Fenichel expresa también la tendencia del adicto a hacer “acting out” durante el análisis. Coincide con Rádo, Simmel y Glover en observar la relación existente entre las drogadicciones y los estados maníaco-depresivos. Al destacar la importancia de la desaparición del superyó concuerda con Simmel. Knight Knight estudia la configuración familiar del adicto, llegando a la conclusión de que a ha existido en la infancia de éste una madre sobreprotectora e indulgente que ha tratado de apaciguar el niño con repetidas gratificaciones orales, siendo la figura paterna sumamente desvalida y falta de firmeza. Como resultado de esta política de sobre gratificación, el niño no aprende a desarrollar mecanismos de autocontrol, reaccionando con rabia destructiva cuando se siente frustrado. Contribuyó con varios artículos acerca de la dinámica del tratamiento del alcoholismo, sosteniendo que la adicción alcohólica más que una enfermedad es un síntoma. En muchos casos se descubren tendencias psicóticas, en particular rasgos paranoides y esquizoides. Durante el período de excesiva ingestión alcohólica el paciente entra temporariamente en un estado psicótico y a menudo se registra un acting out regresivo de pulsiones inconscientes libidinales y sádicas. Pero, este autor también opina que el alcoholismo representa un intento de encontrar alguna solución o cura al conflicto emocional, e intentó definir el carácter del alcohólico y describió lo que él considera una constelación familiar típica de los pacientes alcohólicos. La madre por lo general parece ser sobreprotectora e indulgente en exceso. Este proceso alternativo de rabia y de apaciguamiento oral es intensificado por un padre inconsistente que, de forma imprevisible, gratifica a veces y frustra otras. Así se forma una personalidad organizada fundamentalmente sobre una pauta de dependencia, temor al rechazo e insaciables sentimientos de culpa e inferioridad. Estos sujetos reaccionan posteriormente ante cualquier frustración con fuertes impulsos agresivos, lo cual origina sentimientos de culpa que precisan una reparación masoquista que es proporcionada por los efectos de las drogas, reforzándose a través de ellas las necesidades de gratificación oral y la conducta irresponsable. Kleinianos Para los toxicómanos la droga es un “objeto simbólicamente ideal” (Klein, 1932) que adquiere particular intensidad entre aquellos individuos que se encuentran fijados a su objeto primario de los tres primeros meses de vida, representado en el “pecho bueno – pecho malo” de la posición esquizoparanoide (1946). En esta posición el estado del Yo es esquizoide: débil, frágil y desorganizado. Es así que la droga puede simbolizar tanto el pecho bueno como el pecho malo. En el primero de los casos el adicto la utiliza para producir estados de modorra que conducen al sueño. En el segundo la droga simboliza una identificación con los objetos malos, destructivos y persecutorios, la droga pasa a formar parte de aquellos estados de agresión, de enfado y de insatisfacción en los adictos.