¿Qué significa ser libre en Cristo? Juan 8:31-32 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Cuando hablamos de nuestra libertad en Cristo, necesitamos definirla porque es un término que puede utilizarse de manera inapropiada si no somos cuidadosos y no le aplicamos un contexto bíblico y un contexto cristiano. Una vez escuché la siguiente analogía respecto al cristianismo y la libertad. El cristianismo representa un puente estrecho, colgadizo, de esos de hechos de soga y tablas que parece que van a romperse cuando la pisan. El caso es que ese puente está sobre dos ríos. Uno de ellos tiene el agua muy clara, limpia, transparente pero con una corriente muy fuerte y mortal. El otro río tiene aguas muy sucias, contaminadas pero con una corriente muy suave. El río número 1 es el legalismo. Tú lo ves limpio y cristalino pero su corriente es tan fuerte que si caes, te va a matar porque va a lanzarte y estrujarte contra las rocas. El río número 2 es el libertinaje. Crees que porque la corriente es lenta puedes sobrevivir, pero la contaminación también termina matándote. El cristiano debe mantener el equilibro para no caer en ninguna de estas aguas, para no caer en la destrucción del legalismo o ahogarse en la suciedad del libertinaje. Nunca debe perder su equilibrio. Hay quien ha caído en los rápidos del legalismo y terminan golpeados hasta la muerte. Hay otros cristianos que están metidos en los vicios terribles del libertinaje y siendo inundados de basura al punto que también terminan en la muerte. Si quiere mantener ese equilibro, mire lo que dijo Pablo en su carta a Gálatas, capítulo 5 versículos del 13: 13 Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;... Me detengo un momento aquí. Somos libres. Ya no somos esclavos del pecado, tampoco somos esclavos de una ley que nos obligue a circuncidarnos, guardar días de reposo, limitar nuestra costumbre alimenticia, dejarnos crecer las patillas y no afeitarnos. Pero… el hecho de que estas costumbres hayan cambiado, no quiere decir que nuestra moralidad también es libre de hacer cualquier cosa. La moralidad de Dios no ha cambiado. Lo que era inmoral para Dios en la ley antigua, sigue siéndolo ahora. Si nosotros los gentiles tuviéramos que aplicar la ley tal cual, estaríamos perdidos. Nosotros somos libres no para desobedecer, sino libres para hacer lo que está bien, y no porque tenemos una camisa de fuerza que nos obliga a hacerlo, sino porque queremos hacerlo. ¿Qué es la libertad? Poder hacer lo que usted quiera sin ninguna limitación. Imagine esta situación: en una calle hay frente con frente dos casas idénticas con ventanales de cristal. El dueño de una de las casas coloca un cartel que dice: “No arroje piedras a las ventanas”. El otro dueño, no coloca nada. ¿Quién creen ustedes que va a recibir la pedrada? Cuando existen mandatos o limitaciones, hay algo que motiva a las personas a romperlo. Pero la libertad en Cristo es diferente. Nosotros no dejamos de practicar el pecado porque hay una ley que diga que no lo hagamos, sino porque el Espíritu Santo que mora en nosotros gracias a Cristo, es quien nos lo impide con una fuerza desde nuestro interior y nos refrena, porque nos ha dado a entender que hacerlo está mal. Ser libre en Cristo significa que Jesús es el Señor de mi vida y que, gracias a su obra en mí, el pecado no controla mis acciones. ¡Esa es la realidad de los que somos hijos de Dios! Desde el momento en el que permitimos que Jesús reine en nuestras vidas, que nos llene con su Espíritu Santo y nos transforme, él nos da las fuerzas necesarias para obedecerle. Con su ayuda decimos no al pecado y sí a la voluntad de Dios. Dejamos de ser esclavos del pecado y pasamos a vivir la vida plena que Dios anhela para nosotros. ¡Esa es la maravillosa libertad que tenemos en él! 1. La verdad nos libera ¿Quién ha tenido una experiencia genuina con Jesús que quiera compartir? Cuando tenemos una experiencia genuina con Jesús, surge en nosotros un gran anhelo de obedecerle y de ser fiel a él. ¡El toque de Jesús no nos deja igual! Nace en nosotros el deseo de... sumergirnos en su Palabra y de buscar su presencia. Le permitimos hablar sobre su voluntad para nuestras vidas y mostrarnos lo que desea hacer en nosotros. Es en medio de esa búsqueda que él revela más de su verdad a nuestros corazones. Nos muestra quiénes somos en él: sus hijos amados, redimidos para su gloria. Dios nos revela su poder sobre el pecado. Nos da claridad en cuanto a la salvación que ya consiguió para nosotros a través de su muerte en la cruz y su resurrección, y nos muestra cómo debemos vivir ahora que somos sus hijos. 2. ¿Esclavos o libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8:34-36 ¡Jesús nos da completa y verdadera libertad! Al recibirlo como salvador dejamos de ser dependientes del pecado. Pasamos a ser libres para vencer la tentación y para vivir la vida dentro del propósito de Dios. Aunque conozcamos que en Cristo tenemos libertad, debemos tomar esa decisión de si viviremos como hijos libres que reflejan su imagen o si viviremos como esclavos. Dios nos recuerda que con él somos más que vencedores. Al enfocarnos en Dios y en vivir dentro de su voluntad, disminuye en nosotros el deseo de hacer lo que nos place y aumenta el anhelo de agradarle. Disminuye gradualmente la autocomplacencia y aumenta exponencialmente la complacencia a Dios. 3. La vida con Jesús 1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Romanos 8:1-2 La ley trae castigo severo, pero la vida con Jesús nos libera de la condenación. No importa cuán grandes sean los errores cometidos en el pasado, cuando Dios con su divina gracia decide perdonar, él concede un perdón completo. Nos es un medio perdón, no es un perdón parcial, es un perdón completo. Dios no dice te perdono pero te la dejo guardada. El perdón de Dios es absoluto. Dios nos ofrece un nuevo comienzo lleno de vida abundante. Es un reinicio, por eso Cristo habla de volver a nacer. Nos da la esperanza de pasar la eternidad con Él y también nuestra vida aquí adquiere un nuevo sentido gracias a la presencia del Espíritu Santo. Nuestra meta debe ser vivir para la gloria de Dios y llevar su presencia y amor dondequiera que vamos. 4. Firmes en nuestra libertad 1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Gálatas 5:1 En Jesús tenemos libertad tanto del yugo del pecado como de tener que cumplir con toda la ley del Antiguo Testamento. No hay nada que podamos hacer para ganar el perdón de Dios, no importa cuán buenos aparentemos ser ante los ojos de los demás. Somos salvos por la gracia de Dios (Efesios 2:8-9) y solo el sacrificio de Cristo nos trae verdadera libertad. Qué libertades NO tenemos en Cristo Gálatas 5. 13 no uséis la libertad como ocasión para la carne Entonces, la libertad cristiana no es para satisfacer la carne. Usted no puede emborracharse, o cometer adulterio o fornicación y luego apelar a la libertad en Cristo. Si usted analiza Romanos 8 va a descubrir que una de las obras del Espíritu Santo es someter, sujetar la carne, los deseos carnales. Contínua la Biblia: sino servíos por amor los unos a los otros. 14 †Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 15Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. 16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. libertades que tenemos en Cristo El concepto de libertad es muy valorado entre los seres humanos. Nos gusta hablar de nuestro derecho a ser libres y a actuar como queremos. Sin embargo, solo con Jesús podemos tener la verdadera libertad, esa que brota desde lo más profundo de nuestro ser. Juan 8:36 dice: Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. ¿Qué significa ser verdaderamente libres? ¿De qué nos libera Jesús? Veamos algunas de las libertades que podemos disfrutar desde el momento en el que aceptamos a Jesús como Señor y Salvador. 1. De la condenación y la culpa 1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Romanos 8:1-2 Jesús llevó sobre él toda nuestra culpa, nuestro pecado y condenación al morir en la cruz (Isaías 53). Es gracias a su muerte y su resurrección que somos limpios de todo pecado. ¡Solo tenemos que aceptarlo! En él tenemos la oportunidad de un nuevo comienzo aquí y la seguridad de la vida eterna. Cuando recibimos su regalo de salvación por fe, le estamos diciendo que aceptamos su sacrificio a nuestro favor y que sabemos que es suficiente. ¡No necesitamos hacer nada más para ser salvos! Tampoco necesitamos vivir con la carga de la culpa por los pecados pasados. En Cristo tenemos una nueva vida y pasamos a ser hijos de Dios, redimidos por él y para él. 2. Del dominio del pecado 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 † en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Colosenses 1:13-14 La oscuridad o el pecado no tienen más poder sobre nosotros gracias a Jesús y su obra de redención en la cruz. En Cristo tenemos perdón total y la nueva vida en él es una en la que su luz nos guía, no andamos más en tinieblas (Juan 8:12). Gracias a ese cambio en nuestro ser podemos tomar las decisiones correctas. El Espíritu Santo nos guía y nos muestra lo que agrada a Dios y nos ayuda a vivir en su voluntad. 16 †Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Gálatas 5:16 Con la ayuda de Dios podemos vivir una vida en santidad (Romanos 6:20-23). No tenemos que hacer caso a las mentiras y acusaciones del diablo respecto a nuestro pasado o su insistencia sobre el poder de nuestra naturaleza pecaminosa. El Espíritu Santo mora en nosotros, nos ayuda a discernir entre el bien y el mal y nos da las fuerzas para hacer lo que agrada a Dios. ¡Pertenecemos al reino de la luz! 3. De la muerte eterna 23 †Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23 ¡En Cristo tenemos el regalo de la vida eterna! No lo merecemos ni lo podemos ganar con nuestros esfuerzos, pero él nos lo concede desde el mismo momento en que recibimos a Jesús como Señor. La muerte ya no tiene poder sobre nosotros porque Cristo la venció con su resurrección. Nuestro cuerpo físico es mortal, pero nuestra alma vivirá con Cristo por la eternidad. 24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. Juan 5:24 4. Del miedo Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores. (Salmo 34:4) Dios anhela liberarnos de nuestros miedos y temores, no quiere que vivamos encadenados por ellos. Él ha puesto un potencial en cada uno de nosotros y quiere que lo usemos para su gloria. Al igual que el salmista David, nosotros podemos experimentar la libertad de Dios al buscar su rostro y su presencia, pasando tiempo con él y dejando que nos llene con su Espíritu Santo. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1:7) El miedo y el temor no vienen de Dios. El poder, el amor y el dominio propio, sí. Cuando llegan grandes retos a nuestra vida necesitamos recordar que nuestro Padre es todopoderoso. ¡Él nos da la fuerza y el poder para rechazar el temor! Contamos con su ayuda en todo momento y sabemos que en su nombre tendremos la victoria. 5. De la ira de Dios Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios! (Romanos 5:9) La Biblia habla del día de la ira de Dios (Sofonías 1:14-18; Isaías 22:5). En ese día Dios juzgará el pecado, la desobediencia y toda rebelión contra él. Sin embargo, él mismo proporcionó la solución para que nos libremos de su ira. ¡Jesús! A través de él recibimos el perdón de nuestros pecados y el favor de Dios. ...pues Dios no nos destinó a sufrir el castigo, sino a recibir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:9) ¡Ese es el destino que Dios desea para cada ser humano! Jesús ya sufrió nuestro castigo en la cruz, y gracias a él gozamos de salvación y perdón. Cuando llegue el día de la ira de Dios, los que hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador no sufriremos el castigo venidero (1 Tesalonicenses 1:10). Al mirarnos, Dios reconocerá la obra de Cristo en nosotros, verá a Jesús y su justicia, no nuestras faltas y pecados. ¡Bendita libertad! 6. Del distanciamiento de Dios Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo. (Hebreos 10:19-20) Durante la crucifixión de Jesús se rasgó el velo que dividía el Lugar Santo del Lugar Santísimo. Antes de ese momento, el Sumo Sacerdote era el único que tenía acceso (una vez al año) al lugar más sagrado del tabernáculo. Allí hacía expiación por sus pecados y por los del pueblo. La muerte de Jesús cambió eso. Él derramó su propia sangre en expiación por nuestros pecados. Él mismo cargó nuestra culpa y nos abrió el camino para poder acceder directamente a Dios Padre. Ya no necesitamos hacer más ritos y sacrificios. ¡Cristo, el Cordero de Dios, es suficiente! Como dice la canción: Jesucristo basta. Gracias a él podemos hablar en confianza con el Padre y recibir su perdón y su amor. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. (Hebreos 10:22) La verdadera libertad cristiana es ser libres de la esclavitud del pecado y del deseo personal y estar totalmente liberados para hacer lo que Dios quiere que hagamos. Esa es una libertad emocionante. Nuestra meta no es agradarnos a nosotros mismos sino agradar al Señor. Esa es la libertad real. Nuestra motivación es el servicio amoroso de gratitud a aquel que nos ha liberado. Demos gracias a Dios porque es por él que somos realmente libres. Ninguna otra libertad se compara con la que él nos concede. ¡Vivamos vidas que reflejen esa gratitud! Dejemos que su gozo y su amor fluyan a través de nuestras vidas para que logremos impactar a los que nos rodean y los animemos a buscar la verdadera libertad en Jesús.