PÉRDIDA DE LAS ÚLTIMAS COLONIAS (1898) A finales del siglo XIX España todavía conservaba algunas colonias de ultramar, restos de lo que en un tiempo fue su inmenso imperio colonial. Estas colonias eran Cuba, Filipinas, Puerto Rico, algunos archipiélagos en el Pacífico y pequeños enclaves en la costa africana. En Cuba, la colonia más rica en poder de los españoles, había surgido una rica burguesía criolla que anhelaba conseguir una mayor autonomía con respecto a España, pero cuyas reivindicaciones sólo comenzaron a ser escuchadas cuando el movimiento independentista era imparable. La primera guerra cubana terminó con la firma del “Pacto de Zanjón” (1878) por el que las autoridades españolas convertían a Cuba en una provincia más dentro del reino de España. Sin embargo, las ansias independentistas resurgirían en 1895 de mano del líder independentista cubano José Martí. Para hacer frente a esta segunda guerra cubana el gobierno de Cánovas optó por la mano dura. Se envió un numerosísimo contingente de tropas (más de 300.000 soldados) al mando del general Weyler cuyo objetivo era erradicar costase lo que costase al movimiento independentista. Para ello se hacinó a la población civil cubana en campos de concentración (hecho que provocó la muerte de más de 200.000 personas) y se estableció un sistema de trochas que dividió al país en compartimentos estancos. Este brutal sistema de represión hizo que Weyler controlase toda la mitad occidental de la isla a fines de 1896. En marzo de 1897 fue elegido Presidente de los EE.UU. William McKinley, partidario de la intervención estadounidense en Cuba para asegurarse la llegada a bajo precio de la producción de tabaco y azúcar (el 90% de la producción cubana de dichos productos se vendía en los EE.UU.). En un primer momento EE.UU. trató de comprar Cuba al gobierno español por 300 millones de dólares, pero la negativa española haría que cambiasen de táctica. Pese a que las élites políticas de EE.UU. estaban de acuerdo en lo beneficioso de una intervención en Cuba, los ciudadanos estadounidenses eran contrarios a que su gobierno tuviese una política exterior activa; para hacer cambiar esa opinión se emplearon a fondo los principales medios de comunicación de masas, controlados por los magnates Hearst y Pulitzer, quienes desde sus periódicos sensacionalistas indignarían al pueblo estadounidense por las tácticas represivas llevadas a cabo por el gobierno español en Cuba (pese a que durante la guerra de Secesión, en EE.UU. también se hacinó a población civil en campos de concentración). En agosto de 1897 Cánovas del Castillo es asesinado por un anarquista italiano, siendo éste financiado por miembros del Partido Revolucionario Cubano. Le sustituye en la Presidencia de Gobierno el liberal Sagasta, quien trata de aplacar el movimiento independentista concediendo a Cuba un gobierno semi-autónomo y retirando a Weyler; sin embargo la guerra había ido demasiado lejos, y otros actores habían intervenido, como para que dichas medidas fueran efectivas. En abril de 1898 un crucero de guerra, el “Maine”, atracado en el puerto de La Habana explota, provocando la muerte de 260 marineros estadounidenses. La causa de dicha explosión es aún hoy día un misterio, existiendo múltiples hipótesis: el gobierno de EE.UU., agentes de Hearst, miembros independentistas cubanos, el gobierno español o incluso un accidente. Lo que sí es cierto es que tras la explosión del Maine, el gobierno de los EE.UU. declara en abril de 1898 la guerra a España, y en esta ocasión con el apoyo incondicional de todos sus ciudadanos. 1 La guerra entre EE.UU. y España se extendió también a Filipinas y Puerto Rico. En mayo de 1898 la flota española en Filipinas es aniquilada con suma facilidad por la potente y tecnológicamente más avanzada flota estadounidense. En julio de 1898 la flota española de Cuba sufre la misma humillación. En diciembre de 1898 se firma la “Paz de París”, por la cual España reconoce la independencia de Cuba (quien pese a su teórica independencia vivirá bajo la tutela de EE.UU.), y cede Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam a los EE.UU. Dicha paz representó la liquidación definitiva del imperio español, a excepción de Guinea Ecuatorial. POBLACIÓN ESPAÑOLA DE 1857 A 1900 Entre 1857 y 1900 la población española se mantendría en un semi-estancamiento. La población pasó de 15´5 millones en 1857 a 18 millones en 1900. Dicho estancamiento se debió a diversos factores: Las guerras carlistas y los conflictos civiles entre 1866 y 1885 provocaron al menos 250.000 muertos. Las guerras de Cuba y Filipinas entre 1895 y 1898 exigieron el desplazamiento de 300.000 hombres; la mitad de ellos perecieron, fundamentalmente a causa de enfermedades tropicales. Las tasas de emigración en esta época son de las más altas de Europa. Los bajos salarios y la precaria vida de los campesinos y obreros fueron factores fundamentales para que miles de españoles, fundamentalmente gallegos y canarios, emigrasen hacia Argentina o Brasil. En 1885 se produjo un terrible brote de cólera. Si comparamos a España con los países más avanzados de Europa en esta época notaremos un retraso en cuanto a salud y mortalidad. La varicela o la rubéola eran enfermedades casi superadas en dichos países, mientras que en España seguían provocando periódicas mortandades. En cuanto a la distribución regional de la población, cabe decir que se produce una creciente urbanización y emigración del campo a la ciudad; Madrid ejerció una fuerte atracción, lo que hizo que aumentara su población de 280.000 a 540.000 habitantes. En la periferia existía la tendencia de una progresiva concentración en grandes núcleos litorales como Barcelona (en 1900 superaba el medio millón de habitantes), Valencia, Sevilla o Vigo. ECONOMÍA Y SOCIEDAD En el orden económico, el último cuarto de siglo XIX se puede definir por un crecimiento continuado y por los continuos avances tecnológicos. Sin embargo, esta prosperidad fue en cierto modo ficticia, pues se limitó y fue disfrutada por una pequeña parte de la sociedad, mientras que la inmensa mayoría campesina y obrera vivía de la misma manera e incluso peor que décadas antes. Las clases burguesas disfrutaron como nunca de una época caracterizada por las verbenas, la zarzuela y las corridas de toros. Las ciudades, en pleno crecimiento, vivieron cambios sin precedentes con la aparición de la luz eléctrica, el teléfono, el telégrafo, la radio, el tranvía, los coches o el cinematógrafo. El tendido ferroviario español duplicó su número de kilómetros. La agricultura de la vid (el comercio mundial de vino estuvo monopolizado por España durante unas pocas décadas, hasta la propagación de la filoxera), el olivo y los cítricos, en manos de los grandes terratenientes, vivieron un crecimiento y una productividad sin precedentes; aunque la inmensa mayoría de pequeños propietarios agrícolas y braceros, 2 dedicados a una agricultura del trigo que perdía hectáreas cultivadas, vivían una época de enormes dificultades. No es fácil precisar si el obrero de 1890 vivía mejor o peor que tres o cuatro décadas antes, pero lo que sí se puede decir es que en este momento hay más obreros, que viven hacinados en viviendas con unas deplorables condiciones, y que su miseria llama más la atención que antes. 3