Entrevista realizada a Antoni Molina Palau, preso durante la dictadura franquista (http://www.memoria.cat/presos) Nombre del preso: Antoni Molina Palau Fecha de nacimiento: 13-6-1920 Lugar de presidio: campo de concentración de Deusto y Cárcel de los Escolapios de Bilbao Tiempo encarcelado: enero-agosto de 1939 Fecha de la entrevista: 5/8/2008 Duración del vídeo: 24’48” minutos Me condenaban a muerte por “haber matado” a una persona que, en realidad, estaba viva Permanecí diez años fuera de casa. El ejército y los gobiernos de España me tuvieron esclavizado diez años. Yo sé lo que pasé en Deusto. Para mí pidieron la pena de muerte. Después de dos o tres meses de permanecer allí nos llamaron por los altavoces. Teníamos que ir a los patios. En cada rincón de la escalera había uno con una vara. Con la vara nos golpeaban para que bajásemos deprisa. Las escaleras eran anchas y allí nos golpeaban en la espalda. En los patios llamaban por los altavoces a los que debían irse y a los que debían quedarse. Me hicieron subir a una sala. Había una mesa larga de unos cuatro metros. En cada punta había una máquina de escribir. Estaban apaleando a uno para que declarase. A mí me tocó la otra punta de la mesa. Decían que había matado al jefe de telégrafos de Manresa. Yo no había matado a nadie. ¿A quién coño tenía que matar si era un crío? Que había matado al jefe de telégrafos de Manresa. Cada vez que decía que no, me zurraban. Ellos insistían. Me pegaban patadas. Yo les decía que era mentira, que yo no había matado a nadie… Las pasé putas… Al final me metieron en una celda pequeña con una ventanilla. Allí me tuvieron encerrado durante un mes. Estaba incomunicado. La represión franquista en Manresa en la voz de las víctimas (http://www.memoria.cat/presos) Después me llevaron a la cárcel de los escolapios. En Bilbao mismo. La acusación venía de alguien de Manresa que no me deseaba nada bueno. No sé quién. No sé si fue a causa de mi novia. No sé quién fue. Tengo indicios que fue alguien que deseaba a mi mujer, a la que después sería mi mujer. Ahora viene lo bueno... Mientras yo estaba en la cárcel de los Escolapios un chico de Sant Fruitós [cerca de Manresa] quedó en libertad. Consiguió los avales y pudo irse. Yo redacté una nota en un sobre, contándole a mi padre de lo que me acusaban. En la cárcel no podías escribir nada: ni cartas, ni sobres, ni tarjetas, ni nada. Resulta que antes de que llamaran a mi quinta y me incorporase al frente durante unos meses Manresa se quedó sin repartidor de telegramas. Mi hermana trabajaba en telégrafos. Ella me propuso hacer ese trabajo y así ganaría algún dinero. Yo le dije que de acuerdo. Así, mientras tanto, buscaría trabajo. Lo tuve que dejar cuando llamaron a mi quinta. Todo eso se lo conté por escrito a mi padre y aquel chico se lo hizo llegar. Mi padre fue a Barcelona porque a mi hermana la habían destinado allí. Le contó a mi hermana que a mí me acusaban de que había matado al señor Bergua. "Pero si el señor Bergua está trabajando arriba, en el tercer piso", dijo ella. Eso era en el Palacio de Comunicaciones de Barcelona. Fueron a buscar al señor Bergua. Él vino y habló con mi padre. Después levantaron acta notarial conforme el señor Bergua estaba vivo. Mi padre vino personalmente a Bilbao a traer el documento, por miedo a que se perdiera. Tuvo que pedir dinero para poder ir a Bilbao. Al cabo de unos días me dejaron en libertad, después de presentar el acta notarial. Me habían dicho que me iban a matar. Me decían que ante aquella acusación no había salida posible. Nunca he podido saber lo que había detrás de aquello. ¡Pero si yo era un crío! ¿Que podía hacer? Cada día, entre diez y doce suicidios Mientras estuve en Deusto las pasé... ¡Lo que ocurría allí dentro! Nadie lo sabe. Al principio éramos unos 7.000. Había tanta cola en los váteres que apenas llegabas a tiempo para hacer tus necesidades. Si no llegabas a tiempo, hacías tus necesidades en una lata que te daban al llegar, que hacía la función de plato. Eran unas latas redondas de sardinas. Si no podías aguantar, cuando llegabas al váter limpiabas la lata y esa misma lata servía después para el almuerzo. Eso, en realidad, no era nada. La gente se arrojaba desde la cuarta planta para matarse. Cada mañana aparecían entre diez y doce cadáveres. Había unos carpinteros que allí mismo hacían las cajas y se llevaban los cadáveres en camiones. La represión franquista en Manresa en la voz de las víctimas (http://www.memoria.cat/presos) Buscar alubias crudas entre las heces Éramos tantos a comer que nos daban sardina hervida en unos cazos. Un cazo de sardina para almorzar. Y para cenar igual. Durante un tiempo nos daban unas alubias grandes, pero no estaban cocidas. Ni siquiera se podían triturar con los dientes. Como los váteres eran insuficientes, abrieron una zanja de 2,5 metros de ancho en el patio de la universidad. Muchos se arremangaban los pantalones, se los quitaban y se metían en la zanja buscando alubias crudas. Las recogían entre las heces de los demás, las limpiaban con agua de grifo y se las comían. No es mentira lo que cuento. Otras personas os contarán lo mismo. Es la pura verdad. No tengo necesidad de inventarme nada. En Deusto disfrutaban pegando a la gente En Deusto había seis o siete patios. La cárcel tenía forma cuadrada. Era muy grande. Era como un conjunto de dados formando patios entre ellos. Eran 16 ó 17 edificios, con sus respectivos patios. Era muy grande. No había celdas, salvo para los incomunicados, que estaban arriba, en la buhardilla. - ¿Cómo dormían? - En el suelo, alternando pies y cabeza. Nos quedaba poco espacio. Los verdugos aquellos nos interrogaban en la punta de la mesa. Nos pinchaban, llevaban unos garrotes así de gruesos. Nos golpeaban en la cabeza, en las costillas, en los costados... Eran dos. Uno en cada punta de la mesa. La mesa medía unos cuatro metros y medio de largo. Había una máquina de escribir encima. "¿Usted ha matado a fulano de tal y tal?", "No, señor", "¿Cómo que no?". Y en la otra punta de la mesa lo mismo. Así iba la cosa. - ¿Quién llevaba la organización del campo? - No se veían los responsables. Sólo cuando llegabas veías a los oficiales. - ¿Eran militares? - Sí, militares. Decían misa y teníamos que ir a misa por cojones, tanto si querías como si no. A los que se retrasaban les zurraban en la espalda con unos látigos. ¡Madre de Dios! Estaban los requetés. Llevaban gorra roja. Te golpeaban sin motivo. "¡Venga, deprisa!", La represión franquista en Manresa en la voz de las víctimas (http://www.memoria.cat/presos) decían. Disfrutaban pegando a la gente. Tenías que estar a expensas de los golpes que recibías. Cuando nos llamaban al patio, en cada rellano de la escalera, en cada rinconcillo, te aguardaban unos tíos con el látigo entre manos. "¡Venga, deprisa!, ¡Venga, deprisa!". Si te caías al suelo, te golpeaban todavía más. Aquello fue terrible. Nos llamaban de todo: "Sois unos infieles", que si esto, que si lo otro... Nos maltrataban de palabra y de hecho. Lo que más molestaba era cuando te zumbaban. No había motivo para ello. Pegar era lo suyo. Dar latigazos era la norma. Formaba parte de la normalidad. Cuando veías aquellas gorras rojas ya te asustabas. No sé de dónde sacaron a aquella gente. - ¿Le pegaron mucho, a Ud? - Bastante. Como a todos. Nadie se salvaba. Te daban tantos palos que era imposible zafarte. Eran unos látigos así de largos. Cada vez que pegaban tocaban a dos o tres. Eran varas de buey de aquellas que tanto duelen. Por la mañana en el patio veías los cuerpos de la gente que se había arrojado desde arriba. No te permitían verlo, pero a veces veías cinco o seis cuerpos. Algunos todavía se movían pero no les curaban. Había 14 ó 15 muertos diarios. Los que más se suicidaban eran gallegos. Para ellos eras un animal Permanecí encerrado durante un mes en aquella habitación Tenía un metro y medio de ancho. Había un camastro especie de colchoneta. Arriba había una ventanilla que alcanzar. A través de ella oía los barcos. Por debajo de la llevaban una lata para comer, con una sardina hervida. pequeña. con una no podía puerta te - ¿Había un orinal? - Un recipiente de lata grande. Entraban y lo vaciaban. Sólo nos permitían escribir una vez a la semana. Tenía que ser una tarjeta. Una tarjeta abierta, sin sobre. Aquí están. Eso quien tenía dinero. Allí no eras nadie. Eras un animal para ellos. Te desnudabas y te limpiabas en unos grifos: ahora una pierna, ahora la otra... Tenías que lavarte con agua y con harapos o con lo que fuera. No teníamos jabón ni nada. Te lavabas como podías. Para secarte te ponías de nuevo la ropa. No había toallas. La represión franquista en Manresa en la voz de las víctimas (http://www.memoria.cat/presos) La Cárcel de los Escolapios, en Bilbao La cárcel estaba en el núcleo urbano de Bilbao. Desde las ventanas veíamos a la gente pasar por la calle. Lo veíamos a través de unas ventanillas que estaban casi a ras del suelo. A mí me asignaron un trocito de suelo y allí dormíamos igual que en el campo de concentración: alternando pies y cabeza. Había un pasillo. Los prisioneros que eran altos tenían que encogerse de noche. La comida era igual de mala. No servía más que para sostenernos en pie. Sólo podía comerla alguien que tuviera hambre. En las habitaciones cada cual tenía que estar en su sitio. Si no, nos golpeaban. No querían que hablásemos en grupo. Cuando se presentaban de repente y te sorprendían hablando, te arreaban. Lo peor eran las noches. Cada noche se llevaban a seis o siete. A ésos ya no los veíamos más. Sabíamos que los iban a matar. Cuando se te acercaban, te inquietabas. Cuando se alejaban, dabas un respiro. En la cárcel no podíamos escribir. Estaba completamente prohibido enviar cartas ni nada. Cuando llamaron a la quinta del 41 para ir a África me dieron la libertad definitiva. Tenía la pierna troceada. Todavía me dolía pero me dijeron que era útil para todo servicio. En cambio, en la guerra me dieron servicios auxiliares. La represión franquista en Manresa en la voz de las víctimas (http://www.memoria.cat/presos)