Civilizaciones precolombinas Lo cierto es que los españoles se encontraron con grupos aborígenes con distinto grado de cultura que conocemos como civilizaciones precolombinas. Algunos eran sedentarios, otros nómades; la mayoría de ellos trabajaban la piedra, algunos en forma más rudimentaria que otros; unos eran agricultores, otros cazadores y recolectores; muy pocos conocían la escritura y las técnicas metalúrgicas. En este libro haremos referencia a los que son más importantes para los temas que nos toca tratar. Las tribus antillanas Reciben este nombre las culturas que habitaron la zona de las Antillas y las costas de Panamá, Venezuela y Colombia. Fueron los primeros aborígenes que los españoles encontraron al descubrir América. Eran tribus numerosas, diferentes entre sí, pero que presentaban una serie de características en común. Eran politeístas, se dedicaban a la caza, la pesca y la recolección, también practicaban la agricultura de maíz, mandioca, tabaco y algodón. Era común entre ellas la práctica de la antropofagia, tal como lo pudo comprobar Cristóbal Colón durante su segundo viaje. Los aztecas Esta cultura proveniente del norte, de Aztlán, se cree que llegó al Valle de México alrededor del siglo XIII y comenzó el sometimiento de las tribus locales como los toltecas que opusieron una dura resistencia pero finalmente fueron doblegadas. En 1325 el sacerdote Tenoch fundó en el lago de México su capital Tenochtitlán. En 1440 Moctezuma I consolidó la dominación de los aztecas sobre un amplio territorio y remodeló la capital. Durante este siglo las diversas ciudades aztecas, Tlacopán, Texcoco y Tenochtitlán se unieron formando una gran confederación que bajo la hegemonía de ésta última, rápidamente se extendió y constituyó un imperio de considerables dimensiones. Sus bienes materiales eran cuantiosos ya que más de trescientas ciudades sometidas eran obligadas a pagar tributo cada seis meses. Pero lo que más reclamaban de sus vasallos eran víctimas humanas cuya sangre era ofrecida como sacrificio a Huitzilopochtli, dios de la guerra. Su propia religión les enseñaba la lucha eterna que se daba en el cielo. En efecto, el Sol al despuntar, expulsaba a la Luna y a las estrellas y traía consigo al día; pero al atardecer moría y sólo podía ser revivido si los aztecas, pueblo del sol, ofrendaban sangre humana pues ésta era la sustancia de la vida. Por eso no es de extrañar que cuando Cortés llegó a México rápidamente esas tribus se le unieran en contra de los aztecas. Además de la mencionada divinidad existían una gran cantidad de dioses menores que se asociaban a las fuerzas de la naturaleza y a los astros. Creían en la existencia del cielo y el infierno. Que una persona fuera a uno u otro dependía de la forma de morir, por ejemplo los guerreros que caían en batalla iban al cielo, los leprosos o los que morían ahogados iban al infierno. La sociedad tenía como núcleo a la familia patriarcal y las que tenían un antepasado común se agrupaban en calpullis dentro de las ciudades. Estos a su vez formaban tribus dirigidas por consejos que respondían a la autoridad de un jefe de estado que poseía todo el poder religioso y político: el Emperador. Las principales actividades de los aztecas eran la guerra y la agricultura. Esta última era encargada sobre todo a los esclavos, predominaba el cultivo del maíz, las papas, la mandioca y las batatas entre otros. Estos productos eran comerciados en toda la región utilizando como moneda de cambio el cacao y la orfebrería practicada sobre oro y plata. Si bien cada pueblo hablaba una lengua distinta, el nahuátl era la más difundida de todas ellas. Su escritura era ideográfica, es decir, representada por signos. En las artes destacaron en la escritura entre la que sobresale la Piedra del Sol. Poseían avanzados conocimientos sobre astronomía y matemática, pues era imprescindible para ellos conocer los ritmos del cielo para ofrecer sus sacrificios, evitando así que la vida fuese aniquilada. “Esto nos permite comprender su obsesión por el tiempo. Cada día al ponerse el sol, cada año, cuando llegaban los temidos cinco días finales que se agregaban a los 360 de los 18 meses lunares, al final de cada ciclo de 52 años, que formaban una especie de gran año, presentían la muerte del universo y los invadía el terror” (…). “Donde esta preocupación extraordinaria por el tiempo no intervenía, su capacidad científica era nula; ignoraban el uso de la rueda, no conocían la tracción a sangre y todas sus cargas eran transportadas por acarreadores humanos. En el siglo XVI d.C. tenían menos adquisiciones científicas que los griegos del siglo V a.C.” VON HAGEN, V. W., The Aztec: man and tribe. The New American Library, New York, 1962, p. 168169. Los incas Los incas se establecieron en la zona andina y se asentaron sobre los restos de las culturas chavin y tihuanaco. Se fueron desarrollando lentamente y comenzaron un rápido proceso de expansión que para el 1476, desde su capital, Cuzco, los llevó a unificar bajo su mando un gran imperio. El mismo se extendió desde el norte de Ecuador hasta el noroeste argentino, teniendo como límites las selvas del Amazonas y del Gran Chaco. Eran politeístas, teniendo como divinidad principal a Viracocha, dios del Sol y del cual los incas se consideraban hijos y súbditos. Completaban el panteón una serie de divinidades menores e ídolos familiares a los que adoraban en pequeñas capillas o al aire libre. Los sacrificios de animales eran bastante habituales, en cambio rara vez realizaban sacrificios humanos. Su sociedad estaba altamente organizada y jerarquizada. Por encima de todo encontramos a la autoridad suprema considerado de naturaleza divina, el emperador o “Gran Inca”, con plenos poderes políticos y religiosos. Era ayudado en sus tareas por cuatro capac o apo, que se encontraban al frente de los suyus, ya que el imperio se dividía en cuatro grandes unidades administrativas o provincias: Colla-suyu, Anti-suyu, Conti-suyu y Chincha-suyu. Toda la estructura era apoyada y sostenida por un ejército altamente entrenado y motivado que disponía de una excelente logística, que fue una de claves de su éxito, y por vías de comunicación que ayudaban a mantener la unidad del imperio. Un sistemas de chasquis o correos unían estas regiones entre sí. La red de caminos del Imperio Inca “En la América del Sur los conquistadores españoles, apoderándose desde 1532 del país de los Incas, encontraron, a su mayor asombro, una red muy amplia y bien construida de caminos que se extendía en dirección norte – sur por centenares de leguas desde Pasto hasta el río Maulé, en la frontera antigua de Chile. Estos eran los célebres caminos del Inca, descritos y admirados en muchas obras históricas del siglo XVI y aun hoy objeto de profundos estudios arqueológicos. Estas calzadas, anchas y bien empedradas, naturalmente fueron usadas también por los españoles, por lo menos en las partes donde no impedían el uso de caballerías europeas las escalinatas practicables sólo para peones y para la llama sudamericana (…)”. SCHÄFER, Ernesto: Comunicaciones marítimas y terrestres de las Indias Españolas, p. 980-981. La sociedad estaba integrada por los parientes del Inca que formaban la aristocracia. El curaca se encontraba al frente de cada ayllus, que era la unidad económico-social y religiosa del pueblo inca. Su economía era eminentemente agrícola y estaba muy desarrollada a pesar de las dificultades que presentaba el terreno montañoso. Se utilizaba para el cultivo el sistema de terrazas y modernos mecanismos de riego. Se cultivaban papas, maíz, algodón, porotos y quinoa, entre otros. Hablaban la lengua quechua o quichua. Utilizaban un sistema de escritura muy rudimentario denominado quipus, que se basaba en un sistema de cuerdas de diferentes colores con nudos que poseían distintos significados. En arquitectura se destacaron en la construcción de los pucarás o fortalezas militares; de templos como el Coricancha o Templo del Sol en Cuzco y los palacios como la residencia del Inca. En el momento en que se produjo la llegada de Pizarro los incas estaban debilitados a una reciente guerra civil, lo que facilitó la acción de los españoles. Los mayas En la actual Guatemala se desarrolló la cultura maya. Podemos dividir su historia en dos grandes períodos: el Clásico y el Nuevo Imperio. En el primero de ellos surgieron centros rituales como Copán y Palenque. Hacia el siglo VII esta cultura alcanzó el máximo grado de desarrollo pero por causas que se presumen fueron luchas internas o al fracaso del sistema agrícola que provocó hambruna entre la población, se desplazaron hacia el norte de la Península de Yucatán donde influidos por los nahuas, crearon el Nuevo Imperio. Se organizaron en ciudades-estados como Chichen Itza, Mayapán y Uxmal. Cada una de ellas estaba regida por un jefe y si bien conformaban una Confederación, eran independientes unas de otras. Al igual que los aztecas, los mayas entendían que la guerra era continua ya que suministraba esclavos y víctimas para los sacrificios humanos, aunque éstas no se limitaban a los prisioneros de guerra, sino que también ofrecían a sus dioses a las mujeres y a los niños. La economía estaba basada en la agricultura. Los principales cultivos fueron el algodón, el maíz, algunas legumbres y el cacao con el que preparaban una bebida llamada chocolatl. Sus conocimientos científicos eran bastante avanzados sobre todo en astronomía. Su calendario, similar al azteca, fue inventado debido a que necesitaban tener una noción exacta del tiempo para realizar los sacrificios a sus divinidades. Se destacaron en la escultura y la arquitectura. Son típicas las pirámides truncadas sobre cuya cima se construían los templos de forma rectangular. Los primitivos pobladores del actual territorio argentino El actual territorio argentino no se hallaba poblado por hombres organizados en una sociedad resultante de una antigua civilización autóctona. Nada acredita la existencia de pueblos antiguos capaces de dejar su impronta en el suelo que habitaban como contrariamente lo demuestran los monumentos arquitectónicos del Perú o de México. La organización política o social de estas tribus eran muy primitivas. Más bien fueron sociedades aisladas donde los europeos pudieron imprimir su sello venciendo un número menor de dificultades que en las zonas donde habitaron aztecas e incas.