| 18 | OPINIÓN

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18 | OPINIÓN |
Jueves, 6 de marzo del 2014
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La Voz de Galicia
LA SUCESIÓN DE TEMPORALES Y SUS DESTROZOS. Después de tres meses de mal tiempo, con especial incidencia en el litoral,
ya se había abordado una primera valoración de daños a fin de repararlos. Pero un nuevo temporal los ha agravado aún más.
Juan R. Acinas Doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
¿Estamos preparados para los temporales atlánticos?
E
n A Coruña, al comienzo de la década de 1990,
se mejoraron de forma
notable las condiciones
de la ribera del Orzán, pero se hizo ganando terreno al mar y eso
no puede resultar impune. Desde la recuperación de la ribera
de las playas del Orzán y Riazor,
se han producido daños importantes e invasión del paseo marítimo en ocho ocasiones (1994,
1996, 1998, 2001, 2005, 2008, 2010,
2014). Es decir, estamos hablando de un fenómeno que no puede coger por sorpresa a nadie.
La ciudad de A Coruña necesita dar una solución a este problema. Problema complejo y que a
largo plazo se verá agravado por
la subida del nivel medio del mar.
El 2 de febrero del 2014 llegó a
la costa gallega un temporal de
altura de ola significante igual a
12,8 metros, causando importantes daños en playas, paseos marítimos y algunos puertos. Esta ola
es extraordinaria, pero no puede considerarse como imprevista, es más, la altura de ola significante máxima esperada para un
período de veinte años y publicada por Puertos del Estado es de
13,2 metros para la boya de Estaca de Bares y de 13,8 metros para
Villano-Sisargas. Lo que sí resulta excepcional es la repetición en
el tiempo de esos valores extremos. En efecto, pasado un mes, el
3 de marzo se volvieron a registrar olas de 12 metros. Y en cinco
años y medio con datos, en Estaca
de Bares se han contabilizado solamente dos estados de mar con
alturas de ola significante superiores o iguales a 12 metros.
Estos temporales de oleaje que
abordan el litoral de Galicia y todo el Cantábrico se generan en
el Atlántico norte por la acción
directa del viento sobre la superficie del océano. Los daños
provocados por estos temporales se hacen más sensibles y alarmantes al producirse en playas
urbanas y en
puertos.
Se conoce el fenómeno natural que pro-
voca la invasión del paseo marítimo de A Coruña por el oleaje:
presencia simultánea de oleaje
fuerte, ondas de orilla y un valor extremo del nivel medio del
mar. Nivel del mar que se alcanza al sumar la pleamar astronómica y la sobreelevación provocada por la baja de la presión atmosférica, un viento fuerte y la
rotura del oleaje. A lo que es necesario añadir la actual morfología del paseo y de las playas, así
como el inadecuado comportamiento estructural de
la barandilla.
Para solucionar este problema es necesario «modelar
ILUSTRACIÓN PILAR CANICOBA
Javier Sopelana Ingeniero experto en gestión de la costa. Vocal de Ageinco
la ensenada del Orzán», es decir
estar en condiciones de conocer
los resultados de cada una de las
actuaciones proyectadas antes
de su ejecución. Además, la ciudad debe dotarse de un sistema
de aviso y prevención de riesgos
frente a temporales. Y debe proyectar en el mar y en tierra una
solución a largo plazo de los daños que provoca la invasión periódica de las calles por el oleaje.
En los puertos se han observado roturas y diversos daños en
Burela, Bares, Cariño, Mera, Malpica, etc. Por su especial significado como patrimonio histórico
de la ingeniería de Galicia es obligado destacar los problemas que
viene sufriendo el coído de Bares, el puerto posiblemente más
antiguo de España en servicio.
El conjunto del puerto de Bares,
su coído y entorno necesitan un
plan de mantenimiento y valorización y su declaración como
bien cultural de Galicia.
El puerto de Cariño, uno de
los mayores puertos comerciales gestionados por la Xunta, ha
sufrido sendas roturas con los su-
cesivos temporales de los años
2005, 2008, 2010 y 2014. El Sistema Portuario Gallego precisa
analizar el estado de las infraestructuras portuarias y redactar
y ejecutar un plan de mantenimiento y mejora de los puertos
más expuestos. No hay que olvidar que el conjunto del litoral y
sus infraestructuras representan
uno de los principales bienes estratégicos de Galicia.
También hay que tener presente que la costa es un medio que
se caracteriza por su riqueza ambiental, por la concurrencia de fenómenos singulares y aleatorios
—viento, oleaje, corrientes, niveles del mar— y, sobre todo, por su
dinamismo y fragilidad. La costa
en su estado natural está siempre
en evolución o en equilibrio dinámico, de ahí su atractivo. Si no
somos respetuosos con su dinámica e invadimos su espacio inexorablemente la perderemos. Estas consideraciones se resumen,
de acuerdo con P. Bruun, en dos:
amarás tu playa sobre todas las
cosas y a la del prójimo como a
la tuya misma.
Xavier Fonseca Presentador de «Historias del Tiempo», de V Televisión
¿Nos hemos quedado sin playas? El tiempo, sin términos medios
E
sto tiene un aspecto desolador, el mar se llevó toda
la arena, llevo viviendo 40
años aquí y nunca vi una cosa igual. Frases como estas llevamos
escuchándolas los últimos días, pero ¿qué es lo que realmente ha ocurrido? ¿Nos hemos quedado sin playas? Para poder conocer la respuesta hay que empezar por entender los
procesos que se producen en una playa ante un temporal.
Debemos pensar en las playas como elementos vivos, sometidos a una
serie de dinámicas (viento, oleaje,
marea, etc.), de tal forma que, en época de bonanza climatológica se produce un transporte de arena hacia la
costa, (poco a poco y por el fondo,
como un barrendero) produciéndose
una acumulación en forma de playa
seca. Sin embargo, en temporales el
efecto conjunto de dichas dinámicas
erosiona la playa seca y la traslada al
fondo de mar en la zona sumergida
(de forma más súbita, moviendo un
gran volumen, como una retroexcavadora). Así, en un invierno normal,
las playas retroceden y se acomodan
a esta situación sin provocar problemas en la costa, para en época de bonanza volver a su situación de verano. El problema llega cuando, como
este invierno, se dan una secuencia
elevada de temporales extremos de
tal forma que la playa no tiene tiempo
a recuperarse de un temporal cuando le llega el siguiente, cogiendo a la
playa desprotegida. De esta forma, se
puede entender que, si llegan varios
temporales seguidos, la potencial capacidad de destrucción de cada uno
de ellos aumenta respecto el anterior.
Por tanto, la respuesta a la pregunta es no, no nos hemos quedado sin
playa, la arena volverá, simplemente
se trata de un proceso natural de autorregulación de las playas. Sin embargo, no hay que olvidar que muchos
de los destrozos ocurridos son culpa del ser humano y de su atracción
por ocupar el litoral, zonas más vulnerables a los efectos de estos eventos extremos. Recordemos qué playas han aparecido en las noticias, Riazor en A Coruña, San Lorenzo en Gijón, Sardinero en Santander y Gros
en San Sebastián.
Estos fenómenos extremos siempre han existido y van a seguir existiendo, por ello debemos conocerlos, entenderlos y avanzar en la planificación y gestión de los desastres
que puedan provocar. Un gran profesor y ahora amigo dejó hace poco
un interesante titular: «No existen
desastres naturales, lo que existe es
una gestión inadecuada de los fenómenos naturales», por favor, reflexionemos sobre ello.
E
n meteorología hay un concepto
para referirse a la atmósfera, que
no tiene memoria. Nos castiga con
una borrasca tras otra durante más
de dos meses y, de pronto, hace que el anticiclón suba en latitud, abrace Galicia, deje
un tiempo estable y actúe como si no hubiese pasado nada. Así será a partir de ahora.
La memoria meteorológica de los humanos también tiene sus particularidades, es
selectiva y suele retener más el mal tiempo que el bueno. Porque seguro que nadie
recuerda que en noviembre tuvimos unas
condiciones estupendas. Incluso durante la
primera mitad de diciembre, el mes húmedo por excelencia. El anticiclón de las Azores estaba más reforzado de lo normal y fue
ese aire cálido, asociado a altas presiones,
uno de los dos responsables de los sucesivos temporales. El otro llegó desde el Ártico. Este invierno se han cumplido previsiones que la ciencia hace desde que sabe
que la Tierra se calienta. La diferencia entre el Ecuador del planeta y el Polo Norte
ha disminuido y ha alterado una corriente que separa el aire caliente del hemisferio sur del frío del norte. Esa potente corriente, que trae de la mano las borrascas a
Galicia, se ha debilitado y en lugar de moverse de este a oeste lo hizo de norte a sur
en Norteamérica, permitiendo que el aire
polar haya entrado en el Atlántico de forma incesante. Y cuando chocan dos masas de aire de temperaturas tan diferentes el resultado es una ciclogénesis explo-
siva. Dos palabras que hasta hace muy poco eran nuevas pero que ahora ya forman
parte de nuestra cultura. Ciclogénesis significa formación de un ciclón, las borrascas
de toda la vida. Es el calificativo explosiva
lo que marca la diferencia. Para que sea así
es necesario que la presión, que nos indica
la fuerza, descienda por lo menos 20 milibares en solo 24 horas. Este invierno no solo hemos tenido muchas, sino que algunas
han sido históricas por su intensidad: Dirk
y Nadja, cuyas presiones mínimas centrales fueron equiparables a las de un huracán de categoría cuatro. Esto explica temporales tan duros, con vientos muy fuertes y abundantes precipitaciones. Unas lluvias que sí han activado nuestra memoria
para remontarnos hasta el famoso invierno del 2001. Hemos visto olas gigantes y
se han activado alertas rojas como nunca.
Los mas longevos habrán tenido que recordar mucho para dar con una situación similar; para el resto ha sido algo totalmente
nuevo. Cuando en la zona del Reino Unido
hay una borrasca muy profunda sopla con
fuerza sobre el océano y genera ese mar de
fondo que ha estado llegando sin descanso a las costas gallegas obligando a activar
avisos casi todos los días. Además, dos veces al mes el Sol, la Tierra y la Luna se alinean generando mareas vivas. Esos ingredientes juntos dejan un mar muy revuelto
y espumoso, capaz de comerse las playas,
las aceras y las carreteras. El cambio climático está eliminando los términos medios.
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