El Totalitarismo El Fascismo y el Nazismo El Fascismo Italia Italia tenía un sistema de gobierno parlamentario cuando concluyó la Primera Guerra Mundial, con múltiples partidos políticos, grandes núcleos de pobreza material y pretensiones nacionales muchas veces insatisfechas. De esto último son ejemplo preciso los territorios obtenidos por Italia tras la guerra. Recibieron el Tirol (del sur), Trieste y Dalmacia. Los italianos esperaban una compensación mayor: el régimen perdió fuerza. En medio de los problemas nacionales y sociales surgió la figura de Benito Mussolini (1883-1945), fundador del Partido Fascista italiano. La doctrina del fascismo era extrema, y surgió como una de las alternativas de desarrollo cuando entraron en crisis las antiguas monarquías. Al caer éstas unos optaron por la democracia, otros por el comunismo y algunos países por el fascismo o alguna de sus variantes. Mussolini apelaba al nacionalismo y a la reconstrucción de la antigua Roma y su imperio. Era contrario al liberalismo político (democracia) y económico (capitalismo), frente a los cuales era partidario de un gobierno fuerte y una economía centralizada. El gobernante, el Duce (jefe), era la máxima figura del Estado, que fue organizado mediante corporaciones – representantes de las diversas actividades económicas- al frente de las cuales siempre hubo un miembro del partido fascista Las personas se debían al Estado, que era la única realidad. Esto da origen al totalitarismo –del cual el fascismo es su precursor-, forma de organización propia del siglo XX en que el Estado controla todas las esferas de la vida social e incluso privada de los individuos. En 1922, Mussolini dio inicio a la Marcha de Roma, que encabezó con cerca de 40 mil partidarios, tras lo cual el rey lo nombró jefe de gobierno, inició un gobierno fuerte que logró recuperar la autoestima italiana y las condiciones de bienestar, así como la actividad económica. En su política externa Mussolini fue moderado en su primera etapa, situación que cambiará cuando en Alemania asumía el poder Adolf Hitler, con quien formará una estrecha alianza que tendrá enorme trascendencia en la Segunda Guerra Mundial. La Alemania de Hitler y el nacionalismo Tras su derrota en la Primera Guerra Mundial buscó el resurgimiento a través de la democracia, consagrada en la Constitución de Weimar, de 1919. Como en Italia, aunque por diferentes razones, el pueblo alemán estaba moralmente destruido y descontento con el tratado de Versalles, que estimaba injusto. Sin embargo, tras la depresión de 1939, se produjo en Alemania una fuerte crisis que dejó al país con millones de cesantes, gran intranquilidad y, sobre todo, un profundo y creciente descontento. Todo esto generó un clima que Adolf Hitler supo aprovechar muy bien. Hitler era jefe del Partido Nacionalsocialista Alemán, del cual también fue fundador. Alemania había tenido que admitir condiciones muy desfavorables en el Tratado de Versalles (1919), entre otras el pago de una fuerte indemnización a los vencedores. Así, su economía de postguerra estuvo en un permanente estado de recesión, con una alta inflación y cesantía. El anterior cuadro fue agravado por la depresión de 1929, que contribuyó a ahondar aún más su ya golpeada economía. La República de Weimar, instaurada en el país en 1919, no daba solución a los graves problemas que afligían a la nación. El discurso nazi tomó fuerza en este período de crisis. Sus elementos centrales eran los siguientes: Apelación al orgullo racial ario (la raza más inteligente y fuerte, llamada a liderar a Europa); Antisemitismo; Oposición al marxismo: Un fuerte estatismo que hacía de cada hombre un “servidor de la Nación”: La necesidad de ampliar el espacio vital del Reich hacia el Este. Estos postulados sirvieron de base al programa que llevaría a Hitler al poder en su calidad de Führer, el líder del Partido y del Estado. Durante 1933, Adolf Hitler fue nombrado Canciller. Tras ello, numerosos sindicatos fueron cerrados y comenzaron las primeras discriminaciones en contra de los judíos. Hitler concentró el poder en sí y gobernó con gran autoridad y con un fuerte énfasis en la política socioeconómica. Adicionalmente, eliminó las limitaciones de rearme impuestas por el Tratado de Versalles, e indicó la formación de un impresionante poder militar, base esencial de su programa político que aspiraba a la formación de la Gran Alemania, previa expansión hacia el este. En 1934 muere el Presidente von Hindenburg. Entonces, Hitler se proclama Führer, el Jefe del Estado Alemán. El año 1939 es decisivo. En mayo Alemania firma una alianza política y militar con Japón e Italia (el Pacto de ACRO). En agosto, los alemanes firman con la URSS un pacto de agresión. Un mes más tarde, las tropas de Hitler invadieron Polonia, en un hecho que constituyó después el inicio de una nueva guerra mundial.