LA FEDILIDAD 1. LA FIDELIDAD BÍBLICOS I EN LAS COSAS PEQUEÑAS – EJEMPLOS «Las cosas pequeñas son las que más importan». ¿Alguna vez has escuchado esa frase? Tal vez tú mismo la has dicho. Se usa con tanta frecuencia que se ha vuelto un cliché. Sin embargo, la particularidad de los clichés es que a menudo surgen y se popularizan porque hay algo de verdad en ellos. Las cosas pequeñas sí importan. Las palabritas de aprecio que habitualmente dirigimos a nuestros amigos, familiares, empleados, supervisores y demás los edifican y mantienen las relaciones. Llevar el carro al mecánico cuando comienza a hacer un pequeño ruido puede solucionar un problema antes de que se requiera una reparación más costosa. Como escritor y editor, confieso que las cosas más fáciles de pasar por alto son las pequeñas: las comas, las letras traspuestas, en una palabra, un número equivocado en una referencia bíblica, una palabrita como ni o no. Pasar por alto cosas como estas puede cambiar todo el sentido de una oración o producir confusión donde debería haber claridad. La infidelidad en las cosas pequeñas le ha causado muchísimos problemas al pueblo de Dios a lo largo de la historia. Siempre ha sido vital prestar atención a las cosas pequeñas y ser fieles en ellas. De hecho, nuestra misma salvación dependió de las cosas pequeñas. Por el contrario, la infidelidad en las cosas pequeñas le ha causado muchísimos problemas al pueblo de Dios a lo largo de la historia. Estamos familiarizados con los eventos grandiosos de la historia de la redención: la división del mar Rojo por parte de Moisés, la invasión de la tierra de Canaán liderada por Josué, la valentía de Ester ante el rey de Persia, la muerte y resurrección de Cristo. En la providencia de Dios, no habríamos sido salvos sin estas cosas. Sin embargo, la Biblia no solo incluye testimonios de milagros espectaculares, de acciones magníficas y arriesgadas y de líderes valientes, sino también de pequeños actos de fidelidad. En ocasiones, los personajes destacados de la historia de la salvación — los que todos recuerdan— sirvieron fielmente a Dios en las cosas pequeñas. En otras ocasiones, figuras menos conocidas realizaron pequeños actos de fidelidad. Pero independientemente de la fama o el anonimato de estos personajes, su fidelidad en las cosas pequeñas ha sido usada por Dios para salvar a Su pueblo y edificar a Su Iglesia. Veremos esto en esta breve sinopsis del testimonio escritural sobre la fidelidad en las cosas pequeñas, también refiriéndonos de vez en cuando a actos significativos de infidelidad en las cosas pequeñas. La era primitiva Tristemente, el primer ejemplo bíblico que muestra la importancia de prestar atención a las cosas pequeñas es la infidelidad que condujo a nuestra necesidad de salvación. Por supuesto, estamos hablando del pecado de Adán y Eva. Nuestros primeros padres, creados por Dios y puestos en un jardín frondoso con todo lo que necesitaban para cumplir la misión del Señor, debían ser fieles en algo muy pequeño. En los mandamientos que recibieron Adán y Eva, nuestro Creador incluyó una pequeña ley negativa que decía que no debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Nuestros primeros padres no tenían una naturaleza caída. Podían comer de todas las otras frutas que había en el jardín —de hecho, en el planeta—. No comer del fruto prohibido era algo pequeño. Sin embargo, Adán y Eva fueron infieles en esta única cosa pequeña. Al comer del fruto, sumieron al mundo en el pecado (Gn 3). Pero en la era primitiva también encontramos ejemplos de fidelidad en las cosas pequeñas. Génesis 4:3-5 nos dice que Abel se fijó en su rebaño y le trajo a Dios los primogénitos y la grosura, lo mejor que tenía. Ciertamente, Abel tenía que prestar mucha atención a cosas pequeñas para poder hacer esto. Tenía que recordar cuáles corderos habían nacido primero entre las muchas ovejas que tenía. Tenía que buscar cuidadosamente debajo de la lana de sus ovejas para detectar los pequeños defectos que pudieran impedir que un cordero fuera una ofrenda digna para el Señor. Abel hizo esto, dándonos así un ejemplo de adoración verdadera. Caín, el hermano de Abel, se destaca por haber hecho lo contrario. Él no prestó atención a las cosas pequeñas cuando recolectó el fruto para su ofrenda. El texto parece indicar que Caín no ofreció lo primero ni lo mejor. Dio porque tenía que hacerlo. Tal vez no examinó cada gajito de uva, cada semillita de granada, para asegurarse de que no tuvieran imperfecciones y fueran adecuados para ser ofrecidos a Dios. Al considerar la fidelidad en el período primigenio, no podemos olvidar a Noé. Génesis 6:9 nos dice que «Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios». La frase «andaba con Dios» se refiere a su comunión cotidiana con el Señor y su servicio a Él. No se trataba de nada espectacular. Noé no hizo ningún milagro estupendo antes, ni después, de construir el arca. Simplemente fue un hombre en un mundo lleno de injusticia, una sola persona santa que, a pesar de ser pecador, fue fiel al Creador en las cosas grandes y en las cosas pequeñas cuando nadie más lo fue. Hubo un período breve en el que Noé no fue fiel en las cosas pequeñas. Génesis 7:6 nos informa que tenía seiscientos años cuando entró al arca con su familia. Su rol esencial durante el gran diluvio fue precedido por seis siglos de fidelidad, incluyendo los años dedicados a la construcción de un arca que sobreviviría el diluvio sin inconvenientes durante los ciento cincuenta días en que las aguas prevalecieron sobre la tierra (v. 24). Cada medición tenía que ser exacta, cada pequeña grieta debía ser sellada con brea para crear un buque apto para navegar y que pudiera preservar tanto a los humanos como a los animales (Gn 6:14-16). Noé fue fiel en cada ínfimo detalle del arca y, por medio del arca, Dios salvó a la humanidad. 2. LA FIDELIDAD BÍBLICOS II EN LAS COSAS PEQUEÑAS – EJEMPLOS En la primera parte de este artículo, nos enfocamos en el testimonio escritural sobre la fidelidad en las cosas pequeñas durante la era primitiva. En esta oportunidad veremos algunos ejemplos bíblicos durante la era patriarcal. La era patriarcal No es sorprendente que también veamos fidelidad en las cosas pequeñas durante la era patriarcal. En diferentes momentos cruciales, Dios usó la fidelidad de un patriarca en deberes pequeños para que Su plan de salvación avanzara. A Jacob le tomó toda una vida aprender que no puedes servir al Señor usando el engaño. Sin embargo, aun cuando este timador usaba su ingenio para salir de apuros, ponía atención a las cosas pequeñas. Considera el tiempo en que vivió con Labán. Pensando que iba a casarse con Raquel, la hija de Labán, Jacob pasó siete años sirviendo fielmente a su futuro suegro. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, hizo todas las tareas, grandes y pequeñas, que Labán le daba. Entonces, luego de que Labán lo engañara y lo hiciera casarse con Lea, Jacob pasó otros siete años sirviendo fielmente a su suegro para poder casarse con Raquel. Durante siete años más, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, Jacob hizo todo lo que Labán le pidió (Gn 29:1-30). ¿Cuál fue el resultado de todo esto? Jacob recibió dos esposas de las cuales nacieron las doce tribus de Israel, la nación mediante la cual Dios iba a darle Su Mesías al mundo. Además, la fidelidad de Jacob en las cosas pequeñas mientras servía a Labán aumentó tanto la riqueza de Jacob como la de Labán, lo que le permitió al patriarca mantener a su familia y verla crecer en los años posteriores a su servicio (Gn 29:31 – 30:24). José, el hijo de Jacob, sufrió mucho durante su vida. Sin embargo, a lo largo de toda ella, él fue fiel en las cosas pequeñas. Aunque comenzó como un humilde esclavo en la casa de Potifar, José se convirtió en el mayordomo de la casa debido a su atención persistente a los asuntos de Potifar. Dicho simplemente, no era posible ascender a una posición tan alta en la casa de una autoridad egipcia importante a no ser que uno se asegurara de recordar todos los detallitos involucrados en la buena administración de un hogar. Por tanto, «todo lo que [Potifar] poseía lo dejó en mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada, excepto del pan que comía» (Gn 39:1-6). Josué fue tan fiel a su amo que se resistió a las insinuaciones sexuales de la esposa de Potifar. Podríamos haber esperado que José —al terminar en la cárcel debido a que Potifar le creyó más a su mujer que a su mayordomo fiel— pensara dentro de sí: «Esta fidelidad en las cosas pequeñas es absurda. Mira dónde me trajo. De ahora en adelante solo voy a hacer lo que yo quiera y a preocuparme por mí mismo» (ver 39:7-20). Sin embargo, si José alguna vez tuvo tal pensamiento, nunca actuó en conformidad a él. Sí, Dios permitió que José hallara gracia ante los ojos del carcelero, pero no podemos pensar que eso no tuvo que ver con la fidelidad de José en las cosas pequeñas. El carcelero vio en José la misma atención a los detalles que había visto Potifar, y puso a José a cargo de los prisioneros (vv. 21-23). Sabemos lo que pasó después. José llegó a ser conocido como intérprete de sueños, lo que lo llevó a servir a Faraón, a darle alimento a las naciones durante una gran hambruna y a llevar a su familia a Egipto, donde ellos pudieron crecer y convertirse en la nación de Israel. José recorrió este camino siendo fiel en las cosas pequeñas, lo que a su tiempo bendijo al mundo con alimento y con la nación de donde vendría el Salvador. 3. LA FIDELIDAD BÍBLICOS III EN LAS COSAS PEQUEÑAS – EJEMPLOS En la segunda parte vimos algunos ejemplos bíblicos durante la era patriarcal. En esta ocasión, nos enfocaremos en el testimonio escritural sobre la fidelidad en las cosas pequeñas durante la era del éxodo. La era del éxodo Al comienzo de la era del éxodo, vemos el rol fundamental de unas mujeres que fueron fieles en las cosas pequeñas. ¿Cuál es el trabajo de una partera sino ayudar a preservar la vida de la madre y del hijo durante el parto? Ese trabajo requiere prestar atención a un sinfín de detalles pequeños: la respiración y los gemidos de la madre; la posición del bebé en el canal de parto; la presencia o ausencia de toallas limpias, agua y otros artículos. Recordar todas estas cosas diminutas y esenciales es suficientemente estresante, pero en la era del éxodo, las parteras hebreas tuvieron la complicación añadida de un decreto real que les ordenaba matar a los varones recién nacidos de Israel. No obstante, al menos dos de estas parteras, Sifra y Puá, no descuidaron las cosas pequeñas. Continuaron sirviendo fielmente a las madres hebreas, ayudándoles a dar a luz a sus niños (y a sus niñas), prestando atención a los detallitos para que las mujeres y sus hijos estuvieran seguros en el parto, y desobedeciendo al Faraón a fin de que los niños sobrevivieran. A causa de la fidelidad que estas parteras mostraron en las cosas pequeñas, el pueblo de Dios creció en número. Los nombres de Sifra y Puá serán recordados para siempre porque están en la Palabra de Dios (Ex 1:1522). Dos parteras comunes —que no estaban intentando ser famosas y que probablemente no pensaban que estaban haciendo nada más que ser fieles en sus deberes cotidianos— no han sido olvidadas. Otros pueden pasar por alto la fidelidad de la gente común en las cosas pequeñas, pero Dios no lo hace. Los israelitas debían instruir a sus hijos e hijas mientras estaban en la casa, mientras estaban viajando, mientras estaban acostados y mientras se estaban levantando. Sabemos cómo la rapidez mental de Jocabed, la madre de Moisés, salvó a su hijo. ¿Pero nos fijamos también en su fidelidad en las cosas pequeñas? Habiendo vuelto a recibir a Moisés de mano de la hija de Faraón para criarlo, Jocabed desempeñó fielmente la labor de madre. A pesar del esfuerzo y el cansancio involucrados, alimentar y cuidar a un bebé cae dentro de la categoría de las «cosas pequeñas». El cuidado de un bebé implica algunas de las tareas más comunes y menos reconocidas de la vida. No requiere talentos especiales, sino solo prestar atención a cuánto está comiendo el bebé, al tiempo entre las comidas y a otras cosas por el estilo. Hay que prestar atención a decenas de pequeñeces cada día, incluso cada hora, si queremos que el bebé crezca y se desarrolle. Jocabed fue fiel en estas cosas pequeñas, y Moisés creció (Ex 2:1-10; ver 6:20). Años después, él llegó a ser el líder que libró a Israel de Egipto. Nadie debería subestimar lo que puede lograrse cuando una madre es fiel en las cosas pequeñas relacionadas al cuidado de sus hijos. Después de que los israelitas salieron de Egipto, leemos sobre «Bezaleel y Aholiab y toda persona hábil», a quienes el Señor dio habilidades para trabajar con metales, fabricar telas, tallar maderas y realizar otros oficios (Ex 36:1). Estas personas fueron fieles en las cosas pequeñas del tabernáculo, elaborándolo en conformidad exacta al plan que Dios le dio a Moisés hasta en los detalles más mínimos. Debido a que fueron fieles en las cosas pequeñas, el pueblo de Dios tuvo un tabernáculo donde moraba el Señor y que les apuntaba a Aquel que asumiría nuestra humanidad y «tabernacularía» entre nosotros (Ex 36:2 – 40:38; Jn 1:1-14). Antes de concluir con el período del éxodo, debemos considerar Deuteronomio 6:4-9. Estando en las llanuras de Moab justo antes de entrar a la tierra prometida, los antiguos israelitas escucharon de boca de Moisés la confesión central de su fe —«Escucha, oh Israel, el SEÑOR Señor Señor es nuestro Dios, el SEÑOR uno es»— y la exhortación a enseñar a sus hijos los mandamientos de Dios en cada parte de la vida. Los israelitas debían instruir a sus hijos e hijas mientras estaban en la casa, mientras estaban viajando, mientras estaban acostados y mientras se estaban levantando. Fueron llamados a ser fieles en enseñar incluso los «pequeños mandamientos», las normas del Señor que podrían parecer menores en comparación con leyes como los Diez Mandamientos. Tenían que guiar a sus hijos incluso durante los pequeños momentos de silencio: los cinco minutos que transcurrían entre que se sentaban a la mesa y recibían la cena, los tres minutos que les tomaba ayudar al niño de tres años a quitarse la túnica, el minuto que tomaba darles un beso de buenas noches y apagar la vela. Minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día —mientras trabajaban y mientras jugaban, cuando los niños tenían ganas de escuchar y cuando no las tenían— los antiguos padres israelitas tenían que ser fieles en enseñar a sus hijos e hijas la ley de Dios. Este era un trabajo que muy poca gente veía y que a ratos frustraba a los padres. Después de todo, lograr que sus hijos prestaran atención a la ley no era necesariamente más fácil para ellos que para nosotros. Sin embargo, la fidelidad cotidiana al enseñar incluso los «pequeños» mandamientos y aprovechar los breves momentos de instrucción a la larga producía siervos fieles de Dios. La Escritura menciona a algunos de estos padres —la gran mayoría de ellos no son mencionados—, pero de esos siete mil que no doblaron la rodilla ante Baal en los días de Elías, quizá la mayoría, si no todos, fueron fieles porque sus padres les habían enseñado a no adorar dioses falsos (1 Re 19:18). La gracia de Dios siempre produjo y sustentó a un remanente fiel en Israel, pero el Señor usó a padres que fueron fieles en las cosas pequeñas, que perseveraron en la enseñanza de todos los mandamientos del Señor —tanto «pequeños» como «grandes»— para mantener a ese remanente. Nadie puede subestimar el grado en que la supervivencia del pueblo fiel de Dios en cada generación ha dependido de madres y padres que son fieles en las cosas pequeñas al enseñar a sus hijos los caminos de Dios. 4. LA FIDELIDAD BÍBLICOS IV EN LAS COSAS PEQUEÑAS – EJEMPLOS En esta ocasión, nos enfocaremos en el testimonio escritural sobre la fidelidad en las cosas pequeñas en la era de Josué y los jueces. La era de Josué y los jueces Como en todas las eras de la historia de la redención, la fidelidad en las cosas pequeñas —o la falta de ella— tuvo un impacto increíble durante la era de Josué y de los jueces. Recordamos la era de Josué como una que estuvo caracterizada principalmente por la fidelidad. Por ejemplo, Rahab fue fiel en las cosas pequeñas al mostrar hospitalidad a los espías israelitas. La práctica ordinaria de mostrar bondad a sus huéspedes a la larga les salvó la vida y permitió que ellos le pasaran información confidencial clave a Josué con respecto a la ciudad de Jericó (Jos 2). Ser fiel en las cosas pequeñas requiere de mucho esfuerzo, el cual suele pasar desapercibido, pero esta fidelidad es lo que caracteriza a los siervos nobles de Dios. Sin embargo, en los días de Josué, un episodio de infidelidad en las cosas pequeñas casi saboteó la conquista. Dios ordenó a los israelitas que no se quedaran con ninguna de las «cosas dedicadas al anatema» —oro, plata y otros elementos preciosos— cuando asediaran Jericó. No obstante, Acán, de la tribu de Judá, fue infiel. Se quedó con un hermoso manto y doscientos cincuenta siclos de plata y oro (equivalentes a menos de 3,5 kg en la actualidad) en vez de colocarlos en el tesoro del Señor. A la luz de la riqueza disponible en Jericó, esta era una cantidad pequeña. Lo que Acán no tomó en serio fue algo pequeño, y su desobediencia pareció minúscula. Sin embargo, el pecado de Acán terminó causando la derrota de los israelitas en su primer ataque contra Hai, casi impidiendo la conquista de Canaán (caps. 6-7). Bajo el liderazgo de los jueces, la infidelidad en las cosas pequeñas estaba a la orden del día. Recordamos a Sansón quizás como el más grandioso de los jueces; sin embargo, él fue infiel en los detallitos de su voto de nazareo. Hacia el fin de su vida, Sansón había violado todos los requisitos del nazareato (cosas relativamente sencillas como no beber alcohol, no cortarse el pelo y no acercarse a cuerpos muertos). Dios lo utilizó para eliminar a muchos filisteos, pero su infidelidad en las cosas pequeñas lo llevó a tener que perder la vida para lograrlo (Jue 13 – 16; ver Nm 6). Por supuesto, durante el período de los jueces también hubo miembros del pueblo de Dios que fueron fieles en las cosas pequeñas. Considera a Rut la moabita, quien no quiso quebrantar el quinto mandamiento aun cuando su suegra Noemí le dio la opción de irse. Rut se apegó a Noemí y fue mucho más allá en el honor que le mostró. Sus pequeñas acciones de fidelidad en el cuidado de Noemí y en la recolección de alimento para ella no fueron ignoradas por Booz. Él vio su fidelidad en las cosas pequeñas —el trabajo corriente y cotidiano necesario para sustentar a su familia— y se dio cuenta de que ella no era una mujer común. Eso es lo que pasa con los asuntos «pequeños»: puede que sea más fácil ser fiel en las cosas grandes de la vida, tomar las decisiones verdaderamente importantes, que perseverar en el trajín cotidiano de la obediencia y el cuidado habituales. Ser fiel en las cosas pequeñas requiere de mucho esfuerzo, el cual suele pasar desapercibido, pero esta fidelidad es lo que caracteriza a los siervos nobles de Dios. La fidelidad de Rut hacia Noemí permitió que el linaje de Judá llegara hasta David y más allá, hasta el Hijo supremo de David: el Señor Jesucristo (Rt 1 – 4; Mt 1:1-17).