CARA A CARA CON EL Verdadero Evangelio DENNIS E. PRIEBE ROSEVILLE, CALIFORNIA Diseño por Tim Larson Arte de la Portada por Nery Cruz Traducción al Español Lesley Muy de Orellana Revisión al Español Alfonso Orellana Derechos reservados 1990 por Dennis Priebe Todos los Derechos Reservados Impreso por Amazing Facts, Inc. ISBN: 978-1-58019-223-1 Contenido Dedicación Introducción 1. Por Favor, Que el Verdadero Evangelio se Ponga de Pie 2. ¿Qué Es Pecado? 3. ¿Cómo Vivió Cristo? 4. Imposible Para el Hombre—Posible para Dios Dedicación Este libro jamás hubiera existido sin la influencia profunda de un fiel maestro en mis clases de teología en la universidad. Conforme él compartía sus ideas sobre “Teología Bíblica” mi entendimiento sobre la gran lucha entre Dios y Satanás, el bien y el mal, creció y se profundizó. William T. Hyde nunca permitió que sus estudiantes le describieran en su presencia como el profesor de teología. El siempre reclamó para sí mismo el título de “Estudiante de la Biblia”. El me desafió intelectual y espiritualmente y marcó el curso de mis pensamientos para el resto de mi vida. Siempre estaré agradecido con este cuidadoso estudiante de la Biblia y este libro está respetuosamente dedicado a su memoria. Introducción Este libro fue publicado por primera vez durante la mitad de la década de 1980, cuando los nombres Desmond Ford y Robert Brinsmead se escuchaban a menudo mientras los Adventistas del Séptimo Día conversaban de los recientes eventos que habían ocurrido dentro de la iglesia. La mayoría de los miembros de la iglesia sabían que los puntos de vista del Dr. Ford, de que 1844 no marcaba el inicio del juicio investigador, habían sido rechazados por los líderes de la iglesia y que él ya no tendría credenciales de ministro/maestro dentro de la iglesia. Debido a que un número sustancial de jóvenes pastores aceptaron su lógica y su evidencia al defender su posición, algunos grupos se separaron de la iglesia organizada y formaron “hermandades evangélicas,” y algunos pastores dejaron la iglesia Adventista y se convirtieron en pastores y maestros en otras denominaciones. Naturalmente, esto causó gran conmoción y confusión entre los miembros de la iglesia, surgiendo muchas preguntas, con personas responsables que buscaban respuestas a las preguntas que habían surgido. Mientras que muchos estaban familiarizados con el “rechazo de 1844” del Dr. Ford, casi no hubo discusión acerca de las causas principales que le llevaron a esta conclusión. A nivel de eruditos hubo algunas discusiones de sus opiniones acerca de la justificación, pero no existió un análisis sustancial de sus opiniones sobre la salvación o sobre la justificación por la fe. Pero la realidad es que sus conclusiones acerca de 1844 y el juicio fueron formadas y hasta obligadas por sus opiniones acerca de cómo es que las personas obtienen salvación. Sin embargo, debido a que hubo muy poco análisis de estas opiniones, casi no se percibió que su entendimiento sobre la justificación por la fe le condujo a rechazar el juicio investigador. Por supuesto, el punto de vista del Dr. Ford acerca del evangelio no era único en el. Este era el punto de vista estándar de los protestantes conservadores, y era su mayor deseo hacer que este entendimiento del evangelio fuera también el enfoque principal de la iglesia Adventista. Este libro fue un intento por comparar el enfoque evangélico del evangelio (el punto de vista de Ford) con el entendimiento Adventista del evangelio. Es la convicción del autor que el evangelio Adventista es verdaderamente singular en el mundo cristiano y que los tres ángeles se dedican al trabajo de compartir este singular “evangelio eterno” con todo el mundo. Esta es la cuarta impresión de este libro sobre el evangelio. Si trata a cerca de las controversias de la década de 1980, ¿por qué es relevante en estos días? Ya que el evangelio del Dr. Ford se analizó muy poco en ese entonces, muchos creyeron encontrarse en terreno firme al rechazar sus conclusiones sobre el juicio mientras que aceptaban sus conceptos sobre el evangelio. El entendimiento evangélico del evangelio ha ganado fortaleza en el mundo Adventista durante los últimos veinte años y temo que se está convirtiendo en doctrina central del adventismo. Debido a la mucha interacción con los cristianos evangélicos y la copia de sus ideas acerca de cómo crecer las iglesias, el evangelio del protestantismo evangélico se ha vuelto atractivo para muchos adventistas. Este libro continua siendo un esfuerzo por comparar el evangelio Cristiano popular y el distintivo evangelio (bíblico) Adventista. Puede ser que ahora este sea más importante que cuando fue publicado por primera vez en 1985. Durante los últimos diez años, aun aquellos que intentan ser fieles a la Biblia y al Espíritu de Profecía han ido, sin darse cuenta, incorporando partes del evangelio Evangélico. Debido a que algunas de sus enseñanzas principales han sido apoyadas repetidamente por predicadores y escritores de confianza, los miembros de la iglesia ya no se encuentran en guardia en contra de ideas extrañas. Varios puntos del evangelio Evangélico son ahora aceptados por muchísimos adventistas sin hacer ningún tipo de cuestionamiento. Quizás ya es tiempo de que le demos un largo y arduo vistazo a la dirección en que nos está llevando nuestro entendimiento sobre la justificación por la fe, y que aprendamos de nuevo cual es nuestro singular mensaje Adventista. Nuestro mensaje y nuestra misión están inseparablemente entretejidos y ambos son únicos en el mundo Cristiano. UNO Por Favor, Que el Verdadero Evangelio se Ponga de Pie Los últimos años han sido una época dolorosa para los Adventistas del Séptimo Día más serios. Algunos miembros han sentido que han estado escuchando una nueva clase de Adventismo proclamado desde el púlpito— uno totalmente incompatible con la misión y el mensaje Adventista. ¿Qué esta sucediendo en nuestra amada iglesia? Tanto ministros como laicos están cada vez más confundidos. Se lanzan ataques de ambos lados, mientras que aquellos que están en el medio se preguntan como lograran tomar una decisión en cuanto a quien está en lo correcto o si mejor deberían silenciosamente salir del Adventismo por la puerta trasera. Existen respuestas o ¿estamos destinados a tropezar mientras nuestra iglesia continua sufriendo? Estoy convencido que existe una razón para el dolor que hoy estamos sufriendo pero que también existe una solución para nuestro dilema teológico. Se nos ha dicho que nuestra iglesia debe ser juzgada por el evangelio. Yo acepto el reto. El evangelio se encuentra en el corazón del cristianismo y sin este evangelio no existiría ni razón ni propósito para observar el sábado. Pero ¿cuál es este evangelio? Esta es una pregunta crítica que ha estado latiendo en la conciencia de pastores, maestros y laicos. Voy a proponer que hay dos versiones del evangelio que están siendo proclamadas dentro del Adventismo. Las voy a resumir desde presuposición hasta conclusión con la esperanza que al hacerlo se explique el porqué algunos hombres y mujeres están teniendo una crisis de conciencia con la enseñanza Adventista del Séptimo Día. Por supuesto que especificaré que evangelio está en armonía con la Biblia y el Adventismo. Pero quizás lo mejor que pueda venir de lo que estoy a punto de decir será la aclaración de las posiciones en contra para que usted esté mejor preparado, individualmente, para estudiar la Biblia y nuestro recurso moderno inspirado—los escritos de Elena de White—para determinar cual de los dos sistemas de creencias será su evangelio. Porque ultimadamente todo debe ser así—usted debe tomar una decisión basado en la oración y el estudio de la Biblia. En el pasado ha sido relativamente fácil identificar a los grupos “disidentes” y permanecer dentro de la corriente del Adventismo. No muchos han seguido las voces de La Vara del Pastor o de los Adventistas Reformados. Pero ahora tenemos dos evangelios dentro de la corriente del Adventismo, lo cual hace mucho más difícil el escoger. Esto se ha venido desarrollando dentro del Adventismo durante los últimos cincuenta años y sostengo que las enseñanzas y los eventos que han ocurrido en nuestro tiempo son el resultado inevitable y natural de las semillas plantadas muchos años atrás. Lo que una vez pensamos que era un alargado sendero de verdad frente a nosotros esta siendo visto últimamente como dos senderos, divergiendo mas y mas ampliamente el uno del otro hasta que nos encontramos en esta crisis. En el corazón de mi propuesta esta la profunda convicción de que estos dos senderos son totalmente incompatibles el uno con el otro, que el comprometer o armonizar entre ambos es lógicamente imposible, y que cada uno de nosotros debemos decidirnos por uno de los dos sistemas. Entonces veamos a estos dos rivales que demandan el título de “evangelio” con la esperanza de que con toda seguridad el verdadero evangelio se pondrá de pie. Declaración del Problema Las siguientes líneas fueron escritas hace más de veinticinco años por Aage Rendalen, un ex editor adventista del Séptimo Día en Noruega. En la década de 1950 el Adventismo iniciaba una asombrosa limpieza interna. A varias doctrinas, que por años habían sido molestas para teólogos puristas, se les dio un funeral público. Con el incremento del nivel de conocimiento bíblico en la iglesia, así como el incremento en el contacto con teólogos evangélicos, muchos líderes Adventistas se sintieron avergonzados de algunas doctrinas que habían sobrevivido el siglo XIX. Las principales entre estas fueron las doctrinas de la expiación y la naturaleza caída de Cristo. Con la publicación del libro “Questions on Doctrine” (Preguntas sobre Doctrina) ambas fueron repudiadas. El trabajo de aclaración progresó hasta principios de de la década de 1970. Para entonces la creencia tradicional en una perfección postrera estaba bajo ataque y parecía que iba de salida. Pese a los esfuerzos frenéticos de unos cuantos defensores de la tradición Adventista, las doctrinas de la naturaleza caída de Cristo y la perfección humana en este mundo se fueron ahogando lentamente. El peso de la evidencia bíblica simplemente venció lo poco que quedaba a flote. Con el amanecer de la década de 1980 una nueva crisis de incomparable magnitud esta confrontando ahora a la iglesia. Lo que se pensaba eran los cimientos del Adventismo—nuestra “teología del santuario”—está ahora siendo examinada minuciosamente. Al mismo tiempo la autoridad de la señora de White como profeta está siendo re-evaluada. Con el cortejo evangélico de los años 50 líderes Adventistas iniciaron algo que en gran medida no pudieron prever. El tradicional paisaje Adventista estaba siendo cambiado radicalmente y como resultado se estableció una crisis de identidad. Hoy, para muchos, la mera validez del movimiento se ha convertido en una pregunta abierta. Sienten que esta no es la iglesia a la que se unieron. La superioridad doctrinal…que el evangelista había puesto en alto ante ellos ahora parece estar recostada en confusión. ¿Puede ser esta realmente “la única iglesia verdadera?”, se preguntan.—Aage Rendalen, “Adventism: Has the Medium Become the Message?” Evangelica, Diciembre 1980, p.35. Cuando leí este artículo, sentí que, desde una perspectiva un poco diferente, Rendalen estaba exponiendo lo que yo quiero exponer, porque ha señalado los asuntos en cuestión del gran conflicto y desarrollo histórico de estos asuntos en los últimos treinta años. El ha, en efecto, acertado exitosamente en el blanco. Estos son los asuntos que necesitan ser definidos si existe alguna esperanza de que el verdadero evangelio se ponga de pie. Me gustaría repetir un pasaje altamente importante en este artículo: “Con el cortejo evangélico de los años 50 líderes Adventistas iniciaron algo que en gran medida no pudieron prever. El tradicional paisaje Adventista estaba siendo cambiado radicalmente.” Que cierto es esto. Las semillas teológicas que fueron plantadas en las décadas de 1950 y 1960 han madurado hasta ser una cosecha teológica consistente y lógica. Con esto quiero decir que, dadas ciertas presuposiciones, ciertas conclusiones son necesarias, hasta inevitables, y muchos adventistas concientes han visto la necesidad de afrontar las implicaciones de estas conclusiones. Aún mas, estas discrepantes, conflictivas presuposiciones y conclusiones son creídas ampliamente hoy dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día por un gran numero de eruditos, ministros y laicos. Así que, no es únicamente un asunto de creencias fuera del Adventismo versus las de adentro. Ambos sistemas de creencias teológicas están vivos y creciendo hoy dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ahora veamos de forma más específica a los componentes individuales de estos dos sistemas de creencias. El Tema Central El tema crucial, me parece a mí, el cual determina la dirección de ambos sistemas de creencias—premisa y fundamento de todo el conflicto—es la pregunta, ¿Qué es pecado? Después de todo, el evangelio es acerca de la forma en que somos salvados del pecado. Es el pecado el que nos ha causado perdernos y el evangelio son las buenas nuevas de cómo Dios nos redime del pecado. Ahora, la mayoría de nosotros pareciera que hemos asumido, quizás por toda nuestra vida, que sabemos que es pecado, pero como típicamente cierto para la mayoría de cosas que asumimos sin examinarlas cuidadosamente, nuestras suposiciones quizás sean simplemente suposiciones no comprobadas que necesitan ser reexaminadas. Es exactamente en este punto en que el Adventismo ha sido desafiado argumentando que tiene confusas y hasta erróneas definiciones del pecado lo cual ha llevado a posiciones erróneas en la doctrina de la justificación por la fe. La pregunta crucial es, ¿Cuál es la naturaleza del pecado por el cual el hombre es considerado culpable, tan culpable que debe morir en el fuego del infierno a menos que sea rescatado por la gracia de Dios? Debemos ser claros al definir la naturaleza del pecado, para que sepamos exactamente de que es de lo que el evangelio nos salva. ¿De que debemos ser perdonados? ¿Qué debe sanar para que escapemos la muerte eterna? Cuando visita al medico, él primero debe determinar exactamente (eso esperamos) la naturaleza del problema que le está afligiendo antes de prescribir el tratamiento o medicina que le sanará. De la misma manera es con el pecado. Debemos saber en donde descansa nuestra culpa, para que podamos aplicar el evangelio a la enfermedad correcta. El Evangelio Definido en la “Nueva Teología” o “Teología Reformada” La Naturaleza del Pecado En el desafiante libro de Geoffrey Paxton, The Shaking of Adventism (El Zarandeo del Adventismo), dice que los Adventistas del Séptimo Día rechazaron justificación por la fe en 1888 porque rechazamos la doctrina histórica del pecado original. El identifica el pecado original como el principio fundamental de la teología Reformada.—Página 98-114. Ahora pecado original es simplemente la creencia de que somos culpables delante de Dios por nuestro nacimiento como hijos e hijas de Adán. Estamos condenados por naturaleza, antes de que se manifieste cualquier decisión sobre lo bueno y lo malo. Por el pecado de Adán estamos condenados debido a nuestra perversión heredada. “Hay pecado en el deseo de pecar.” “El pecado es declarado que existe en el ser humano antes de que tengamos conciencia del mismo.” “Hay culpa en los malos deseos, aun cuando estos son resistidos por la voluntad.”—Desmond Ford, “The Relationship Between the Incarnation and Righteousness by Faith,” (“La Relación entre la Encarnación y la Justificación por la Fe”) en Documents From the Palmdale Conference on Righteousness by Faith, p.28 (Documentos de la Conferencia en Palmdale sobre Justificación por la Fe, p.28) De acuerdo con este punto de vista, pecado y culpa se aplican a la naturaleza, y el evangelio debe tratar con la realidad de una condenación continua como parte de la naturaleza del hombre, la cual nunca puede ser eliminada hasta que recibamos un nuevo cuerpo en la segunda venida de Cristo; cuando lo mortalidad sea revestida de inmortalidad. En este punto de vista, debilidad, imperfección y tendencias son pecado. El punto interesante y significativo es que los Reformadores construyeron su doctrina de pecado original en la premisa de la predestinación, la cual enseña que Dios deja a algunos hombres a que sufran y mueran en su naturaleza pecadora mientras que elije enviar Su gracia salvadora a otros a través del evangelio. Estas dos doctrinas encajan naturalmente. A pesar que, es un poco extraño que mientras la predestinación hoy día ha sido rechazada por muchos Cristianos, la doctrina de pecado original es aun vista como el fundamento de la enseñanza correcta del evangelio. La Naturaleza de Cristo Ahora el siguiente paso procede de la siguiente premisa: ¿Qué clase de ser humano debe ser Cristo, si El tiene que ser tanto humano como sin pecado? Obviamente este punto de vista enfatiza que El debe tener una naturaleza no caída, totalmente diferente a la naturaleza que usted y yo heredamos de nacimiento. Algunas veces esta posición es referida como “La naturaleza de Adán antes de la caída.” Algunas declaraciones hechas por aquellos que sostienen ese punto de vista ayudará a aclarar este punto: “Para que Cristo sea el segundo o último Adán El debe poseer una naturaleza humana no caída.” “Enseñar que Cristo estaba propenso a pecar es enseñar que El mismo era un pecador con necesidad de un Salvador.”— Ibíd., p. 34. De acuerdo con esta creencia, naturaleza caída o propensa a pecar abarca también culpabilidad a la vista de Dios. Por tanto, es absolutamente imprescindible que Cristo no tuviera ninguna conexión con nuestra naturaleza caída. Pero, ¿Cómo puede ser esto si Cristo tuvo una madre humana? Aquí hay una respuesta: “La sustancia de Maria fue amoldada en una naturaleza perfecta por nuestro Señor tal y como en el principio el Espíritu Santo transformó el caos en un mundo perfecto.”—Ibíd., p.34. En otras palabras, las deficiencias genéticas de Maria fueron alteradas para que ella solo transmitiera a Cristo una herencia perfecta, completamente diferente a la herencia que recibimos nosotros de nuestros padres. Justificación El siguiente paso en esta “nueva teología” involucra nuestra experiencia. Razona de esta manera: Como somos culpables por naturaleza y puesto que mantendremos esta naturaleza hasta la glorificación, continuamos siendo culpables luego de nuestra conversión y aun hasta en las buenas obras que hacemos pecamos (porque el egoísmo contamina nuestros mejores esfuerzos, y hasta en el mero acto de vencer al pecado quizás seamos culpables), por tanto, de acuerdo con este punto de vista, debemos enfocarnos mas en la justificación que en la santificación. Debemos buscar entonces una justicia imputada fuera de nosotros todo el tiempo, puesto que cualquier cosa que sea de adentro de nosotros está corrompida por el pecado original y la depravación heredada. Así que en esta línea de pensamiento, el evangelio es justificación; la justicia de Cristo acreditada a nuestra cuenta. Justificación por la fe se convierte en únicamente justificación, mientras que la santificación es básicamente un buen consejo. Esto debe ser así, se argumenta, puesto que todo lo que está corrompido por el pecado original jamás puede participar en una justificación por fe perfecta. Así que somos legalmente justos mientras que por dentro realmente somos culpables todo el tiempo. Debemos siempre enfatizar el trabajo de Cristo por nosotros en lugar del trabajo del Espíritu Santo en nosotros. Perfección Finalmente, en la “nueva teología” la premisa principal del pecado como naturaleza caída lleva a una conclusión inevitable referente a la perfección del carácter. Si la culpa reside en nuestra naturaleza, la naturaleza con la cual nacimos, y si mantenemos esta naturaleza hasta la muerte o traslación, entonces se vuelve sencillamente claro que no se debería hablar de perfección, vencer como Jesús venció, o estar sin pecado en esta vida. Si a pesar del crecimiento espiritual obtenido durante la vida confiando mas en Jesús y menos en nuestros propios esfuerzos, somos igual de culpables a la edad de sesenta años que lo que fuimos a la edad de dieciocho, entonces las palabras “perfección de carácter” no tienen ningún significado y deberían ser eliminadas prontamente de nuestro vocabulario espiritual. Así es que el repudio a la posibilidad de perfección moral en esta vida es un corolario necesario para la doctrina de pecado original. En esta línea de pensamiento, el mero esfuerzo para obtener perfección moral resulta en legalismo y en una negación de la justificación por fe. Aun después del cierre de prueba el carácter del pueblo de Dios será defectuoso en fe, esperanza y amor. Puesto que el único significado de estar sin pecado es poseer una naturaleza totalmente sin pecado, para la “nueva teología” eso nunca ocurrirá sino hasta la glorificación. Las pocas líneas descritas anteriormente resumen el evangelio de acuerdo con un bien desarrollado y cuidado-samente articulado sistema de creencias el cual puede encontrarse dentro y fuera del Adventismo. Es consistente desde sus presuposiciones hasta sus conclusiones, y yo creo que si se comienza con las premisas fundamentales de este sistema, lógicamente se debe terminar con sus conclusiones. Esta es una razón por la que la llamada teología Reformada se ha vuelto tan atractiva para muchos Adventistas de antaño. Entonces, si deseamos ser lógicos y bíblicos, ¿estamos obligados a aceptar este entendimiento del evangelio, siendo que otras opciones son ilógicas y no bíblicas? Yo creo que el verdadero evangelio, el evangelio de Cristo Jesús y Pablo, está basado sobre presuposiciones diferentes que llevan a conclusiones diferentes. Creo que este es el único evangelio que trata adecuadamente con los grandes temas del conflicto entre Dios y Satanás. Creo que este es el único evangelio que proveerá seguridad y esperanza a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y para todo aquel que se haga la vieja pregunta ¿Qué debo hacer para heredad la vida eterna? Lo que sigue a continuación, es un corto resumen de la otra forma de entender el evangelio prometido en el Antiguo Testamento y hecho realidad en el Nuevo. El Evangelio Definido en el Adventismo La presuposición básica de este evangelio es que el corazón del conflicto entre Dios y Satanás gira alrededor del tema del libre albedrío y si Satanás ha malinterpretado o no a Dios en sus maléficas acusaciones. Dios tomó riesgos grandes con el universo para proteger la libertad de elección y para darle a los seres creados la oportunidad de juzgar si en realidad El era tal como Satanás dijo que era. ¿Por qué permitió Dios la miseria del pecado? Porque no valía la pena forzar la obediencia y la necesidad de la posibilidad de pecar si la justicia era de ser posible. Después de que Adán pecara y perdiera su libertad de elección, Jesús, el “Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8), voluntariamente vino a esta tierra a ayudar a aclarar estos temas y para dar a la humanidad un segundo período de prueba. Y la agonía del pecado nunca terminará hasta que Satanás abiertamente se postre y confiese el Señorío de Jesús. Esto significa que la tragedia más grande del universo es la calumnia de Satanás contra Dios, una tragedia aun mayor que cualquier pecado. Así que el tema a resolver es cómo los seres caídos y no caídos escogerán en el gran conflicto, sea por Dios o por Satanás. Esto significa que el evangelio nunca puede basarse en predestinación de ningún tipo, la cual esencialmente evita cualquier derecho del hombre de escoger a favor o en contra de Dios. El evangelio está solidamente construido sobre el cimiento del libre albedrío—dos palabras bien importantes en el gran conflicto entre Cristo y Satanás. La Naturaleza del Pecado Aquí, de nuevo somos llevados a tomar una decisión acerca de la naturaleza del pecado. El pecado no es la forma en que el hombre básicamente es, sino la forma en que el hombre escoge. El pecado ocurre cuando la mente accede a lo que parece deseable y así quebranta su relación con Dios. Hablar de la culpa en términos de naturaleza heredada es pasar por alto la categoría importante de la responsabilidad. No es hasta que hemos unido nuestra propia voluntad a la rebelión de la humanidad en contra de Dios, hasta que activamente hemos entrado en esta oposición a la voluntad de Dios, que la culpa entra en la experiencia humana. Al pecado le concierne la vida del hombre, su rebelión en contra de Dios, su desobediencia voluntaria y la distorsionada relación con Dios que resulta de su rebelión. Al pecado le concierne la voluntad del hombre en lugar de su naturaleza. Si la responsabilidad por el pecado ha de tener algún significado, no se puede también afirmar que la naturaleza humana caída hace al hombre un inevitable pecador. La inevitabilidad y la responsabilidad son conceptos mutuamente exclusivos en la esfera moral. Así que el pecado es definido como una elección voluntaria para rebelarse en contra de Dios en pensamiento, palabra o acción. “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” Santiago 4:17. En el evangelio del Nuevo Testamento, pecado es nuestra elección voluntaria de ejercitar nuestra naturaleza caída y pecaminosa en oposición a la voluntad de Dios. La Naturaleza Humana de Cristo Construyendo sobre este cimiento, nos trasladamos a la naturaleza de Cristo—aquella que heredó de Sus ancestros cuando se convirtió en un ser humano. Si el pecado no es por naturaleza sino por elección, entonces Cristo pudo heredar nuestra naturaleza caída y pecaminosa sin de ese modo convertirse en un pecador. Él se mantuvo siempre sin pecado porque siempre concientemente escogió obedecer a Dios, nunca permitiendo que su naturaleza heredada controlara Sus decisiones. Su herencia fue igual a nuestra herencia, sin necesidad de recurrir a intervención especial departe de Dios para prevenir que Jesús recibiera de Maria naturaleza pecaminosa. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo…por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos.” Hebreos 2:14-17. Cristo aceptó voluntariamente la humillación de descender, no solo al nivel del hombre, sino al nivel en que se encontraba el hombre desde la caída de Adán. Cuando Jesús vino el hombre obviamente no se encontraba en el estado de Adán antes de la caída, de manera que algo más drástico se necesitaba si los efectos de la caída de Adán debían ser vencidos. Cristo debía descender a las profundidades en la cual la humanidad había caído a través de los siglos y en su propia persona levantar a la humanidad de su profunda caída a un nuevo nivel de vida—la vida para la que el hombre y la mujer fueron creados. Jesús bajó de lo más alto a lo más profundo para levantarnos. Si Jesús hubiera adoptado una naturaleza humana perfecta intocable por la caída, entonces Él no se hubiera puesto lado a lado con el hombre en su necesidad. Si Jesús hubiera adoptado una naturaleza humana no caída, hubiera habido un gran abismo creado por el pecado. Era una humanidad caída la que Él había de representar delante de Dios. El se paró al lado de los pecadores caídos para mediar entre el hombre pecador y un Dios santo. Si Jesús adoptó una naturaleza perfecta, Él fue el puente que cruzó el abismo entre Dios y el Adán sin pecado, pero el abismo entre Dios y la humanidad caída aun necesitaría un puente. No obstante, si Cristo compartió nuestra naturaleza caída, entonces Su trabajo mediatorio es el puente que une el abismo entre el hombre caído y Dios. Únicamente al estar en nuestra situación en el sentido más profundo y completo, identificándose completamente así mismo con nosotros, hizo posible que Él fuera nuestro Salvador. Cualquier otra condición humana excepto la de la naturaleza humana heredada hubiera sido inmediatamente desafiada por el enemigo y hubiera influenciado el juicio del universo. Es interesante notar que este entendimiento de la condición humana de Cristo era el fuertemente creído por A.T. Jones y E.J. Waggoner en sus mensajes de justificación por la fe en 1888, los cuales fueron altamente aprobados por Ellen White. De hecho, este entendimiento de la vida de Cristo fue el poder que acentuó sus mensajes: el Señor Jesucristo—leal a Dios poseyendo naturaleza caída. Justificación De aquí el mensaje del evangelio se traslada a nuestra experiencia personal. El evangelio son las buenas nuevas del carácter de Dios; que Dios perdona y restaura. El evangelio es (1) La declaración de Dios de que somos hechos justos en los meritos de Cristo y (2) la renovación de Dios de nuestro carácter pecaminoso para que podamos ser restaurados a Su imagen. El evangelio es tanto el veredicto legal como el poder transformador. Formar una unión con Cristo es el método por el cual la justificación debe tomar lugar. El evangelio incluye justificación—la unión con Cristo por fe, en base a la cual somos declarados y hechos justos—y santificación—creciendo más y más como Cristo a través del poder del Espíritu Santo. Perfección Finalmente, el evangelio puede hablar cómoda y bíblicamente acerca de la perfección Cristiana, la cual es simplemente permitirle a Dios hacer Su obra completa en nosotros al depender completamente en Él a través de la fe. Esto no es extremismo en perfección. No es tratar de ser lo suficientemente bueno para agradar a Dios o para ser salvo; no es eliminar nuestra naturaleza caída; no es la dependencia de nuestra bondad interna. Perfección bíblica es victoria total sobre el pecado, cuando, a través de una sumisión total al poder de Cristo, el pecado se convierte tan repugnante que no tenemos el deseo de quebrantar la voluntad de Dios. Si el pecado es nuestra elección voluntaria de rebelarnos en contra de Dios en pensamiento, palabra o acción, entonces ser sin pecado es nuestra elección voluntaria de no rebelarnos en contra de Dios en pensamiento, palabra o acción. El propósito de la perfección bíblica no es primordialmente para salvarnos, sino por el honor de Cristo. No es erradicar nuestra naturaleza pecaminosa, sino la restauración de esa naturaleza mediante una relación con Cristo. No es llegar a un límite, sino el incesante crecimiento y deseo de aprender. No es que tengamos conciencia de nuestra santidad interna, sino el gozo de depender de la misericordia y poder de Cristo. No es estar libre de tentación sino rechazar rendirse a ella. No es una santidad autónoma sino una dependencia total para que podamos dejar de rebelarnos. Este evangelio afirma que es posible tener un carácter sin pecado poseyendo una naturaleza pecaminosa. El propósito del evangelio es destruir el pecado. Así que, ser moralmente perfectos es el objetivo, mientras permaneciendo en Cristo es el método. Aun mas, nuestra preocupación diaria no es en el producto final sino en nuestra relación con y nuestra confianza en Cristo. Únicamente con este entendimiento de perfección del carácter Cristiano es que el mensaje Adventista de la segunda venida de Cristo lleva un poder motivador. Este entendimiento frecuentemente demanda incesante comunicación con Dios en oración. ¿Sabemos lo que significa luchar con Dios como lo hizo Jacob? ¿Están nuestras almas buscando a Dios con un deseo tan intenso hasta el punto en que todas nuestras fuerzas hayan sido llevadas al máximo? ¿Estamos sosteniéndonos con una fe inquebrantable a Sus “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina.” 2 Pedro 1:4. Resultados El evangelio Evangélico dentro de la iglesia Adventista ha tenido consecuencias dramáticas. Debido a su insistencia de que somos pecadores al nacer, que continuamos pecando por naturaleza toda nuestra vida porque enseña que somos salvos por la justificación mientras que la santificación es solamente un fruto de la salvación y que la perfección debe esperar hasta que Jesús regrese, varias creencias Adventistas han sido impactadas negativamente. La idea de un juicio investigador para examinar el desarrollo de carácter y una obediencia santificada se vuelve en el mejor de los casos irrelevante y en el peor de los casos destructora de la fe. La autoridad de las enseñanzas de Elena de White es seriamente socavada, ya que ella enseña exactamente lo opuesto a todas las creencias principales de este evangelio. La importancia de la ley y el Sábado en los últimos días es seriamente denigrada, ya que todos los que guardan el Sábado están quebrantando la ley todo el tiempo por su naturaleza y una ley perfecta puede guardarse perfectamente únicamente por aquellos que poseen una naturaleza perfecta. Las enseñanzas sobre la salud son reducidas a buenos consejos para aquellos que desean vivir más años y evitar enfermedades, ya que estas son parte de la santificación y como tales no contribuyen en ninguna manera a nuestra salvación. Los estándares de la iglesia, tales como el entretenimiento, la lectura, las producciones gráficas, la música, el vestuario y la joyería son simplemente productos de las tradiciones Victorianas del pasado, dictadas más por la cultura que por la “verdad” y deben ser modernizados si hemos de impactar a nuestra cultura postmoderna. Deben implementarse nuevos métodos para plantar iglesias, en las que debe hacerse que los nuevos creyentes se sientan a gusto con sus propios estilos de vida y deseos personales. Se deben encontrar nuevos estilos de adoración para lograr el mismo propósito en favor de aquellos que desean más libertad dentro del Adventismo. Las prácticas sobre como guardar el sábado deben actualizarse para evitar cualquier rasgo de legalismo y para permitir más libertad de expresión. En ningún lugar pueden observarse más claramente los resultados de este evangelio que en nuestras instituciones de educación secundaria y en nuestras universidades. Los que salen de estos centros educativos llevan consigo este evangelio y sus frutos a sus iglesias locales. El resultado neto de todas estas cosas es la fractura de la unidad del movimiento Adventista, de tal manera que en una localidad existan diferentes “clases” de iglesias Adventistas, todas con prácticas y enseñanzas muy diferentes. En los miembros de la iglesia esto únicamente produce confusión, frustración, congregacionalismo, desconfianza en los líderes y en el peor de los casos separación de la iglesia organizada. Conclusión Estos, entonces, son los dos evangelios que están siendo predicados dentro del Adventismo. ¿Puede ver porqué estos dos sistemas son incompatibles? ¿Puede ver que un compromiso entre ambos es imposible, que usted debe tomar una decisión respecto a cual de las dos será su fe personal? Lo desafió a estudiar y orar, para que sepa en qué cree y porqué, para usar bien la palabra de verdad. Debemos tomar decisiones basadas en la información y guiadas por el Espíritu; decisiones que se mantendrán firmes bajo las presiones de los últimos días, y lo mas importante, bajo el ojo examinador de Dios cuando pruebe nuestra conciencia para ver si hemos tomado decisiones honestas o si hemos razonado o deliberadamente buscando el camino mas fácil. Que las buenas nuevas sean las buenas nuevas de Dios y no un invento del hombre. EL FRUTO DE LA DOCTRINA DEL PECADO EN LOS DOS EVANGELIOS Perfección moral imposible Perfección moral posible Justificación por la fe: Justificación por la fe: Justificación, imputada únicamente Justificación y Santificación Cristo—adopta la naturaleza Cristo—carácter sin pecado que tenía Adán antes de la caída teniendo naturaleza caída Pecado por naturaleza Pecado por elección DOS ¿Qué es Pecado? La justificación por la fe es probablemente el tema bíblico más importante y es el fundamento de cualquier discusión referente a la forma en que el hombre y la mujer son salvados. Pero ¿qué es justificación por la fe y cómo se relaciona con el evangelio? Hemos tenido ya mucha controversia dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día respecto a estas preguntas. Es altamente significativo que en un debate serio de estos temas seamos conducidos de vuelta al tema que parece estar por debajo de todos los otros temas—la definición del pecado. ¿Qué es pecado? ¿Porque estamos preocupados por un tema que parece ser tan negativo? Simplemente porque nuestra conclusión de la justificación por la fe depende de la definición que se le de al pecado. ¿Por qué es el hombre culpable? ¿Por qué razón condena Dios al hombre? ¿Por qué dice Dios que el hombre debe morir en el infierno? Lo que decidamos que es pecado afectará cada decisión que tomemos acerca de la naturaleza de la justificación por la fe. Quizás hemos asumido que sabemos que es pecado. Quizás sea de ayuda ver nuevamente nuestras suposiciones y decidir por nosotros mismos realmente que queremos decir cuando usamos la palabra pecado. Todos sabemos que hemos pecado pero ¿Cómo? Como dijimos al principio, cuando vamos al médico, él debe descubrir que está mal antes de poder darnos la receta apropiada. De la misma manera, debemos saber exactamente que está mal en nuestras vidas antes de que Jesucristo pueda salvarnos de nuestros problemas—nuestro pecado. Debemos saber la naturaleza de la enfermedad a la cual el remedio será aplicado. Volvamos entonces y veamos el pecado que dio inicio todos los problemas que hemos tenido en este mundo. Sabemos que Adán escogió pecar voluntariamente. Sabemos que él se hizo culpable por su elección. Pero ¿qué hay de nosotros? ¿Somos culpables por el pecado de Adán, porque hemos nacido como su descendencia? ¿Somos culpables porque hemos heredado de el una naturaleza caída? o ¿Somos culpables porque decidimos repetir el pecado de Adán? Así que nuevamente volvemos a la pregunta acerca de la naturaleza del pecado. ¿Qué debe el evangelio perdonar y sanar? La pregunta básica que debe ser resuelta es esta: ¿Cuál es la naturaleza del pecado por el cual una persona es considerada culpable o condenada o perdida, a tal punto que morirá en las llamas del infierno a menos que Dios le perdone? ¿Por cuál pecado o por el pecado de quién es que estamos condenados y perdidos? Pecado como Naturaleza Ahora debemos comenzar con definiciones precisas. Muchas definiciones de pecado han sido expuestas a través de los siglos. Un grupo dice que nuestra culpa es el resultado inevitable de algo llamado pecado original. De acuerdo con esta línea de pensamiento, pecado original no significa la elección de Adán de pecar. Significa el estado en el cual nacemos como resultado del pecado de Adán. Como resultado o por el pecado de Adán, hemos nacido pecadores. A pesar que el término pecado original ha sido usado por muchos teólogos, quizás necesitamos alejarnos de este término y hablar acerca de los temas que están detrás del mismo. Algunas veces términos teológicos, lejos de aclarar, tienden a oscurecer. ¿Qué es lo que realmente significa este término? Pecado original puede ser definido de diferentes maneras. Algunos dicen que somos culpables porque hemos heredado pecado de Adán. Algunos dicen que somos culpables, no porque heredamos culpa, pero porque hemos nacido como hijos e hijas de Adán, y por lo tanto se nos ha imputado la culpa por nuestro nacimiento en una raza caída. Así que la culpa de Adán es imputada a nosotros. Otra variación dice que no somos culpables ni por haber heredado pecado ni por haberse imputado la culpa, sino por haber nacido en un estado separado. Nacimos desconocidos por Dios. Nacimos separados de Dios y esta separación es nuestra culpa. Algunos hasta dicen que no somos personalmente culpables, pero que hemos nacido condenados como parte de una raza caída. Pero el denominador común de todos estos puntos de vista es que somos culpables o condenados porque hemos nacido en la familia humana. Entonces, de cualquier forma que lo expliquemos con estos diferentes puntos de vista, lo que se está diciendo es que la culpa o la condena es heredada por naturaleza. Nuestra naturaleza caída es nuestra culpa. Sin embargo, aun más es dicho—y es, que tenemos dos clases de pecado en nuestra vida: (1) Somos culpables como parte de nuestro nacimiento en esta raza y (2) que somos también culpables por nuestros propios pecados, lo que hemos escogido, nuestros propios actos de rebelión. Los dos aspectos son pecado. Entonces a pesar que hay dos aspectos de pecado, es decir, nuestro nacimiento en la raza humana y nuestras decisiones rebeldes, ya hemos sido condenados por nuestro nacimiento antes de serlo por nuestras decisiones. Este es el punto básico del término pecado original. Somos culpables o condenados por el pecado de Adán en el preciso momento en que nacemos. Las implicaciones de esta creencia están expresadas en el siguiente enunciado: “Está declarado que el pecado existe en el ser humano antes de que tengamos conciencia del mismo.” “Existe culpabilidad en los malos deseos, aun cuando estos deseos son resistidos por la voluntad.” “Pecado es la naturaleza mala heredada con todos sus frutos.” Se da cuenta entonces que, de acuerdo con esta definición, el pecado existe en nosotros antes de haber tomado la decisión de pecar o aun de poseer el conocimiento. El pecado existe en nosotros antes de que podamos entender y tomar decisiones acerca de lo que es bueno o malo. El pecado reside en nosotros por nuestro nacimiento en la raza caída. John Calvin, uno de los teólogos sistemáticos más grandes, tuvo esto que decir acerca del pecado y la culpa. “Todos nosotros…venimos a un mundo contaminado y contagiado de pecado…Estamos delante de Dios contaminados…La impureza de los padres es transmitida a los hijos…Todos desde el principio somos depravados…La culpa es por naturaleza.” (Énfasis en itálica hechas por el autor). Calvin dice que la corrupción y la depravación hereditarias de nuestra naturaleza esta designada como pecado por Pablo. “Aun los bebes trayendo su condena con ellos del vientre de sus madres sufren…por sus propios defectos.” Y por supuesto esto es pecaminoso a los ojos de Dios, y Dios no condena sin culpa. “El hombre completo…está tan inundado…que ninguna parte permanece exenta de pecado y por lo tanto, todo lo que procede de él es imputado como pecado…Los hombres nacen malintencionados…Todos somos pecadores por naturaleza.”—John Calvin, Institutes of the Christian Religión, bk. II, ch. 1 #5, 6, 7, 8, 9, 10, 27. (Fundamentos de la Religión Cristiana, libro II, cap. 1 # 5, 6, 7, 8, 9, 10, 27.); énfasis en itálica agregado por el autor. Como puede darse cuenta, este concepto de pecado aclara el porqué la iglesia Católica Romana, Martín Lutero y John Calvin sostuvieron la necesidad del bautizo de infantes. Si, en efecto, uno es culpable por naturaleza, es extremadamente importante que sea bautizado inmediatamente después del nacimiento para quitar el pecado, para ser limpio de la culpa del nacimiento. El bautizo de infantes es extremadamente importante para aquellos que tienen el problema del pecado original. Y por tal razón Martín Lutero y John Calvin recalcaron grandemente su necesidad. Al nacer, los niños debían ser bautizados inmediatamente para ser limpios del pecado heredado dentro de ellos. Ambos, Calvin y Lucero, estaban de acuerdo con y recibieron su conocimiento de pecado original de Agustín. Lutero y Calvin también sostuvieron la doctrina de la predestinación, la cual también recibieron de Agustín. Agustín creía que Dios había predestinado a todos los hombres a ser salvos o perdidos. Martín Lutero y John Calvin siguieron en esta dirección y construyeron su doctrina de justificación por la fe sobre la presuposición de la predestinación. La doctrina de pecado original encaja muy lógicamente con la doctrina de la predestinación. Hay aun otra dimensión en la creencia que el pecado es heredado por naturaleza. Cuando Adán pecó, perdió la habilidad de no pecar, de manera que todo lo que le quedaba a Adán era la habilidad de pecar. Cualquiera que fueran las decisiones que Adán tomara eran decisiones pecaminosas. Así que Adán, luego que pecó, solo podía pecar y nosotros como miembros de la raza humana caída también solo podemos pecar. De hecho, la única cosa que podemos hacer es pecar y Dios puede únicamente salvarnos en nuestros pecados. Lo que estoy diciendo es que esta doctrina tiene diferentes formas de ser expresada. Pero el concepto básico que recorre a través de todas estas definiciones es que hemos nacido pecadores. Hemos nacido culpables o condenados. Somos culpables o condenados por ser parte de la familia de Adán Quizás sea bueno notar la reacción de Emil Brunner a esta doctrina. “Así que la doctrina eclesiástica, la cual esta totalmente basada sobre la idea de la caída de Adán y la transferencia de su pecado a las subsiguientes generaciones, está siguiendo un método que carece de sentido Bíblico. Hasta el pasaje, Rom. 5:12 el cual pareciera ser una excepción y ha sido considerado como el locus classicus de la teología Cristiana desde la época de Agustín, no puede considerarse que apoye este punto de vista de Agustín el cual ha sido seguido por las subsecuentes generaciones. Pero aquí Pablo no está tratando de explicar que es pecado; efectivamente, no hay realmente algo en Romanos 5 que describa la naturaleza del pecado” “La teoría del Pecado Original, la cual ha sido el estándar número uno para la doctrina Cristiana del hombre, desde el tiempo de San Agustín, es completamente desconocida para el pensamiento Bíblico.” “El pecado primero que nada debe entenderse como un acto, es decir como una “caída”, como una ruptura activa con el comienzo divino, como un salida del orden divino…El pecado es un acto—y eso es lo primero que se debe decir del pecado. Solo como segundo punto podemos decir: este acto es siempre, al mismo tiempo, un estado, una existencia en acción, un estado en el cual no se puede ser de diferente manera, un estado de esclavitud”—Emil Brunner, The Christian Doctrine of Creation and Redemption, pp.98, 99, 103, 109. (La Doctrina Cristiana de la Creación y Redención, pp. 98, 99, 103, 109.) Quisiera sugerir que la evidencia que apoya la teoría del pecado original, sin importar la forma en que esta sea explicada, sea por herencia, por imputación o por separación, no es una enseñanza bíblica clara tal como algunos lo han sugerido. Hay por lo menos una forma más de entender los textos que son utilizados para apoyar esta idea de pecado original. Pecado por Elección Enfoquémonos ahora en la segunda definición de pecado, llamada, pecado por elección. En esta definición, estamos diciendo mucho de lo mismo que ya ha sido presentado en las varias definiciones de pecado original. Creemos que en la naturaleza original de Adán nada lo llevaba a rebelarse en contra de Dios. Ningún deseo lo conducía en contra de la voluntad de Dios. Para Adán era natural hacer lo recto, y era totalmente extraño hacer lo malo. Pero con la caída, algo cambio en la misma naturaleza de Adán, en lo más profundo de su ser. La caída trajo a Adán una inclinación hacia lo malo. Su naturaleza estaba ahora deformada y torcida, y Adán ahora quería hacer lo que antes había odiado, siendo esto, rebelarse en contra de Dios. Entonces cuando decimos que heredamos una naturaleza caída de Adán, debemos entender su significado completo. Heredamos maldad, debilidad y corrupción de Adán. Tenemos los mismos deseos inherentes que Adán tenía en su estado pecaminoso. Nuestra naturaleza nos incita a hacer lo malo, a rebelarnos en contra de Dios. Es difícil para nosotros hacer lo bueno. Es más natural hacer lo malo. Yo pienso que si fuéramos honestos con nosotros mismos, admitiríamos que muchas veces nos tentamos a nosotros mismos. Realmente no necesitamos que Satanás nos ande persiguiendo para tentarnos con un sin fin de ideas, porque nosotros podemos tentarnos a nosotros mismos. Nuestro propio carácter nos conduce a la perdición. El egoísmo parecer ser la raíz de nuestras vidas, provocándonos ha hacer lo que sabemos que no deberíamos hacer. De modo que heredamos tendencias negativas de Adán, lo cual nos conduce ha hacer lo malo. La única diferencia entre esta definición de pecado y las definiciones anteriores es que no heredamos culpa ni condenación. Heredamos todo lo demás que Adán pudo pasarnos. Heredamos todas las inclinaciones, todas las tendencias, todos los deseos y nacemos de una forma que Dios nunca tuvo realmente la intención que el hombre y la mujer nacieran. Pero esta definición dice que el pecado personal viene por elección; el pecado, en si mismo, no es heredado. La culpa, entonces, no es por naturaleza; pero cuando decidimos rebelarnos en contra de la luz y de la responsabilidad, entonces nos hacemos culpables. Debemos escoger tomar la decisión que tomó Adán, la decisión de rebelarnos en contra de Dios y entonces somos culpables. Debemos admitir que la naturaleza pecaminosa hace más fácil el pecar— tomar decisiones pecaminosas. Pero el punto que me gustaría enfatizar es que somos culpables cuando tomamos esas decisiones, no antes de tomarlas. Por tanto, yo creo que deberíamos distinguir cuidadosamente los conceptos de maldad y culpa. Hemos resumido las dos definiciones básicas de pecado. Dependiendo de cual definición escojamos creer, los temas de justificación por la fe tendrán un tono diferente. Las decisiones que tomemos acerca de la justificación y la santificación serán diferentes, dependiendo la decisión que tomemos respecto a la naturaleza del pecado. Maldad y Culpa Si queremos definir pecado como una elección, debemos hacer la distinción entre maldad y culpa. Existe hoy tanta maldad en el mundo, aun en el mundo animal. Pero no imputamos culpa a toda la maldad aparente que existe hoy en nuestro mundo. Una de mis ilustraciones favoritas es la de la típica mascota de hogar, el gato. Disfrutamos a los gatos quienes se suben a nuestras piernas o nuestros pies, que les gusta ser acariciados, que le gusta su plato de leche caliente. Pero algunas veces olvidamos que nuestra mascota tiene otra cara. ¿Han notado que los gatos no son nada misericordiosos con los ratones que atrapan para comer? Cuando logran atrapar un ratón no lo matan inmediatamente, sino que juegan un rato con el. En efecto, torturan al ratón hasta que el ratón encuentra físicamente imposible escapar de ellos y finalmente se rinde. ¿Que haríamos con un ser humano que tratara de esta misma manera a otro ser humano o a un animal? Lo consideraríamos culpable del más atroz de todos los crímenes y probablemente lo encerraríamos por el resto de su vida. Pero ¿qué hacemos con el animal que ha hecho eso—con nuestro gato? Decimos que así es la vida. No es bueno que el ratón sufra, pero el gato no es culpable tampoco. Así que vemos que hay algunos actos malos que son parte de los resultados naturales del pecado y otros actos por los cuales una persona puede ser considerada culpable. Ahora, traigamos esto al nivel humano. Si estamos martillando un poste y le pedimos a un amigo que lo detenga para que podamos pegarle bien, quizás fallemos y le peguemos a nuestro amigo en el dedo. Ese golpe le dolerá, se le pondrá morado y tomará algún tiempo para sanar, pero nuestro amigo probablemente no nos acuse de tener culpa. Lo tomará como un desafortunado accidente. Vamos un poco más lejos para llegar al punto. Si un niño pequeño esta jugando con una pistola y le dispara a su hermano o hermana mayor, le quitamos la pistola y simplemente nos aseguramos que en el futuro dejemos nuestras armas con el seguro puesto. No condenaríamos o juzgaríamos al niño como culpable. Pero si un joven de 20 años toma la misma arma y le dispara a alguien, inmediatamente haríamos varias preguntas comenzando por ¿Por qué? Lo primero que querríamos saber es si fue premeditado, mal intencionado y por lo tanto debe ser culpable. De modo que hay una diferencia entre los conceptos de maldad y culpa. La palabra maldad simplemente significa aquello que es malo, negativo, equivocado, resultados del pecado en un mundo en maldición. La culpa se aplica a responsabilidades morales por pensamientos o actos malvados. Lo que estoy diciendo es que los árboles y los animales están llenos de los resultados del pecado, pero no están condenados ni tampoco redimidos por Dios, porque no tienen ningún conocimiento acerca de valores morales. Solo el hombre tiene el conocimiento de los valores morales y por este conocimiento él es condenado como culpable por cualquier acto de maldad. Si vamos a creer que el pecado es por elección, debemos hacer la distinción crucial entre maldad y culpa. La culpa demanda un conocimiento previo y una rebelión voluntaria. Estoy indicando que la condena de Dios esta siempre basada sobre el conocimiento previo que el hombre ha adquirido. Santiago lo dice claro, “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” Capitulo 4:17. Resultado y Castigo Ahora debemos comprobar la hipótesis de que hay una diferencia entre maldad y culpa. En Génesis 2:17 un castigo distintivo y claro es dado por la rebelión en contra de Dios. Dios le dijo a Adán, “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Hemos estado muy confundidos respecto a este versículo, porque está bien claro que cuando Adán comió del fruto, el cual Eva le dio, el no murió ese día. Algunas veces hemos dicho, Bueno, ese día él comenzó a morir. Pero el hebreo dice simplemente, “el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Entonces, ¿Por qué no murió Adán ese día? “¿Por qué no fue la pena de muerte de una vez ejecutada en su caso? Porque fue encontrado un rescate. El unigénito hijo de Dios voluntariamente tomó el pecado del hombre sobre sí mismo e hizo expiación por la raza caída.”—Ellen G. White Comments, S.D.A. Bible Commentary, vol. 1, p. 1082. (“Comentarios de Elena G. de White, Comentario Bíblico Adventista, vol. 1., p. 1082.) “En el instante en que el hombre aceptó las tentaciones de Satanás e hizo las cosas que Dios le había dicho no hiciera, Cristo, el Hijo de Dios, se paró entre los vivos y los muertos, diciendo, ‘Que caiga el castigo sobre mí. Yo tomaré el lugar del hombre. El tendrá otra oportunidad.’”—Ibíd., p. 1085. “Tan pronto como Adán pecó, el Hijo de Dios se presentó así mismo como fiador para la raza humana, con el poder suficiente para evitar la condena pronunciada sobre el culpable, como cuando murió en la cruz del Calvario.”—Ibíd., p. 1084. ¿Por qué no murió Adán ese día? Porque un Sustituto fue puesto entre la pena de muerte y Adán ese día. Ese mismo día Jesús tomo el puesto de Adán. Quizás esto nos ayuda a entender Apocalipsis 13:8, donde dice que el cordero fue inmolado desde el principio del mundo. Como fiador del hombre, Jesús, en efecto, pagó la pena ese día, poniéndose ese día entre Adán y la pena de muerte. Poco después Adán ofreció el primer animal en sacrificio el cual significaba para él que el Hijo de Dios moriría en su lugar. Así que el castigo por el pecado de Adán fue inmediatamente pagado por Jesucristo. Jesucristo tomó inmediatamente el lugar de Adán. ¿Pero pagaría algún día Adán ese castigo? ¿Moriría Adán para pagar por su pecado? ¿Por qué murió Adán 930 años mas tarde? ¿Pagó realmente alguna vez la pena? ¿O murió simplemente como resultado de la consecuencia heredada del pecado? En efecto, se nos ha dicho que su muerte fue una bendición, porque él había aguantado mucho la agonía de saber lo que su pecado había causado, todo el pecado y sufrimiento del cual él había sido testigo por 900 años. De manera que su muerte fue realmente un alivio. Esta muerte, la muerte natural de la que Adán murió, fue el resultado del pecado no el castigo por su pecado. El castigo había caído sobre Cristo. Adán había ofrecido el cordero, mostrando que entendía que la pena de muerte había sido pagada. Pero la maldición—las consecuencias heredadas por el pecado—permanecen. Esto significa que debemos dividir la idea básica de pecado en dos columnas separadas. La columna del lado izquierdo es MALDAD, la cual incluye todas las cosas que son el resultado heredado del pecado y toda esta maldad conduce a la muerte. Pero a esta muerte Jesús la llamó descanso (dormir), la cual no es el destino final del hombre. De manera que la maldad y sus resultados conducen a la muerte, sufrimiento y todas las cosas negativas que vemos a nuestro alrededor. La columna de la derecha es CULPA. Y esta columna conduce a la segunda muerte, o infierno, lo cual es el castigo por el pecado. De manera que tenemos dos consecuencias del pecado. Tenemos la maldición—los resultados heredados del pecado—que los seres humanos, animales y toda la naturaleza generalmente experimentan lo cual conduce a la muerte, la primera muerte. Y por el otro lado tenemos la culpa, que conduce al castigo por el pecado, la segunda muerte, la cual ha sido pagada por Jesucristo. Si escogemos aceptar la salvación de Cristo, nunca moriremos la segunda muerte. Ahora, es cierto que la expiación cubre ambas consecuencias del pecado. Pero yo sugeriría que la expiación debe tratar con la culpa a través del pendón y con los resultados de la maldad al restaurar y re-crear lo que la maldición del pecado ha hecho. La expiación trabaja hacia la restauración de todas las cosas al plan original de Dios, pero no elimina aquellas áreas encontradas en la columna de la izquierda. Solo perdona aquellas áreas en el lado de la culpa—es decir, solo puede perdonar el castigo por el pecado. Así que los términos justificación, perdón, salvación, evangelio y justificación y santificación se aplican particularmente a esos temas de la columna derecha, a esos temas que tienen que ver con la culpa, castigo e infierno. Lo que estoy sugiriendo es que hay una diferencia básica entre el resultado del pecado y el castigo por el pecado. Hay una diferencia básica entre la primera muerte y la segunda, y que los temas de condenación y salvación pertenecen particularmente a la culpa y su castigo. Es en estas áreas en las que debemos enfocarnos cuando hablamos de justificación por la fe. Ahora, veamos algunos textos en el Nuevo Testamento para ver si tenemos evidencia bíblica para esta distinción. En Lucas 13:1-5, Jesús cuenta una historia para hacer clara una lección. Lucas dice que algunos de los presentes le habían contado a Jesús acerca de la sangre de unos Galileos que había sido mezclada con sus sacrificios. En otras palabras que habían sido asesinados. “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” Aquí vemos que la muerte de los Galileos no fue el resultado directo de sus pecados. Jesús estaba diciendo que estos Galileos y a los que la torre les cayó encima no eran mas culpables que otros por el tipo de muerte que sufrieron. Aquí está claro que la primera muerte que experimentaron no estaba ligada directamente con su culpa. En Juan 9:1-3, los discípulos, viendo al hombre ciego, preguntaron a Cristo, “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.” Una vez mas Jesús está diciendo que su ceguera, la maldición con la que él era afligido, no era el resultado de ningún pecado personal pero fue causado por una debilidad heredada. Jesús esta haciendo aquí una distinción entre culpa personal y los efectos heredados como resultado del pecado. Otro texto importante es Juan 5:24,25. A menos que comprendamos la distinción que estamos haciendo en este capítulo, podríamos creer que en este pasaje Jesús se contradice así mismo. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.” En el versículo 24 somos libres de la muerte; ahora tenemos vida eterna. En el versículo 25 los que han muerto escucharán la voz del Hijo de Dios en la resurrección. A menos que hagamos esta distinción entre la primera muerte y la segunda, nos encontraremos en una contradicción sin esperanza. Jesús está diciendo que tenemos vida eterna hoy en ÉL. Somos libres del castigo de la culpa. Hemos sido liberados, nunca moriremos la segunda muerte—el castigo por el pecado. Sin embargo, excepto para aquellos que serán trasladados, todos moriremos la muerte la cual es llamada “descanso”, “dormir” (como en el caso de Lázaro). Luego escucharemos la voz del Hijo de Dios y nos levantaremos del sueño de la primera muerte. Aun aquellos que han sido perdonados y se les ha dado la vida eterna van a morir como resultado de la maldición por el pecado de Adán. Debemos morir porque estamos dentro de un mundo que está pereciendo. La primera muerte no puede ser el castigo por el pecado, puesto que aquellos que poseen la vida eterna también morirán la primera muerte. Puesto de la manera más simple—vida eterna significa que no hay segunda muerte, la cual es el castigo por el pecado. Otro versículo que expresa claramente este pensamiento es 1 Juan 5:12, 13, en el cual se nos dice ahora que tenemos vida en Cristo y a pesar de esto sabemos que un día moriremos. Entonces, pienso que tenemos buena evidencia bíblica de que hay dos consecuencias diferentes del pecado: (1) la maldición del pecado, que conduce a la primera muerte y (2) el castigo por el pecado, que conduce a la segunda muerte. Luz y Elección ¿Es realmente cierto que la culpa es el resultado de las decisiones personales y no el resultado de nuestro nacimiento como hijos de Adán? ¿Podemos probar con la Biblia que el pecado y la culpa son por elección y no por el hecho de haber nacido de la familia humana con los resultados inherentes del pecado? Veamos la evidencia bíblica. En Romanos 7:7-9, Pablo habla acerca de la ley y nuestra relación con ella. Pablo dice, “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.” Aquí Pablo dice que sabemos que es pecado porque la ley nos lo dice, y que si no supiéramos acerca de la ley no tendríamos realmente conocimiento o entendimiento del pecado. El aun va más lejos al decir que sin ley, el pecado es muerto. Así que pecamos cuando sabemos cual es la voluntad de Dios. Pecamos cuando sabemos y escogemos estar en contra de Dios. En Juan 15:22, 24 Jesús, hablando a Sus discípulos un poco antes de su muerte, dice, “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.” Por lo que la gente sabía ahora acerca de Jesús y lo que Él había hecho, eran responsables por la forma en que le trataban. Por Su venida y el conocimiento que ellos tenían, ahora serían culpables si le rechazaban. En Juan 9:41, Jesús está respondiendo a algunas de las críticas de los Fariseos, y dice, “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.” Es decir, si fueran verdaderamente ciegos, si realmente no supieran, no serían culpables de pecado. Pero dicen, vemos; entonces son culpables de pecado. ¿No parece estar claro que la culpa y el pecado están estrechamente entrelazados al conocimiento y entendimiento de la luz? Quizás el factor distintivo entre las dos columnas que usamos anteriormente (que nos ayudó a diferenciar entre maldad y culpa) es el término bíblico de luz. Lo que convierte a la maldad en culpa es la luz o el conocimiento—y las decisiones que tomamos basados en la nueva luz o conocimiento. En el libro de Santiago, se emite un poco de luz sobre este problema. En Santiago 4:17 dice, “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” Para el que sabe que es lo bueno y falla en hacerlo, para esa persona, es pecado. Una vez mas el conocimiento y la culpa están estrechamente unidos. Santiago 1:15 dice, “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Acá vemos el desarrollo de la concupiscencia, o el deseo, al pecado actual. El pecado no está necesariamente en el deseo como tal. El pecado es lo que ese deseo produce. Pecado es el resultado de ceder a ese deseo. En el Antiguo Testamento, Ezequiel 18:2-4 se refiere a un proverbio usado por los hijos de Israel. “Que pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: ¿Los padres comerán las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca mas tendréis por que usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.” En el versículo 20, Ezequiel vuelve a enfatizar este principio bíblico: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo.” Responsabilidad individual para decisiones individuales—libertad individual de elección. Ahora ¿que hace Dios con aquellos que en ignorancia están haciendo lo malo, aquellos que no están en armonía con la voluntad de Dios? ¿Cómo maneja Él estas situaciones? Pablo dice en Hechos 17:30 “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” En tiempos de ignorancia, los hombres hacen cosas malas. Hacen cosas que no están en armonía con la voluntad de Dios. Quebrantan la ley y la voluntad de Dios. ¿Cómo maneja Dios ese problema? ¿Qué hace con eso? De acuerdo con este versículo, El “pasa por alto” o ignora los tiempos de ignorancia. No lo perdona, pero ignora. Pero cuando sea que venga la luz y el conocimiento, lo malo entonces se convierte en culpa. Y por ese pecado cometido a la vista del conocimiento, el pecador debe arrepentirse y buscar el perdón. El enunciado de nuestro Señor en Mateo 11:21-24 se entiende mejor usando este razonamiento: “Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras [Betsaida], tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras…porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti [Capernaum], habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será mas tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.” Ahora en términos de la cantidad de actos de maldad, estoy seguro que Sodoma sobrepasa en gran manera a Capernaum. Pero la condena fue más pesada sobre Capernaum. ¿Por qué? Capernaum tenía más luz. Tenían el privilegio de aceptar al mismo Jesús. Por supuesto que Sodoma había hecho cosas malas, pero muchas de esas cosas malas habían sido hechas bajo una luz inferior. No entendieron el camino hacia Dios y Lot no fue para ellos un buen representante del camino hacia Dios. Por su ignorancia no eran tan culpables como lo era el pueblo de Capernaum, quien había rechazado una luz superior. De manera que Capernaum era más culpable que Sodoma, porque tenían más luz; sus decisiones estaban basadas sobre un conocimiento más completo. El Salmo 87:4-6 sugiere que Dios tomará nota de donde el hombre ha nacido, de donde este ha venido. Él juzgará en base al estado en que se encuentra cada persona, cual ha sido su pasado, que tanto conocimiento ha tenido de la voluntad de Dios. Elena de White hace algunos comentarios bien importantes sobre el tema de pecado y culpa. “Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que participen de los pecados de éstos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo, los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”—Patriarcas y Profetas p. 314. Por favor note lo que es transmitido como resultado del pecado de Adán. Malas tendencias, apetito pervertido, y una moral degradada, así como también enfermedades físicas y degeneración. Esto es parte de todo lo que recibimos de nuestros padres y ancestros. Pero notemos también ese comentario bien importante “…pero no son castigados” Esto es evidencia bastante conclusa a favor de la doctrina de que el pecado y la culpa son el resultado de la decisión tomada a la luz del conocimiento adquirido referente a lo bueno y lo malo. “No daremos cuentas por la luz que no ha alcanzado nuestra percepción, pero por lo que hemos resistido y desechado.” Elena G. de White, Comentario Bíblico Adventista, vol. 5, p. 1145. La culpa personal es imputada únicamente sobre en base a la luz y el conocimiento. No somos condenados por hacer cosas que son malas o equivocadas a menos que tengamos cierto grado de conciencia de que esas cosas son malas. “Nadie será condenado por no obedecer la luz y el conocimiento que nunca tuvieron.”—Ibíd. Parece claro que ella esta basando la condenación sobre el entendimiento, sobre decisiones voluntarias. “La luz pone de manifiesto y corrige los errores escondidos en las tinieblas; y al aparecer esta, la vida y el carácter de los hombres debe cambiar de una manera correspondiente, para estar en armonía con ella. Los pecados que eran una vez pecados de ignorancia, debido a la ceguera de la mente, no pueden ya ser practicados sin culpa.—Obreros Evangélicos, P. 170. Una vez comprendamos que nuestros actos son malos, nos volvemos culpables si continuamos consintiendo esos pecados. Pero antes de que supiéramos, no éramos culpables. Después de que hemos comprendido, somos culpables. La culpa está entonces entrelazada con la elección y el conocimiento. “Había todavía muchos judíos que ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían rechazado... Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres; pero cuando, conociendo ya plenamente la luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida, entonces se hicieron cómplices de los pecados culpas de sus padres y colmaron la medida de su iniquidad.”—El Conflicto de los Siglos P. 31. Por la participación y conocimiento personal, la culpa fue imputada. “El pecado de la difamación comienza cuando se consienten pensamientos malos…Un pensamiento impuro tolerado, un deseo impuro consentido, y el alma queda contaminada y comprometida su integridad.”— Traducido de Testimonies, Vol. 5 p. 177; énfasis agregado. Por favor note la diferencia. Es el tolerar el pensamiento impuro, es el acariciar deseos carnales lo que constituye pecado y contaminación. No es el pensamiento o deseo en sí mismo. No es correcto decir que hay pecado en el deseo de pecar si ese deseo es inmediatamente desechado. “Cada pensamiento impuro debe ser inmediatamente rechazado.” “Ningún hombre puede ser forzado a transgredir. Su propio consentimiento debe primero ser ganado; el alma debe proponerse el acto pecaminoso antes que la pasión pueda dominar sobre la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. La tentación, tan fuerte como sea, nunca es una excusa para pecar.”—Ibíd.; énfasis agregado. Las inclinaciones del corazón natural no son pecado en sí mismas hasta que son acariciadas, hasta que son deseadas; al consentir malos pensamientos cruzamos el límite entre la maldad y la culpa. La inclinación es mala, pero no somos culpables por esa inclinación sino hasta que decidimos tomar parte activa en ella. “Si la luz viene, y si esta luz es puesta a un lado o rechazada, entonces viene la condenación y la desaprobación de Dios; pero antes de que viniera la luz, no hay pecado, porque no existe luz para ser rechazada.”—Ibíd., vol.1 p.116. De manera que, parece estar bien claro que el pecado esta estrechamente ligado al entendimiento y al conocimiento. “Existen pensamientos y sentimientos sugeridos y propuestos por Satanás que molestan hasta al mejor de los hombres; pero si no son consentidos, si estos son rechazados como repugnantes, el alma no esta contaminada con culpa, y ninguna otra persona es afectada por su influencia.”—Traducido de Review and Herald, Marzo 27,1888. Esos pensamientos y sentimientos, si no son consentidos, no contaminarán con culpa. Los pensamientos y sentimientos están mal. Están allí por la maldad del mundo y por la naturaleza que tenemos que es caída. Pero no contaminan a menos que elijamos consentirlos o ponerlos en práctica. En Consejos sobre la Salud, página 81, Elena de White indica que usar tabaco lastima el cuerpo, pero Dios es misericordioso con aquellos que lo usan en ignorancia. Únicamente hasta que la luz ha llegado es que estos son considerados culpables por el uso del tabaco. Ahora bien, el tabaco tendrá sus efectos negativos. Quizás hasta pueda resultar en un cáncer, pero hasta que la luz viene, la culpa no es imputada. El contraer cáncer no significa, necesariamente, que la persona es culpable y que ha pecado en contra de la luz de la verdad. En conclusión, yo creo que la culpa reside únicamente en esas facultades altas responsables de escoger lo malo, no en las facultades bajas las cuales sufren los efectos de la ley natural y son parte del ciclo de pecado de la tierra. La culpa no puede permanecer en un mundo naturalmente moral sino únicamente en el hombre quien es responsable por las perversiones a la ley moral. La culpa no se agrega así misma a las facultades animales del hombre, sino a esas facultades morales que participan en el ejercicio del poder de elección. El pecado, y sus raíces, es amor propio. A pesar que el pecado es determinado por el motivo en lugar que por el acto. Es la elección de poner al yo primero, y cualquier forma que este tome. El pecado es escoger separarnos de Dios al poner el yo primero. Es la decisión de acariciar lo malo. Es la decisión de permanecer ignorantes de la voluntad de Dios. Es la decisión de ser irresponsables en cuanto a nuestras habilidades y responsabilidades. Sobre el cimiento de la división teológica entre los Adventistas sobre la pregunta de justificación por la fe descansan diferentes creencias sobre la naturaleza del pecado y culpa. El debate real es sobre la naturaleza del pecado. Esta pregunta debe responderse con claridad: ¿Por qué somos culpables y de qué debemos ser perdonados? La respuesta que demos a esta pregunta afectará directamente nuestra percepción de la forma en que Cristo vino a esta tierra. ¿Qué naturaleza tomó Cristo? ¿Qué poderes utilizó? ¿Cómo venció al pecado? Estas preguntas recibirán diferentes respuestas, dependiendo de la conclusión que tengamos referente a la naturaleza del pecado. TRES ¿Cómo vivió Cristo? Este tema ha levantado gran discusión en los últimos años. El propósito de este capítulo es tratar con la pregunta, ¿cómo vino Jesús a esta tierra y cómo vivió como hombre? Debemos dejar que la evidencia hable para que podamos comprender lo que Dios dice acerca de Su Hijo, Jesucristo, y lo que el Hijo dice acerca del Padre. Al discutir la naturaleza del pecado, sugerí que si creemos que pecado y culpa se originan como resultado de la naturaleza, entonces surgirán ciertas conclusiones concretas respecto al tema de justificación por la fe. En este capitulo enfrentaremos la primera de esas conclusiones. Si alguien cree que el pecado viene por naturaleza, que el hombre es culpable y condenado por la naturaleza con la cual nació (sea heredada, imputada o por separación con Dios al nacer), entonces es absolutamente necesario que Cristo no haya nacido de la misma forma en que nosotros nacemos. Si hubiera nacido exactamente como nosotros, heredando culpa o siendo imputada o por separación con Dios, entonces Él hubiera sido culpable y no hubiera podido ser nuestro Salvador, porque nuestro Salvador debe ser sin pecado. Si alguien tiene la posición de que el pecado es por naturaleza y que somos culpables y condenados por esa naturaleza, entonces debe tomar la posición de que Jesucristo tomó la naturaleza de Adán antes de la caída. Así que la decisión tomada acerca de la naturaleza del pecado predetermina la decisión acerca de la forma en que Jesucristo nació. Por otro lado, si alguien toma la posición de que heredamos tendencias que son malas y corruptas, que nuestra naturaleza ciada tiende a movernos en una dirección equivocada, pero que no somos culpables por esa naturaleza sino hasta que decidimos ejercitar esa naturaleza en rebelión en contra de Dios, entonces existe la posibilidad de que Jesús pudiera haber nacido de la misma forma en que usted y yo nacimos. Él pudo haber recibido la misma herencia sin haber escogido ceder a esa naturaleza en rebelión en contra de Dios. Únicamente con el entendimiento de pecado por elección es que esta opción permanece abierta. Entonces, sí existe una diferencia crucial en que creamos que el pecado es por naturaleza o por elección, porque eso determinará las conclusiones que hagamos referente a la humanidad de Jesucristo. ¿Qué clase de hombre fue Jesucristo? ¿Qué naturaleza tomó? ¿En qué era igual a nosotros y en qué era Él diferente? Si creemos que el pecado es por elección, entonces podemos permitir que la evidencia hable por si misma. ¿Nació Jesucristo con una naturaleza caída o no? Vamos a la evidencia para ver lo que la Biblia y el Espíritu de Profecía nos enseñan acerca de Jesucristo y Su naturaleza humana. ¿De que se despojó Jesús así mismo? Comencemos en Filipenses 2, donde Pablo describe a Jesús haciéndose hombre. Este capítulo describe el descenso de Jesucristo a esta tierra y Su ascenso de regreso al cielo. En el versículo 6 dice: “quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.” NVI Este versículo expresa la igualdad de Jesús con Dios el Padre antes de venir a esta tierra—Su estado antes de la encarnación. No necesitaba aferrarse a ser igual a Dios por que Él era Dios. El versículo 7 describe la encarnación. “Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.” NVI. Ahora la palabra griega traducida “se rebajó voluntariamente”, en la versión Reina Valera 60 significa “sino que se despojó a sí mismo.” Para que Jesús pudiera convertirse en hombre debía despojarse a sí mismo de ciertas cualidades divinas, las cuales Él ejercitaba libremente en Su estado PRE-encarnado como Dios. Primero que todo, Él tuvo que poner a un lado Su omnipotencia. Si Jesús iba verdaderamente a vivir y actuar como un hombre, Él no podía actuar como un Dios todo poderoso. Debía actuar de una forma que fuera posible para el hombre imitar. En Juan 5:30, Jesús describe Su relación con el Padre. “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.” “No puedo yo hacer nada por mí mismo” no es un comentario que Jesús hubiera hecho antes de su encarnación. Dios dice que Él hace todas las cosas según Su voluntad. Jesús esta diciendo algo aquí lo cual no se esperaría que Dios dijera. En Juan 14:10-12 agrega, “…sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras…El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará.” Una vez más, estas palabras no son típicas de un Dios. Dios no depende de nadie. Únicamente en la situación de hombre es que hablamos de dependencia. Esto sugiere entonces que Jesús voluntariamente suspendió el ejercicio de Su poder. Cuando Jesús estaba durmiendo en la barca durante la tormenta en el mar de Galilea, “Él no confiaba en la posesión de la omnipotencia. No era en calidad de ‘dueño de la tierra, del mar y del cielo’ cómo descansaba en paz. Había depuesto ese poder, y aseveraba: ‘No puedo yo de mí mismo hacer nada’… Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe—la fe en el amor y cuidado de Dios,—y el poder de aquella palabra que calmó la tempestad era el poder de Dios.”—El Deseado de Todas las Gentes, p.302. Entonces Jesús no utilizó Su propio poder en Sus milagros. El dependió del poder de Su Padre. Cuando sanó al paralítico, Dios le dio poder a Su hijo para realizar ese milagro. También le dio poder a Su hijo para realizar todos los demás milagros. Ver los Testimonios, vol. 8, p. 202. Únicamente en Su resurrección le fue ese poder restituido, cuando Su propia deidad levantó de la tumba a Su durmiente humanidad. Jesús también dejó atrás la memoria de Su pre-existencia. Lucas 2:52 dice que Jesús crecía en conocimiento y estatura. Para crecer en conocimiento, uno debe tenerlo escasamente y se debe aprender. Por lo tanto Jesús, como hombre no pudo haber sido omnisciente, sabiendo todas las cosas, o el aprendizaje hubiera sido imposible. “Las mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisés, le fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre.” “Puesto que él adquirió saber como nosotros podemos adquirirlo… El que había hecho todas las cosas, estudió las lecciones que su propia mano había escrito en la tierra, el mar y el cielo”—El Deseado de Todas las Gentes, p.51. Gradualmente aprendió más acerca de Dios y la salvación y los temas del evangelio. “El misterio de su misión se estaba revelando al Salvador.”—Ibíd., p.58. Eventualmente comprendió quien era y que debía hacer. Esto significa que Él no recordó lo que sabía antes de venir a la tierra. Está bien claro que Él sabía todas las cosas antes de bajar a la tierra. “Antes de venir a la tierra, el plan estuvo delante de él, perfecto en todos sus detalles. Pero mientras andaba entre los hombres, era guiado, paso a paso, por la voluntad del Padre.”—Ibíd., p.121. Antes de venir a la tierra, Él supo todo el ámbito de lo que pasaría al revelarse el plan de la salvación. Pero al vivir en la tierra no supo lo que sabía antes de venir. En la tierra fue guiado por la voluntad del Padre. En Marcos 13:32, Jesús dice, “Pero de aquel día y de la hora [de la segunda venida] nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.” Mientras estuvo en la tierra, no supo cuando vendría de nuevo, porque el Padre no se lo había revelado. El Padre había revelado muchas otras cosas que eran necesarias que Jesús supiera, pero el Padre no le había revelado el tiempo de Su segunda venida. Durante Su vida en la tierra, Jesús no tuvo el conocimiento acerca del futuro, excepto que el Padre se lo revelara. “Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba”—Ministerio de la Curación, p. 380. “El Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de su sacrificio por el Padre.”—El Deseado de Todas las Gentes, p. 701. Justo antes de Su muerte, Jesús no sabía con seguridad que resucitaría. En el principio había dicho que lo haría, porque Su Padre se lo había revelado. Pero ahora cargando todo el peso del pecado, no estaba seguro que saldría de la tumba o ni siquiera que Su sacrificio sería aceptado por el Padre, porque el pecado fue una terrible carga que llevar. Quizás, sea importante que notemos aquí que Jesús murió sin saber con certeza el resultado, pero dispuesto a confiar en Su Padre. Esto fue realmente el costo de la expiación. Jesús temió a la posibilidad que la separación hubiera sido eterna. Está claro que Jesús dejo atrás Su omnisciencia, saber lo que Dios sabe, cuando vino a la tierra. Tenía que ser así, si Él viviría como un hombre. Obviamente Jesús también tuvo que dejar Su omnipresencia. Él, como hombre, estuvo solamente en un lugar en cada momento. También dejó atrás Su gloria. Isaías 53:2 dice que no había nada especial en su apariencia. Dejó atrás la gloria que era Suya para poder vivir como hombre. En resumen, Jesús puso a un lado muchos aspectos de Su deidad. No podía usar esos aspectos de Su deidad que le hacían Dios. Debía vivir como hombre entre hombres. La inactividad de Su deidad significa que esta estuvo inactiva durante la vida de Jesús como hombre. Su deidad compartió el riesgo del fracaso y pérdida eterna, pero no le era permitido hacer algo para prevenir tal consecuencia. Era el hombre Jesús quien tomaba decisiones y actuaba. Ese es el tremendo riesgo de la encarnación. Mientras que es propio decir que Jesús no dejó de ser Dios mientras fue hombre, Jesús puso a un lado esos atributos que lo hacían Dios, para poder vivir como hombre. Dios no puede ser tentado al mal, de acuerdo con Santiago 1, y Jesús fue verdaderamente tentado al mal por Satanás. Por lo tanto, para el plan de la salvación era esencial que Jesús viviera como hombre, únicamente con las habilidades naturales del hombre. Jesús Tomó Nuestra Naturaleza Caída Demasiada discusión se ha centrado sobre si Jesús tomó nuestra naturaleza caída o la naturaleza de Adán antes de la caída. A pesar de que esto quizás parezca como especulación, tiene implicaciones verdaderamente tremendas para el tipo de vida que deberíamos vivir día a día. Entonces examinemos la evidencia. Romanos 8:3 es una de las declaraciones clásicas a cerca de la encarnación de Jesús. “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” ¿Qué significa exactamente ser en “semejanza de carne de pecado”? Hemos escuchado que semejanza no significa igualdad. Ya hemos estudiado algunas de las evidencias bíblicas referente a la verdadera naturaleza humana de Jesús. Se despojó así mismo de aquellas cosas que lo caracterizaban como Dios. Filipenses 2:7 dice, “sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;” La misma palabra griega es utilizada en ambos versículos. En Romanos 8:3 está como “semejanza de carne de pecado.” (Énfasis en Itálica agregado.) Creo que todos estamos de acuerdo que cuando Jesucristo vino a esta tierra Él se convirtió en un hombre real. En efecto, el docetismo, una de las primeras herejías de la iglesia Cristiana, enseñaba que Jesús realmente no se convirtió en hombre, sino que únicamente aparentaba ser un hombre. Creían que cualquier cosa material provenía del mal y por lo tanto Jesús no podía haber tomado un cuerpo físico. Fue en respuesta a esta herejía que Juan dijo (1 Juan 4:2) que debíamos creer que Jesucristo vino en la carne—que Él era un ser humano de carne y hueso, un ser humano real. Ahora, si queremos entender que en Filipenses 2:7 hecho semejante a los hombres significa “verdaderamente” hombre no simplemente “similar al” hombre, entonces ¿qué deberíamos decir acerca de Romanos 8:3 donde encontramos la expresión, “semejanza de carne de pecado”? El Expositores del Testamento Griego (“The Expositors Greek Testament”) comentan sobre Romanos 8:3,4. “Pero el énfasis…es en la igualdad de Cristo hacia nosotros, no en Su desigualdad;…lo que él [Pablo] quiere decir es que Dios envió a Su Hijo en esta naturaleza la cual en nosotros está identificada con el pecado…La carne…en la cual el pecado había reinado fue también esa [carne] en la cual la condenación de Dios por el pecado fue ejecutada.” “La carne significa nuestra naturaleza humana corrupta.”—The Expositors Greek Testament (Grand Rapids, Mich: Wm. B. Eerdmans Pub. Co.) 2:645, 646. Pareciera que si interpretáramos semejanza en Filipenses 2:7 como nuestra naturaleza humana actual, entonces debemos interpretar la palabra semejanza en Romanos 8:3 como la naturaleza pecaminosa actual. ¿Qué creyó Elena de White en este punto? Quizás su declaración más definitiva es encontrada en El Deseado de Todas las Gentes. “Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado.”—Página 32. Aquí tenemos información substancial acerca de cómo y porqué Jesús se hizo hombre. “Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado.” ¿Cómo aceptó esa humanidad? “Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia.” Procede la siguiente pregunta lógica: ¿Cómo funciona esa ley? ¿Cuáles son los resultados del funcionamiento de esa ley? La siguiente oración aclara. “Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos.” Conocemos bien a algunos de Sus antecesores. David y Rahab fueron dos de sus antepasados terrenales ¿Qué heredaron ellos? Creo que sabemos la respuesta a esta pregunta. La siguiente oración dice, “Mas él [Jesús] vino con una herencia tal.” ¡Jesús vino con la herencia que David tenía! David fue Su antecesor terrenal. Jesús acepto el funcionamiento de la gran ley de la herencia de la misma forma que sus antecesores la aceptaron. Esta única declaración es una fuerte afirmación de que el estado en el que nacemos fue el estado en que Jesús nació, en términos de la herencia. Quizás ayudaría un poco saber exactamente qué significa cuando hablamos de herencia. “Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos.”—Patriarcas y Profetas, p. 605. “Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos.”—Ibíd., p. 314 “Estos son aquellos que han heredado temperamentos y disposiciones peculiares.”—Traducido de Testimonies, Vol. 9, p.222. “Él [el Padre] transmite temperamento irritable, sangre contaminada, intelecto debilitado y una moral débil a sus hijos.”—Ibíd., vol. 4, p. 30,31. “Los padres quizás han trasmitido a sus hijos tendencias a apetitos y pasiones.”—Ibíd., vol. 3, p. 567. “Malos rasgos de carácter recibidos al nacer…”—Ibíd., vol. 5, p. 419. “Será bueno recordar que las tendencias de carácter son transmitidas de padres a hijos.”—Ibíd., vol. 4, p. 439. “En tanto que Adán había sido creado sin pecado, a la semejanza de Dios, Set, así como Caín, heredó la naturaleza caída de sus padres”—Patriarcas y Profetas, p.68. Si está claro que nosotros como individuos heredamos características, tendencias y rasgos de carácter de la naturaleza caída que recibimos de nuestros padres, y si Jesús aceptó el funcionamiento de la gran ley de la herencia, creo que la única conclusión posible es que Jesús heredó una naturaleza caída. Si nosotros heredamos una naturaleza caída y Él aceptó los resultados del funcionamiento de la gran ley de la herencia, entonces ¿qué debió Él haber heredado? No existe evidencia que sugiera que Jesús heredó únicamente los resultados físicos de la caída, como hambre, debilidad, sentirse sediento y moralidad, pero que Él no heredó rasgos de carácter. Estas áreas no pueden ser separadas. Si la ley de la herencia era operativa, operó en su totalidad. Si nosotros recibimos rasgos de carácter de nuestros padres, entonces Jesús recibió rasgos de carácter de Su madre, puesto que ella era, en su totalidad, una madre humana. Si nosotros no creemos que ella fue inmaculadamente concebida, entonces creemos que ella tenía la misma naturaleza que cada ser humano posee. En el estudio sobre la humanidad de Jesucristo de Harry Johnson, hace esta declaración: “El Nuevo Testamento apoya la teoría que Jesús nació a la humanidad y tomó completamente la naturaleza humana de María, y la deducción obvia es que parte de su herencia fue una ‘naturaleza humana caída.’ No existe evidencia que sugiera que la cadena de herencia entre Jesús y Maria fue rota.” Este es el punto crucial. No hay evidencia que la cadena de herencia fue rota. Lo que Cristo heredó fue lo mismo que nosotros heredamos. Harry Johnson continúa diciendo, “El nacimiento de Jesús significa que Él penetró completamente en nuestra situación humana, y que vino en la naturaleza humana como lo era debido a la caída. …El peso de la prueba debe recostarse en aquellos que aceptan la doctrina de una “debilidad heredada”, y aún sostienen que Jesús tomó la verdadera naturaleza humana de Su madre pero sin heredar los resultados de la caída.”—Traducido de The Humanity of the Savior (London: The Epworth Press, 1962), pp.44, 45 (La Humanidad del Salvador) El peso de la prueba está con aquellos que dicen que hubo una interferencia en la herencia que María transmitió a Jesús. La evidencia de la Biblia y el Espíritu de Profecía indican que Su herencia fue la misma que la nuestra. Cuando Jesús fue asediado por el tentador, las cosas no eran iguales a cómo fueron con Adán. “Durante cuatro mil años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada.”—El Deseado de Todas las Gentes, p. 92. En Mensajes Selectos, libro 1, páginas 267,268, encontramos virtualmente lo mismo. “Tomando nuestra naturaleza caída, Él mostró en lo que se convertiría”—Ibíd., libro 3, p.134. Muchas veces Elena de White se refiere a la naturaleza caída de Cristo, la condición caída, la naturaleza pecaminosa. Ver Primeros Escritos, p. 150; Mensajes Selectos, libro 1, p. 267; La Historia de la Redención, p. 45. Ella no insinúa que esto se le imputó a Él; dice que es suyo por experiencia. “La naturaleza de Dios, a quien se le había transgredido su ley, y la naturaleza de Adán, el transgresor, se encontraron en Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.”—Traducido de Manuscript 141, 1901. “Fue ordenado por Dios que Cristo tomara sobre sí mismo la forma y naturaleza del hombre caído.”—Traducido de Spiritual Gifts, vol. 4, p. 115. Era importante que Cristo tomara ambos, la forma y la naturaleza del hombre caído. Si Cristo no hubiera descendido completamente a nuestro nivel, Satanás hubiera gritado inmediatamente que se había cometido algo injusto, y nada en el nombre de la justicia hubiera podido realizarse para responder a la pregunta básica del plan de la salvación. Ponerlo a Él por encima de nuestra naturaleza, viviendo en la naturaleza de Adán, es oscurecer la asombrosa victoria que ganó por nosotros. “A pesar que Él tuvo toda la fuerza de la pasión humana, nunca cedió a la tentación para hacer un simple acto que no fuera puro, elevado y ennoblecedor.”—Traducido de In Heavenly Places, p. 155. Él experimentó la fuerza de nuestra pasión. Conoció nuestras debilidades. Conoció nuestra postura. Nuestros sentimientos. “Adán fue tentado por el enemigo, y cayó. No fue que hubiera pecado dentro de él que causó que cediera; porque Dios lo había creado puro y recto, a Su imagen. El fue sin culpa como los ángeles delante del trono. No había en él principios corruptos, tendencias al mal. Pero cuando Cristo vino a enfrentarse con las tentaciones de Satanás, Él llevo la ‘semejanza de carne de pecado.’”—Traducido de Sings of the Times, Octubre 17, 1900. Cuando Jesucristo tomó la semejanza de carne de pecado, no fue la naturaleza de Adán, la cual era sin culpa como la de los ángeles ante el trono, sin tendencias a hacer el mal dentro de él. Pero Jesús tomo la semejanza de carne de pecado. “Sabe por experiencia lo que es la flaqueza humana, lo que son nuestras necesidades, y en qué consiste la fuerza de nuestras tentaciones, porque fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”—Ministerio de la Curación, p. 47 ¿En dónde descansa la fuerza de nuestras tentaciones? Seguro, adentro de nuestra propia naturaleza la cual está inclinada hacia el mal. Él sabe por experiencia lo que eso significa. “Cristo en realidad unió la naturaleza desagradable del hombre con Su propia naturaleza sin pecado.”— Traducido de Review and Herald Julio 17, 1900. Note que unió la desagradable naturaleza del hombre con Su naturaleza sin pecado. Era una naturaleza pura; una naturaleza bella. Una naturaleza la cual automáticamente quiere hacer lo bueno no es una naturaleza desagradable. Parece claro que tenemos una excelente evidencia en la Biblia y el Espíritu de Profecía que dice que Jesucristo nació como nosotros nacimos, con las tendencias y actitudes que nosotros recibimos. Sin Tendencias al Mal Pero existe otro aspecto de la humanidad de nuestro Señor. Jesús no fue exactamente de la misma forma en que somos nosotros, porque él tuvo un Padre que fue el Espíritu Santo. Elena de White da unas advertencias importantes. “Sea cuidadoso, extremadamente cuidadoso de la forma en que medita en cuanto la naturaleza humana de Cristo. No lo ponga delante de las personas como a un hombre con tendencias a pecar. Él es el segundo Adán. El primer Adán fue creado puro, criatura sin pecado, sin una sola mancha de pecado sobre él; el fue la imagen de Dios. Por el pecado su posteridad nació con tendencias heredadas a la desobediencia. Pero Jesucristo fue el Hijo unigénito de Dios. Él tomó sobre sí mismo la naturaleza humana, y fue tentado en todo como la naturaleza humana es tentada. Él pudo pecar; pudo haber caído, pero ni por un momento existió en Él tendencia al mal. Fue acechado con tentaciones en el desierto, como Adán fue acechado con tentaciones en el Edén. “Nunca, en ninguna manera, deje la más mínima impresión sobre la mente humana que una machan de, o inclinación a, corrupción descansó sobre Cristo…Que todo ser humano esté sobre aviso de meterse en el terreno de hacer a Cristo del todo humano, como uno de nosotros; porque no puede ser así” Traducido de los Comentarios de Elena G. de White, Comentario Bíblico Adventista, vol. 5, pp. 1128, 1129. “El es hermano en nuestras debilidades pero no en la posesión de pasiones similares a las nuestras. Como el Único sin pecado, su naturaleza rechazaba el mal. El soportó pruebas y la tortura del alma en un mundo de pecado.” – Traducido de Testimonies, Vol. 2, pp202. “El era un Intercesor poderoso y no poseía las pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero estaba rodeado de nuestras mismas debilidades.” – Ibíd., p. 509 Ahora debemos empezar por examinar el uso que Elena de White le da a la palabra “tendencia.” La evidencia indica que ella usaba la palabra con diferentes tonos de significado en diferentes contextos. Algunas veces tendencia podría referirse a tendencias naturales humanas, tales como las que Adán tuvo antes de la caída, mientras que en otros casos podría referirse a tendencias de la humanidad caída. Pero cuando Elena de White califica la palabra tendencia con adjetivos tales como mal, pecaminoso, egoísta o mundano, ella se está refiriendo a patrones de hábitos desarrollados. Por ejemplo ella dice, “No debemos mantener ninguna tendencia pecaminosa.”—Traducido de Ellen White comments, S.D.A. Bible Commentary, vol. 7, p. 943. Si tendencia se refiere a un patrón de hábitos cultivados o elegidos, entonces es cierto que no necesitamos retener o mantener esas tendencias pecaminosas. “La indulgencia, complacencia propia, orgullo y extravagancia deben ser renunciados. No podemos ser Cristianos y complacer éstas tendencias.”—Traducido de Review and Herald, Mayo 16, 1893. Estas tendencias son claramente patrones de pensamiento escogidos. Podríamos hasta decir que una tendencia pecaminosa se refiere a tendencias cultivadas. El punto crucial es que a una tendencia pecaminosa se le permite que se desarrolle de nuestra tendencia heredada a hacer el mal. Jesús nunca desarrolló tales tendencias pecaminosas. Elena de White también utiliza la palabra pasión en diferentes formas. En algunos casos pasión se refiere a deseos humanos aceptables adquiridos a través de la herencia natural. De esta manera puede ella decir que Jesús acepto “toda la fuerza de la pasión de la humanidad.” También utiliza la palabra pasión en un sentido más negativo, al referirse al desarrollo de tendencias pecaminosas adquiridas a través de la corriente heredada. Jesús nunca obtuvo tales pasiones. Una ves mas la distinción crucial está entre lo que es heredado al nacer, por lo cual no somos culpables y por lo cual Cristo no fue culpable, y las tendencias pecaminosas y pasiones las cuales los pecadores escogen desarrollar después del nacimiento, la cuales Cristo nunca desarrolló. Muchos se han preguntado porqué nosotros desarrollamos estas tendencias mientras que Cristo no las desarrolló. Debe admitirse que este fue el período de la vida de Cristo (desde el nacimiento a la edad donde ya existe responsabilidad) acerca de la cual tenemos muy poca información en los escritos inspirados. Por lo tanto cualquier conclusión debe permanecer relativamente tentativa. Algunos sugieren que los padres guiaron cuidadosamente el desarrollo de la mente del bebé Jesús para que no fueran desarrolladas tendencias pecaminosas en Él. Otra sugerencia es que la habilidad de discernir entre lo malo y lo bueno estuvo presente desde muy temprano en el niño Jesús y era ejercitada para prevenir que se desarrollaran las tendencias pecaminosas. Otra sugerencia es que no se pretendía que la infancia de Cristo fuera el ejemplo para la humanidad; por lo tanto los eventos que ocurrieron durante Sus primeros años no son temas relevantes en el gran conflicto. La sugerencia de la cual soy partidario es que por Su nacimiento sobrenatural a través del Espíritu Santo, Él nació de la manera en la que nosotros volvemos a nacer (nuestro nuevo nacimiento como hijos de Dios). Porque el poder del Espíritu Santo estaba dirigiendo Su vida desde el nacimiento, él no desarrolló hábitos o tendencias pecaminosas las cuales nosotros desarrollamos al nacer. No importa cual sugerencia sea adoptada referente a los primeros años de la vida de Jesús, el tema central no debe ser oscurecido. Si la vida de Jesús debe tener algún significado como ejemplo para nosotros, entonces es crucial que Él herede lo que nosotros heredamos. No importa las decisiones que tome, no puedo cambiar mi naturaleza caída. No puedo tener la naturaleza de Adán antes de la caída, no importa cuanto me rinda a Dios. Si la obediencia perfecta de Jesús fue basada sobre el hecho de que Él tenía una naturaleza no caída, entonces Él tuvo una ventaja que yo nunca podré tener. No obstante, si la obediencia perfecta de Jesús fue basada sobre el control que le permitió ejercer al Espíritu Santo sobre su vida, entonces yo también puedo escoger ese control para mi vida, y puedo vivir una vida de obediencia total. Puedo tener esa “ventaja.” El siguiente enunciado quizás sea un buen resumen de este punto. “Cristo no obtuvo la misma pecaminosa, corrupta y caída infidelidad que nosotros poseemos, porque entonces no habría podido ser la ofrenda perfecta.”— Traducido de Manuscript, 94, 1893. Es la infidelidad lo que es el problema. La herencia no nos hace culpables, pero la decisión de ejercitar nuestra naturaleza caída produce la culpa. Elena de White describe estos puntos juntos en una sola oración. “Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó de su pecado en lo más mínimo...No debemos tener dudas en cuanto a la perfección impecable de la naturaleza humana de Cristo.”—Mensajes Selectos, tomo 1, página 300. Jesús tomó la naturaleza del hombre en su condición caída, pero Él nunca participó en el pecado. Él nunca escogió de la forma que nosotros escogemos. Jesús fue el cordero de Dios sin mancha con una naturaleza y cuerpo caído. Harry Johnson, al referirse a la herencia que Jesús recibió, dice, “Cristo debió haberse rebajado al nivel del hombre caído y aceptado la humillación voluntaria de descender al nivel al cual el hombre había caído a través del pecado de Adán y a través de los pecados de las generaciones subsecuentes…La humanidad no estaba en el estado de Adán antes de la caída, y por lo tanto la respuesta usual de que Cristo asumió una naturaleza humana perfecta, la naturaleza humana como Dios la creó originalmente, tiene el efecto de debilitar la fuerza del paralelo. El hombre no estaba en el estado de Adán antes de la caída, y ya que este era el caso, algo mucho más drástico se necesitaba si los efectos de la caída de Adán habían de ser vencidos. Si había de venir “el segundo Adán a la batalla”, entonces Él debía descender a la profundidad en la cual la humanidad había caído....y en Sí mismo levantar a la humanidad de su profunda caída a un nuevo nivel de vida.” Jesús tenía que descender al nivel en el cual encontró al hombre después de la caída, no al nivel en el cual Él originalmente había creado al hombre. Johnson prosigue, “Si Jesús asumió naturaleza humana perfecta intocable por la caída, entonces significaría que Él no se pone lado a lado con el hombre y su necesidad…si Jesús hubiera asumido ‘naturaleza humana no caída” hubiera habido un abismo entre Jesús y aquellos a quienes Él representaría delante de Dios, el abismo creado por el pecado…Él se paró al lado de los pecadores en el sentido que Él había asumido una naturaleza humana afectada por la caída…Si Jesús asumió una naturaleza humana perfecta, Él cruzó el abismo entre Dios y el hombre, pero aquel espacio entre el hombre caído y lo no caído aun necesitaría un puente. Si, no obstante, Cristo compartió nuestra ‘naturaleza humana caída,’ entonces Su trabajo mediatorio como Sumo Sacerdote crea el puente que cubre todo el abismo y une al hombre caído en su desesperada necesidad de Dios. Es por razones de la salvación que se necesita esta hipótesis acerca de la Persona de Cristo.” (Traducido de Harry Jonson, The Humanity of the Saviour, London, The Epworth Press, 1962, pp. 87, 124, 125) ¿Cuál Fue La Acusación De Satanás? Se ha dicho que la acusación hecha por Satanás en contra de Dios fue que el hombre no caído, Adán, no podría obedecer la ley de Dios. Por lo tanto Jesús tenía que tomar la naturaleza de Adán para probar que la acusación de Satanás estaba equivocada. Algunos afirman que la acusación de Satanás no tenía nada que ver con el hombre caído, sino únicamente con el hombre perfecto. Sostienen que Satanás declaró que el hombre perfecto no podría obedecer la ley de Dios. Sin embargo, el siguiente enunciado nos dice que la verdad es exactamente lo opuesto. “Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podía guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán. Y él afirmaba que toda la raza humana estaba bajo su dominio.”—Mensajes Selectos, Tomo 3, p. 153. “Satanás declaró que era imposible para los hijos e hijas de Adán guardar la ley de Dios, y de esta manera acusó a Dios de falto de sabiduría y amor. Si ellos no podían guardar la ley, entonces había una error con el dador de la ley.”—Traducido de Signs of the Times, Enero 16, p. 1896. ¿En quién estaba enfocando su acusación? En el hombre caído—los hijos e hijas de Adán. Si ellos no podían guardar la ley, entonces la ley de Dios era defectuosa. La acusación fue hecha respecto a nuestra habilidad de guardar la ley. Elena de White prosigue: “Los hombres que están bajo el control de Satanás repiten estas acusaciones en contra de Dios, al declarar que el hombre no puede guardar la ley de Dios. Jesús se humillo así mismo, vistiendo Su divinidad con humanidad, para que Él pudiera pararse como la cabeza y representante de la familia humana y por ambos, precepto y ejemplo, condenar el pecado en la carne y hacer mentira las acusaciones de Satanás.” Si las acusaciones de Satanás fueran que el hombre caído no puede obedecer la ley de Dios, entonces la única forma en que Jesús podía hacer mentira esta acusación de Satanás era probando que el hombre caído si podía obedecer la ley de Dios. “Cristo guardó la ley, comprobando mas allá de cualquier controversia que el hombre también puede guardarla.”—Traducido de Review and Herald, Mayo 7, 1901. “Él vino a este mundo para ser tentado en todo como nosotros somos tentados, para probarle al universo que en este mundo de pecado los seres humanos pueden vivir vidas que Dios aprobará.” “Satanás declaró que los seres humanos no podían vivir sin pecado.”—Ibíd., Marzo 9, 1905. ¿En dónde están los seres humanos que Satanás dijo que no podían vivir sin pecado? Están en este mundo de pecado. Entonces la acusación de Satanás es en contra del hombre caído, que él no puede obedecer la ley de Dios. Satanás está diciendo que nosotros, los que estamos viviendo hoy no podemos obedecer la ley de Dios. Así que Jesucristo tenía que demostrar que el hombre caído puede obedecer la ley. La acusación de Satanás y la respuesta de Cristo involucran la naturaleza caída. Si la acusación de Satanás no fue únicamente en contra de Adán pero en contra de nosotros, entonces el que Cristo hubiera tomado una naturaleza no caída para nada hubiera sido suficiente en contra de la acusación de Satanás. Cristo tenía que tomar naturaleza caída para confrontar la acusación de Satanás. ¿Cómo Fue Tentado Cristo? Hebreos 4:15 dice que Jesús fue tentado en todo como nosotros somos tentados, y sin pecado. Ser tentado en todo como nosotros significa que Él fue tentado de la misma forma en que nosotros somos tentados. “Si tuviésemos que soportar algo que Jesús no soportó, en este detalle Satanás representaría el poder de Dios como insuficiente para nosotros…Soportó toda prueba a la cual estemos sujetos.”—Deseado de Todas las Gentes, p. 16. “Las seducciones que Cristo resistió son las mismas que nosotros encontramos tan difíciles de resistir”—Ibíd., p. 91. ¿No son nuestros problemas básicamente egoísmo y orgullo y los deseos que vienen de nuestra naturaleza caída? ¿No caemos a menudo por los deseos internos que nos desvían? Si Jesús no tuvo ninguno de estos deseos, ¿pudo entonces ser verdad que Él fue tentado en todo como lo somos nosotros? “Cristo fue puesto a la prueba extrema, requiriendo toda la fortaleza de todas Sus facultades para resistir la inclinación cuando estaba en peligro de usar Su poder para librarse del riesgo.”—Traducido de Ellen G. White Comments, S.D.A. Bible Commentary vol. 7, p.930. Note que Él tenía que resistir a la inclinación de utilizar Su poder. ¿De dónde vino esa inclinación si no fue de adentro, de Sus propios deseos? ¿Porqué dijo Jesús, “Porque no busco mi voluntad” (Juan 5:30), y “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad” (Juan 6:38)? ¿Por qué sería necesario decir esto si Su propia voluntad no iba a ser afectada por el pecado de Adán? Pero si Su propia voluntad y Su propia inclinación eran parte de Su naturaleza caída, entonces tiene sentido que Él pidiera que se hiciera la voluntad de Su Padre. “La voluntad humana de Cristo no lo hubiera conducido al desierto de la tentación, para ayunar, para ser tentado por el diablo. No lo hubiera llevado a soportar humillación, escarnio, reproche, sufrimiento y muerte. Su naturaleza humana se echó atrás en todas estas cosas así como la nuestra decididamente se echa atrás por ellas... ¿Para qué vivió Cristo? Para hacer la voluntad de Su Padre.”—Traducido de Signs of the Times, Octubre 29, p.1894. “Hemos permanecido demasiado en el hábito de pensar que el Hijo de Dios era un ser exclusivamente tan exaltado por encima de nosotros que es una imposibilidad para Él entrar en nuestras aflicciones y tentaciones, y que no puede comprendernos en nuestras debilidades humanas. Esto es porque no tomamos en cuenta el hecho de su unidad con la humanidad. Él tomó sobre sí la semejanza de carne de pecado, y fue hecho en todo aspecto como sus hermanos.”—Ibíd., Mayo 16, 1895. Si Él verdaderamente vino para entrar en nuestras debilidades y tentaciones entonces debe ser cierto que Él tomó todo lo que nos hace de la forma que somos, para que Él entonces pueda mostrarnos la forma de vencer esas debilidades y tentaciones. “Si no hubiera sido participante de nuestra naturaleza, no podría haber sido tentado como lo ha sido el hombre. Si no le hubiera sido posible rendirse ante la tentación, no podría ser nuestro ayudador.”—Mensajes Selectos, tomo 1, p. 477. En otras palabras, Él debía vivir a nuestro nivel. Él debía vivir de la forma en que nosotros vivimos. Jesucristo nuestro Salvador experimentó nuestros sentimientos. Experimentó nuestras tentaciones. Supo que era querer ir en dirección equivocada. Supo que era sentir la tentación de rebelarse en contra de Dios y esa tentación se originó dentro de Su naturaleza. Jesús debió enfrentar la batalla como nosotros debemos hacerlo. Él debía “pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna.”—El Deseado de Todas las Gentes, p. 33. ¿Cómo venció Jesús? Jesús venció al depender en el poder de Su Padre, a través de la comunión con Él. “Su divinidad estaba escondida. Él venció teniendo naturaleza humana, dependiendo del poder de Dios.”—Traducido de The Youth Instructor, Abril 25, 1901. “La Majestad del cielo se hizo cargo de la causa del hombre y con la misma ayuda que puede obtener el hombre resistió las tentaciones de Satanás así como el hombre debe resistirlas.”—Mensajes Selectos, tomo 1, p.295. “Y no ejerció en favor suyo poder alguno que no nos sea ofrecido generosamente. Como hombre, hizo frente a la tentación, y venció en la fuerza que Dios le daba.”—Deseado de Todas las Gentes, p. 16 Recuerde que el poder de la naturaleza perfecta de Adán no nos es ofrecido a nosotros. Eso sería un poder grandioso en la batalla contra del pecado. Para Adán era natural hacer lo correcto. Para nosotros es natural hacer lo incorrecto. Los impulsos son totalmente diferentes. Si el poder de la naturaleza de Adán hubiera sido ejercitado por Jesús, ese hubiera sido un poder grandioso que a nosotros no nos es ofrecido generosamente. “Si Cristo hubiera tenido poder especial que el hombre no tiene el privilegio de poseer, Satanás se hubiera valido de este argumento.”—Mensajes Selectos, tomo 3, p. 157. La victoria de Jesús es extraordinaria, no porque siendo Dios actuó como Dios, sino porque siendo hombre no actuó como todos los hombres. Jesús en naturaleza de hombre vivió una vida que Satanás dijo no podría vivirse. El aspecto asombroso acerca de la vida de Jesús fue que Él vivió una vida supuestamente imposible de vivir. Si Jesús hubiera vivido un vida sin pecado en cualquier nivel diferente a nuestro nivel caído, la pregunta “¿Qué prueba eso?” nunca hubiera sido respondida. “En nuestras conclusiones, cometemos muchos errores por nuestros puntos de vista erróneos a cerca de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando damos a Su naturaleza humana un poder que no es posible que el hombre obtenga en sus luchas con Satanás, destruimos la totalidad de Su humanidad.”—Traducido de Ellen G. White Comments, S.D.A. Bible Commentary, vol. 7, p. 929. Simplemente no está a nuestra disposición el poder de la naturaleza de Adán. La advertencia es clara, que al dar a la naturaleza de Cristo algún poder que nosotros no podemos poseer, destruimos la totalidad de Su humanidad. “El Señor demanda ahora de cada hijo e hija de Adán…que le sirvan en la naturaleza humana que poseemos ahora…Jesús…pudo únicamente guardar los mandamientos de Dios de la misma forma en que la humanidad los puede guardar.”—Ibíd. ¿Cómo podemos guardarlos? Ciertamente no con la naturaleza de Adán. Solo los podemos guardar con la naturaleza que poseemos ahora—naturaleza caída. Y Jesús guardó los mandamientos de Dios de la misma forma en que nosotros debemos guardarlos. Jesús venció así como nosotros debemos vencer. La victoria de Jesús fue la victoria de depender en Su Padre. Él venció a través de una entrega y oración diaria. Vea el Deseado de Todas las Gentes, página 330. “Dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de oración, buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer frente a los deberes y las pruebas.” “Como hombre, suplicaba al trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba de una corriente celestial que conectaba a la humanidad con la divinidad. Por medio de la comunión continua, recibía vida de Dios a fin de impartirla al mundo. Su experiencia ha de ser la nuestra.”—Ibíd., P. 330. Cuando Jesús vino a esta tierra, aceptó la naturaleza humana con todo lo que eso representa, pero Él diariamente se sometía al control del Espíritu Santo. Fue lleno de poder de lo alto, y ese poder dirigía cada paso de Su vida, cada acto y palabra. Vivió Su vida en total armonía con la voluntad de Dios. Obviamente este entendimiento de la naturaleza de Cristo tiene implicaciones evidentes para nosotros. “Así también hemos de vencer nosotros como Cristo venció.”—Ibíd., P. 354. “En Su humanidad, se sostuvo de la divinidad de Dios; y esto tiene el privilegio de hacer cada miembro de la familia humana.”—Traducido de Signs of the Times, Julio 17, p. 1897. Cada miembro de la familia humana puede tomar parte de la divinidad de Dios así como lo hizo Cristo. Él no hizo algo que nosotros no podamos hacer. “Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él vivió.”—Deseado de Todas las Gentes, paginas 619, 620. “La obediencia de Cristo hacia su Padre es la misma obediencia que se requiere del hombre…Él no vino a este mundo a dar la obediencia de un Dios menor a un Dios mayor, pero como un hombre a obedecer la santa ley de Dios, y en este sentido Él es nuestro ejemplo. El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no a demostrar lo que Dios puede hacer, sino lo que un hombre puede hacer, a través de la fe en el poder de Dios que brinda ayuda en cada emergencia.”—Traducido de Ellen G. White Comments, S.D.A. Bible Commentary, vol. 7, p. 929. “Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la misma manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si hacen lo que Cristo hizo.” “Se ha hecho abundante provisión para que el hombre finito y caído pueda relacionarse de tal manera con Dios que, gracias a la misma Fuente por la cual Cristo venció en su naturaleza humana, el hombre pueda resistir firmemente toda tentación como lo hizo Cristo.”—Mensajes Selectos, tomo 3, p. 146 “se aferró del trono de Dios, y no hay hombre o mujer que no tenga acceso a la misma ayuda a través de la fe en Dios. El hombre puede ser partícipe de la naturaleza divina.” “Así se combinan la divinidad y la humanidad.”—Mensajes Selectos”, tomo 1, p. 426. “Es el privilegio de cada creyente llegar a poseer la naturaleza de Cristo, una naturaleza muy por encima de la que Adán perdió por su transgresión.”—Alza Tus Ojos, p. 17. “Cristo…vino a esta tierra a vivir la vida de obediencia que Dios requiere que nosotros vivamos.”—Traducido de General Conference Bulletin, 1901, p. 481. “Justamente lo que tu puedes ser Él lo fue en naturaleza humana.”—Traducido de Ellen G. White, Letter 106, 1896. “Su vida testificó de que en base a la ayuda del mismo poder divino que Cristo recibió, es posible que el hombre obedezca la ley de Dios.”—Mensajes Selectos, tomo 3, p. 149. Nuestro Salvador y Señor es ambos, nuestro Substituto y nuestro Ejemplo. Él da ambos, la seguridad del perdón y el poder para vivir sin pecado. Ha demostrado que no necesitamos vivir más en rebelión. Jesús probó que con Dios lo imposible es posible. La encarnación fue el mayor riesgo de Dios y Su mayor victoria en el conflicto cósmico con Satanás. Por esto nuestro futuro brilla de esperanza. Por la victoria de Cristo en nuestra naturaleza caída, el camino está ahora preparado para que Dios haga lo imposible en nosotros, quienes compartimos con toda la humanidad la naturaleza caída. Lo que es totalmente imposible desde un punto de vista humano quizás sea simplemente la oportunidad de Dios de conseguir una vez más lo imposible. CUATRO La Imposibilidad para el Hombre— Posibilidad para Dios Perfección parece ser una palabra problemática en estos días. ¿Qué es lo que realmente significa? Lo primero que deberíamos decir es que perfección es el resultado final de la justificación por la fe. No es el método ni el fundamento de la justificación por la fe. Es la conclusión del proceso de justificación y santificación. Algunos creen que no es espiritualmente saludable enfatizar el tema de la perfección. Sugieren que hablar de perfección o de no pecar es peligroso porque le quita la gloria a Cristo y les roba a los cristianos la seguridad de la salvación, al punto de que la venida de Jesús es temida en lugar de bienvenida. Un estudiante en una de mis clases en Pacific Union College escribió un resumen muy claro acerca de esta actitud hacia la perfección. Indicó que la perfección es imposible de definir sin definir el pecado, puesto que perfección es la ausencia de pecado. Puesto que hemos nacido al pecado, nuestro problema son los malos deseos que hemos heredado, los cuales hacen imposible que hagamos otra cosa mas que pecar hasta la segunda venida de Cristo. Hasta un cristiano totalmente entregado tendrá malos pensamientos sugeridos por su entorno debido a su naturaleza pecaminosa, y esto lo hará menos que perfecto. Declaró que la vida sin pecado de Cristo fue producida por la naturaleza no caída. Cristo no es nuestro ejemplo porque no comenzó a nuestro nivel por lo tanto no se debe esperar que nosotros finalicemos en Su nivel. La conclusión de este estudiante fue que la perfección será posible únicamente cuando nuestra naturaleza pecaminosa sea cambiada en la segunda venida. Puesto que somos pecadores por naturaleza, no podemos dejar de pecar en esta vida. ¿Se da usted cuenta como las decisiones acerca de la naturaleza del pecado y la naturaleza de Cristo afectarán las decisiones en todas las áreas de la justificación por la fe? Si las ideas que he resumido son verdad, entonces deberíamos redefinir una gran mayoría de lo que hemos creído y enseñado por muchos años en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Si estas ideas no son verdaderas, entonces necesitamos saber el porqué no lo son. Necesitamos volver a examinar la evidencia. Definiciones Es crucial que definamos pecado, sin pecado y perfección tan cuidadosamente como sea posible. Si el significado principal de pecado es pecado por naturaleza, entonces nos convertimos en pecadores cuando nacemos a este mundo. No obstante, si el significado principal de pecado es un carácter pecaminoso, entonces somos pecadores por lo que escogemos después de ser capaces de escoger entre lo bueno y malo. Si pecado es nuestra naturaleza, entonces no tenemos control sobre él, y somos pecadores por naturaleza. Pero si el pecado es nuestro carácter, entonces tenemos control sobre las elecciones que hacemos, y somos pecadores por elección. Sobre las mismas bases, si ser sin pecado significa una naturaleza sin pecado, entonces esto es posible únicamente en la segunda venida de Cristo, porque mantenemos nuestra naturaleza pecaminosa hasta ese día. No obstante, si ser sin pecado significa un carácter sin pecado, entonces es posible lograrlo cuando sea que decidamos no pecar. Nuestra definición de pecado es el factor determinante. Si nos referimos a la naturaleza cuando usamos la palabra pecado, entonces no puede existir perfección sino hasta la segunda venida de Cristo. Si nos referimos al carácter cuando usamos el término pecado, entonces perfección de carácter es una posibilidad antes de la segunda venida de Cristo. Con estas definiciones en mente, analicemos la palabra perfección. Hay por lo menos cuatro definiciones de perfección que son relevantes. La primera es perfección absoluta. Algunas veces se dice que nosotros como seres humanos nunca podremos ser absolutamente perfectos. Esto es correcto, porque perfección absoluta describe a Dios mismo. No hay otra perfección absoluta. De manera que, perfección absoluta no es posible para los seres creados—ni para los seres humanos ni para los ángeles. “La perfección angelical falló en el cielo. La perfección humana falló en el Edén”—Traducido de Our High Calling, p.45. Cuando Lucifer comenzó a sugerir que Dios era injusto, casi de la mitad de las huestes angelicales que le escuchó pensó que quizás él tenía razón. Entonces Dios sostuvo un concilio celestial en el cual presentó la verdad acerca de Jesucristo como Dios en su totalidad, mostrando por lo tanto que los desafíos de Lucifer no tenían fundamento. Ver Patriarcas y Profetas, p.14. Luego de ese concilio aproximadamente un tercio de los ángeles se unió a Lucifer y fueron echados fuera del cielo. (La referencia se encuentra en inglés en Testimonies volumen 3, pág. 115) Esto significa que un número significativo de los ángeles que habían escuchado a Lucifer y habían pensado que él quizás estaba en lo cierto cambiaron de parecer. Por lo tanto, no podemos utilizar el término perfección absoluta para describir a estos ángeles quienes cambiaron su forma de pensar a cerca de Dios y Lucifer. De hecho, los ángeles no estuvieron totalmente convencidos de que Dios estaba en lo correcto y que Satanás estaba equivocado sino hasta la cruz. Fue hasta entonces que eliminaron totalmente de Satanás todo su afecto. Ver El Deseado de todas las Gentes, pág. 707. Seguramente entonces, es justo decir que perfección absoluta no es un término que podemos aplicar cuando discutimos el tema justificación por la fe, puesto que ni siquiera aplica a los ángeles, sino únicamente a Dios. La segunda definición de perfección es perfección de naturaleza. Nuestra naturaleza pecaminosa será eliminada únicamente a la segunda venida de Cristo, después de la cual no habrá más incitaciones pecaminosas internas. Así que, naturaleza perfecta, la cual involucra la eliminación de la tentación que viene de adentro de la persona, ocurrirá únicamente en la segundo venida de Cristo. No podemos experimentar naturaleza perfecta antes de este evento. No obstante, si nuestra definición de pecado y sin pecado se enfoca en el carácter, entonces podemos discutir los significados de perfección que serían alcanzables para nosotros hoy. Hay por lo menos dos aspectos del carácter que pueden ser descritos por las palabras perfecto o perfección. El primero es rendir el carácter. Esto ocurre en el momento de la conversión, cuando rendimos nuestras vidas completamente a Cristo. En ese momento somos contados perfectos en Cristo. Nuestra perfección está completa en ese momento, pero solo estamos comenzando a caminar con el Señor. Estamos completamente rendidos al punto en que comprendemos nuestra condición y la voluntad de Dios para nosotros. Dios aceptará una entrega total de todo lo que sabemos acerca de nosotros en ese momento. Por lo tanto, nuestra entrega de carácter o el rendir nuestro carácter, es perfecta porque es contada como perfecta por Dios. Pero hay otro concepto que debemos examinar—madurez de carácter. Si creemos que el pecado está sobre la base de la elección, entonces debemos también creer que podemos elegir no pecar. Madurez de carácter es simplemente la madurez de la cosecha en la vida del individuo. Estamos madurando en Cristo cuando ya no escogemos pecar más en contra de Dios. Escogemos no rebelarnos y eso puede ocurrir en cualquier momento. Si Jesucristo en verdad vive en nosotros a través del proceso de justificación y santificación, entonces Él controla nuestra vida, y nosotros no pecamos porque Cristo no peca. Cristo no hace algo que no esté en armonía con Su voluntad. Cuando pecamos, estamos escogiendo el control de Satanás. Estamos escogiendo dejar que Satanás opere en nuestra vida. Este concepto puede ser expresado de una simple pero clara manera. Cristo entra—el pecado sale. El pecado entra—Cristo sale. No podemos tener a Cristo y al pecado reinando sobre el trono de la vida al mismo tiempo. Cristo no aceptará un corazón dividido. En un carácter maduro Cristo está en control total, y por lo tanto no estamos escogiendo acciones rebeldes. Estamos escogiendo no rebelarnos en contra de Dios en pensamiento, palabra o acción. Lo que estamos haciendo es enfocarnos en lo que Dios puede hacer, no en lo que yo puedo hacer. Podríamos hablar por horas acerca de las imposibilidades del hombre caído, pero ¿Por qué no hablar de las posibilidades de Dios? ¿Por qué no podemos hablar de lo que es posible? En referencia a nuestras definiciones, las definiciones que son más importantes para nuestro estudio son aquellas categorías sobre las cuales ejercitamos control. Si creemos que el pecado es por elección, entonces también creeremos que tenemos la capacidad de escoger obedecer. Podemos escoger rendirnos y creer en madurez. Porque Cristo provee el poder para la victoria, un carácter sin pecado es posible para todos los cristianos entregados. Así que, la perfección, cuidadosamente definida, es una realidad. No una imposibilidad. Las áreas en las cuales nosotros ejercitamos control son las que debemos estudiar. El nuevo nacimiento trae perfección en Cristo, la cual es siempre suficiente para la salvación. Somos salvos sobre la base de esa entrega. El problema es que interrumpimos nuestra entrega a Dios. El poder de Cristo que habita en nosotros no cambia, pero nuestra entrega a Él no es constante. Es esta interrupción la que debería cesar, porque deberíamos dejar que Cristo nos controle todo el tiempo. El factor variable es la consistencia de nuestra entrega. El poder de Cristo es constante, pero nuestra relación flaquea algunas veces. Seguro, tendremos una naturaleza caída hasta que Cristo venga. Pero podemos decidir no escoger nada en contra de la voluntad de Dios. Podemos tener un carácter sin pecado poseyendo una naturaleza pecaminosa. Aquí vemos la importancia vital de un entendimiento correcto respecto a la naturaleza de Cristo. Si Cristo venció las sugerencias de su naturaleza caída bajo el control del Espíritu Santo, entonces el mismo método está disponible para nosotros. No obstante, si Cristo no tuvo nuestra naturaleza, entonces el método no está claro. Es importante que recordemos que la culpa no es imputada por nuestra naturaleza, sino únicamente por las decisiones que tomamos y el carácter desarrollado. Perfección en la Biblia Judas 1:24 expresa una verdad muy importante acerca de lo que Cristo puede hacer. “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría.” ¿Puede Cristo guardarnos sin caída? Judas bajo inspiración dice que Él es poderoso para guardarnos sin caída. Así que, caída no es una realidad inevitable en nuestras vidas. Cristo es capaz de guardarnos sin caída. En Filipenses 4:13 encontramos otro enunciado que debemos tomar seriamente. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” ¿Es todo posible en Jesucristo? ¿Realmente es cierto que la victoria sobre el pecado es posible? Segunda de Pedro 2:9 dice, “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos.” Entonces no es necesario que cedamos a la tentación, porque Él puede librarnos de la tentación. No necesitamos librarnos a nosotros mismos de la tentación, Dios puede. Él proveerá la salida si nosotros tenemos la voluntad de salir. Primera de Corintios 10:13 agrega, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” Dios ha prometido que Él no permitirá que ninguna tentación que venga sea tan fuerte para nosotros, que haga nuestra caída inevitable. Esto significa que la salida está disponible para cada tentación. No existe ninguna tentación que nos venga que haga el pecado inevitable. Dios ha prometido que si confiamos en Él, Él nos mostrará la salida para cada tentación. Primera de Pedro 2:21,22 declara, “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;” Sabemos que Cristo vivió una vida sin pecado, pero algunas veces no queremos reconocer el hecho de que Él es también nuestro ejemplo, exhortándonos a seguir Sus pisadas. Por supuesto, esto asume que Cristo nació de la misma forma en que nosotros nacemos, sintiendo nuestras tentaciones y experimentando nuestros deseos. Si todo eso se cumplía en Él y Él no pecó, entonces Él puede ser un ejemplo para nosotros. Primera de Juan 3:2-9 es un pasaje significante que se relaciona con nuestra posición después de nuestra conversión. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” Si estamos en Cristo, no nos estamos rebelando en contra de Él, y rebelión es pecado. Si permanecemos en Él, no pecaremos, porque Él no peca en nosotros. Aquí regresamos a nuestra previa declaración que Cristo no peca. Entonces, si permanecemos constantemente en Cristo, Él no estará pecando en nosotros. Así que, no nos estaremos rebelando ni en pensamiento, palabra o acción siempre y cuando permanezcamos en Él. Encontramos una declaración magnífica en Apocalipsis 3:21. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” El modelo para vencer es Jesucristo, y nosotros debemos vencer así como Él venció. Ciertamente, debemos depender de Su fortaleza y poder, pero se mantiene como cierto que debemos vencer como Él venció. Segunda Corintios 10:5 es otra declaración clásica. “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” El ideal de Dios para nosotros es que traigamos todo pensamiento cautivo a Cristo. No únicamente los pensamientos positivos, pero aun los negativos, para que Él controle todos nuestros pensamientos y todas nuestras actitudes. Gálatas 5:16 agrega, “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” Si el Espíritu Santo está en control, no cederemos a los deseos de nuestra naturaleza. No necesitamos caer y fallar constantemente, una y otra vez. La promesa en las Escrituras es que podemos vencer y que podemos ganar victorias continuas en la lucha en contra de la carne. Perfección en el Espíritu de Profecía Elena de White habla poderosa y claramente sobre el tema del crecimiento a la madurez espiritual. “Nosotros podemos vencer. Sí; entera y completamente. Jesús murió para proveernos de una salida, para que venzamos cada temperamento malo, cada pecado, cada tentación y así podamos por fin sentarnos con Él.”—Traducido de Testimonies, vol. 1 p. 144. Por favor note que cada pecado debe ser vencido. Pero deberíamos recordar al leer estas declaraciones que nosotros vencemos, no por nuestras propias fuerzas, sino únicamente al rendirnos al poder de Dios, al permitirle a Jesús permanecer en nosotros constantemente. “Si te pararas bajo la pancarta ensangrentada del Príncipe Emmanuel, fielmente cumpliendo Su servicio, no necesitas nunca ceder a la tentación; porque Uno que está a tu lado es capaz de guardarte sin caída.”—Traducido de Our High Calling, p. 19. Que maravillosa declaración. No necesitamos nunca ceder a la tentación. ¿Por qué? Porque Uno que está a nuestro lado es capaz de guardarnos sin caída. El poder de Dios es más fuerte que el poder de Satanás. Si lo mantenemos a Él constantemente sobre el trono de nuestro corazón, nunca caeremos. “No hay excusa para el pecado. Un temperamento santo, una vida semejante a la de Cristo, es accesible para todo hijo de Dios arrepentido y creyente.”—El Deseado de todas las Gentes, página 278. Pero regresemos al contexto escrito antes de esta declaración. Elena de White habla acerca del ideal elevado de Dios, aun más elevado que cualquier pensamiento humano pueda alcanzar, para Sus hijos y se refiere al mandamiento de Jesús de ser perfectos como el Padre en los cielos es perfecto. Dice que este mandamiento es una promesa y que Dios quiere que seamos completamente libres del poder de Satanás. “La intervención del tentador no ha de ser tenida por excusa para cometer una mala acción. Satanás se alegra cuando oye a los que profesan seguir a Cristo buscando excusas por su deformidad de carácter. Son estas excusas las que inducen a pecar.” A la luz de estos pensamientos, Elena de White dice que no hay excusa para pecar. ¿No estamos acaso en peligro cuando ponemos excusas cuando decimos, “Peco todos los días. No puedo hacer nada sino pecar. Es mi naturaleza pecar. Pecar es inevitable.”? ¿No hacemos que Satanás se llene de júbilo cuando ponemos excusas por nuestro carácter deformado? No hay excusa para el pecado. Ciertamente tenemos una excusa de haber nacido en un mundo pecaminoso y de haber heredado una naturaleza caída, porque no tenemos otra opción ni control sobre eso, pero sí tenemos otra opción y control para el pecado. Esto es lo que Elena de White quiere decir cuando se refiere a perfección y ser sin pecado. Elena de White nos dice que si estamos sometidos a Dios como Cristo lo estuvo, podemos poseer su perfección humana. Ver El Deseado de todas las Gentes, pág. 631. “Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros.”—El Deseado de todas las Gentes, página 98. Es realmente un concepto maravilloso el que no tengamos que ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento si estamos siendo controlados por Jesús. “La vida que vivió Cristo en este mundo, hombres y mujeres pueden vivirla con Su poder y bajo Su instrucción. En su lucha con Satanás pueden ellos contar con toda la ayuda que Él tuvo. Pueden llegar a ser más que vencedores en Él, quien los amó y se entregó así mismo por ellos.”—Traducido de Testimonies, vol. 9, página 22. Ya hemos visto que Cristo no tuvo algo a su disposición que nosotros no tengamos. Su poder provino del control del Espíritu Santo sobre Su vida, y nosotros podemos poseer ese mismo poder si nos sometemos a Dios como lo hizo Él. (Mas detalle al respecto en el capítulo “¿Cómo vivió Cristo?”) Cristo vino a esta tierra a mostrarnos que podemos obedecer la ley de Dios si dependemos del poder de Dios como Él lo hizo. “Esa vida producirá en nosotros el mismo carácter y manifestará las mismas obras que manifestó en él. Así estaremos en armonía con cada precepto de su ley.”—El Discurso Maestro de Jesucristo, página 68. Estas declaraciones dejan claro (1) que la ley de Dios puede ser obedecida y (2) que la obediencia es posible únicamente a través del poder dinámico de Dios que controla a la naturaleza débil y pecaminosa, la cual poseemos por heredad. La siguiente declaración señala uno de los propósitos de la encarnación. Cristo vino con nuestra débil, caída naturaleza para mostrarnos que no debemos desanimarnos por haber heredado una naturaleza caída. Él comprobó para motivarnos que si la humanidad es controlada por la divinidad no hay necesidad de pecar en la vida. “El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida vencer. Cristo vino para hacernos “participantes de la naturaleza divina,” y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca.”—El Ministerio de la Curación, página 136. “Cristo vino a esta tierra a vivir una vida de perfecta obediencia, para que el hombre y la mujer, a través de Su gracia, puedan también vivir una vida de perfecta obediencia. Esto es necesario para su salvación.”—Traducido de Review and Herald, marzo 15, 1906. Todo lo que Cristo hizo, incluyendo su obediencia perfecta, está a la disposición de todos aquellos que deseen utilizar el mismo método que Él utilizó para vencer. Elena de White es bien explícita al decir que la causa de nuestros fracasos y pecados descansa sobre nuestra propia voluntad y no sobre nuestra débil naturaleza humana. (Ver “Un Poder que Transforma y Eleva,” Palabras de Vida del Gran Maestro, pág 70) “Mediante el plan de redención, Dios ha provisto medios para vencer cada rasgo pecaminoso y resistir cada tentación, no importa cuán poderosa sea.”—Mensajes Selectos, tomo 1, página 95. Es un concepto recurrente en sus escritos que cada tentación puede ser resistida por el poder de Cristo. Si en realidad cada tentación puede ser desechada por la voluntad, entonces el resultado inevitable será que dejaremos de pecar. El concepto de vivir sin pecar es precisamente el enfoque de las tres siguientes declaraciones. El poder que proporciona Cristo al habitar dentro de nosotros es más fuerte que cualquier tentación a pecar. “No te acomodes en la silla de Satanás y digas que es imposible, que no puedes dejar de pecar, que no hay poder en ti para vencer. No hay poder en ti apartado de Cristo, pero es tu privilegio tener a Cristo habitando en tu corazón por fe, y Él puede vencer el pecado en ti, cuando tu cooperas con Sus esfuerzos.”— Traducido de Our High Calling, p. 76. “A cada uno que se rinda completamente a Dios es dado el privilegio de vivir sin pecado, en obediencia a la ley del cielo”—Traducido de Review and Herald, Agosto 28, 1894. Elena de White enfatiza que Dios requiere perfección moral. Nunca debemos bajar el estándar por nuestras tendencias heredadas y cultivadas hacia el pecado. De hecho, imperfección de carácter es pecado y debe ser corregido. Cuando la persona comience a caminar hacia la perfección del carácter esto se manifestara así mismo en “perfección en acción.” Ver Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 268. Algunos han tratado de hacer una separación entre la relación con Dios y el comportamiento, afirmando que se puede tener una relación con Dios a pesar de tener un mal comportamiento. Debería estar bien claro que cuando los deseos y motivos del corazón están en armonía con la voluntad de Dios, las acciones harán lo mismo. Al escribir acerca de los eventos finales de la historia de este mundo, Elena de White fue bien específica al decir que el pueblo de Dios estaría ganando victorias sobre pecados personales. “Pero antes de que venga ese tiempo [la segunda venida], todo lo que sea imperfecto en nosotros será quitado. Toda envidia, y celos, y malas sospechas, y todo plan egoísta, habrán sido eliminados de la vida.”—Mensajes Selectos, tomo 3, página 488. Esta declaración prueba de forma concluyente que el pueblo de Dios no estará pecando antes de la segunda venida de Cristo, como algunos afirman. Hasta los motivos y sentimientos pecaminosos serán vencidos por el poder de Cristo antes de la segunda venida. Sabemos que hemos llegado a un principio extremadamente importante en nuestro estudio sobre el tema de la perfección. ¿Por qué es la perfección importante? ¿Qué prueba? “La misma imagen de Dios se ha de reproducir en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo.”—El Deseado de Todas las Gentes, pagina 626. “El honor de Cristo debe sostenerse completamente sobre la perfección del carácter de su pueblo escogido.”— Traducido de Sings of the Times, Noviembre 25, 1897. El propósito de la perfección del carácter no es para que podamos ser salvos. La Salvación ya ha sido alcanzada al rendir el carácter al momento de la justificación. La perfección tiene que ver con la credibilidad de la palabra de Dios. Dios ha afirmado que Su ley es razonable y puede ser obedecida. Satanás ha cambiado esta afirmación, y la decisión final no ha sido presentada. El pueblo remanente de Dios tendrá un papel que jugar en la vindicación de la credibilidad de Su palabra. De hecho, Dios vindicará Su propio nombre dándole a Su pueblo el poder divino necesario para obedecer Su ley perfectamente. “Si ha habido un pueblo en necesidad de un constante incremento de la luz de cielo, es el pueblo que, en estos tiempos de peligro, Dios ha llamado a ser depositarios de Su santa ley y para vindicar su carácter ante el mundo.”—Traducido de Testimonies vol. 5, p. 746. “¿Cómo será este mundo iluminado, sino por las vidas de los seguidores de Cristo?” “El pueblo de Dios debe reflejar al mundo los brillantes rayos de Su gloria.” “Dios a enfatizado claramente que espera que seamos perfectos, y porque espera esto, ha hecho provisión para que seamos partícipes de su naturaleza divina.”—Traducido de Review and Herald, Enero 28, 1904. Así que, el desarrollo de la perfección de carácter en el pueblo de Dios es crucialmente importante para la resolución final del gran conflicto entre Cristo y Satanás. De hecho, la razón de enfatizar el concepto de la perfección del carácter del pueblo de Dios en los últimos días quizás sea el tema en cuestión resumido. Será totalmente imposible para cualquiera de nosotros recibir el sello de Dios mientras tengamos defectos de carácter. No puede haber ninguna mancha o defecto en el templo de nuestra alma. (La referencia se encuentra en inglés en Testimonies, vol. 5, p. 214). “Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento...Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia”—El Conflicto de los Siglos, página 680, 681. Un concepto importante en nuestro estudio de la perfección es que esta nunca es estática. La perfección no tiende a cero. “Jesús, considerado como un hombre, fue perfecto, y aun creció en gracia…Hasta el cristiano más perfecto debe incrementar continuamente en conocimiento y amor a Dios.” “Jesús se sienta como el refinador y purificador de Su pueblo; y cuando Su imagen esta perfectamente reflejada en ellos, ellos son perfectos y santos, y están preparados para la traslación. Un gran trabajo es requerido del cristiano. Somos exhortados a limpiarnos a nosotros mismos de toda inmundicia de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”—Traducido de Testimonies, vol.1, páginas 339, 340. La perfección es crecimiento. Aun cuando el Cristiano maduro ya no se esta rebelando en contra de Dios, habrá mucho que aprender acerca de Dios y de sí mismo. El desarrollo será un proceso continuo, aun por la eternidad. Cuando la rebelión es eliminada de la vida y el Cristiano ya no cede más a los falsos halagos de Satanás, el crecimiento del carácter será fenomenal conforme el Cristiano avanza hacia adelante en perfección. Se ha dicho a veces que Elena de White nunca dijo que seríamos sin pecado antes de la segunda venida. Los dos enunciados siguientes son bien claros acerca del estado sin pecado previo a la segunda venida. “Todo el que por fe obedece los mandamientos de Dios alcanzará la condición sin pecado en que vivía Adán antes de su transgresión.”—En Lugares Celestiales”, página 146; ver también El Comentario Bíblico Adventista, volumen 6. Este extraordinario enunciado dice que alcanzaremos la condición sin pecado en la que Adán vivió antes de su transgresión. Obviamente esto significa que Elena de White está usando la definición sin pecado que tiene que ver con el carácter. Ella se refiere a que podemos tener un carácter sin pecado, no a una naturaleza sin pecado. “Cristo ha dado cada provisión para la santificación de Su iglesia. Ha hecho abundante provisión para que cada alma posea tal gracia y fortaleza que será mas que vencedora en la batalla contra el pecado…Vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en Su poder Su pueblo también pueda vivir una vida sin pecado. Desea que ellos al practicar los principios de la verdad muestren al mundo que la gracia de Dios tiene poder para santificar el corazón.”—Traducido de Review and Herald, Abril 1, 1902. Note que el contexto de este enunciado es la santificación y la ininterrumpida batalla en contra del pecado. En este tiempo de la preparación antes del cierre de gracia, durante el proceso de santificación, podemos vivir vidas sin pecado. Claramente Elena de White no tiene temor de decir que podemos vivir una vida sin pecado, así como Jesús vivió una vida sin pecado en este mundo. Una vez más esto asume que al decir vida sin pecado se refiere a carácter sin pecado. Una cosa no será transformada en la segundo venida de Cristo—el carácter. Nuestros rasgos de carácter, desarrollados durante este tiempo de prueba, no serán cambiados por la resurrección. Tendremos las mismas disposiciones en el cielo que habremos desarrollado en la tierra. Puesto que el carácter no es cambiado en la segunda venida, es de vital importancia que la transformación del carácter suceda diariamente ahora. Ver El Hogar Adventista, pág. 13. No sea que este estándar elevado pueda desmotivar a cualquier Cristiano sincero, tenemos la promesa de que lo que sea que Dios espere de Sus hijos lo va a proveer por Su gracia. “Nuestro Salvador no requiere lo imposible de ninguna alma. No espera nada de sus discípulos para lo cual no esté dispuesto de que puedan realizarlo. No si junto con su orden no les concediera toda perfección de gracia a aquellos sobre los que confiere un privilegio tan elevado y santo. . . Nuestra obra es esforzarnos para alcanzar, en nuestra esfera de acción, la perfección que Cristo en su vida terrenal alcanzó en cada aspecto del carácter. El es nuestro ejemplo.”—La Maravillosa Gracia, página 230. Aquí vemos claramente el consejo de que debemos depender de Cristo para que nos perfeccione. Él es el que nos perfeccionará. No podemos perfeccionarnos a nosotros mismos. Debemos ver a Cristo como nuestro Ejemplo y seguir el plan que Él ha diseñado. Algunos se han preguntado porqué la discusión sobre la naturaleza de Cristo debiera ocupar el tiempo y energía de los estudiantes de Biblia de hoy. Quizás estas declaraciones muestren la importancia del tema. “Dios requiere de Sus hijos perfección de carácter.” “Quizás digamos que es imposible para nosotros alcanzar el estándar de Dios; pero cuando Cristo vino como nuestro sustituto y fianza, era un ser humano…Con Su divinidad cubierta por humanidad, vivió una vida de perfecta obediencia a la ley de Dios.” “Como Cristo vivió la ley siendo humano, así debemos hacer nosotros si nos tomamos del Fuerte para obtener fortaleza.”—Traducido de Signs of the Times, Marzo 4, 1897. ¿Ve que importante es entender la naturaleza que Cristo tomó y el método que usó para obedecer? “A nadie se le impide alcanzar, en su esfera, la perfección de un carácter cristiano…Dios nos invita a que alcancemos la norma de perfección y pone como ejemplo delante de nosotros el carácter de Cristo. En su humanidad, perfeccionada por una vida de constante resistencia al mal, el Salvador mostró que cooperando con la Divinidad los seres humanos pueden alcanzar la perfección de carácter en esta vida. Esa es la seguridad que nos da Dios de que nosotros también podemos obtener una victoria completa.”—Los Hechos de Los Apóstoles, pág. 425. Si la naturaleza de Cristo fue diferente a la de nosotros, o si Él utilizó un método diferente al que nosotros podamos utilizar para vencer el pecado, seguramente sería visto mas allá de cualquier razonamiento la posibilidad de que podamos hacer lo que Él hizo. Porque Su naturaleza fue la nuestra y Su método el nuestro, tenemos esperanza de una victoria total en nuestras vidas. Él nos mostró como hacer de lo imposible algo posible, a través de Su poder y animados por Su ejemplo. “En su vida y carácter, no sólo revela el carácter de Dios, sino las posibilidades del hombre”—Mensajes Selectos, libro 1, p. 410. “El vino para cumplir toda justicia y, como cabeza de la humanidad, para mostrarle al hombre que puede hacer la misma obra, haciendo frente a cada especificación de los requerimientos de Dios…Todo el que se esfuerza, puede alcanzar la perfección del carácter.”—La Maravillosa Gracia, capítulo La Ley: Norma de Dios. Elena de White era bien estricta al reprobar a aquellos que negaban la posibilidad de vivir una vida en perfección de carácter. “Se requiere obediencia perfecta, y aquellos que dicen que no es posible vivir un vida perfecta declaran a Dios injusto y mentiroso.”—Traducido de Manuscript 148, 1899. Fueron dos las razones por las cuales ella insistió en la necesidad de creer en la posibilidad de una perfección: Primero, por el peligro psicológico de excusar pecados personales, y segundo por la necesidad de guardar en lo más profundo de la mente el poder de Cristo para dar la victoria sobre cualquiera y sobre todos los pecados personales. “El amar y consentir pecado, es amar y consentir al autor del mismo, al enemigo mortal de Cristo. Cuando ellos [el pueblo de Dios] excusan y se aferran a la perversidad del carácter, dan a Satanás un lugar en sus afecciones, y le rinden homenaje.”—Traducido de Our High Calling, p. 231. “Aquel que no tiene una fe suficiente en Cristo para creer que Él puede guardarlo de pecar, no tiene la fe que le dará la entrada en el reino de Dios.”—Traducido de Review and Herald, Marzo 10, 1904. Estas son declaraciones típicas de Elena de White en el área de la perfección y vida sin pecado. Constantemente ella habla acerca de cómo vencer y afirmar que no necesitamos ceder a la tentación. Declara que podemos, a través de la dependencia en el poder de Dios, vencer como Él venció. Él nos mostró como, y podemos seguir sus pisadas. Una y otra vez Elena de White dice que podemos vivir una vida de obediencia a Dios, y cómodamente utiliza el término sin pecado al utilizarlo en este contexto. La pregunta que muchos parecen estarse preguntado hoy es, ¿Ha alguien alguna vez alcanzado esta perfección de carácter? Elena de White responde, “El piadoso carácter de este profeta representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que serán “comprados de entre los de la tierra” (Apocalipsis 14:3) en el tiempo de la segunda venida de Cristo.”—Patriarcas y Profetas, página 77. Ella describe que Enoc encontró necesario vivir en un tiempo cuando la contaminación moral a su alrededor era abundante, pero su mente estaba en Dios y en las cosas celestiales. Su rostro estaba iluminado con la luz que brillaba en el rostro de Jesús. La atmósfera que respiraba estaba contaminada de pecado y corrupción, y aun así vivió una vida de santidad y no tuvo que ver con los pecados prevalecientes de la época. La referencia se encuentra en inglés en Testimonies, volumen 2, p. 122. Aparentemente Enoc escogió no pecar. El escogió poner su vida en armonía con la vida de Cristo en una época en la cual las cosas estaban tan mal como nunca antes la han estado en la historia del mundo. “Algunos pocos en cada generación desde Adán resistieron cada artificio y se mantuvieron en pie como nobles representantes de lo que le era posible al poder del hombre ser y hacer…Enoc y Elías son los mejores representantes de lo que la raza humana puede ser si desean, a través de la fe en Jesucristo. Satanás estaba preocupado en gran manera porque estos nobles, hombres santos estaban sin mancha de pie entre la contaminación moral que los rodeaba, con un carácter justo y perfecto y fueron contados por dignos de ser trasladados al cielo. Así como se mantuvieron firmes con poder moral y rectitud noble, venciendo las tentaciones de Satanás, no los pudo traer bajo el dominio de la muerte. Se jactó que tenía el poder para vencer a Moisés con sus tentaciones, y que podría estropear su carácter intachable y conducirlo al pecado de tomarse la gloria que le pertenecía a Dios para él mismo delante del pueblo.”—Traducido de Review and Herald, Marzo 3, 1894. Aparentemente había algo especial acerca del carácter que desarrollaron Enoc y Elías antes de ser trasladados. Ellos, en efecto, escogieron resistir al pecado por el poder de Dios. Luego encontramos esta bella declaración, “Y en nuestros días también hay Enocs.”—Palabras de Vida del Gran Maestro, página 267. ¿Deberíamos Afirmar que Somos Perfectos? La respuesta de Elena de White a esta pregunta es muy clara. “Cuanto más cerca estéis de Jesús, más imperfectos os reconoceréis, porque veréis más claramente vuestros defectos a la luz del contraste de su perfecta naturaleza. Esta es una evidencia de que los engaños de Satanás han perdido su poder.”—El Camino a Cristo, páginas 64, 65. Cuanto más nuestra vida se pongan en armonía con Jesús, menos vamos a darnos cuenta de lo bueno en nosotros. Cuanto más cerca estemos de Su ideal, más indignos nos sentiremos. “Cuanto más nos acerquemos a él y cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente veremos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos sentiremos tentados a exaltarnos a nosotros mismos.”—Hechos de Los Apóstoles, página 448. Entonces, ¿deberíamos proclamar que somos perfectos y sin pecado? “Aquellos que están verdaderamente buscando la perfección del carácter Cristiano nunca consentirán el pensamiento de que son sin pecado.”— Traducido de The Sanctified Life, página 7. “No nos jactaremos de nuestra santidad…No podemos decir “Soy sin pecado,” hasta que este cuerpo vil sea cambiado y transformado a Su cuerpo glorioso.”—Traducido de Signs of the Times, marzo 23, 1888. “Cuando el conflicto de esta vida esté terminado,…cuando los santos de Dios sean glorificados, entonces y únicamente entonces será seguro declarar que somos salvos y sin pecado.”—Ibíd., Mayo 16, 1895. Estos pasajes se refieren al hecho de declarar que estamos sin pecado, al pensamiento en nuestra mente de que somos sin pecado. Por favor note que únicamente cuando seamos glorificados será seguro declarar que somos salvos. De manera que hay una diferencia entre ser salvo y declararnos como salvos. Si esto es cierto, ¿podría haber una diferencia entre estar sin pecado y declararnos sin pecado? “Ninguno que declare santidad es realmente santo. Aquellos quienes están registrados como santos en los libros del cielo ni se han dado cuenta del hecho, y son los últimos en jactarse de su propia bondad.”—Traducido de The Faith I live By, página 140. Aquí tenemos evidencia clara de que aquellos a quienes Dios llama santos nunca van a declararse santos, mostrando que puede haber una diferencia entre ser sin pecado y declararse sin pecado. ¿Deberíamos declarar ser sin pecado? La declaración de ser sin pecado nunca será hecha por aquel quien está en armonía con la voluntad de Dios, porque cuanto más cerca estamos de Dios, menos sentimos el deseo de declarar algo a cerca de nosotros mismos. Sentiremos rendir todo a los pies de la cruz—nuestra gloria, orgullo y lo que sea que hayamos obtenido. Quizás existan, aun en nuestros días, aquellos quienes están tan en armonía con la voluntad de Dios que no se están rebelando ni en pensamiento, palabra o acción. Pero ellos serán los últimos en declarar su condición. El Cierre del Tiempo de Prueba Si verdaderamente creemos que existe un cierre para tiempo del tiempo de prueba y que Dios demostrará algo especial después del cierre del tiempo prueba, entonces parece que debemos creer también en la madurez completa de carácter, lo cual significa vivir sin ceder a los deseos pecaminosos. Después del cierre del tiempo de prueba “ya no habrá en el santuario sacerdote que ofrezca ante el trono del Padre las oraciones, sacrificios y confesiones de ellos.”—Primeros Escritos, página 47. “También vi que muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir a la vista del Señor durante el tiempo de angustia, cuando no haya sumo sacerdote en el santuario. Los que reciban el sello del Dios vivo y sean protegidos en el tiempo de angustia deben reflejar plenamente la imagen de Jesús.” “Pero ya no habrá tiempo para ello ni tampoco Mediador que abogue por ellos ante el Padre.”—Ibíd., p. 71. “Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la lucha con el mal.”—El Conflicto De Los Siglos, página 478. Habrá una diferencia en el cielo después del cierre del tiempo de prueba, en que no habrá ministerio sacerdotal ejercido por Jesús. No habrá Intercesor, Mediador, rogando por la causa de los pecadores delante del Padre. Ahora esto no significa que el poder de Jesús que habita en Su pueblo en la tierra será removido. Pero el ministerio sacerdotal del perdón finaliza al cierre del tiempo de prueba. “Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios.”—Ibíd., página 671. “En ese terrible momento, después que terminó la mediación de Jesús, los santos tuvieron que vivir sin intercesor en presencia del Dios santo.”—La Historia de La Redención, página 423. El fin del trabajo de intercesión de Cristo significa que no habrá más perdón para los pecados después del cierre del tiempo de prueba. Si el ministerio del perdón de los pecados cesadota de cesar, entonces parece imperativo que no haya más pecados provenientes de aquellos quienes han sido sellados por Dios luego del cierre del tiempo de prueba. Solo podemos ser perdonados si Jesús está intercediendo por nosotros y perdonando nuestros pecados. Creo que la razón principal del corto retraso antes de la venida de Cristo durante la cual no hay Mediador es para dramatizar delante el universo la realidad del poder completo de Dios sobre el pecado en la vida de aquellos de quienes su voluntad está totalmente y para siempre unida con la Suya. Algunas de las mimas personas quienes inicialmente traicionaron su confianza sagrada al estar de acuerdo con Satanás en que era imposible obedecer la ley de Dios van finalmente a demostrar que realmente no hay excusa para el pecado. El cierre de prueba jugará una parte importante en la demostración final que Dios hará delante de Su universo: que, indudablemente, es posible para el hombre caído obedecer la ley de Dios, la cual es justa, buena y santa. Si vamos a tomar seriamente las admoniciones bíblicas de vencer, la realidad del cierre del tiempo de prueba, y el desafío a los 144,000, entonces también debemos tomar seriamente la verdad de vivir sin pecado. Por lo tanto, debemos recordar que cuando estamos discutiendo perfección, estamos hablando del objetivo—el resultado final. Nuestro enfoque necesita estar en la justificación y santificación, porque este es el método por el cual se recibe la salvación. Jesús perdona nuestros pecados. Viene a nuestras vidas con poder y victoria. Cuando nos enfocamos en justificación y santificación, el resultado final de nuestro objetivo proseguirá naturalmente. Será el resultado natural de dejar que Dios haga Su trabajo completo en nuestros corazones. Como el atleta que al correr en la competencia se enfoca en las últimas yardas recordando que son el final de la carrera, así el cristiano se enfoca en Su relación con Cristo hoy mientras recuerda que hay un objetivo al final de la carrera. Resumen de la Perfección Bíblica Primero, debemos estar bien claros en lo que no es la perfección. Si entendemos que es perfección, debemos estar completamente alejados de aquellos conceptos que están en oposición con la doctrina bíblica de la perfección. Creo que la mayoría de las objeciones a la doctrina de perfección están basadas sobre malos entendidos sobre su concepto. La perfección nunca es absoluta, ni ahora ni después de la venida de Cristo. La perfección nunca es la igualdad con Dios. No significa falta de debilidad o libertad de la tentación. No significa estar exentos de enfermedad o la ausencia de errores mentales o físicos. Ninguno que sea perfecto en su caminar sentirá jamás que es perfecto. El término perfeccionismo tiene una connotación negativa en muchas mentes. Estrictamente hablando, no debería haber algo negativo con la palabra, porque esta simplemente describe una creencia en la perfección. Pero en muchas mentes, perfeccionismo describe una extrema y distorsionada vista de la perfección. El perfeccionismo, en este sentido negativo, enfatiza un punto absoluto mas allá del cual no habrá mas desarrollo. Esta creencia de hecho, se origina de la filosofía Griega en lugar de la Biblia Este enfoque distorsionado del perfeccionismo se enfoca en la calidad del hombre, la cual puede existir independientemente de la presencia de Cristo en él. No queremos estar involucrados en una perfección extremista porque es un legalismo centrado en el yo, un legalismo que coloca al yo en el trono del corazón una y otra vez y quita a Cristo del control de la vida. Motiva a forzar la obediencia, entonces la persona se vuelve obediente por los esfuerzos propios. Este perfeccionismo extremista es extremadamente peligroso, así como también lo es la doctrina de la imperfección, la cual permite que la pecaminosidad e impotencia del hombre cubra las promesas de Dios para el pecador arrepentido a través de otorgarle el poder de la presencia del Espíritu Santo. Dudar que la perfección es un objetivo realista es dudar del poder viviente para lograrlo, el cual Dios ha prometido. La imperfección no reconoce a Jesús como el completo Substituto y Ejemplo del hombre, quien demostró que la ley de amor de Dios puede ser guardada y que el hombre puede ciertamente ser un vencedor aquí y ahora. Creo que la doctrina bíblica de la perfección es diferente de ambos extremos de perfeccionismo e imperfección. Habiendo descrito lo que no significa la perfección, creo que es necesario decir que significa perfección. Perfección significa estar en una relación tan cercana con Cristo que el individuo cesa de responder a las insinuaciones internas o externas a pecar. Perfección significa una entera cooperación con Cristo. Significa una continua muerte y renuncia al yo y a la voluntad e inclinación independiente. La perfección es el rechazo total al egoísmo y el orgullo. Es la fusión de la voluntad del hombre con la de Cristo para que el Espíritu Santo tenga ultimadamente todo el control. Es un ejercicio no quebrantable de la fe la cual mantiene al alma pura de cualquier mancha de pecado o deslealtad hacia Dios. Se refiere al dinámico crecimiento del estilo de vida de la persona quien refleja la vida de Jesús, para que no ceder más a la rebelión, a los deseos pecaminosos. Perfección es tener el carácter de Cristo, combinando una relación con Dios como Cristo la tuvo, con las cualidades de carácter que Él manifestó. Es vivir una vida de madurez espiritual, llena de los frutos del Espíritu y sin pecado. Si la perfección es entendida correctamente, la veremos en términos de madurez de carácter, lo cual significa que viviremos en armonía con la voluntad de Cristo. Él mora dentro de nosotros, y esto impedirá que la rebeldía, los deseos pecaminosos ganen el control. A pesar que esta doctrina parece estar clara en el Nuevo Testamento y en los escritos de Elena de White, el pensamiento de algunos de que Dios no requiere de su pueblo un carácter sin pecado antes de la traslación esta bien grabado en la mente. Quizás estas malas interpretaciones de lo que Dios está tratando de decir a Su pueblo no son intencionales, o quizás ni siquiera son concientes. Este error comienza con la mala interpretación del concepto de pecado y cómo vivió Cristo como hombre, y está perpetuado en las malas interpretaciones de justificación por la fe. Vea pues que si Jesús fue únicamente el Sustituto del hombre pero no su Ejemplo, entonces el desafío de hacer lo que Él hizo es inmensurablemente reducido. “De ahí que trate constantemente de engañar a los discípulos de Cristo con su fatal sofisma de que les es imposible vencer.”—El Conflicto de los Siglos, página 544. Correctamente entendida, la justificación por fe en el contexto del poder de Dios para guardar al hombre sin caída es convincente, dinámica y una fuerza positiva en la vida de la persona. Conociendo bien sus propias debilidades cuando está separado del poder de Dios, el hombre de fe ahora ve que puede lograr en su vida, y encuentra el gozo más grande al vivir una vida victoriosa. Entonces el mensaje Bíblico se convierte excesivamente simple. “Jesús lo hizo, y a través de una dependencia con Dios, Yo también puedo. Puedo vivir a través de la fe en mi Padre celestial.” En esta experiencia estaremos viviendo sin pensamientos rebeldes en ninguna área de nuestra vida. Habremos alcanzado la perfección de carácter teniendo una naturaleza caída que aun puede cometer pecado. No tendremos mas incursiones ocasionales a la tierra de la indulgencia propia. Siempre diremos No como Jesús dijo No a todas las tentaciones. Al silencio de la última y persistente pregunta a cerca de que quizás Jesús fue sin pecado porque Él era Dios, la última generación probará más allá de la sombra de la duda que hombres y mujeres con naturaleza caída pueden vivir sin pecado. Esta demostración final contribuirá a vindicar el carácter de Dios, Su gobierno, justicia y misericordia—y el gran conflicto estará bien cerca de su final. ¿Podemos aceptar este desafío? “Cristo tomó la humanidad y cargó con el odio del mundo para poder mostrar a los hombres y las mujeres que podían vivir sin pecado, que sus palabras, sus acciones y su espíritu podían ser consagradas a Dios. Podemos ser perfectos cristianos si manifestamos este poder en nuestras vidas.”—Alza tus Ojos, página 301; énfasis agregado. Dios ha prometido que Él puede dar la victoria sobre todo pecado. Por esta promesa, la perfección bíblica nunca debería ser un tema desalentador; en su lugar debería ser el prospecto más glorioso que nunca antes se haya presentado delante del pueblo de Dios. Dios, en verdad, puede guardarnos sin caída.