El virus de Epstein-Barr (VEB) es un virus ADN bicatenario de la familia de los virus herpéticos. Se transmite por la saliva, infecta las células del epitelio nasofaríngeo y los linfocitos B, y es ubicuo en las poblaciones humanas de todo el mundo. Infecta a las células B humanas al unirse específicamente al receptor del complemento tipo 2 (CR2), a lo que sigue la endocitosis mediada por el receptor. Pueden ocurrir dos tipos de infecciones celulares. En una infección lítica, comienza la síntesis del ADN, el ARN y las proteínas virales, tras lo cual se produce el ensamblaje de las partículas virales y la lisis de la célula huésped. Otra opción es que se produzca una infección no lítica latente, en la que el ADN viral es incorporado en el genoma del huésped indefinidamente. En las células infectadas son detectables varios antígenos codificados por el virus. Los antígenos nucleares EpsteinBarr (EBNA) incluyen al menos seis proteínas nucleares que se expresan tempranamente en las infecciones líticas y pueden también ser expresadas por algunas células con infección latente. La proteína latente de membrana (LPM) es expresada en la superficie de las células con infección latente. Otros antígenos proteicos estructurales del virus son expresados dentro de las células infectadas y por las partículas virales liberadas durante las infecciones líticas como los antígenos de la cápside viral (VCA). En los sujetos con infección aguda, durante la recuperación y en los infectados hace tiempo, se hallan presentes anticuerpos específicos para VCA. El VEB ejerce profundos efectos sobre las características de crecimiento in vitro del linfocito B. En primer lugar, el virus es un potente activador policlonal independiente de la célula T de la proliferación de la célula B. En segundo lugar, el VEB puede inmortalizar células B humanas normales de forma que prolifere indefinidamente en cultivo. Las líneas resultantes duraderas de células B linfoblastoides presentan infección latente por el virus y pueden expresar proteínas EBNA, pero no tienen un fenotipo maligno. No se conocen hoy en día las bases moleculares de estos efectos del VHB en las células B, pero tanto las proteínas EBNA como LMP han sido implicadas en los acontecimientos de transformación-estimulación del crecimiento. La unión del factor asociado al receptor para TNF (TRAF)-2 al tallo citoplasmático de LMP es importante para el efecto del VEB en la proliferación de la célula B (véase Capítulo 12, Cuadro 12-5). Existe un amplio espectro de secuelas de la infección por el VEB. La mayoría de las personas son infectadas durante la adolescencia, no experimentan ningún síntoma y la replicación viral es controlada aparentemente por las respuestas inmunitarias humorales y mediadas por células T. En los adultos jóvenes no infectados previamente, la mononucleosis infecciosa se desarrolla típicamente durante la infección por VEB. Esta enfermedad se caracteriza por faringitis, fiebre y adenopatías linfáticas generalizadas. En la sangre periférica de los enfermos con mononucleosis infecciosa abundan células T grandes y de morfología atípica. Estas células son CTL activados con especificidad para los antígenos codificados por el VEB. L o s individuos sanos previamente infectados albergan el virus para el resto de sus vidas en las células B con infección latente y quizá en el epitelio nasofaríngeo. Se estima que 1 de cada millón de células B en un sujeto previamente infectado presenta infección latente. La infección por VEB está también fuertemente implicada como uno de los factores etiológicos en el desarrollo de ciertas neoplasias, entre las que se incluyen el carcinoma nasofaríngeo en poblaciones chinas, el linfoma de Burkitt en África ecuatorial y los linfomas de células B histológicamente variables en pacientes inmunosuprimidos. Hay pruebas convincentes de que la inmunidad mediada por células T es necesaria para el control de las infecciones por VHB y, en particular, para la muerte de las células B infectadas por VEB. En primer lugar, los individuos con deficiencias en la inmunidad medida por células T presentan con frecuencia infecciones agudas por VEB descontroladas, muy diseminadas y posiblemente letales. En segundo lugar, las células B infectadas por VEB aisladas de los enfermos con mononucleosis infecciosa pueden ser propagadas indefinidamente in vivo, pero solamente si las células T del enfermo son deplecionadas o inactivadas mediante fármacos como la ciclosporina A. De hecho, la inmortalización de células B normales periféricas mediante infección in vitro con el VEB tiene generalmente éxito únicamente si las células T del donante son eliminadas o inactivadas. En tercer lugar, los CTL específicos para los antígenos codificados por el VEB, entre los que se incluyen EBNA y LMP, aparecen en los enfermos con infección aguda y en los que se han recuperado por completo de una mononucleosis infecciosa. Se han establecido in vitro líneas clonadas de CTL que lisan específicamente células B infectadas por VEB, y estos CTL suelen reconocerse fragmentos peptídicos de proteínas EBNA y LMP en asociación a moléculas MHC de clase I. Es posible que las células T específicas del VEB actúen in vivo limitando la proliferación policlonal de las células B infectadas, así como matando clones potencialmente inmortalizados de células B con infección latente. Una pérdida de la inmunidad normal medida por células T permitiría que las células B con infección latente progresaran hacia la transformación maligna. Más tarde comentaremos esta hipótesis. La epidemiología y la genética molecular del linfoma de Burkitt y de otros linfomas asociados al VEB han sido objeto de intensa investigación, y ofrecen conocimientos fascinantes sobre varios aspectos de la oncogénesis viral y la inmunidad tumoral. El linfoma de Burkitt es un tipo histológico de tumor maligno de células B compuesto por células B monótonas, pequeñas y malignas. La forma africana de la enfermedad es endémica en regiones donde son comunes la infección por VEB y el paludismo. En estas regiones, el tumor aparece con frecuencia en chicos jóvenes comenzando habitualmente en la mandíbula. Prácticamente el 100 por 100 de los enfermos con linfoma de Burkitt africano tiene pruebas de infección previa por VEB, y casi todos sus tumores llevan el genoma del VEB y expresan antígenos codificados por el VEB. Se sabe que el paludismo en esta población causa inmunodeficiencias de células T, y esto puede ser la conexión entre la infección por VEB y el desarrollo del linfoma. El linfoma de Burkitt esporádico aparece con menos frecuencia en otras partes del mundo y, aunque estos tumores de células B son histológicamente similares a la forma endémica, sólo alrededor del 20 por 100 portan el genoma del EVB. Tanto las células del linfoma de Burkitt endémico como esporádico muestran translocaciones cromosómicas recíprocas que implican a los loci de los genes de inmunoglobulinas y al gen celular myc en el cromosoma 8 (Capítulo 4, véase Cuadro 4-5). Los linfomas de células B ocurren con una alta frecuencia en sujetos con inmunodeficiencia de células T, entre los que se incluyen los individuos con inmunodeficiencias congénitas, pacientes con SIDA y receptores de alotrasplantes de riñón o corazón que reciben fármacos inmunosupresores. Solamente algunos de estos tumores pueden denominarse linfomas de Burkitt, en función de su aspecto histológico. Con independencia del aspecto histológico, muchos de estos tumores presentan infección latente por el VEB, al igual que el linfoma de Burkitt. Una subpoblación más pequeña contiene también translocaciones de myc a los loci de Ig. Estas observaciones pueden sintetizarse en una hipótesis sobre la patogenia de los tumores de células B asociados al VEB. Los niños africanos con paludismo, los receptores de aloinjertos, los niños con inmunodeficiencia congénita y los enfermos de SIDA muestran deficiencias en la función normal de las células T. En estos sujetos, la infección por VEB carece de freno y la proliferación policlonal inducida por el VEB está descontrolada. Esta proliferación rápida y exuberante de las células B aumenta las posibilidades de que se cometan errores durante la replicación del ADN, entre las que se incluyen translocaciones de los oncogenes. Los loci de Ig son sitios relativamente accesibles a las translocaciones en comparación con otros loci en células B. La translocación del gen myc al locus de Ig da lugar a la desregulación transcripcional y a la expresión anormal de myc, y esto parece presentar una relación causal con la transformación maligna y el crecimiento de un clon de células neoplásicas. Otros acontecimientos genéticos pueden producir también la transformación después de la proliferación de células B inducida por el VEB, puesto que muchos tumores positivos para el VEB no tienen translocaciones myc, especialmente en los receptores de aloinjertos y en los enfermos de SIDA. En estos casos, las proteínas codificadas por el genoma integrado del VEB pueden contribuir al fenotipo maligno en los linfomas positivos para el VEB. El esquema propuesto predice que en la fase temprana de su curso, los tumores de células B asociados al VEB pueden ser policlonales, ya que se originan a partir de una población estimulada policlonalmente de células B normales. Posteriormente, uno o unos pocos clones pueden lograr ventajas de crecimiento selectivo, quizá debido a la desregulación de myc u otros genes celulares o virales. Como resultado, la proliferación policlonal evoluciona a un tumor monoclonal u oligoclonal. De hecho, se ha demostrado que así sucede mediante análisis por Southern blot (transferencia de Southern) de los reordenamientos de genes de Ig en tumores de células B positivas para el VEB de pacientes inmunodeprimidos.