Walther L. Bernecker Las relaciones entre Europa y Latinoamérica durante el Siglo XIX Ofensivas comerciales e intereses económicos 1. Introducción No es posible exponer en un sólo artículo, ni aún en forma sumaria, las relaciones entre Europa y Latinoamérica durante el siglo XIX; eran demasiado variadas y complejas, demasiado estratificados los niveles en que las interacciones operaban, y demasiados los protagonistas de tales relaciones. A menudo es difícil, a veces imposible, trazar la frontera entre economía y política; a su vez, dos grandes regiones geográficas, cada una con muchos países, deberían ser tratadas diferencialmente. Por eso, el argumento de este artículo será sintetizante en extremo, limitándose a los grandes rasgos del desarrollo, y renunciando a todo tipo de diferenciamientos. El siglo XIX latinoamericano puede definirse, con respecto a la relación entre el subcontinente y las naciones "desarrolladas" del Atlántico norte, como un período de transición entre "viejo" y "nuevo" imperialismo. Latinoamérica había podido, a principios de siglo, sacudirse el poderío colonial hispano-portugués, pero a finales de siglo el subcontinente ya se encontraba en un nuevo estado de dependencia, ahora ante todo económica. Durante ese "siglo europeo" las naciones latinoamericanas experimentaron la creciente expansión que las nuevas potencias económicas europeas, especialmente Gran Bretaña, y poco después, de forma modificada, Alemania y Francia, operaron en el vacío dejado por la retirada de España. A fines de siglo, sin embargo, era ya ostensible que los Estados Unidos substituirían a las potencias europeas como socio dominante en las relaciones de comercio exterior latinoamericanas. Al desaparecer las ataduras políticas con la metrópolis española, se transformó de gran manera la forma de incorporación de las estructuras económicas latinoamericanas al sistema comercial internacional, fungiendo el subcontinente como periferia de los países más desarrollados de Europa. La Independencia significó en primer lugar la eliminación de España como mediadora oficial del flujo comercial. De esa manera, el re-ajustamiento a las estructuras económicas se llevó a cabo dentro de un plan de capitalismo comercial internacional, que se expandía por toda la tierra. En los últimos decenios se ha discutido una y otra vez, incluyendo la perspectiva histórica, sobre la cuestión, central para el desarrollo económico de los países "atrasados" o "subdesarrollados", de las relaciones entre el "país en vías de desarrollo" y la economía mundial. En la historiografía se ha generalizado la creencia de que el capital europeo y los intereses económicos europeos, especialmente después de las reformas liberales, jugaron un papel decisivo en las economías de muchos países del subcontinente latinoamericano.1 Se suele omitir que, apenas liberados los países ibero-americanos del tutelaje español, cayeron en graves dificultades económicas, cuya consecuencia fue la dependencia económica de las potencias europeas, pues aunque políticamente eran independientes, desde el principio practicaron solamente un control parcial sobre su destino económico. Los modelos económicos latinoamericanos - al contrario que en los E.E.U.U.-, continuaron dependiendo de Europa aún después de la Independencia. La discusión acerca del desarrollo socio-económico recurrió, en los últimos decenios, cada vez más 1 Hobart A. Spalding: "Capitales, empresarios y obreros europeos en los procesos de industrialización y sindicalización en América Latina, 1850-1930: Una breve síntesis", en: Capitales, empresarios y obreros europeos en América Latina. Actas del 6o Congreso de AHILA. Dos volúmenes. Estocolmo 1983, I, 209 y s. a menudo a standards de referencia de grupos exteriores. Tanto el esquema metrópolis-satélite de las nuevas teorías del "capitalismo periférico", expuesto por Dieter Senghaas, como las teorías del "deterioro secular de las relaciones de cambio" expuestas por Raúl Prebisch, a la vez que las estrategias comerciales de mejoramiento de posición presentadas por el mismo, dan muestra unívoca de la dominancia de impulsos externos, y trazan un sistema de referencia en el cual los países atrasados o subdesarrollados no tenían participación, o bien, la tenían sólo en forma reactiva. Una razón para la subsistencia de la orientación exterior de las economías latinoamericanas parece ser que, durante el período colonial, Latinoamérica era más dependiente de la "Madre Patria" española de lo que los Estados de Nueva Inglaterra lo eran de la Gran Bretaña. Esta tradición no pudo ser eliminada después de la Independencia. También es preciso señalar que la gran mayoría de la población latinoamericana económicamente apenas era relevante, su poder de compra casi inexistente, por lo que no había ningún estímulo para la creación de una industria propia. Además, la ausencia de capital era otro factor que obstaculizaba el desarrollo de la empresa industrial. Habiendo pues permanecido las naciones latinoamericanas económicamente dependientes, y orientadas al exterior, cabe cuestionar, por una parte, la importancia de los factores externos para las economías nacionales y la forma en que estos factores afectaban a las economías. Por otra parte cabe preguntarse por qué los nuevos Estados no siguieron una consecuente política proteccionista, o de prohibición importativa. A un nivel de argumentación más bien general se pueden extraer de la literatura al menos cuatro argumentos, que se esgrimen para explicar la crónica orientación externa, y con ella, la dependencia: a) La primera versión historiográfica acentúa que las potencias extranjeras - o al menos sus agregados comerciales, entre ellos también algunos comerciantes extranjeros - influyeron decisivamente en el comercio exterior de los países latinoamericanos. El blanco preferido de estos ataques historiográficos es el "imperialismo de libre comercio" británico, mientras que las ofensivas comerciales de los otros países europeos apenas se mencionan. De acuerdo con esas interpretaciones, los extranjeros eran capaces de influir en la política comercial de los países latinoamericanos, o hasta de imponerla a su antojo. Varios factores decidieron la superioridad extranjera: de una parte la ventaja económica de los países europeos industrializados; de otra, la inestable situación interna de los Estados latinoamericanos, golpes y guerras civiles, inestabilidad política y estancamiento económico, corrupción y problemas presupuestarios. Apoyados por sus "agentes" latinoamericanos, los cónsules extranjeros y los agregados comerciales consiguieron, utilizando diversos métodos de persuasión, influir en la política comercial de sus "anfitriones". Lo que no se conseguía a través de halago, soborno o amenaza, se lograba con la importación ilegal de artículos extranjeros, paralelamente a la importación legal. Este tipo de interpretación iguala participación masiva en el comercio exterior con "control" sobre la economía nacional, sin tomar en cuenta los factores condicionantes endógenos de la política comercial exterior de cada país. Desde ese punto de vista, las economías latinoamericanas se encontraban por definición en una relación dependiente ante la hegemonía británica. Sea como sea, la definición de "control", así como su forma de aplicación, permanece muy obscura en este contexto. b) Un segundo modelo de interpretación parte de la existencia de unos "agentes" locales latinoamericanos, quienes en calidad de "colaboradores" o de élite intermediaria, habían hecho causa común con los intereses extranjeros. Este punto de vista enfatiza en el funcionamiento de los regímenes librecambistas, pero apenas analiza la aparición de configuraciones políticas internas, que son condición necesaria para la comprensión de la discusión entre proteccionistas y librecambistas; la existencia de un estrato social cooperante con los intereses extranjeros se afirma como un suceso permanente, sin notar que el obstáculo principal a la realización de los intereses extranjeros estribaba precisamente en la ausencia de un grupo social que pudiera fungir en forma satisfactoria como agente de dichas fuerzas . c) El tercer esquema reúne elementos de los dos anteriores: un Estado latinoamericano débil, así reza la argumentación, no era capaz de imponerse a los fuertes Estados noratlánticos, que se guiaban por los principios librecambistas defendidos por Inglaterra; la ausencia de estabilidad interna no propiciaba al Estado latinoamericano una resistencia adecuada contra el ataque librecambista de las naciones desarrolladas. La actividad interestatal aportaba como único resultado la desventaja del más débil. d) Para terminar, se debe denotar la fuerte corriente liberal dentro de la gran mayoría de la "inteligencia" latinoamericana, quienes veían en el ampliamiento del comercio una posibilidad de propiciar el crecimiento económico, aceptando tempranamente el papel de socio menor, proveedor de materia prima y comprador de manufactura dentro del sistema internacional de división del trabajo. Es cierto que, especialmente durante las décadas 1830 y 1840, los prohibicionistas e hiperproteccionistas defendieron enfáticamente su posición económico-política, pero su incapacidad para proveer al mercado interno con artículos "nacionales" impedía la opción por alguna alternativa practicable que contrarrestara la permanente importación de artículos extranjeros. En la disputa que tiene lugar sobre las causas del "subdesarrollo" latinoamericano y sus consecuencias, unos abogan por la teoría de la dependencia, frente a los defensores de lo que se podría denominar - aunque con muchas salvedades -, "teoría de la autonomía". Necesariamente, esta discusión se efectúa a un nivel relativamente general y abstracto, y sólo puede ser mencionada aquí a grandes rasgos: En la clásica definición de la teoría de la dependencia, dada por Theotonio Dos Santos, se establece una situación en la que la economía de ciertos países (dependientes) está supeditada al desarrollo y expansión de otra economía (dominante). La relación de interdependencia entre dos o más sistemas económicos, como también entre estos y el mercado mundial, toma la forma de dependencia cuando los países dominantes son capaces de expanderse autónomamente, mientras que los dependientes pueden desarrollarse sólo como reflejo de la expansión y desarrollo de los dominantes, y no poseen ninguna autonomía en su desarrollo.2 Philip O'Brien ha hecho notar que, con la teoría de la dependencia se trata de demostrar que la dinámica interna de las sociedades latinoamericanas y su subdesarrollo fue y es condicionada, primariamente, por la posición de Latinoamérica en la economía internacional.3 En el caso de Chile ha afirmado André Gunder Frank que el país estuvo incorporado desde los tiempos de su conquista a la expansión y desarrollo del comercio mundial, y después, al sistema industrial capitalista. Por su parte, Stanley y Bárbara Stein identifican las economías latinoamericanas de la época independiente como economías orientadas al exterior con carácter de "herencia colonial", estrechamente unidas a las fuentes de oferta y demanda localizadas fuera de la economía nacional.4 En todas las argumentaciones dependentistas, desde las del nacionalismo pequeñoburgués latinoamericano hasta las que llaman a la revolución socialista, hay una óptica de continuidad de las economías latinoamericanas en la dependencia hacia Europa. El papel de socio dominante desempeñado por España fue continuado por Gran Bretaña. Si bien algunos autores especifican que el reemplazo de un poder hegemónico por otro no puede ser visto en forma mecánica, siempre se insiste en la orientación externa, el condicionamiento de las economías latinoamericanas aún después de la Independencia. La América Latina postcolonial y el "mundo exterior" sostuvieron, desde esta perspectiva, estrechas relaciones económicas, en las cuales Latinoamérica (tanto colonial 2 Theotonio Dos Santos: "Über die Struktur der Abhängigkeit", en: Dieter Senghaas (editor): Imperialismus und strukturelle Gewalt. Analysen über abhängige Reproduktion. Frankfurt 1972, 243. 3 Philip O'Brien: "Zur Kritik lateinamerikanischer Dependencia-Theorien", en: Hans-Jürgen Puhle (editor): Lateinamerika - historische Realität und Dependencia-Theorien. Hamburg 1977, 41. 4 James Cockcroft/André Gunder Frank/Dale L. Johnson: Dependence and Underdevelopment: Latin America's Political Economy. New York 1972, 7; Stanley J. Stein/Barbara H. Stein: The Colonial Heritage of Latin America: Essays on Economic Dependence in Perspective. New York 1970, 135. como nacional) aparece como proveedor de comestibles, materias primas y metales preciosos, a la vez que importador de capital y artículos manufacturados. Factores exógenos, tales como las decisiones de los países "metropolitanos", son concluyentes, según lo expuesto, para el crecimiento y la estructura de la formación socioeconómica de Latinoamérica. Por su exhaustiva dedicación a la exportación, el continente no podía desarrollar la capacidad para su transformación socioeconómica y el crecimiento necesario. Debido al capitalismo industrial, Latinoamérica tuvo que abrirse paulatinamente al libre comercio; así se transformó la estructura social y política de tal manera, que satisficiera las nuevas necesidades metropolitanas, y con ellas, en su calidad de "socios" o "agentes", las de las burguesías locales latinoamericanas. Las teorías de la dependencia se han visto expuestas a fuertes críticas en los últimos años; se les acusa de argumentar en forma ahistórica y anacrónica, aplicando ciertos fenómenos históricos de una determinada época a otras épocas históricas (la dependencia exterior real de muchos Estados latinoamericanos a fines del siglo XIX, por ejemplo, a los primeros decenios de la Independencia); además, se les echa en cara una reducción "economicista" y una ruda simplificación de hechos complejos. Uno de los principales adversarios de las variantes expuestas por la teoría del imperialismo económico y comercial británico, así como de la dependencia latinoamericana respecto a las economías europeas, es D.C.M. Platt, quien en sus múltiples publicaciones,5 ha contrapuesto al concepto de dependencia exterior latinoamericana el concepto de autonomía económica latinoamericana en la fase postcolonial. Tanto las economías coloniales como los Estados independientes estaban, según Platt, orientadas al interior (inward-looking economies); después de su separación de España, las nuevas Repúblicas se mantuvieron por más de medio siglo alejadas del mercado mundial. Platt respalda su aseveración con los siguientes datos: las exportaciones británicas hacia la América española (Brasil constituye una excepción, debido a la relación especial que mantenía con Inglaterra, y por eso se le excluye de este cálculo) ascendían durante el decenio 1831-1840 a 2.49 millones de libras esterlinas de promedio anual; en el decenio siguiente a 3.31 millones de libras, y en los años cincuenta a 5.45 millones de libras de promedio anual. Durante los mismos decenios, el volumen total de exportaciones británicas ascendía a 43.53 millones, 41.74 millones y 99.27 millones de libras esterlinas de promedio anual, respectivamente. De estas cifras se extrae que las exportaciones de Gran Bretaña a la América hispánica eran de relativamente poca importancia. Ni siquiera para la población latinoamericana aquellas importaciones pueden haber tenido demasiada importancia. En un período de depresión económica, el comercio exterior, además de estancarse, tenía poca importancia; de esta forma, y contra su voluntad, Latinoamérica permaneció aislada de las corrientes principales del comercio mundial, y por lo tanto, autárquica e "independiente". Esta afirmación, relevante en lo que se refiere a la dimensión comercial, tiene también validez en cuanto a la presunta dependencia financiera del continente. En general, es mejor hablar al respecto de autarquía producida por una tradición de aislamiento hacia los mercados mundiales, que hablar de una actuación dependiente dentro del sistema capitalista de mercado mundial. Los latinoamericanos producían principalmente para el mercado interno, y sus estructuras de producción se orientaban hacia ese rumbo. Con excepción de la economía de plantación y de los enclaves mineros, el modelo de desarrollo económico estuvo siempre orientado hacia las prioridades y necesidades internas. 5 La siguiente argumentación se orienta básicamente en sus publicaciones: "Dependency in Nineteenth-Century Latin America: An Historian Objects", en: Latin American Research Review 15, 1980, 113-130; el mismo: "The Anatomy of "Autonomy" (Whatever that May Mean)", en: ibíd., 147-149; véase también el mismo: "The Imperialism of Free Trade: Some Reservations", en: Economic History Review, 21, 1968, 269-306; el mismo: "Dependency and the Historian: Further Objections", en: C. Abel/C.M. Lewis (editores): Latin America. Economic Imperialism and the State. London 1985, 29-39. Las dos posiciones que aquí se han bosquejado marcan posturas extremas en una continuada discusión, en la que se han incluido muchos otros elementos. La mayor parte de la disputa se concentra en la veracidad de las fuentes estadísticas, así como el efecto del comercio exterior sobre los distintos estratos de la sociedad. Es de notar, que los "intérpretes de la autonomía" no pueden aceptar ninguna dependencia, ni política, ni económica, en las relaciones británicolatinoamericanas durante la mayor parte del siglo XIX. Con especial énfasis niegan la categoría analítica de "imperialismo informal", así como el término "neo-colonialismo" postulado por el matrimonio Stein, un término que sugiere que la diferencia política entre el status independiente, y el de colonia, es trivial.6 Este artículo se ordena dentro de la discusión, que a manera de introducción aquí ha sido esquematizada. Como siguiente punto se cuestionará qué intereses perseguían los Estados europeos en el momento de la Independencia, y qué estrategias comerciales aplicaron en Latinoamérica. Acto seguido se contrapondrán a la perspectiva europea los conceptos latinoamericanos de desarrollo; se analizará el debate entre aquellas fuerzas que pugnaban por una industria propia, orientada al mercado interno, y las que pugnaban por una orientación externa, integrada al mercado mundial. Sobre todo en la segunda mitad de siglo logró imponerse el concepto liberal de "desarrollo hacia afuera"; el resultado de esta estrategia de modernización será ilustrado en base a varios ejemplos: el cuarto inciso tratará el comercio entre Europa y Latinoamérica, el problema de la inversión de capitales y la deuda externa. En el quinto inciso se expondrá la inmigración europea a Latinoamérica, de la cual se esperó progreso económico, y a menudo, también social. 2. Intereses europeos y estrategias comerciales La fuerza motriz decisiva para el establecimiento de relaciones económicas por parte de países europeos con Latinoamérica después de la Independencia fue la situación económica durante las Guerras Napoleónicas, y en el decenio posterior al Congreso de Viena. Pronto se constató que, a pesar del principio de orden legitimístico, las potencias de la Santa Alianza tomaban una posición más bien pasiva ante la cuestión de la emancipación latinoamericana. El principio de legitimidad postulado en el Congreso de Viena no impulsó a las grandes potencias a intervenir a favor de España en el Nuevo Mundo, para evitar a la Madre Patria la pérdida de sus colonias. A ello se oponían los intereses reales de la Pentarquía, que pretendía el restablecimiento del status quo en Europa, pero, por razonamientos económicos y comerciales, seguía una política no intromitiva en Latinoamérica. Los intereses transmarítimos perseguían ante todo la abolición de las restricciones económicas en el tráfico comercial con las colonias españolas, un aspecto que tuvo especial envergadura dentro de los razonamientos de la política de comercio exterior británica. A fines del siglo XVIII había tenido lugar una gran concentración de capital en Inglaterra; los comerciantes ingleses se expandían por todo el mundo entonces "explorado". El volumen del comercio exterior británico casi había sido doblado entre 1790 y 1808 (de 22 a 40 millones de libras esterlinas); las Guerras Napoleónicas trajeron como resultado un nuevo impulso para la economía de la isla, que además, gozaba en aquel momento de la incursión de capitales extranjeros en peligro, fugados del continente hacia aquel seguro centro financiero. Las necesidades de las potencias continentales crearon en Inglaterra poderosas organizaciones comerciales, y, en relación con la acentuada acumulación de capital, un característico sistema de banco y financiamiento. 7 6 La colección editada por W.R. Louis: The Robinson and Gallagher Controversy. New York 1976, contiene tanto importantes escritos de Robinson y Gallagher como también un gran número de reacciones críticas a la teoría del imperialismo de libre comercio (hasta mediados de los años setenta). 7 John Lynch: "British Policy in Spanish America, 1783-1808", en: Journal of Latin American Studies 1, 1, 1969, 1-30; Leland H. Jenks: The Migration of British Capital to 1875. New York 1973, 17-27. Esta refinada estructura financiera y comercial parecía peligrar al final de las Guerras Europeas: la demanda continental cayó abruptamente, la economía sufrió una profunda depresión postbélica, el comercio algodonero estaba por los suelos. Sólo nuevos mercados de consumo para el amplio exceso de producción podrían ayudar a la industria inglesa a salir del estancamiento. Entonces, como era de esperar, la mirada británica se posó sobre América. A partir de 1820 el comercio inglés tomó un nuevo impulso, que preludiaba una era de violenta expansión. El valor "oficial" de los artículos algodoneros exportados por Inglaterra subió, sólo de 1821 a 1824, de 23.5 a 30.2 millones de libras esterlinas (el alza de los "valores declarados" era más baja, por la caída de los precios).8 Las exportaciones británicas hacia Latinoamérica aumentaban en forma especial; para 1823 el mercado latinoamericano ya era tan importante para el comercio algodonero de Lancashire, que la Cámara de Comercio de Manchester lo denominó "de primera categoría", exigiendo el nombramiento de agentes consulares para asegurar dicho comercio. A los ingleses les interesaba especialmente tener rutas comerciales seguras, ingresos prontos y el volumen de venta más grande posible; aspiraban a la libertad comercial ilimitada con los mercados latinoamericanos. La intensificación del comercio transmarítimo tenía importancia decisiva para la industria británica; si bien para el comienzo y la fase inicial de la Revolución Industrial no jugó ningún papel directo, el comercio transmarítimo sí contribuyó a la creación de bases del "take-off" industrial. Las metas que Gran Bretaña perseguía en Latinoamérica, eran bastante concretas para los responsables de la política exterior inglesa ya mucho antes de la Independencia. Uno de los más ilustrativos documentos al respecto es una Memoria del Foreign Office, redactada ya en 1806 por William Jacob:9 "A predominant influence in the Spanish provinces of Mexico, New Granada, Peru, Chili, and Buenos Ayres, would be of the most beneficial consequence to Great Britain, in a political, commercial and naval view [...] by extending the consumption of our manufactures, and supplying us with many raw materials [...] Could excess be obtained (to the Latin American markets) these ten millions of people would be clothed with the produce of our looms, for it would be more advantageous to them to send their wool and their cotton to England, and receive it back manufactured, than to continue their fabrick of those articles." El Memorándum de Jacob presenta la clásica formulación de lo que más tarde los historiadores llamaron imperialismo comercial, o "informal". El Foreign Office rechazaba categóricamente una conquista directa, o una ocupación momentánea de los países latinoamericanos; en su lugar, lanzó un proyecto casi visionario, a cuyas máximas hubo de acoplarse la política exterior británica durante largos decenios. Contenía los elementos esenciales de la división de trabajo entre el proveedor de materia prima y el productor de manufacturas; enumeraba tanto las ventajas del tráfico comercial directo (sin intermediación de los E.E.U.U.), como la importancia estratégicomilitar de un comercio que hacía a Inglaterra completamente independiente del mercado europeo; hacía notar que un comercio regular (sin recurrir al contrabando) con Latinoamérica podía ser multiplicado por diez. La consecuencia política de estos razonamientos es obvia: todas las restricciones que impedían el comercio con las colonias españolas debían ser abolidas o - ya que no era de esperar que España accediera a esta política -, las colonias debían declarar su independencia. Esta clase de razonamientos económicos fue, implicita o explícitamente, el hilo conductor de la política exterior británica con Latinoamérica. Los intereses económicos y comerciales de la isla eran y siguieron siendo la fuerza motriz de la política inglesa; estos intereses dominaban las decisiones tomadas al inicio de los años veinte del siglo XIX, cuando se reconoció diplomáticamente a las nuevas Repúblicas; y aún cuando decenios más tarde ya estaba claro que las 8 Arthur Redford: Manchester Merchants and Foreign Trade. 2 volúmenes. Manchester 1954/1956. I, 75. (William Jacob:) Memorial on the Advantages to Be Obtained by Great Britain from a Free Intercourse with SpanishAmerica, 14-II-1806: Public Record Office/Foreign Office 72/90, folios 77-96. 9 exageradas esperanzas cifradas en el comercio con Latinoamérica no se harían realidad, la combinación básica de relaciones de cambio - materia prima por manufacturas -, continuó siendo el axioma inalterado de la política británica de comercio exterior. Los razonamientos postulados por Gran Bretaña eran también válidos - mutatis mutandis - para los demás Estados europeos, aunque se debe mencionar el retardado desarrollo continental frente al británico, y la naturaleza distinta de ambos procesos económicos. Las colonias españolas se habían convertido en un socio importante del capital comercial y manufacturero alemán a lo largo del siglo XVIII. Cuando la Corona española realizó sus "reformas borbónicas", aumentó el interés económico de Alemania por el mercado colonial. De gran importancia era entonces el lino de Silesia, que gozaba de una especial preferencia en el mercado mundial; a mediados del siglo XVIII su monto de exportación ascendió a casi 3.5 millones de táleros; en 1803 eran ya entre 8 y 10 millones de táleros;10 la mitad de esta mercancía pasaba de España a la América española vía Hamburgo. Manfred Kossok ha hecho notar que, para los productores silesianos y los exportadores hamburgueses, el dilatamiento del mercado colonial español llegó a ser una cuestión de existencia económica. Una vez consumada la Independencia latinoamericana, los comerciantes e industriales alemanes vieron en ello la oportunidad de reavivar el antes tan provechoso tráfico comercial entre Alemania y Latinoamérica. La "Rheinisch-Westindische Compagnie", una compañía alemana fundada en 1821 por comerciantes e industriales de Wuppertal, tenía como objetivo reabrir al "mercado mundial" la industria alemana, a la sazón bastante postrada a causa de las Guerras Napoleónicas y de la saturación del mercado alemán con productos ingleses baratos.11 La "Compagnie" abrió en Haití, México y Buenos Aires sus primeras agencias. Las Ciudades Hanseáticas no estaban menos interesadas que Prusia en el comercio latinoamericano. Si bien es cierto que ya en el siglo XVIII se habían creado lazos comerciales entre las colonias europeas en Latinoamérica y Alemania, y que las Ciudades Hanseáticas ya habían podido eludir el monopolio comercial español (legal o ilegalmente) decenios antes de la Independencia de las colonias españolas,12 a los hanseáticos sólo les fue posible quebrantar el sistema de defensa de las potencias coloniales en calidad de "interloper": ejerciendo el contrabando. Durante el último decenio del siglo XVIII, el comercio hamburgués había prosperado como nunca antes; sin embargo, el Bloqueo Continental (1806-1813) trajo un fin abrupto a este florecimiento económico, y para 1814/1815, la competencia inglesa ya se hacía notar por doquiera. Así, Centro y Sudamérica se presentaban ante el comercio hanseático, que atravesaba tiempos difíciles, como una "nueva" región mercantil, de carácter indispensable, con la que se debían establecer contactos directos ipso facto, ya que España y Portugal, después de las Guerras Napoleónicas, habían perdido su anterior importancia para Alemania como sitios de tránsito y transbordo hacia América en el negocio de exportación de linos. Los intereses económicos y comerciales franceses en Latinoamérica no eran menores que los ingleses y pruso-hanseáticos. Si antes de la Gran Revolución había florecido el comercio francés a 10 Manfred Kossok: "Die Bedeutung des spanisch-amerikanischen Kolonialmarktes für den preußischen Leinwandhandel am Ausgang des 18. und zu Beginn des 19. Jahrhunderts", en: Hansische Studien. Heinrich Sproemberg zum 70. Geburtstag. Berlin 1961, 210-218. 11 (C.C. Becher:) Hauptmomente des Wirkens der rheinisch-westindischen Compagnie, als Anhaltspunkt zur Beurtheilung der Sache, bei Gelegenheit der General-Versammlung vom 2. März 1830, den verehrlichen Aktionären mitgetheilt von der Direktion. Elberfeld 1830, 5. 12 Hans Pohl: "Die Hansestädte und Lateinamerka um 1800. Ein Beitrag zur Geschichte ihrer Schiffahrts- und Handelsverbindungen", en: Johannes Vincke (editor): Gesammelte Aufsätze zur Kulturgeschichte Spaniens, 22. Münster 1965, 321-344. El mismo: Die Beziehungen Hamburgs zu Spanien und dem spanischen Amerika in der Zeit von 1740-1806. Wiesbaden 1963. base de reexportación, trata de esclavos y negocios coloniales, éste quedó por los suelos como resultado de las guerras franco-británicas iniciadas a partir de 1793, y sobre todo, como consecuencia del Bloqueo Continental; los puertos franceses habían perdido su papel como bodegas de almacenamiento internacional; la antigua economía colonial y su correspondiente sistema de intercambio estaban destruidos del todo. El fin del régimen napoleónico había significado para Francia una profunda cesura en su comercio exterior, que ahora debía ser reconstruido bajo nuevas premisas. La economía francesa se repuso con velocidad sorprendente de las Guerras Napoleónicas; sin embargo, como consecuencia del aumento de la producción por el industrialismo, ahora se encontraba aún más supeditada a la exportación de sus excedentes. Esto hizo que muy temprano los empresarios franceses pusieran su vista en Latinoamérica, ante las dificultades de venta tanto en su país como en el resto de Europa. Como en Inglaterra y Alemania, también en Francia serían los representantes de los intereses comerciales e industriales quienes pugnaran por la regularización de las relaciones con las nuevas Repúblicas, vista la importancia económica que esto contraía. Y como en Inglaterra y Alemania, también allí política y economía tomaron rumbos diversos. Ni Luis XVIII, ni Carlos X, estaban dispuestos a un reconocimiento diplomático directo; pero aún cuando Francia externamente se preciaba de legitimista, defensora de los derechos hereditarios de Fernando VII, observaba con creciente aprensión la ofensiva comercial británica, y se esforzaba en no desperdiciar ninguna oportunidad de afirmar sus intereses económicos en el mercado latinoamericano. Tanto los ingleses como los demás europeos presionaron a las Repúblicas latinoamericanas independientes, desde el inicio, a practicar una política de libre comercio, que representaba grandes facilidades para ellos, pues tenían urgente necesidad de ciertas materias primas, como maderas de tinta, por ejemplo. No se esperaba de Latinoamérica que diese productos industriales, o cereales, a cambio de las manufacturas inglesas. Por tanto, la política europea de comercio externo pugnaba por libertad de comercio y librecambio en Latinoamérica, con la seguridad de que sus economías, mucho más desarrolladas, sólo podían obtener ganancia de un sistema de cambio liberal; es más, tenían necesidad de él. En el "American Quarterly Review" de 1831 fue claramente postulada esta dependencia: "Europe, in her present situation, cannot do without America [...] Europe cannot become independent of America."13 Así, el libre comercio se había convertido en la base fundamental de la política económica europea en Latinoamérica, y para muchos coetáneos incluso había adquirido el carácter de ley natural. Amplios círculos de empresarios y comerciantes europeos veían en él la base de una Constitución liberal, del crecimiento del bienestar económico, de la libertad, el progreso, y la armonía natural, etc., siempre que no actuara en detrimento de sus intereses específicos. En este sentido, la postura europea referente al comercio era de "auto-interés ilustrado" (como lo ha llamado William Woodruff); por una parte, esta actitud provenía de la nada altruista esperanza en ganancia económica; por otra, muchos propagandistas creyeron en el sueño del libre comercio y le atribuían una misión civilizadora a Europa.14 Independientemente de si existía en realidad una estrategia británico-europea de imperialismo comercial, muchos latinoamericanos veían en el diluvio sobre sus mercados de artículos baratos de consumo provenientes de Europa un intento de hacerles depender de la avanzada industria nordatlántica, a la vez que reducirles al papel de proveedores de materia prima. El debate 13 "Europe and America; or, the Relative State of the Civilised World at a Future Period", en: The American Quarterly Review (Philadelphia), tomo IX, No XVIII, junio 1831, 409. 14 William Woodruff: Impact of Western Man. A Study of Europe's Role in the World Economy 1750-1960. London 1966, 12. latinoamericano entre librecambistas y proteccionistas da clara muestra de tal percepción. 3. Conceptos latinoamericanos de desarrollo La discusión latinoamericana sobre libre comercio, proteccionismo y prohibiciones de importación había comenzado mucho antes de la Independencia; era al mismo tiempo un debate sobre estrategias de desarrollo. En concordancia con el optimista entusiasmo de la recién alcanzada Independencia nacional - que a la vez significaba la superación de obstáculos largamente combatidos en el sector económico -, la mayoría de los "teóricos de la economía" latinoamericanos se pronunció en los tempranos años veinte en contra de un sistema comercial prohibitivo, y en la mayoría de los casos, hasta contra un sistema comercial que tendiera a desembocar en proteccionismo. El tránsito libre de artículos fue interpretado como un importante logro de la libertad política recién alcanzada: la ideología de la lucha por la Independencia exigía libre comercio y librecambio. No obstante, muy pronto los políticos latinoamericanos comprendieron que las tarifas arancelarias no sólo defendían las manufacturas y artesanías locales, sino que además, y sobre todo, llenaban las vacías arcas estatales, de forma que era prácticamente imposible renunciar a ellas. Los aranceles de comercio exterior pasaron a ser, en muchos casos, la más importante fuente de ingresos para el fisco de aquellas naciones; el proteccionismo industrial y los requisitos fiscales estatales pronto hicieron renunciar a la idea de un tráfico de artículos libre de todo obstáculo. A pesar de ello, los liberales seguían exigiendo una amplia liberalización del comercio exterior. El aspecto decisivo del programa económico de los librecambistas estribaba en que ellos no veían el desarrollo de las fuerzas productivas como la verdadera fuente de la riqueza privada y social, sino de acuerdo con Ricardo y Adam Smith - en la capacidad de cambio de mercancías. La idea de libertad comercial (sin importar el grado de desarrollo económico de un país) como garantía para el progreso económico era la premisa implícita de este programa. En los grandes debates políticos de los primeros años de la Independencia, los liberales ambicionaban para sus países repúblicas democráticas federales con instituciones representativas; la sociedad secularizada debía estar libre de toda influencia clerical; la Nación debía estar conformada por pequeños propietarios, campesinos independientes y artesanos; el libre funcionamiento de las fuerzas mercantiles, la competencia económica y los intereses individuales no debían ser impedidos por ninguna clase de leyes restrictivas o privilegios artificiales. Los liberales se mostraban completamente convencidos de la clásica doctrina económica de la "mano invisible" que hacía armonizar los intereses del individuo con los de la sociedad. Una vez sobrepasados todos los obstáculos que impidiesen el desarrollo de la libre empresa, la función del Estado se reduciría a la defensa exterior, la educación y la garantía de la seguridad interna. La libertad política, pensaban, aportaría progreso y bienestar.15 El liberalismo imperante en los tempranos días de la Independencia significaba, para la política interna, la repulsa al sistema colonial, y, para la política externa, signalizaba a las grandes potencias la disposición a concesiones en el sector comercial, las cuales estaban enlazadas a la esperanza de urgente apoyo económico y político (también en la lucha contra España). La necesidad de legitimación se entremezclaba con las urgencias del momento, sugiriendo, tanto en materia comercial como en derecho constitucional, una regulación de orden liberal. La contraposición a los liberales era conducida por personas que en su mayoría eran empresarios, o que tenían estrecha relación con la producción de géneros (artesanos, por ejemplo). Se habían convertido en "paladines" del nacionalismo económico, y pronosticaban la ruina de la industria 15 Según David A. Brading: Los orígenes del nacionalismo mexicano. México 1973, 158 y s. nacional en el caso de que se permitiera la importación de artículos extranjeros (en especial textiles). Los prohibicionistas defendían su postura de forma muy convincente: las prohibiciones, argumentaban, traían beneficio a la industria propia, y sin el fomento de la misma sucumbiría inevitablemente la Nación; si a la Independencia política no seguía la económica, Latinoamérica seguiría siendo dependiente del extranjero durante muchas generaciones. Altos aranceles de importación no bastaban para proteger a la industria local de la aventajada competencia extranjera, ya que los comerciantes extranjeros no tenían el menor escrúpulo en colocar provisionalmente sus mercancías a precios de pérdida en los mercados latinoamericanos hasta llevar a la quiebra a sus competidores locales, para luego tener el mercado a su completa disposición. La única solución factible a las posibilidades de Latinoamérica eran las prohibiciones de importación. Que ellas cumplían su cometido, había sido ampliamente demostrado durante las Guerras de Independencia, cuando productos sucedáneos surgieron como resultado de las restricciones de importación. No se debía nunca confundir liberalismo con librecambio; también otras naciones, liberales, protegían sus incipientes industrias de la competencia extranjera. Tanto proteccionistas como prohibicionistas coincidían en afirmar que la política arancelaria defendida por ellos no debía ser un aislammiento duradero del mercado internacional, sino sólo una medida pasajera, que concluiría en el momento en que la economía del "país aspirante" (Friedrich List) se hubiera desarrollado lo suficiente como para sostener relaciones simétricas de cambio con los socios antiguamente superiores. Ante la afirmación contrapartidaria de que las prohibiciones dañaban al consumidor, pues garantizaban al productor local un monopolio de producción y precio absolutos, los prohicionistas rebatían que la libertad industrial en el interior del país produciría un clima natural de competencia que garantizaría precios bajos. La conexión de prohibiciones externas y competencia interna estimularía a la industria y la artesanía, regulando el mercado. El liberalismo "doctrinario" perdió en los primeros años de la Independencia su liderazgo en la opinión política; sólo lo recuperaría después de mitad de siglo. Las decisiones político-económicas generalmente fueron influenciadas por los conservadores pragmáticos, y las medidas legislativas según la necesidad del momento - oscilaban entre protección y prohibición.16 Sólo tuvo lugar un cambio radical a mediados del siglo XIX, cuando se renunció a los intentos de crear una industria independiente, y los políticos liberales se decidieron por un modelo de desarrollo orientado en la economía de exportación agraria con fuerte participación en el mercado mundial, introduciendo la fase del "desarrollo hacia afuera", que se prolongó hasta la crisis económica mundial de los años treinta del presente siglo. El motivo de este cambio de curso, que conducía a una intensificación de la exportación agrícola en base a una política librecambista, fueron los exiguos resultados de los intentos anteriores de crear una industria propia con miras a independizarse de la importación de manufacturas. Ni en México, ni en Colombia, ni en ninguna otra nación latinoamericana habían tenido éxito estos intentos. A esto se sumaban las transformaciones de la economía mundial: el triunfo del concepto de libre comercio, el aumento de la demanda de productos tropicales en los mercados europeos, la organización del tráfico transmarítimo de barcos de vapor. Así, los Estados latinoamericanos aceptaron el puesto en que se les clasificaba dentro del entonces vigente sistema internacional de división del trabajo. El Ministro de Hacienda colombiano, Florentino González, articuló en forma ideal la convicción reinante entre las fuerzas económicas liberales a mediados del siglo pasado:17 16 Para el caso de México, consúltese la detallada discusión sobre política de tarifas y la disputa entre fomentadores de la industria y librecambistas, expuesta por Walther L. Bernecker en: Industrie und Außenhandel. Zur politischen Ökonomie Mexikos im 19. Jahrhundert. Saarbrücken 1987; el mismo: Die Handelskonquistadoren. Europäische Interessen und mexikanischer Staat im 19. Jahrhundert. Stuttgart 1988. 17 F. González: "Memoria de hacienda 1848", citado por Hans-Joachim König: "Entwicklung nach aussen". Voraussetzungen, Maßnahmen und Ergebnisse des Entwicklungskonzepts der Liberalen in Kolumbien in der zweiten Hälfte des 19. Jahrhunderts", en: Inge Buisson/Manfred Mols (editores): Entwicklungsstrategien in Lateinamerika in Vergangenheit und Gegenwart. Paderborn 1983, 75. "En un país rico en subsuelos y productos agrícolas capaces de proveer un comercio exterior en forma abundante y lucrativa, las leyes no deben apoyar a una industria que sólo aparta a la población de ocupaciones tales como la agricultura y la minería, de las cuales se pueden extraer grandes ganancias. Los granadinos no pueden competir, en materia manufacturera, con los europeos o los norteamericanos [...] Europa, con una población capacitada, y en poder de la máquina de vapor, con experiencia en cuanto a la producción de manufacturas, cumple con su cometido en el mundo industrial transformando la materia prima. También nosotros debemos cumplir con nuestro cometido, y, en vista del rico número de materiales nacionales con los que la Providencia bendijo a nuestro país, no debe caber duda cuál es nuestro cometido. Debemos ofrecerle a Europa nuestra materia prima y abrirle nuestros puertos a sus productos, para así facilitar el intercambio comercial y recibir sus posibles beneficios, y al mismo tiempo favorecer al consumidor con productos industriales a precios bajos." Los liberales no se pronunciaban siempre tan claramente a favor de una apertura. Los liberales mexicanos de la era de la Reforma, por ejemplo, aceptaron un proteccionismo moderado dentro de las condiciones entonces reinantes, justificándolo en base al distinto grado de desarrollo en que su país se encontraba, dentro del contexto de desarrollo mundial. Fuera como fuese, también para ellos quedaba claro que el proteccionismo era sólo una fase pasajera en la aspirada ruta al libre comercio.18 4. Relaciones comerciales e inversión de capitales En forma introductoria se mencionó ya que al finalizar el formal control político formal que Europa ejercía sobre Latinoamérica hasta principios del siglo XIX, no se paralizó la integración del subcontinente a la economía mundial entonces en ciernes. La Revolución Industrial de los Estados noratlánticos, con su consecuente intercambio económico y comercial, y sus correspondientes corrientes migratorias, no hizo sino atar más a Latinoamérica con Europa. Ya el último decenio del siglo XVIII alcanzó gran importancia para las relaciones Europa-Latinoamérica: el volumen comercial de los Estados europeos con el imperio transmarítimo portugués-español había aumentado ostensiblemente; se hacía uso regular del tráfico comercial directo, eludiendo el monopolio español. Robin A. Humphreys incluso ha afirmado que la ruina del imperio hispánico en América no fue otra cosa que un ejemplo de la expansión comercial europea. Este tipo de afirmaciones bien pueden ser exageradas, pero: durante el siglo XIX Europa tuvo, en materia de préstamos e inversiones, y en calidad de socio comercial, capital importancia para la América Latina. A fines del siglo pasado, durante la Primera Conferencia Panamericana, Argentina rechazó vivazmente la idea de una unión comercial interamericana, pues ella sólo conseguiría "excluir a Europa de la vida económica, la misma Europa que nos tiende su mano, nos envía sus poderosas armas, colabora a nuestra existencia económica, y nos incluye en su cultura". Argentina reiteraba continuadamente la necesidad de entablar relaciones más estrechas con Europa, pues el comercio era la arteria vital del país. También Brasil se expresaba en contra de una unión comercial exclusivamente latinoamericana.19 Los primeros años de la Independencia de las Repúblicas latinoamericanas significaron, en relación 18 Véase al respecto Inge Buisson: "Wege, Ziele und Ergebnisse liberaler Entwicklungspolitik in der mexikanischen Reform-Ära", en: Buisson/Mols (nota 17); Bernecker (nota 16). 19 Según Stanley Hilton: "Lateinamerika und Westeuropa: Die politischen Beziehungen bis zum Ende des Zweiten Weltkrieges", en: Wolf Grabendorff/Riordan Roett (editores): Lateinamerika-Westeuropa-Vereinigte Staaten: Ein Atlantisches Dreieck? Baden-Baden 1985, 21-58, en especial 34 y s. con los últimos de la Colonia, una verdadera explosión de las importaciones. Durante 1806-1819, por ejemplo, se importaron más de 23 millones de varas de tela a México. En el año cumbre de 1825 se registró una cantidad de importación casi idéntica. Aumentos como éste fueron observados también en otros países, aunque en muchos casos las cantidades de importación disminuyeron algo en los años treinta y cuarenta. Las exportaciones británicas hacia Latinoamérica oscilaban un poco abajo del 10% del total inglés de exportaciones, porcentaje que se mantuvo a partir del fin de las Guerras Napoleónicas durante la mayor parte del siglo XIX. El punto cúlmine de la exportación inglesa a Latinoamérica, un 16%, se obtuvo en 1808, el primer año del comercio legalizado.20 Durante la primera mitad del siglo XIX, las principales importaciones latinoamericanas fueron géneros de consumo, en especial artículos acabados o semiacabados: textiles, comestibles, cerámicas, papel; el resto eran ferretería, herramientas, máquinas y metales. El elemento característico del comercio de importación latinoamericano decimonónico era el dominio de los tejidos. Esta dominancia refleja el control que la economía europea, especialmente la inglesa, tenía sobre los mercados latinoamericanos, y la integración unilateral de éstos últimos al sistema mundial de economía. Dicha integración tuvo lugar especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las fuerzas liberales lograron imponerse. Después de 1850 se registró un alza general en las exportaciones de Latinoamérica, aunque la especialización en pocos productos condujo a problemas de monocultura, obligando a las economías latinoamericanas a depender unilateralmente de los mercados externos, así como de las constelaciones de la demanda. Chile se especializó en salitre y cobre; Perú en guano; Brasil en café; Argentina en carne y lana, Centroamérica en bananas; México en plata. Para facilitar el transporte, Inglaterra invirtió grandes sumas en la construcción de sistemas de transporte, especialmente ferrovías y (a través de créditos estatales) puertos marítimos. A fines de siglo había grandes capitales británicos (que aportaban altos réditos) invertidos en magnos proyectos de infraestructura urbana (servicios de gas y de agua), minería, plantaciones y (en Argentina) proceso de carne. Argentina presenta el ejemplo clásico de cómo una economía nacional subdesarrollada se convierte en importante proveedor de artículos primarios con la ayuda de capital, tecnología y necesidades de consumo europeos. En la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló en Buenos Aires, bajo el auspicio de una economía agraria y vacuna, una burguesía económica y una oligarquía agraria, los estancieros, cuyos intereses políticos, especialmente después de la caída del dictador Juan Manuel de Rosas (1852), estaban orientados hacia el exterior y formaban la base para la intensificada integración de Argentina al sistema liberal de comercio mundial.21 La "revolución de la pampa" (Scobie) proveyó abundantemente a Europa -una vez creados adelantos tales como fábricas de congelamiento de carne, barcos de bodega fría y transportes pesados- con carne y cereales. Inglaterra tuvo hasta la Primera Guerra Mundial, debido a su hegemonía industrial y su flota comercial, una posición privilegiada en los mercados latinoamericanos. La misma suerte de Argentina corría a su vez Brasil, que en el siglo XIX era una especie de colonia informal mercantil británica. La competencia mercantil imperialista se había generalizado de tal forma en el último tercio del siglo pasado, que Alemania y Francia, y en especial los Estados Unidos, se habían convertido en amenazadores rivales comerciales de Inglaterra en la América Latina. Entre 1873 y 1889, las exportaciones alemanas a Sudamérica se triplicaron entre 1873 y 1889; Latinoamérica se convirtió, durante el cuarto de siglo anterior a la Primera Guerra Mundial, en un importante consumidor de artículos alemanes (en especial máquinas, instrumentos, ferretería). Durante ese 20 Laurence Whitehead: "Britain's Economic Relations with Latin America", en: Joseph Grunwald (editor): Latin America and World Economy. A Changing International Order. Beverly Hills 1978, 73-97, aquí 73. 21 H.S. Ferns: Britain and Argentina in 19th Century. Oxford 1960. James R. Scobie: Revolution on the Pampas: A Social History of Argentine Wheat, 1860-1910. Austin 1964. período el porcentaje latinoamericano de la totalidad exportativa alemana ascendió del 5.1% al 7.7%, mientras que la importación alemana de artículos latinoamericanos ascendió de 8.4% a 11.3%. En comparación con sus competidores Inglaterra y Estados Unidos, las partes porcentuales latinoamericanas de importación se inclinaban gradualmente a favor de Alemania, aún cuando Inglaterra y Estados Unidos seguían siempre en ventaja.22 Entre 1890 y 1895 sólo Alemania pudo aumentar sus exportaciones hacia Latinoamérica, mientras que Inglaterra sufrió grandes pérdidas hasta el cambio de siglo. Entre las ascendientes exportaciones alemanas, los artículos de más demanda provenían de la industria del hierro, el acero y la maquinaria.23 Estados Unidos se impuso con claridad a principios del siglo XX como el socio comercial dominante de los Estados latinoamericanos (el vínculo de la economía de exportación mexicana a los Estados Unidos, por ejemplo, sumaba el 50%; a fines de siglo era ya el 75%); al mismo tiempo se registraba una transformación de la estructura del comercio exterior: los artículos de consumo, en especial los textiles, perdieron importancia para la importación latinoamericana, mientras que subía la demanda por artículos de inversión (máquinas, accesorios ferroviarios) y combustibles. Si en 1850 el 63% de las exportaciones británicas hacia Latinoamérica eran textiles, y sólo un 18% eran metales y máquinas, esa relación se transformó drásticamente hasta 1913, cuando ya sólo un tercio de las exportaciones británicas a Latinoamérica eran textiles, y el 27% era de metales y máquinas.24 Estos cambios en la demanda de artículos importados reflejan las transformaciones económicas sufridas por Latinoamérica, a raíz de la construcción de líneas ferrocarrileras, el surgimiento de la agricultura de exportación y la paulatina aparición de una industria local de ensamble. De 1900 a 1910 se alzó el monto de importaciones de los Estados latinoamericanos de 476 a 1'286 millones de marcos, o sea, en un 122%, siendo artículos de inversión la mayor parte de estas importaciones. Argentina, por ejemplo, multiplicó por cuarenta y tres sus importaciones de artículos de inversión (de 11.7 a 507 millones de marcos) durante el período comprendido entre 1870 y 1913, mientras sus importaciones de artículos de consumo sólo fueron multiplicadas por treinta y uno (de 28.8 a 890.3 millones de marcos) en el mismo lapso de tiempo. "Argentina, Brasil y Chile se habían incluido dentro del grupo de los mercados con la mayor capacidad para la absorción de productos industriales a nivel mundial, pues su apertura avanzaba de manera muy veloz, y la demanda de bienes de inversión que ello conllevaba casi sólo podía ser cubierta con artículos venidos del extranjero".25 Como consecuencia de su desarrollo unilateral como países exportadores de productos agrarios y materia prima, los Estados latinoamericanos dependían ahora completamente de la importación de artículos industriales para continuar su crecimiento. Los países europeos eran a la vez los más importantes proveedores de material bélico para Latinoamérica. Inglaterra tenía, antes de la Primera Guerra, la primacía en venta de armamento naval, mientras la Alemania Imperial, aunque con fuerte competencia francesa, era la principal fuente para el pertrecho de la artillería y la infantería. La firma Krupp, y la "Fábrica Alemana de Armamento y Munición" tenían en Argentina, Brasil y Chile prácticamente un monopolio de venta.26 Muchos negocios se garantizaban a base de créditos estatales. Chile y Argentina se endeudaron considerablemente en los años noventa del siglo pasado, a causa de la recíproca carrera armamentista, aumentando así su dependencia económica de Europa, sin fomentar en nada la propia industria. La influencia alemana sobre estos países se llevaba a cabo no sólo a través del envío de armas, sino también como resultado de la instrucción militar y la profesionalización de sus 22 Ragnhild Fiebig-von Hase: Lateinamerika als Konfliktherd der deutsch-amerikanischen Beziehungen 1890-1903. Vom Beginn der Panamapolitik bis zur Venezuela-Krise von 1902/03. Göttingen 1986, I, 140 y s. 23 Según ibídem, 160-163. 24 Frank Safford: "Trade (1910-1940)", en: Helen Delpar (editor): Encyclopedia of Latin America. New York 1974, 589-592. 25 Fiebig-von Hase: (nota 22), 170 y s. 26 Gerhard Brunn: Deutschland und Brasilien, 1889-1914. Köln 1971; Jürgen Schäfer: Deutsche Militärhilfe an Südamerika: Militär- und Rüstungsinteressen in Argentinien, Bolivien und Chile vor 1914. Düsseldorf 1974. ejércitos. Hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, Alemania influyó de manera decisiva en el desarrollo militar latinoamericano; no es ningún caso fortuito que la mayoría de los Estados del subcontinente se mantuviera neutral en 1914-1918. Además de socio comercial, Europa jugaba también el papel de inversionista. La protagonista era Inglaterra, seguida de Francia y Alemania. Bastante después venían Bélgica, con inversiones en el sector de suministros y en ferrovías (en Argentina y Brasil), y Holanda, que daba préstamos a ciertos Gobiernos. En el siglo XIX Gran Bretaña invirtió más capital a largo plazo en Latinoamérica que en ninguna otra región. En 1914, según Fred Rippy, el 20% de las inversiones extranjeras británicas - mil millones de libras esterlinas -, fue colocado en Latinoamérica.27 Inmediatamente después de la Guerra de Independencia, entre 1822 y 1825, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos había pedido préstamos en el mercado londinense de capitales, llegando éstos a alcanzar una cifra superior a la mitad de todos los préstamos estatales que la bolsa londinense emitió en aquella época. La parte principal de dichos préstamos sirvió para pagar deudas contraídas durante las Guerras de Independencia, y para la compra de armamento, siendo, por tal razón, improductivos. Como la economía nacional y los ingresos estatales no aumentaban al ritmo deseado, la mayor parte de las jóvenes naciones tuvieron que suspender tempranamente (1827) sus servicios de deuda externa, dando lugar a un largo ínterim de múltiples conversiones de deuda y acumulación de intereses por falta de pago. La afluencia de capital europeo y la solvencia crediticia latinoamericana disminuyeron en forma drástica. A partir de 1870 se gestó en Latinoamérica una segunda fase de endeudamiento externo. "Los ingresos de esta nueva ola de préstamos estatales fueron aplicados en el sector de transporte y abastecimiento, especialmente la construcción de ferrovías. El requisito indispensable de este segundo endeudamiento público fue el crecimiento de las economías de exportación de los países latinoamericanos, y su integración al expansivo mercado mundial." 28 El clímax de esta segunda fase de endeudamiento se pudo registrar en México entre 1885 y 1910, es decir, durante la dictadura porfirista, cuando, según Friedrich Katz, "México constituyó un ejemplo clásico de la incursión de capital extranjero en Latinoamérica",29 seguido algo más tarde por Colombia y Ecuador. En esta fase los británicos se vieron fuertemente expuestos a la competencia de capital e intereses exportadores de las otras potencias, Estados Unidos, Francia y Alemania. D.C.M. Platt, como parte de los esfuerzos que por muchos años ha efectuado de minimalizar interpretativamente el papel británico en Latinoamérica, ha puesto en duda el monto de los datos acerca de las inversiones británicas en el extranjero, ya que al parecer, muchos de los préstamos concedidos por el mercado de capitales londinense antes de 1870 provenían de fuentes no británicas.30 Se refiere a inversiones directas de sociedades extranjeras privadas en América Latina. Aún cuando a través de esa forma de cálculo se desplazara relativamente la parte correspondiente a Inglaterra en las inversiones, no cabe duda que ésta era el inversionista más importante en Latinoamérica durante el siglo XIX. El papel que Francia y Alemania jugaban en este sentido tampoco era de despreciar. Aunque muchas inversiones francesas produjeron pérdida, el valor 27 J. Fred Rippy: British Investment in Latin America, 1822-1949. Minneapolis 1959. Reinhard Liehr: "Die Phasen der Auslandsverschuldung Mexikos und Kolumbiens 1820-1920", en: Lateinamerika zwischen altem und neuem Imperialismus. Göttingen 1988 (=Geschichte und Gesellschaft 2, 1988), 153. La argumentación del endeudamiento externo latinoamericano durante el siglo XIX aquí expuesta, está basada en dicho artículo. 29 Friedrich Katz: Deutschland, Díaz und die mexikanische Revolution. Die deutsche Politik in Mexiko 1870-1920. Berlín (Oriental) 1964; el mismo: The Secret War in Mexico. Europe, The United States and the Mexican Revolution. Chicago 1981. 30 D.C.M. Platt: "British Portfolio Investment Overseas before 1870: Some Doubts", en: The Economic History Review 33,1, 1980, 1-16. 28 nominal de las inversiones francesas en el extranjero continuaba ascendiendo a finales de siglo, y al inicio de la Primera Guerra Mundial, el 13% de las inversiones extranjeras francesas estaba colocado en Latinoamérica; las inversiones alemanas eran del 16% al mismo término, colocadas especialmente en préstamos estatales, bancos, compañías de seguro, en la minería y en plantaciones.31 Cuadro 1: Inversiones extranjeras en Latinoamérica 1913 (En millones de dólares) _________________________________________________________________ Prestamista Préstamo % _________________________________________________________________ Inglaterra 3.700 43,5 Francia 1.200 14,1 Alemania 900 10,6 E.E.U.U. 1.700 20,0 otros 1.000 11,8 _________________________________________________________________ Fuente: W. Baer, en: Grabendorff/Roett (nota 19), 75 _________________________________________________________________ En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el 43,5% de todas las inversiones extranjeras en Latinoamérica provenía de Gran Bretaña, seguida de los Estados Unidos (20%), Francia (14,1%) y Alemania (10,6%). Los principales receptores de estos préstamos eran Argentina, Brasil y México. Cabe preguntarse si era Europa o Latinoamérica quien más se beneficiaba de los negocios comerciales y las actividades inversionistas. En la investigación sobre la repartición de beneficios comerciales entre Latinoamérica y Europa hay aún hoy una gran divergencia de opiniones. Se ha logrado comprobar que, en los primeros decenios de la Independencia, un gran número de países latinoamericanos mejoraron sus terms of trade: Brasil (azúcar, café, cueros, cacao), Chile (cobre), Perú (salitre, guano, cobre, corteza de quina, algodón), Venezuela (café, cáñamo, cacao, algodón, madera de tinta, pieles), Ecuador (cacao) y Guatemala (cáñamo, café) alcanzaron a mediados del siglo XIX ingresos mucho más altos por sus exportaciones que a principios de la Independencia; por el contrario Argentina (pieles), Uruguay (pieles), Colombia (madera de tinta, concha nácar, corteza de quina, pieles) y México (cochinilla, madera de tinta, vainilla, aparte de la plata, que predominaba) empeoraron sus relaciones de cambio, lo que se explica en base a la estructura de importación-exportación de la época.32 Los precios de los productos industriales (especialmente textiles) bajaron en general, debido a los bajos costos de producción y transporte, en comparación con los precios de la materia prima. Pero -a esto ha hecho mención Werner Baer-, en este contexto no basta el simple análisis de los terms of trade, pues una parte considerable del comercio se encontraba en manos europeas, y por lo tanto, sólo es posible hacer observaciones parciales del repartimiento de las ventajas comerciales. Aparte de esto, las ganancias del comercio internacional obtenidas por Latinoamérica no traían consigo las ventajas de desarrollo a largo plazo correspondientes, pues, como bien se sabe, los ingresos y el capital estaban fuertemente concentrados, y eran empleados para proyectos improductivos y consumo de lujos. 31 Según Werner Baer: "Lateinamerika und Westeuropa: Die Wirtschaftsbeziehungen bis zum Ende des Zweiten Weltkriegs", en: Grabendorff/Roett (nota 19), 59-76. 32 Jürgen Schneider: Frankreich und die Unabhängigkeit Spanisch-Amerikas. Zum französischen Handel mit den entstehenden Nationalstaaten (1810-1850). 2 tomos. Stuttgart 1981, I, 46-49. Referente al surgimiento de las economías nacionales latinoamericanas y su integración a la economía mundial, véase Reinhard Liehr (editor): América Latina en la época de Simón Bolívar. La formación de las economías nacionales y los intereses económicos europeos 1800-1850. Berlín 1989. Han sido registradas otras distorsiones en la estructura económica y social como consecuencia de la orientación exterior monoproductiva: la infraestructura de transportes, por ejemplo, estaba destinada exclusivamente a la economía de exportación, lo que motivó el estancamiento de las comarcas del interior, que antes gozaban de un relativo bienestar, y el sobrecrecimiento de las ciudades portuarias. El desmoderado aumento de las monoculturas de exportación trajo como consecuencia el fortalecimiento del latifundismo; la situación de las masas empeoró con la propagación de la economía latifundista y las reformas liberales a mediados de siglo. "La integración de Latinoamérica a la economía mundial provocó, sin lugar a dudas, notorios procesos de crecimiento, modernización de la infraestructura y de los sectores aliados a la economía de exportación. [...] El modelo de un 'crecimiento hacia afuera' (Prebisch) basado en la exportación de materia prima -dentro del esquema de división de trabajo internacional -, parecía pues ser el más adecuado a los recursos específicos latinoamericanos [...], sin embargo, todo este modelo estaba guiado desde el exterior. Ni las naciones industriales, ni las oligarquías nacionales que se beneficiaban de la exportación, estaban interesadas en una diversificación económica, mucho menos en una industrialización autónoma, sino todo lo contrario. Sólo el estrepitoso derrumbe de esas economías de exportación, acaecido durante la crisis económica mundial de los años treinta, condujo a tardíos intentos de desarrollo 'hacia adentro'."33 Por otra parte, nuevas investigaciones han demostrado claramente que no se puede hablar de una explotación exclusiva de las sociedades latinoamericanas por parte de los intereses económicos extranjeros. Patrick O'Brien ha hecho notar, hace años ya, que la aportación de la "periferia" a la formación de capital antes del "take off" industrial en los "centros" ha sido bastante restringida.34 La aportación del comercio exterior a los Estados y sociedades latinoamericanas no se juzga hoy en forma exclusivamente negativa; en la historiografía se enumeran varios aspectos positivos: Nils Jacobsen afirma, en el caso del Perú, que en la fase de impulso de la economía de exportación entre 1850 y los tempranos años setenta del mismo siglo, así como también a principios del siglo XX, se produjo un fortalecimiento del Estado nacional (no de las oligarquías regionales semifeudales, como a veces se afirmaba en la literatura). La intensificación de la infraestructura estatal lograda en aquella época no habría sido posible en tan corto tiempo sin las inversiones extranjeras. La importancia de los intereses de exportación extranjeros se hizo notar considerablemente desde fines de los años noventa. Las inversiones directas (en especial de Norteamérica en la minería, la explotación petrolífera y la agricultura de exportación), ahora muy importantes, portaron un alza en la recaudación de impuestos del Estado "central", permitiéndole ampliar la burocracia estatal, la creación de nuevos Ministerios y Departamentos, el desarrollo del sistema educativo, el refuerzo de la guardia rural, y un primer intento de profesionalización dentro del ejército.35 En lo que a Brasil se refiere, se ha recalcado que el capital europeo, especialmente inglés, la tecnología y la inmigración masiva proveniente del Viejo Mundo, que traía consigo una nueva mentalidad económica, aportaron muchísimo al desarrollo del comercio y la industria.36 En el caso de México, se ha defendido la tesis de que fue precisamente el capital comercial de los inversionistas extranjeros, a través de los ingresos arancelarios como único ingreso de importancia 33 Hans Werner Tobler: "Entwicklungstendenzen im 19. und 20. Jahrhundert", en: Theo Ginsburg/Monika Ostheider (editores): Lateinamerika vor der Entscheidung. Ein Kontinent sucht seinen Weg. Frankfurt 1984, 41. 34 Patrick O'Brien: "European Economic Development: The Contribution of the Periphery", en: Economic History Review 35, 1982, 1-18. 35 Nils Jacobsen: "Ausländische Wirtschaftsinteressen und der Konflikt zwischen Zentralismus und Regionalismus in Peru 1850-1930", en: Geschichte und Gesellschaft (nota 28), 178-192. 36 Eric N. Baklanoff (editor): The Shaping of Modern Brazil. Baton Rouge 1969; Richard Graham: Britain and the Onset of Modernisation in Brazil, 1850-1914. Cambridge 1972. que poseía el Estado Central, lo que permitió la subsistencia del Estado mexicano; que el capital obtenido por medio del comercio exterior fue invertido en la incipiente industria textil, beneficiándose ésta en gran manera con el negocio de importación-exportación; que el ocaso de la clase artesanal sólo fue precipitado parcialmente por los efectos destructores de las importaciones europeas, pues -contrariamente a las múltiples acusaciones hechas a las importaciones al respecto el problema más bien fue agudizado por el perfeccionamiento de las fábricas de producción industrial.37 En el caso de Colombia,38 el concepto de desarrollo orientado al exterior, promovido por los liberales, que permitió el surgimiento de una burguesía comercial, es valorizado como un elemento positivo. Esto permitió también a las provincias aprovechar sus propias posibilidades económicas, pasando a ser, por encima del desarrollo regional, impulsoras del desarrollo nacional. La economía agrícola, orientada a la exportación, estableció el transporte fluvial por el Magdalena, e impulsó los ferrocarriles, factores ambos que dieron gran ímpetu a la industrialización.Las condiciones infraestructurales fueron mejoradas en general; el sistema bancario (como requisito institucional para la creación de créditos y capitales), desarrollado. La respuesta a la pregunta acerca de los efectos a largo plazo de las relaciones comerciales europeo-latinoamericanas debe darse, pues, de manera diferenciada. Estas relaciones no deberían ser vistas ni exclusivamente negativas como responsables del subdesarrollo latinoamericano en el siglo XIX, ni exclusivamente positivas como prístinos elementos de modernización en unas economías de por sí incapaces de desarrollo. La investigación del tema, intensiva en la actualidad, deberá aportar ulteriores resultados, para poder continuar su análisis -fuertemente ideologizado- sin prejuicios. 5. La inmigración masiva europea Varias veces en este artículo se ha hecho alusión a la función modernizante de la inmigración europea. Hay una amplia literatura sobre el tema de las aportaciones de los inmigrantes europeos al desarrollo de Brasil, Argentina y Chile; pocas veces se aborda el tema en forma crítica, es decir, sin atribuirle al europeo a priori el elemento técnico decisivo, gracias al cual se impulsó el desarrollo del continente en el siglo pasado. No cabe duda que la inmigración europea hacia Latinoamérica en el siglo XIX era de gran importancia, tanto para el Nuevo, como para el Viejo Mundo.39 Los Gobiernos independientes tomaron una posición radicalmente distinta a la de las anteriores "Madres Patrias" España y Portugal en lo referente a la inmigración no-ibérica. Ahora se trataba de atraer al mayor número posible de inmigrantes de las denominadas naciones "desarrolladas", con la idea de encaminarse de esa forma hacia el progreso.40 Se emitieron leyes favorables a la inmigración, en las Provincias 37 Walther L. Bernecker: "Wirtschaftsimperialismus und Neokolonialismus. Zur Diskussion über die 'abhängige' Entwicklung Mexikos im 19. Jahrhundert", en: Geschichte und Gesellschaft (nota 28), 193-219; el mismo: "Foreign Interests, Tariff Policy and Early Industrialisation in Mexico 1821-1848", en: Ibero-Amerikanisches Archiv 1, 1988, 61-102; el mismo: Industrie und Außenhandel; el mismo: Handelskonquistadoren (nota 16). 38 König (nota 17); véase también Frank Safford: The Ideal of the Practical. Colombia's Struggle to form a Technical Elite. Austin 1976. 39 Un cuadro sinóptico ofrecen Magnus Mörner/Harold Sims: Adventurers and Proletarians. The Story of Migrants in Latin America. Pittsburgh 1985 (en especial los capítulos 3 y 4). 40 No cabe dentro del margen de este artículo abordar el tema de la influencia ideológico-cultural de Europa sobre la América Latina del siglo XIX. Vale para todo el siglo XIX decir, que en casi todas las regiones se valoraba a Europa como el gran ideal a seguir. Las constituciones latinoamericanas se concibieron tomando como modelo las europeas. Las corrientes ideológicas europeas (romanticismo, liberalismo) tenían enorme recepción en Latinoamérica, hasta el Unidas del Río de la Plata ya en 1812, en Cuba en 1817. El único requisito era pertenecer a la Iglesia Católica; cuando los liberales alcanzaron el poder, en muchos casos hasta este requisito fue derogado. Los primeros inmigrantes europeos que se radicaron después de la Independencia en los países latinoamericanos, vinieron solos, o formaban parte de algunos de los muchos proyectos de colonización. Hasta mediados de siglo, la inmigración individual tenía carácter heterogéneo: vendedores ambulantes, obreros y marineros se radicaban en las provincias y ciudades portuarias. Un nuevo grupo de inmigantes fueron los soldados. En los ejércitos de Bolívar, por ejemplo, combatían 7'000 voluntarios ingleses e irlandeses; una gran parte de los 1'000 supervivientes permaneció en Latinoamérica. Un gran número de inmigrantes fueron expulsados por razones político-ideológicas de sus países en Europa, los revolucionarios italianos exiliados en 1820, por ejemplo, o los insurrectos de los movimientos revolucionarios de 1848; en tales casos se trataba en realidad de inmigraciones temporales únicamente. En Uruguay tuvo lugar una concentración especial de inmigrantes, registrable durante la primera mitad del pasado siglo; entre 1835 y 1842 inmigraron al país alrededor de 33'000 extranjeros, en especial franceses provenientes de los Pirineos. Muchos de ellos habían estado antes en Argentina. En 1843, el 60% de los 31'000 habitantes de Montevideo eran extranjeros; a principios del siglo XX eran aún el 33%. Además de la inmigración individual, había una importante ola de proyectos migratorios, organizados con afán de lucro por algunos empresarios. Muchos de estos proyectos se organizaban desde los países latinoamericanos; la mayoría fracasaban, tanto por la falta de dinero, como por errores de cálculo y fracasos personales de los organizadores. Algunos tuvieron gran éxito, como las colonias alemanas de Río Grande do Sul, en Brasil. La más conocida era la colonia Blumenau, fundada en 1850 en la provincia de Santa Catarina. A mediados de siglo, los alemanes organizaron con mucho éxito un proyecto de colonización al sur de Chile, en los bosques de Valdivia y alrededor del lago Llanquihue. También en Argentina se hicieron grandes intentos de fundar colonias agrícolas con suizos y franceses. Las dimensiones de estas corrientes migratorias hacia la América Latina independiente no pueden ser calculadas en forma muy detallada. Entre 1816 y 1850 deben haber inmigrado unos 200'000 europeos hacia los atractivos países Brasil, Argentina y Uruguay. Se puede afirmar que la inmigración durante todo aquel período tuvo carácter esporádico, y abarcó un número relativamente pequeño de personas. Para poder denominar la inmigración como un fenómeno de masas, faltaban aún algunos requisitos importantes: en los países de origen los "factores de empuje" eran aún muy débiles; la travesía era muy cara; los países anfitriones adolecían de inestabilidad política crónica; en países como Brasil, el esclavismo impedía la valorización de la fuerza de trabajo libre. La inmigración pasó a ser un fenómeno de masas durante el centenio comprendido entre 1830 y 1930. En este período emigraron en total 50 millones de europeos, la inmensa mayoría a los positivismo comtiano de finales de siglo. No sólo las economías del subcontinente estaban orientadas al exterior: las clases gobernantes se orientaban ideológica y culturalmente hacia Europa (alejándose con ello de su propia Nación). Las ataduras socio-culturales al extranjero provocaron una adopción de los conceptos de orden y desarrollo europeos, los cuales, transformados al contexto latinoamericano, adquirieron la calidad de ideal extranjerizado. La obra de Sarmiento "Facundo, o civilización y barbarie en las pampas argentinas", es característica para el tema. Aquí el autor hace el intento de elevar a la Argentina al nivel de civilización tal como lo define la escuela positivista. Francia fascinaba culturalmente a Latinoamérica: arte, cultura y buen gusto francés caracterizaban el estilo de vida de las clases altas latinoamericanas. En la literatura, Argentina ha sido descrita como colonia económica británica y vasallo cultural francés. E.E.U.U., pero también 11 millones de ellos a Latinoamérica. De los 11 millones, la mitad, 5,5 millones, se radicaron en la Argentina; 4 millones en Brasil, y medio millón en el pequeño Uruguay. El millón restante se repartió entre los demás países latinoamericanos. El clímax de la ola migratoria fue alcanzado en los tres decenios anteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando partieron casi 250'000 emigrantes anualmente; la crisis económica mundial interrumpió esta ola migratoria en forma tajante. De los once millones antes mencionados, eran 38% italianos, 28% españoles, 11% portugueses. Otros grupos étnicos más pequeños eran los franceses (2,8%), los alemanes (2,7%), y los llamados "rusos" (2,6%), que en muchos casos eran alemanes del Volga, o judíos de la Europa oriental. Durante cuatro decenios, los italianos formaron el contingente migratorio más fuerte; sólo hasta principios del siglo XX fueron rebasados por los españoles. Las más atractivas mecas para los italianos eran Argentina y Brasil. Durante el último cuarto del siglo XIX se radicó allá un 30% del número total de la emigración italiana; en aquella época, casi un tercio de la población de Buenos Aires eran italianos.41 La concentración de más del 90% de la inmigración hacia Latinoamérica en sólo tres países se explica a través de la relativa estabilidad política de esos Estados, su reducida expansión demográfica, el clima templado y el progreso económico. También son dignos de mención Chile y Cuba: en el caso de Cuba formaron los españoles (77%) el contingente más grande de inmigración, aún después de la Independencia de la isla. En Chile formaron españoles, franceses e italianos, hasta fines de los últimos dos decenios del siglo XIX, el 20 ó 30% de la inmigración total, respectivamente; ingleses y alemanes, el 6 ó 7% respectivamente. El creciente número de alemanes al sur de Chile y Brasil era más bien un resultado del crecimiento de estas colonias extranjeras, y no de la corriente inmigratoria. En un principio, la mayoría de los inmigrantes se radicaba en las regiones rurales. De acuerdo a su origen social, trataban de ser campesinos, lo que coincidía con los intereses de los Gobiernos, que a veces hasta financiaban la travesía, si el recién venido se comprometía a dedicarse a la agricultura. Muchos de los inmigrantes dedicados a las faenas agrícolas, sin embargo, retornaron años más tarde, o se trasladaron a las ciudades, de forma que el fenómeno de inmigración en Latinoamérica tuvo, en general, un carácter más bien urbano. La re-emigración a Europa era en aquella época bastante común, casi del 50%. En los Estados Unidos, como comparación, llegaba sólo a un tercio de la inmigración total. Algunos gobiernos, descontentos de esta situación, tomaban medidas en su contra. El gobierno argentino obligó a las compañías navieras, en 1911, a doblar el precio del pasaje a Europa, para de esta manera obstaculizar el retorno. Muchos eran los motivos que empujaban a casi la mitad de los inmigrantes a retornar a Europa: problemas para la obtención de parcelas propias, dificultades de adaptación al nuevo medio social y climático, inseguridad política y legal, a la vez que muchas desilusiones. Por razones lingüísticas se asimilaban mejor los españoles, italianos y portugueses que los provenientes de otros Estados europeos, aunque en este terreno las generalizaciones son especialmente problemáticas. El proceso de asimilación no dependía sólo de las actividades del inmigrante, sino también de la posición adoptada por el país anfitrión y sus habitantes. El éxito 41 Los inmigrantes sudeuropeos predicaban también doctrinas radicales como el socialismo, el marxismo o el anarquismo, lo que en algunos países (Brasil, México, Argentina) tuvo gran repercusión en el movimiento obrero. Véase John W.F. Dulles: Anarchists and Communists in Brazil, 1900-1935. Austin 1973; Richard J. Walter: The Socialist Party of Argentina, 1890-1930. Austin 1977. económico de los inmigrantes provocaba a menudo envidia y desconfianza entre los nativos, y degeneraba a veces en movimientos nativistas. La importancia de la inmigración para los Estados latinoamericanos se puede medir cuantitativa y cualitativamente . Los aspectos cuantitativos juegan en algunos países un papel de importancia: En Argentina, en 1940 el 30% de la población había nacido fuera de las fronteras del país. Ya que la mayoría de los inmigrantes eran jóvenes, muy pronto criaban hijos; se calcula que su aportación al crecimiento demográfico argentino fue del 58%. En Brasil, el contingente de inmigrantes, que a nivel nacional era del 19%, alcanzó en el Estado de Sao Paulo, incluidos los niños, más del 50%. La enorme importancia de la inmigración en masa se nota fácilmente en la explosión demográfica de estos países. En la segunda mitad del siglo XIX se multiplicó por trece la población de Uruguay, por diez la de Argentina, y por cinco la de Brasil. Sin la inmigración en masa europea no hay forma de explicar estos datos. Los inmigrantes contribuyeron considerablemente al crecimiento agrícola de Argentina, Uruguay, Cuba y el sur del Brasil; al proceso de industrialización de Buenos Aires, Sao Paulo, Santiago de Chile y otros lugares; a la profesionalización de los ejércitos de muchos Estados latinoamericanos; al desarrollo del comercio, ciencia, cultura y formación. El fenómeno de inmigración, sin embargo, muestra también otra cara: desde la perspectiva socio-psicológica se observa un gran alienamiento de las clases medias en el Río de la Plata (y no sólo allí); económicamente, el tradicional desequilibrio rural-urbano se agravó, ya que los inmigrantes a la larga siempre terminaron radicándose en las ciudades, creando una exagerada urbanización, y empeorando la situación de la agricultura monocultivista, la cual pronto mostró sus puntos flacos. También en materia racial, la inmigración tuvo consecuencias. Por su mayor número, y mejor formación, los europeos suplantaron rápidamente a los negros y mulatos en el mercado del trabajo, obligándoles a abandonar el entorno urbano. Políticamente, la inmigración dejó, por lo general, las estructuras de poder nacionales y regionales intactas. Aunque muchos inmigrantes jugaron un papel importante en la política de sus países anfitriones y alcanzaron posiciones importantes, la gran masa inmigrante permaneció más bien apática. Desde una perspectiva histórica, incluso las aportaciones de la élite profesional y tecnocrática inmigrante parecen bastante ambivalentes. ¿No era la tecnología que ellos introdujeron en última instancia demasiado cara?; ¿no condujo a una gran dependencia de los conocimientos y facultades de la técnica extranjera?; ¿no condujo a la hoy endémica orientación hacia el exterior y el extranjero? La depresión mundial de 1929/1930 no produjo en América Latina el inmensamente alto desempleo como lo hizo en Europa, pero bastó para generar una nueva política migratoria en los Estados latinoamericanos. Si bien la política difería considerablemente de país a país, se puede afirmar que fue entonces cuando la "política de puertas abiertas" encontró su fin. 6. Observación final El sistema de libre comercio de la Independencia desarrolló la economía de exportación, el crecimiento del sector urbano, la creación de una infraestructura moderna, así como el surgimiento (aunque no muy profuso) de una burguesía. También los inmigrantes europeos a menudo cooperaron como una fuerza creadora y emprendedora. Pero el crecimiento generado por las actividades comerciales benefició sólo a unos pocos; la industrialización en masa no se produjo, el capital comercial dominó siempre. La cohesión social de la clase latifundista permaneció intacta, mientras todos los esfuerzos por lograr un desarrollo industrial estaban condenados a estancar; el crecimiento, impulsado en primer lugar desde el extranjero, nunca condujo a cambios sustanciales dentro de la estructura social oligárquica, o del sistema político de regímenes autoritarios, sino más bien favoreció su estabilización. La dependencia del mercado mundial hizo al subcontinente más susceptible que nunca a las crisis. Las relaciones Europa-Latinoamérica dejaron, prácticamente en todos los sentidos, un resultado muy ambivalente y dubioso. Publicado en: Hispania. Revista Española de Historia, N° 183, vol. LIII/1, 1993, pp. 177-212.