©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. RESEÑAS William Desmond, Cynics, 2008, Berkeley, University of California Press, 290 pp. ٭Harald Thorsrud, Ancient Scepticism, 2009, Berkeley, University of California Press, 248 pp. ٭Tim O’Keefe, Epicureanism, 2010, Berkeley, University of California Press, 206 pp. ٭Nancy Evans, Civic Rites: Democracy and Religion in Ancient Athens, 2010, Berkeley, University of California Press, 288 pp. RECEPCIÓN: 9 de agosto de 2010. ACEPTACIÓN: 26 de agosto de 2010. Sabias lecciones antiguas L os tres primeros títulos pertenecen a nueva colección sobre escuelas filosóficas de la Antigüedad, dirigida a estudiantes universitarios y, por los volúmenes que he leído, reúne las características de las mejores obras de introducción, una lectura excelente para el público en general. Los autores son reconocidos y destilan un conocimiento de especialista en un estilo claro y ameno; los textos vienen acompañados con glosarios, bibliografía y una guía de lectura. (Fuera de Norteamérica, la colección se publica al mismo tiempo por la editorial Acumen.) Además de los pensadores o escuelas griegas, se anuncian dentro de esta serie títulos sobre filosofía clásica de Islam y la filosofía budista india, algo de obvio interés cara al futuro. Los tres que se reseñan aquí, sobre las escuelas de cínicos, escépticos, y epicúreos de la Antigüedad, introducen actitudes filosóficas que de ninguna manera yacen enterradas en el cementerio de las ideas, si es que existe tal terreno. En el primer capítulo de su libro, Desmond ofrece un recorrido cronológico de los “cínicos” del mundo antiguo que continúa en el último con pensadores afines desde los primeros siglos del cristianismo hasta nuestros tiempos; entre uno y otro, el libro examina temas del pensamiento cínico y lo hace con suficiente detalle, ya sea el rechazo de la costumbre, el ideal de vida según la naturaleza, ideas sobre la suerte, el destino, la fortuna y el yo, y un capítulo en el que examina al cínico como anarquista o demócrata o cosmopolita, y la Estudios 95, vol. VIII, invierno 2010. 239 ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. RESEÑAS 240 extraña fascinación por la figura del rey. La tesis de algunos eruditos modernos de que Jesús fuera un cínico en Galilea se examina en pro y en contra, y la refutación de Desmond es convincente porque los cínicos de la Antigüedad clásica no fueron los únicos en hablar en contra de la riqueza y a favor de la sencillez de vida, y es posible encontrar ideas en la boca de Jesús que, aunque recuerdan temas cínicos, no son exclusivos de ellos. Rousseau y Nietzsche también tuvieron sus momentos cercanos a los cínicos, y apuesto a que cualquier lector de esta introducción terminará la lectura con cierta satisfacción de que no disminuirá su alegría de vivir ni su libertad interior por lograr cuantos momentos cínicos le sean permitidos, a la Diógenes, por así decirlo, y tanto más necesarios en una edad de consumismo irracional y de una escandalosa dependencia de ideas, usos, y políticas ajenas. Por su parte, el escepticismo de la Antigüedad clásica griega ofrece otra oportunidad no menos interesante para la reflexión aunque, en la postmodernidad, la razón ha recibido más de una paliza esencial sin necesidad de ayuda de los antepasados en el oficio. Nunca acaso ha sido tan importante ser “escéptico” como en nuestros tiempos, cuando vastas muchedumbres sacrifican cualquier cosa, aun el mismo sentido común, en el altar de la credulidad (a menudo sólo porque lo han visto en la televisión, o escuchado en la radio, o ahora, en la red de Internet). “Skepsis” significa investigación, pesquisa, información exacta, examen cuidadoso de algo, y en vista a la tendencia humana poderosa a lo contrario, por pereza, negligencia, arrogancia o nulidad mental, no parece mala cosa ser “escéptico” de cuando en cuando. Si hemos de opinar, tengamos al menos una opinión bien informada. John Henry Newman decía que la duda religiosa de un alemán valía más que la fe inexplorada de un latino. La introducción al escepticismo de Thorsrud sigue con detalle reconocidos escépticos como Pirrón, Arcesilao (o la escuela del escepticismo académico), Carneades, Sexto Empírico, y otros. Al final, hay un capítulo sobre argumentos pirrónicos y otro sobre “la vida (ordinaria) de un escéptico”. Thorsrud tiene razón, y aunque la tranquilidad deseada por el escéptico no sea nuestra predilección, encontrarse con uno de ellos es siempre una ocasión inmejorable de afilar el pensamiento. Por mi trabajo sobre Tomás Moro, he tenido más contacto con Luciano de Samosata, algunas de cuyas obras el humanista inglés tradujo con evidente admiración. Tim O’Keefe, autor de Epicurus on Freedom, escribe sobre la filosofía epicúrea empezando con la vida de Epicuro y las fuentes para el estudio. Divide su libro en un análisis de las nociones epicúreas sobre metafísica y física, epistemología y ética. Como ocurre siempre con cualquier escuela filosófica, ninguna Estudios 95, vol. VIII, invierno 2010. ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. RESEÑAS parte de sus lecciones se estudia sin provecho; en particular, la ética hedonista defendida por Epicuro, algo que cualquier universitario debería de conocer y discutir con cierta profundidad para su bien y el de muchos que lo rodearán en su vida. Qué hermoso y tranquilo sería nuestro mundo si los hedonistas de hoy, por usar un término que les eleva demasiado del placer grosero y vacío, volvieran a los orígenes de la filosofía epicúrea y bebieran en las fuente de la ética de Epicuro, un hedonismo que buscaba la tranquilidad de vida y de conciencia por medio de la justicia, de la amistad y de otras virtudes. El libro termina, naturalmente, con un capítulo sobre la muerte, cuyo temor preocupaba más a los seres humanos que el temor a los dioses. De que somos, lo aceptemos o no, de alguna manera hedonistas, no cabe duda. Pero lo que importa es descubrir qué tipo de hedonismo apreciamos, porque el de Epicuro no tiene mucho que ver con un hedonismo vacío y decadente. Repasar estas escuelas de sabiduría filosófica, recordar las variedades del arte de la vida en la antigüedad clásica occidental, resulta una experiencia grata y renovadora. Si los demás libros mantienen el mismo espíritu y erudición, esta nueva colección sobre el pensamiento de la Antigüedad puede ser, tanto para estudiantes universitarios como para el público en general, un medio de renacimiento filosófico hacia una vida más provechosa y feliz. ¿Y qué mejor fruto puede un ciudadano moderno desear? La misma iluminación produce la lectura del libro de Nancy Evans sobre los orígenes religiosos de la democracia en Atenas, pero también sobre los peligros de mezclar la piedad con la política. La figura de Sócrates abre y cierra este recorrido fascinante sobre la historia, la mitología y los ritos de una de las grandes ciudades de la Antigüedad, una norma que era general en toda la sociedad mediterránea. La vida política estaba gobernada por ritos cívicos; no por creencias religiosas, sino por prácticas litúrgicas, y esto ya es suficiente para darse cuenta del interés que aquella historia tiene de cara al presente y futuro de una sociedad democrática en la que se respete la libertad de religión y conciencia. A menudo hemos idealizado a la Atenas de Pericles, de tal manera que su historia verdadera se oscurece y deja de ayudar a la reflexión contemporánea, ofreciendo distorsiones peligrosas para las democracias de nuestro siglo presente. ÁLVARO DE SILVA Boston, Massachusetts Estudios 95, vol. VIII, invierno 2010. 241