Lecciones de Cuba para el populismo socialista latinoamericano

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Lecciones de Cuba para el populismo socialista
latinoamericano
Por Hildebrando Chaviano Montes
La violación de las leyes que rigen la actividad económica caracteriza a los regímenes que
caen en la tentación del populismo demagógico tan de moda en algunos países
latinoamericanos hoy en día. Sean dirigidos por un partido omnipresente y todopoderoso o
por un líder carismático sin filiación política definida, siguen el mal ejemplo de Cuba,
sacrificándolo todo en aras de una idílica felicidad global.
El experimento llevado a cabo por los revolucionarios cubanos a partir del año 1959 puede
ser analizado por etapas claramente definidas. En el propio año 1959, si bien Cuba estaba
lejos de ser un paraíso, se encontraba en los primeros puestos en el continente americano
respecto a renglones tales como la tasa de alfabetización, el rendimiento agrícola y los
sistemas de salud.
El país contaba en aquel entonces con tres universidades públicas y una red de escuelas
vocacionales, escuelas de enseñanza primaria e institutos de segunda enseñanza que aunque
no eran suficientes para una población de cerca de seis millones de habitantes, garantizaban
el suministro de médicos, maestros, ingenieros agrícolas, agrimensores y técnicos en las
diversas especialidades en uso de la época, lo cual convertía a la isla en un lugar atractivo
para los inversores nacionales y foráneos, con el consiguiente flujo de capital.
En una economía deficiente, pero con una clara tendencia al despegue, la masa ganadera
era de aproximadamente una res por habitante y la producción azucarera, la principal
industria, proveía empleo a miles de trabajadores en campos y fábricas. La inmensa
mayoría de las empresas estaban en manos de propietarios cubanos; de los 500 mayores
propietarios de negocios en Cuba, 376 eran cubanos, 67 españoles y 28 norteamericanos.
Aquello de que la economía cubana estaba en manos del capital extranjero y principalmente
norteamericano fue una de las tantas leyendas inventadas para justificar el despojo. El
primer despojo fue el de los norteamericanos, después al resto de los grandes empresarios
nacionales y extranjeros. Por último, en el año 1968, con la segunda ofensiva
revolucionaria, desapareció todo tipo de actividad económica privada, lo que incluyó
sillones de limpiabotas y carros vendedores de granizado.
A partir de la década de los 70, justo con el fracaso de las políticas azucareras de Fidel
Castro, el hundimiento de la economía cubana fue absoluto, debido sobre todo a la
monopolización de la economía por parte del Estado. Sólo el subsidio soviético
condicionado a la institucionalización del proceso revolucionario salvó a Cuba de la
debacle. La centralización al estilo soviético que fue impuesta llevó al país al mismo
despeñadero que el resto de los llamados países socialistas, con la gran metrópoli a la
cabeza.
Hoy se puede ver con asombro que el desastre provocado por una política económica tan
caprichosamente equivocada como era la estatización al estilo cubano, donde el Estado se
convierte en el principal o único empleador, inversor, productor y mecenas, resurge en
algunos países de América, con el lógico deterioro de los indicadores económicos, aunque
de inmediato muchos se nieguen a aceptarlo en medio de la borrachera populista del
socialismo del siglo XXI.
El panorama socialista que se reproduce en algunos rincones de América Latina se
caracteriza por más empleos y menos productividad, mayores salarios, pero también más
inflación, y aumento de los servicios públicos con el correspondiente crecimiento de la
deuda pública, la que se pretenderá disminuir con el aumento de los precios al consumidor
y más cargas tributarias a los productores.
Si bien es cierto que los que nunca tuvieron nada se ven beneficiados con supuestas
gratuidades en los servicios de educación y salud, además de un empleo honroso aunque
improductivo, los servicios recibidos son cada vez de más mala calidad.
Desafortunadamente, bajo este tipo de socialismo el salario alcanza para poco; por ejemplo,
en el 2012 el salario mensual promedio cubano ni siquiera llegó a los 19 dólares.
Además, estas supuestas “gratuidades” provistas por el socialismo en realidad no son
gratuitas, sino ya fueron cobradas - o serán cobradas - con creces. Constituyen el engaño en
que se basa todo el andamiaje político del socialismo. El Estado en realidad no posee más
riquezas que las producidas por los trabajadores. La burocracia estatal es un parásito del
que la sociedad no puede prescindir, pero al que hay que mantener a raya para que no se
trague el dinero proveniente de los impuestos malgastándolo en experimentos y caprichos.
En el caso de los gobiernos socialistas, no sólo disponen de la recaudación fiscal, sino que
controlan la política de precios, los empleos, la producción, comercialización, transporte y
almacenamiento de los bienes. La experiencia de más de medio siglo de socialismo en
Cuba al parecer no ha hecho mella en la fe de las masas pobres latinoamericanas, que se
dejan embaucar gustosamente por demagogos sin escrúpulos y fanáticos sin cerebro que no
ven el peligro que hay en gastar más de lo que se tiene.
El problema al parecer está en la capacidad de memorizar que tienen los pueblos, al olvidar
que el socialismo arruinó a la Unión Soviética, que casi hizo desaparecer la Camboya de
Pol Pot con todo y sus millones de camboyanos y que es el mismo socialismo que mantiene
a los cubanos viviendo con una tarjeta de racionamiento como si estuvieran en guerra desde
hace más de medio siglo, mientras la mayoría de los países del área muestran resultados
favorables a pesar de las crisis, pudiendo darse el lujo de pagar los médicos que la isla
exporta.
El monopolio estatal es tan monopolio como cualquier otro y es así mismo de dañino. A
diferencia de los monopolios empresariales, el monopolio del estado socialista se extiende
al campo de las ideas, y llegado el momento, se acallarán conciencias a cambio de un
empleo o una carrera universitaria.
El socialismo como sistema, además de no dar nada que previamente no haya quitado, priva
al ser humano de libertad a cambio de promesas. En el caso del socialismo cubano, ya dio
todo lo que iba a dar, que no fue mucho. En estos momentos se está produciendo un giro
franco hacia la economía de mercado con todo el daño social que esto implica. Ya no hay
de donde sacar para seguir repartiendo y el pueblo está abocado a un sistema para el que no
está preparado, sin conocimientos ni capital para invertir, ni leyes que se lo permitan.
Justo ahora, en su peor momento, el modelo cubano trata de repetirse como los incendios
de verano, que cuando ya está por extinguirse en un lugar brota en otro para seguir su labor
destructiva. El populismo no es económicamente equilibrado y los pueblos que ahora dan
vivas al socialismo pagarán las consecuencias de su falta de juicio y odio irracional al único
sistema que ha demostrado ser lo suficientemente productivo como para satisfacer las
necesidades continuamente crecientes de los habitantes del planeta. Sin embargo, por
diversas razones, ésto no se traduce en ropa, comida y vivienda para todos.
Destruir el sistema de economía de mercado por ser supuestamente el culpable de la miseria
en el mundo es una idea suicida. Distribuir todos los bienes equitativamente para que cada
persona tenga lo mismo que los otros, aunque no haya aportado el más mínimo esfuerzo en
la consecución de lo logrado, es igualitarismo y pura utopía además de injusto. Ni el
sistema de economía de mercado es responsable por si de que los africanos no alcancen los
sesenta años de edad, ni los setenta años de socialismo soviético impidieron que los rusos
murieran de frío, hambre y enfermedades en lo que se creía la segunda potencia mundial.
hildebrando.chaviano@yahoo.com
http://hchaviano5.blogspot.
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