Subido por Patrizia D'Ambrosio

La Muerta del Placard

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La Muerta del Placard - Misterio en Punta del Este
alcarbio
9 feb. 2015
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LOS LIBROS Y EL CINE ANTIGUO POLICIAL INGLÉS O NORTEAMERICANO
NOS TENÍA ACOSTUMBRADOS A QUE EN DETERMINADO MOMENTO DE
LA LECTURA O LA PELÍCULA APARECIERA UN CADÁVER EN UN
PLACARD, LO QUE EVIDENTEMENTE ERA UNA ESCENA HORRIPILANTE.
PERO ESTO SÓLO OCURRÍA EN LA FICCIÓN EMERGIDA DE LA MENTE DEL
AUTOR. SIN EMBARGO EN URUGUAY, HACE MUCHOS AÑOS OCURRIÓ UN
CASO QUE SIEMPRE PERMANECIÓ EN EL MISTERIO, TANTO PARA LA
POLICÍA COMO PARA LA SOCIEDAD. NUNCA SE PUDO ACLARAR. FUE
ESPECTACULARMENTE... MACABRO.
Corría el año 1962. Pareciera como que la década de los ´60 fue hecha para los casos
más sensacionales de la crónica policial uruguaya. Por ese año “correteaba” con sus
hechos delictivos Adhemar Rodríguez, más conocido por el cariñoso apodo de “El
Muñeco”. Era un habitual residente del entonces Penal de Punta Carretas por sus delitos
contra la propiedad.
En esa época, a los ladrones de casas se los llamaba “scruchante” en la jerga policial.
Un día antes de Navidad, él y dos de sus “socios” de “trabajo”, andaban por el centro
sin un peso encima y con ganas de comenzar los festejos navideños. Tenían su familia y
sus “novias” a las que había que hacer un regalito para quedar bien. Dentro de los
códigos de los bandidos “pícaros”, ladrón que no anda bien pierde respeto.
Los dos que acompañaban al “Muñeco” eran Carlos Carbajal y Heber Miguel Blurrum.
Eran amigos y contaban con los mismos antecedentes penales de robo, hurto y
copamiento. En ese entonces se dedicaban, al igual que “El Sátiro” de Pocitos, al robo
de joyas, una modalidad muy en boga. Eran épocas “doradas” para algunos uruguayos.
Después de deambular en distintos bares por el centro montevideano, el “Muñeco” y sus
amigos terminaron en Pocitos, por la plaza Gomensoro. Allí vieron un auto Mercury
que según ellos estaba “regalado”. Forzaron un ventilete, abrieron una puerta, hicieron
un puente y “rajaron” como si fueran señores de la high-society.
Hacía tiempo se venían especializando en robos en Punta del Este, lo que por una vez
más se dirigieron hacia allá. Pensaron que era una buena oportunidad para un buen robo
en vísperas de Navidad. Llenaron el tanque y como flecha rumbo al balneario esteño.
Una vez allí, recorrieron pacientemente hasta encontrar un chalet que les viniera bien
para su cometido. Cerca del Hotel San Rafael lo encontraron. Una mansión que
“mataba”. Afuera reinaba una oscuridad total. Entonces, ni cortos ni perezosos,
estacionaron el coche y apagaron las luces.
Dicen que el “Muñeco” comentó “no está mal la choza ¿eh?”. Según comentaron ellos,
era una mansión enorme rodeada de un parque igualmente gigantesco.
Los tres protagonistas de este misterioso y macabro caso. De izquierda a derecha: Heber
Miguel Blurrum, “El Muñeco” y Carlos Carvajal. Según indicaron tiempo después,
nunca se buscó en el chalet que señalaron como en el que habían encontrado una muerta
en un placard.
La sociedad uruguaya seguía expectante la investigación policial
Entonces decidieron entrar por la puerta de servicio. Para ello ya tenían sus
implementos de “trabajo”: destornilladores, ganzúa y su arte personal de profesionales.
Una vez traspasada esta puerta, vieron en la oscuridad casi tenebrosa de la noche, un
sendero que se bifurcaba en varios sentidos.
Comenzaron a cruzar el parque iluminados por sus linternas de bolsillo y sumamente
atentos a cualquier imprevisto. La mansión parecía estar completamente sola. Así
llegaron a una puerta trasera. Rompieron el vidrio y... ya estaban adentro. Feliz y
conforme consigo mismo el “Muñeco” exclamó “les dije que era una papita, ja, ja”
Dentro del oscuro chalet se sentía un frío sepulcral. Lo primero que hicieron fue buscar
si había alguna botellita para tomar. Necesitaban “nafta” para “arrancar”. Pero para su
desgracia, no había nada. El “Muñeco”, siempre el que más hablaba, comentó: “estos
ricachones caminan con los codos”.
Después de su primera frustración, se dividieron las habitaciones, dando vuelta la casa,
abriendo y cerrando cajones en busca de joyas. En una de las habitaciones, Carbajal
encontró algunas joyas, en una cómoda. Todo lo que robaban se ponía en una sábana
pronta para ser anudada.
Mientras tanto el “Muñeco” buscaba en uno de los dormitorios que parecía ser el del
matrimonio de la mansión. Estaba solo en esa oscura habitación, buscando por todos
lados y las joyas no aparecían. Pero había algo que le molestaba mucho...
Llegó un momento que no aguantó más y les dijo a sus amigos con bronca: “che qué
olor a podrido que hay acá, estos tendrán mucha guita pero qué mugrientos que son
´bo´, ni en un cantegril de cuarta hay este olor”. Pero se la “bancó” y siguió buscando.
No encontraba nada ni en la cómoda, ni en la mesa de luz.
“El Muñeco” conducido por una escolta policial tratando de ubicar el misterioso chalet.
A la salida de uno de los allanamientos, Carbajal parece meditar dónde podría estar la
misteriosa mansión.
-------En determinado momento con su linternita apuntó a un placard junto a la pared, al
costado de la cama. Y pensó que tal vez allí habría algo interesante para ver. Y la
verdad, cuán acertado estaba.
Con intriga y entusiasmo a la vez, se dirigió al placard de la oscura y fría habitación y
lenta pero firmemente fue descorriendo la puerta izquierda... poco a poco..., ….estaba
un poco trancada pero igual la fue corriendo ...poco a poco... y de repente...
¡¡¡AAAJJJJJJ... UNA MUERTA EN EL PLACARD!!! Gritó desesperadamente.
Poco faltó para que se “hiciera” encima. Una mujer de unos veinte años
aproximadamente, tremendamente pálida lo observaba con los ojos bien abiertos y fijos.
Parecía como de ultratumba. Tenía sus manos maniatadas por la espalda y su blusa
color crema manchada de sangre y sus piernas enfundadas en un fino pantalón negro de
seda.
Ante tal grito del “Muñeco” llegaron sus amigos que quedaron tan conmocionados
como él. Sólo tenían un sentimiento en su alma... TERROR.
Pensaban que si ellos eran “malandras”, los del chalet eran peores, eran asesinos. Y lo
que más miedo les daba era que pudieran llegar en cualquier momento y lógicamente si
los encontraban los mataban. Por otro lado también el miedo que tenían era que si se
presentaba la policía, los pudieran culpar, por un horrendo homicidio que no
cometieron.
De manera que no había opción. Tenían que irse. De todos modos se llevaron consigo
algo de lo que robaron, ya que la sábana a modo de bolso la tenían preparada. Después
de ver aquella macabra escena, que parecía sacada de las novelas de Hitchcock,
necesitaban más que nunca, una copa bien fuerte.
No sabían qué pensar. No sabían qué hacer. Por un lado pensaron en llamar a la policía,
lo que fue descartado por el “Muñeco” que tenía miedo que la “cana” los agarrara y
hasta los culpara. A su vez, olvidarse de todo aquello era imposible. Incluso cuando se
aproximaron al Hotel San Rafael quisieron volver a la casa y dejar lo robado porque
pensaban que si la policía los agarraba con los objetos de la mansión, podrían sospechar
que ellos mataron a la mujer.
Pero ninguno de los tres tenía agallas para entrar de nuevo a aquel chalet de la muerte.
Así llegaron nuevamente a Montevideo en el Mercury robado y lo abandonaron en el
Cerro llegando al acuerdo de no contarle a nadie lo vivido en esa mansión.
Lo más misterioso del asunto era que todos los días compraban los diarios a ver si salía
algo, pero nada..., de la muerta ni una letra. Pensaban que en algún momento algo iba a
aparecer. Pero tampoco. No lo podían entender. El hecho es que con el paso del tiempo,
cayeron presos por estar relacionados con un asalto a mano armada y terminaron en
donde era el Penal de Punta Carretas (hoy Shopping de Punta Carretas).
EL CASO SE HACE PÚBLICO
Esta increíble historia se hizo pública el 12 de mayo de 1964 cuando el sensacional “El
Diario” de la noche (actualmente desaparecido) publicó uno de sus espectaculares
títulos a los que nos tenía acostumbrados: ¿Hubo una misteriosa muerte en 1962 que no
se descubrió?
Como se hizo público: Unos días antes de ese 12 de mayo, cuando ya estaba preso “El
Muñeco”, no pudo más y pidió hablar con el Director del Penal de Punta Carretas. No
podía dormir; llevaba mucho tiempo con largas horas de insomnio. Y ahí no más, le
contó todo lo que habían visto y vivido en el misterioso chalet de Punta del Este.
En un principio, el Director no le creyó porque estaba acostumbrado a que los presos
sufrieran las secuelas de la cárcel y comenzaran a imaginar cosas. De todos modos, el
Director de la cárcel lo escuchaba atentamente. Lo curioso era que el “Muñeco” parecía
no mentir. De modo que citó a los otros dos reclusos para escucharlos.
Carlos Carbajal Lima declaró que todo lo que dijo el “Muñeco” era verdad. Sin
embargo Heber Blurrum lo negó todo. Comenzó así otro rompecabezas para la policía.
El Director se preguntaba por qué razón iban a mentir. Teniendo en cuenta que estaban
confesando el delito del robo a aquella mansión (por el cual no habían sido detenidos y
la policía nada sabía) y el robo del Mercury.
O sea, se estaban imputando ellos mismos dos delitos más. Por lo tanto era lógico que el
tercero se mantuviera a la negativa. Había tres posibilidades: La historia era real, o
estaban locos (lo cual era posible) o intentaban que los llevaran a Punta del Este para en
alguna oportunidad escapar. Como sea, el Director mandó llamar a los especialistas del
Instituto Técnico Forense para que realizaran un test a los presos.
El resultado fue que ninguno de los tres estaba loco. Entonces el Director pasó el caso al
juez de turno, doctor Tommasino. Así comenzó la investigación.
La policía junto con los tres ladrones marchó a Punta del Este a bordo de un vehículo de
Policía Caminera bajo la responsabilidad del director de Investigaciones de Maldonado,
Sommel Gatti. Los tres fueron conducidos ante el entonces Jefe de Policía
departamental, Cnel. Osvaldo Núñez. El relato del misterioso suceso parecía real, no
había contradicciones.
Así fue que a la medianoche fueron conducidos en un auto policial en busca del
macabro chalet. Una vez en las cercanías del Hotel San Rafael comenzó la intensa
búsqueda. Se trataba de ubicar a la misteriosa mansión. Para el amanecer había
conmoción en toda Punta del Este y los periodistas tecleando en sus máquinas de
escribir comenzaban a elaborar la espeluznante noticia.
Todo el país estaba expectante de los resultados. La policía junto con el trío seguía
buscando pero la mansión no aparecía. No sabían qué hacer; lo que más fuerza le daba
al caso era la seguridad del relato de los tres y la ausencia de contradicciones, por sobre
todo del “Muñeco” quien con lujo de detalles narraba una y otra vez los hechos.
La policía decidió extender la búsqueda hasta un radio de unas diez cuadras. La
denuncia había sido oficializada ante la jueza departamental, doctora Sara Brocqua, así
que no quedaba otra que seguir buscando.
Tuvieron que hacerse indagatorias paralelas. Se investigó a los vidrieros de la zona y de
la ciudad de Maldonado, para saber si alguno había cambiado algún vidrio al chalet
descripto por el trío. Esto no dio resultados. Luego se investigó al reducidor al cual el
“Muñeco” le había llevado las joyas y los cubiertos de plata cuyo nombre era Nelson de
los Santos y se ganaba la vida como prestamista del casino. El problema era que dicho
reducidor había muerto meses atrás, en circunstancias misteriosas que no permitía saber
si fue un accidente u otra cosa.
Pero la policía logró detener a la mujer del reducidor y así obtener varias de las joyas
robadas. Por lo menos ya sabían que los tres no mentían en la parte que contaban que
habían ingresado a esa mansión a robar. Lo extraño era que no hubo denuncia del robo
de esas joyas ni de la desaparición de ninguna mujer. La policía se preguntaba ¿por qué?
Pero si el robo al chalet habían confirmado que fue cierto, era probable que lo otro
también. Y lo que más veracidad le daba al caso, era el por qué los propietarios de aquél
chalet no denunciaron el robo de las joyas. Quizá era un chalet de propietarios
extranjeros, como había y hay tantos actualmente. Esto haría que en caso de homicidio
quedara todo más tapado. Lo cierto es que se allanaron todos los chalets de la zona
indicada, pero la verdad es que pasaron los días y nunca encontraron la misteriosa
residencia. Parecía que se la había tragado la tierra o se había esfumado de esta
dimensión. Más que un caso policial, parecía un caso de fantasmas aunque cabe la
posibilidad que hubiese sido reformada.
Una noche en la celda donde estaban los tres detenidos en Maldonado, apareció un
mensaje anónimo confeccionado con letras recortadas de publicaciones que decía:
´Siencio. No digan nada. Pueden morir. Cuidado. Digan que este no es.´
Esto sumó más misterio al asunto. Uno de los tres ladrones, Heber Blurrum, pensó que
era una broma de los otros dos, pero después se dio cuenta que no era así. Pensó que
éstos no habían tenido posibilidad de confeccionar un texto de tales caracterìsticas.
APARECEN DOS TESTIGOS CLAVES
En esos días una pareja se presentó ante la Dirección de Investigaciones de Montevideo
para aportar un testimonio que era de suma importancia. Informaron que se encontraban
en Punta del
Este pocos días después de la fecha señalada por los ladrones, el 16 de enero, cuando
vieron a una persona que transportaba un bulto que tenía forma como de un cuerpo
humano. Manifestaron que era la misma zona mencionada por el “Muñeco”.
La pareja aguardaba un ómnibus en las rocas de la playa Brava. Era de noche. Mientras
hacían tiempo, les llamó la atención la presencia de un hombre corpulento que pareció
surgir de la nada. Él no los vio. Vestía un short y una camisa clara. Se detuvo y miró
alrededor y se fue. Al rato reapareció pero esta vez cargando a sus espaldas, sobre sus
hombros, un bulto de algo más de metro y medio envuelto en una sábana.
El bulto caía hacia atrás y adelante. De pronto se detuvo y la pareja pudo ver que en la
otra mano traía una pala y comenzó a cavar. Cuando el hoyo estuvo listo, el hombre
arrojó el bulto y lo cubrió con arena. Luego alisó el terreno. Volvió a mirar alrededor y
se retiró.
La pareja estaba oculta tras las rocas contemplando la escena. Permanecieron ocultos
por temor a que volviera ese extraño hombre hasta que vino el ómnibus y salieron
corriendo hacia el mismo con destino a la capital.
Cuando la noticia de los tres ladrones se hizo pública, decidieron hacer la denuncia.
Personal de Prefectura Marítima dio vuelta la playa en busca del presunto cadáver sin
ningún resultado positivo. Al igual que el misterioso chalet, nunca apareció.
Para entonces, Punta del Este ya había sido protagonista de dos casos de homicidio
clásicos de nuestra crónica policial: el del espía inglés La Brooy y el de Paulette
Alberzoni. En el futuro ocurrirían más casos, muertes sospechosas y jamás aclaradas.
Personal de Prefectura buscando el cadáver en la playa. Al final la búsqueda no dio
resultado.
EPÍLOGO
El misterio nunca fue aclarado. Para muchos fue real, para otros no y para algunos les
quedó la eterna duda.
¿Mintieron el “Muñeco” y sus amigos? ¿Inventaron toda la historia para lograr escapar?
¿Se inspiraron en alguna novela policial leída para matar el tiempo y el aburrimiento?
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