Arthur Miller (1915-2005)

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Arthur Miller (1915-2005).
Arthur Asher Miller nació en Nueva York (Estados Unidos), el 17 de octubre de 1915, en el seno de
una familia de creencias judías.
Sus padres se llamaban Augusta Bernett e Isidore Miller, inmigrante vienés que se dedicaba a la
fabricación y comercialización de ropa, un negocio próspero hasta que fue afectado por el famoso
crack de 1929.
En ese momento, Arthur, sus padres, su hermano mayor Kermit y su hermana pequeña Joan,
trasladaron su residencia de Harlem a Brooklyn.
Arthur estudió periodismo en la Universidad de Michigan, en donde comenzó a destacar por sus
trabajos literarios, especialmente por su comedia "Todavía crece la
hierba" (1938). Para pagarse sus estudios trabajaba en un almacén.
Tras una serie de obras sin demasiada repercusión a nivel popular, logró
el éxito con la novela "Focus" (1945). Su primer gran texto para el teatro
fue "Todos eran mis hijos (All my sons)" (1947), superado por "Muerte
de un viajante (Death of a salesman)" (1949), obra que fue galardonada
con el Premio Pulitzer de Teatro.
Miller, de tendencias políticas izquierdistas, fue perseguido en la
lamentable "Caza de Brujas" llevada a cabo por el senador McCarthy.
Sería condenado por desacato, pero en apelación quedaría absuelto. Estos hechos fueron el cimiento
de su conocida obra "Las brujas de Salem (The crucible)" (1953).
En 1940 se había casado con Mary Grace Slattery, de quien se divorciaría
en 1956, el mismo año que contrajo matrimonio con la famosa actriz
Marilyn Monroe. Con Marilyn trabajaría en la película "Vidas rebeldes
(The Misfits)", un título escrito por Miller y dirigido por John Huston. En
1961 terminarían separándose.
En 1962 se casa por tercera vez, ahora con la fotógrafo de procedencia
austriaca Inge Morath.
Arthur Miller es uno de los dramaturgos estadounidenses más importantes
del siglo XX, sus textos, muchos de ellos de basamento autobiográfico,
retratan con una mirada crítica su contexto social.
Además de sus obras más importantes, "Muerte de un viajante" (1947) o
"Las brujas de Salem" (1952), otros títulos esenciales de su trayectoria
literaria son "Panorama desde el puente (A view from the bridge)" (1955),
"Después de la caída (After the fall)" (1963), libro que narra sus vivencias
con Marilyn, o "El premio (The price)" (1968).
Miller falleció el 10 de febrero del año 2005. Tenía 89 años.
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Arthur Asher Miller: “la
conciencia de los
Estados Unidos”
El pasado 11 de febrero murió en Roxbury, Connecticut
a la edad de 89 años Arthur Asher Miller, uno de los
más grandes escritores y dramaturgos del siglo XX
quien también se destacó como guionista de cine.
Su legado es tan relevante que, sea el día que fuere,
siempre una de sus obras está siendo representada en
alguna parte del mundo. Sus modelos fueron los
grandes dramaturgos clásicos griegos y más
recientemente el noruego Henryk Ibsen.
Nacido en Nueva York el 17 de octubre de 1915,
provenía de una familia de inmigrantes judíos polacos.
Su padre era un próspero fabricante textil que cayó en ruina debido a la Gran Depresión que acabó
con la empresa familiar. Durante su niñez la familia pudo vivir cómodamente en Manhattan cerca
Central Park pero después de la debacle económica fue obligada a mudarse a un modesto
apartamento en Brooklyn.
Debido a la situación económica de su familia, Miller tuvo que trabajar en un almacén de repuestos
para automóviles para poderse costear sus estudios de periodismo en la Universidad de Michigan.
Durante esta época estudiantil recibió varios premios por su comedia “Todavía crece la hierba”.
Tras su graduación en 1928, se trasladó nuevamente a Nueva York, donde se ganaba la vida
escribiendo guiones radiofónicos. En 1945 publica su novela “Focus”, una denuncia contra el
antisemitismo. En 1943 estrenó su primera obra de teatro en Broadway, la comedia “Un hombre con
mucha suerte” que sólo se presentó cuatro veces. En 1947 estrena “Todos eran mis hijos” una obra
que denuncia el cinismo de las empresas de armamentos y que permaneció en cartelera durante casi
un año haciéndose merecedora del Premio del Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York.
Desde el comienzo deja entrever los que serían los elementos fundamentales de toda su obra: la crítica
social y la denuncia de los valores conservadores que comenzaban a asentarse en la sociedad de
Estados Unidos.
Las obras de Miller se enfocan especialmente en la responsabilidad del individuo hacia los demás, el
conocimiento de uno mismo y la realización personal. Su estilo es sencillo y coloquial y tiene su
origen en la conciencia social del autor y su empatía para con los más vulnerables a ser arrastrados por
los falsos valores que impone la sociedad de consumo. Enfatiza los valores familiares y morales,
exponiendo la creciente fragmentación de la sociedad estadounidense. Fue siempre muy crítico del
masificador antihumanismo norteamericano y supo trasladar maravillosamente a las tablas el conflicto
del ser humano y el espíritu crítico.
Miller también es conocido por su intenso activismo político y social: se acercó al marxismo aún
cuando después lo criticó, denunció la intervención norteamericana en Corea y Vietnam como
integrante de los movimientos de intelectuales contra la guerra en Corea, como luego lo hizo también
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durante la guerra de Vietnam. Entre 1965 y 1969 fue presidente del Pen Club, un colectivo de
escritores que velaba por la libertad de expresión en los Estados Unidos.
En marzo de 2000 encabezó, junto al novelista William mis obras provienen directamente del centro
de la sociedad contemporánea, porque hoy en día la familia se está desintegrando y la gente no vive
mucho tiempo en el mismo Styron, una delegación de intelectuales estadounidenses que viajó a La
Habana para "tender puentes culturales en aras de mejorar las relaciones" entre su país y Cuba. El
grupo, se reunió con Fidel Castro y con Gabriel García Márquez y emitió un comunicado.
"Muchas de lugar'', dijo Miller en una entrevista de 1988.
"Esa dislocación es quizá parte de lo que nos inquieta'', agregó. "da la sensación de que nada es
realmente permanente''.
Su consagración definitiva como dramaturgo se produce en 1949 con la tragedia “Muerte de un
viajante” que se estrenó en Filadelfia y en la que denuncia el carácter ilusorio y el lado oscuro del
“Sueño americano”.
Su protagonista, Willy Loman un modesto vendedor ambulante que creía en el sueño americano,
oculta a su familia sus fracasos profesionales y, tras ser despedido, se suicida estrellándose con el
automóvil para que su familia pudiese cobrar el seguro de vida y así su hijo tuviese los recursos para
conseguir una vida mejor que la suya. Es una historia casi autobiográfica en cuanto, narra la historia
de un hombre fracasado, muy parecido a su padre. Esta obra trágica es considerada entre las mejores
obras del teatro contemporáneo a nivel mundial.
Miller declararía sobre ella: “Jamás imaginé que adquiriera las proporciones que ha tenido. Era una
obra literal sobre un vendedor, pero luego se convirtió en un mito, no sólo aquí, sino en muchas otras
partes del mundo”. La obra fue galardonada con el Premio Pulitzer, con tres premios Tony y con el de
la Crítica de Nueva York. Él mismo la dirigió en los escenarios de China. La audiencia -con las
resonancias de la Revolución Cultural- se deslumbró.
I ACTO DE LA MUERTE DE UN VIAJANTE
http://larioja.7host.com/miller.htm
En los años cincuenta fue víctima de la “cacería de brujas” que
representó el McCarthyismo. En 1956 fue acusado ante la
Comisión de Actividades Antiamericanas de simpatizar con
ideas y activistas comunistas en especial por su amistad con Elia
Kazan. Durante la interpelación a la cual fue sometido rehusó
revelar los nombres de los participantes de un círculo literario sospechoso de tener vínculos con el
Partido Comunista, acogiéndose a la protección constitucional. A pesar de las presiones que sufrió ya
que le fue retirado el pasaporte, no pudiendo viajar a Bruselas para asistir al estreno de una de sus
obras, Miller no dio ningún nombre, declarando que, aunque había asistido a reuniones en 1947 y
firmado algunos manifiestos, no era comunista.
En mayo de 1957 se le declara culpable de desacato al Congreso por haberse negado a revelar
nombres de supuestos comunistas. Sin embargo, en agosto de 1958, el Tribunal de Apelación de los
Estados Unidos anula la sentencia, de forma que no tiene que ingresar en la cárcel.
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La atmósfera de aquel tiempo se plasmó en Las brujas de Salem (1953). En esta obra se sirve de un
acontecimiento acaecido el siglo XVII en los Estados Unidos para atacar la “Cacería de brujas”
emprendida por el senador McCarthy de la que él mismo fue víctima. Años más tarde escribiría el
guión de la película homónima, que protagonizaron su yerno, Daniel Day-Lewis, y Winona Ryder.
En una entrevista con La Jornada de México en julio de 1997, con motivo del estreno de la película,
Miller fue interrogado:
-¿Cómo compara la histeria de 1952 a la que vivimos hoy en día?
-“Todavía queda bastante. Hay muchísimas teorías paranoicas dando vueltas. Hay una tendencia
humana a crear una forma de pensamiento que puede justificar todo lo desconocido, más allá del
momento histórico que estamos viviendo”.
Otras obras importantes son “La vista desde el puente” que obtuvo
también el Premio Pulitzer de Teatro en 1955, “Después de la caída”
(1963), “Incidente en Vichy” (1964), “El precio” (1968) y “El arzobispo”
(1977), basada en la persecución de los escritores disidentes soviéticos.
Escribió varios guiones cinematográficos entre los cuales “Vidas
rebeldes” (1960), realizado para su segunda esposa, la actriz Marilyn
Monroe; “Tiempos duros”
(1970); “El reloj
americano” (1980).
Se casó tres veces, con Mary Slattery (1940-1956), con
Marilyn Monroe (1956-1961) y con la fotógrafa de
prensa Inge Morath (1962-2002, año en el que Inge
muere). Tuvo cuatro hijos, dos con su primera mujer y
otros dos con la última.
Muchos se sorprendieron cuando Miller se casó con
Marilyn Monroe. El intelectual y la reina de la pantalla
grande formaban una pareja dispareja.
Él decía que admiraba el coraje de Monroe, pero la
relación no duró. Su matrimonio con la estrella lo
catapultó al mundo de la farándula. En 1992, en una
entrevista con un diario francés, Miller dijo que la
actriz era "sumamente autodestructiva'' y que durante
su matrimonio "dediqué toda mi atención y toda mi
energía a tratar de resolver sus problemas.
Desafortunadamente no tuve mucho éxito''.
Tras la ruptura del matrimonio con la Monroe, Miller inició la relación más larga de su vida con Inge,
con quien vivió durante 40 años. La había conocido durante el rodaje de "Vidas rebeldes", película
que él escribió y en la que actuó Monroe.
Los años setenta fueron el comienzo de una etapa de oscuridad, en la que fue etiquetado de anticuado,
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moralista o sermoneador. Miller había pasado de moda en Estados Unidos. Él se quejaba de que los
escritores en ese país eran tratados como figuras del entretenimiento, no como lo que realmente eran,
y criticaba fuertemente lo que consideraba como el “comercialismo banal de Broadway”. Durante
esta etapa viaja por todo el mundo, siendo aclamado como un clásico viviente, pero encontrando en su
país cada vez más dificultades para presentar sus obras.
En 1987 publica su autobiografía “Timebends” (A vueltas del tiempo) en donde recuerda sus tiempos
de niñez en Brooklyn y las vicisitudes políticas de los años 50’. Siguió escribiendo hasta el día de su
muerte. En 1995 ganó el Premio Olivier en Gran Bretaña con la pieza “Vidrio roto”. En 1998 escribe
“Las conexiones del señor Peter”, en el 2000 vuelve a estrenar en Broadway “El descenso del monte
Morgan”, escrita en 1991 y para la que tardó diez años en encontrar una producción adecuada. Una de
sus últimas obra fue “The Resurrection Blues” (2003), que él definió como “muy extravagante”.
Fue merecedor del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2002. El jurado le otorgó este premio
por “considerar que había logrado transmitir desde la escena las inquietudes, los conflictos y las
aspiraciones de la sociedad actual, renovando así la permanente elección humanística del mejor
teatro”. Es el primer escritor norteamericano que viene galardonado con este premio.
También fue ganador del Premio Avery Hopwood, máximo reconocimiento al periodismo
norteamericano. Escritor con una carrera de más de 60 años, amado por los sectores progresistas y
repudiado en los ambientes más conservadores, Miller murió escribiendo. Hace apenas cuatro meses
estrenó su última obra, “Finishing the Picture” (Terminando el retrato), inspirada en un incidente
ocurrido durante su matrimonio con Marilyn Monroe.
Algunas de sus obras más relevantes:
1940: ‘Golden years’ (La edad dorada)
1944: ‘The man who had all the luck’ (Un hombre con mucha suerte)
1945: ‘Focus’, sobre el antisemitismo
1947: ‘All my sons’ (Todos mis hijos), premio de la crítica de teatro y del Círculo de Críticos de
Teatro en Nueva York
1949: ‘Death of a salesman’ (La Muerte de un viajante), premio Pulitzer, su obra más popular
1953: ‘The Crucible’ (Las brujas de Salem)
1955: ‘A memory of two Mondays’ (Recuerdos de dos lunes)
1955: ‘A view from the bridge’ (Vista desde el puente)
1964: ‘After the fall’ (Después de la caída)
1964: ‘Incidente en Vichy’
1967: ‘The price’ (El precio), su mejor obra, según la crítica
1991: ‘The ride down Mount Morgan’
1994: ‘Broken glass’ (Cristal roto), elegida la mejor obra del año en Nueva York
1995: ‘Mr. Peter's connections’ y ‘Homely Girl’ (Una chica cualquiera)
2000: ‘Echoes down the corridor’
2001: ‘On politics and the art of acting’
2004: ‘Resurrection Blues’, ‘Finishing the picture’.
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La muerte del autor que desnudó la realidad norteamericana
Ted Córdova Claure
La muerte de Arthur Miller, el más grande autor teatral norteamericano, trajo
muchas remembranzas y análisis de su obra que coinciden con los tiempos
que vive la sociedad de este país bajo la actual administración.
De Thornton Wilder a Tennessee Williams, el teatro y la literatura de diversos
autores ha descrito las distintas etapas del crecimiento de esta superpotencia
mejor que historiadores, sociólogos y políticos.
No en vano los autores teatrales tienen en inglés su propio título, presumiblemente de origen
shakesperiano: playwright - no autor teatral o dramaturgo.
La obra cumbre de Miller, “La muerte de un vendedor ambulante”, que escribió cuando tenia 33 años
en 1949, ganó el Premio Pulitzer y constituyó el punto de arranque de una serie de obras que
describen los defectos y las utopías frustradas del “American way of life”, tan envidiado como
imitado y deseado en el resto del mundo. Miller, consideraba que un episodio que impulsó a Estados
Unidos fue la Guerra Civil entre el Norte yanqui y liberal y el Sur separatista y esclavista. Pero, en
términos modernos, su obra desmitificó las utopías del New Deal de Roosevelt y la great society de
John Kennedy y Lyndon Johnson.
En Estados Unidos “Death of a Salesman” es la obra teatral más representada en todo el país. No sólo
en el ambiente teatral de Broadway, sino también en colegios y universidades. Y, de Dustin Hoffman
a Brian Dennehy, pasando por George C. Scott o Lee J. Cobb, no hay actor de cine que no haya
pasado por ese exigente examen teatral para consagrarse.
Sin embargo es en “The Crucibles’, mejor conocido como Las brujas de Salem, que Miller describe
con visión kafkiana –también tuvo mucha influencia del noruego Ibsen- el pasatiempo favorito del
sector anglo-protestante de la compleja sociedad norteamericana, la caza de brujas, que escribió
coincidiendo con el Macartysmo de la Guerra fría, donde todo disidente o cuestionador del sistema
imperante- que puede ser en EE UU democráticamente dictatorial- era acusado de comunista. Es lo
que esta pasando ahora con los “liberals", una forma de izquierda norteamericana, que son atacados
por criticar la Guerra en Irak o la política económica del presidente Bush. Arthur Miller, que disfrutó
de un breve matrimonio con la diva de Hollywood Marylin Monroe (a quien definió como
“autodestructiva”), nos describió el génesis seudoreligioso de la caza de brujas y así advirtió que
sería una eterna maldición para los estadounidenses. Y por ende, para el mundo global.
FUENTE: BIP NEWS / La columna global
http://www.tedcor.com/global/glo140205.htm
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Acerca de las distancias-Arthur Miller
Escribir teatro conlleva algo de agresividad; si existe una forma
literaria amigable y familiar, es la del relato. Creo conocer mejor a
Chéjov por sus cuentos que por sus obras teatrales, y a
Shakespeare por sus sonetos.
Cabe esperar de un dramaturgo la afirmación de que le gusta
escribir relatos porque está libre de actores, de directores y de la
fastidiosa maquinaria teatral, pero lo cierto es que los actores y
los directores me gustan bastante. Sin embargo, he reparado en
que, de vez en cuando, siento el impulso de no acelerar y
condensar los acontecimientos y el desarrollo de los personajes,
que es lo que uno hace en una obra teatral, sino de mantenerlos
inmovilizados y ver las cosas aisladas en su quietud, que es donde
radica la gran fuerza de un buen relato breve. El objeto, el lugar, el
tiempo, el aspecto de una persona al cambiar de postura...pueden
tener una importancia secundaria en el escenario, donde la acción
hace que la realidad sea evidente; pero en la vida, como en el relato, el lugar mismo y las cosas vistas, el
estado de ánimo momentáneo, el vuelo errante de la percepción que no conduce a ninguna parte, todo ello
puede manifestarse y tener valor.
El dramaturgo es un actor manqué; los filósofos tímidos hasta el tuétano y retraídos no escriben obras
teatrales, o por lo menos obras representables. Probablemente sea éste el motivo de que los dramaturgos se
dediquen con tanta frecuencia a la narrativa y se aparten de la indecorosa mascarada cuando llegan a la edad
mediana. El mundo entero es un escenario, pero llega un momento en que uno prefiere ser real y estar en casa.
Por lo que a mí respecta, en el transcurso de los años he llegado a ese punto una o dos veces por semana y es
entonces cuando he descubierto que escribir relatos cortos es una actividad especialmente apropiada. En una
palabra, cuando uno se sienta a escribir un cuento utiliza otro tipo de máscara. Pillará desprevenido al
adversario (el público y la crítica) en la sala de espera del dentista, en un tren o en un avión, o en el baño. Nada
de esto pretende denigrar el drama o el teatro, sino tan sólo señalar algunas de las diferencias. Siempre me ha
parecido curioso que el diálogo sea mucho más difícil de escribir en un relato que en un texto dramático, y de
vez en cuando he ideado diversas explicaciones para esta peculiaridad. En cierto momento consideré que, tal
vez, el saber que ningún actor va a pronunciar estas palabras hace que sea absurdo escribirlas. Pero ahora
creo que hay un conflicto de máscaras, un choque de tonalidades. La frase hablada es “discurso”, es algo dicho
a una multitud y, en consecuencia, ha de tener un énfasis peculiar y ser preciso, e implícitamente debe exigir
una réplica; cada línea del diálogo teatral es la mitad de un conflicto dialéctico. Pero esta clase de presión
ejercida sobre el diálogo en un relato distorsiona todo cuanto lo envuelve.
Es como si un amigo te contara un incidente y, de repente, se levantara y, mirando a su alrededor en la
estancia, prosiguiera el relato imitando las voces de los participantes en el mismo. La súbita inyección de
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formalidad, de esta clase de formalidad, es la amenazadora inminencia del actor. Tal vez sea ésta la causa de
que resulte imposible extraer escenas dialogadas de las novelas y traspasarlas a la escena. A mí esto me
resulta curioso e irónico porque, cuando iba al colegio y empezaba a leer, el interés que despertaba en mí un
libro era proporcional a la cantidad de diálogo que revelaba un rápido hojeo.
Todas las formas literarias que hemos heredado, relato, novela y obra teatral entre ellas, constituyen grados
de distancia que los escritores necesitan establecer entre sí mismos y el peligroso público al que deben
engatusar, amenazar y, de una manera y otra, domesticar. El dramaturgo está casi físicamente en el escenario,
enfrentado al monstruo. El narrador, por escasa que sea su protección, se siente más seguro en este sentido:
no puede oír los aplausos, no ve a la masa de desconocidos sentados en el patio de butacas, fascinados,
olvidados de sí mismos por aquello que ha imaginado.
Cuando un novelista escribe una obra teatral, o un dramaturgo un relato, lo que hace es acortar o reducir la
distancia que lo separa del terrible calor en el centro del escenario. No se trata de un problema de sinceridad,
pues ¿quién puede saber cuán sincero es?
Publicado el 30 enero 2003 -FUENTE: El Cultural
ESTILO LITERARIO QUE CARACTERIZÓ SU
PRODUCCION DRAMATICA: sumado a las características del
realismo (personajes extraídos de todas las clases sociales, estilo alejado
de todo retoricismo, visión del hombre como individuo, enjuiciamiento
crítico, preocupación social, predominio de la reflexión, sustentada en la
observación de la realidad, temática contemporánea, obra de tesis)
desarrolló los siguientes aspectos:
4.
5.
6.
7.
1. estilo sencillo y coloquial.
2. en sus obras plasmó las inquietudes y conflictos de la
sociedad de su tiempo.
3. su obra, presenta una clara conciencia sobre la realidad
socioeconómica y política de su tiempo.
el autor busca influir a través de su producción literaria sobre los destinos de la sociedad.
en la obra el espacio y el tiempo se desdoblan y multiplican para ser a un tiempo presente y
memoria, para ser realidad/sueño/delirio.
la obra busca revelar la indefensión del hombre frente a las crueles reglas del juego
empresarial de los tiempos de posguerra.
en sus obras plantea que no hay lugar para héroes en un mundo sin épica y sin valores
morales.
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