Subido por Miguel Martinez

La fedelidad

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LA FEDILIDAD
1. LA FIDELIDAD
BÍBLICOS I
EN
LAS
COSAS
PEQUEÑAS
–
EJEMPLOS
«Las cosas pequeñas son las que más importan». ¿Alguna vez has
escuchado esa frase? Tal vez tú mismo la has dicho. Se usa con tanta
frecuencia que se ha vuelto un cliché. Sin embargo, la particularidad de
los clichés es que a menudo surgen y se popularizan porque hay algo de
verdad en ellos.
Las cosas pequeñas sí importan. Las palabritas de aprecio que
habitualmente dirigimos a nuestros amigos, familiares, empleados,
supervisores y demás los edifican y mantienen las relaciones. Llevar el
carro al mecánico cuando comienza a hacer un pequeño ruido puede
solucionar un problema antes de que se requiera una reparación más
costosa.
Como escritor y editor, confieso que las cosas más fáciles de pasar por
alto son las pequeñas: las comas, las letras traspuestas, en una palabra,
un número equivocado en una referencia bíblica, una palabrita
como ni o no. Pasar por alto cosas como estas puede cambiar todo el
sentido de una oración o producir confusión donde debería haber claridad.
La infidelidad en las cosas pequeñas le ha causado muchísimos problemas
al pueblo de Dios a lo largo de la historia.
Siempre ha sido vital prestar atención a las cosas pequeñas y ser fieles
en ellas. De hecho, nuestra misma salvación dependió de las cosas
pequeñas. Por el contrario, la infidelidad en las cosas pequeñas le ha
causado muchísimos problemas al pueblo de Dios a lo largo de la historia.
Estamos familiarizados con los eventos grandiosos de la historia de la
redención: la división del mar Rojo por parte de Moisés, la invasión de la
tierra de Canaán liderada por Josué, la valentía de Ester ante el rey de
Persia, la muerte y resurrección de Cristo.
En la providencia de Dios, no habríamos sido salvos sin estas cosas. Sin
embargo, la Biblia no solo incluye testimonios de milagros espectaculares,
de acciones magníficas y arriesgadas y de líderes valientes, sino también
de pequeños actos de fidelidad.
En ocasiones, los personajes destacados de la historia de la salvación —
los que todos recuerdan— sirvieron fielmente a Dios en las cosas
pequeñas. En otras ocasiones, figuras menos conocidas realizaron
pequeños actos de fidelidad.
Pero independientemente de la fama o el anonimato de estos personajes,
su fidelidad en las cosas pequeñas ha sido usada por Dios para salvar a
Su pueblo y edificar a Su Iglesia. Veremos esto en esta breve sinopsis del
testimonio escritural sobre la fidelidad en las cosas pequeñas, también
refiriéndonos de vez en cuando a actos significativos de infidelidad en las
cosas pequeñas.
La era primitiva
Tristemente, el primer ejemplo bíblico que muestra la importancia de
prestar atención a las cosas pequeñas es la infidelidad que condujo a
nuestra necesidad de salvación. Por supuesto, estamos hablando del
pecado de Adán y Eva. Nuestros primeros padres, creados por Dios y
puestos en un jardín frondoso con todo lo que necesitaban para cumplir
la misión del Señor, debían ser fieles en algo muy pequeño.
En los mandamientos que recibieron Adán y Eva, nuestro Creador incluyó
una pequeña ley negativa que decía que no debían comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Nuestros primeros padres no tenían una
naturaleza caída. Podían comer de todas las otras frutas que había en el
jardín —de hecho, en el planeta—. No comer del fruto prohibido era algo
pequeño. Sin embargo, Adán y Eva fueron infieles en esta única cosa
pequeña. Al comer del fruto, sumieron al mundo en el pecado (Gn 3).
Pero en la era primitiva también encontramos ejemplos de fidelidad en
las cosas pequeñas. Génesis 4:3-5 nos dice que Abel se fijó en su rebaño
y le trajo a Dios los primogénitos y la grosura, lo mejor que tenía.
Ciertamente, Abel tenía que prestar mucha atención a cosas pequeñas
para poder hacer esto. Tenía que recordar cuáles corderos habían nacido
primero entre las muchas ovejas que tenía. Tenía que buscar
cuidadosamente debajo de la lana de sus ovejas para detectar los
pequeños defectos que pudieran impedir que un cordero fuera una
ofrenda digna para el Señor. Abel hizo esto, dándonos así un ejemplo de
adoración verdadera.
Caín, el hermano de Abel, se destaca por haber hecho lo contrario. Él no
prestó atención a las cosas pequeñas cuando recolectó el fruto para su
ofrenda. El texto parece indicar que Caín no ofreció lo primero ni lo mejor.
Dio porque tenía que hacerlo. Tal vez no examinó cada gajito de uva, cada
semillita de granada, para asegurarse de que no tuvieran imperfecciones
y fueran adecuados para ser ofrecidos a Dios.
Al considerar la fidelidad en el período primigenio, no podemos olvidar a
Noé. Génesis 6:9 nos dice que «Noé era un hombre justo, perfecto entre
sus contemporáneos; Noé andaba con Dios». La frase «andaba con Dios»
se refiere a su comunión cotidiana con el Señor y su servicio a Él. No se
trataba de nada espectacular. Noé no hizo ningún milagro estupendo
antes, ni después, de construir el arca.
Simplemente fue un hombre en un mundo lleno de injusticia, una sola
persona santa que, a pesar de ser pecador, fue fiel al Creador en las cosas
grandes y en las cosas pequeñas cuando nadie más lo fue. Hubo un
período breve en el que Noé no fue fiel en las cosas pequeñas. Génesis
7:6 nos informa que tenía seiscientos años cuando entró al arca con su
familia.
Su rol esencial durante el gran diluvio fue precedido por seis siglos de
fidelidad, incluyendo los años dedicados a la construcción de un arca que
sobreviviría el diluvio sin inconvenientes durante los ciento cincuenta días
en que las aguas prevalecieron sobre la tierra (v. 24).
Cada medición tenía que ser exacta, cada pequeña grieta debía ser sellada
con brea para crear un buque apto para navegar y que pudiera preservar
tanto a los humanos como a los animales (Gn 6:14-16). Noé fue fiel en
cada ínfimo detalle del arca y, por medio del arca, Dios salvó a la
humanidad.
2. LA FIDELIDAD
BÍBLICOS II
EN
LAS
COSAS
PEQUEÑAS
–
EJEMPLOS
En la primera parte de este artículo, nos enfocamos en el testimonio
escritural sobre la fidelidad en las cosas pequeñas durante la era
primitiva. En esta oportunidad veremos algunos ejemplos bíblicos durante
la era patriarcal.
La era patriarcal
No es sorprendente que también veamos fidelidad en las cosas pequeñas
durante la era patriarcal. En diferentes momentos cruciales, Dios usó la
fidelidad de un patriarca en deberes pequeños para que Su plan de
salvación avanzara.
A Jacob le tomó toda una vida aprender que no puedes servir al Señor
usando el engaño. Sin embargo, aun cuando este timador usaba su
ingenio para salir de apuros, ponía atención a las cosas pequeñas.
Considera el tiempo en que vivió con Labán.
Pensando que iba a casarse con Raquel, la hija de Labán, Jacob pasó siete
años sirviendo fielmente a su futuro suegro. Día tras día, semana tras
semana, mes tras mes, año tras año, hizo todas las tareas, grandes y
pequeñas, que Labán le daba.
Entonces, luego de que Labán lo engañara y lo hiciera casarse con Lea,
Jacob pasó otros siete años sirviendo fielmente a su suegro para poder
casarse con Raquel. Durante siete años más, día tras día, semana tras
semana, mes tras mes, año tras año, Jacob hizo todo lo que Labán le pidió
(Gn 29:1-30).
¿Cuál fue el resultado de todo esto? Jacob recibió dos esposas de las
cuales nacieron las doce tribus de Israel, la nación mediante la cual Dios
iba a darle Su Mesías al mundo. Además, la fidelidad de Jacob en las cosas
pequeñas mientras servía a Labán aumentó tanto la riqueza de Jacob
como la de Labán, lo que le permitió al patriarca mantener a su familia y
verla crecer en los años posteriores a su servicio (Gn 29:31 – 30:24).
José, el hijo de Jacob, sufrió mucho durante su vida. Sin embargo, a lo
largo de toda ella, él fue fiel en las cosas pequeñas. Aunque comenzó
como un humilde esclavo en la casa de Potifar, José se convirtió en el
mayordomo de la casa debido a su atención persistente a los asuntos de
Potifar.
Dicho simplemente, no era posible ascender a una posición tan alta en la
casa de una autoridad egipcia importante a no ser que uno se asegurara
de recordar todos los detallitos involucrados en la buena administración
de un hogar.
Por tanto, «todo lo que [Potifar] poseía lo dejó en mano de José, y con él
allí no se preocupaba de nada, excepto del pan que comía» (Gn 39:1-6).
Josué fue tan fiel a su amo que se resistió a las insinuaciones sexuales de
la esposa de Potifar. Podríamos haber esperado que José —al terminar en
la cárcel debido a que Potifar le creyó más a su mujer que a su
mayordomo fiel— pensara dentro de sí: «Esta fidelidad en las cosas
pequeñas es absurda.
Mira dónde me trajo. De ahora en adelante solo voy a hacer lo que yo
quiera y a preocuparme por mí mismo» (ver 39:7-20). Sin embargo, si
José alguna vez tuvo tal pensamiento, nunca actuó en conformidad a él.
Sí, Dios permitió que José hallara gracia ante los ojos del carcelero, pero
no podemos pensar que eso no tuvo que ver con la fidelidad de José en
las cosas pequeñas.
El carcelero vio en José la misma atención a los detalles que había visto
Potifar, y puso a José a cargo de los prisioneros (vv. 21-23).
Sabemos lo que pasó después. José llegó a ser conocido como intérprete
de sueños, lo que lo llevó a servir a Faraón, a darle alimento a las naciones
durante una gran hambruna y a llevar a su familia a Egipto, donde ellos
pudieron crecer y convertirse en la nación de Israel. José recorrió este
camino siendo fiel en las cosas pequeñas, lo que a su tiempo bendijo al
mundo con alimento y con la nación de donde vendría el Salvador.
3. LA FIDELIDAD
BÍBLICOS III
EN
LAS
COSAS
PEQUEÑAS
–
EJEMPLOS
En la segunda parte vimos algunos ejemplos bíblicos durante la era
patriarcal. En esta ocasión, nos enfocaremos en el testimonio escritural
sobre la fidelidad en las cosas pequeñas durante la era del éxodo.
La era del éxodo
Al comienzo de la era del éxodo, vemos el rol fundamental de unas
mujeres que fueron fieles en las cosas pequeñas. ¿Cuál es el trabajo de
una partera sino ayudar a preservar la vida de la madre y del hijo durante
el parto? Ese trabajo requiere prestar atención a un sinfín de detalles
pequeños: la respiración y los gemidos de la madre; la posición del bebé
en el canal de parto; la presencia o ausencia de toallas limpias, agua y
otros artículos.
Recordar todas estas cosas diminutas y esenciales es suficientemente
estresante, pero en la era del éxodo, las parteras hebreas tuvieron la
complicación añadida de un decreto real que les ordenaba matar a los
varones recién nacidos de Israel. No obstante, al menos dos de estas
parteras, Sifra y Puá, no descuidaron las cosas pequeñas.
Continuaron sirviendo fielmente a las madres hebreas, ayudándoles a dar
a luz a sus niños (y a sus niñas), prestando atención a los detallitos para
que las mujeres y sus hijos estuvieran seguros en el parto, y
desobedeciendo al Faraón a fin de que los niños sobrevivieran. A causa
de la fidelidad que estas parteras mostraron en las cosas pequeñas, el
pueblo de Dios creció en número. Los nombres de Sifra y Puá serán
recordados para siempre porque están en la Palabra de Dios (Ex 1:1522). Dos parteras comunes —que no estaban intentando ser famosas y
que probablemente no pensaban que estaban haciendo nada más que ser
fieles en sus deberes cotidianos— no han sido olvidadas. Otros pueden
pasar por alto la fidelidad de la gente común en las cosas pequeñas, pero
Dios no lo hace.
Los israelitas debían instruir a sus hijos e hijas mientras estaban en la
casa, mientras estaban viajando, mientras estaban acostados y mientras
se estaban levantando.
Sabemos cómo la rapidez mental de Jocabed, la madre de Moisés, salvó
a su hijo. ¿Pero nos fijamos también en su fidelidad en las cosas
pequeñas? Habiendo vuelto a recibir a Moisés de mano de la hija de
Faraón para criarlo, Jocabed desempeñó fielmente la labor de madre. A
pesar del esfuerzo y el cansancio involucrados, alimentar y cuidar a un
bebé cae dentro de la categoría de las «cosas pequeñas». El cuidado de
un bebé implica algunas de las tareas más comunes y menos reconocidas
de la vida.
No requiere talentos especiales, sino solo prestar atención a cuánto está
comiendo el bebé, al tiempo entre las comidas y a otras cosas por el estilo.
Hay que prestar atención a decenas de pequeñeces cada día, incluso cada
hora, si queremos que el bebé crezca y se desarrolle. Jocabed fue fiel en
estas cosas pequeñas, y Moisés creció (Ex 2:1-10; ver 6:20).
Años después, él llegó a ser el líder que libró a Israel de Egipto. Nadie
debería subestimar lo que puede lograrse cuando una madre es fiel en las
cosas pequeñas relacionadas al cuidado de sus hijos.
Después de que los israelitas salieron de Egipto, leemos sobre «Bezaleel
y Aholiab y toda persona hábil», a quienes el Señor dio habilidades para
trabajar con metales, fabricar telas, tallar maderas y realizar otros oficios
(Ex 36:1). Estas personas fueron fieles en las cosas pequeñas del
tabernáculo, elaborándolo en conformidad exacta al plan que Dios le dio
a Moisés hasta en los detalles más mínimos.
Debido a que fueron fieles en las cosas pequeñas, el pueblo de Dios tuvo
un tabernáculo donde moraba el Señor y que les apuntaba a Aquel que
asumiría nuestra humanidad y «tabernacularía» entre nosotros (Ex 36:2
– 40:38; Jn 1:1-14).
Antes
de
concluir
con
el
período
del
éxodo,
debemos
considerar Deuteronomio 6:4-9. Estando en las llanuras de Moab justo
antes de entrar a la tierra prometida, los antiguos israelitas escucharon
de boca de Moisés la confesión central de su fe —«Escucha, oh Israel, el
SEÑOR Señor Señor es nuestro Dios, el SEÑOR uno es»— y la exhortación
a enseñar a sus hijos los mandamientos de Dios en cada parte de la vida.
Los israelitas debían instruir a sus hijos e hijas mientras estaban en la
casa, mientras estaban viajando, mientras estaban acostados y mientras
se estaban levantando.
Fueron llamados a ser fieles en enseñar incluso los «pequeños
mandamientos», las normas del Señor que podrían parecer menores en
comparación con leyes como los Diez Mandamientos. Tenían que guiar a
sus hijos incluso durante los pequeños momentos de silencio: los cinco
minutos que transcurrían entre que se sentaban a la mesa y recibían la
cena, los tres minutos que les tomaba ayudar al niño de tres años a
quitarse la túnica, el minuto que tomaba darles un beso de buenas noches
y apagar la vela.
Minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día —mientras trabajaban y
mientras jugaban, cuando los niños tenían ganas de escuchar y cuando
no las tenían— los antiguos padres israelitas tenían que ser fieles en
enseñar a sus hijos e hijas la ley de Dios. Este era un trabajo que muy
poca gente veía y que a ratos frustraba a los padres. Después de todo,
lograr que sus hijos prestaran atención a la ley no era necesariamente
más fácil para ellos que para nosotros.
Sin embargo, la fidelidad cotidiana al enseñar incluso los «pequeños»
mandamientos y aprovechar los breves momentos de instrucción a la
larga producía siervos fieles de Dios. La Escritura menciona a algunos de
estos padres —la gran mayoría de ellos no son mencionados—, pero de
esos siete mil que no doblaron la rodilla ante Baal en los días de Elías,
quizá la mayoría, si no todos, fueron fieles porque sus padres les habían
enseñado a no adorar dioses falsos (1 Re 19:18).
La gracia de Dios siempre produjo y sustentó a un remanente fiel en
Israel, pero el Señor usó a padres que fueron fieles en las cosas pequeñas,
que perseveraron en la enseñanza de todos los mandamientos del Señor
—tanto «pequeños» como «grandes»— para mantener a ese remanente.
Nadie puede subestimar el grado en que la supervivencia del pueblo fiel
de Dios en cada generación ha dependido de madres y padres que son
fieles en las cosas pequeñas al enseñar a sus hijos los caminos de Dios.
4. LA FIDELIDAD
BÍBLICOS IV
EN
LAS
COSAS
PEQUEÑAS
–
EJEMPLOS
En esta ocasión, nos enfocaremos en el testimonio escritural sobre la
fidelidad en las cosas pequeñas en la era de Josué y los jueces.
La era de Josué y los jueces
Como en todas las eras de la historia de la redención, la fidelidad en las
cosas pequeñas —o la falta de ella— tuvo un impacto increíble durante la
era de Josué y de los jueces. Recordamos la era de Josué como una que
estuvo caracterizada principalmente por la fidelidad.
Por ejemplo, Rahab fue fiel en las cosas pequeñas al mostrar hospitalidad
a los espías israelitas. La práctica ordinaria de mostrar bondad a sus
huéspedes a la larga les salvó la vida y permitió que ellos le pasaran
información confidencial clave a Josué con respecto a la ciudad de Jericó
(Jos 2).
Ser fiel en las cosas pequeñas requiere de mucho esfuerzo, el cual suele
pasar desapercibido, pero esta fidelidad es lo que caracteriza a los siervos
nobles de Dios.
Sin embargo, en los días de Josué, un episodio de infidelidad en las cosas
pequeñas casi saboteó la conquista. Dios ordenó a los israelitas que no se
quedaran con ninguna de las «cosas dedicadas al anatema» —oro, plata
y otros elementos preciosos— cuando asediaran Jericó. No obstante,
Acán, de la tribu de Judá, fue infiel.
Se quedó con un hermoso manto y doscientos cincuenta siclos de plata y
oro (equivalentes a menos de 3,5 kg en la actualidad) en vez de colocarlos
en el tesoro del Señor. A la luz de la riqueza disponible en Jericó, esta era
una cantidad pequeña. Lo que Acán no tomó en serio fue algo pequeño,
y su desobediencia pareció minúscula.
Sin embargo, el pecado de Acán terminó causando la derrota de los
israelitas en su primer ataque contra Hai, casi impidiendo la conquista de
Canaán (caps. 6-7).
Bajo el liderazgo de los jueces, la infidelidad en las cosas pequeñas estaba
a la orden del día. Recordamos a Sansón quizás como el más grandioso
de los jueces; sin embargo, él fue infiel en los detallitos de su voto de
nazareo. Hacia el fin de su vida, Sansón había violado todos los requisitos
del nazareato (cosas relativamente sencillas como no beber alcohol, no
cortarse el pelo y no acercarse a cuerpos muertos). Dios lo utilizó para
eliminar a muchos filisteos, pero su infidelidad en las cosas pequeñas lo
llevó a tener que perder la vida para lograrlo (Jue 13 – 16; ver Nm 6).
Por supuesto, durante el período de los jueces también hubo miembros
del pueblo de Dios que fueron fieles en las cosas pequeñas. Considera a
Rut la moabita, quien no quiso quebrantar el quinto mandamiento aun
cuando su suegra Noemí le dio la opción de irse. Rut se apegó a Noemí y
fue mucho más allá en el honor que le mostró. Sus pequeñas acciones de
fidelidad en el cuidado de Noemí y en la recolección de alimento para ella
no fueron ignoradas por Booz.
Él vio su fidelidad en las cosas pequeñas —el trabajo corriente y cotidiano
necesario para sustentar a su familia— y se dio cuenta de que ella no era
una mujer común. Eso es lo que pasa con los asuntos «pequeños»: puede
que sea más fácil ser fiel en las cosas grandes de la vida, tomar las
decisiones verdaderamente importantes, que perseverar en el trajín
cotidiano de la obediencia y el cuidado habituales.
Ser fiel en las cosas pequeñas requiere de mucho esfuerzo, el cual suele
pasar desapercibido, pero esta fidelidad es lo que caracteriza a los siervos
nobles de Dios. La fidelidad de Rut hacia Noemí permitió que el linaje de
Judá llegara hasta David y más allá, hasta el Hijo supremo de David: el
Señor Jesucristo (Rt 1 – 4; Mt 1:1-17).
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