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DIÁLOGO DE POETAS
¿P
or qué la poesía se ocupa sobre
todo de la tragedia? El dolor y
el desencanto suelen ser sus principales nutrientes, mismos que, cuando
se resuelven en felicidad expresiva, llegan a provocar en el lector, más
allá de su contenido, una satisfacción puntual debida a su dar en el blanco.
La lírica festiva, se dice, es propia de poetas con oficio o de civilizaciones
con un largo trecho recorrido, mientras que en el joven escritor lo que viene
a la pluma es precisamente el desgarramiento y, con él, el peligro de la retórica y el melodrama: no llorar sino plañir. José Said Arellano se enfrenta a
esos peligros con el trabajo de la imagen, la concreción en la voluntad descriptiva de la experiencia vivida, de ese aire que es más que aire. La paradoja
es evidente y él no la rehúye: la originalidad es, en buena medida, reelaborar
imágenes previas: ¿cuántas veces hemos leído/visto: “la hoja arrancada
por el viento” como representación de la soledad y la orfandad? Pero eso,
cuando no representa, sino que encarna esa vivencia, alcanza de nuevo a
presentarse como nuevo; escojo el momento fulgurante de estos poemas:
“Cicatrices que no cierran//Por la misma ventana/entra/el aire frío”. La ventana como cicatriz me parece un hallazgo, pero apenas sugerido para que sea
el lector quien lo conciba. Cuando esto ocurre, la violencia soterrada evidente del poema cambia de signo y vive transformada. Cuando Said Arellano
dice: “la vida te golpeaba cada mañana, como una y otra ola”, ese golpear
puede ser ya una caricia. Los poemas que aquí se publican hacen de la
luz, sombra, y de la sombra una iluminación. Pero no es que sea indeciso
ni ambivalente. ¿Es necesario insistir en que ambigüedad y precisión suelen
ser, en poesía, sinónimos?
José María Espinasa
Estudios 98, vol. IX, otoño 2011.
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